FREETERS Y MILAGRISTAS

Hace unos días comenté que siguen publicándose enredos y fábulas sobre el estado económico de medio planeta. Incluso sobré Japón se formaliza el mensaje oficial de mejora global. Pero dejando de lado que cuesta creer que, con un consumo privado, eje cuántico del modelo japonés y una caída del gasto público ahogado por el déficit generado con tanto paquete de estímulo, la economía nipona no vuelva a caer en recesión durante 2010, lo interesante sería buscar alguna referencia socioeconómica que pudiera permitirnos enlazarlo con nuestra realidad inmediata. 

En ocasiones en este blog algunos hacen referencia a la japonización ibérica y otros a la argentinización. Aunque sigo pensando que la segunda, guardando las distancias, es la más factible, la primera tiene elementos sociales muy curiosos que nos pueden hacer sentir un dejà vu.

Hoy vamos a conocer a los “freeters”. Son gente joven de estudios superiores pero que se encuentran excluidos del sistema laboral. El término es un juego fonético que encaja free (libre en inglés) y arbeiter (trabajador en alemán). Resulta que Japón, en teoría, ha superado el estancamiento, la quiebra de bancos y empresas y la deflación. Dicen que ya sobrevuela todo ese fango surgido tras una burbuja especulativa en sus mercados financiero e inmobiliario. Resulta que, aunque para bombear la producción interna ya no tienen margen monetario, ni fiscal, al parecer si pueden activar el consumo gracias a un elevado nivel de ahorro en su gente, puesto que Japón es el segundo stock de reservas monetarias del planeta. Suponiendo que los planes de estímulo actúen y las cosas mejoren, Japón debe enfrentarse a una nueva realidad que tiene que ver con algo que los japoneses desconocían. El auge de la pobreza es inédito para ellos

En estos momentos casi 7 millones de jóvenes son "freeters". Representan al 35% de los japoneses menores de 35 años. La media de ingreso de uno de ellos es de 1. 000 euros al mes frente a los 4.000 de promedio en el país. ¿Os suenan las cantidades? En uno de los países más ricos del mundo ellos no tienen ni casa ni trabajo ni futuro a la vista. Son una nueva categoría social que nació a la sombra de la recesión de los años 90 y que se prolonga en el tiempo. Poco importa la recuperación para ellos. Hombres y mujeres de entre 16 y 35 años que permanecen fuera del sistema laboral y que no perciben subsidios de ningún tipo. Se pasan el día navegando por Internet en los “Café-Manga” o paseando sin hacer nada. Millones de jóvenes sin interés por seguir estudiando, sin interés por trabajar, sin nada que les motive. ¿Otro dejà vu? Sobreviven con trabajos mal pagados para su alta calificación, trabajando muchas horas en B y sin seguridad aparente. Pertenecen a esa “economía sumergida” que tanto justifica algunas cifras de paro en otros países.

Hay otros países que van ampliando la brecha entre la pobreza absoluta y la clase media en fase de extinción. Los “neets” británicos, los “bondy” franceses, los “aguees” coreanos o los “milagristas” españoles.

En Japón ya empiezan a estar preocupados ante la enorme distancia que hay entre ricos y pobres. La palabra “clase” no existía hasta hace bien poco en el discurso oficial japonés. Van a aprender a usarla de forma inminente. El número de pobres en Japón crece a pasos acelerados. La tasa de pobreza es hoy del 17%, la segunda más alta entre países industrializados, detrás de EE.UU. La miseria se está viralizando. En los EE.UU, por ejemplo, de sus 309 millones de habitantes, 14 millones de niños tienen problemas para comer todos los días y 49 millones de americanos no disponen de garantías nutritivas diarias. Ese es el escenario, ese es el campo de batalla que quedará después de todo este festín de ayudas, inyecciones y mentiras sistémicas. La puta verdad explotará en la cara de millones de personas que no tenían ninguna culpa.

Lo que pasa en Japón o en medio mundo occidental es lo mismo. La falta de trabajo para los jóvenes no les permite alquilar vivienda ni formar familias. De esa pobreza surge más pobreza. Si consiguen casarse y tener hijos, no tendrán capacidad para incorporarlos en el sistema educativo de primer nivel como si hacen los políticos (incluidos los de izquierdas). Los mercados laborales cada vez son más competitivos y la falta de formación en centros de prestigio te aparca como “freeter” perpetuo o en un mileurista con tres carreras, dos másters, un postgrado y tres años de experiencia trabajando en el apasionante mundo de las pizzas esponjosas.

Mientras el discurso oficial es el de la tranquilidad, el de que las cosas van a mejor, lo que en términos estadísticos así es, la realidad se hace más y más sólida.  El futuro social de occidente es oscuro. Cuando las víctimas de este mapa social desigual dejen de dañarse a sí mismos para comenzar a arrojar sus flechas contra el sistema las cosas pueden ponerse feas. ¿Cuánto tiempo podremos soportar el desencanto y la desidia? ¿Cuánto durará esta atonía social?

En Japón, algunos "freeters" comenzaron a sindicalizarse y a marchar por las calles de Tokyo, pidiendo mejores condiciones ambientales de trabajo y aumentos salariales para los trabajadores ocasionales, que usualmente son destinados a las labores más bajas y sin una paga acorde a esas condiciones desfavorables. Lograron poco de momento pero la debilidad inicial que los viene expulsando del sistema, se ha convertido en una formidable presión ciudadana que poco a poco va calando. En España estamos demasiado ocupados para organizarnos. Aquí tenemos cosas más importantes en las que preocuparnos, ¿verdad?

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