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Uber, ¿conquista del futuro o especulación cósmica?

El mercado hace meses que espera que una de las startups que más expectativas levanta salga a bolsa. Se trata de Uber, que de momento no tiene intención de hacerlo. No les hace falta. Disponen de 13.000 millones en efectivo para seguir con su plan de crecimiento pero una de las banderas del futuro tecno-sociológico cada vez tiene más analistas recelosos.

El mercado hace meses que espera que una de las startups que más expectativas levanta salga a bolsa. Se trata de Uber, que de momento no tiene intención de hacerlo. No les hace falta. Disponen de 13.000 millones en efectivo para seguir con su plan de crecimiento pero una de las banderas del futuro tecno-sociológico cada vez tiene más analistas recelosos.

En siete años de existencia, Uber ha enfadado a ciudades, le ha dado la vuelta a reguladores y ha demolido industrias que aparentaban ser sólidas. Sin embargo, todavía tiene que ganar dinero. Una empresa que pierde más de 2.000 millones dólares anuales vale más técnicamente que General Motors y BMW. Esto se debe a que en los últimos tiempos todo tipo de inversores, ávidos de un mordisco de este pastel, han proporcionado capital pronosticando que la compañía será el motor de cambio de un estilo de vida colectivo en unos años.

De momento la apuesta es a favor. Pocos o ninguno lo hace en contra. Pero ¿y si se está calculado mal?, ¿qué pasa si las próximas tendencias esperadas para impulsar Uber, basadas en una disminución de la propiedad del vehículo privado y el aumento de la auto-conducción, no se producen tan rápidamente? ¿y si tarda mucho más en materializarse de lo que nadie espera? ¿y si la decisión de entregar todo el mercado chino a su rival local Didi ChuXing acaba siendo un error dramático?

Hasta ahora, los gigantes de la industria automotriz y de la tecnología, los bancos de inversión, los think tanks y los expertos consideran que, de la misma manera que Google apareció de manera disruptiva en su día en el escenario de la publicidad, que Apple revolucionó los teléfonos inteligentes y Amazon el comercio en línea, Uber será el monopolio del transporte compartido.

Pero va a ser que no. En todo caso lo será compartiendo el escenario. Lyft en Estados Unidos, Ola en la India y Fasten en Rusia también están levantando mucho dinero para su crecimiento. El valor consensuado de cerca de 68.000 millones de dólares depende de que ese hipotético futuro pensado por Uber sea más inmediato que tardío.

La conducción autónoma, ecológica y compartida es inevitable. Todos los fabricantes de coches del planeta están desarrollando tecnología de auto-conducción a toda prisa. De hecho, los automóviles producidos por BMW, Tesla y Toyota ya pueden auto-conducirse solos por carretera y estacionarse sin problemas.

Sin embargo el tema está en la rapidez del despliegue de todo este asunto. No hay consenso. El CEO de Tesla, Elon Musk, predice que será en sólo un par de años, Kia y Mercedes que a principios de 2030. Hay otros que aseguran que incluso más tarde. Personalmente soy de una opinión intermedia entre Musk y Kia.

Pero lo importante es saber si Uber puede amortiguar una década más. Ellos aseguran que su posición en este campo es absolutamente revolucionaria y será la cadena de transmisión de la movilidad futura del mundo. Su apuesta más ambiciosa es que esta tendencia por la auto-conducción, además convergerá con un cambio creciente a la ‘economía compartida’. Esta visión más amplia del transporte personal, según ellos, llegará a ser dominada por automóviles impulsados de forma autónoma.

A diferencia de otras startups, que no ganan un céntimo pero que valen mucho dinero incluso sin explicar como lo piensan ganar, Uber tiene un discurso claro. Un plan brillante pero débil. Uber ingresó 1.200 millones de dólares en 2015 pero perdió 1.700 millones. La mayoría del coste fue para pagar a los conductores. Si finalmente el coche robótico se hace realidad en todo el mundo, Uber se quitará de encima a los conductores humanos y dejará los vehículos en manos de robots. El beneficio, a partir de ahí, sería astronómico.

Según Rolls Royce eso pasará en un cuarto de siglo. En poco más de dos décadas todos iremos en coches autónomos. El asunto está en si, como pasó con la explosión de la burbuja inmobiliaria de 2008, existen ya quienes estén preparando apostar contra Uber. Algunos se harían ricos con el desastre de otros. El problema sería bíblico. Uber representaría la primera pérdida en un castillo de naipes tecnológico.

Es obvio que en las valoraciones de muchas empresas en Silicon Valley tienen más peso las operaciones especulativas que la épica conquista del futuro tecnológico. Esa es la lástima. Cambiar el mundo requiere de apuestas, de capital, pero también hace falta que el agujero negro de la codicia no engulla toda la innovación que se esconde tras él.

Ya pasó antes y volverá a pasar. La construcción de un mundo mejor y más avanzado tecnológicamente pasará por navegar entre intereses económicos e intereses generales. De momento sabemos que si Uber sale a bolsa, los inversores iniciales van a hacer un negocio cósmico. Quien metió 10.000 dólares en la ronda Serie A podrá canjearlos por aproximadamente 10 millones. Cuando el futuro depende de pocos, se hace pequeño y, precisamente, el momento de la historia que vivimos requiere de una transición compleja que sea capaz de equilibrar innovación y beneficios.

Artículo publicado originalmente en Ecoonomia

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Artículo en Ecoonomia, 'No hemos aprendido nada'.

La mujer vestía un delantal descolorido de una marca de cosmética. Hablaba por teléfono con una potencial cliente. Apenas le quedaba café en la taza. Fumaba pausadamente pero sin parar. En la terraza no quedaba mucha gente, por lo que era fácil atender a la conversación. Y eso hice. La señora explicaba que estaba mirando otro piso. El tercero interpreté gracias al listado que pude construir mentalmente. Hizo cálculos rápidos y los números salían. Un negocio redondo. Comprar para alquilar. Comprar mucho para alquilar mucho decía. Incluso, aseguró, ya tenía ofertas sobre las propiedades que acababa de comprar hacía apenas unos meses. Estaba feliz. Pensé que se trataba de alguien que se dedicaba a ‘lo inmobiliario’. Pero no. La mujer terminó la llamada con un ‘te dejo que tengo que volver a la pelu’.

 

Ayer publicaba mi columna semanal en Ecoonomia del grupo Crónica Global y El Español. En esta ocasión hablo acerca de la responsabilidad que tenemos todos como individuos en una sociedad que requiere de abrazar los cambios tecnológicos, la industria del conocimiento y el abandono de modelos ineficientes y peligrosos. Hablo de que no sólo la administración debe liderar ese proceso, se exige un cambio de actitud por parte de todos. Venimos del barro y parece que muchos no han aprendido nada. Os dejo la columna aquí mismo.

NO HEMOS APRENDIDO NADA

La mujer vestía un delantal descolorido de una marca de cosmética. Hablaba por teléfono con una potencial cliente. Apenas le quedaba café en la taza. Fumaba pausadamente pero sin parar. En la terraza no quedaba mucha gente, por lo que era fácil atender a la conversación. Y eso hice. La señora explicaba que estaba mirando otro piso. El tercero interpreté gracias al listado que pude construir mentalmente. Hizo cálculos rápidos y los números salían. Un negocio redondo. Comprar para alquilar. Comprar mucho para alquilar mucho decía. Incluso, aseguró, ya tenía ofertas sobre las propiedades que acababa de comprar hacía apenas unos meses. Estaba feliz. Pensé que se trataba de alguien que se dedicaba a ‘lo inmobiliario’. Pero no. La mujer terminó la llamada con un ‘te dejo que tengo que volver a la pelu’.

El sector español de la construcción vuelve a crecer. Y todos vuelven a sumarse. El negocio inmobiliario se anima. Los precios se incrementan a ‘buen’ ritmo y el alquiler en algunas capitales se ha convertido en un producto muy rentable. La actividad constructora crece a un ritmo del 20% anual, el mayor de todos los Estados europeos. La cosa es especialmente extraordinaria si atendemos que la obra pública se ha frenado en el mismo período debido a la falta de gobierno. La evidencia de que no hemos aprendido mucho en los últimos años es notable.

Lo peor no es que no aprendamos, ni que el modelo de crecimiento se base en el sector inmobiliario hasta porcentajes que ya se demostraron en su día totalmente catastróficos. Tampoco que la creación de empleo se sujetara fundamentalmente al sector inmobiliario y al turístico. Lo realmente dramático es que cuando hubo vacas gordas no se gastó en diseñar y desarrollar un modelo de crecimiento económico vinculado al valor añadido, a la tecnología, al conocimiento. Con vacas flacas ni se propuso. Sin vacas era imposible. Algunos creen que regresan las primeras y, de nuevo, lo vamos a jugar todo al rojo y par. 

Durante dos décadas dejamos pasar que la bonanza económica fuera testigo de dispendios, corruptelas y onanismo generalizado. Al evidenciarse el desastre y con él la apertura de un telón siniestro pudimos ver el verdadero espectáculo. No había nada, sólo tochos y ladrillos mal puestos uno encima de los otros en una orgía infecta que sigue alejándonos de un futuro tecnológico que ya no es una opción. Un país que se las prometía de octava potencia mundial y que ahora se retuerce en la plaza trece o catorce, no puede continuar pretendiendo modular su crecimiento bajo el síndrome de la especulación.

Ahora, ante la irrenunciable asignatura del futuro a medio plazo, se vuelve a entrever por dónde van a ir los tiros con una diferencia notable. La eficiencia de muchos sectores asociados a los que se convertirán de nuevo en motor económico, esta vez crearán un empleo muy distinto. Cada vez habrá menos personas ejecutando servicios derivados a esos sectores y cada vez serán más los procesos robóticos y automatizados realizándolos.

Seguimos escuchando que el empleo crecerá. Posiblemente. ¿Qué empleo? La bola de estiércol ha vuelto a empezar a rodar. Un empleo frágil, sustituible a medio plazo, de escaso valor tecnológico, dependiente de ciclos y modelos que sabemos no duran para siempre. El tren de alta velocidad del progreso, del futuro tecnológico, de, sencillamente, futuro, ya ha partido. En los primeros vagones, con wifi y enchufe, van los países que hace años innovan social y económicamente. En turista plus van los que se han dado tarde pero se subieron finalmente. Detrás van los que piensan que sin hacer mucho, en breve, les sugerirán un upgrade gracias a algún fondo de cohesión de última hora. Otros, esperan un tren de cercanías repleto y que siempre va con retraso.

Pero subirse o no a uno de esos trenes depende en gran medida de lo que los ciudadanos hagan. La culpa de que un país como el nuestro se ilumine cuando al salir de una crisis se considere que lo único que puede hacernos ricos sea el tiempo que transcurre entre café y café antes de regresar de nuevo a la ‘pelu’.

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Análisis socioeconómico en la nueva publicación 'Ecoonomia'

Desde el pasado lunes una nueva publicación económica está en el aire. Se trata de la cabecera Ecoonomia y en la que un buen grupo de expertos en economía tecnológica y economía digital se dan cita de un modo inspirado en medios internacionales que tratan el futuro desde su perspectiva de negocio, sin olvidar como todo ello afecta y afectará en breve la vida de todos nosotros.

Desde el pasado lunes una nueva publicación económica está en el aire. Se trata de la cabecera Ecoonomia y en la que un buen grupo de expertos en economía tecnológica y economía digital se dan cita de un modo inspirado en medios internacionales que tratan el futuro desde su perspectiva de negocio, sin olvidar como todo ello afecta y afectará en breve la vida de todos nosotros.

Bajo el paraguas de Crónica Global  y de El Español cada miércoles publicaré una columna que intentará ser una especie de hoja de ruta mental sobre qué, cómo, dónde y cuándo se debe hacer para poner este país en la senda de las economías mundiales que abrazan el futuro con entusiasmo y no con recelo. El porqué es sencillo como explico en mi primer artículo publicado ayer y titulado 'Manual Español para liderar el Tercer Mundo' que pone la alarma sobre el riesgo que supone no ponerse en marcha urgente a diseñar un modelo económico capaz de ser competitivo y de atender a los cambios sociales y de empleo disponible que va a suponer todo ello. Aquí os lo replico hoy de manera excepcional.

Manual Español para liderar el Tercer Mundo'

Si me lees desde uno de los países denominados ricos, entonces, eres vecino de millones de personas que son ‘pobres con trabajo’. Personas que con un salario básico apenas se agarran a una débil cuerda al límite de la pobreza. La desaparición de la clase media se ha ido generando al ritmo de un progreso tecnológico que está desacoplando la economía. Ampliando la fractura entre ricos y pobres. La idea de que sin mover un dedo vamos a regresar a un espacio de concordia entre clases sociales es, sencillamente, un camelo.

Todas las industrias vivirán el momento en el que los robots y software se llevarán por delante el trabajo que pueda automatizarse y que no requiera de la intervención humana. Eso ya pocos lo dudan, aunque desde las administraciones nadie habla del tema. La promesa recurrente, por parte de todos los iletrados tecnológicos que nos gobiernan sobre la sostenibilidad en la creación de empleo, es un insulto a la inteligencia. 

Individuos incapaces de resolver una simple investidura en España pretenden indicarnos que la creación de nuevos puestos de trabajo depende exclusivamente de estimular sectores cíclicos, dependientes de la acumulación de ladrillos en cualquier esquina. Lo peor no es que se lo crean, lo insultante es que seguramente no saben a que vamos a enfrentarnos en apenas un par de años. 

La creación de empleo actual no es sostenible en este país. No aporta valor añadido en la mayoría de casos. Estamos pendientes de que el mundo no avance demasiado rápido no vaya a ser que la vanguardia se aleje aun más. Esto sucede mientras sigue estancado el apoyo a la innovación, se reducen partidas para investigación y a las empresas se les castiga con una presión fiscal indecente. 

La administración debe liderar y estructurar una hoja de ruta clara y urgente, o la segunda oleada de avances de esta Cuarta Revolución Industrial, se va a encargar de redirigirnos a una división sociopolítica impensable desde hace décadas.

Y es que no habrá empleo suficiente para todos los seres humanos. Una pequeña porción de la humanidad controlará la tecnología de la información que permitirá esa ‘automatización global’. Eso, atendiendo a que la economía actual no funciona a ritmo de esos avances, podría generar un escenario aterrador. Casi el 80% de la población en disposición de tener empleo no podrá tenerlo.

Imaginar un mundo donde no fuera necesario apenas trabajar, pues todo esté automatizado, parece ciencia ficción. Tristemente cada vez es menos ficción y más ciencia. Coches, transporte, operadores, mecánicos, manufactura, extracción, enseñanza, medicina y cualquier cosa que imagines ya tiene componentes automáticos o derivados que nos hacen ver como será el futuro inmediato.

Muchas de las decisiones políticas provienen de la táctica, pocas de la estrategia. Es más fácil dar solución inmediata a problemas que se interpretan cercanos que procurar acciones que atiendan a problemas de un futuro aún lejano. Un futuro que se ha desplegado a nuestros pies. En España, por ejemplo, el sector Biotech ya factura tanto como el todopoderoso sector turístico. Como gran diferencia ocupa un 95% menos de personal. Igual es un indicativo de la nueva ecuación marcada por la innovación, competitividad, futuro, empleo y cortocircuito.

A medida que esta década llegue a su final y nos adentremos en la siguiente, la fuerza laboral como la entendemos irá cambiando de manera rápida y radical. No habrá trabajo para todos, o por lo menos no lo habrá para ocupar tantas horas de tantas personas. Socialmente se irá instalando una necesidad de ocupar el tiempo y de compensar económicamente ese vacío. 

Organismos internacionales indican que, o bien por interpretación del futuro o bien por administración del problema que ya se vislumbra, se está abordando el asunto. Lo terrorífico es que los que denunciamos la indiferencia tecnológica, la desidia innovadora, discursos vacíos de contenido sobre startups o emprendedores de papel celofán, la miopía socioeconómica y la inexplicable ignorancia de la realidad histórica nos ha tocado vivir, no identificamos el más mínimo cambio en el curso de lo inevitable.

En los próximos artículos de esta columna trataré que y como se puede hacer. Cuales son los pasos que debemos dar conjuntamente administración, empresas y ciudadanos. La primera diseñando un destino y facilitándolo, las segundas apostando por los sectores de futuro real y los terceros dejando de tomar cloroformo a la hora del desayuno.

El reto está en encontrar el modo que permita obtener de esa ‘maravillosa’ opción del ‘automatismo’ la consecuencia de acceso a los derechos fundamentales a toda la población mundial. Salud, conocimiento, cultura, alimentos. Un mundo robotizado para hacer más humana la vida. Para ello se precisa una ‘transición tranquila hacia el mundo de la abundancia’.

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