Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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Signos de desaceleración, los retos del futuro y la Tierra es plana.

Hay quien asegura que la Tierra es plana. Hay millones de personas que lo creen y se reúnen para mostrarle al mundo sus teorías e, incluso, llegan a mostrar curiosas pruebas. En frente, los que pensamos que nuestro planeta es una esfera que flota en el espacio, no solemos entrar en ese debate porque está fuera porque nos parece totalmente absurdo hacerlo. En realidad discutir si este mundo es plano o esférico parece, a simple vista, una pérdida de tiemp. El debate debería centrarse, en ambos bandos, en la calidad de vida de la gente que lo habita, de su futuro, de las oportunidades que tenemos todos en él, ya sea una lámina o una pelota.

Algo así pasa con el debate político en España estos días. En lugar de alarmarnos ante un futuro realmente incierto, el que va a afectar a nuestros hijos, el de la automatización de todo, el de la incorporación de la inteligencia artificial en nuestro entorno, el de cómo una economía no robotizada va a ser capaz de soportar la competitividad y a su vez pagar nuestras pensiones, en lugar de todo eso, el debate está ubicado en una aurora boreal parlamentaria y periodística que asusta.

Cuando acabe este año, 300.000 robots destinados a realizar tareas básicas en cadenas de producción, cocinas industriales, obras públicas y privadas, grandes almacenes, zonas de vigilancia, etc., y más de 120.000 sistemas de software inteligente creados para instalarse en despachos profesionales de todo tipo, habrán sido solicitados por empresas de todo tipo en Europa. A finales de 2020 los pedidos de este tipo de automatismos en hardware o software alcanzarán el millón. Los pedidos a estas empresas que los están desarrollando así lo certifican. Cuando se entreguen estas comandas, al no haber preparado el cuerpo laboral para ser colaboradores imprescindibles de estos robots, la mayoría de trabajadores serán sustituidos irremediablemente. La forma vencerá al fondo.

Se puede impedir no obstante el colapso con la formación específica, la transformación del empleo buscando los sectores que generan valor y en valorar lo que significará trabajar en un futuro inmediato entendiendo una estrategia empresarial y económica para afrontarlo. El liderazgo debería ser político. Es lo único que se les pide. Es la política quién debe marcar el modelo de transformación necesario, estimularlo y dinamizarlo. La hostia va a ser inmensa como no se haga y se haga ya. Lo que pase en Europa nos afecta, pero lo que no hagamos aquí nos sentencia.  

El futuro económico de un país se puede afrontar de dos maneras. Por un lado con la inacción de quienes desconocen el verdadero alcance de los cambios que se están produciendo en el mundo o, por otro, con la ilusión que tal desafío supone. En el primer caso se puede simular un interés por la tecnología y los cambios sociales aunque simplemente supongan pura cosmética. En el segundo se incluyen las políticas activas a fin de prever las necesidades de un futuro complejo y en el que pocas cosas van a mantenerse como ahora las entendemos. Los grandes contratos sociales van a modificarse integralmente y de manera rápida. Es en esta última manera con la que un país que depende del sector terciario, de los servicios y de una industria tradicional, debería apresurarse a trabajar. Las pensiones, el estado del bienestar y una clase media que no para de menguar sólo se pueden garantizar afrontando ese futuro inmediato con una estrategia económica y política que apueste claramente por modificar su modelo de crecimiento y sus estructuras sociales resultantes. 

España, y otros países, parecen vivir de espaldas a la realidad que se avecina. La automatización va a expulsar del sistema laboral a millones de personas y nadie está haciendo nada relevante para evitarlo. El tiempo pasa y el mundo gira. Mientras la hipotética bonanza económica se iba afianzando en nuestro país, un sedimento que ya denuncié hace tiempo lo embarraba todo. Crecer a expensas de un empleo sin valor añadido, dependiente de ciclos estacionales y con cotizaciones insuficientes para soportar el estado del bienestar, no parecía una buena idea. Mientras, otros países de nuestro entorno han apostado decididamente por generar valor en una economía tecnológica más allá del titular o del ‘programa’ de turno, el nuestro se frena irremediablemente antes de tomar medidas relevantes.

España ya está en plena desaceleración. Tal vez nunca aceleró. Los datos macro a veces no muestran adecuadamente lo que está pasando. Por lo menos si no los descuartizas y los repasas en detalle. Creábamos empleo pero era un empleo de guardería. Un empleo que, como se ha visto a finales de agosto, dependía de un sector que como se resfríe vamos a pasar la madre de todas las gripes. Depender del turismo tiene su cosa. Y es que la propia OCDE avisa que la actividad nacional se deteriora más que en el resto de países. La pérdida de velocidad de la economía europea, de la que España parecía estar exenta, ya nos arrastra también. El bajón de la actividad en el mes de julio en España fue mayor que en sus parientes de la UE. El gobierno sigue considerando que vamos a crecer al 2,7% aunque ya hay quienes advierten que esa cifra podría verse recortada en una o dos décimas. Esto es muy destacable. En el caso de España, crecer al 2,7% o al 2,5% representa estar en zona de creación de empleo o todo lo contrario. Sabemos que nuestro país es incapaz de crear empleo neto por debajo del 2,4% de crecimiento. Ni tan siquiera empleo precario. No hablemos de empleo de alto valor.

 

Seguimos sin estrategia real hacía donde dirigir nuestro modelo productivo. Mantenemos la inercia de lo que siempre nos ha ido bien. Incluso de lo que nos dio el mayor de los sustos. España estimula la economía vinculada al turismo y al sector inmobiliario, lo hace por falta de acción política y por un factor cultural y social. Pero la menor actividad de Europa será el detonante de una recesión inminente, ya que el 70% de nuestras exportaciones se dirigen a los países de nuestro entorno. Las muestras son pura estadística, pero vale la pena abordarlas en su conjunto: la demanda exterior ya restó 0,2 puntos al crecimiento del PIB anual en el segundo trimestre. Entre abril y junio, las ventas al exterior menguaron un 1% frente a los tres meses anteriores. El consumo pasó de crecer un 0,7% en el primer trimestre al 0,2% en el segundo. El paro registró su peor agosto desde 2011. Es decir, los vientos favorables que llegaban de Europa con su recuperación, ahora es viento en contra. Lo jodido es que España no se preparó durante la bonanza de principios de este siglo, no supo abordar correctamente la crisis, no ha sabido estructurar un nuevo modelo de crecimiento aprovechando estos últimos años de recuperación y no está en la mejor condición para enfrentarse ahora a una mala racha en la economía global. No se han hecho los deberes y no hay intención de hacerlos visto lo visto. Hay temas más importantes parece ser.

Para que no me llamen catastrofista, eso ya lo sufrí hace más de una década, diré que una desaceleración no es algo de lo que preocuparse. Lo grave es cuando se ignora como dice Daniel Lacalle. Como se ha ignorado en general el futuro al que se avecina nuestro mundo, no teniendo en cuenta cual debe ser el modo de afrontar este desafío que supone una sociedad vinculada a la Cuarta Revolución Industrial.

Quedaremos a la espera de que se sintetice un plan económico lo más detallado posible por parte del gobierno actual una vez terminen los fuegos artificiales. Un plan que sea claro, que se deje de globos sonda, de opiniones dispares y de planteamientos que afectan y mucho a las opciones de inversión de empresas de tipo tecnológico. Al fin y al cabo son éstas las que suelen estimular los cambios en el modelo productivo. Así ha pasado en otros países. Flexibilizas el mercado laboral y haces atractivo el modelo fiscal y las empresas que protagonizarán el futuro, las que van a crear empleo de valor, se aproximan y te ayudan a transformar tu estructura económica. A cambio, nosotros tenemos sólo preguntas en el aire: ¿Será verdad lo del 15% de Sociedades? ¿Habrá impuesto a las transacciones financieras? ¿Y a las tecnológicas? ¿Se endurecerá la tributación de las sicavs? ¿Seguirán teniendo deducciones los planes de pensiones?

Nos dirán que la desaceleración no es para asustarse. Probablemente no, pero los indicadores que la explican si son destacables. Las ventas minoristas disminuyeron en julio, el indicador de sentimiento económico que retrocedió al peor nivel desde abril de 2017, las ventas en grandes empresas y el índice de producción industrial perdieron impulso en junio, el mismo mes que se amplió el déficit comercial, la constitución de hipotecas y la cifra de negocios empresarial se desaceleraron en junio, las salidas netas de capital fueron por valor de 11.127 millones, muy superior a la de mayo en que salieron 884 millones.  

Y, por si fuera poco, tenemos el asunto del turismo como decía antes. La caída del número de visitantes se achaca a diversos motivos: recuperación del sector en el entorno mediterráneo, el mundial u otros. Son ciertos. Como también que asegurar que los turistas gastan más y con ello se compensa la caída bruta de unidades es hacerse trampas al no contemplar la propia inflación que maquilla resultados cuando nos interesa. El problema no es ese, el verdadero asunto es que pocos ven el aviso que supone que el turismo tenga momentos mejores o peores dependiendo de factores externos.

La economía española tiene una dependencia de este sector cercana al 15% y posiblemente si aplicamos factores secundarios un poco más. El empleo vinculado roza el 17% directo. Ojo a esto. Da bastante igual si la caída depende de Turquía o de la lluvia. El problema es que dependemos de su crecimiento. Si este motor se detiene no hay sustituto. Ya pasó con el sector inmobiliario, se detuvo y el motor que debía sustituirlo, la industria, no estaba engrasado. Ahora ¿qué motor tenemos listo? Deberíamos correr para preparar uno que tenga que ver con un nuevo mundo, el que gira ahí afuera y el que a muchos de sus señorías les va a explotar en las narices. Lo chungo es que a nosotros también nos va a manchar. Por eso, si tienes una empresa, si eres un directivo con responsabilidades, déjate de titulares, de lecturas ajenas a la realidad que se muestran por todas partes, y ponte en marcha, transforma tu empresa, fórmate y construye tu futuro. El tiempo vuela.

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