Marc Vidal Marc Vidal

Inflación a la vista

Seguimos con la serie de artículos sobre lo que denominamos “aviso a navegantes”. Una de las conclusiones principales del post “Flexibilización cuantitativa” era que la creación ingente de liquidez por parte de los bancos centrales europeo y norteamericano nos abocaba irremediablemente a un aumento de la inflación. El objetivo de James Levy en el post de hoy es analizar en más detalle la inflación y sus efectos insidiosos sobre la capacidad adquisitiva de los ahorros. También señala algunas medidas sencillas y eficaces que los ahorradores pueden adoptar para proteger sus ahorros de los efectos corrosivos de la inflación.

La inflación se define como “el incremento generalizado de los precios de bienes y servicios con relación a una moneda durante un periodo de tiempo”. Las causas de la inflación se entienden mejor si se piensa cuál es la razón de la misma existencia del dinero. Por tratarse de un reservorio de valor imperecedero, el dinero resuelve uno de los problemas más acuciantes de las economías basadas en el trueque. Así, un agricultor puede acudir al mercado para intercambiar por dinero su abundante cosecha de limones. El dinero obtenido puede almacenarse indefinidamente hasta que surge la necesidad de adquirir otros bienes o servicios. Mientras que el coste de determinados bienes o servicios puede subir o bajar en el tiempo como respuesta a la oferta y la demanda, el nivel general de los precios permanecerá esencialmente invariable si la oferta de dinero es constante. Ello ocurre en sistemas monetarios basados en valores tangibles difíciles de manipular, por ejemplo, cuando el dinero en circulación se encuentra respaldado por una cantidad fija de oro o plata que el banco central mantiene como reserva.

Por desgracia, ahora vivimos en una era de dinero fiduciario. Los euros o dólares que usamos para las actividades mercantiles y para guardar nuestros ahorros, aunque resultan más cómodos que un sótano lleno de limones, no poseen ningún valor intrínseco. Los bancos centrales tienen cierta cantidad de metales preciosos, muy inferior al valor de las divisas en circulación. Nuestro dinero es moneda de curso legal únicamente porque los gobiernos así lo establecen, y nosotros aceptamos que ese dinero posee valor como un artículo de fe. Precisamente este es el origen de la palabra fiduciario (de fides, fe en latín). Resulta increíble, pero todos los euros y dólares en circulación hoy tienen exclusivamente el respaldo del mandato gubernativo y nuestra fe en su condición de reservorio de valor e instrumento cómodo para los intercambios comerciales.

El propio dinero obedece las leyes de la oferta y la demanda. Si los bancos centrales crean más dinero del justificado por el tamaño de la economía, los suministradores exigirán mayor cantidad de dinero por los mismos bienes y servicios. En tiempos de crisis, los gobiernos a menudo sucumben a la tentación de crear dinero de la nada para hacer frente a los pagos, especialmente cuando no es ya posible recurrir a aumentos de impuestos. Esta creación de dinero es capaz de generar inflación muy alta en cortos periodos de tiempo. Por su propia naturaleza, la inflación tiende a acelerarse cuando se recurre a la creación excesiva de dinero. Uno de los titulares del New York Times en 1922 era “La escasez de dinero en el mercado alemán provoca rápida deflación de la divisa”. En menos de un año, la creación de dinero en Alemania con el fin de estimular la economía de postguerra y hacer frente a las deudas contraídas en la Primera Guerra Mundial tenía por resultado una tasa de inflación del 50% mensual.

Para mí y mi equipo de asesores con los que trabajo creemos que podemos encontrarnos próximos a una aceleración de la inflación. Los bancos centrales parecen decididos a seguir con sus políticas de flexibilización cuantitativa en su intento desesperado por reanimar la economía, especialmente si se agudiza el malestar social con disturbios y huelgas en respuesta a las medidas de austeridad. Además, la creación masiva de dinero puede ser el único medio de que dispongan los gobiernos para hacer frente a los enormes agujeros en los balances de muchos bancos europeos.

Una característica especialmente dolorosa de la inflación es que ayuda a los deudores porque reduce el valor de sus deudas, mientras castiga a los ahorradores al erosionar el poder adquisitivo de sus ahorros. Sus efectos son particularmente devastadores para los depósitos a plazo fijo o fondos de renta fija, ya que estos instrumentos no ofrecen ninguna protección frente a la inflación. ¿Cómo pueden protegerse los ahorradores? Una opción son los bonos soberanos vinculados a la tasa de inflación, instrumentos de renta fija emitidos por los gobiernos, que pagan un cupón vinculado al IPC. Existen muchos fondos de renta fija con este tipo de bonos. Otra opción es mantener parte de los ahorros en fondos de inversión o ETFs de bajo coste, invertidos en activos reales que experimentarán mayor demanda a medida que aumente la inflación, como el oro, la energía y la alimentación.

Aquellos ahorradores que están perdiendo la fe en la capacidad del dinero fiduciario para ser un buen reservorio de valor en los próximos años tienen una amplia selección de instrumentos de bajo coste eficaces contra la inflación. Desafortunadamente, como los bancos necesitan perentoriamente mantener los depósitos a plazo fijo en sus balances para financiar sus préstamos fallidos, es muy poco probable que llamen a sus clientes para ofrecérselos.

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