Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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NEGOCIO TRANSPARENTE

Habp

Pendiente como estoy de ver en que se traducen algunas amenazas que he recibido últimamente, impaciente por recibir documentación contable prometida y cansado de tanta farsa y tanto pan pringao, me he puesto a leer a Ramon Sangüesa,
que siempre desintoxica, me pone la cabeza loca y me impide regresar a
temáticas de ámbito político o socioeconómico. Algo así como con Juan Freire o el mismísimo Julen. El post de hoy
de Ramon es de aquellos que merecen ser leídos con calma. La metáfora
es gigantesca y sólida. Una empresa transparente requiere arquitectura
transparente.

Pensemos en el funcionalismo arquitectónico, un giro cultural y
estético que huye del decorativismo inútil y se plantea la necesidad de
integrar la obra arquitectónica en el espacio exterior, variando el
concepto del muro sustentante y aislante que pasa a convertirse en una
simple mascara de cristal, envolvente pero no aislante.  Frank Lloid Wright en Norteamérica, Henry van de Velde, Erick Mendelshon y Alvar Aalto,
en Europa, se esforzaron en conseguir una arquitectura que pareciera en
forma de carácter a un organismo natural y que tuviese la misma unidad.
Frank LLoid Wright definió su voluntad constructiva diciendo que “un
edificio no debe estar sobre una colina, sino formar parte de la colina
misma, como si hubiera nacido de la tierra”. Aplíquenlo a la empresa.

Parece una utopía pero ya no lo es. En Catalunya hemos roto la
delgada membrana que impide ver nuestro irremediable destino. Edificios
de cristal, restaurantes transparentes, masía y naturaleza fundidas en
un mismo halo de luz. Un hotel de vidrio se esconde y se confunde en la
imprevisible hondura del bosque. Todo empezó en el restaurante Les Cols
que Manel Puig regenta en Olot. Entre fogones y la lírica, Fina
Puigdevall fue trazando un recetario complejo, pero de sabores
reconocibles, a partir de los productos de La Garrotxa. Lo
extraordinario es que el comensal lo degusta rodeado de muros
centenarios que acogen un comedor futurista, donde se fusionan riesgo
lumínico y decoración sobria.

Hace algún tiempo, los dos decidieron atacar conceptualmente la
imprevisión, abriendo su modelo de negocio a la interpretación externa
por parte de un grupo amplio de arquitectos locales liderados por Pigem
Vilalta. Decenas de momentos exclusivos basados en la conversación
fecundaron y se levantó un pequeño edificio anexo. Un hotel arriesgando
con las mismas premisas que en el restaurante. El objetivo era refundir
el exterior con el interior.

Lo lograron. La recepción, llamada Preámbulo, es un lecho de tierra
volcánica, la luz natural conduce a una pasarela metálica, a los lados
láminas de cristal color verde, reflejando desordenadamente diferentes
planos. Sin indicaciones claras hay puertas de vidrio que se abren
entre reflejos y destellos. Detrás cinco habitaciones. Cada una de
ellas, distinta, con un suelo de cristal que sobrevuela un sustrato de
lava, un volcán modelado. Todo recuerda que estamos en la Garrotxa,
tierra de volcanes. Todo el espacio es transparente, de tonos
esmeralda. Árboles y sol parecen estar dentro de la estancia. En el
centro una colchoneta que sirve de cama, mesa y sofá. El baño es la
representación de la naturaleza en estado puro, el agua mana de la
pared. Llegado el momento de dormir, unas lonas cubren la habitación,
sumiéndola en la más oscura de las noches.

Parece un exceso, un espacio gélido, pero sin embargo es la
propuesta más integradora con el entorno que conozco. Se imaginan una
empresa que cada mañana recogiera esas lonas y se integrara en el
entorno, permitiendo que todos los elementos que la conforman,
adversarios, clientes, socios, proveedores y trabajadores se
entrelazaran hasta el punto de ser complejo identificar el lugar de
procedencia de cada uno e imposible saber quien pertenece al interior
de la empresa y quien es un reflejo del exterior. Una empresa
transparente en un edificio transparente.

[hay más comentarios en la versión en catalán]