Marc Vidal Marc Vidal

El siguiente nivel es que los robots se entiendan entre ellos. Falta poco.

En el Hospital General de Changi en Singapore ‘trabajan’ tantos robots que hasta hace poco no era raro encontrarse algunos robots de reparto sentados en un pasillo o fuera de un ascensor en ‘punto muerto’. Resulta que esta situación se producía a menudo. El problema está en que estos robots ‘se sentían’ inseguros al moverse alrededor de otros robots. Cuando esto pasaba se quedaban pendientes el uno del otro y, ante la ‘duda’ ambos se quedaban en modo ‘descanso’ hasta que un humano los separaba y activaba.

En el Hospital General de Changi en Singapore ‘trabajan’ tantos robots que, hasta hace poco, no era raro encontrarse algunos robots de reparto parados en un pasillo o en la puerta de un ascensor en ‘punto muerto’. Esta situación se producía muy a menudo. El problema estaba en que estos robots ‘se sentían’ inseguros al moverse alrededor de otros robots. Cuando esto pasaba, se quedaban pendientes el uno del otro y, ante la ‘duda’, ambos se quedaban en modo ‘descanso’ hasta que un humano los separaba y activaba otra vez.

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El Hospital de Changi tiene alrededor de 50 robots de ocho fabricantes distintos. Hay algunos que ayudan a los profesionales sanitarios en procesos quirúrgicos delicados y guían a los pacientes a través de ejercicios de rehabilitación y cirugía, pero también hay varias decenas que realizan tareas de limpieza o de entrega de medicamentos, suministros y notas a los pacientes. El problema es que, aún siendo muy buenos en el trato con humanos, no lo son tanto cuando toca comunicarse entre ellos. Sin duda, este será uno de los problemas derivados de la robotización de servicios en el futuro próximo. Cuando diversos robots de diferentes fabricantes tienen que interactuar entre ellos, y tienen que circular por los mismos espacios, la cosa se complica. A diferencia de lo que podría parecer, los robots no hablan todos el mismo idioma. Les pasa como a nosotros. 

Para aliviarlo, en este hospital están utilizando un software llamado Robot Operating System desarrollado por Open Robotics y que permite a los robots de diferentes fabricantes que se comuniquen entre sí y negocien quien tiene prioridad cuando se encuentran unos frente a otros. Y es que, mientras la mayoría de países luchan contra la crisis sanitaria, se preparan para la inminente catástrofe económica que acecha o las administraciones se pelean políticamente por sus asuntos, el mundo se está automatizando, robotizando, a una velocidad inédita hasta ahora. Cuando esto pase, la sorpresa va a ser mayúscula.

La venta e implementación de robots ha aumentado de manera exponencial en los últimos años. La cantidad de robots industriales aumentó un 85% en 2019, en comparación a cinco años antes, según la Federación Internacional de Robótica. Luego, curiosamente, la venta de nuevos robots industriales cayó en 2019, a la vez que crecían de manera imparable el despliegue de robots de servicio, incluidos los de entrega y limpieza. Esto parece ser que tiene que ver con una crisis industrial vinculada al sector automovilístico y derivados a la vez que se normaliza y perfecciona el trato con automatismos cada vez más inteligentes en el ámbito de relación humana.

Changi General Hospital (Medical Centre)

Changi General Hospital (Medical Centre)

Los robots y cobots se encuentran cada vez más en fábricas, almacenes, hospitales y tiendas, transportando mercancías, inspeccionando estantes o limpiando espacios. Lo curioso es que, como decía, mientras unos debatimos acerca de las ayudas financieras para afrontar la reconstrucción económica, otros se han dado cuenta de que el tren al futuro está en andén de salida. Son quienes experimentan con ello y, sin anunciar que quieren ser líderes mundiales en la explotación y desarrollo de la inteligencia artificial o de la robótica aplicada, lo son. Para serlo, no han creado ni ministerios, secretarias de estado con nombre rimbombantes. Sólo se han puesto en marcha. 

Éstos han detectado el problema inesperado de tener robots con robots trabajando. La solución está en marcha. La crisis sanitaria ha estimulado la comprensión de la necesidad de dar un paso más en el uso de la robótica de servicios. Aunque a mucha distancia de la posición de Singapore, que tiene la mayor densidad de robots del mundo, con 918 por cada 100.000 trabajadores humanos, Alemania está muy por delante del resto de Europa. De ahí que el Instituto Fraunhofer de Ingeniería de Fabricación y Automatización de Alemania tiene un programa específico con el que se estudia como aumentar la eficiencia de este tipo de robots sociales o de servicios. El potencial de este nuevo escenario es espectacular. Utilizando un software que permita mejorar la orquestación general del trabajo de un grupo de robots, se puede aumentar la eficiencia y la productividad de manera muy destacada. La idea es responder a la siguiente pregunta ¿Dónde está el robot más cercano para realizar la siguiente tarea? Para ello se precisa que se entiendan. Falta poco.

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Las claves de la fábrica inteligente y conectada en la Industria 4.0.

Ayer impartí un taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción, Propamsa en un lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’.

Ayer impartí un taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción, Propamsa en un lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’.

A las plantas de fabricación de componentes para la construcción más avanzadas del mundo se las denomina ‘fábricas inteligentes’ o ‘factorías conectadas’. Una red de dispositivos conectados que ofrecen nuevas formas dinámicas de detectar aspectos de demanda, reconfigurar las cadenas de suministro y rediseñar los procesos de fabricación en un flujo de información a tiempo real y que afecta a cualquier elemento de la cadena de valor borrando los límites entre demanda, diseño, fabricación y suministro.

Como decía, en el seminario de ayer expliqué cuales son los elementos tecnológicos a tener en cuenta para adoptar esa transformación y que aspectos en las personas es obligatorio abordar en este campo. No todas las fábricas son iguales y no a a todos los sectores afecta del mismo modo el resultado comercial de ese tipo de desarrollos tecnológicos. Sin embargo, es cierto que los conceptos que hay detrás de la digitalización profunda de una factoría, tienen un punto inicial. El punto de partida para la fabricación inteligente es fácil de identificar pues comienza cuando las plantas de producción y fabricación se configuran como fábricas conectadas. Las preguntas suelen ser ¿cómo se hace? ¿con que tecnologías? ¿qué debe hacer mi empresa para que eso sea algo beneficioso? ¿afecta realmente a mi sector?

Las respuestas podrían resumirse en cuatro elementos. Todos ellos nos conducen a un nuevo formato de fabricación que aprovecha el conocimiento y experiencia de la propia empresa y adapta sus procesos y relación con el personal utilizando tecnología asociada existente para aportar valor a toda la cadena de producción. En especial asumiendo que el cliente es muy distinto hoy en día. Más del 75% de los pedidos industriales B2B se hacen hoy en día en lugares distintos a la oficina del cliente. El cliente es mobile, la oferta debe ser igualmente flexible a poder ser analizada y comprada desde cualquier dispositivo. El cliente es especialmente sensible a sentirse parte fundamental de esa oferta. El cliente valora ser el centro de la cadena de valor y todo cuanto se hace para que eso suceda permite que la venta sea potencialmente factible.

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Los cinco aspectos fundamentales que una fabrica conectada, la denominada factoría inteligente, debe cumplir son:

1. Disponer de sensores inteligentes en todos los puntos que puedan ofrecer información relevante en la cadena productiva.  Hasta ahora, muchos equipos de fabricación tenían sensores que son rudimentarios en comparación con las posibilidades que ofrece la tecnología actual. Gran parte de los activos de fabricación existentes se deben modernizar con sensores inteligentes que registran los datos y también los transmiten en tiempo real a los sistemas centrales para alertas, análisis y toma de decisiones de tipo predictivo. Los sensores avanzados también tienen la capacidad de inspeccionar cualquier equipo automáticamente y solucionar los problemas sin forzar a las líneas de producción a detenerse por completo.

2. El uso de estándares y protocolos que permita que todos los elementos que componen una red de IoT en la fábrica hablen entre sí un mismo lenguaje. Cuando varias redes dispares entran en juego para dar cabida a la Internet de las cosas en una fábrica inteligente, el modo en el que estas máquinas conversan y el modo en el que nos entregan a nosotros sus conclusiones o datos derivados, es determinante. De hecho es eso lo que constituye la base de la fabricación inteligente tal y como la defendemos. La estandarización de los modos de comunicación entre el equipo, sus operadores y las aplicaciones basadas en la nube se convertirá en un área importante de enfoque para la fabricación. Cómo se manejen estos problemas determinará la velocidad y la eficiencia de los nuevos procesos de fabricación.

3. La seguridad de redes, aplicaciones y datos que se desprenden de los nuevos modelos de relación entre máquinas y el nuevo desarrollo de procesos derivados representan un área de alto riesgo crítico. La seguridad de redes, aplicaciones y datos es una preocupación relativamente nueva y única para la fabricación tradicional que, hasta ahora, sólo había tenido que lidiar con la seguridad y la vigilancia de naturaleza física. Ningún sistema conectado está a salvo de un ciberataque, y las plantas de producción con robots y otros equipos conectados pueden suponer un riesgo para la producción, la reputación de las empresas y los resultados.

4. El nuevo diseño de la planta de producción resulta ser, finalmente, la clave de toda transformación de la Industria 4.0. No habrá transformación sin examinar el diseño de la planta y optimizándolo para procesos de tipo ciberfísico. Por suerte, como ayer mostré, las tecnologías actuales facilitan la creación de diseños de plantas virtuales, los validan a través de simulaciones y luego los presupuestan adecuadamente buscando la eficiencia absoluta. Esto crea plantas más flexibles, reduciendo los costos de construcción y mantenimiento, mejorando la seguridad, reduciendo los estándares de emisiones y reduciendo los requisitos inmobiliarios.

5. La incorporación de sistemas de Inteligencia Artificial que establezcan modos de uso y trabajo eficientes y que permitan predecir aspectos de conflicto. El tradicional uso de sistemas expertos en la industria dará paso a modelos de aprendizaje tipo 'machine learning' que cuanto mayor sea la exposición a las cadenas de producción, mejor será su entrega de opciones. Las tecnologías que se asocian a la AI en una fábrica conectada son la visión artificial, la simulación aumentada, los sitemas ciberfísicos, la robótica colaborativa, la fabricación aditiva, el cloud para la virtualización y la gestión de datos obtenidos.

Estos cinco elementos son los que marcan cualquier plan de transformación para la industria tradicional que quiere desarrollarse en esta Cuarta Revolución Industrial. Factorías conectadas que se convierten en fábricas inteligentes. Estos son los aspectos de tipo técnico que afectan a la producción y que, sin una transformación relevante por parte del resto de departamentos de una empresa industrial o manufacturera, no es factible en su máxima expresión. Toca reconducir el contacto con el cliente, la obtención de datos comerciales, modificar los procesos administrativos y la presencia digital. Es preciso entender que la empresa se horizontaliza y abarca una estrategia que debe ser compartida. De ahí que muchos clientes, antes de serlo, me cuestionen el coste de llevarlo a cabo.

Como advisor de esos procesos, de soporte a las acciones que se desarrollan en cualquier transformación, ayudo a evitar que esos costes sean innecesarios o que vayan en dirección incorrecta. A la pregunta ¿cuánto costará hacer todo esto? la respuesta está en el resultado posterior. Por un lado, pido que se revise el coste que tendría no hacerlo. ¿Cuánto tiempo puedes mantener tu competitividad sin afrontar esa transformación? En segundo término, la media entre los casos que yo conozco o he participado, a partir de la total implantación de nuevos modelos tecnológicos y nuevos procesos de ejecución, la mejora de resultados un año después ronda el 10% desde el punto de vista de aplicación de estas soluciones y revisando sólo la reducción de costes y eficiencia de resultados.

La transformación de la industria no es opcional. Hay diferentes niveles para llevarla a cabo, pero no es algo que se pueda retrasar. Desconozco si nuestro país va a afrontar de manera seria este reto, si desde las administraciones se va a impulsar este imprescindible avance competitivo, pero lo que sí sé es que otros lo están haciendo. Francia destina 23 veces más presupuesto público a la implantación de la Industria 4.0 que nosotros. Reino Unido, Alemania y otros cercanos incluso más. Los países más robotizados son los que más empleo generan porque sus empresas son más rentables y eficientes y reubican al personal sustituido por una máquina en otras tareas e, incluso, contratan a nuevos para dar respuesta a un incremento de ventas.

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Los robots no son lo peor, preocúpate de los ‘cobots’.

Robots, chatbots y cobots. Parecen de la misma especie, pero no lo son. Cada uno responde a su propia ‘biología’, a un origen distinto y, sobretodo, a un objetivo diferente. En ese entorno los llamados ‘cobots’, robots colaborativos, son tremendamente eficientes en la sustitución de personas mejorando la realización de tareas como el manejo de materiales o el empaquetado de productos. A diferencia de los robots ‘tradicionales’, los cobots lo hacen interactuando con las personas que, técnicamente, se convierten en sus compañeros de trabajo.

Robots, chatbots y cobots. Parecen de la misma especie, pero no lo son. Cada uno responde a su propia ‘biología’, a un origen distinto y, sobretodo, a un objetivo diferente. En ese entorno los llamados ‘cobots’, robots colaborativos, son tremendamente eficientes en la sustitución de personas mejorando la realización de tareas como el manejo de materiales o el empaquetado de productos. A diferencia de los robots ‘tradicionales’, los cobots lo hacen interactuando con las personas que, técnicamente, se convierten en sus compañeros de trabajo.

Los cobots son pequeños, ligeros y de movimiento lento y, generalmente, inofensivos pues sus sensores y el software de aprendizaje automático que llevan, les permite ‘entender’ su entorno a la vez que aplican la regla básica de todo cobot: si un ser humano se acerca demasiado, te apagas. No hay debate, no hay opciones. Te paras y punto. Parece una nimiedad pero no lo es. Se trata de un salto cualitativo en la relación con los robots. Trabajar con ellos, no después de ellos o en una cadena de montaje supervisando lo que hacen. No, es más complejo. Tan complejo como integrar a este tipo de robots colaborativos en el entorno de trabajo humano. Para ello se han diseñado modelos de software que permiten a los robots operar en el mundo humano. Es muy importante poder definir que hacer y por donde hacerlo. Al fin y al cabo, no deja de ser una criatura móvil artificial moviéndose en el espacio tradicionalmente humano y basándose en la impredecible manera de hacerlo que podemos tener en muchas circunstancias.

Conseguir que las máquinas trabajen junto a personas requiere una comprensión de las ‘zonas de seguridad’ del cuerpo humano. El robot, de momento, no entiende que golpear un ojo tiene peores consecuencias que hacerlo contra un brazo. Únicamente sabe que no debe hacerlo, por lo que el análisis de consecuencias no puede efectuarlo. No toma decisiones éticas, sólo probabilísticas. El trabajo de los desarrolladores de ‘cobots’ está precisamente ahí en estos momentos. El reto es liberar a los robots colaborativos de esos espacios cerrados en los que suelen estar, sacarlos de jaulas virtuales y permitir que interactúen libremente respetando al ser humano en toda su integridad. Hacerlo entendiendo las repercusiones de cada acción, de cada error, es el desafío.

Obviamente es un salto cualitativo en el camino de la colaboración entre robots y personas, pero también lo es de la sustitución de éstas últimas con respecto a sus puestos de trabajo. Los robots colaborativos no son más que elementos de sustitución donde las personas trabajaban ‘como robots’. Tareas repetitivas, poco edificantes, sin margen para la creatividad ni la improvisación. ¿Quién mejor que un robot para hacer tareas robóticas? Pues eso.

La robótica, no obstante, tiene un largo recorrido por hacer. El encaje y modo de relación entre robots y personas está por definir. Existen aspectos culturales que de momento no se han podido salvar. Por ejemplo, los fabricantes de cobots están trabajando para reducir una sensación de rareza que esta interacción produce en las personas. El desconocimiento de la verdadera inteligencia de un cobot es motivo de inseguridad. La empresa Rethink experimentó con bocas sonrientes en sus robots para hacerlos más humanos pero el resultado fue un fracaso total. Las personas veían sonrisas falsas y desconfiaban del bicho en cuestión.

La relación entre humanos y robots es una asignatura pendiente. No parece buena idea dejarlo en manos de la inercia. Ya hay demasiadas cosas cuesta abajo, sin conductor y sin hoja de ruta prevista. Sería interesante que alguien se ponga a diseñar el modo en el que vamos a integrarnos en escenarios laborales, en esa especie de simbiosis robot-humana para que cada uno ayude al otro a alcanzar sus metas. Robots haciendo que el ser humano logre sus objetivos y humanos impulsando acciones para que el robot haga lo mismo. Si no se prevé ese escenario inmediato la hostia va a ser monumental. No es suficiente dar conferencias sobre que ‘el mundo robótico ofrecerá un mundo mejor’. Se trata de asumir que eso no se hace solo.

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