¿I + QUÉ?

Productividad puede definirse como la relación entre la cantidad de bienes y servicios producidos y la cantidad de recursos utilizados. En la fabricación, la productividad sirve para evaluar el rendimiento de los talleres, las máquinas, los equipos de trabajo y los empleados. Productividad en términos de empleados es sinónimo de rendimiento. Decimos que algo o alguien es productivo cuando, con una cantidad de recursos en un periodo de tiempo dado, se obtiene el máximo de productos. En el caso español seguimos sin remontar en este indicador fundamental.El aumento de productividad del 0,7 % en 2006 se aleja del 1,5% de la
Unión Europea. Esto es un signo claro de debilidad de cara al futuro.

Compatibilizar una fuerte creación de empleo y un crecimiento elevado de la productividad constituye de hecho nuestra asignatura pendiente. El asunto no es que la productividad aumente o disminuya, lo fundamental es saber el porque está pasando todo ello. En otras palabras, si la tasa de paro es muy alta, se debe priorizar la creación de empleo aunque se resienta la productividad como ocurrió en los setenta, pero cuando el paro está controlado, el acento debe ponerse simultáneamente en ambas claves: PIB y empleo.

Aunque ha mejorado en los últimos años, ¿por qué la productividad de la economía española sigue siendo tan miserable? ¿Por qué seguimos estando en la cola de la UE? El ridículo aumento de la productividad está relacionado con la entrada masiva de inmigrantes y el fuerte aumento de empleo en mano de obra en entramados inmobiliarios de todo tipo. Construcción y tenderetes para vender pisos han ocupado miles, millones de personas que requieren mucho consumo para su escasa productividad, a la que ni desde sectores públicos ni privados se ha incentivado en la formación y su mejora. La cosa pinta mal. La productividad española en 2007 sólo sufrió en positivo en el sector manufacturero, mientras que se estancó en comercio y cayó en los motores económicos.

La falla donde entran en colisión las placas tectónicas de nuestra economía está resistiendo como puede las presiones. Una demanda interior boyante, un crecimiento del empleo basado en la inmigración y la incorporación de la mujer han permitido  que nos situáramos en una ilusoria situación de privilegio en materia de ocupación. Ahora empezamos a despertar. Para mantener ese proceso de convergencia de rentas con los países ricos exigirá un crecimiento más rápido de la productividad. Para ello es imprescindible mejorar el sistema educativo, relacionar la universidad y la empresa y apostar por la innovación y en serio. Será fundamental eliminar distorsiones del mercado y fomentar el uso de tecnologías sociales, de conducción colectiva y del talento global. Supondrá pensar un poco más allá del simple uso de las nuevas tecnologías, será necesario reinventar su utilización a partir del conocimiento colectivo y de su potencia creativa para mejorar la productividad.

Me preocupa  que esas recetas siguen pendientes, pero me quita el sueño el hecho de que hemos llegado a una situación de crisis sin haberlas aplicado. Además, lo peor es que resultará imposible aplicarlas a corto plazo. La crisis exige medidas de choque que el I+D y las presiones sobre la educación no pueden proporcionar. El camino de esta opción es largo, vamos tarde. Cabe recordar que, aunque España ha aumentado considerablemente su inversión en investigación y desarrollo, hasta llegar al 1% del PIB, seguimos a años Luz del 2,5% de media europea o el 3,2% americano.

Hay quienes anuncian que una crisis como esta puede beneficiar a la economía. Ruego se arrodillen ante Dios y pidan perdón por sus malas palabras porque sino irán al infierno. Son los mismos que conceden a una situación recesiva el valor de limpiar el empleo de baja calidad y de ese modo aumentar la productividad. Eso es así pero no es deseable. Cuando millones de inmigrantes sin trabajo recorran las puertas de los restaurantes de esos apóstoles de la productividad pidiendo una ayuda, entonces hablamos de productividad y de meriendas varias. La sensibilidad y el corazón pueden ser elementos importantes en el análisis económico, no todo vale.

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