Economía, Innovación Marc Vidal Economía, Innovación Marc Vidal

El 10% de los trabajadores en Dublín son desarrolladores de software. ¿Las claves?

Hace un par de días Stack Overflow presentó un estudio que detallaba el número de empleos relacionados con el desarrollo de software en el Reino Unido e Irlanda. Lo más significativo es el porcentaje que alcanzan algunas ciudades, especialmente Dublín, dónde prácticamente un 10% del empleo disponible es para desarrolladores. Algo que puede intuirse si atendemos a algo que ya publiqué hace tiempo y que hacía referencia al hecho de que 2 de cada 3 nuevos empleos que se crean en la capital irlandesa tienen que ver con la tecnología.

Hace un par de días Stack Overflow presentó un estudio que detallaba el número de empleos relacionados con el desarrollo de software en el Reino Unido e Irlanda. Lo más significativo es el porcentaje que alcanzan algunas ciudades, especialmente Dublín, dónde prácticamente un 10% del empleo disponible es para desarrolladores. Algo que puede intuirse si atendemos a algo que ya publiqué hace tiempo y que hacía referencia al hecho de que 2 de cada 3 nuevos empleos que se crean en la capital irlandesa tienen que ver con la tecnología.

Por ponerlo en el contexto al que se refiere el estudio vemos que a Dublín le siguen Londres (7,7%), Edimburgo (7,1%) y Belfast (6,8%). Y aunque en Londres la cantidad bruta de desarrolladores alcanza los 360.000 trabajadores, su fuerza laboral es de más de 4.700.000 empleos disponibles. Algo que porcentualmente mejoran los 60.000 desarrolladores de software en una ciudad con una oferta laboral de apenas 670.000 como es el caso de Dublín.

Lo importante es lo que supone esta incorporación al tejido laboral de una tipología de trabajador de alta cualificación y que, independientemente de muchos factores de automatización futura, imprescindibles en muchos aspectos de la economía del futuro. Que un 10% del empleo sea este garantiza muchas cosas. Cada país apuesta por lo que apuesta. Lo importante es disponer de hoja de ruta, de estrategia política y socioeconómica. En Irlanda existe desde hace dos décadas. No se trata de amontonar planes en programas electorales o enumerar listados sobre ‘como haremos los próximos años’. El éxito de una transformación residen en tres pilares que en algunos países está siendo improvisada y en otros no.

Esto se logra facilitando la creación de empleo de alto valor, creando ecosistemas reales para esos creadores de empleo, importando talento e inversión y no penalizando con leyes 'vintage' esa importación y, por supuesto, con una tributación específica para empresas de este tipo que no castigue su crecimiento. Además, desde el proyecto Horizon 2020 con el que colaboro, se dice que dos tercios de los empleos tecnológicos creados en lo que llevamos de año, están, además, vinculados a consultoras o agencias especializadas en Transformación Digital en el país celta. A mi mismo me pasa. Desde Irlanda recibo peticiones para trabajar en procesos de transformación digital de múltiples empresas ubicadas en España y otros países europeos. Es decir, con el tiempo, una de las capitales con mayor tracción en materia de consultoría de innovación y de desarrollo de tecnología asociada, será esta ciudad. El futuro debería de ir por ahí. 

Mientras tanto ¿qué estamos haciendo el resto? ¿Seguimos estimulando empleos que sabemos van a desaparecer en menos de una década? ¿De quien es responsabilidad? Esperar que vamos a conquistar el futuro, que vamos a proporcionar las oportunidades que nuestros hijos y nietos necesitarán en un futuro, con el modelo de crecimiento estimulado hasta la fecha, es un dramático error. El sector turístico siempre, el inmobiliario pronto, son los tractores históricos. Unos tractores que se sujetan en datos aparentemente buenos. Más empleo, más consumo, más sensación de crecimiento. Y es cierto. Pero ese empleo no garantiza nada.

Sin embargo hay luz a lo lejos. La hay en varios lugares de España pero el que mejor conozco es la que ilumina Barcelona. Una ciudad volcada en generar oportunidades para el sector tecnológico y del conocimiento. Muchas veces de un modo muy voluntarista y poco estratégico, pero ahí está. Conviviendo con un turismo brutal, exagerado muchas veces, pero necesario. Necesario ordenarlo por cierto. Vivo a caballo entre Dublín y Barcelona y me gusta comparar ambas ciudades en diversos aspectos. No es una crítica, es inspiración práctica.

Es cierto que en la región metropolitana de Barcelona hay un tejido empresarial innovador e intensivo en conocimiento que está emergiendo con fuerza. Ciencias de la vida y la salud superan con creces a otros mucho más publicitados como el ‘mobile’ o el ‘gaming’.  Por eso son necesarios estímulos a ese cambio de modelo de crecimiento imprescindible si queremos mantenernos (o probablemente subirnos) en los trenes que llevan directamente al futuro. Reducir el planteamiento de que lo mas importante es crear empleo de cualquier tipo, en lugar de focalizar en crearlo solo en el ámbito del valor añadido es la única puerta que podemos abrir para superar una transición inminente de automatización de todo lo que sea automatizable.

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Los mejores países para hacer negocios. Suecia 1°, Irlanda 4° y España 29°.

La Revista Forbes ha publicado la lista de los mejores países para hacer negocios. Una lista que encabeza Suecia, Nueva Zelanda, Hong Kong e Irlanda y en la que España ocupa el puesto 29. Una lista en la que se tienen en cuenta únicamente eso, la facilidad para hacer negocios. No obstante, al revisar esos países vemos que el nivel de desarrollo comparado con los últimos años, y su evolución, determina la relación entre esa posición y el equilibrio social y económico que tienen.

La Revista Forbes ha publicado la lista de los mejores países para hacer negocios. Una lista que encabeza Suecia, Nueva Zelanda, Hong Kong e Irlanda y en la que España ocupa el puesto 29. Una lista en la que se tienen en cuenta únicamente eso, la facilidad para hacer negocios. No obstante, al revisar esos países vemos que el nivel de desarrollo comparado con los últimos años, y su evolución, determina la relación entre esa posición y el equilibrio social y económico que tienen.

Me gustaría tomar como ejemplo de análisis a dos países que están bien situados y destacar la diferente política impositiva que tienen para empresas especialmente. Hablo de Suecia (crecimiento del PIB del 4,2%) y de Irlanda (con un increíble crecimiento del PIB del 26,3%). Ambas están bien posicionadas pero, mientras que la presión fiscal en Suecia es alta, la de Irlanda no lo es tanto. A la clasificación final la afectación de este punto no depende tanto de una tributación baja sino de un buen equilibrio entre lo que se paga y lo que se recibe y, sobretodo, de la relación entre éstos y el entorno para hacer negocios que se derivan. Irlanda ha mantenido los impuestos a empresas muy bajos y Suecia los ha reducido notablemente en la última década.

En el cuarto puesto, como decía, está Irlanda. Allá por 2008 estalló la burbuja inmobiliaria en el país celta. Un par de años después los gobiernos europeos y el Fondo Monetario Internacional enviaron a Irlanda un paquete de rescate de de más de 85.000 millones de euros para apoyar las necesidades presupuestarias del país y sujetar al sistema bancario. Tres años después, en diciembre de 2013, salió oficialmente del rescate europeo.

A pesar de sus problemas económicos, Irlanda mantuvo un ambiente muy favorable para los negocios durante todo ese tiempo. Demostró un buen nivel en todos los ámbitos que miden la facilidad de los negocios y, de hecho, es la única nación que se encuentra bien situada en los 11 indicadores que examinan a todos los países. A la vez, logró mantenerse en el nivel más bajo de carga tributaria equilibrándolo con el más alto en protección del inversionista y de libertades personales.

Uno de los factores que más influyen en este modelo de medición es el volumen de inversión recibido del exterior. En concreto la Cámara Americana de Comercio publicó un informe que mostraba que las empresas estadounidenses invirtieron en Irlanda más de 129.000 millones de euros en los años de mayor crisis, lo mismo que en los 60 años anteriores sumados. Irlanda, también, fue el cuarto mayor receptor de inversión extranjera directa de EU.

Ahora bien, los salarios cayeron un 17% en ese mismo período. El desempleo se recuperó a un nivel desconocido gracias a un motor inesperado. En la actualidad hay más de 1,000 empresas en el extranjero con presencia en Irlanda que emplean a casi 200.000 personas en un mercado laboral de menos de 2 millones.

En el otro lado del modelo impositivo está Suecia. La mejor clasificada. El gobierno de Suecia redujo las prestaciones por desempleo y discapacidad para fomentar el empleo en un momento determinado. Los impuestos siguen siendo muy altos pero los impuestos pagados como porcentaje del beneficio han caído ocho puntos porcentuales durante la última década y la clasificación de la carga impositiva del país en facilidad para hacer negocios del Banco Mundial ha mejorado 11 puntos durante el hora.

Pero si algo caracteriza a Suecia es que es la sede de algunas de las marcas más importantes del mundo. Hablamos de Volvo, Electrolux, Ericsson, IKEA y H&M. Sin embargo, lo que caracteriza el nuevo modelo de crecimiento sueco es que se ha convertido en un refugio para las empresas de tecnología más relevantes del planeta. Algo que también disfruta Irlanda por cierto. De ahí han salido empresas como Skype, Spotify, SoundCloud, King Digital (Candy Crush) o Mojang (Minecraft).

Estar bien clasificado en esta lista no te da la felicidad. De hecho no mide eso. Tampoco el estado real de la economía pero si las posibilidades de desarrollarla y de enlazarla con las necesidades futuras del país. Especialmente es interesante descubrir como algunos territorios muy avanzados en modelos económicos sostenibles y de economía circular están entre los mejor posicionados. Lo que realmente examina son las expectativas de cada país para afrontar el futuro y, de nuevo, España no sale muy bien parada. Fiscalidad compleja, reformas cosméticas y mucha burocracia no lo facilitan. Pero si hay algo que cada vez tiene más importancia y que nos aleja aun más de ser un buen lugar para hacer negocios, es la inexistencia de una hoja de ruta en Nueva Economía que cada vez es más determinante para afrontar el futuro de nuestros hijos con garantías.  

Los factores que miden esta clasificación son los derechos de propiedad, innovación, facilidad de acceso a las TIC, impuestos, tecnología, corrupción, libertad (personal, comercial y monetaria), burocracia, protección a inversionistas y rendimiento del mercado de valores. Los datos provienen de los informes publicados por las siguientes organizaciones: Freedom House, The Heritage Foundation, la Alianza de Derechos de Propiedad, Transparencia Internacional, el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial. 

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Tecnoconsciencia y la adaptación al cambio de modelo económico y social.

Ayer participé en un debate organizado por la Direcció General de Telecomunicacions i Societat de la Informació de la Generalitat de Catalunya donde se analizaba, en mi mesa, el concepto de la ‘tecnoconsciencia’ social. Es algo de lo que discutimos aquí y del que mucho se está empezando a decir. Llevamos algún tiempo viviendo una aceleración tecnológica como nunca antes había vivido la especie humana y eso, con el incremento de la velocidad que va a adquirir, aun va a ser más radical, de un modo exponencial. 

Ayer participé en un debate organizado por la Direcció General de Telecomunicacions i Societat de la Informació de la Generalitat de Catalunya donde se analizaba, en mi mesa, el concepto de la ‘tecnoconsciencia’ social. Es algo de lo que discutimos aquí y del que mucho se está empezando a decir. Llevamos algún tiempo viviendo una aceleración tecnológica como nunca antes había vivido la especie humana y eso, con el incremento de la velocidad que va a adquirir, aun va a ser más radical, de un modo exponencial.

Desde la consultora en transformación digital para empresas e instituciones tratamos cada día el complejo tránsito en el que estas organizaciones derivan de una simple presencia digital a un espacio de conversión en ventas para las primeras o de implementación de modelos que utilicen toda la potencia de la digitalización en las segundas. No es fácil, pero hay método. Todo gira en torno a la manera de entender el momento, las claves que se persiguen y los objetivos convertidos en finalidad práctica. No todo es hablar de conceptos, que también, pero hay que darles forma real, aspecto de beneficio en todos los sentidos.

La Ley de Moore dice que la potencia de los chips de los ordenadores se dobla cada año, pero ahora entendemos que esta ley no sólo se restringe a los chips, es algo que pasó con los diodos, las válvulas, y todo lo que se desarrolló antes, y no sólo se restringe al campo de los ordenadores, está ocurriendo en la biología sintética o la biotecnología. Cada vez que convertimos la tecnología en una ciencia de la información se convierte en exponencial. Hay quien duda que esa capacidad de crecimiento sea infinita puesto que físicamente hay un límite. En ese momento, para seguir creciendo exponencialmente requeriremos de otra tecnología, pero mientras ese momento llega, ¿qué debemos hacer? ¿cómo vamos a vivir ese tránsito acelerado empresas, individuos e instituciones?

Hoy en día cualquiera de nosotros en su bolsillo lleva más capacidad tecnológica de la que llevaba cualquiera de las sondas espaciales que nos llevaron a la luna. Hace apenas una década muchos de los términos que ahora utilizamos, modos de transmitir el conocimiento y métodos de trabajo eran absolutamente desconocidos. Ahora mismo confluyen muchos cambios, de hecho casi es imposible listarlos todos por la emergencia en la que se van sucediendo. Por poner un ejemplo que no solemos hablar aquí. En breve las posibilidades que aportará la codificación de nuestro ADN y los avances biotecnológicos nos llevarán una nueva medicina de tipo preventivo y que dejará en un segundo plano la que ahora tenemos de tipo curativo.

Otro que hay que tratar. El asunto energético será clave también. A pesar del anunciado punto de no retorno de las energías fósiles, cada vez, el coste energético con fuentes alternativas son menores. La electricidad que se genera a partir de paneles solares provocará que todos los individuos puedan fabricarse su propia energía dicen. De hecho cada año y unos meses, se duplica la producción de energía de este tipo. Según algunos expertos en apenas quince años, la capacidad instalada podrá generar el completo de la electricidad que se consume en el mundo.

Mientras la medicina y las fuentes energéticas van evolucionando, nosotros, los individuos nos iremos hiperconectando. La consciencia de todo ello se hace cada vez más compleja pero al mismo tiempo más absoluta. La geografía como ahora la conocemos se va a ir desdibujando. Ya sucede. Tres mil millones de humanos están conectados los unos a los otros y en cinco años seremos el doble.

El comercio electrónico, la organización digital, la operativa de los datos y la interconexión con objetos lo transforma todo. Vivimos en una plataforma aterritorial, donde las cosas y los pensamientos se transmiten de un modo integral y donde el conocimiento no requiere ser adquirido con respecto a donde vives. Un estudiante de Lagos es capaz de acceder a los mismos datos sofisticados que uno de California. El MIT ha puesto online todas sus enseñanzas para que puedan verlas todo el mundo. La educación va a convertirse en un servicio libre y gratuito para todo el mundo. ¿Por qué no permitir a nuestra empresa o nuestra institución pueda adquirir ese espacio también?

Aquí aparece siempre el concepto del ‘posthumanismo’, el de la singularidad, el de que las máquinas nos quitarán el empleo. El hecho de que todo esté conectado y que esa conexión en muchas ocasiones represente un espacio en el lenguaje de los robots y de la inteligencia artificial asusta. Y es para asustarse. Siempre ha sido así. Cuando no entendemos como será el futuro nos acojonamos pues sólo vemos lo que no será y difícilmente podemos divisar lo que sí podría ser. De todo hay y ya explicamos las voces criticas que hay y que cada vez son más intensas.

Hay países dónde ese futuro se afronta de un modo optimista y otros que lo abordan desde el miedo. Estos últimos lo van a pasar muy mal. El mercado de trabajo no va a ampliarse, si tienes un 25% de paro no vas a reducirlo ya, nunca, al 4%. El pleno empleo es una quimera para los que no están enfrentándose al futuro como toca. En menos de un decenio el mercado laboral se fragmentará eliminando intermediarios dejando en dos espacios contrarios todo el sistema.

Hablamos de los empleos cualificados bien pagados por un lado y los de escasa cualificación y mal pagados por otro. El riesgo es la fractura social más que evidente. Lo mismo pasa con empresas y sistemas políticos. Donde podamos incluir un software o un robot capaz de hacer algo que un humano sea más lento o ineficiente, el cambio sucederá. Sin embargo, cada vez que un intermediario desaparezca, cada vez que un automatismo se encargue de un puesto de trabajo ‘humano’ la cadena de sucesos se irá agilizando. Millones de nuevos empleos aparecerán, menos que los que se destruirán por una lógica física. Nuevos modelos impondrán un reto para los gobiernos y por supuesto para las personas. La revolución tecnológica precisará de que cada uno de nosotros tengamos nuestra propia revolución íntima.

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El poder económico pivotará y lo hará rápido. En cinco años los países más poblados del planeta que ahora están considerados ‘emergentes’ pasarán a ser las mayores economías del planeta. Así lo estima la ONU. Casi la mitad del planeta se incorporarán en nada a la competición global. Serán productores, competidores, pero también compradores, consumidores. Es clave ver esa doble vía.

El problema que tenemos en algunos lugares es que todo este tremendo cambio de época que estamos viviendo precisa no solo de acción directa de los que definen las políticas. Es imprescindible que lo hagamos todos como sociedad. Que si vemos que la educación no está adecuada a lo que viene, pues debemos exigir esos cambios. Si la economía se embarca de nuevo en una locura inmobiliaria, de nosotros depende no alimentarla. Si el progreso y la tecnología se enreda con leyes que lo ralentizan todo, debemos exigir que los avances en todos los campos lleguen a directamente.

Hace un siglo la humanidad era campesina. El mundo entraba en colisión con una nueva amenaza llamada tecnología. La ciudad era su escenario. Sin embargo el tiempo pasó y fuimos capaces de entenderlo no sin problemas. Ahora menos del 3% de la población occidental trabaja o vive del campo. Aparecieron nuevos empleos y ahora pasará lo mismo. Al igual que entonces, aquellos empleos que iban naciendo y que nadie podía ni imaginarse décadas antes, ahora viviremos, más rápido el mismo punto disruptivo. Somos innovadores, nos adaptamos y aprendemos de nuestros propios retos. La única cosa que debe preocuparnos es si nuestro modelo actual, de negocio, de relaciones o intermediación, es válido como está o precisa de que alguien nos ayude a tramar una estrategia para no sufrir a muy corto plazo.

La tecnología reduce el costo de todo. Si algún día todo ello fuera ‘gratis’ el concepto trabajo estaría en riesgo. Lo mecánico, pesado, repetitivo pasaría a ser una obligación técnica y los humanos podremos dedicarnos a cosas más edificantes y creativas. Veremos cuando y como, pero de momento no estaría mal irse preparando. Las cosas suceden y luego las entendemos decía Borges. Pues eso, cuanto antes nos pongamos, antes las entenderemos y así podremos disfrutar de todos sus beneficios.

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