No te quedes en el andén

Ya hace un tiempo, el ‘The Economist’ aseguraba que España puede estar cerca de un estallido de revueltas sociales como las que viven en Ucrania o Venezuela. La prestigiosa publicación económica analizó ciento cincuenta países y sus razones para convertirse o no en candidatos a esas batallas civiles. Al parecer, y según estos sociólogos, mientras que el motivo principal en según que lugares es la reacción a regímenes dictatoriales o agresivos, en otros, como España, Grecia o Brasil serán motivos de tipo económico y de desintegración de la clase media.
Siempre según ese estudio, para los españoles el riesgo de explosión en las calles vendría del desempleo que no se recupera, de las desigualdades crecientes y del desprestigio político e institucional. Nada nuevo. The Economist incide en algo que no logran explicarse y que parece un misterio: España está sometida a injusticias, desequilibrios y dramas de altísima intensidad pero todo ello no ha estallado todavía en una cadena de protestas y revueltas de consideración. Piensan que seguramente la economía sumergida está evitando esa erupción o que es sencillamente la pasividad de la población que se ha resignado a vivir con el subsidio familiar que supone vivir entre los juguetes viejos en la habitación de estudiante pero esta vez compartiendo espacio con tu esposa e hijos.

No tengo claro que es. Seguramente una mezcla de todo. Un adoctrinamiento periodístico que funciona en muchos lugares y que en España parece salir de los libros de ‘propaganda’ de regímenes extintos. Tertulias de vergüenza ajena, noticiarios que ocultan descaradamente la verdad, programas que lobotomizan a la gente con las miserias de personajes sin ningún valor y críticas feroces a cualquier intento de remover conciencias.

La cobardía es un instinto y por eso el gobierno de España ha decidido evitar cualquier posible chispa que prenda en ese sentido. Evitar las revueltas con azotes no sirve, sólo encabrona, pero si lo que tocas es la cartera la cosa cambia. Miles de euros de multa por utilizar el diccionario en lugar de un bate de béisbol. Treinta mil en concreto por insultar a un policía. Así pretenden aplatanar las protestas.

Que las cosas van a mejor parece evidente. Que lo vaya para todos no. El problema es que seguimos en manos de quienes no supieron de que dirección venía el viento. Seguimos en manos de gente muy poco preparada y cuyas credenciales para marcar la salida de este barrizal son las veces que se han genuflexionado en el despacho de sus dirigentes para estar en listas electorales cerradas. No son ellos los que lo evitarán, será la inercia o será otro viento, pero no serán ellos.

El cambio de época será, está siendo y nada podrá detenerlo por mucho que algunos pretendan retrasarlo, por lo menos, hasta su jubilación. Es por eso que en lugar de estimular los procesos que deberían ponernos en manos del futuro lo que procuran es salvar los mecanismos oxidados de la economía que languidece.

No tengo ni idea de si algo provocará un estallido social. Probablemente ya no, pero a medida que los tiempos van pasando y no se actua de manera estratégica, la táctica nos aleja de la gran oportunidad que como colectivo estamos perdiendo. El mundo no se ha detenido como pueda parecer. Viajo mucho y lo veo todos los días. Hay protestas sociales que dicen basta, hay políticos corriendo como ratas escapando, hay cambios económicos y apuestas por la innovación, hay crédito o hay estímulos. ¿Qué hay en España?

Recuerdo cuando se publicaba aquello de que por encima del 8% de morosidad el sistema financiero español quebraría. Tenían razón, quebró. Quebró pero no nos hemos enterado pues lo hemos pagado todos. Se ha hecho requetebién. Ahora la tasa de ronda el 14%, más o menos unos 197.000 millones de euros que no se van a cobrar nunca. Aun puede ser peor. Hay otros 50.000 millones que está digiriendo el Sareb y que harían ascender en 3 puntos porcentuales más la merienda en cuestión.

Este modelo financiero está sujeto a esta bola de estiércol que ellos mismos crearon. Ahora lo único que sabemos es que el crédito a familias y empresas se convertirá en una quimera. Es una obviedad que con el panorama de impagos los bancos no se permitirán tomar riesgos ‘innecesarios’. Por lo tanto cada vez es más seguro que de este tránsito sólo saldremos con un plan en el que no aparezcan estos tipos. Por lo menos, no los actuales.

Es difícil explicarle a alguien que se mira un smartphone como si fuera un abridor de botellas, que el futuro se acerca a toda leche. Es casi imposible que te entiendan que aun nos queda una oportunidad de algo que ellos ni se plantean. Es duro descubrir como no entienden que la ventaja que aun tenemos deriva de una casualidad que nos concedió la madre naturaleza poniéndonos como vecinos de Francia en lugar de Uganda. Nada será gratis a partir de ahora y el esfuerzo es imprescindible pero también la conciencia de que hay que estructurar la competencia y el futuro.

No se si va a explosionar, pero a veces uno piensa que algo debería pasar. El silencio es atronador. El tiempo pasa, los trenes del futuro cada vez se ven más lejos desde el anden. Resulta que ya no vienen, es que ya se alejan. Tengo la impresión que ‘ellos’ no harán nada. Hagámoslo nosotros. No queda otra.

Anterior
Anterior

Enamorarse de un sistema operativo

Siguiente
Siguiente

La mitad del empleo sobrará