Marc Vidal Marc Vidal

DEFLACION vs HIPERINFLACION

Robert Prechter es uno de los pocos analistas que ha sobrevivido al crash de 2008 en Wall Street. Considera que la situación de la bolsa actual se trata de un rally de mercado bajista, por lo que, en algún momento, se retomarán las caídas. Según Prechter esa fase coincidirá con una devastadora deflación que destruirá la economía en términos globales. Seguramente exagera y lo que intenta es dar un toque de atención a tanto brote verde internacional y a tanto tango. Por ejemplo, lo que este analista dice es que todo el momento de ascenso de los mercados se enmarca en un superciclo bajista que comenzó en enero de 2000 y que terminará con el Dow Jones en 400 puntos.

Ole Robert Prechter es uno de los pocos analistas que ha sobrevivido al crash de 2008 en Wall Street. Considera que la situación de la bolsa actual se trata de un rally de mercado bajista, por lo que, en algún momento, se retomarán las caídas. Según Prechter esa fase coincidirá con una devastadora deflación que destruirá la economía en términos globales. Seguramente exagera y lo que intenta es dar un toque de atención a tanto brote verde internacional y a tanto tango. Por ejemplo, lo que este analista dice es que todo el momento de ascenso de los mercados se enmarca en un superciclo bajista que comenzó en enero de 2000 y que terminará con el Dow Jones en 400 puntos.

El DJ en 400 puntos parece una locura sacada de la mente de un sociópata de los mercados, o un catastrofista agorero que intenta obtener protagonismo en un momento de proyecciones positivas. Pues Prechter no es un cualquiera. Una de sus publicaciones periódicas de gestión patrimonial posiciona una selección inversora, basada en los sistemas de análisis técnico de la onda de Elliott, que gana un casi un 17% en el último año, mientras que el mercado Wilshire 5000 pierde un 33%. Aunque su método es puramente técnico, si es cierto que de vez en cuando utiliza el entorno económico para deducir ciclos y situaciones. Hace tiempo que su gran predicción garantiza que en meses vamos a ver una tremenda deflación en EEUU y por defecto o derivación de la geoeconomía dependiente en Europa.

Aquí hablamos de deflación hace mucho. Cuando era algo inasumible por muchos, cuando hablar de bajada de precios era impensable, cuando un IPC negativo parecía ciencia ficción o cuando la vida era color pastel. Ahora los precios están en deflación técnica pero seguimos escuchando que es coyuntural y que el petróleo es el causante. Yo no digo que no vaya a cambiar en breve, todo es posible, pero eso de que no estamos en deflación se lo cuentan a aquellos comerciantes que se ven obligados a bajar los precios por culpa de un consumo anoréxico que los ahoga o a los que están revisando sus contratos a la baja y que supone la descapitalización de muchos patrimonios.

Es cierto que yo también considero que medir un concepto como la deflación en base a patrones de mediados del siglo XX, como el valor de consumo y no atender a medidas mucho más globales que interfieren en el coste de las cosas, es un error pero ahora mismo tenemos lo que tenemos y en gran medida sirve para definir un escenario de contracción desconocido hasta hoy, en este país y en gran parte del mundo. Lo inédito de la situación y su velocidad de deterioro ha implicado que en los próximos meses las noticias no sean tan malas. Las comparativas interanuales mostraran un frenazo de la destrucción de la economía y una perversa aparente mejora, e incluso la deflación técnica no acabará por estancarse y se moderará e incluso desaparecerá, pero eso si será coyuntural. En cuanto el dólar se recupere, que lo hará, el coste del petróleo volverá a caer y en cadena el resto de precios. Una deflación cada vez menos dependiente del crudo se irá transformando en algo mucho más estructural y se retroalimentará de sus propias consecuencias. El ciclo vicioso ya ha empezado y está sedimentando una parada técnica de la economía que describía muy bien Centeno hace poco.

Cada vez son más los que hablan de hiperinflación a corto plazo. Las dudas sobre una posterior hiperinflación, sin embargo son evidentes. ¿Cómo es posible que el oro no refleje esa opción? Los inversores saben muy bien cuánto crédito se está inyectando en la economía. Con el IPC en la mayoría de países reflejando deflación y unas altas expectativas de hiperinflación a medio plazo, todo parecía dispuesto para que la la primera arrase todos los sectores de la economía o la segunda lo haga muy difícil evitarlo. Además es evidente que los gobiernos no están en condiciones de evitar ninguna de las dos. Pienso que es muy probable que esa máxima que afirma que los precios recuperarán vigor y se lanzarán a una escalada basada en el ingente volumen de dinero inyectado esperando a las puertas del sistema no se produzca, pero advierto que razonamientos como los de rssnews, los cuales recomiendo, hacen una buena aportación que puede hacer dudar y que agradezco profundamente para alimentar el debate de modo inteligente y nutritivo.  

Por ejemplo, me parece muy interesante el razonamiento sobre que “aún mostrándose signos de apariencia deflacionista sobre la economía doméstica o bancaria, es tan grande la cantidad de dinero disponible para salir del dólar cuando sea oportuno, que cualquier materia prima es candidata potencial para dispararse de precio con independencia de su demanda física. Y hay ya suficientes instrumentos financieros más o menos populares para poder hacerlo”. Me da que empieza a haber consenso sobre que es inevitable la hiperinflación, pero me parece sospechoso ese nivel de acuerdo. Por ejemplo, todo el mundo dice que el dólar está en riesgos históricos cuando lo que parece evidente es que está un suelo en su valor.

Otro aspecto es que el petróleo hace seis meses que está subiendo. En enero el precio del barril Brent era de 39,52 dólares y hoy es de 69,99, casi el doble, lo que parece que de momento no está marcando ninguna tendencia en el sentido de que el crudo es el principal responsable de la deflación técnica. Si bien es cierto que hace justo un año el barril estaba en 147 dólares y que a partir de entonces inició el descenso. Todo es posible, incluso que la bajada de precios general en todos los sectores de la economía no se produzca y que esa comparativa interanual del precio de los carburantes acabe por estabilizar la inflación resultante en términos más normales, pero también podría ser que la caída de costes, de expectativas y de consumo hubiera calado definitivamente en un proceso de destrucción del valor de las cosas y ahora ya poco o nada pudiera incidir esa normalización aparente del precio del barril de petróleo.

Ahora bien, si es deflación técnica, entonces, la hiperinflación es un riesgo evidente a corto plazo, si es una deflación estructural, la parada económica es una posibilidad factible. ¿Qué queda? Que los gobiernos, si los gobiernos pues son los que determinan por desgracia los elementos de estructura económica que ahora se precisan, actúen con precaución, activando sectores estratégicos y dejando morir los que no lo son, asumiendo el valor de su cometido y aceptando que en estos tiempos hay que actuar con perspectiva más que con sentido electoral. Toca asumir la parte más fea de política y acometer las reformas.

Se acaba el tiempo, pues, sea una parada técnica de la economía o una hiperinflación catastrófica, cada vez más gente engorda las listas del subsidio y más familias se van a dormir sin cenar. El término medio entre deflación e hiperinflación depende de políticas activas que pongan en el tejido empresarial las opciones de supervivencia e inversión para desencallar este asunto. Subiendo impuestos al tejido activo de esta sociedad no vamos a lograrlo. Me temo que a la pregunta: ¿deflación o hiperinflación?, la respuesta es intrascendente, lo esencial sería averiguar el tamaño del despropósito que puede provocar lo uno o lo otro, pues para saber como resolverlo, antes es preciso conocer el punto de partida. 

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