Digitalización inevitable

Ayer, cenando uno de mis restaurantes favoritos de Panamá, le comenté a un emprendedor amigo de origen griego las claves para afrontar el futuro empresarial y sus modelos de innovación asociados. El debate giró entorno a modelos económicos inminentes y en los cambios que se avecinan y sobretodo como afectarán los procesos de modernización irrenunciables a la realidad empresarial de tipo tradicional. Os aseguro que este es uno de los temas que más me preocupan actualmente en términos socioeconómicos. En ese sentido me vino a la cabeza un caso personal que ya expliqué hace un tiempo y que ejemplifica un proceso de transformación de un negocio tradicional en otro entroncado en la nueva economía a través de la innovación bien entendida. Ahora bien, innovación sólo es aquello que el mercado acepta, no lo olvidemos. Os dejo con el caso.

Hace un par de años un amigo me llamó para pedirme ayuda. Su negocio estaba en quiebra. Tenía un desguace de vehículos y, contrariamente a lo previsto, la crisis no le estaba beneficiando. Sus ventas habían caído en picado. Su modelo de negocio dependía de que los automóviles que debía descuartizar no eran suficientes para ofrecer un recurso atractivo a los escasos compradores que se acercaban a su superficie en las afueras de una pequeña población al norte de Barcelona.

Me instalé en su empresa durante dos semanas. Examiné los procesos y hablé con los implicados. Al poco le ofrecí una solución que resultó ser muy beneficiosa. Lo primero que le comenté era que su sistema de desguazar los autos debía estar sintetizado. Para ello compré una base de datos que aportaba la mayoría de modelos y marcas del mercado. El sencillo software que instalamos en una PDA permitía que el desmontaje se codificara y concediera una ubicación ordenada de todas la piezas. Asi se lograba una eficaz distribución y una eficiente inventario a tiempo real. Ese listado se incorporaba a una base de datos en las oficinas de la empresa. Hasta ese punto nada nuevo, nada especial.

No disponíamos de ninguna característica que diferenciara ese negocio de otros que ya hacían algo parecido. La singularidad, el diferencial, el valor añadido se logró en el preciso instante que esa base de datos, esa eficiente máquina de ordenar las existencias, se digitalizó en la red. A partir de ese instante las ventas online empezaron a producirse. En menos de un año la facturación aumentó a niveles impensables durante la crisis. A pesar de todo esto, no nos paramos. Ramón, que así se llama el hombre que decidió no detenerse ante las dificultades, preguntó si era factible vender piezas de coches clásicos por Internet.

Fue posible. Esa es ahora una de sus principales ofertas. Se ha convertido en un hub de captación para los coleccionistas y un conector para los exclusivos clientes que se esconden tras el apasionado mundo de los coches de autor. Ahora sus ventas se miden por países y no por comarcas.

Escuchando a los que nos gobiernan y atendiendo a los que garantizan nuestro ahorros, no puedo más que pedir a todos los que nos encontramos aquí que no se detenga nadie, que no se duerman, que hay oportunidades pero todas requieren afrontar los retos con entusiasmo y valor. Si una chatarrería clásica pudo convertirse en un referente digital, que no podemos conseguir cualquiera de nosotros. Recuerdo que algunos de vosotros están organizando un encuentro en Madrid para el día 1 donde podremos hablar de estas cosas y de otra muchas. Tendremos invitados destacados en el campo de la economía y de la emprendeduría. El único requisito es ser lector y miembro de esta comunidad.

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