Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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CADA VEZ MAS CERCA

BombasUna de las verdades absolutas asumidas como cierta por los teletipófagos que malviven en las redacciones de la mayoría de medios de este país, es que el sector de la construcción representa el 18,9 % del PIB nacional. Aquí no hay periodistas económicos capaces de interpretar un balance o examinar un plan contable. Sería de locos pedirles que analicen la salud financiera de un estado por ejemplo. Y es que no vale dar como exacta, sin matizar, lo de la influencia de la construcción en el conjunto de la economía española porque no despeja la incógnita ni aporta una información completa.

España es el país del mundo que más depende de que se construyan pisos. Mientras que en países tradicionalmente patrimonialistas como los EUA esa dependencia es del 4,8% y proporciona un 7% de los puestos de trabajo, aquí la dependencia directa es de ese casi 20% que decíamos, pero proporciona el 26% de la ocupación total. Si se incorporan los agentes indirectos a ese cómputo, la suma es terrorífica puesto que llegamos a un 31%. Este último porcentaje es ampliable, lo siento, con la industria que fabrica maquinaria para la construcción, muebles, o la que manufactura elementos que son esenciales en el sector inmobiliario. La suma final, aportada en las conversaciones previas por parte de los agentes sociales y que se están manteniendo en el más absoluto secreto, se acerca a un surrealista 38%. Y todavía hay quien considera que se podrán recolocar los parados que el sistema es incapaz de ocupar, que con 10.000 millones de Euros vamos a atacar el problemilla y que esto va a ser una mala racha de unos dos años porque lo dice el FMI. El mismo organismo internacional que hace un año garantizaba que nuestro país estaba preparado para soportar la crisis, que íbamos a crecer por encima del 3% y de vete tú a saber que atún en lata.

No trasciende, y debería hacerlo, que estamos creciendo por debajo del 1% en este preciso momento. Este primer trimestre de 2008 está siendo un desastre que desembocará en un lodazal a mediados del presente. El crecimiento del PIB puede estar rondando cifras negativas ya. Es fácil de entender. Si el 40% de la economía española está reduciendo drásticamente la participación en ese proceso, la única traducción viable es el decrecimiento.

¿No lo ven? Las promotoras no venden, las constructoras cierran por incapacidad financiera y falta de trabajo, las inmobiliarias se están convirtiendo en salas de juegos para los comerciales, los muebles acumulan polvo en las fábricas, los coches se acumulan en los polígonos esperando ser matriculados, etc.
Ahora imaginemos por un momento que la cena me sentó mal y que estoy en plena digestión lesiva. Que por eso no paro de ver las cosas desde el peor de los puntos de vista posibles. Imaginemos que me creo eso de que la crisis no es sistémica y que sólo afecta a un sector concreto, muy acotado y que representará un pequeño ajuste en el modelo de crecimiento. Algo deseable para los técnicos en “aterrizajes” y que por fin ha llegado. Imaginemos que tienen razón los que aseguran que la crisis española no tiene nada que ver con la internacional, que no es financiera y que sólo repercutirá en el ámbito afectado. En un par de años y gracias a una banca saneada y robusta, esto pasará. Imaginemos que nos chupamos el dedo todos juntos y por parejas.

Los argumentos de aquellos que defienden que nuestro sistema financiero no sufrirá no se aguantan. Suelen basar esa explicación en dos valores coyunturales. El primero defiende que aquí no hay subprime americana escondida en algún CDO. Cierto que no la hay porque ya tenemos la nuestra. Los bancos no necesitaron invertir en valores crediticios y bonos empaquetados porque aquí había de sobras, ¿o es que los préstamos al 100% del valor de tasación a familias expertas en la “decoración” de nóminas e ingresos no se les pueden llamar hipotecas basura? Decir que no hay subprime español es ser un iletrado inconsciente o un hipócrita. Todos conocemos casos que se ajustarán en breve y que, con no se que nombre, engrosarán una lista de hipotecados de riesgo. Pisos sobrevalorados, hipotecas al límite, proyectos de inmobiliarias con suelos valorados al 70% del total de la promoción y la complicidad manifiesta de todos los participantes en la gran estafa nacional, han convertido la deuda hipotecaria española en una enorme subprime apunto de caerse encima de todos nosotros.

No obstante, el gran argumento que desde el poder de la mercadotecnia política y financiera de este país se utiliza para tranquilizar al ciudadano “compraviajes a plazos” es que la banca española goza de un enorme provisión de 35.350 millones de euros que el Banco de España obligó a reservar en su día ante un eventual cambio de ciclo. El problemilla aparece cuando utilizamos la calculadora. Me ahorro la ecuación de segundo grado, la función y su detalle pero sabemos que con una morosidad global a un 3,75% esas provisiones se irán por el desagüe. Parece una tasa altísima y lejana a la nuestra pero no es tan inalcanzable. Si bien ahora estamos en el 1%, ya hay indicadores que garantizan que se triplicará si Trichet no baja los tipos a la mitad. El paro y la catatonia productiva no ayudarán mucho a que paguemos nuestras hipotecas. En la crisis del 93, la morosidad alcanzó el 5%, en los años ochenta se rozó el 8%, y la media occidental es del 4,4% en procesos de reestructuración económica.

En resumen, cuando el crecimiento del PIB español era del 3,8% éste dependía en un 1,2% de los fondos de cohesión europeos que ya no tenemos y en 1,4% de la construcción. Ahora, si no analizamos el interanual que rondará el 2,4%, deberíamos de entender que el crecimiento en este primer trimestre de 2008 no debe estar superando el 0,8%. Hay quien asegura que la aritmética que hasta ahora demostraba el milagro español ya vive en números rojos. No hay locomotora ni tren, sólo estaciones repletas de gente incrédula esperando que pare un convoy sin saber que el último pasó hace dos años. Desde el andén, a lo lejos, un perro en los huesos atado a un cartel de “en venta” de color naranja chillón nos recuerda que la cosa no ha hecho más que empezar. Desde lo alto de una montaña, en un balcón improvisado, contemplo como explosionan los elementos fundamentales de la economía. Los que crean en Dios que confiesen sus pecados, los que no, seguiremos amontonándolos en la cesta de la ropa sucia.

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