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Contra el silencio social

Ayer, en un programa de televisión emitido en RTVE en Catalunya, junto a Miquel Peralta estuvimos charlando sobre mi último libro, sobre el concepto emprendedor y sobre la situación económica. La verdad es que hace tiempo que niego el término crisis a lo que vivimos pero también es cierto que decir eso atendiendo a la situación de millones de personas es difícil de mantener y provoca que mucha gente te asalte al terminar de decirlo con un “díselo a los que lo están pasando mal eso de que no estamos en crisis”. Obviamente que estamos en “crisis”, pero yo lo encuadro en un proceso derivado de algo mucho mayor que he explicado muchas veces.

Vivimos el momento exacto donde la política ha perdido su carácter de acción de cambio. Es el instante de la historia donde se está produciendo a la vez un cambio cultural, social, tecnológico y digital, así como en el modelo de distribución del trabajo y de la transmisión del conocimiento. Todo esto es una constante imparable. Nos ha tocado sufrir una época, donde la esperanza de un cambio de naturaleza política ha desaparecido, y a cambio, nos ha dejado la sensación de que, a través de ella, vivimos la parálisis. La lejanía de lo público del escenario donde pasan las cosas, incluido el ámbito emprendedor es de tal calibre que espanta y clarifica lo que tenemos que hacer y cuando: ponernos en marcha y ahora.

Durante el programa en cuestión me preguntaron como se podía luchar contra el paro juvenil apabullante o como era factible entender ese cambio, y si además eso era compatible con un cambio de mentalidad social. La verdad es que en esos momentos sólo me queda hablar de “revolución íntima“ y de digitalización de nuestro entorno como mecanismo de modernización. La culpa de que nuestros dirigentes no lo han hecho bien o que no hacen lo que tienen que hacer ya no puede ser una excusa en exclusiva. Ha llegado el momento de transformar la dificultad en oportunidad y donde es difícil ver una salida identificar únicamente el trayecto.

Hace muchos años me explicaron la historia de un niño que fue al circo con su padre y quedó fascinado con la actuación de un enorme elefante de fuerza descomunal. Al terminar la función, el pequeño vio cómo el domador ataba una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, le sorprendió constatar que si bien la cadena era gruesa, la estaca era un minúsculo pedazo de madera. –Papá, ¿cómo puede ser que el elefante no se escape?–, le preguntó. Y su padre le dijo: –Porque está amaestrado–. –Si está amaestrado–, insistió, –¿por qué lo encadenan?–. El padre no supo qué decirle. Antes de marcharse a casa, un anciano que había escuchado la conversación le reveló la respuesta que andaba buscando. –El elefante no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que nació. Posiblemente, al principio tratara de soltarse, empujando con todas sus fuerzas. Pero siendo un pequeño elefante, la estaca era demasiado resistente para él. Y así continuó hasta sentirse agotado, impotente y, finalmente, resignado. Por eso ahora, siendo un elefante poderoso, sigue siendo preso de sus cadenas. Está convencido de que no puede liberarse de ellas. Lo que no sabe es que le bastaría con decir no…

En este sentido, en el de arremeter con optimismo sobre como ponernos al timón de nuestros propios proyectos y por derivación de nuestra propia vida, cabe hurgar en algún nuevo elemento que adormece esta sociedad. Tengo mil ideas, algunas son mías pero la mayoría me las han contado. Hay personas con ideas brillantes. Ideas, ideas e ideas. Ideas que nos deben llevar a pelear contra todo eso despropósito y esa parálisis, a buscar la oportunidad, a buscar valor, a diseñar modelos de negocio inexistentes, a versionar los que tenemos, a darle la vuelta a la caja y dejar que caiga lo ineficiente, a pactar con los socios, trabajadores, amigos, competencia, proveedores, universidades, administraciones, agentes, con quien sea para sobrevivir en este puñetero barrizal en el que se está convirtiendo emprender en España.

Como emprendedor que se juega su patrimonio cada cierto tiempo, llevo en crisis toda la vida. Lo he hecho sin quejarme como otros miles. Emprender es estar en crisis constantemente, pues cuando tienes algo, lo inviertes, cuando por fin un proyecto está maduro, generas otro. Pero emprender no significa enmudecer. Bajo ningún concepto debemos callar, no aceptemos que nos condicionen las críticas y avisos sobre los responsables de una mala gestión. Para que un emprendedor se calle suelen acusarte de “catastrofista” o de ser “el quinto jinete de la Apocalipsis”. Eso es una trampa, un cepo de mal tertuliano. Justifica y ampara a los que debieron hacer algo y no lo hicieron, permite que la gente siga en la inopia empujados hacia una miserable oferta de recortes en las capacidades de cada uno de sentirse libre de decir lo que piensa. Como emprendedores debemos adoptar una actitud crítica y demoler esa barrera social, anestesiada, que se bebe el cloroformo para desayunar como si fuera un vaso de leche caliente y responder con proyectos y con contundencia. Ponerse en marcha es el mejor mecanismo para responder a una estructura de poder diseñada para el silencio social.

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Silenciar expectativas

Este fin de semana estuve en una cena que no olvidaré en tiempo. No la olvidaré por el menú que era exquisito, ni por ser en un lugar en Costa Rica desde el que se pueden divisar los dos oceanos a la vez, ni por estar organizada por un expresidente centroamericano sino por las palabras que me regaló alguien muy sabio que allí se dio cita. Me explicó que era un concepto olvidado por la prensa pero que se utiliza mucho en los entornos de la comunicación política de altas administraciones: “crear expectativa recursiva“. No tengo ni idea de que es pero la ampliación de la información me sirvió para entenderlo. Resulta que los países pueden generar tensión hacia una información en el momento y del modo necesario para luego establecer el resultado mediático según interese y no con ello manipular nada ni nadie. Eso sirve para muchas cosas, pero también para aquellos formatos que puedan silenciar informaciones. Eso me hizo pensar en como pasó desapercibido un detalle de nuestra crisis inmobiliaria y de la corrupción política que le acompañó y que afecta a todos los partidos en general. Que no se venden pisos está descontado, que hay miles de causas abiertas para saber si algunos son o no legales no trasciende.
Hace tres años, un artículo del International Herald Tribune que hablaba de las miles de viviendas que en España deberían ser demolidas pasó desapercibido. Según ese medio, 100.000 casas estaban en situación ilegal. La información destacaba la campaña jurídica de los compradores de esas viviendas por tal de evitar que fueran derribadas. Aquello no surtió demasiado efecto en los medios. Está claro que la difusión de ese tipo de informaciones podía desalentar a los compradores exteriores, que, en gran medida, habían impulsado parte del auge inmobiliario español.

El Herald hacía hincapié en ese reportaje, publicado el 13 de mayo de 2008 y que no puedo enlazar pues es sólo visible en cuentas Premium, un detalle clave: los 8111 ayuntamientos españoles tenían (y tienen) competencias para tomar decisiones en planificación y emitir licencias de construcción sin apenas supervisión nacional o regional. En ese artículo descifraban en detalle como, a medida que los precios aumentaban, los funcionarios locales decidieron sacar tajada de la construcción de nuevas viviendas y aumentar los ingresos extraordinarios para sufragar gastos que se transformaron en ordinarios. Algo que ahora sabemos ha sido clave para que, a partir del 23 de mayo (obviamente), muchos municipios y autonomías se declaren en concurso de acreedores.

Over the past decade, developers built about 100,000 illegal homes in Spain, and consumer advocates say that because of the technicality, thousands of those are now threatened with demolition as regional governments try to deter clandestine construction. The crusade may discourage the foreign buyers who fueled Spain’s housing boom and deepen a slump that began last year.

Pues bien, hoy hemos sabido que todo un ministro del gobierno español se va a lanzar a la actividad comercial inmobiliaria pues, según él, estamos en un buen momento para vender vivienda de segunda residencia. Al leer esto pensé que me había tomado unas setas sin darme cuenta, pero no era así, creo.

Me sabe mal informar a su excelentísimo señor ministro que hace años los inversores europeos miran hacia otros lugares. El propio diario norteamericano destacaba ya como un hecho algo que ahora es más dramático si cabe: algunos municipios se niegan a informar sobre cuantas viviendas podrían ser destruidas en los próximos años debido a la inminente situación electoral. La ocultación de datos y el juego falaz por no caer primero en la ratonera está ayudando a que las ventas a extranjeros cayera de modo definitivo hace un par de años. No sabemos cuantos y como se están llevando a cabo esos procesos y sus investigaciones previas. No sabemos nada. Se han silenciado las expectativas sin esfuerzo pues se generaron otros focos de atención voluntaria o involuntariamente.

Por cierto, seguimos sin tener datos al respecto, ni elementos de juicio, pero a cambio sabemos todo y más de la patada (y tenemos imágenes y análisis desde todos los ángulos y vértices) que le dio (o no) un jugador del Real Madrid a otro del Barça.

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