Marc Vidal Marc Vidal

Primero eléctricos, luego compartidos y finalmente autónomos. 

Una consecuencia no deseada del confinamiento hace unos meses fueron las impresionantes mejoras en la calidad del aire, con emisiones en algunas ciudades europeas cayendo en más del 50%. Algo impensable en otro contexto. Aquellas medidas de bloqueo implementadas nos permitieron experimentar cómo podría ser un futuro más sostenible, más respirable.

Una consecuencia no deseada del confinamiento hace unos meses fueron las impresionantes mejoras en la calidad del aire, con emisiones en algunas ciudades europeas cayendo en más del 50%. Algo impensable en otro contexto. Aquellas medidas de bloqueo implementadas nos permitieron experimentar cómo podría ser un futuro más sostenible, más respirable.

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Es evidente que a medida que el mundo volvió a ponerse en marcha, la polución regresó, pero una nueva percepción de como queremos que sea nuestro mundo, permanece. Hemos registrado en nuestra memoria ese momento, esa sensación de aire respirable y de ese silencio en el centro de las ciudades. Sabemos que como especie somos vulnerables y poco a poco iremos estimulando una necesaria comprensión ecológica cada vez más generalizada.

Pero esa recuperación ecológica requerirá un cambio en la forma en que vemos los viajes en automóvil. Desde el uso compartido de automóviles con un impacto positivo en la calidad del aire al aumento de la proporción de viajes en automóvil realizados en vehículos de bajas emisiones a poder ser 100% eléctricos. Es cuestión de tiempo, no será negociable. Es una tendencia generacional, una estructura mental de muchos jóvenes y una exigencia comercial para muchos fabricantes. Fabricantes que muestran propuestas de ‘car-sharing’, de utilitarios sostenibles y de modelos de alta gama, también, eléctricos.

Todos queremos una sociedad más verde. Una mayor adopción del uso compartido de automóviles puede ser un catalizador para el cambio y también la apuesta decidida por el coche eléctrico es clave. Contribuir a una recuperación verde posterior al coronavirus, uniéndonos a todos en nuestros esfuerzos para combatir el cambio climático, podría ser perfectamente un reto colectivo, social, empresarial y político.

Pero te estarás preguntando ¿cuáles son los beneficios de los vehículos eléctricos según mi punto de vista como usuario directo de uno de éstos coches? Tengamos en cuenta que a medida que los vehículos eléctricos se vuelven más comunes, los costos disminuyen rápidamente y hay una amplia variedad de beneficios para los conductores que hacen el cambio. Desde el impacto ambiental hasta los ahorros que puede hacer en combustible, impuestos y costos de mantenimiento, los vehículos eléctricos ayudan a ahorrar cantidades significativas de dinero. Por lo menos es lo que yo he experimentado.

En el ámbito de la carga siempre tuve reparo. Dudaba de lo que eso significaba. Finalmente vi que cargar mi vehículo eléctrico en mi parking es rentable, simple y rápido. Una unidad de carga doméstica compacta permite cargarlo durante la noche. Con un cargador ultra rápido que empiezan a haber por el territorio (todavía en una proporción mucho más baja que en otros países como Francia o Alemania) en mi caso cargan 400 Kms de autonomía en apenas 35 minutos. Tiempo para un café y estirar la piernas en trayectos largos. 

En el ámbito medioambiental, si es mejor para el planeta, es mejor para ti. Como he dicho antes, los automóviles totalmente eléctricos tienen cero emisiones de escape, lo que los hace más ecológicos, más limpios y mejores para el medio ambiente que los automóviles de gasolina o diésel. Además, por lo menos es mi caso, la tecnología que usa mi EQC es de última generación con baterías cada vez más ecológicas, más eficientes y más silenciosas.

En el ámbito económico, y en función del costo por kilómetro, un automóvil completamente eléctrico me cuesta una cuarta parte o menos de lo que podría costarme un automóvil tradicional de gasolina o diésel. De ahí que los vehículos eléctricos ofrecen un valor excepcional a largo plazo y pueden ser una excelente inversión para los conductores que buscan una forma más económica y eficiente de desplazarse. 

También es más barato de mantener. Si bien el precio de un vehículo eléctrico puede ser algo superior al de la mayoría de los automóviles de gasolina o diésel comparables, el costo de funcionamiento de uno es significativamente más barato, especialmente durante toda la vida útil del vehículo. Los coches totalmente eléctricos están diseñados para ser lo más eficientes posible y generalmente hay 3 componentes principales que alimentan el vehículo; el cargador, el inversor y el motor de a bordo. Esto significa que hay mucho menos desgaste en el automóvil y poca tensión en el motor, con menos partes móviles susceptibles de sufrir daños. Todo esto significa que rara vez tendrá que reparar tu vehículo eléctrico y los costos de funcionamiento y reparación son mínimos.

Pero si hay algo que me ha sorprendido de verdad es el modo de conducción. Una de las primeras cosas que los conductores notan al cambiar a un automóvil eléctrico es la tranquilidad del vehículo, que crea una experiencia de conducción mucho más cómoda y relajante. Pero que, en modelos como el que yo conduzco, puedes incorporar un modo de conducción deportivo, robusto y divertido. 

El hecho de que todos los coches eléctricos tengan un par instantáneo, permite notar una potencia de salida espectacular. Tan pronto como pisas el acelerador, obtienes una respuesta inmediata y un aumento de velocidad radical. Un añadido es que las baterías de los vehículos eléctricos se encuentran normalmente en la parte inferior del automóvil, lo que proporciona una sensación de estabilidad que parece que vas sobre raíles. 

Sé que muchos piensan que es un engorro la carga, el precio u otros motivos. He escuchado que es una locura comprarse un vehículo de alta gama sólo eléctrico. No me compraría ningún coche que respondiera a este precepto: ser parte de como será la movilidad del futuro. Primero serán eléctricos, luego compartidos, más tarde autónomos y, finalmente, eléctricos, compartidos y autónomos. Es mi apuesta.

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Marc Vidal Marc Vidal

El futuro de la conducción será autónoma, pero antes será 100% eléctrica.

En 1895, si querías conducir un vehículo a motor en Londres, debías contratar a un 'red flager’. Su cometido era marcar la velocidad máxima a la que podía circular un vehículo a motor poniéndose delante del mismo. Algo que, por cierto, anuló la innovación en el mundo del automóvil durante media década. Por aquel entonces la gente se mostraba muy preocupada porque la retirada de los caballos de los carruajes otorgaba el control de la conducción a los conductores humanos, algo que podía ser un desastre según ellos.

En 1895, si querías conducir un vehículo a motor en Londres, debías contratar a un 'red flager’. Su cometido era marcar la velocidad máxima a la que podía circular un vehículo a motor poniéndose delante del mismo. Algo que, por cierto, anuló la innovación en el mundo del automóvil durante media década. Por aquel entonces la gente se mostraba muy preocupada porque la retirada de los caballos de los carruajes otorgaba el control de la conducción a los conductores humanos, algo que podía ser un desastre según ellos.

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Ahora la innovación en el sector automovilístico tiene mucho que ver con la conducción autónoma, pero también con el desarrollo de coches 100% eléctricos. Si por aquel entonces se temía dejar el control de un carro con motor a un ser humano, ahora la conducción autónoma también recibe una precaución similar. Se considera que dejar en manos de un cerebro sintético el control de la conducción es algo, que de momento, se tiene que regular y controlar. No obstante, el caso de la conducción de coches eléctricos vive en un escenario distinto pero con condicionantes que ha ido complicando su despliegue. 

Ahora bien, algunos muros se van derribando. En un informe, el banco de inversiones UBS asegura que la fabricación de coches eléctricos costará lo mismo que los modelos dotados con motor de combustión interna en el cercano 2024. Algo que el estudio indica podría acelerar la transición de muchas marcas a la vista de que el futuro está mucho más cerca de lo estimado hasta ahora.

Según ese informe, el coste adicional de fabricar coches eléctricos a batería frente a sus equivalentes con motor diésel o gasolina se reducirá a solo 1.600 euros en menos de dos años. A partir de ahí, los costes de producción bajarán de tal forma que en 2024 esta diferencia habrá desaparecido por completo. Un hito clave que permitirá acelerar todavía más la transición hacia los sistemas eléctricos. Sin embargo, esa diferencia empieza a ser algo residual en muchos modelos desde ya mismo.

Esto es imparable y además se está acelerando. La denominada ‘sociedad contactless’, derivada de la actual situación sanitaria que vivimos, no ha hecho más que acelerar la transición hacia el coche eléctrico, puesto que el sector de la automoción está inmerso en tres grandes disrupciones impulsadas por la sostenibilidad: el cambio al motor eléctrico, el vehículo compartido y la digitalización. Es cierto que queda mucho por hacer en el terreno de las infraestructuras para nuestros desplazamientos más largos pero eso es algo que también está mejorando rápidamente.

Termino hablando de mi propia experiencia. Conduzco un coche 100% eléctrico, en concreto un Mercedes Benz EQC400. Una maravilla de vehículo que se comporta como un deportivo aun siendo un SUV. Es puro confort y mantiene un rango de autonomía ligeramente superior a los 400Km con una carga completa. Se trata de un ‘cero emisiones’ que precisa de apenas 40 minutos en un cargador ultra rápido o un par de horas en los cargadores rápidos para ponerte en marcha. Otro día hablaremos de la diferencia entre la red de cargadores alemana o francesa y la española. Otro día…

Permíteme una reflexión final. La definición de ‘coger el coche’ y lanzarse a hacer kilómetros, es una experiencia distinta. Con un coche eléctrico eso se hace con algo de previsión que tiene sus ventajas. Por ejemplo, si vas de Madrid a Barcelona, tienes la extraordinaria opción de parar en Zaragoza y disfrutar de la ciudad durante un par de horas, estirar las piernas, comerte unas migas en y retomar la ruta dos horas después con tu coche repleto de ‘combustible cero emisiones’, descansado y sin posibilidad de contaminar el medio ambiente.

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