Web3, la gran revolución tecnológica pendiente

Si sigues el mundo de las criptomonedas, aunque sea casualmente, seguro que llevas escuchando palabras como NFT, dapp, DeFi y tokens de manera cada vez más recurrente. Pero ahora viene otra. Debes irte preparando para un término nuevo: Web3. Un concepto que define la evolución de la internet que conocemos, cuya principal característica será su estructura descentralizada utilizando tecnología blockchain. 

Diseño: Cory Lesmeister

La denominada Web1 (aproximadamente entre 1990-2005) trataba de protocolos abiertos donde la mayor parte del valor se acumuló en usuarios y proveedores. La Web2 (aproximadamente entre 2005-2020) trataba de servicios administrados por corporaciones, donde la mayor parte del valor se acumula en un puñado de empresas. Y ahora dicen empieza la era Web3, que combina el espíritu descentralizado de la Web1, con la funcionalidad avanzada de la Web2. Hablaríamos de una Internet propiedad de los usuarios y orquestada en la cadena de bloques, un lugar donde vivirá el metaverso y donde se desarrollan las criptomonedas. 

La web1 era para leer, la web2 era para leer y escribir y la web3 será para leer y escribir pero siendo propiedad de todos y no de unos pocos. Algunos expertos que te enlazo en la descripción, aseguran que lo que viene es la mayor revolución tecnológica que hemos vivido desde el propio nacimiento de la red.

La idea es que las criptomonedas no son solo para enviar dinero o especular, sino que podrían usarse para construir una web completamente nueva. Sabemos que el software que hay detrás de Internet cambia continuamente. La idea es que después de que la internet de las redes sociales donde las tecnológicas nos dejaron hacer lo que quisiéramos con sus plataformas, pensando que todo lo que publicamos es nuestro cuando no lo es, llega la web3 para que, el usuario vuelva a estar en el centro como creador, pero sobre todo como poseedor, al ser dueño de esos tokens de lo que desarrolle en la red. 

Por cierto, no debemos confundir web3 con web 3.0, que era otra cosa. De hecho, web3  podría venir de web3.js, una colección de módulos para interactuar con nodos Ethereum mediante diferentes protocolos de cierta manera, la web3 con Ethereum. Hay quien dice que tendría sentido traducir web3 como ‘una internet basada en Ethereum”. Pero eso ya lo veremos. 

Lo que hace que Web3 sea diferente es que generaría activos financieros, en forma de tokens, en el funcionamiento interno de casi cualquier cosa que se haga en línea. Y al hacerlo, sus impulsores dicen que podría suplantar a las corporaciones con organizaciones descentralizadas basadas en Internet que se rigen por protocolos de software y los votos de los poseedores de tokens. Sería pues, la primera penetración real del consumidor de criptomonedas. Con el tiempo, todas las empresas se convirtieron en empresas de Internet. Quién sabe si también sucederá algo similar con todos los activos digitales.

Los escépticos, y hay muchos, dicen que este material está muy lejos de demostrar su uso más allá de las aplicaciones de nicho. Otros dicen que también puede ser un intento de eludir la regulación, en un momento en que los legisladores se están preparando para establecer reglas más claras para las criptomonedas. En resumen, Web3 es una mezcla de nuevos proyectos creativos, tecno-utopía e ingeniería financiera. 

La pregunta sería ¿Qué tiene esto que ver con las criptomonedas? Bitcoin, la criptomoneda original, funciona al tener una base de datos pública llamada blockchain que registra cada transacción. Está descentralizada porque este libro mayor no lo mantiene una empresa, sino una vasta red de computadoras, todas conectadas a Internet, cuyos operadores son recompensados ​​por el trabajo con la oportunidad de ganar más Bitcoin. Pero se puede hacer mucho más con una cadena de bloques que registrar transferencias de monedas digitales. Puede usarse para hacer contratos y controlar cómo funcionan el software y las aplicaciones. Te lo he explicado en otro vídeo que te dejo en la descripción.

Las aplicaciones Web3 se basarán, como te decía, en una tecnología llamada Ethereum, que como Bitcoin recompensa a los usuarios que ayudan a mantener su red. Su moneda se llama Ether. Las aplicaciones en sí también pueden tener tokens asociados, que pueden no solo pagar por los servicios, sino que también actúan como acciones que gobiernan el desarrollo de las aplicaciones e incluso la estructura de tarifas. Al menos al principio, gran parte del incentivo para esta actividad suele ser la posibilidad de apreciación en el precio del token. Algo que puede aumentar a medida que más usuarios se unen a la comunidad, pero, por supuesto, también se puede especular. Hay mucho de eso en cripto obviamente.

Ahora bien, ¿Por qué escucharás mucho este término de web3 en los próximos meses? Pues que a parte de todo el globo especulativo, el mundo cripto está empezando a mostrar a la gente que esta tecnología tiene sentido en la vida real. A medida que Bitcoin y otras criptomonedas se recuperaron a principios de este año, los inversores invirtieron miles de millones de dólares en la creación y mejora de aplicaciones distribuidas (llamadas dapps). 

Muchos equipos recibieron distribuciones de monedas, cuyo valor aumentó, lo que generó más interés. Ali Yahya, socio general de criptografía de Andreessen Horowitz dice que ‘estamos en un punto de inflexión que conducirá a un ritmo aún más rápido de innovación y crecimiento en todo este mundo de la web del futuro.

Ya hay muchas propuestas en marcha. Los ingenieros de Twitter Inc. están trabajando en Bluesky, una versión descentralizada de las redes sociales. La compañía de juegos Ubisoft anunció el 7 de diciembre que permitirá a los jugadores de un juego obtener coleccionables de NFT, como vehículos, para sus personajes. En otras palabras, las aplicaciones descentralizadas se enfrentarán a mucha competencia de los reproductores web tradicionales. La batalla contra las grandes tecnológicas está sobre la mesa. 

Vamos a ver que implicaciones tendría una web3 tal y como la describen los que dicen que es irremediable. Que es el futuro inmediato. Según éstos, el siglo XXI no pertenece a China, Estados Unidos o Silicon Valley. Pertenece a internet. El politólogo Ian Bremmer sostiene que las grandes empresas tecnológicas remodelarán el orden global, pues no solo la tecnología ya ha cambiado el orden global, sino que también está cambiando la naturaleza de las empresas y de los propios estados. 

Esto podría ser cierto por muchas razones, de las cuales quizás la más importante sea el surgimiento de protocolos descentralizados como Bitcoin y Ethereum que no están controlados ni por estados ni por empresas. Resulta que muchas de las debilidades de las firmas de tecnología global están domiciliadas en los Estados Unidos o China, por lo que dependen de esas jurisdicciones para el cumplimiento de los contratos tal y como ahora se establecen. 

Pero el desafío de la tecnología a la geopolítica tradicional va más allá de los protocolos de cifrado pues las empresas de tecnología han comenzado a remodelar el mundo físico. Tal vez estamos pasando de una era de geopolítica a una de tecnopolítica con diversas repercusiones:

  1. Nacerá una nueva dimensión. No hablamos solo de una capa de datos pasivos que los estados habilitan y disputan, sino un nuevo tipo de geografía comparable en alcance al mundo físico. Piensa en ello como una Atlántida digital, un nuevo continente flotando en la nube donde los viejos poderes compiten y surgen nuevos poderes. Dentro de este continente nuboso, la unidad de distancia entre dos personas no es el tiempo de viaje entre sus posiciones en el globo, sino los grados de separación en sus redes sociales.

  2. Las monedas nacionales colisionarán finalmente con las digitales. Piensa en lo que sucedió con los periódicos: primero, todos se conectaron a Internet. Luego, Google News los indexó a todos. Por último, los periódicos locales encontraron que sus monopolios geográficos se habían evaporado ahora que ya no era necesario distribuir periódicos físicos en camiones.

  3. Un destino similar correrá con las monedas nacionales. Las monedas nacionales ya compiten con las criptomonedas porque las personas e instituciones tienen carteras digitales llenas de diversos activos que pueden negociarse entre sí. Estamos a punto de entrar en una era de competencia monetaria global, donde las monedas nacionales deben ganarse lugar en la cartera de la billetera de alguien a cada hora de todos los días, incluso entre los ciudadanos de sus propios países. 

  4. Nace un nuevo laboral sin limitaciones. Debido a que los defensores de las tecno-utopías digitales apátridas todavía necesitan vivir en algún lugar, un estado finalmente tiene el control sobre ellos. Pero en un mercado competitivo de jurisdicciones donde un lugar puede estar en cualquier lugar, ningún gobierno tiene tanta autoridad como hasta ahora. Lugares tan variados como Estonia, Nueva Zelanda, Singapur, Taiwán, Portugal, los Emiratos Árabes Unidos y Chile están compitiendo por nuevos talentos móviles a través de “visas nómadas” y otros programas similares. Los países que quieran conquistar el futuro no dependerán tanto de seguir discutiendo de cosas para el futuro que son del pasado, como de ir decidiendo cosas del pasado debiéndose reconvertir para el futuro. Discutir ahora una reforma laboral, un modelo de pensiones, una reforma constitucional, un plan de igualdad o una nueva red de ferrocarril de alta velocidad, no tendrá la relevancia a corto plazo que un análisis de un escenario nuevo y digital donde todo va a pasar por encima y a excepción de cualquier decisión política. Una reforma laboral? sí, pero atendiendo a ese nuevo contrato social llamado empleo en ese nuevo mundo sin fronteras y sin monedas centralizadas. Un modelo de pensiones nuevo? sí pero tal vez pensando en ese nuevo escenario donde ese acuerdo social llamado ‘jubilación’ deba tener otra percepción. 

La descentralización completa pondrá en jaque las fronteras como las conocemos. Y es que podría ser que vayamos hacia la descentralización completa basada en Web3 con mercados en línea y servicios de economía colaborativa, que ya está en marcha a través del comercio de criptomonedas entre pares (los llamados intercambios descentralizados). Estas nuevas formas de regulación transnacional, en las que los usuarios de aplicaciones tienen un interés —y tienen voz— en cómo se ejecutan sus plataformas, se expandirán más allá de las criptomonedas al intercambio entre pares de otros bienes y servicios a lo largo del tiempo. Es cuestión de tiempo parece ser.

Los estados lo tienen crudo sino lo entienden pronto. ¿Por qué? Miremos por ejemplo en EEUU. Debido a que la Administración de Drogas y Alimentos de EE. UU. se creó para regular Merck, Pfizer u otras farmacéuticas, y no 1 millón de biohackers; como la Administración Federal de Aviación se creó para Boeing y Airbus, y no para 1 millón de aficionados a los drones; como la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. se creó para perseguir a Goldman Sachs y Morgan Stanley, y no a 1 millón de desarrolladores de Web3, la realidad les va a superar probablemente. Esa es la importancia de lo que viene. 

En todo caso no estaría mal que así sucediera. Piensa que las personas que dirigen estas instituciones reguladoras suelen tener una trayectoria profesional determinada y no fueron elegidos democráticamente y curiosamente no son fáciles de despedir. Por lo tanto, obviamente no son responsables ante el público al que afirman servir. Pero los protocolos de cifrado, por el contrario, permiten a millones de participantes activos, tanto clientes como productores, en un mercado, desarrollar mecanismos regulatorios descentralizados que eviten tanto los peligros de los reguladores estatales como de los autorreguladores corporativos. Es solo cuestión de tiempo antes de que surjan entidades basadas en la nube para la regulación descentralizada de industrias más allá de las criptomonedas. Es importante destacar que estos organismos serán verdaderamente globales y superarán las fronteras como ahora las entendemos. Algo que por cierto los diferenciaría de los reguladores nacionales geográficamente limitados de hoy.

Empresas, ciudades, monedas, comunidades y países se están convirtiendo en redes.  Solíamos pensar en los libros, la música y las películas como algo distinto. Luego, todos quedaron representados por paquetes enviados a través de Internet. De manera similar, hoy en día pensamos en acciones, bonos, oro, préstamos y arte como algo diferente. Pero todos ellos están representados como débitos y créditos en una cadena de bloques.

Igual estamos cimentando algo muy importante y distorsionador. Piensa que alrededor del 75 por ciento de la población mundial, más del 60 por ciento del PIB mundial y alrededor del 50 por ciento de todos los multimillonarios no son ni chinos ni estadounidenses. Esas dos superpotencias bien pueden pelear, pero no es obvio si el resto del mundo querrá alinearse con alguna de las partes. De hecho, con el auge de los protocolos descentralizados, anticipamos que muchos estados intermedios pueden decidir usar Bitcoin, Ethereum y otras cadenas para canales de comunicación y transacciones financieras resistentes a China y EE. UU.

Seguramente estarás pensando que esto no es para hoy. Ni para mañana, que falta mucho. Tal vez. Pero piensa que hace 10 años nadie hubiera imaginado el lío que hay montado con las criptomonedas. Que hace 5 nadie hubiera podido pensar que pudieras tomar un taxi autónomo en San Francisco de manera totalmente legal. Que hace 2 años llevarías una año trabajando desde tu casa. Lo del tiempo y la adopción tecnológica es algo relativo e inesperado. Pero, sin embargo, precisamente porque puede que esto no sea realidad de la noche a la mañana, tiene más sentido que nunca apoyarlo porque es obvio que irá llegando. Ese orden descentralizado, donde las sociedades y los individuos eligen libremente aliarse con protocolos de alta calidad precisará de un catálogo de países, empresas, organizaciones y personas donde ejercer. Hay países que ya están en ello como te he dicho antes. Son los de siempre y, como siempre, nosotros no estamos. 

Ahora bien, hay cosas que todavía se tendrán que resolver. Si pensamos que esa Web3 depende de un modelo parecido a Ethereum, digamos que Ethereum es un ordenador mundial donde cada nodo está ejecutando el mismo código, algo que lo hace tremendamente lento e ineficiente. La lentitud sería un problema si además hablamos de que todo esto tiene una representación en el denominado metaverso del que ya te he hablado y del que te hablaré en breve. Esa lentitud es a su vez motivo de su ventaja. En ese diseño tipo blockchain no hay un punto único de fallo. Mientras que con la arquitectura actual sí los hay. Cuanto más descentralizado seas, menos vulnerable eres y a su vez más difícil es que tengas un rendimiento muy alto porque tienes el problema de coordinar esa maraña de agentes descentralizados. Ese es, de momento, el muro a superar. 

Además, como estamos al principio del principio, podemos pensar que esto avanza a una velocidad lenta cuando en realidad es exponencial. No es lo mismo 2x2 que 16x16. Recuerda que  los humanos somos muy malos imaginando el mundo a diez años vista.

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