Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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Vocación de subsidiado

En el concurso de muchos jóvenes por el afamado empleo público influyen factores de tipo estructural. Suele verse como una quimera de estabilidad, flexibilidad y de un nivel de dedicación alejado de los modelos representados por los emprendedores. Digan lo que digan, un país competitivo no se configura así. He vivido en diversos países y he podido identificar la diferencia entre los modelos de sociedades drogodependientes de lo público y las que no. Me quedo con las segundas pues cuando vienen mal dadas hay tejido capaz de afrontar los retos difíciles que se presenten.
El desempleo español alcanza oficialmente casi el 20%, en términos reales ya roza el 23. En zonas como Andalucía o Extremadura el paro roza el 30%. En este momento tan complejo la administración pública no debería ser el refugio de la nueva ocupación. No a este nivel. Y no puede ser porque mientras miles de empresas cierran todos los días y la falta de crédito ahoga a otras tantas, el Estado se presenta como único empleador falseando al propio sistema y engordando la vocación de millones de personas por alcanzar El Dorado público. Es lícito y lo respeto. Querer labrarse el futuro como funcionario o empleado público es una buena decisión personal, pero pongo en duda que sea una buena estrategia en lo social en los tiempos que corren.

Mientras que en España se han destruido casi 2 millones de empleos, la Administración ha creado casi 250.000 puestos de trabajo públicos. Es decir, que el Estado se ha convertido en el nuevo generador de empleo en España. De hecho el peso total del empleo público ha subido del 14% al 16,5%. En Extremadura, por ejemplo, ese valor alcanza la asombrosa cantidad del 22%. Uno de casi cada 4 extremeños que trabaja depende directamente de la Administración y otro más de sus derivados.

El modelo no tiene pinta de cambio. Más de 50.000 personas esperan resultados de sus oposiciones en estos momentos. Un 15% de los parados están preparándolas y un 40% lo está pensando hacer. Si el análisis se hace entre jóvenes menores de 25 años los porcentajes suben a 20 y 50% respectivamente. Según los datos oficiales que se desprenden de la propia administración de empleo, más de medio millón de españoles en paro está pendiente de ser funcionario.

Así no vale. Entre los EREs que vencen en enero y febrero y el descuento de este empleo artificioso el paro ya estaría en torno a los 6 millones de españolitos. Pero obviamente nadie va a manifestarse por ello. Lo más lógico es hacerlo contra Carlos III. En el paseíllo sindical del sábado por las calles de Madrid parecía que protestaban al monarca que encargó la puerta de Alcalá, puesto que fue allí donde se encontraron todos juntitos y exentos de críticas al gobierno ni a sus inacciones.

Cada vez que un trabajador se manifiesta reclamando que las estrellas se alineen o que los animales puedan disponer de un poco de intimidad a la hora de hacer sus necesidades, en realidad lo que está haciendo es jugar con su destino. Ahora toca advertir a los empresarios que no utilicen la crisis para reducir los derechos de la clase trabajadora. Lo que seguramente está en juego no es eso, son los privilegios de una clase sindical dirigente que no se atreve a enfrentarse cara a cara con la realidad la represente quien la represente.

Cada vez que un parado sale a la calle a solicitar un puesto de trabajo está perdiendo el tiempo denostadamente. La cultura funcionarial de una sociedad átona sin estímulos y que descansando en el sofá social, no ayuda. Aquí todo Dios espera que otro le resuelva la papeleta jugándose sus ideas y su patrimonio por principio. Está bien querer entrar en proyectos ajenos, pero hay que empezar a pensar que algunos de ellos pueden ser un poco también los nuestros. Vienen tiempos de riesgo y de valientes.

Es cierto que no todo el mundo puede ser emprendedor o pequeño empresario. La mayoría de empresas que cierran dejan en la calle a muchas personas que no tienen la sangre necesaria o las condiciones sociales predispuestas. Sin embargo, considero que en el hipotético caso de que este país cambie su modelo de crecimiento no lo hará generando empleo público sino a través de la dinamización del empleo privado de valor. El presupuesto asignado a engordar la administración puede ser utilizado para engrasar mecanismos de creación de empresas y sus circuitos iniciales de venta.

La adición de esfuerzos de miles de ciudadanos arriesgando y espabilándose honradamente con iniciativa propia sin esperar que otros les saquen del agujero laboral, siendo funcionarios o humillados subsidiantes, al final lo que crea es mucho valor. Miles de personas en ese impulso social atraen talento e innovación, modelos y estructuras nuevos. El desarrollo del sistema productivo tiene que ver más en hacer que en esperar. Por supuesto, las grietas del sistema son pocas y estrechas pero empiezan a vislumbrarse, están ahí y cada vez son más. Esas fisuras dan pistas de los negocios a los que se debe abocar nuestro esfuerzo.