Entre emprendedores y funcionarios

En la mañana de ayer participé en la grabación de un programa de televisión que analizará el valor, peso y futuro del sector público en España y el papel de los funcionarios en particular. Desconozco que día se emitirá y soy consciente que mi intervención se centrará en las frases y afirmaciones más “televisivas“ de todo lo que dije, pero, no obstante, supongo que se reflejará mi opinión acerca de que nuestro cuerpo funcionarial está sobredimensionado y no responde a los estándares de calidad y eficiencia que se requiere.
Generalizar con respecto al volumen y papel de los funcionarios sería un error, pues el tópico gris sobre el “vuelva usted mañana” para nada responde a la actual administración, que en gran medida está ya muy enfocada al entorno electrónico. Funcionarios son bomberos, médicos o policías, también. Ese tipo de trabajador público, en gran medida vocacional, se enfrenta al nuevo patrón que me parece identificar actualmente en un importante número de los mismos.

Hoy en día, ser funcionario es el objetivo laboral de toda una generación, y de hecho ese puede ser el último circuito para permanecer dentro de la clase media. Tras un enorme esfuerzo y superar unas oposiciones muy complejas en la mayoría de los casos, la vocación es un valor secundario cada vez más y el hecho de asegurarse una hipotética vida tranquila patrimonialmente hablando, la prioridad número uno. Sin embargo, considero que hay un riesgo latente. Es improbable que se pueda mantener el pago de dicha factura y más a medida que el paro aumenta y los ingresos públicos se reducen también. Este es un país donde los ingresos por cotizaciones sociales están bajando debido al descenso de recaudación de los impuestos ligados a la actividad o a la renta, pero durante años, mientras crecía el número de parados, la administración aumentaba las plazas públicas en centenares de miles. Sirvió para maquillar cifras, pero ahora supone un montante difícil de asumir como está quedando evidenciado. Reducir el sueldo de los funcionarios es un error. Seguramente habría que procurar establecer modelos de eficiencia.

Ayer supimos que el número de desempleados aumentó de nuevo, que las contrataciones en el sector privado volvieron a  caer y que nada parece indicar que la creación de empleo sea algo inminente. En ese escenario parece poco lógico que el cuerpo funcionarial creciera tanto en los últimos años que sobrepasan con creces la cifra de tres millones, lo que supone una factura salarial superior al 15% del PIB. ¿Es factible una nómina pública de este tamaño? La respuesta es no y el fin de la seguridad aparente del funcionariado también podría estar en camino. La opción que contrapuse ayer en el programa fue la de emprender.

Ahora bien, contraponer lo que significa emprender con lo que también supone entrar en el sistema funcionarial más garantista de Europa, no es sencillo.Emprender es lo contrario a la seguridad pública. Un emprendedor siempre está en crisis y el fracaso es un elemento consustancial con la propia actividad emprendedora. No entraré en la crítica al funcionario como género, hay todo tipo de individuos, pero nadie puede negar la diferencia evidente entre jugarse cada día todo y el no hacerlo.

Si hay algo que está mal visto en este país no es ser funcionario, ni tan siquiera el ejercicio empresarial, lo que no se soporta es el fracaso en si mismo. En una sociedad de valores en crisis como la nuestra, el miedo al fracaso tiene su sentido, puesto que el nivel de tolerancia hacia este hecho es cero. No hay transigencia ninguna. Se fabrican ciudadanos narcotizados cuyo miedo al fracaso es supino. Por ejemplo, a los jóvenes, les ayudamos a conseguirlo todo y a evitar que se enfrenten al fracaso. Muchos de esos chicos y chicas que analizan su futuro inmediato lo hacen pensando que “ser funcionario es lo más seguro y tranquilo”.

Vivimos en la sociedad de “no lo intentes sino vas a lograrlo”. Para los bancos y profesionales afines, para el cuerpo social en general, los intentos no valen, el aprendizaje que se logra en el salto y el posible intento fallido no es válido, lo que cuenta es conseguir el objetivo. Y no debería de ser así, sin tentativas no se aprende. No puedes saber si las cosas van a ir bien o mal antes de intentarlo. Me preocupa que una sociedad que considera mayoritariamente que lo mejor es ser funcionario deba afrontar los tiempos estrechos y difíciles que nos está tocando vivir.

Es mi opinión pero estoy convencido de que el espíritu crítico y analítico por necesidad de los emprendedores es mucho más estimulante para un cambio de modelo económico que el planteamiento seguro y tranquilo de un funcionario de carrera.

Os dejo con un cortometraje divertido que satiriza la relación entre autónomos emprendedores y funcionarios públicos. Cualquier parecido con la realidad es casual.

Este artículo ha sido publicado hoy en Cotizalia

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