Políticos miopes hablando de una hipotética ‘recuperación' económica.

Tenemos la sensación de que el impacto de la crisis en España empezó a descender gracias a algunas cifras macroeconómicas que así lo indican. Pero lo cierto es que no se ha superado ni mucho menos. En realidad lo que ha sucedido es que el gobierno que lideró Mariano Rajoy evitó una quiebra técnica, el conocido ‘default’, en el que se había situado a nuestro país anteriormente con unas métricas absolutamente de pánico. Desde el fondo del pozo sólo se puede subir y eso es lo que hemos hecho por ejemplo en el asunto del empleo. Cuando llegas al 24% de paro, digamos que lo único que puedes hacer es mejorarlo. 

Y vamos a pasarlo mal. De nuevo. La magnitud está por definir pero es evidente que haber dado por finiquitada la crisis ha sido un error que vamos a pagarlo caro. Para empezar el mayor error cometido fue llamarle recuperación a la salida de la crisis. ¿Quién quería ‘recuperar’ el modelo anterior? ¿Sinceramente alguien considera que la solución al desastre es replicar la estructura económica que lo fabricó? De ahí que esa sensación de mejora económica se sustenta en sueldos bajos, contratos temporales o de media jornada, paro de larga duración, la tasa de jóvenes incapaces de ocuparse por primera vez más alta de nuestro entorno, una reducción importante de cobertura social, la liquidación del fondo de reserva de las pensiones, una contratación de aurora boreal de empleados públicos para maquillar las cifras y, finalmente, en un contexto de deuda pública rozando el 98% del PIB y un déficit sin dejar de subir. 

Una recuperación hipotética que mantienen enarbolando unos y otros según la franja de legislatura que les atañe. Los primeros aseguran que, tras salvarnos del cataclismo, crearon los cimientos de una recuperación a base de reformas, decisiones difíciles y cuentos varios. Los segundos dicen que en ocho meses han logrado plantear estrategias para afianzar la calidad definitiva de la grave situación económica que hemos vivido en los últimos diez años. Y la verdad es que es de vergüenza ajena mires donde mires. Ni nos sacaron de la crisis ni se han creado los mecanismos para aprovechar la teórica bonanza. 

España sigue siendo un país, como hoy se puede comprobar en los datos de empleo, dependiente de ciclos, sectores de escaso valor añadido y con un modelo inspirado en una economía que sigue sin mirar al futuro con garantías. Venimos de un enero nefasto. Los 204.865 empleos menos en el peor enero desde 2013 muestran que la subida del salario mínimo hasta los 900 euros, podría estar destruyendo 125.000 empleos netos y de golpe.

Un país en el que es muy complicado crear una empresa, por lo menos mucho más que en otros países. Siempre pongo el ejemplo de lo que me costó montar una compañía tecnológica en Irlanda. En total, tras todos los trámites, fueron unos 11 minutos. A partir de ahí pude empezar a trabajar, contratar personal y facturar. Durante tres años, si no alcanzabas los 300.000 euros de facturación anual no pagabas un buen número de impuestos. Digamos que eso lo facilitaba todo bastante. El número de empresas tecnológicas, el bajo índice de empresas que no superan los primeros años de vida y el nivel de modernización y ocupación de la economía celta es envidiable. Comparar es feo.

Pero sigamos. En un país en el que los que tienen que liderar este asunto siguen en sus asuntos, lejos de la realidad económica, lejos del drama de millones de personas y muy lejos de la capacidad de estructurar una estructura de crecimiento económico tecnológico, no se puede decir que ‘hemos salido de la crisis’. Un momento económico que parece desestimar el tsunami que se acerca por dos vías:

La primera ola vinculada a la economía tradicional en nuestro entorno, nuestros clientes. En la zona euro se prevé un crecimiento en 2019 del 1,5%, pero los signos de debilidad de la actividad y de la confianza se acumulan. El motor de la economía europea, Alemania, da muestras de estar roto. Ha reducido su previsión de crecimiento para este año hasta el 1% frente al 1,8% inicialmente previsto. Ll que se llama crecimiento nulo. En Francia el retraso en proceder a reformas económicas y a reducir el déficit público, está conociendo un fuerte bache de su economía, cayendo del 2,3% al 1,5%. Lo que se llama parón. Gran Bretaña ha hundido sus previsiones de actividad, que han bajado del 2,8% de antes del referéndum del Brexit al 1,3%. Lo que se llama darte un hostión. Italia, que ya ha entrado en recesión con una deuda pública del 132% del PIB. Lo que se llama ‘mirarse en el espejo griego’.

La segunda ola es menos evidente y suele tener muchos menos adeptos en la política o por desconocimiento o por abulia. Se trata de la sustitución de los modelos productivos, del modelo de crecimiento, de la tecnología aplicada indispensablemente a toda la cadena de valor nominal de la economía española. Los datos son muy preocupantes. El saldo por turismo en España se contrajo un 0,3% en 2018, hasta los 40.455 millones de euros. Aunque el sector turístico y de viajes registró un superávit de 40.455 millones de euros el pasado año, ese dato supuso una contracción del 0,3% en un ejercicio en el que el turismo sufrió un frenazo al crecer por primera vez en una década menos que el PIB. Que tu principal motor económico crezca por debajo del PIB no debería de ser una mala señal. Si eso fuera la evidencia de que hay otros sectores que crecen adecuadamente para sustituirlo como punta de lanza estaría bien, pero no es el caso.

Resulta que la industria española está peor de lo esperado y entra en recesión. El sector manufacturero español ha entrado en recesión por primera vez desde noviembre de 2013 al registrar 49,9 puntos en el índice de referencia PMI de febrero. Este índice cayó desde el nivel de los 52,4 puntos registrado en enero poniendo fin a más de cinco años de crecimiento continuo del sector industrial. El nivel por debajo de 50 puntos detecta ausencia de cambios en la actividad manufacturera y ese es el gran problema. Aquí no hay estímulos a la modernización, a la inversión tecnológica. Lo peor es que el Indice de Producción Industrial cayó un 3% en 2018, lo que es realmente muy preocupante al ser el país de la zona euro donde más cayó. Mucho discurso sobre temas que poco afectan a nuestra vida real y que como no se tomen medidas, urgentes y poco debate realmente importante sobre como pensamos afrontar la modernización del modelo productivo, la sustitución del empleo por automatismos, el liderar las tecnologías asociadas a la inteligencia artificial y las propuestas para que los emprendedores puedan competir con su entorno.

Es tan triste ver cómo el debate político sigue anclado en lo territorial, las políticas de género, la exhumación de Franco u otras cosas que aunque son importantes no son esencialmente estratégicas. No por lo menos para que nuestros hijos puedan tener un futuro sin hipotecas, sin subsidios que los aten de por vida o con una dependencia inédita de las políticas públicas. Todo importa, pero sin una creación de riqueza a medio plazo notable, competitiva y moderna no se podrá repartir nada y, entonces, a eso que llamamos recuperación de la economía le vamos a llamar recuperación de la crisis. 

Anterior
Anterior

Los ‘roboadvisors’ y la disrupción en la inversión financiera.

Siguiente
Siguiente

Las calculadoras no sustituyeron a los matemáticos pero les obligó a trabajar distinto.