ESPECULOPATAS E HIPOTECOFAGOS

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Hace un par de años que un grupo de compañeros de facultad nos reunimos para
charlar y cenar cada último lunes de mes.
Habitualmente somos una
docena. Suele ser en el Restaurante Daps de Barcelona donde, con la
corbata desatada, nos comparamos las miserias en pequeñas dosis. Hoy en
día son las confesiones de un directivo de una compañía aérea catalana,
un publicista televisivo, un responsable de compras cementero, un
consejero de un grupo hotelero, un consultor económico del bufete de
abogados de moda en Barcelona, un socio fundador de un portal
inmobiliario, un broker de bolsa y el director comercial de un grupo
promotor líder en España. Hay otros tres pero, como se dedican a dirigir
empresas de alimentación y belleza, no los detallo hoy. Lo
siento nois.  Del último almuerzo saque algunas impresiones que ahora
transformo en un post.

En 2001, la crisis bursátil provocó que miles de españoles invirtieran en ladrillo. El ‘boom’ inmobiliario disparó los precios. Los especuladores duplicaron el dinero invertido en poco tiempo. Ahora la saturación de la oferta está haciendo mella en los ritmos de venta. Los pisos tardan una media de 20 meses en venderse y las inmobiliarias están cerrando en números rojos. Hablar de pinchazo de la burbuja inmobiliaria es un error. Aun no ha reventado. La venta de pisos se mantiene a niveles bajos, pero se mantiene. El precio de los pisos no baja, sube poco, y la construcción no frena. Defender que no pincharemos retrasa las posibilidades de supervivencia y es una miserable manera de ocultar a los ciudadanos la que se les viene encima. Los que definen el futuro como un escenario de frenazo no demasiado brusco, de ralentización del sector inmobiliario o de suave recesión, son unos inconscientes en el mejor de los casos, pero unos despiadados mentirosos en el peor. Mientras la gente reserva sus vuelos tranquilizados por la falta de información en los medios tradicionales y al tiempo que el españolito medio sigue feliz pagando su rehipoteca pensando que ya bajarán los tipos, la mayoría de directivos, socios, responsables, consejeros, banqueros, corresponsales en Londres, directores de inversión, gestores de fondos y, en definitiva, aquellos que saben leer entre gráficas y polución aritmética, están poniendo a buen recaudo sus propiedades transformándolas en inversiones alternativas. Nadie quiere descubrir que tiene un patrimonio que no podrá vender próximamente. Ajenos a la tormenta, los especuladores continúan gesticulando, hablando de buenas opciones, garantizando que ahora es el momento de comprar porque hay gente que no puede cubrir las sus cuotas hipotecarias. Es cierto, en las oficinas bancarias de barrio empiezan a amontonarse las notificaciones de impago. El BBVA vendió su fondo de impagados porque sabe que no recuperará esas hipotecas expuestas a un 120% del valor de tasación. Le deben más que lo que valen los pisos. Por ese motivo no ejecutan las hipotecas morosas ya que saldrían perdiendo. Prefieren vender esas deudas a gestores de cobro a los que esperar no les supone un problema, puesto que con las deudas especulan la adquisición de valores relativos.

Los especuladores permanecen en su terreno de juego y advierten que los alquileres subirán, Aseguran que comprar e hipotecarse es una buena inversión porque así lograrán cubrir la cuota con alquileres cada vez más altos. Otro error. Los alquileres pueden convertirse en la nueva inalcanzable cumbre del mileurista y además el paro y la recesión llevarán a la falta de ingresos para muchos de esos clientes potenciales del alquiler tipo. El especulador ciego y mentiroso es un especulópata sin escrúpulos. Otro día hablaré de su primo, el hipotecófago, mucho más peligroso por que su ceguera es adquirida a base de mirarse el Chayanne en el garaje.

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