La combinación ideal: 'millennials', 'viejenials' y big data.

Todas las profesiones, en cada industria y en cualquier lugar del mundo, están cambiando simultáneamente. En toda esa mutación hay un nuevo elemento que lo está alterando todo: los datos. Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones. Al mismo tiempo, todo ello, está generando una serie de prácticas de retención del talento, que van desde aumentar la transparencia y la simplificación de las tareas administrativas, hasta la creación de entornos de trabajo colaborativo como nunca antes habíamos conocido.

Todas las profesiones, en cada industria y en cualquier lugar del mundo, están cambiando simultáneamente. En toda esa mutación hay un nuevo elemento que lo está alterando todo: los datos. Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones. Al mismo tiempo, todo ello, está generando una serie de prácticas de retención del talento, que van desde aumentar la transparencia y la simplificación de las tareas administrativas, hasta la creación de entornos de trabajo colaborativo como nunca antes habíamos conocido.

Sin duda alguna, la automatización, la robotización, la inteligencia artificial y la gestión de esos datos masivos son retos ineludibles, pero también lo será el modo en el que las personas se vinculen a ese universo digitalizado al extremo donde el ser humano no debe ser un pasajero, sino el conductor. Algo nada sencillo por otro lado debido a la mezcla de percepciones y de modos de entender como esa tecnología debe afectarnos o estimularnos.

A medida que etiquetamos compulsivamente a las diferentes generaciones que convivimos, lo complicamos todo. La diferencia entre millennials y ‘viejenials’ es mucho menor de lo que parece a simple vista. Nos esforzamos en que así sea pues permite generar modelos comerciales, de gestión laboral y de uso más simples, pero no es así de sencillo.

Los bautizados como ‘viejenials’, englobados oficialmente en la generación X y en la generación ‘boomer’, se han ido adaptando a un mundo líquido y digitalizado con una enorme predisposición y, probablemente, gran entusiasmo. Incluso aquellas características que se consideran únicas de los nacidos a partir de 1982, están siendo integradas por generaciones anteriores con una naturalidad inesperada. Los nacidos en los setenta somos usuarios de la economía colaborativa, nos interesa el respeto al medio ambiente, compramos considerando el valor del dato que aportamos y tenemos claro que la inteligencia artificial no es más que un cómo, ya que el porqué seguimos siendo nosotros. Vimos nacer Internet, y eso es algo que contaremos a unos nietos incrédulos algún día. Algo que tiene mucho más valor del que ahora mismo imaginamos.

Las distinciones generacionales suelen ser estereotipadas, demasiado amplias para ser exactas o útiles, y potencialmente discriminatorias. Aconsejo a las empresas que se encuentren vínculos significativos entre los empleados tratándolos como individuos y tomar medidas en consecuencia. Los análisis colectivos no ayudan a que mejoren las experiencias de estos miembros de las organizaciones en el lugar de trabajo. La innovación proviene de la búsqueda, la inspiración de la diversidad en todas sus dimensiones y la mano de obra está situada en las habilidades futuras.

Pero en todo este escenario, como decía antes, ha irrumpido un nuevo elemento determinante. Un nuevo empleado. Un agente que distorsiona. Estamos adentrándonos con determinación en el mundo de los datos. Los datos son el nuevo petróleo o incluso el nuevo patrimonio inmobiliario de las compañías. Sin embargo, actualmente sólo utilizamos el 20% de los datos a los que podríamos acceder. El futuro de los negocios es en el otro 80%, el lugar donde los negocios se desarrollarán en breve. Estar allí o no estarlo, no es opcional. Que todos los miembros de la empresa incorporen ese valor y lo gestionen de un modo intergeneracional, también. No es sólo formar, es trasladar el valor de este nuevo factor. El desequilibrio en su comprensión por parte de diferentes generaciones es un factor muy negativo para cualquier organización. Ecualizarlo una garantía de éxito.

Aunque se generan cantidades masivas de datos continuamente, se desperdicia una formidable cantidad de esos datos. Normalmente por no entender la importancia que tienen o, peor aún, por no saber como hacerlo. Menos del 1% de todos esos datos se utiliza realmente. De la misma manera que los cineastas pueden grabar horas de película por cada minuto que vemos en la pantalla, se recoge una gran cantidad de datos que nunca se analizan, y mucho menos se monetizan. Estos datos son un recurso sin explotar en la mayoría de los casos cuando en realidad ofrece enormes oportunidades para nuevos productos y modelos de negocio. En gran medida es una de las peticiones de consultoría que más recibo. Interpreto la dificultad para saber exactamente cual es el valor real de todo ese nuevo universo.

Pero, esos datos, deben comprenderlos todos. No vale dejarlo en manos de unos y que otros no sepan cual es su utilidad, su potencial. Si todo ello lo combinamos con un modelo educacional en la empresa que permita la relación estimulante entre diferentes generaciones y modelos de gestión derivadas, tenemos ante nosotros un universo tremendamente rentable. El desafío es lo que llamo ‘mentorización inversa’. Jóvenes traduciendo un mundo digitalmente complejo a compañeros experimentados, a directivos de mucha experiencia trasladando a los más jóvenes metodologías mixtas y a sistemas automatizados para la gestión de datos apoyando predictivamente a todos.

Recuerda, la energía no es rentable sin experiencia, y la experiencia no alcanza su plenitud sin energía. Ahora deberemos añadir, no habrá energía ni experiencia sin datos.

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Management, Personal Marc Vidal Management, Personal Marc Vidal

Jefe o líder en la Nueva Economía

He sido jefe y también jefecillo. El resto de mi vida la dedico a intentar ser líder. No me gusta mandar, me gusta crear situaciones que permitan entender mis decisiones. Tras mi primer fracaso emprendedor tuve que ponerme a trabajar para otros y en dos años pasé de ser un mandado a mandar. Dirigía a dos centenares de personas con poco más de veinticinco años. Por aquel entonces yo era un jefecillo a las ‘órdenes’ de un gran líder. Yo no sabía implementar órdenes, sólo las imponía. Que poca eficiencia por aquel entonces. Aprendí de aquella persona tantas cosas que necesité una década para digerirlas. Todavía hoy las reviso.
Más tarde fui jefe de mi propio negocio ya sin líder que me guiara, llegaron los socios, los inversores, los colaboradores y los directivos. Aprendí que ser jefe es efímero, que lo que permanece es otra cosa. Por eso ahora intento ser menos jefe que nunca y, como mínimo, adaptarme al concepto que yo contemplo como válido en estos tiempos de lo que debe ser un jefe. Por ejemplo, curiosamente, cuando digo y hago algo que a la mayoría de mis equipos no les parecen adecuadas es cuando, ahora lo sé, mejor se ejerce el liderazgo. No es cuestión de decir lo que todos quieren escuchar, es decir lo que quieres y lograr que eso genere una transformación hacia donde tu esperas. Lo importante no es lo que dices sino como lo dices y, sobretodo, como logras que los demás crean (y sea cierto) que participaron en la gestación de lo que has dicho y decidido.

Ganarse la influencia no es fácil. Debes demostrar que la experiencia vivida te sirvió para algo. Es difícil liderar sin heridas, sin cicatrices y sin el lenguaje que otorgan miles de noches sin dormir. En tiempos en los que el mercado anuncia rebajas salariales por todas partes, contratos basura, sin soporte para la contratación indefinida, donde la exigencia aumenta y el premio se desvanece, es cuando liderar es más determinante. Estoy seguro que la mayoría de las personas que están ‘a mis órdenes’ lo están por mil razones más que por la económicas.

Me gusta construir barcos y subir en ellos a cuantos más marineros encuentre mejor. A veces eso ha puesto en riesgo la propia capacidad de mantenerse a flote de la nave pero siempre es mejor en grupo, muchos, juntos. Cada día aprendo de mi equipo, eso es liderar. Aprender y rodearte de gente que pueda entender lo que quieres hasta el punto que te generen conocimiento a ti mismo.

Llevo mucho tiempo trabajando en mi empresa ideal. Flexible, horizontal, sin jefecillos. Sustituir un CTO por un equipo tecnológico capaz de trabajar en consenso y multiplicando sus capacidades. No quiero dar órdenes, quiero objetivos comunes para cumplir. Estoy obsesionado por lograr que todos lleguen más lejos de lo que habían pensado originalmente cuando llegaron y así lograr que la empresa lo logre con ellos.

Contra esto sólo hay un inconveniente: el tiempo. En época de gamificación permanente, de karma y de premio inmediato, los retos y objetivos que precisan de paciencia y visión a largo plazo son difíciles de mantener. Esa es la gran presión. Lograr que un equipo joven acepte tu sueño, tu plan de negocio y tu gestión directiva tan delegada, no es sencillo y también es un tremendo desafio para mí.

Me gusta ver como los miembros de mis equipos preguntan a sus compañeros si pueden ayudarles en algo. Independientemente de la función o la tarea lógica para la que están contratados. La pregunta ¿te puedo ayudar en algo?, es excepcional. Y es que en las nuevas organizaciones que se vinculan a la Nueva Economía eso del jefe capataz no tiene espacio. Las estructuras de poder tenderán a desaparecer como las conocemos. No sólo es Management, es pura lógica.

Cada vez es más imprescindible que toda una organización asuma liderazgos determinados y tome decisiones. Cualquiera tendrá que ser líder de su propia gestión debido a la flexibilidad adoptada gracias a la tecnología, a las relaciones empresariales diferentes y a los rasgos cada vez más complejos de los proyectos asumidos.

Definir un líder es fácil si se le compara a lo que conocemos por jefe. Mientras que un jefe tiende a buscar culpables el líder tiene que crear modelos de ejecución con su propio ejemplo. El jefe delega pero otorgando listados de tareas, el líder anuncia una delegación únicamente comunicando funciones. El jefe dirige acciones mientras que el líder las promueve. El jefe sólo está dispuesto a repetir procesos pero el líder intenta ser disruptivo y reta a romperlos para mejorar. El jefe resuelve problemas ordenando lo que hay que hacer mientras que el líder busca la solución a través de un cuestionario a todo el equipo. Los jefes opinan y no escuchan, los líderes escuchan para finalmente hablar.

Me preocupa que a veces uno, por ser el jefe se dedique a enumerar lo que es bueno y lo que no, en lugar de inspirar a todo el equipo para que ellos sean capaces de definirlo. Es muy complicado pero posible. Hay muchos emprendedores y empresarios que consideran que la mayoría de las características que acabo de listar, te alejan del control de la empresa. Consideran que no te permiten hacer de manager del equipo. Yo pienso al revés. Esa pérdida de control no es tal, es simplemente que tu equipo empieza a entusiasmarse con el proyecto y por ello toma decisiones de manera colectiva y cada vez mejor engrasadas.

Ahora, ya soy menos jefe. De hecho no debo serlo. Soy parte de mis propias empresas y en ninguna ‘mando’. Es lo ideal. Las dirigen otros, las lideran otros. Sólo aspiro a crear otras y que en el proceso suceda lo mismo. Sólo aspiro a encajar bien entre tantos líderes. No es fácil, hay mucho talento a mi alrededor. Es fascinante.

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Bajar precios es táctica, digitalizarse es estrategia

Una de las primeras consecuencias que ha vivido la economía tradicional, la llamada economía real, ha sido la caída de precios. Es obvio que hemos vivido una devaluación encubierta y que al final ha ido empapando todos los pliegues de este retorcido momento que vivimos. Eso que unos dicen que ya vamos superando, otros la siguen padeciendo y algunos defendemos que permanece por el motivo de que nunca vino, la crisis, ha obligado a muchos a negocios a bajar precios.
Suele ser así. Si hay poca demanda o esa demanda está herida de muerte, no hay otra que bajar la barrera que conduce a tus productos. Pero eso siempre no es una buena solución. Aquí defendemos lo crónico de lo que estamos viviendo. A pesar de escuchar a los que aseguran que todo esto es una etapa y que tras ella llegará la recuperación. Consideramos que tanto cambio, tanto desarrollo tecnológico y tanta afectación en nuestro mundo occidental no es más que un cambio absoluto. Por eso, mantener la táctica en lugar de la estrategia puede perjudicar a muchos comercios y empresas pequeñas.

El mercado sigue estrecho. Pero a todo esto, la solución no es bajar precios sino aportar valor. La búsqueda de compradores en el ‘long tail’ cada vez será más necesario y hacerlo con imaginación para atender clientes de cualquier condición y lugar también. Idiomas, tiendas virtuales y localización de lo que quiere el cliente digital tendrá enlace directo con la supervivencia. Diseñar bien una web, disponer de tienda online o de estrategia no permanecerá como un privilegio comercial sino que será una commodity imprescindible.

Bajar el precio de nuestros productos es una de las estrategias empresariales de libro, pero competir en precio es una estrategia que al final beneficia a las empresas más grandes y puede devorarte si eres una pequeña o mediana empresa. A largo plazo tienen todas las de perder.

La economía de escala sopla en contra de las PYMES siempre, pero lo que proporciona ventajas a una gran empresa también la debilita. Para éstas últimas, su Talón de Aquiles es su propia virtud. Una gran empresa tiene una estructura rígida y aprovechar esa monolítica biología es la clave.

A una gran empresa le cuesta adaptarse a los cambios, les duele cuando tienen que internacionalizarse bajando a la arena y, normalmente, el contacto directo con el cliente se descarta por ser no escalable. Esa ventaja debe ser aprovechada. Plantearlo desde el comercio electrónico es una de las grandes oportunidades que nos ofrece el nuevo escenario.

Si las grandes corporaciones disponen de grandes presupuestos, para bajar precios, para hacer grandes campañas de posicionamiento, también tendrán dificultades para reconducir una estrategia, adaptarse a los nuevos vientos e, incluso, de atacar targets reducidos, concretos, nichos determinados.

No bajes precios, no les sigas la corriente. Ese partido lo vas a perder. Si eres una Pyme, si tienes mucho que aportar, hazlo salvaguardando tu morfología, no hagas nada que no te puedes permitir.

Una tienda digital por ejemplo frente a una gran cadena que puede posicionarse mejor en todos los medios y en los grandes almacenes tiene poco margen, pero lo tiene. Precisamente ahora, en este contexto tecnológico, existen más opciones que antes, más de las que puedes imaginarte. Esa tienda digital puede atacar el mercado desde otro punto de vista, con otra visión. Si la apuesta es el ‘más barato’ no estaremos entendiendo todas nuestras posibilidades. Pero si la apuesta es mejor producto, más eficiente, conectado, cercano, auténtico, entonces las opciones de sobrevivir en este complejo momento aumentan.

No bajes precios, digitalizate. No seas táctico, sé estratégico.

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Innovación, Management, Negocio, Startups Marc Vidal Innovación, Management, Negocio, Startups Marc Vidal

Táctica o estrategia, las claves del éxito.

Leo sobre las claves para que un proyecto tecnológico tenga éxito y me viene a la cabeza cada uno de los errores que he cometido en esta vida como emprendedor, como directivo de empresas o como empresario, de cómo en ocasiones se supedité el cliente o en otras el producto y que en ambos casos no lo hice ni en el momento ni de la manera adecuada. Recuerdo como de repente uno de esas ideas se viene abajo porque nadie apuesta por ella. Aprendes a tocar puertas como si fueras Beethoven.
También por mi memoria circulan los éxitos. El duro tránsito de soportar a muchos diciendo que te vas a estrellar, que no va a salir bien, que así no se puede o que no sabes. Son días, meses y años que tienes que llevar sobre tus hombros el peso de lo que consideras que es lo mejor, lo factible y el seguro de que el proyecto se logrará completar. He cometido errores, pero he intentado aprender. De esas experiencias, buenas y malas, de cuando algo se desmorona o de cuando recibes la llamada de un comprador para tu producto o para tu empresa. De todo se aprende. De cuando el teléfono deja de sonar porque nadie quiere darte ni cinco céntimos de crédito y de cuando el mismo aparato es un zumbido constante de periodistas queriendo saber los detalles de ‘tu éxito’.

Leo esas claves y pienso que son en gran medida lecciones obvias pero tan difíciles de alcanzar con criterio y con equilibrio. Os las dejo para que las razonemos, debatamos aquí o en las redes sociales, pero para ver hasta que punto hay claves para el éxito o el éxito es la clave en si mismo. ¿Cómo se puede saber en un inicio que podemos tener éxito? Un estudio realizado por la revista Inc. y la National Business Incubation encontró que la tasa de fracaso ronda a ocho de cada 10 empresas del tipo startup, por lo que es una cuestión digna de preguntar antes de invertir tiempo y recursos en su nueva empresa. Por un lado lo normal, atendiendo a esos números es que no te salga bien. Lo raro es el éxito. Veamos cuales son esos motivos para ser la ‘excepción’

1. Clientes

¿Proporcionas al mercado algo tan extraordinario que lo acogerán con entusiasmo? Lo ideal sería que el cliente se identificara al detectar necesidades y si esa necesidad se puede escalar estaríamos en la cúspide de lo que se considera perfecto. Piensa en términos de satisfacción de una necesidad, y si estás en el mercado adecuado, no vaya a ser que lo que vendes sea mejor hacerlo en otro lugar o de otro modo. Nombra tus clientes potenciales en dos palabras.

2. Producto

Lo ideal sería crear un producto que fabrica necesidades directamente o deseos a tus propios clientes aun por satisfacer. Mantente en la solución de problemas sin mensajes complejos. Define tu producto con una frase. Deja de lado tu idea si la curva de aprendizaje para fabricarlo implica tiempos exagerados.

3. Sincronización

Cada mercado tiene un ciclo de vida. El llamado ‘time to market’ es la clave para mi más importante. Si innovas antes de tiempo y el mercado no lo acepta no has innovado. Sólo es innovación aquello que el mercado considera aceptable. Ten en cuenta que cualquiera que resuelve un problema puede vender esa solución, pero lo que no queda claro es que eso lo puedas hacer de manera masiva y beneficiosa en cada momento. A veces el escenario no está decorado y la función es un desastre. Define con una frase el momento de venta. Si no lo localizas adecuadamente puedes encontrarte ante una rampa de ascenso a las ventas muy empinada, muy difícil de superar y, la gran idea y producto, no encuentren el mercado a tiempo. Adelantarse suele ser algo muy similar pero te permite esperar, que si se hace bien, es más barato que llegar tarde.

4. Competencia

A diferencia de lo que se explica, a mi la competencia no me parece nada malo. Al revés, para garantizar mi éxito prefiero saber que hay muchas empresas que hacen o desarrollan cosas parecidas. Es importante saber porque vas a ser mejor que ellos o en que nicho o por que agujero comercial te vas a colar. Describe en una frase las deficiencias del conjunto de tu competencia. Busca mercados fértiles que permitan a ideas como la tuya florecer aprovechando los puntos anteriores y plantéate tu como la competencia de otros y no al revés.

5. Finanzas

Todo negocio requiere dinero para empezar, pero el objetivo debe ser reducir al mínimo el riesgo y el costo de ser posible. El problema es que en el mercado actual esa guerra precisa de mucho armamento y las armas son caras. Hay que atender muy bien, y es la clave del éxito técnicamente, el ratio de gestión conversión entre riesgo, costo y beneficio. Define con una o dos palabras el concepto ‘saldo cero’. Si no logras derivarla a sinónimos de equilibrio será difícil cumplir lo que busca este post.

6. Equipo

¿Tienes claro que tu equipo es el mejor o que van a ganar la batalla? Si no es así ya juegas en una división distinta a la del éxito. Puedes estar en la de la supervivencia, la de la perpetuidad, pero no en la del triunfo. Si tienes recursos limitados obviamente, es bueno ir fichando a costes que rocen el riesgo a grandes responsables o directivos de alto valor que deberían asumir un punto de implicación emprendedora en el proyecto. La clave para mi es esa por encima a veces de las aptitudes están las actitudes. Con una frase nombra el grado de implicación de cinco empleados al azar. Si no es uniforme y positivo pinta mal.

Con estos puntos sobre la mesa uno puede analizar si le pinta bien o no su proyecto. Es un marco básico que obviamente deja muchos temas por analizar pero creo que como hace la revista Inc., y yo complemento, los puntos ciegos de una startup pueden estar en esos seis elementos. Enfocarse en pequeñas batallas en lugar de en la guerra te permite divertirte mucho con lo primero y ganar la segunda a pesar de las heridas sufridas. Estrategia, mucha, pero táctica también, incluso más.

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Más creativo a partir de los 40

Cada tres días corro catorce kilómetros. Suelo hacerlo de manera exhaustiva e intensa aunque nunca tengo prefijado el recorrido ni ruta que haré. Improviso. Los que corren saben esa sensación vibrante por la que las endorfinas se ponen en punto de ebullición y las ideas se amontonan mientras mantienes el ritmo constante de las zancadas. Desde los últimos años he notado que cada vez son un mayor número y más radicales dichas ocurrencias, las conexiones mentales y la envergadura de las consecuencias.
Vivo con cierta sorpresa la percepción de que mi creatividad y mi capacidad para reinventar procesos esté ahora en su cumbre vital. Haciendo running lo visualizo de manera rápida pero es en el día a día, viajando más que nunca, emprendiendo más que nunca y conociendo y aprendiendo más que nunca que se hace mucho más claro y perceptible. Hoy vivo con mayor intensidad conjugando con la experiencia, lo que convierte cada proyecto actual en un apasionante reto íntimo y sin límites aparentes. Todo sigue siendo campos enormes de experiencia por acumular.

Leyendo en The Atlantic un artículo titulado ‘Big Breakthroughs Come in Your Late 30s compruebo que existen teorías y estudios al respecto basadas en un nuevo documento de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos ordenada a través de las vidas de los inventores y los científicos ganadores del premio Nobel en busca de su edad de máximo rendimiento.

Algunos factores contribuyen. Por ejemplo pensar en el tiempo que un científico de investigación va a pasar en la escuela. El grado de licenciatura se alcanza en 22 años y luego en su título de doctor hasta los 30, lo que deja un escaso par de años para realizar su trabajo antes de poder ejercer sus conocimientos de manera eficiente. Pero eso, creo, es trasladable a casi todo en la vida profesional y ejecutiva.

Otra teoría interesante es sobre que ‘la carga del conocimiento’ lo determina todo incluso por encima del ‘ímpetu’. La ciencia ha acumulado muchísimo conocimiento sobre el mundo para procesarlo antes de que pueda empezar a hacer sus propios descubrimientos originales. La experiencia determina la creatividad investigadora.

427f5025fPero esas cifras se vuelven más sutiles, como la investigadora Olga Khazan señala, cuando la edad de avance depende del campo que son efectuadas. El trabajo en cuestión señala que la distribución de ganadores del galardón escandinavo fueron de Física 36 años de media, de química con 39 y los médicos de 41 años de media. Otros estudios hablan de que emprendedores tecnológicos de éxito, exceptuando el baby boom de Sillicon Valley, están ya en edades cercanas a los 40, a los inversores se les ve sobre los 45 y a los mentores reconocidos en los 48.

¿Por qué las diferencias? Khazan argumenta que los campos abstractos como el arte y la física son más complacientes para floración temprana, mientras que las zonas de alto contexto, como la historia, la dirección económica o la medicina exigen mucho más de madurez.

Cuando me dedicaba a la bolsa en los años noventa, la edad ideal me decían era los 30 y algo y mi edad era 20 algo, luego como directivo de empresas con mis treinta me decían que lo ideal eran los 40, y ahora cuando me dicen que emprender está especialmente diseñado para los 20 yo me siento mejor que nunca con 43 para montar negocios. Está claro que la edad y lo que se hace con ella depende poco de según que y mucho de lo que se siente. En cada momento ejercí y ejerzo de creativo en cada uno de mis actos y proyectos. Lo único que si va en crecimiento es el conjunto de elementos que me permiten razonar esa capacidad para inventar. Es como si gracias a que cada vez tengo más conocimiento mi capacidad para innovar aumenta independientemente de que mi mente tienda a perder memoria, agilidad o cualquier cosa que dicen que se pierde.

Pero la innovación se presenta en diferentes formas. David Galenson separa creadores en dos grupos diferentes: los conceptualistas en un extremo y los experimentadores, por otro. Orson Welles puso del revés el cine cuando dirigió Ciudadano Kane con tan solo 26 años. Se diría que fue un conceptualista. Oliver Sacks, por el contrario, se diría que es enormemente creativo a sus 80 años, por lo que los experimentadores están mejorando continuamente sobre sus técnicas.

¿Estás en tu momento más creativo? ¿A que edad está sucediendo? Emprender, crear y arriesgar no tiene edad, te lo aseguro.

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El mejor equipo del mundo

Cuando apenas tenía veintiséis años y me dedicaba a eso de la bolsa, conocí al tipo en el que se basa la película ‘El lobo de Wall Street’. Jordan Belfort estaba de viaje por Europa y pasó unas oficinas de una sociedad de compra y cambio con la que me tocaba colaborar de vez en cuando. No recuerdo a nadie que le dijera nada malo, ni tan siquiera que lo pusiera en cuestión. Fueron apenas diez minutos (el tipo iba como loco recuerdo) pero suficientes para ver un modelo a seguir. Se trataba de ganar dinero simplemente y de ganar dinero este tipo, al parecer, sabía mucho.
Pero cuando es que no, es que no. En mi caso, los dos años magreando datos y cifras, valores y bonos, fueron los que necesité para pasar de la ruina por un fracaso emprendedor, el pago de todas las deudas acumuladas por dicho error y la acumulación de un nuevo capital con el que tirarme de nuevo por un acantilado. De ese modo pude ‘utilizar’ el mundo del dinero para lo que realmente quería, volver a intentarlo montando un negocio propio y tipo tecnológico, algo que me fascinaba por aquel entonces y que otro día explicaré.

Que lejos queda todo aquello. Cuando el éxito, para muchos con los que convivía, era sencillamente amasar dinero. Sólo era eso. Un día te despiertas y descubres que ganarlo no es complicado, ni perderlo tampoco, pero que no aporta absolutamente nada por si mismo si no lo acompañas de algunos elementos necesarios.

La generación con la que trabajo, mi equipo, multidisciplinar y tremendamente disperso en la globalidad del territorio, son la antítesis absoluta a esa manera de ver la vida. Son gente que antes de aceptar un empleo como el que yo pude ofrecerles en su día, analizaron muchas ofertas más. Son gente, que por suerte, no tienen pensado pasarse la vida en mi empresa. Tienen otras inquietudes y eso los hace interesantes. Mi obligación es estimularlas para que algún día las desarrollen por si mismos, con o sin mi participación.

Ahora todo es distinto. Parece ser más importante disfrutar del camino que llegar al destino final. Irónicamente, los “milennials”, jóvenes impredecibles, son los que traducen perfectamente esa nueva visión. En una era donde el placer determina la dimensión de los logros profesionales, ellos saben como nadie reconocer oportunidades que conectan pasión y trabajo. La economía creativa, nuevas profesiones, el boom de una actitud emprendedora y la nueva fuerza colectiva están decorando un inédito escenario. Ya no impresiona que los “millennials” sean impacientes pues la velocidad en como se conectan a la vida y al mundo les permite vivir a otro ritmo. Proyectos que solamente marcan la diferencia a largo plazo no les interesa, no les estimulan, y necesitan constante “feedback” para sentir que sus esfuerzos están siendo reconocidos.

Mi equipo no tiene edad. Se trata de un complejo grupo generacional nacido de las décadas de los ochenta y noventa con maravillosas excepciones de inmigrantes digitales que provienen de décadas más lejanas. Retenerlos es complejo, es un desafío constante. Suelen recibir propuestas y muchas reglas de empresa son, para ellos, innecesarias. Trabajan por sentimiento, con la voluntad de trascender en lo que hacen. Tienen reglas éticas que un mayor sueldo no puede tumbar tan fácilmente.

Cuesta encontrarlos pero yo tengo unos cuantos conmigo. Porque es bueno hacerlo, analizo mis activos. En días en los que analizas cual es verdadero valor de tu empresa descubres que está en lo humano y en como la tecnología que desarrollan se deriva entre nuestros clientes con el corazón. Me encanta, no por el concepto empresarialmente lógico, sino por lo mucho que significa, ver cuando de madrugada, o a antes de tomar el primer café, cualquiera de ellos, toma su smartphone, su tablet o lo que sea y se preocupa de cualquier ‘no previsto’ que surgió. No van a recibir nada, no van a ganar más, no tiene que ver con eso, es sencillamente, sentimiento de pertenencia, apoyo al resto del equipo y un tremendo respeto que siento hacia mi.

Entregarse a un proyecto empresarial te convierte en emprendedor por cuenta ajena y en eso debería de basarse todo un nuevo escenario de contratación laboral, gratificaciones y opciones directivas. Cuando en una de mis empresas la medición de tiempo disponible y ocupado marca la dinámica sé que voy a fracasar. Mi obligación es convertir un equipo de “empleados” en mis socios. Eso puede llegar a ser incluso una opción societaria más, pero a lo que yo me refiero es a que la lucha no es sólo mía, es de todos.

Disfruto de ese instante en el que un usuario de una de nuestras plataformas se convierte en mucho más que alguien que puede pagar una cuota por servicio, es alguien que está validando, mejorando, viviendo y sintiendo lo que ellos, mi equipo, han creado, cuidado y sufrido durante meses y meses. Verlos emociona, vivirlos te nutre y da sentido a tanto tiempo de sobreesfuerzo.

Los emprendedores nos quejamos de lo duro que es esto de montar empresas, de gestionarlas y de arriesgar todo nuestro patrimonio. Es cierto, pero también podemos asegurar que en ese sacrificio está la vida y el estímulo necesario para, por lo menos yo, sentirme conectado con mi propia existencia y con mi necesidad de explorar. Sin embargo no puedo olvidarme ni un minuto de cuantos también arriesgan su vida desde dentro, desde la interpretación de un papel en la representación de mis sueños. Hay momentos que los veo sin quejarse, duros y con la mirada lejana, como quien corre sin descanso, con la visión de una meta a la que cuesta llegar. No hay dinero que pague eso. No hay agradecimiento para quienes confiaron sus anhelos a un tipo que un día les ofreció un puesto de trabajo por menos dinero que en otro lugar y por más horas que en otro lugar para desarrollar algo que aun no estaba listo.

Corro como emprendo. Avanzo con un destino pero disfruto del camino. Si aparecen subidas pronunciadas las diviso y las valoro, las juzgo y las tomo como reto. Si aparecen bajadas reduzco la velocidad para no lesionarme o caer. Aprovecho que permiten descansar el cuerpo pero mantengo la mente en alerta. Tomo aire. Cuando lo hago en solitario disfruto de cada uno de los metros y de los golpes en el suelo, pero cuando lo hago en grupo es algo extraordinario, divertido y estimulante. Cuando encuentro un nuevo camino, vereda o lugar por el que correr, me lanzo sin mirar, casi sin preguntarme si vale la pena. Es nuevo y eso vale.

A cada dificultad una sorpresa, a cada muro de piedra un escalador, a cada desánimo un apoyo incondicional de unos con otros. Mi equipo es el mejor equipo del mundo. Gente a la que espero ayudar a conquistar sus sueños porque, de verdad, lo merecen. Como en la imagen del encabezado, si pienso que corro sólo porque tengo delante mío una carretera infinita, con solo voltear la cabeza, con solo mirar al lado, veré que conmigo vienen un buen grupo de corredores más.

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Soñadores, habilidades y empleo

Hoy hemos sabido que en España hay menos parados que hace un trimestre. Lo que por desgracia no parece fruto de ninguna política activa pues si así lo fuera, también lo tendría que ser que ahora, también, hay menos gente trabajando. ¿Dónde se han ido unos y otros? Hemos hablado muchas veces de que las cifras y la realidad no concuerdan cuando salen de la boca de un tecnócrata pagado por su partido.
Ayer un miembro de mi equipo me decía que prefería trabajar conmigo en Irlanda porque se había dado cuenta que estaba potenciando alguna de sus habilidades que consideraba más importantes para el futuro. Me aseguró que el tema del paro y de la falta de oportunidad no tiene que ver solo con la situación económica, que tal vez el asunto iba de no haber entendido bien el momento histórico y laboral que tenemos. Me habló de oportunidad, no de problema.

Recordé haber estado leyendo hace pocas semanas acerca de los empleos del futuro, de las habilidades que se exigirán en el futuro inmediato y de cómo los empleos que están dando más oportunidades también relatan nuevos modos de acción y relación. Hablamos de conectar empleos que no existían hace apenas cinco años con habilidades que no eran determinantes tampoco en esos momentos.

A pesar de que las habilidades que más me interesan están fuera de él y detallo al final del post, os quiero mostrar algunos fragmentos del informe ‘future Works skills 2020’ describe algunas de estas habilidades y que muy bien relata Ignasi Alcalde en un resumen publicado recientemente.

La primera es la síntesis objetiva. Cuando estableces un modelo de gestión que no es vertical, que se basa en la flexibilización de la propia compañía y sus posiciones, es evidente que lograr una acción coordinada exige determinar la síntesis de los puntos clave que nos ayuden a crear una visión unificada antes de tomar decisiones.

La segunda es la inteligencia social argumentada en la capacidad de conectar con tu entorno para estimular interacciones tal y como esperamos. Comportarse de manera flexible y adaptativa permite que los que nos rodean permitan la construcción de grupos eficientes y colaborativos.

La tercera es para mí la más importante. El pensamiento adaptativo. Una habilidad que surge de la superación de barreras o rutinas, que innova y crea y que se convierte en algo novedoso, atractivo y fundamentalmente divertido.

La cuarta, según el informe, trata de equiparar entornos culturales y habilidades lingüísticas y saber tratarlos sin problemas. Obviamente no se trata solo de hablar varios idiomas, cosa que es imprescindible hoy en día, sino que en el futuro inmediato lo determinante será combinar edades, culturas, lenguas y contextos en la propia empresa y reproducirlo a escala.

La quinta competencia que marcará el modelo de empresa en breve será la capacidad para el procesamiento de datos. Una especie de derivada computacional de nuestro modo de razonar. Entender los conceptos abstractos y razonarlos para poder traducir su significado y aumentar las funciones para sintetizar la información requerida.

La sexta no es opcional. Se trata de la alfabetización digital extrema. Pero el informe no habla de un entorno epidérmico de los medios digitales sino que asegura que en el futuro los trabajadores deberán tener fluidez en varios formatos para evaluar información de forma crítica y comunicarla a través de diversos canales que ahora mismo más parece vinculados a las cosas que a las pantallas.

La séptima nos indica que el conocimiento de nicho no será competente. Se espera que los trabajadores de nueva generación sean capaces de entender conceptos a través de múltiples disciplinas. Deberán poseer un profundo conocimiento de al menos un área, pero deberán tener la capacidad de conversar en los idiomas de otras materias.

La octava indica que en el futuro inmediato los trabajadores se vincularán de manera virtual a grupos y equipos. Está claro que eso ya es una evidencia, pero hablamos de naturalizarlo en el sentido más físico del término. La batalla moral al respecto va desapareciendo y otorgando valor a las relaciones digitales entre las empresas.

Hay varias más en ese informe pero yo quisiera incorporar tres que me parecen imprescindibles y que tienen que ver más con mi propia experiencia y en lo que yo detecto en el día a día. No me sirven esas competencias anteriores sino son bien mezcladas con modos y actitudes, con maneras de ser.

Una primera que habla de sueños como motor vital en un trabajador. Si no se estimula la necesidad de soñar para trabajar lo datos, las habilidades, las competencias y las obligatoriedades no valen un pimiento. Esto va de subir montañas, de vivirlas con intensidad en la subida, en relajarse un momento al llegar y de bajar a toda prisa para subir otra. La habilidad más importante para mi es la que tendrán aquellos que comprendan que no hay ‘empleo’ o ‘proyecto’ definitivo o para toda la vida, que lo que hay son miles de pasos y sucesos estimulantes, de errores y caídas, pero que lo importante, el ‘skill’ definitivo será saber disfrutar, cambiar y levantarse si toca.

Reclamo el derecho a ser un soñador, a creer que todo es posible. Es demasiado sencillo asumir la derrota y hacerlo sin mover un dedo. 

Una segunda que evidencia la necesidad de saber tratar con objetos hiperconectados y entender que en ellos se está reproducieondo la nueva revolución digital y tecnológica, que el nuevo escenario está repleto de datos pero también de cosas conversando.

Esperar que algún proyecto de base tecnológica resuelva problemas o situaciones que tienen que ver con lo cotidiano es muy estimulante. En ocasiones esto es realmente muy relativo y superficial pero pueden esconder grandes expectativas.

Y la tercera trata de conquista emprendedora, de abandono del ‘todo es culpa de otros’. El ‘worker’ del futuro debe tener unas competencia técnicas como las que hemos dicho pero también debe ser alguien que comprenda el momento y el escenario actual, que entienda que esto va de divertirse, de conquistar tu propia existencia, de determinar lo que quieres ser, de buscar tu destino y de que, ya que vas a pasarte la vida haciendo básicamente una cosa llamada ‘trabajar’, que sea exactamente como lo habías soñado.

A veces pienso que el emprendedor tiene una composición molecular peculiar. Se diferencia de otros individuos por ser creativo en mayor o menor medida, disponer de una gran intuición, incluso si fracasa, de un grado de optimismo patológico que puede perfectamente mezclarse con un espíritu crítico y analítico de la realidad, un emprendedor no es un iluso, es un valiente que decide tirarse por un acantilado sin saber, muchas veces, que le espera allí abajo.

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Startups Marc Vidal Startups Marc Vidal

Tribuna sobre 'startups' en CatEconomica

Captura de pantalla 2013-12-04 a la(s) 10.43.25Desde Catalunya Económica me pidieron una colaboración (pdf) sobre el fenómeno de las Startups, modelo empresarial en el que llevo muchos años trabajando, para publicarla en la sección ‘emprendedores‘. En una parte del artículo comento que al contrario de lo que muchos piensan las startups acaban con lo innecesario. Priorizan identificando el verdadero negocio y arriesgan métodos tradicionales por la innovación continua. Una startup es un entramado de intentos por innovar, por desarrollar y por la competencia contra los grandes. Me encanta el valor y el sentido que tienen porque responden mejor que nadie al sentimiento explorador de quien no se siente a gusto haciendo siempre lo mismo.
A continuación el artículo completo de mi colaboración en Catalunya Económica:

Las start-ups y tú
4/12/2013

Ahora sabemos que aquello que era tan “seguro” ya no lo es. Somos conocedores de que la salvaguarda absoluta de los depósitos, la garantía de las participaciones preferentes o las inversiones con red, no existen o dejaron de tener la eficiencia de otros tiempos. No fue seguro invertir en inmuebles que nunca bajarían, no lo fue invertir en el sistema financiero español ni siendo “el más robusto del mundo”, y no lo fue opositar para funcionario visto lo visto. Nada es seguro y nada es arriesgado por derivación, todo tiene su dimensión exacta tras la experiencia y la apuesta que queramos afrontar.

Te pasas la vida ahorrando porque te contaron que eso era lo que tocaba hacer y puede que te quiten parte de lo acumulado por orden divina (o mejor dicho del FMI). Te compras viviendas como patrón inversor y descubres que al final te sale más caro tenerlas que no y durante años sigues creyendo que Disney era un paraíso y resulta que también debe de haber desahucios y sinvergüenzas.

Yo defiendo invertir en empresas. Lo aconsejo y lo practico. Invertir en empresa como motor de cambio, como elemento estructural para la metamorfosis de un modelo de crecimiento que se paró hace unos años y que da síntomas de querer arrancar. Ahora toca inversión corporativa, invertir en empresa. Si queremos una sociedad vinculada al valor añadido, una economía innovadora y del conocimiento, también le toca a la sociedad empujar. No lo hará nadie por nosotros. Apostar por empresas de base tecnológica, para que desde abajo puedan crecer rápidamente y ofrecer empleo a miles de personas con capacidades digitales, puede ser la puerta de salida a tanto sofá social.

Gracias al apoyo privado logré convertir empresas de amigos-socios en máquinas de contratación con plantillas de centenares de innovadores repartidos por sedes en varios países del mundo. Las start-ups permiten modular el crecimiento de manera exponencial y aprender de sus propios errores para materializarse en algo mejor de manera inmediata.

Algunas de ellas llegaron a modificar nuestras vidas para siempre. En el Logan Airport de Boston un anuncio luminoso al fondo de la terminal desde la que suelen salir los vuelos con destino a Los Ángeles dice: “Aumenta tus expectativas con nosotros”, y aparece un teléfono inteligente desde el que se ve el rostro de un adulto y una serie de datos sobreimpresionados encima de su imagen. El fotograma intenta mostrar el futuro y lo enlaza con una empresa que desarrolla aplicaciones para smartphones. Parecía impensable tan solo hace unos años que alguna de las start-ups que ahora diseminan sus programas por millones de dispositivos fueran capaces de estructurar la vida cotidiana de tanta gente.

Una docena de estos engendros me simplifican la vida, la hacen más eficiente y me permiten relacionarme en lo personal y en lo profesional como hace apenas un lustro no hubiera imaginado. Mi agenda es un algoritmo inteligente que se estructura automáticamente y mis enlaces sociales se ordenan gracias a un modelo compartido que depende de este tipo de herramientas. Tiene que ver con una start-up y ya nada ni nadie es capaz de dejar de ver en ese tipo de compañías, desordenadas, apasionadas y revolucionarias, el motor de cambio del que todos hablamos. No son parte de la crisis, ni su detonante, son el aspecto más transformador e ilusionante de la misma. Atentos a las start-ups porque de ellas es el futuro.

Si estás pensando en invertir en una, o en montarla, debes tener en cuenta algunos aspectos sobre su biología molecular. Las start-ups son empresas cuyas ideas iniciales cambian y donde el modelo de negocio muta basándose en su enorme flexibilidad. Viven por y para la tecnología, y debido a que ese es un escenario rápido y cambiante, las start-ups lo son también incluso al poco tiempo de haber nacido. Nada es fijo y nada es definitivo.

Las start-ups acaban con lo innecesario. Así debe ser. La focalización y un eficiente mecanismo para sacrificar aquello que no sirve al plan estimulante del conjunto serán imprescindibles si quieren sobrevivir. Deberán priorizar identificando el verdadero negocio. El trabajo en paralelo no es una buena idea para este tipo de negocios. Una start-up debe tener claro su público y modular su negocio según eso. Todo lo que no permita un trayecto recto entre esas dos variables debe ser eliminado.

Los equipos de las start-ups son el elemento principal. Tener personas motivadas no es fácil. Son modelos de negocio variables, con procesos muy sacrificados y con apuestas personales donde los trabajadores acaban siendo “intraemprendedores”, pues apuestan su carrera por el sueño de un colectivo. Se hace imprescindible evitar que en esos equipos pueda haber unidades que lo distorsionen o que, por comparación, muestren que unos sacrifican mucho y otros nada. La uniformidad del equipo en ese punto es fundamental.

También es esencial en una start-up que cada trabajador, cada empleado, pueda sentirse como un director general. Que sea responsable de su trabajo, que se sienta parte fundamental de todo cuanto le afecta en la empresa y a la cadena de conexiones que una empresa de base tecnológica y de alto valor de crecimiento puede tener con su entorno profesional.

Tengo claro que es el momento de apostar por la tecnología y por las empresas que la fabrican. Lo digital y el cambio van de la mano. Una economía del conocimiento parte del número de start-ups que nacen en su ecosistema. Israel, Irlanda, Estados Unidos, Suecia y tantos otros que están apostando de verdad por este tipo de modelo empresarial no esperan que el apoyo venga de la Administración (que también), sino que son su sociedad civil, su entorno privado y la cohesión entre inversores y emprendedores los que permiten que todos, de una vez, se la jueguen en común. El que quiere estimular cambios debe implicarse y no solo pedir que otros lo hagan.

Si quieres apoyar una start-up o estás pensando en montar una, te puedo dar algunos datos que te interesarán. Las mejores industrias para empezar un negocio son las de e-commerce, con una proyección de aumento de los ingresos de 2012 a 2017 que rondarán el 52% en Europa. Otro campo será la publicación en Internet, cuya proyección de aumento de los ingresos de 2012 a 2017 superará el 110% a nivel mundial. Los juegos para dispositivos móviles crecerán en esos cinco años un 173%.

El mundo seguirá creciendo, no se parará, pero la época que nos ha tocado vivir ya ha elegido con qué motores piensa hacerlo. ¿Y tú?

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