Una pequeña voltereta para un robot, una gran voltereta para la humanidad.

Que un robot con estructura humanoide con una especie de extremidades humanas que se comportan de manera similar a las nuestras camine, ya no es novedad. Sucede desde hace unos años y lo hace sin caerse. Si le molestas o le empujas, o bien aguantan el equilibrio o se levantan una y otra vez sin mostrar ningún tipo de contrariedad. Que un robot salte y mantenga su verticalidad empieza a ser un avance muy relevante, pero que se convierta en una especie de gimnasta olímpico haciendo ‘backflips’ resulta extraordinario.

Que un robot con estructura humanoide con una especie de extremidades humanas que se comportan de manera similar a las nuestras camine, ya no es novedad. Sucede desde hace unos años y lo hace sin caerse. Si le molestas o le empujas, o bien aguantan el equilibrio o se levantan una y otra vez sin mostrar ningún tipo de contrariedad. Que un robot salte y mantenga su verticalidad empieza a ser un avance muy relevante, pero que se convierta en una especie de gimnasta olímpico haciendo ‘backflips’ resulta extraordinario.

Es muy complicado apreciar lo sofisticado que resulta para un robot dar una voltereta hacia atrás. De hecho, caminar es algo tremendamente complejo. Un desafío que pone en juego leyes que nuestro organismo precisó miles de años superar. Los cálculos que precisa un robot humanoide para hacer algo como caminar son una barbaridad y que además se coordinen a tiempo real con su hardware es pura ciencia ficción. Pero sucede. La siguiente pantalla en este tipo de avances tecnológicos se reservaba para el modelo Atlas de Boston Dynamics.

Ver al robot Atlas dando tumbos olímpicos es como ver a Armstrong pisando por primera vez el suelo lunar. La diferencia es que al astronauta lo vieron mis padres y sus coetáneos a través de una televisión de tubo y nosotros lo hemos visto en la ‘televisión’ de Youtube. Además la gesta de Atlas no precisó de anuncio previo. Se coló en nuestras redes hace apenas dos días y millones de personas se maravillaban con las piruetas sintéticas de este cachivache.

Lo más relevante de Atlas no es lo que hace. Lo realmente importante es lo que hacían los de su especie hace poco tiempo. Hace una década escasa el robot Asimo de Honda se presentaba ante el mundo como el único robot capaz de subir escaleras. La presentación fue uno de los más sonados desastres de la robótica espectáculo.

Se tardó unos años hasta que el desafío robótico lograra que el caminar fuera algo totalmente cotidiano. En 2015, hace diez minutos en la historia de la tecnología, los robots eran capaces de moverse sin caerse, de exhibir un gran desempeño y equilibrio en cualquier superficie repleta de desniveles. No obstante, si en ese mismo año, en la Navidad de 2015 alguien hubiera preguntado a los que nos dedicamos a estudiar estos temas, ¿cuándo un robot podrá dar un salto completo hacia atrás y mantenerse de pie? La respuesta hubiera sido ‘falta mucho para llegar a eso, la tecnología disponible no puede alcanzar tanta precisión de cálculo ni conectarlo con acelerómetros que sujeten en su base a un robot. Falta mucho’.

La idea por aquel ‘lejano’ 2015 era que para lograr algo así se debía desarrollar alguna forma nueva de mecanismos orgánicos, más parecidos al cuerpo humano, para obtener la relación entre potencia y peso correcta. Se pensaba que se debería reconstruir la ingeniería del software desde cero para combinar la capacidad de respuesta en tiempo real con la complejidad de aprendizaje automático. En Davos, a principios de 2016, en pleno debate sobre automatización e inteligencia artificial, uno de los expertos que allí asistieron, Orit Gadiesh de la importante consultora tecnológica Bain & Company, nos dijo que ‘antes que saltar un robot deberá correr y, sinceramente, para eso falta más de una década’.

En 2016 Boston Dynamics ya daba pistas de que esto iba a ir rápido. Publicó un video titulado ‘Atlas, The Next Generation’. Mostraba una versión mucho más ligera y ágil del robot abriendo una puerta, caminando por la nieve, recogiendo cajas y siendo golpeado con un palo de hockey sin ninguna razón. Recuerdo los artículos totalmente ridículos sobre ‘el maltrato robótico’.

A principios de este mismo año, Boston Dynamics presentó un robot completamente nuevo llamado Handle que daba un salto vertical de poco más de un metro. Un gran avance pero que no impresionaba tanto porque no era tan ‘humano’ al tener ruedas. La base bípeda humana es mucho más compleja que una con neumáticos. Sin embargo, demostraba que la empresa de los bichos andantes tenía tecnología disponible para lograr que un robot ‘despegara’ del suelo. Parecía indicar que con unos cuantos años, diez o quince, veríamos los primeros robots humanoides bípedos saltar gracias a las mejoras de un software capaz de obtener el algoritmo de equilibrio correcto.

Pero esto ha ido rápido. Hace apenas dos días Atlas se marcaba un salto completo, con voltereta y cayendo bien. A este tipo de saltos se le denomina ‘backflip’ y está reservado para humanos muy ágiles. Cuando un mecanismo es suficientemente fuerte para saltar de este modo podemos imaginar que puede ya superar cualquier imitación motora de origen humano. Me imagino que estamos muy cerca del robot asistente de transportes. En breve entrará y saldrá de vehículos, tomará objetos y los entregará con una paciencia y perfección que ningún humano podrá, jamás, igualar.

Un backflip es una maravilla de ingeniería mecánica y control de software a tiempo real. Es una declaración de capacidad y superación tecnológica. Seguramente queda mucho por avanzar, todavía debe estar lejos de poder saltar en zonas sin control previo como lo que hacen los que hacen ‘parkour’ en las calles, pero no me digan que nadie se atrevería a decir que eso pasará dentro de diez años. ¿A que no?

Sinceramente tengo la impresión que ahora sí hemos entrado en una nueva era de la robótica humanoide. Si la inteligencia artificial se esfuerza en demostrarnos que estamos cada vez más cerca de poder conversar con un software que aprende de nosotros y que nos hará dudar de si es o no humano, la robótica mecánica está acercándose de un modo espectacular a la simulación de movimientos. Una era en la que los robots empezarán a tener un papel cada vez más relevante en nuestra vida cotidiana. Los vamos a sacar de las fábricas.

Pronto recordaremos aquellos robots que solo eran aspiradoras, artificieros o brazos armados en alguna cadena de producción. Dejarán de ser efectos lucidos para conferenciantes u objetos de modernidad aparente en el hall de un hotel. Entramos en una era en la que hay un espacio reservado para un avance tecnológico inédito, sólo disponible en novelas de ciencia ficción, y que se avecina irremediablemente. ¿Qué papel jugarán en nuestro futuro inmediato unos robots tan ágiles como los seres humanos?

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No temas a los robots. Por suerte, no son humanos.

En las conferencias que he ofrecido estos últimos meses explico el valor añadido que supondrán los humanos en la transformación digital y robótica que vivimos. El papel que jugaremos las personas será relevante siempre y cuando entendamos el papel que vamos a tener que jugar. En alguna de esas charlas hay un momento en el que proyecto en el escenario una imagen de un robot participando en una especie de conferencia. Hasta ahora era una metáfora. Desde hace unos días, por lo menos desde mi propia experiencia, es realidad.

En las conferencias que he ofrecido estos últimos meses explico el valor añadido que supondrán los humanos en la transformación digital y robótica que vivimos. El papel que jugaremos las personas será relevante siempre y cuando entendamos el papel que vamos a tener que jugar. En alguna de esas charlas hay un momento en el que proyecto en el escenario una imagen de un robot participando en una especie de conferencia. Hasta ahora era una metáfora. Desde hace unos días, por lo menos desde mi propia experiencia, es realidad.

Durante el último Dublin Tech Summit celebrado hace un par de semanas en la capital irlandesa hubo un panel moderado por Gina London y compuesto por Ed Hoppit, Ben Jones y ‘George’, un Robot Thespian. Todos ellos discutieron sobre los avances de la robótica y el impacto que tendrá en el marco laboral futuro. Lo interesante del panel es que, de alguna manera, ‘los malos de la película’ estaban representados por uno de ellos. Siempre se acusa a los robots de ser los responsables de que el mundo se complique laboralmente. Sin embargo, el robot allí presente se defendió. George teorizó que en el futuro los robots ocuparán de forma completa el ámbito público humano. Básicamente para hacernos la vida más sencilla. 

Dejando de lado la anécdota sobre una conversación más dependiente de sistemas expertos que de inteligencia artificial, lo relevante es descubrir que los robots se han infiltrado en nuestras vidas y ni siquiera nos damos cuenta. Están por todas partes. Desde las cadenas de montaje hasta las recepciones de muchos eventos pasando por infinidad de pequeños mecanismos inteligentes a los que nos acercamos cada día e interactuamos sin darles el valor de ‘robot’ que realmente tienen. Ese hecho se llama ‘naturalización’ y poco a poco el volumen de efectos normalizados crece. La gente no detecta los robots que les rodean. Son parte de nuestro estilo de vida.

Además, sabemos que en muchos casos los procesos robóticos que hay por el mundo trabajando están conectados entre si y obtienen conocimiento de todo lo que sucede. No tienen conciencia pero si cada vez mayor conocimiento. Los robots hacen lo que queremos que hagan y cuando ponemos el grito en el cielo sobre el futuro que nos espera por ‘culpa’ de los robots es verdaderamente muy injusto. De hecho, el robot que ofreció su impresión sobre lo que allí se comentaba se defendió diciendo ‘los robots hacemos lo que se nos dice que hagamos, lo asombroso es lo que hacen los humanos con los robots’. Tiene gracia y mucha razón.

Lo terrible de la reflexión acerca del futuro que nos espera, es que suele analizarse desde la perspectiva que más audiencia ofrece. Empiezan a sucederse programas, reportajes y estudios para el fast food informativo que debe devorar sin digerir el gran público. Esa es la excusa que se nos ofrece y así nos va. Ahora toca la versión oficial de que el mundo se acaba y que llegan los robots. Las noticias se suceden. Han descubierto otro gran tema para acojonar al pueblo y tenerlo enganchado a esa televisión reportaje-show o tertulia-espectáculo.

Los robots no reemplazarán a los humanos, trabajarán con nosotros. Aunque los medios y la sociedad no conocedora de los entresijos de la investigación y avances en Inteligencia Artificial, expliquen o crean que vamos hacia la convivencia entre robots y humanos al más puro estilo cinematográfico, la realidad es mucho menos apasionante. Por lo menos durante mucho tiempo. La capacidad cognitiva que hemos logrado es brutal, y seguirá avanzando, pero eso no dejará de ser, sencillamente, el uso de una nueva herramienta y ahí deberá quedarse. La tecnología trabajará con los humanos, más que como seres humanos

Nos obsesionamos con recreaciones de robots humanoides hablando con nosotros como en esa conferencia. Sin embargo la historia será menos 'cool'. Los seres humanos sobresalen en áreas que implican metas auto dirigidas y juicios de valor y el lado más bien nebuloso del sentido común de las cosas. Las máquinas, sin embargo, son perfectas para la gran matemática, el descubrimiento de patrones y el razonamiento estadístico. Los dos escenarios están entrelazados. Conversaremos con máquinas, pero no nos sustituirán en lo esencial.

Y es cierto, sin embargo, que la AI avanza a una velocidad exponencial. Eso es evidente. En la década de 1990, Deep Blue de IBM, perdió ante Garry Kasparov, el mejor jugador de ajedrez del mundo en ese momento. Un año después el sistema estaba preparado para derrotar a Kasparov. Go, un juego de razonamiento estadístico para descubrir patrones, fue el siguiente a enfrentar humanos y máquinas. El software inteligente en el que había trabajado Google venció al campeón mundial Lee Sedol el año pasado.

En ambos casos se trataba de estudios estadísticos y las máquinas fueron finalmente capaces de procesar suficientes datos para prosperar en juegos de movimientos restringidos, con parámetros estrictos. Pues en otros ámbitos también logran pensar mejor que nosotros. Libratus superó una de esas limitaciones hace unas semanas cuando este programa desarrollado por la Universidad Carnegie Mellon derrotó a cuatro jugadores de Póker profesionales. La AI demostró que podía entender el idioma, la habilidad, el farol, la comunicación y, especialmente, tenía una capacidad superior para comprender el riesgo y la recompensa.

Las máquinas se esfuerzan por entender el lenguaje. Es básico, si quieren ayudarnos. No es un riesgo, es una ventaja que lo logren. Según piensa IBM especialmente, vamos hacia el asistente cognitivo, un valor añadido a nuestro día a día donde nosotros, si lo aprendemos a llevar, seremos mejores y más humanos. Como digo muchas veces, ‘los robots han venido a ayudarnos a ser más humanos’. No los temas, no son personas. Que se sepa, la humanidad no ha demostrado todavía mucha capacidad para organizar este rompecabezas llamado sociedad.

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El primer robot que sustituye a un profesor. La urgencia de preparar la relación entre humanos y robots.

El próximo curso escolar en Reino Unido va a ser distinto para un grupo de alumnos. A partir de septiembre, a sus profesores habituales se les va a unir otro un tanto especial. Se trata de ‘Pepper’, un robot humanoide que logra expresar emociones básicas. Este mismo ‘trabajador’, en Japón especialmente, ya está siendo utilizado en diversos lugares en el servicio al cliente de hoteles, tiendas y recepciones de edificios públicos. También, desde hace unos meses, se utiliza en una escuela del país nipón. Su llegada a Europa está prevista, como dije, para el curso que viene.

El próximo curso escolar en Reino Unido va a ser distinto para un grupo de alumnos. A partir de septiembre, a sus profesores habituales se les va a unir otro un tanto especial. Se trata de ‘Pepper’, un robot humanoide que logra expresar emociones básicas. Este mismo ‘trabajador’, en Japón especialmente, ya está siendo utilizado en diversos lugares en el servicio al cliente de hoteles, tiendas y recepciones de edificios públicos. También, desde hace unos meses, se utiliza en una escuela del país nipón. Su llegada a Europa está prevista, como dije, para el curso que viene.

El humanoide robot será utilizado en las aulas de Diseño e Ingeniería del Technical College de la Universidad de Londres. Su función principal será la de dar apoyo en la enseñanza de algo que le afecta necesariamente: la robótica de última generación. ¿Quién mejor para dar clases de robótica que un robot? Pepper ya ofreces servicios en bancos, hospitales y centros públicos y no sólo en Japón. En Bélgica ya hay casos ciertamente destacados.

Pepper da clases en la Shoshi High School japonesa y por lo que he podido saber la respuesta está siendo muy positiva. Veremos que tal lo asumen los alumnos europeos tal vez menos acostumbrados a interactuar con robots en el día a día. Son muchas las limitaciones mentales y de comportamiento que aun deberemos superar para que este tipo de situaciones se normalicen, pero parece evidente que la evolución en el desarrollo de automatizaciones y sustitución de algunos aspectos del trabajo ‘humano’ se va a ir acelerando. No es una anécdota, ni una ‘frikada’, esto es más serio de lo que parece.

Recordemos que estamos pendientes de revolucionar el modelo educativo que nuestros hijos deben disfrutar. Cuando preguntamos a nuestros hijos que quieren ser de mayores estamos cometiendo un error bíblico. Los niños que ahora tienen entre 4 y 8 años, desembocarán al mercado laboral en total disposición una vez finalizados sus estudios y formaciones derivadas sobre los 25 años cómo mínimo. Es decir, estos alumnos de hoy serán los profesionales del año 2035. ¿Te imaginas el mundo por esas fechas? ¿Podías imaginarte el mundo de hoy hace apenas dos décadas?

La velocidad de innovación es exponencial. En una década hemos evolucionado más que en un siglo y medio y en un siglo más que en 15.000 años. La velocidad sigue aumentando y en los próximos cinco innovaremos más que en los últimos cincuenta. En 2019 Internet fabricará en un año tanta información como la generada desde su creación hasta ese momento. Así es. No podemos asumir el punto exacto en el que se encontrará nuestro mundo en apenas una década. ¿Cómo saber lo que nos espera en dos?

Nuestros hijos deben ser educados en esa franja de incertidumbre, de permeabilidad cognitiva constante. Si no lo hacen, si no son capaces de comprender lo líquido de nuestro tiempo, siempre habrá un robot, un software, un desarrollo tecnológico superior y más eficiente. En lo único que nuestros hijos no podrán ser superados será en su ‘humanidad’. Tenemos la obligación de definirla, de saber en que consiste ser humano. ¿Es creatividad? ¿Emocionarse? ¿generar arte? ¿relacionarnos en planos cada vez más complejos? ¿en estructurarnos socialmente de un modo que estimule el conocimiento puramente humano?

Eso es lo que hay que definir. Es ciertamente urgente. Nuestros hijos se van a ver inmersos en un mundo en el que tecnología, espacios virtuales, inteligencia artificial y robots van a interactuar con ellos de un modo natural. Cómo todo en la vida precisa de adaptación. Los que comprendemos lo que pasa tenemos la obligación de mostrarles las claves para hacerlo todo más nutritivo y que no se convierta en un drama. Ver a millones de personas persiguiendo estos días a bichos inexistentes a través de su teléfono móvil cómo si les fuera la vida en ello es un espectáculo deplorable en la mayoría de los casos. Lo peor no es lo patético que resulta, lo que aleja el plano real del ficticio para muchas personas, no, lo peor es que la confusión inicial está mostrando un síntoma claro de que la tecnología y su evolución no está siendo digerida con algún orden.

Cuando Pepper, con su metro escaso de altura, se dirija a nuestros hijos en clase provisto de micrófono, cámara de alta definición, sensores de profundidad en 3D e interactúen, el momento habrá llegado. Es más inminente de lo que creemos. Ese día, pase como pase, no habrá vuelta atrás y será nuestra responsabilidad establecer un espacio comprensible para todos. Este y otros robots similares que ya están en uso son capaces de percibir emociones humanas, adaptando su comportamiento para que coincida con el estado de ánimo del humano con quien interactúan. La intención es convertirlo en un guía educativo del día a día.

En realidad Pepper es un profesor con gadgets muy útiles para el estudio de según que carreras. En concreto para enseñar robótica innovadora incluye giroscopios, sensores de contacto, sónares, rayos láser, sensores de choque, y el lenguaje de género y reconocimiento de voz. Curiosamente, una de las opciones que proporciona Pepper es la capacidad de trasladar a los humanos la necesidad de incrementar su empatía hacia él. Cuanto menos, curioso.

Las utilidades de Pepper ya han sido testadas y comprobadas en varios campos com he comentado antes. Es capaz de recordar a las personas mayores el horario de toma de medicamentos. También detecta si las personas están sonriendo o no, o si están vestidas apropiadamente para el clima exterior e incluso ofrece hacer sugerencias para ayudarlos a ‘mejorar estéticamente’.

Los responsables educativos seguirán discutiendo acerca de leyes educativas del siglo XIX, poniéndose de acuerdo sobre aspectos que ya caducaron hace décadas, pero mientras tanto el mundo seguirá girando y acercándose a un lugar en el que los límites entre lo vivo y lo tecnológico será cada vez más difícil de discernir. Que se lo digan a los que decidieron entrar en casa ajena en búsqueda de un Pokemon Go y el dueño de la vivienda decidió ‘defenderse’. Esto no va de asombrarse, va de aceptar un nuevo espacio social y de relación con la tecnología.

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Hoteles, bancos y peluquerías atendidas sólo por robots

Fin de la ciencia ficción. Bienvenido al futuro. Un hotel en la ciudad de Nagasaki, el Henn-na Hotel, está haciendo una selección de personal un tanto curiosa. Entre los seleccionados no habrá un sólo humano. Todos serán una especie de C-3PO diseñados por Kokoro, empresa que lleva desarrollando desde hace 12 años el proyecto ‘Actroid’. Un robot de aspecto humano cada vez más eficiente y real. Son robots que parpadean, ‘respiran’, hablan japonés con fluidez, chapurrean el chino, el coreano y el inglés, tienen lenguaje corporal y atienden al tuyo.
En 2011 tuve la oportunidad de ‘conocer’ a un humanoide similar durante una feria. Recuerdo que lo más sorprendente no es que te hablen, te atiendan, su aspecto o que simulen respirar, lo que realmente les da ‘vida’ es que te miran. Saben distinguir el punto de mirada y eso te hace entrar en contacto directo con un objeto que, de algún modo, a medida que incorpora datos y aumenta su velocidad para procesarlos, casi piensa.

En julio este hotel de 72 habitaciones será atendido por una decena de robots humanoides capaces de saludar a los huéspedes, registrarlos, transportar el equipaje, limpiar las habitaciones y al final, vete tu a saber, dirigirlo. El proyecto no tiene como objetivo quedarse sólo en los servicios que pueden ofrecer estos robots, lo que esperan es ir aumentando el rendimiento, la capacidad cognitiva (si me lo permiten) y generar en generaciones posteriores de ‘personal’ la posibilidad de que la inteligencia artificial aflore y tome decisiones fuera de lo que una conducta digitalizada permite ahora.

El hotel Henn (que significa cambio o algo parecido en japonés) ha intentado que la impresión de que el hotel va a ser algo frío, o que con tanto robot andando por ahí va a faltar ‘calor humano’, se compense diciendo que a parte de recepcionistas, botones y servicio de habitaciones, se complementará con algún ser vivo ‘persona’. No obstante, el presidente de este grupo hotelero, Hideo Sawada, asegura que el 90% de las tareas y servicios del hotel las llevarán humanoides y software asociado.

Pero vamos a los temas sensibles y que en este blog interesan. Por un lado sepamos si esto es un aviso o una extravagancia. Cuando viajas a Japón o Corea te das cuenta de que hay un mundo aproximándose a toda velocidad y que tiene que ver con todo esto de automatizar a base de autómatas. Quien viajara o tuviera acceso a lo que pasaba en Tokio hace dos décadas vio parte del futuro que hoy vivimos todos con respecto a la dependencia de teléfonos móviles, máquinas que lo expenden todo, accesos a transportes sin humanos, trenes que van solos, etc.

Ahora pasa igual, miremos bien al llamado ‘hotel más eficiente del mundo’. Así será este hotel. No es una broma, es la pura realidad futura tocando a la puerta de todas las cadenas de hoteles del mundo y a todas las miserables oficinas de empleo temporal. Veremos robots en la cola del paro algún día.

La CNN explicó como será a partir de julio un día en este hotel. Llegas y podrás acceder a tu habitación sin llaves. Todo irá por reconocimiento facial y la temperatura ambiente se monitorizará en base al calor de tu cuerpo. No se deberá llamar a recepción, eso se hará por medio digital con tu teléfono que activará una aplicación al entrar en el hotel.

Lo mejor, el precio. Resulta que un país caro y en una ciudad cara este hotel ofrecerá habitaciones por menos de 50 Euros la noche. Podría ser esa la clave. Si logras hacer eficiente el uso del hotel, no sólo por salarios, estamos hablando de otros elementos con los que un humano no puede competir, tienes menos costes y al final se repercuten en la venta.

Henn-na no se limita solo a construir robots para hoteles. En Tokio, desde hace unos días, hay un robot que habla 19 idiomas y que te ayuda a utilizar a su primo, un cajero automático que hace de todo y que, hasta hace unos días, sin ‘Nao’ (asi se llama el autómata banquero), tenías que estudiar un MBA. Ahora con su apoyo y comprensión, de una tacada, se han quitado tres recepcionistas, una azafata y dos cajeros viejos.

A pocos metros de este banco, los japoneses de allí pueden ir a un bar espectáculo dónde sólo te sirven, actúan y atienden robots, o a una peluquería donde el lavado y corte de pelo te lo hace un robot de 24 dedos. Tal vez, después de tanto robot, en el banco, en el bar, en la peluquería, lo más lógico es ir a un hotel robot y así acabamos el día como Asimov manda.

Definitivamente vamos al paro todos. De aquí nada, de hecho ya hay alguno, los que damos conferencias seremos sustituidos por un bicho de estos más gracioso, mejor visto, que no se cansa, capaz de dar decenas de charlas al día, con una voz genial, proyectando el mismo y que no le molesten los teléfonos móviles en la sala, y si les molesta les enviará rayos gamma a su propietario en medio del aforo.

Habrá a quien todo esto o bien le asuste o lo vea lejano, incluso freak, que es posible pensar que los japoneses están ‘pallá’ o que es imposible que todo esto llegue a nuestros días de un modo tan real. Si hace diez años te dicen que en el supermercado de barrio al que vas siempre, no ibas a encontrarte un humano que te pase los productos por el lector de precios no te lo hubieras creído. Revisa exactamente tu manera de ver el mundo hace 20 años. Piensa. Yo lo hice, y un día publicaré aquella carta personal. Y os aseguro, yo era un visionario al que todos tachaban de decir cosas que ‘eran imposibles’, y me quedé corto.

Foto de Vincent West Reuters

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