Economía, Politica, Industria 4.0 Marc Vidal Economía, Politica, Industria 4.0 Marc Vidal

La última bala tras un triple 'shock' económico

En Europa llevamos más de un mes congelados. Tras las primeras noticias de algunos casos puntuales de infectados por coronavirus, llegó la bofetada que supuso descubrir que el epicentro de la pandemia se había trasladado a la puerta de nuestras casas. Tras esa sorpresa, llegaron las dudas y, tras ellas, las decisiones. La mayoría de países europeos cerraron sus fronteras y decretaron el estado de alarma unos, o de confinamiento otros. La consecuencia inmediata fue la paralización de los flujos económicos y se nos explotó frente a nuestras narices una situación económica inédita. Una crisis de triple ‘shock’ económico y que tardará todavía unos meses en materializarse con toda su envergadura y violencia.

En Europa llevamos más de un mes congelados. Tras las primeras noticias de algunos casos puntuales de infectados por coronavirus, llegó la bofetada que supuso descubrir que el epicentro de la pandemia se había trasladado a la puerta de nuestras casas. Tras esa sorpresa, llegaron las dudas y, tras ellas, las decisiones. La mayoría de países europeos cerraron sus fronteras y decretaron el estado de alarma unos, o de confinamiento otros. La consecuencia inmediata fue la paralización de los flujos económicos y se nos explotó frente a nuestras narices una situación económica inédita. Una crisis de triple ‘shock’ económico y que tardará todavía unos meses en materializarse con toda su envergadura y violencia.

Y hablo de una triple crisis, por lo menos en su origen, pues estamos ante un ‘shock’ de oferta, sucedido por otro ‘shock’ de demanda y, finalmente, un ‘shock’ en el valor de los activos. El primero se produjo cuando se decretó el cierre del flujo económico de un modo u otro. Se obligó a cerrar tiendas, comercios, bares y restaurantes, a cancelar viajes y a cerrar el espacio aéreo. El flujo económico quedó quebrado y, en una fase posterior, se canceló cualquier actividad económica no esencial. 

La economía es un puzzle complejo y cuando una pieza no aparece es muy difícil componer el conjunto. Y la realidad es que hemos perdido un buen número de piezas. A esa falta de oferta se le sucedió la falta de demanda. No hay necesidad de comprar nada que no sea de carácter primario. El bloqueo de los flujos económicos ya es una realidad. A estos dos candados se sumó una caída de todos los mercados. El valor bursátil se desplomó al inicio de la crisis sanitaria y no logra remontar. En esencia, ahora no compramos, no se puede vender y además el valor patrimonial de todo se ha devaluado.

El triple ‘shock’ tendrá consecuencias a medio plazo pero que ya se pueden identificar. En un país como España, además, dependiente de sectores cíclicos y de escaso valor añadido, el problema no sólo es inédito, va a ser monstruoso. En los próximos meses viviremos otro ‘shock’, pero de tipo laboral y al que le sucederá una deflación económica, un aumento del coste público, una reducción de los ingresos de la administración, un incremento de impuestos y la intervención final del Eurogrupo. 

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Vamos a tener el incremento de paro más intenso de la historia en cuanto al tiempo en el que va a suceder. Las cifras, absolutamente brutales, aportadas por el Ministerio de Trabajo no son explicativas de lo que realmente está pasando. Parecen una capa de barniz que no deja ver con claridad la dimensión de la tragedia. No fueron sólo 300.000 los nuevos parados. Se trataba de algo mucho peor. Esa cifra, incluye únicamente los que dejaron de trabajar y se inscribieron en las listas de desempleo. Faltan los otros 600.000 que ni siquiera se apuntaron y que han dejado de trabajar. Son los que vieron cómo sus contratos temporales vencían en esos días de parálisis. Faltan otros 4 millones de trabajadores con contratos precarios o temporales que vencerán en los próximos cuatro meses. No renovarán.

Pero faltan más. Los tres millones de trabajadores sujetos a un expediente temporal de regulación de empleo no son, según la ministra de trabajo y el gobierno, parados a pesar de cobrar desempleo y no ir a trabajar. Para que no se contemplen como parados el gobierno derogó los artículos 45,47 y 51 del RDL 1/1995 que decía que 'un trabajador afectado por un ERTE está jurídicamente en desempleo y por eso obtiene prestación aunque no está dado de baja de la seguridad social’. Ahora ya no lo pone, pero lo ponga o no, son parados. Y si no lo son por alguna razón técnica, lo serán en un buen porcentaje. La cifra de parados debe sumar a los 700.000 autónomos que cesarán actividad. El desempleo en España bien puede llegar a cifras inéditas rozando los 6 o 7 millones de personas aunque lo escondan con epígrafes y variables ocurrentes. Lo peor es que la realidad explosionará. Y si explosiona sin avisar, porque hay un esfuerzo ridículo por esconderla,  las consecuencias serán terribles. 

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Y no soy yo que lo interpreto. El propio gobierno español ha cuantificado ‘en 6,3 millones de trabajadores, los que van a recibir protección de rentas del Estado. La mayoría de ellos, un 60%, por entrar en ERTE. El resto dicen que son los 1,4 millones de autónomos que recibirán un beneficio económico de 950 euros por cese de actividad o desplome de sus ingresos y, finalmente, unos 900.000 que recibirán prestación por desempleo sin reunir todos los requisitos para ello’. Bueno, igual no son parados, pero se le parecen mucho.

Y en eso que, cuando los datos que se manejan son poco menos que un cuento de Disney comparado con lo que esconden, aparece el FMI. El Fondo Monetario Internacional que no acierta ni una y que se compone de un tipo de economistas de tipo ‘prospectivo’ y que nos advierte que ‘vienen tiempos muy difíciles’ tan solo una semana después de decir que ‘esta crisis sería similar a la de 2008’. Son una calamidad, una montaña de burócratas lanzando informes muy bien pagados que, para entenderlos, debemos multiplicar por dos cualquiera de sus cifras. 

De ahí que nos sirva su último informe como elemento de análisis de tendencia. Veamos. El FMI dice que el crecimiento del PIB español caerá un -8% este año. Pongamos un -16% como cifra más posible. Nada visto desde la Guerra Civil o la pérdida de las últimas colonias como Cuba en 1898. La CEOE habla de un -9%, PwC de hasta un -15% y empieza a haber ya (por fin) consenso de que esto no tiene nada que ver con la mini-crisis de 2008. Replico mi apuesta. Caeremos un 16%.

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Y es cierto que esto le va a pasar a muchas economías. El problema es que España no es como el resto de economías. Ni tampoco estamos en las mismas condiciones que cuando nos llegó el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y dejó el país como un solar. No, estamos peor que entonces y en el punto de partida. Por aquel entonces estábamos creciendo, aunque fuera sobre un suelo de cristal. Ahora, igual ni te acuerdas, hace un par de meses estábamos desacelerando, no creábamos empleo y éramos incapaces de reducir la deuda.

El FMI advierte que España llegará a una deuda potencial del 115%. Será más. Nos iremos a un 125%. Y aunque parezca mucho, no es tanto comparado con lo que hemos aumentado en una década esa deuda. Si no sirvió para mucho pasar del 52% en 2009 al 96% hoy, no sería tanto pasar del 96% al 125%.  De ahí que algunos defiendan que la deuda es impagable y por eso se puede seguir  aumentando. Terrible. En el caso de que fuera impagable, lo que sí se tiene que abonar son los intereses, eso te lo piden religiosamente en los mercados. Si no pagas, olvídate de políticas públicas. Esos mismos suelen advertir que hay países de nuestro entorno con deuda pública superior y que no les pasa nada. Suelen referirse a Japón o a Italia. Cierto, tienen una deuda superior, pero es de una composición muy diferente. Japón e Italia tienen una deuda pública mayoritariamente interna. Nosotros tenemos deuda pública externa. No hace falta que detalle lo que significa eso, ¿verdad? Una cosa es deberle dinero a tu familia y otra al casero.

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Además, lo que caracteriza a nuestro país es la dificultad de crear empleo con crecimientos inferiores al 2,1% por lo que somos una máquina de crear paro cuando la cosa no va bien. De hecho, no hemos creado suficiente empleo como para afrontar ningún reto de este calibre. En la crisis de 2008 España tenía 1,8 millones parados, ahora partimos con 3,6 millones. El doble antes de empezar a contar la hecatombe. Un país en el que la inversión en modernizar la economía ha vuelto a ser nula durante estos años. Esta crisis traerá consigo un cambio en los modelos productivos y en las cadenas de valor y estamos mucho peor preparados para la disrupción tecnológica que antes. La inversión en modernizar la economía se ha ido reduciendo y comparar es feo, pero, en 2018 España invirtió en Industria 4.0 140 millones mientras que Francia volcaba 24.000 millones en ese tipo de sector de futuro.  

La dependencia de una economía cíclica, con una estructura del PIB muy débil y de escaso valor añadido, dificultará el arranque de los flujos económicos dependientes para salir del -16% que deduzco. Veamos nuestro modelo productivo y su peso en el PIB: turismo 15%, comercio interior 13%, restauración y ocio 10%, automóvil 10% e  inmobiliario 9%. Por lo que cuando sale algún ministro o ministra asegurando que de esta salimos en 'V' o en 'U' o en 'Nike' es por que, o bien creen que realmente será así por ciencia infusa, o porque nos ven muy entretenidos aplaudiendo cada día a las 8 de la tarde. 

Han pasado 12 años desde el estallido de una crisis que nos explicó que no podíamos pagar deudas infinitas, que el paro no tiene límites si estalla el sector motor y que cuando te rescatan (UE) te recortan hasta que no queda nada. Y en 12 años no se cambió demasiado. Seguimos sin apoyo a las empresas tecnológicas, se les castiga con tasas raras, sin estimular el modelo de crecimiento y acentuando la dependencia de sectores cuyo empleo cada vez era más precario. España está mucho peor que en 2008 y parece que nadie quiere reconocerlo o se les ha nublado la memoria.

Por si fuera poco, por primera vez desde nuestra entrada en UE, España será pagador neto y ya no receptor de fondos de cohesión para cubrir el agujero del Brexit. Esto lo complica todo aún más. De aquí que sin ingresos a la vista, pues tarde o temprano se deberán exonerar impuestos, y los pagos del 20 de mayo se podrían volver a aplazar como se hizo el 20 de abril, el relato en Europa no puede ser sólo que 'nos dejen dinero para pagar los agujeros'

Europa no es que sea un club de gente con mucha empatía. Son burócratas con poco instinto pero sí con una idea muy clara: si nos dejan más dinero (que tendrán que hacerlo) se deberá utilizar en direcciones previstas y ordenadas por la misma UE. Y es normal, quien paga manda. Creo que, aunque las vamos a pasar canutas, tenemos una sola oportunidad más y acaba de aparecer. Una con la que, realmente, no contábamos. A pesar de que el barro nos llegará al cuello, hay una vía para que todo esto tenga algún sentido y se utilice el crédito europeo, la quiebra laboral y la falta de ingresos tradicionales, para cambiar de una vez por todas nuestro modelo y estructura de crecimiento.

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El uso de los 200.000 millones que dijo Sanchez iba a movilizar y que ya sabemos que no son ni 200.000 ni los va a usar, serían un gran aporte a ese cambio. De momento no tiene pinta. En realidad eran sólo 17.000 millones, el resto eran avales que no aceptan siempre los bancos y créditos privados que no fluyen. De ahí que solo nos queda una opción: exponer un gran acuerdo de estado, aceptar la intervención europea (que será más pronto que tarde), no malgastar el mal acuerdo del Eurogrupo y plantear un modelo de salida estimulando una nueva economía.

La financiación de todo el colchón laboral y el escudo social dependerá de esa negociación aceptando que no puedes tenerlo todo sin dar nada a cambio. No puedes esperar que Europa acepte darte ayuda a cambio de no hacer lo que te piden que hagas. Si esto lleva a recortes, subida de impuestos y adelgazamiento de la administración, pues que así sea, sobretodo lo último. Poner a dieta el Estado cuando la gente lleva ya días sin cobrar, no está de más.

Fue una lástima haber desaprovechado las vacas gordas construyendo como si no hubiera un mañana, las flacas estimulando el empleo precario y las vacas, ni gordas ni flacas, en no bajar impuestos que hubieran dinamizado una economía que ahora se enfrenta a un rescate inevitable. Estamos ante la última oportunidad. Ante una crisis bíblica, pero también ante una oportunidad. La recesión perjudicará la lucha contra una crisis sanitaria como esta y, si llegara una segunda oleada o una nueva pandemia, el no haber podido invertir en ello se transforma en un desastre brutal. No es sólo un elemento productivo, es también un ejercicio de seguridad y para ello se deben practicar políticas que retengan el talento. 

Ya lo hemos vivido. La crisis inmobiliaria que Zapatero insistía en llamar 'pequeña desaceleración' hasta que fue demasiado tarde para tomar medidas, supuso un éxodo de profesionales de alta calificación como nunca antes en nuestro país. Aunque España está por encima de la media europea en volumen y formación de profesionales con doctorados, no aprovecha ese talento por un modelo de investigación descuidado desde 2011 sin salida comercial y un escaso número de patentes registradas.

Los salarios de nuestros científicos son ridículos y la falta de financiación para programas de gran envergadura científica están detrás de que casi 100.000 trabajadores de alta cualificación emigraran a otro país de la UE entre el 2007 y el 2017. Volverá a pasar. Los sectores con mayor potencial de innovación han tenido pocos estímulos para implantarse en España como las fintech, big data, biotecnología o la ciberseguridad. Y esa tendencia de 2007 no ha hecho más que empeorar, gobierne quien gobierne, da igual. 

El futuro al que vamos va a ser aun más exigente. La capacidad pública para afrontar los retos como el desarrollo sostenible, sanidad protegida, el empleo automatizado y digitalizado, las brechas sociales u otros, se van a reducir aun más por la necesidad económica que viene. En las vacas gordas (hasta 2004-09), como he dicho antes, no se invirtió en investigación o nuevas tech, sólo en amontonar ladrillos. En las vacas flacas (2010-16) no se invirtió en cambiar el modelo y se creó una bolsa de empleo temporal inasumible. En las vacas ni gordas ni flacas (2017-29) no se estimuló el cambio de modelo económico y se acentuó la dependencia de sectores cíclicos como el turismo. En las vacas raquíticas que vienen (2020-24) no va a haber capacidad para nada más que pagar los intereses de lo que va a costar 'reconstruir' en el solar económico que nos va a quedar. Espero, no obstante que el verbo del futuro no sea ‘reconstruir’ y se cambie por el de ‘construir’, construir algo nuevo.

Hay países que han ido revisando sus períodos de ciclos económicos para versionar sus estructuras del PIB. Nosotros no. Ya sé que no vienen tiempos de inversión pública en sectores estratégicos. Vienen tiempos de inversión táctica para taponar hemorragias. De ahí que, si se quiere aprovechar este momento como punto de inflexión para modificar el modelo de crecimiento futuro con sentido, se deberá hacer de un modo quirúrgico y asumiendo costes y daños colaterales irremediables. La industria tecnológica, la investigación, las pymes innovadoras que todavía quieran invertir en modernizarse y digitalizarse, se las debe cuidar especialmente y se las debe exonerar impuestos en la medida de lo posible a partir de esas ayudas europeas. De hecho la mayoría de empresas no quieren subvenciones, quieren ayudas fiscales y poder ejecutar planes de contención, de inversión y de crecimiento localizando oportunidades. 

El futuro, aunque no pinte bien, podría ser un escenario de oportunidades. El jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel dijo que ‘nunca desaproveches una buena crisis’ refiriéndose a que durante un momento como este, las grandes decisiones pueden ser igual de duras que en otros momentos, pero se entienden mejor. España ha caído en los rankings de innovación, productividad, tecnológicos y, a cambio, hemos subido en los de playas repletas. Es evidente que no podemos depender de si los bares están abiertos o no. Una economía globalizada no puede soportarlo. Pero cuando los sistemas colapsan, la gente se levanta. Todos haremos lo necesario, nos ajustaremos los cinturones, nos enfrentaremos a un mundo complejo, seremos capaces de recuperar espacios. Todos lo haremos, pero sin embargo, para eso se precisa un liderazgo claro, con decisiones que permitan que ese esfuerzo se materialice en algo. Nos hemos encerrado semanas, sin rechistar, entendiendo responsablemente lo que significaba hacerlo. Y lo volveremos a hacer, pero esta vez no será gratis. Sólo queda una bala.

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La Inteligencia Artificial contra el Coronavirus

Dicen que la crisis del coronavirus que vivimos estos días va a hacer más por la transformación digital que ningún plan estratégico. Dicen que la necesidad de incorporar la tecnología en todos los ámbitos de la vida se ha hecho latente más que nunca ahora. Pienso, no obstante, que esas afirmaciones son prematuras aunque podría ser. Lo veremos. A medida que pase el tiempo, la automatización, la robótica, la inteligencia artificial, la realidad aumentada y virtual y la gestión de datos masivos, se irá evidenciando como indispensable. Lo será en materia económica, para permitir la salvaguarda de una sociedad del bienestar devastada y, también, lo será en el recorrido necesario para librar una batalla ineludible contra esta y otras potenciales pandemias futuras. Ahora sabemos que esto no est circunscrito a la ciencia ficción. Esto es real.

Dicen que la crisis del coronavirus que vivimos estos días va a hacer más por la transformación digital que ningún plan estratégico. Dicen que la necesidad de incorporar la tecnología en todos los ámbitos de la vida se ha hecho latente más que nunca ahora. Pienso, no obstante, que esas afirmaciones son prematuras aunque podría ser. Lo veremos. A medida que pase el tiempo, la automatización, la robótica, la inteligencia artificial, la realidad aumentada y virtual y la gestión de datos masivos, se irá evidenciando como indispensable. Lo será en materia económica, para permitir la salvaguarda de una sociedad del bienestar devastada y, también, lo será en el recorrido necesario para librar una batalla ineludible contra esta y otras potenciales pandemias futuras. Ahora sabemos que esto no est circunscrito a la ciencia ficción. Esto es real.

Del primer aspecto hablaré en otro artículo. Hoy quiero analizar que modelos tecnológicos se están aplicando para luchar contra la covid-19. Hablaré de robots desinfectando hospitales con luz ultravioleta, entregando alimentos y medicamentos o tomando la temperatura a los pacientes. De drones que transportan suministros alimentarios, desinfectantes o capturan imágenes térmicas. De gestión de datos masivos en abierto para poner en común el conocimiento global. Y de, por último, unos cascos inteligentes que ayudan a la detección de posibles infectados.

Empezaré por este último. La policía china utiliza cascos inteligentes equipados con cámaras infrarrojas alimentadas por IA para detectar a los peatones con fiebre mientras patrullan las calles en medio de la crisis del coronavirus. Estos cascos tienen una cámara infrarroja, que hace sonar una alarma si alguien, en un radio de cinco metros, tiene fiebre. Están equipados con tecnología de reconocimiento facial pudiendo mostrar también información privada del peatón en la pantalla virtual que tiene en la visera el propio casco. Algo impensable esto último en Europa, por cierto.

Este dispositivo se está utilizando en Shenzhen. Un lugar que comparte frontera con Hong Kong y donde la policía inspecciona también a los conductores que llegan a la ciudad. Este innovador equipo, llamado Smart Helmet N901, está desarrollado por la firma tecnológica Kuang-Chi. Los oficiales de las principales ciudades chinas ya utilizan este dispositivo futurista (recuerda a Robocop). Lo hacen para evitar la propagación del coronavirus a medida que el confinamiento chino se va relajando.

Los chinos aseguran que este es un dispositivo portátil altamente inteligente diseñado específicamente para abordar los desafíos que tiene la prevención de la epidemia. Dicen que cualquier persona con fiebre puede ser detectada a cinco metros de distancia con una exactitud del 100%. Además es bastante rápido. En apenas dos minutos, un oficial de policía puede escanear a 100 personas.

Pero hay mucho más. Estimulado por empresas chinas, la escalada tecnológica para luchar contra la pandemia, esta siendo de una velocidad y profundidad nunca vista. De hecho, cuando China inició su respuesta al virus, se apoyó en su fuerte sector tecnológico y específicamente en la inteligencia artificial (IA), la ciencia de datos y la tecnología para rastrear y combatir la pandemia, mientras que los líderes tecnológicos, incluidos Alibaba, Baidu, Huawei y otros, cambiaron sus modelos de negocio para adaptarlos a iniciativas de salud. 

Como resultado, las nuevas empresas tecnológicas están ahora integralmente involucradas con médicos, académicos y entidades gubernamentales de todo el mundo para activar la tecnología a medida que el virus continúa propagándose a muchos otros países. Es evidente que tras la anécdota polémica de los cascos inteligentes, la mejor arma contra el virus es la inteligencia artificial.

¿Te preguntas como? Pues aquí van algunos de los modos en los que la alta tecnología está ayudando a luchar contra el coronavirus:

1. Inteligencia artificial para identificar, rastrear y pronosticar brotes

Cuanto mejor podamos rastrear el virus, mejor podremos combatirlo. Al analizar informes de noticias, plataformas de redes sociales y documentos gubernamentales, la inteligencia artificial puede aprender a detectar un brote. De hecho, la IA canadiense BlueDot advirtió sobre la amenaza bastantes días antes de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades o la Organización Mundial de la Salud emitieran sus advertencias públicas. Healthmap, una iniciativa de organizaciones como la Harvard Medical School, el Boston Children's Hospital y la Northeastern University, utilizan sistemas de extracción de datos que, junto a modelos matemáticos de la empresa Event Horizon predicen dónde se puede propagar el virus en función de las rutas seguidas por las personas en un período determinado.

2. AI para ayudar a diagnosticar el virus

La compañía de inteligencia artificial Infervision (la que utilizan los cascos inteligentes) lanzó una solución de IA que ayuda a los trabajadores de atención médica en primera línea a detectar y controlar la enfermedad de manera eficiente. El gigante chino de comercio electrónico Alibaba construyó un sistema de diagnóstico impulsado por IA que afirman que es 96% preciso para diagnosticar el virus en segundos.

3. AI y blockchain agilizan las compras sanitarias.

Una plataforma de blockchain ofrecida por Ant Financial ayuda a acelerar el proceso de compras porque reduce los niveles de interacción entre pacientes y el personal del hospital.

4. Drones inteligentes entregan suministros médicos.

Una de las formas más seguras y rápidas para obtener suministros médicos donde se necesitan durante un brote es mediante la entrega de drones. Terra Drone está utilizando en China sus vehículos aéreos no tripulados para transportar muestras médicas y material de cuarentena con un riesgo mínimo entre el centro de control de enfermedades del condado de Xinchang. Con la incorporación de inteligencia artificial esos drones también se utilizan para patrullar espacios públicos, rastrear el incumplimiento de mandatos de cuarentena y para generar imágenes térmicas.

5. Robots que esterilizan, entregan alimentos y aportan suministros.

Son muchos los modelos que se utilizan en China y Corea en estos momentos. Los robots no se pueden infectar, por lo que son geniales para limpiar, esterilizar, entregar alimentos y suministrar medicamentos reduciendo los contactos entre humanos. Los robots UVD de Blue Ocean Robotics, como he dicho al principio, utilizan luz ultravioleta para eliminar de forma autónoma bacterias y virus de todo tipo. Gracias a la inteligencia artificial esos robots son capaces de memorizar e interpretar todas esas acciones para ir mejorando poco a poco.

6. Inteligencia artificial desarrollando medicamentos.

La división DeepMind de Google ha puesto a disposición de la comunidad científica sus algoritmos de IA más innovadores y su poder de computación, para entender el comportamiento de las proteínas que forman el virus. La empresa Benevolent AI, que utiliza sistemas inteligentes para crear medicamentos que puedan combatir las enfermedades más raras del mundo, ahora ayuda a apoyar los esfuerzos contra el coronavirus. A las pocas semanas del brote, utilizó sus capacidades predictivas para proponer medicamentos existentes que podrían ser útiles. Algunos están siendo la base de las fases 2 y 3 para desarrollar una vacuna.

8. AI para identificar personas infectadas o que no cumplen

A parte del casco inteligente, y asumiendo que su uso es controvertido, el sofisticado sistema de vigilancia de China utilizó la tecnología de reconocimiento facial y el software de detección de temperatura de SenseTime para identificar a las personas que podrían tener fiebre y tener más probabilidades de tener el virus. Toda China estuvo bajo sospecha durante unas semanas.

El gobierno chino también ha desarrollado un sistema de monitoreo llamado ‘Código de Salud’ que utiliza grandes datos para identificar y evaluar el riesgo de cada individuo en función de su historial de viajes, cuánto tiempo han pasado en puntos críticos de virus y la posible exposición a las personas que portan el virus. A los ciudadanos se les asigna un código de color (rojo, amarillo o verde), al que pueden acceder a través de las aplicaciones populares WeChat o Alipay para indicar si deben ser puestos en cuarentena o permitidos en público. Un pelín intrusivo, sí.

9. Chatbots inteligentes para compartir información

Los chinos pueden utilizar WeChat para acceder a servicios gratuitos que permiten consultar aspectos de salud. Los chatbots también han sido herramientas de comunicación esenciales para los proveedores de servicios en la industria de viajes y turismo pero ahora están centrados en una interacción vinculante entre salud y ciudadano. Lo que se sospecha es que ese ‘feedback’ proporciona datos sobre el comportamiento de los usuarios que permite a las autoridades interpretarlos para luchar contra el virus.

10. Y, finalmente, los supercomputadores trabajando en una vacuna contra el coronavirus.

Los investigadores están utilizando los recursos de computación en la nube y las supercomputadoras de varias compañías tecnológicas importantes como Tencent, DiDi y Huawei para acelerar el desarrollo de una cura o vacuna contra el virus. La velocidad con la que estos sistemas pueden ejecutar cálculos y modelar soluciones es mucho más rápida que el procesamiento estándar por computadora. En una pandemia global como COVID-19, la tecnología, la inteligencia artificial y la ciencia de datos se han vuelto críticas para ayudar a las sociedades a enfrentar el brote de manera efectiva.

Ahora más que nunca, los ingenieros están trabajando junto a científicos y médicos para desarrollar métodos más eficientes para diagnosticar el coronavirus, así como para probar posibles tratamientos. Por primera vez en la historia, Internet ha hecho que la colaboración sea mucho más fácil entre estos jugadores clave. 

Por ejemplo, la secuencia genómica del virus fue expuesta por científicos chinos públicamente solo unas semanas después del brote en Wuhan, está siendo estudiada por investigadores y médicos de todo el mundo, en un intento por desarrollar vacunas y tratamientos con COVID-19.

Revisando esta lista, se nos plantean tres dudas. ¿Debemos de copiar todos esos modelos tecnológicos para luchar contra la pandemia en otros lugares? ¿Nuestra ética permite el uso de todos esos métodos? ¿Es efectivo el uso de unos puntos y no otros? ¿Dependemos de China? y cuándo esto pase ¿el uso de la tecnología será dependiente de los desarrollos efectuados en China, Corea y Japón o podremos avanzar en nuestra propia tecnología? ¿es esta la puerta a la quinta revolución industrial? 

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Economía, Sociedad, Tecnologia Marc Vidal Economía, Sociedad, Tecnologia Marc Vidal

¿Cómo ha logrado Corea del Sur vencer al coronavirus sin paralizar su economía?

Escuchamos desde hace días a los responsables políticos y médicos de infinidad de países hablar acerca del pico de contagios o fallecidos por culpa del Covid-19. Estamos haciendo un curso acelerado de modelos de previsión e incrementos variables. Al comparar las curvas de casos de los diferentes países hay una que destaca sobre las demás. Se trata de la de Corea del Sur. Un país que ha logrado una baja letalidad y una economía que nunca tuvo que paralizarse ni tuvieron que confinar a su gente. A cambio les repartió dos mascarillas por persona y semana. Pero veamos la evolución del asunto y las medidas tomadas. Comparar también sirve si lo que se ha hecho, se hace y se pretende hacer es acertado.

Escuchamos desde hace días a los responsables políticos y médicos de infinidad de países hablar acerca del pico de contagios o fallecidos por culpa del Covid-19. Estamos haciendo un curso acelerado de modelos de previsión e incrementos variables. Al comparar las curvas de casos de los diferentes países hay una que destaca sobre las demás. Se trata de la de Corea del Sur. Un país que ha logrado una baja letalidad y una economía que nunca tuvo que paralizarse ni tuvieron que confinar a su gente. A cambio les repartió dos mascarillas por persona y semana. Pero veamos la evolución del asunto y las medidas tomadas. Comparar también sirve si lo que se ha hecho, se hace y se pretende hacer es acertado.

A finales de febrero, el número de nuevas infecciones por coronavirus en el país asiático tuvo un cambio de comportamiento pasando de varias decenas a varios miles en muy poco tiempo. De hecho, identificaron 909 casos en un solo día el último día de febrero. Sin embargo, sólo en una semana redujeron esa cifra a la mitad y, en unos pocos días más reportaron sólo 64 casos nuevos. En el resto del mundo explotaba la pandemia de manera exponencial pero en Corea se apagaba rápidamente. El 7 de marzo España tenía 498 infectados oficiales, Corea del Sur 7.041. Un mes después nosotros superamos los 135.000 y ellos apenas los 10.000. En el mismo período España ha pasado de  los 10 fallecidos a los 13.000 y Corea de los 44 a los 186. Es evidente que hay dos estrategias distintas, dos modos de afrontar la pandemia. A primera vista la sensación es que tuvieron que aplicar medidas muy duras para lograrlo pero lo relevante es que para lograrlo no tuvo que aplicar las restricciones que vivimos otros con la consecuente congelación económica.

La pregunta es ¿qué ha hecho Corea del Sur para ese aparente éxito? En un artículo del New York Times lo detallan: acción rápida, pruebas generalizadas con rastreo de contactos y el apoyo crítico de los ciudadanos. Es importante resaltar un elemento que define a este país. Desde el punto de vista de la automatización, la tecnología y la inteligencia artificial, Corea del Sur es el país con la mayor densidad de robots per cápita del mundo. Esto permite entender lo engrasado de algunos procesos y de la aceptación del uso digital en otros. 

Aunque los funcionarios surcoreanos advierten que sigue existiendo un riesgo de resurgimiento, Corea del Sur está demostrando que al Covid-19 se le puede ganar con una salud pública inteligente y agresiva. Para ello, es muy interesante estudiar la metodología utilizada, que aunque parezca simple, en su ejecución no lo es tanto. Se trató de una intervención rápida que el propio gobierno relata en este documento que explica esas medidas. Unas medidas que deberían haber servido de inspiración ya hace mucho pues el resultado ha acabado siendo una baja letalidad y una economía intacta que nunca tuvo que entrar en parada forzosa. Pero ¿qué hicieron exactamente? Mientras nuestros dirigentes aseguran que ‘viene lo peor’, ‘que vamos a ganar juntos’ y otras frases similares, el ministerio de Economía de Corea del Sur publicó como lo lograron.

Primeramente tuvieron reflejos y una intervinieron muy rápida. Solo una semana después de que se diagnosticara el primer caso del país a fines de enero, funcionarios del gobierno se reunieron con representantes de varias compañías médicas e instaron a las compañías a comenzar a desarrollar inmediatamente kits de prueba de coronavirus para la producción en masa. Además, aunque los casos confirmados de Corea del Sur se mantuvieron en muy pocos, miles de kits de prueba se hacían diariamente. Esto significó algo muy importante, pudieron luchar contra la epidemia sin limitar el movimiento de nadie porque conocían las fuentes de infección en todo momento. Este hecho no fue casual, estaban preparados para tratar el coronavirus como una emergencia nacional, pues tuvieron un brote en 2015 de un síndrome respiratorio que mató a 38 personas. Eso les mantuvo en alerta y ese es, en realidad, una de las funciones de cualquier gobierno, la previsión estratégica.

En segundo lugar, Corea del Sur implementó una prueba temprana, frecuente y eficiente. Sin fallos. Examinaron, siguen haciéndolo, a muchas más personas para detectar el coronavirus que cualquier otro país, lo que les permite aislar y tratar a cualquiera muy poco después de su infección. Algo muy distinto que en otros países donde las personas con síntomas esperan días y días hasta recibir confirmación en un sentido u otro. Es evidente que las pruebas son fundamentales porque eso lleva a la detección temprana, minimiza la propagación y trata rápidamente a los que se encuentran con el virus a la vez que ayuda en algo fundamental, rebaja la tasa de mortalidad. Está demostrado.

El tercer elemento fue el de evitar el colapso del sistema sanitario con una fase previa al posible tratamiento. Para ello abrieron 600 centros de pruebas diseñados para evaluar a la mayor cantidad de personas posible, lo más rápido posible, y mantener a los trabajadores de salud seguros al minimizar el contacto. En un centenar de estaciones de servicio los ciudadanos eran examinados sin bajarse del coche. En 10 minutos tenían los resultados. Todo eso, con apenas unos muchos menos casos de los que tenemos otros y donde todavía estamos discutiendo sobre estas posibles pruebas masivas y sin errores. Para ello utilizaron incluso las cámaras térmicas ubicadas en la mayoría de oficinas, hoteles, restaurantes o edificios públicos culturales o deportivos para identificar a las personas con fiebre. Lograron tener un mapeo muy cercano y rápido de quién tenía el virus y quién no.

La cuarta clave en la metodología surcoreana trató de rastrear a los ciudadanos a partir de contactos recientes y aplicando el aislamiento y vigilancia de todos ellos. El éxito de esta acción estaba supeditada a la eficiencia tecnológica y a la agilidad de la toma de medidas. Esto, cuando se hace tarde, se pierde el tracking de un contagiado por la innumerable cantidad de variables posibles. Lo tuvieron claro. Cuando alguien daba positivo, los trabajadores sanitarios rastreaban los movimientos recientes del paciente hacia atrás para encontrar, evaluar y, si es necesario, aislar, a cualquier persona con la que la persona haya tenido contacto. En otros países hemos hecho eso pero no funcionó. El motivo es que en Corea del Sur se desarrollaron herramientas y prácticas para el rastreo agresivo de contactos durante el brote de MERS y aquí no. 

El sistema es un poco big brother pero ha resultado un éxito. Los funcionarios de salud rastrean los movimientos de los pacientes utilizando imágenes de cámaras de seguridad, registros de tarjetas de crédito, incluso datos de GPS de sus coches y teléfonos. Revisaron su propia ley de privacidad individual y cambiaron de urgencia lo necesario para priorizar la seguridad social sin afectar la economía. Ellos defienden que sin economía no puede haber salud y que, si se paraliza la industria y el comercio, la crisis posterior sería más letal que la sanitaria.

Lo curioso es que hubo un momento en el que rastrear a infectados y contactados se hizo realmente imposible. Como en Europa. En ese momento el gobierno insertó en los teléfonos móviles de los ciudadanos un sistema de alerta. Los teléfonos de los surcoreanos vibran con alarmas de emergencia cada vez que se descubren nuevos casos en sus distritos. Los sitios web y las aplicaciones de teléfonos inteligentes detallan cada hora, a veces minuto a minuto, los plazos de los viajes de las personas infectadas: qué autobuses tomaron, cuándo y dónde subieron y bajaron, incluso si llevaban máscaras. Después, se insta a las personas que creen que pueden haberse cruzado con un paciente a que se presenten en los centros de evaluación urgentemente y sin opción alternativa. Al identificar y tratar las infecciones de manera temprana, y al segregar los casos leves a centros especiales, han mantenido los hospitales limpios para los pacientes más graves y han evitado el contagio entre sanitarios y entre pacientes con otras patologías que pasaban por allí. Su tasa de letalidad apenas llega al 1% por cierto.

La quinta clave ha sido la implicación social que pidió el gobierno a sus ciudadanos. Nosotros luchamos contra el virus confinados, ellos lo hacen rastreando. Al no haber suficientes sanitarios que pudieran utilizar los escáneres de temperatura corporal todos los ciudadanos pudieron ser requeridos para este análisis en la calle. Los gobernantes creyeron que la supresión del brote requería mantener a los ciudadanos totalmente informados y solicitar su cooperación activa, no sólo pasiva. Por cierto, como he dicho al principio, la obligación del uso de mascarilla, nunca fue un debate. Aquí aun estamos con eso. La diferencia es que allí había para todos y aquí no, por lo que obligar el uso de algo que no tienes para todos es una evidencia de la imprevisión. Y no es un tema de demografía o capacidad económica, es un asunto de eficiencia. Recordemos que Corea del Sur tiene un PIB de 1,531 billones USD y España de 1,311 billones USD. Que Corea del Sur tiene 51,47 millones de habitantes y España 46,66 millones. 

Y te estarás preguntando porque no hemos actuado igual, ¿porque no hemos imitado al país que está derrotando al Coronavirus sin parar su economía? Pues básicamente por falta de capacidad política, sensibilidad pública y, especialmente, porque ya no podíamos. El tiempo es la clave. Hemos esperado mucho. Esto se sabía, se conocía, pero se le restó importancia durante tiempo. Se nos decía, y muchos lo creímos, que no era tan grave ni lo sería. A quienes pagamos para que sepan actuar ante estas cosas, no lo identificaron. En Corea sí.

En lo político, muchos gobiernos dudaron en imponer medidas en ausencia de un brote importante. En lo público, la confianza social sobre lo que te pide el gobierno es mucho mayor allí que en países que estamos siempre con guerras estúpidas, populistas y partidistas. El descrédito de la clase política se ha trasladado en una desidia social importante. En cuanto al momento, ya es demasiado tarde para que los países que estamos profundamente inmersos en la epidemia logremos controlar los brotes rápido y eficientemente. De ahí el desastre monumental en el que estamos a nivel sanitario y al monstruoso cataclismo económico al que nos encaminamos. 

Esta crisis va a cambiar muchas cosas en Occidente. Modo de relacionarnos, modelos económicos y sistemas políticos. Estaría bien que también cambie el modo en el que seremos capaces, si viene otra, de afrontar una pandemia similar. Tengamos claro que una economía sana es el mejor modo de tener una buena sanidad. Sin economía no hay sanidad. Existe un riesgo notable de que en una crisis económica brutal mucha gente que no hubiera sufrido por el virus, sí lo haga por no poder acceder a tiempo y en condiciones a un sistema sanitario tremendamente costoso. Ojo con eso. Además, sabemos que el único modo para luchar con un virus sin vacuna es contenerlo al principio, investigar sociológicamente como actuar y tener capacidad económica para ello. Estoy seguro que lo vamos a conseguir, pero el precio que vamos a pagar podría haber sido muy inferior mirando como lo han hecho en Corea del Sur por ejemplo.

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Una economía congelada por decreto precisa una congelación de impuestos

Que ha llegado una catástrofe económica sin modelo comparativo anterior parece evidente. Que las medidas que los distintos gobiernos están adoptando para amortiguarlo son diferentes en cada caso, también. Las estrategias que se pongan en marcha ante este monstruoso escenario determinarán el modo en el que cada uno salga del agujero y en cuánto tiempo lo hará. Unos han optado por utilizar el extintor de la deuda sobre cada foco que prende y otros han decidido estructurar soluciones más amplias.

Que ha llegado una catástrofe económica sin modelo comparativo anterior parece evidente. Que las medidas que los distintos gobiernos están adoptando para amortiguarlo son diferentes en cada caso, también. Las estrategias que se pongan en marcha ante este monstruoso escenario determinarán el modo en el que cada uno salga del agujero y en cuánto tiempo lo hará. Unos han optado por utilizar el extintor de la deuda sobre cada foco que prende y otros han decidido estructurar soluciones más amplias. 

Dinamarca, por ejemplo, ha alcanzado un acuerdo con sindicatos y patronales para mitigar el problema laboral y que el mayor número de empresas permanezcan vivas cuando todo esto amaine. Para ello, en lugar de garantizar que cualquier expediente de regulación temporal de empleo se conviertan en definitivos, han decretado con carácter retroactivo que el Estado cubra el 75% del sueldo de los trabajadores de aquellas empresas privadas que, por culpa del coronavirus, planeen recortar su plantilla si se comprometen a no despedir a nadie por motivos económicos. En la medida hay letra pequeña en cuanto al número de empleados, tope salarial e, incluso, de cubrir el 90% en aquellos trabajadores que ejerzan su empleo por horas.

Dinamarca defiende con esta medida, a diferencia de los ERTEs rápidos que se han definido en España, es que las empresas reciben la ayuda directa, las nóminas están aseguradas y el empleo futuro también. Con ello buscan mantener el poder adquisitivo de los trabajadores, minimizar el coste relativo para las empresas y, una potencial activación del consumo posterior al no haber riesgo de pérdida de empleo. Según los daneses, los ERTEs no garantizan la recolocación tras la crisis. 

Es cierto, y cabe destacar, que Dinamarca tiene una deuda pública que ronda el 34% y España el 97% por lo que algunas medidas sólo son factibles desde el ámbito público con cuentas saneadas. El problema es que las cuentas deben sanearse durante el proceso de salida de la crisis pues, a medio plazo, se debe financiar igualmente y, sin trabajadores cotizando y trabajando, va a ser mucho más difícil. 

Otra diferencia notable es la que tiene que ver con autónomos y microempresas. En Dinamarca, si registran una caída de los ingresos del 30% o más, directamente podrán recibir una compensación del 75% de estas pérdidas en base a unos criterios de topes y máximos justificables. En España son más de 3 millones los autónomos que ayer, puntualmente, facturando cero euros vieron como se les ha cobrado su cuota mensual. Abandono y cero empatía con uno de los colectivos en el que se sujetó la anterior salida de la crisis. Aunque poner como ejemplo sólo a Dinamarca no es suficiente. Francia pondrá 300.000 millones de euros a disposición de sus negocios para garantizar que reciban créditos y evitar su cierre y asumirá el pago de los créditos bancarios de las empresas. Y es que Francia, a diferencia de España, ha entendido lo que supone dejar a la intemperie a los autónomos. De ahí que han decretado la suspensión generalizada de todos los pagos de impuestos y cotizaciones sociales, las facturas de agua, luz y gas, así como los alquileres.  Además, contemplan que los autónomos puedan disponer de un ‘fondo de solidaridad’ financiado con recursos públicos para los que caigan en el intento. 

Aún hay más. El Gobierno de Reino Unido ha decidido extender a los autónomos la protección del 80% de salario, con la aprobación de un esquema de protección pensado especialmente para trabajadores por cuenta propia. Para el cálculo de la cuantía que le corresponde a cada autónomo, el Gobierno empleará la media mensual de sus ingresos durante los últimos tres años. La protección salarial se extenderá durante tres meses a partir de junio, pero el ministro británico aseguró que se extenderá en caso de que sea necesario. Lo mejor, es que, además, los autónomos que reciban esta ayuda podrán seguir desempeñando su actividad con normalidad. La idea es que quieren cubrir la misma cantidad de ingresos a los autónomos que la que están cubriendo a los trabajadores por cuenta ajena. Brutal. Es posible.

Pero volvamos. España tiene un plan de reconstrucción, Dinamarca de reactivación. La semántica importa. El ministerio de economía escandinavo asegura que ‘la experiencia demuestra que, en cualquier crisis, si se mantiene el contrato entre empresa y trabajador, es más fácil volver a la normalidad cuando los problemas desaparecen’. Desvincular esa relación, aunque sea temporalmente, suele dejar un solar vacío. Ya lo hemos vivido. La idea es que las empresas mantengan su fuerza de trabajo intacta con este vínculo. A esto se le llama ‘contador cero’ en el ámbito laboral, asumiendo que no se factura por imposición. Digamos que, aunque realmente se ha parado la economía, el efecto no sea el de pararla sino el de ‘hacer pause’.

No se puede decretar la congelación de la economía y no congelar también el sistema tributario. Vivimos un proceso destructivo inédito con soluciones que se desconocen o comparables. Por eso, aunque Dinamarca tome medidas distintas, también sufrirán. El asunto es saber a que velocidad y con que costes saldremos nosotros u otros. 

Es importante recordar que España era un país que ya no creaba empleo, que parte en esta crisis con 3,2 millones de parados, con una pendiente revolución tecnológica que no llegó a tiempo y con una dependencia de sectores cíclicos vinculados a que todo ‘vaya bien’. No podemos comparar nuestro país con Dinamarca, cierto, pero si podemos inspirarnos en algunos aspectos si se demuestra que uno de nuestros mayores problemas, el empleo, se puede salvaguardar. 

Tengamos en cuenta que el gobierno español dice que va movilizar el 20% del PIB para luchar contra la crisis del coronavirus. Es exigible, obligatorio, que esa ingente cantidad de dinero, venga de donde venga o se garantice como se garantice, no se derroche en parches, en medidas relativas o tácticas. Debemos pedir que se establezcan de un modo que permita mantener el empleo y modernizar nuestro modelo de crecimiento o será imposible retornar esa deuda jamás. Y el futuro no sólo depende de que ahora se haga algo, sino que lo que se haga sea eficiente y modernice nuestra estructura industrial y económica. 

A todo esto suponiendo que los 200.000 millones, ese 20% del PIB, realmente lleguen a donde deben llegar. El presidente Sánchez habló el 17 de marzo de ‘movilizar la mayor cantidad de dinero jamás hecha para luchar contra el coronavirus’. Y tengo mis dudas de que eso sea el efecto final. No es un dinero que se vaya a pedir prestado al BCE con un interés privilegiado y un plazo de pago asumible. Un dinero que no irá directamente a pagar los salarios de la gente que ya sabemos están perdiendo y perderán su trabajo, para garantizar que las empresas no quiebren, para exonerar impuestos, pagar hipotecas, alquileres, ayudar a autónomos, dotar al sistema sanitario de medios y aguantar el batacazo provocado por paralizarlo todo. 

Pero así no ha sido. En realidad solo ponen 17.000 millones. El resto son avales y créditos al sector privado. Es decir, el gobierno no pondrá el dinero, solo te avalará en el caso que un banco decida darte un crédito que, obviamente, deberá analizar si estás en condiciones de pagar. Tela. Si la empresa no quiebra y paga el crédito, el gobierno no pone un céntimo. Es realmente retorcido. Brillante a quien se le haya ocurrido por otro lado.

Y se entiende no obstante. Como en 2008, España volverá a negarse a un rescate. La lógica nos dice que en el próximo año los Gobiernos emitirán la mayor cantidad de deuda pública de la historia y aquellos países muy endeudados y con escasa credibilidad fiscal como es el nuestro tendrán problemas para financiarse. Eso lo sabe muy bien la ministra Calviño, buena conocedora del sistema europeo, por lo que se ha presionado en cuidar la liquidez. El ‘cash’ será el rey y un aval de 100.000 millones no consume liquidez y te permite quedar muy bien. 

Y si hay algo que realmente podría ayudar a las empresas, grandes, pequeñas, autónomos e individuos particulares, es aligerar el peso tributario. No aplazar, exonerar. El gobierno no tiene la culpa de la crisis, cierto, pero si puede tener la responsabilidad de gestionarla con el culo. Tampoco tienen culpa las empresas y autónomos, y menos las personas asalariadas. No se les puede pedir que sin poder facturar ‘por ley’ se les pida cumplir con los pagos ‘de la ley’. Se debe exonerar en el tiempo esas obligaciones tributarias o se ahogarán. El 90% de las empresas de este país es una micro-empresa que viven con un colchón financiero muy reducido. Si ese colchón es para pagar impuestos la regla de tres da un cero absoluto, en empleo sobretodo. 

Ese 20% del PIB debe servir para retener el valor de la empresa actual, salvaguardarlo todo, con un paréntesis tributario, no un aplazamiento, un pause absoluto y una espera que garantiza ese dinero para reactivar el proceso productivo. Pero a cambio, de momento, España será el único país de su entorno que no tocará los impuestos ante la crisis del coronavirus. Se resisten a hacerlo. Solo han establecido un pequeño aplazamiento para casos muy concretos y por eso hacienda no perdonará ni un euro a los contribuyentes sea cual sea su situación. Solo establecen un aplazamiento automático de deudas tributarias. Un grano de arena en un desierto inmenso.

No sólo Dinamarca, otros países como Alemania, Italia, Austria, Bélgica, Portugal, Finlandia, Noruega, Grecia, Luxemburgo, Rumania, Eslovaquia, Lituania, China, Rusia, Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, Malasia o Costa Rica han optado ya por diferir los plazos para presentar autoliquidaciones tributarias por impuestos sobre la renta o por IVA y han introducido incentivos fiscales relevantes para otorgar liquidez a las empresas. Aquí, la ayuda fiscal solo está presente en algunas exoneraciones menores por parte de ayuntamientos en la medida que pueden y son competentes.

Lo que decimos es que se active un ‘estímulo tributario’. Se trata de reconocer que este momento no tienen nada que ver con nada visto hasta la fecha. De que parar la economía obligatoriamente no se puede trasladar a las empresas pues no tienen margen de acción y algo hay que hacer para que no se derrumben. Que en la política fiscal es donde hay una herramienta muy poderosa cuando ya has aceptado que vas a endeudarte como nunca antes.

En resumen, la salida de la crisis en una hipotética ‘V’, ‘U’ o ‘raíz cuadrada’ difícilmente se podría haber producido, pero mucho menos con estas medidas. A lo que vamos es a una ‘L’ larga. El turismo, el entretenimiento, la industria o los componentes precisarán mucho tiempo para recuperarse, el empleo no se activará de manera automática y las pymes y los autónomos caerán como moscas al no poder incorporarse al flujo económico ahogados por deudas y créditos gracias a las moratorias y flexibilizaciones. El único flotador que les ofrece el gobierno. Cuando llegue el momento de pagar ese salvavidas no habrá nada con lo que hacerlo.

Estamos en caída libre. El PIB caerá, aquí, casi un 10%. Insalvable sin medidas más globales y dejando todo a la inercia de los parches que se están anunciando tras cada consejo de ministros. Una calamidad. El desplome va a ser de tal magnitud en inversión, consumo, exportaciones e importaciones que ni el gasto público lo va a poder activar. A esto le sumas que, detrás de medidas cosméticas, no hay una defensa real del empleo. Se trata de paquetes temporales, nada es estructural o que permita soporta el empleo desde las empresas. 

Y si el paro llega al 35% cuando se sumen los ERTEs convertidos en EREs, los vencimientos de contratos temporales y los despidos inevitables a medio plazo. Se calcula que cerca de un millón de empresas van a cerrar si no se actúa directamente en ellas. No se trata de liquidez por crédito, se trata de exonerar obligaciones y poner la economía bajo un paréntesis  que ha sido, por otro lado, obligado por la crisis sanitaria. Si nos piden congelar nuestras empresas, deben congelar las obligaciones tributarias. Sin ese matiz, todo lo que se está haciendo va a ser un bucle negativo. 

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La crisis del Covid-19: la gran oportunidad

De momento, parece que las únicas medidas que se prevén para afrontar el desastre económico al que nos acercamos, son las que ya se aplicaron en otros momentos de la historia. No hay referencias previas que puedan servir de inspiración al hecho de que el planeta detenga su flujo económico casi en su totalidad. Esta sucediendo de un modo episódico, pero poco a poco se irá parando todo. Los estados, con escasas excepciones, se niegan a poner el contador a cero. Consideran que el daño sería formidable y que no es necesario llegar a ese extremo. A cambio han optado con exigir la bajada de persiana por sectores. El error es mayúsculo.

De momento, parece que las únicas medidas que se prevén para afrontar el desastre económico al que nos acercamos, son las que ya se aplicaron en otros momentos de la historia. No hay referencias previas que puedan servir de inspiración al hecho de que el planeta detenga su flujo económico casi en su totalidad. Esta sucediendo de un modo episódico, pero poco a poco se irá parando todo. Los estados, con escasas excepciones, se niegan a poner el contador a cero. Consideran que el daño sería formidable y que no es necesario llegar a ese extremo. A cambio han optado con exigir la bajada de persiana por sectores. El error es mayúsculo. 

Contemplar la economía actual como un elemento lineal, capaz de cortar una cadena de valor determinada y que afecte relativamente poco al resto es muy naíf. Se olvidan, u obvian voluntariamente, que a medida que el desempleo, los impagos, las quiebras y las insolvencias se desplieguen por los sectores a los que se les ha exigido cerrar su actividad (en España hablamos de sectores productivos que suman el 30% del PIB y el 28% del empleo) el virus se irá trasladando al resto. No existen cortafuegos en la economía actual. 

El coste de estimular la economía detenida obligatoriamente se llevará por delante la propia recuperación y, lo que es peor, las opciones de modernizar nuestro modelo productivo ante un futuro en el que las oportunidades para los países más tecnológicos se abrirán como nunca antes. Quien no tenga músculo para robotizar, automatizar y transformar digitalmente su modelo de crecimiento perecerá en el pago de una hipoteca gigantesca que lo conducirá al vagón de cola para siempre.

Vivimos el inicio de una nueva era. Este era el detonante del que hablé en mi último libro. No podía saber si sería social, climático, cultural, político o, como ha sido, sanitario. Sólo pude deducir que algo nos conduciría a un nuevo mundo con nuevos patrones. Quienes ahora se gasten el capital en parchear no podrán construir algo nuevo y mejor.

Europa, de la que no puedes esperar estrategia, ha hecho lo mejor que sabe hacer. Limpiarse las manos. Pero en este caso lo ha hecho con gracia. Ha tenido el detalle de poner a disposición de todos los países un pastizal a modo de compra de deuda casi infinita. Un billón de euros es algo infinito. Con eso, cada país podrá afrontar el reto de diseñar su futuro de postguerra. Unos lo sumarán a sus planes previos de modernización, otros a pagar subsidios a los heridos, algunos a repensar sus estructuras y unos pocos a salvar su sistema financiero si sufre en este período. Vete tú a saber.

Pocos, o ninguno, utilizará esa montaña de papel impreso para parar el contador durante unos meses, asumir el mayor reto económico de la historia y, de un modo quirúrgico, afinar medidas que equilibren la salida de la crisis, compensar a los damnificados y estimular una economía nueva, más tecnológica y más automatizada. Esta pandemia debería de hacernos ver las tres claves históricas que no podemos desaprovechar y que están frente a nuestras narices confinadas: 

  1. La automatización no era el enemigo, es quien permite hoy que este mundo siga funcionando. Muchos sectores estarían paralizados si viviéramos en 1990.

  2. La inteligencia artificial no era un problema, es la que está ayudando al sistema sanitario mundial a pelear contra una crisis médica como nunca antes. El desarrollo de vacunas en tiempo récord o en el control ciudadano en Corea del Sur para la reducción de infectados, son la prueba.

  3. La robotización no vino a quitar el empleo a nadie, sino que es quién va a garantizar una renta mínima y universal para los que esta crisis va a ubicar en un lugar del que ya no podrán salir. 

Si las medidas que se van a adoptar no responden a estos tres preceptos; a una moratoria tributaria; a una parada de las obligaciones de pago públicas y privadas (contador a cero) durante los dos o tres meses; y por el contrario se pretende utilizar herramientas antiguas para problemas inéditos, la primera de las consecuencias que viviremos será la deflación. Un enemigo del crecimiento muy tóxico. Si ese dinero que se debería utilizar para ‘crear’ un mundo nuevo, se utiliza para lo de siempre, la deflación, que es precisamente lo que están descontando las bolsas estas últimas sesiones de locura, está servida. El dinero no valdrá casi nada. Su capitalización será pura epidermis.

Pero veamos que supone esa deflación. El BCE lleva desde la crisis de 2008 esforzándose en situar el IPC en el entorno del 2% y ahora, con la crisis del coronavirus, la caída del consumo y el desplome de las materias primas, se trasladarán a los precios industriales. A esto se le llama deflación. ¿Que pasa cuando hay deflación? ¿Cómo funciona? ¿Que efectos tiene? Pues no es demasiado complejo. Todo empieza con una expectativa aparente de caída de precios. Primero motivado por algún factor determinante y luego por sus enlaces. En este caso ya sabemos el detonante y sus enlaces como he dicho.

Las expectativas de que se va a consumir menos aumenta esa sensación de previsible caída futura a niveles desconocidos hace décadas. La gente deja de consumir o retrasa los gastos e inversiones que hace unos meses eran parte del presupuesto esperado. La parada técnica no es completa no obstante. Al no haber consumo, no hay dinero y si no hay 'materia prima monetaria' el valor que se le da al dinero es exageradamente alto y a la voluntad de gasto aun más, debido a una falta de demanda previsible. El problema de empleo será global, lo que ahondará en el bucle.

La falta de demanda provoca quiebras y el cierre de algunos negocios por falta de facturación. La falta de facturación provoca negociaciones a la baja en plantillas y se establecen criterios de saneamiento laboral por lo que el paro aumenta. Sigue el bucle. Al aumentar el paro se acentúa la caída de la demanda y se evidencia que una de las partes del 'ciclo deflacionario' se convierte también en uno de sus motivos. Además, el descenso de demanda viene dado por una expectativa de coste inferior. Seguro que será más barato mañana.

La expectativa de coste inferior obliga a recortar precios. Este es otro bucle. La caída libre de precios generalizada dificulta las opciones de cancelación de deudas y la tasación de activos se elimina. Otro bucle, el financiero. Nadie es capaz de gestionar patrimonios sin tener claro cuales son sus valores reales. En un estadio de pérdida de valor objetivo de las propiedades o activos es imposible determinar estrategias. Sin estrategias de inversión, o no  hay inversión o esta se deteriora. 

El deterioro de la inversión destruye empleo y volvemos a otra de las fases intermedias y a retroalimentar el problema absoluto de caída de precios. La caída de valores patrimoniales aumenta la falta de pago y a la larga reduce las solvencias. Re-bucle. Ante un escenario de falta de solvencia o capacidad de avalar en fase deflacionaria, los bancos que tampoco estarán para muchas bromas, extremarán su prudencia posiblemente reduciendo de crédito. (Esta fase será después de la lluvia de millones anunciada sino se plantea otro camino al que parece va a ser).

La gente retiene el efectivo que tiene o le queda, deja de depositar en productos de inversión y se evidencia que el sistema financiero no tiene uso de una cantidad de dinero que no existía. El BCE garantiza 750.000 millones que no tiene. Los tiene que ‘crear'. Pero como sabemos, no hay problema. Para eso se compraron una impresora gigante. En plena deflación la gente da a su dinero un valor mayor. Guardar el dinero se convierte en algo prioritario pues las circunstancias deflacionarias aumentan el poder adquisitivo de la liquidez. Mejor lo mantengo ya que mañana, con lo que tengo, pueda comprar más.

Y entonces volvemos a tener una consecuencia que es un motivo. No gasto pensando que con lo que ahora compro uno, mañana compraré dos. Se genera una gran expectativa de caída de precios, por lo que se inicia el bucle una vez más. Y es que en economía si podemos hablar de un virus, ese se llama deflación. Un virus, como sabemos por desgracia, no actúa hasta estar bien instalado en el interior del sistema. La Deflación no se pone en marcha hasta que el sistema ya está técnicamente sin defensas. Durante un ciclo deflacionario la demanda cae en picado. El origen podría ser el 'shock' de oferta que vivimos. Que será de demanda también. La distorsión del sistema es evidente y podría ser que la solución del plan de choque presentado nos conduzca a una deflación sistémica muy difícil de superar.

Pues eso, la solución inmediata es la de decretar una moratoria de impuestos, una amnistía tributaria que permita poner a cero el contador del sistema económico mientras dure la fase más dura de la crisis. El resto de soluciones son parches que conducen a una deflación y que impedirán utilizar ese capital garantizado para afrontar el futuro con ilusión, modernidad y sostenible. Un espacio futuro en el que deberemos contemplar una renta básica, unas pensiones justas, un empleo de alto valor, una menor dependencia de sectores sensibles a cambios de ciclo y una automatización absoluta de nuestro modelo de crecimiento que garantice todo lo anterior. Algo, que de momento, nadie, en sus sillones de alcántara, está contemplando.

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Ante la crisis del coronavirus, pongamos el contador a cero

Hace unos años, durante un vuelo que sobrevolaba Centroamérica, el avión pasó por encima de un volcán en activo. Sólo exhalaba humo, pero su ladera era toda de material volcánico solidificado hacía ya mucho tiempo. Hoy recordaba aquellas vistas y pensé que eran pura metáfora de lo que hoy vivimos. Cuando un volcán entra en erupción, todos sabemos que lo va a hacer por un tiempo, no sabemos cuánto, pero sí que no va a apagarse de un modo inmediato. Tampoco sabemos cuánta lava va a escupir, ni en que dirección. Sólo sabemos que a medida que se solidifique ese material incandescente, éste se irá depositando en la falda del volcán y que, lo que quede, cuando se apague o se duerma, será una ladera completamente distinta a la que teníamos antes. Sabemos lo que va a pasar y de lo único que podemos estar seguros, hoy, es que esta erupción va a dejarnos un paisaje totalmente distinto.

Hace unos años, durante un vuelo que sobrevolaba Centroamérica, el avión pasó por encima de un volcán en activo. Sólo exhalaba humo, pero su ladera era toda de material volcánico solidificado hacía ya mucho tiempo. Hoy recordaba aquellas vistas y pensé que eran pura metáfora de lo que hoy vivimos. Cuando un volcán entra en erupción, todos sabemos que lo va a hacer por un tiempo, no sabemos cuánto, pero sí que no va a apagarse de un modo inmediato. Tampoco sabemos cuánta lava va a escupir, ni en que dirección. Sólo sabemos que a medida que se solidifique ese material incandescente, éste se irá depositando en la falda del volcán y que, lo que quede, cuando se apague o se duerma, será una ladera completamente distinta a la que teníamos antes. Sabemos lo que va a pasar y de lo único que podemos estar seguros, hoy, es que esta erupción va a dejarnos un paisaje totalmente distinto.

Va a costar encontrar un contexto económico similar al que vamos a vivir en los próximos meses y años. Con todas las reservas, sólo en un período entre guerras o al finalizar la segunda guerra mundial, podemos localizar un momento de la historia que represente una parálisis absoluta del flujo económico, lo que se llama ‘shock de oferta’. Es cierto que hoy hay diferencias notables que nos permiten ser algo más optimistas con respecto a esos períodos. La digitalización de los procesos, el teletrabajo, la automatización de muchas de las cadenas de distribución y de valor, son aspectos suficientemente robustos como para que, en principio, tengamos la sensación de que todo no se ha parado.

En 1931, el sistema monetario internacional se derrumbó cuando el Reino Unidos abandonó el patrón oro. A nivel mundial, la producción industrial cayó un 37% y el comercio internacional cayó un 60%. Ahí es nada y sin globalización. Esa crisis se agudizó después porque cada país trató de exportar su desempleo con medidas proteccionistas y porque se pensó que las políticas para lograr un presupuesto equilibrado, por temor a la inflación, se sucedieron en el tiempo. La salida de aquel callejón tuvo como estímulo la creación de un incremento de precios a partir de reactivar el crecimiento económico con gasto público. En 2008 también se consideró adecuado hacerlo. Ahora, ante la crisis o depresión inminente, se habla de hacer algo parecido. Espero que no se equivoquen pero me da la impresión que no nos enfrentamos a una falta de liquidez, sino más bien, a una parada técnica del propio sistema económico. Cuantos más días de parálisis se sucedan, más complejo será abordar las soluciones al ‘viejo estilo’. En aquellos tiempos, a ese modelo se le llamó ‘New Deal’ y supuso la primera vez que se autorizaba una intervención estatal en el modelo económico capitalista del mundo. ¿Y ahora?

Aunque lo que se avecina es global, genérico, de cambio de modelo, cada país va a interpretar sus propias medidas. En España, bajo el estímulo del Banco Central Europeo, el gobierno de Pedro Sánchez pretende que paguemos nuestras obligaciones adquiridas sin la facturación de la que dependen. El plan que moviliza 100.000 millones públicos, más 17.000 en flexibilizaciones y 83.000 que serán créditos privados. Tengo la impresión que esto es puro cloroformo. Es muy aventurado, por no decir irresponsable, enunciar una salida en 'V' de una situación que es completamente inédita, inconexa con cualquier otra crisis y que estalla cuando nuestra economía estaba desacelerando. Tengo la sensación de que aportar medidas desde un consejo de ministros en el que muy pocos comprenden lo que es ‘pagar nóminas a final de mes’, es de aurora boreal. Si ya íbamos mal, ¿que vamos a recuperar?

Va a ser muy difícil que, por mucho crédito blando, ERTEs ágiles, flexibilización tributaria y millones para parchear impagos inmediatos, el consumo se active. Las cajas seguirán vacías, la producción no se pondrá en marcha por arte de magia y la dependencia del turismo, que he denunciado múltiples veces, se llevará por delante el empleo. Y sin empleo, no hay recuperación ni en ‘V’ ni en ‘J’. En España hay 3,2 millones de parados. En la crisis de 2008 había 1,8. El empleo temporal (en 6 meses vencen 5 millones de contratos) es del 27%. Esta recesión inminente no es sectorial, ni de deuda, es un shock de oferta y una parálisis de demanda. Es inédita. Si los EEUU no descartan un 20% de paro desde el 3,5% actual, no es descabellado pensar que nosotros nos podemos ir a un, nunca visto 40%. Además, los 3 millones de autónomos no necesitan aplazar sus cuotas, no precisan que nadie les diga que pueden retrasar sus obligaciones. De hecho eso ya lo podían hacer. Ni tan siquiera establecer pagos fraccionados de impuestos, eso también es factible con la norma actual. El problema es que no facturan, ni facturarán y no saben durante cuanto tiempo será así. Eso es desempleo, de ellos y de los que dependen de ellos.

Si el mundo se para, no tiene sentido hablar de aplazar. Solo tiene sentido pararlo todo, incluso el sistema. Lo que está pasando es inédito y requiere medicamentos nuevos, nunca antes puestos en marcha. Los remedios de la teoría económica tradicional no evitarán la depresión. Una moratoria hipotecaria, sola, no sirve. Y menos si sólo es para los que 'demuestren' que la crisis les ha afectado. ¿En que planeta viven? La economía es una sucesión de flujos encadenados. Se ha parado el 90% de todo. Especialmente se ha detenido uno de los motores de nuestro PIB, el turismo. El 15% del empleo depende de ello, el 14% de la producción también. De ahí se derivan otras industrias en la más elemental de las teorías de flujos económicos dependientes. Eso, por mucho que se acelere una hipotética recuperación,  no será ni inmediato ni igual a lo que teníamos. 

La oportunidad de recomponer lo existente es tentador, pero la opción de crear algo nuevo es mucho más estimulante. Pensemos que en EEUU, el 35% del nuevo empleo generado el año pasado provenía de startups, con nuevos modos de entender la economía e innovadores modelos de relación con su entorno productivo. De ahí que las soluciones de tipo tradicional difícilmente permitirán activar el modelo económico del futuro. Sin una moratoria de todo, solo veremos heridos por todas partes. Arrendadores y arrendatarios, por falta de cobro y por incapacidad para pagar. Empresas descontando los minutos para despedir por incapacidad de facturar. Esto requiere otra visión y mucha más valentía.

El sacrificio será obligatorio. En la era de los 'derechos' tocará ejercer nuestros 'deberes'. Pero para ello, sería imprescindible que las medidas a adoptar no sean fuegos artificiales, que por cierto, ya sabemos serán carísimos. Esos 117.000 millones ‘públicos’ se deberán avalar o pagar. Los 83.000 millones 'privados' se deberán devolver. Y solo puede ser por vía de subir impuestos tarde o temprano (aceptable, pues es cosa de todos) o por la rebaja de servicios (algo que ya lo hemos vivido). Si malgastamos todo eso, no habrá recuperación nunca y encima nos habrá costado un dineral y habremos hipotecado el futuro.

Se trata de cirugía fina. No de disparar con un cañón en todas direcciones. Vamos a comprometer el 20% del PIB español. No habrá otra oportunidad. Una cantidad de ese calibre es para un sólo intento. Aun estamos a tiempo de coordinar medidas inéditas ante algo inédito. Tal vez el mundo entrará en una especie de suspensión de pagos. Tal vez la solución sea poner el contador a cero. Las medidas anunciadas se encuadran en la palabra ‘flexibilidad’. Algo que no es más que burocracia. ¿No hubiera sido más sencillo garantizar todos los sueldos de las empresas durante dos meses que anunciar la facilidad para declarar ERTEs por ‘fuerza mayor’? La primera, realmente, era mucho más económica y automática. La segunda es un lío monumental que además conduce a una gran cantidad de éstos expedientes temporales en definitivos. Tiempo al tiempo.

Es evidente que pensar en una solución no dramática a lo que se nos viene es imposible. Nos hablan de ‘salida V', 'recuperación rápida' o 'breve crisis’. Estamos en manos de gente sin capacidad para entender la catástrofe a la que nos dirigimos, a una depresión global donde, para nada, la solución es factible con medidas paliativas. Repito que uno de los pocos referentes económicos e históricos similares a lo que vivimos se encuentra en el Reino Unido de 1946, tras las II Guerra Mundial. Aquella parada técnica se llevó por delante el Imperio Británico por cierto.

El momento actual, que aun no ha empezado, que no pasará ni rápido ni con sus medidas ‘flexibles’ por mucho que lo diga Sánchez, necesita de una conceptualización completa, nueva y teórica, que abarque todas las medidas a disponer. Unas medidas que no pueden ser solo créditos, avales o aplazamiento de obligaciones tributarias, debe analizar 'el cómo va a quedar el tejido productivo y los flujos de caja de la economía'. Para ello hay que empezar a pensar en genérico, en Europa, en el mundo. Se debe poner sobre la mesa la necesidad de la Renta Básica y pronto, la automatización de todo, el uso de la Inteligencia Artificial para diseñar un nuevo modelo laboral que necesariamente deberá ser distinto al que ahora está en jaque. La tecnología no se debe ver como otro modelo de creación de parados. Eso vendrá sólo. Se debe interpretar como un mecanismo por el cuál, cuándo no sea necesario, y no tardará, se pueda producir en un mundo sin empleo. Eficiente, sostenible, nuevo. Ahora no toca, pero de las pensiones tendremos que hablar en breve.

Asegurar que de esta crisis se saldrá como se salió de la ‘subprime’, de la de deuda financiera o de la inmobiliaria, es un error brutal. Esto no es comparable pues aquella tuvo un sector detonante y una cadena de flujos dependientes. Esta es una parada técnica del mundo. Nada que ver. Será peor en lo inmediato, pero una oportunidad única, tal vez la última, para cambiarlo todo, para mejorarlo todo, de una vez.

Técnicamente, los 750.000 millones movilizados por el BCE, no son más que metadona sino se utilizan para algo distinto. ¿Porque no se incorporan al sistema que va a aumenta su déficit y deuda como nunca antes para poner el contador de pagos y cadenas económicas en punto muerto y cubrir con ese capital esa detención? Ya hay demasiada deuda en el sistema. Las administraciones podrían ponerse al día con sus proveedores y rebajar cotizaciones sociales, pero al final tendremos que hacer una recapitalización de la economía (comprar deuda privada y convertirla en capital). Como dice Daniel Lacalle, ‘avales y retraso de impuestos por unos meses no son soluciones ante un cierre generalizado por shock epidémico. La inmensa mayoría de pequeños negocios, autónomos y pymes no tendrán qué avalar ni caja disponible’. Bloquear ciudades enteras y cerrar el espacio aéreo para contener la propagación del coronavirus lleva, irremediablemente, a una crisis masiva ahogada en liquidez. Una liquidez que no tiene que ver con impagos, un flujo de caja complejo o una falta de suministros puntual. No, se trata de que no hay nadie comprando ni vendiendo. Es muy simple. Algo que irá ‘in crecendo’. La solución no es retrasar nada, se trata de pararlo por consenso, por ley.

El océano de liquidez que quiere aporta el BCE no va a producir ningún efecto en la economía real. La deuda soberana en la eurozona ya se negocia con un rendimiento negativo. Agregar una facilidad monetaria para las PYMEs o autónomos solo ayudará a aquellos que estén endeudados pero no servirá de nada a las que fueron prudentes durante todos estos años y ahora se enfrentan a un colapso en las ventas y la acumulación de costes estructurales. Los ingresos se van a desplomar, ya lo han hecho. Las facturas impagadas se acumularán a los costes fijos y a los impuestos que, parece, no piensan paralizar. Sin exoneración de impuestos, sin una moratoria tributaria no se saldrá de esto. Ese 20% del PIB que se va a movilizar, que sea para este elemento indispensable. La mayoría de empresas vinculadas al sector servicios en Europa, especialmente en España, no tienen liquidez para soportar dos meses de inactividad y cumplimiento de obligaciones tributarias dependientes de ejercicios pasados. 

Retrasar el pago de algunos impuestos durante seis meses no mitiga el efecto de un colapso de ventas o la situación ya desafiante que existía antes de cualquier epidemia, en 2019. De ahí que la es urgente anunciar varias adopciones fiscales muy distintas a las que ya se han dicho con respecto a que ‘se mantendrán los plazos y obligaciones en los impuestos según el Ministerio de Hacienda’. Es urgente reducir los impuestos durante el período de crisis. Sería una gran noticia eliminar temporalmente las contribuciones sociales en los impuestos laborales para evitar el desplome del empleo a la vez que se procede a eliminar el impuesto de sociedades en todos los sectores a cambio de planes de empleo. No es el momento de soflamas como del ‘haremos lo que sea necesario’. Las medidas presentadas solo ayudan a aquellos que ya están endeudados. Los que más van a sufrir son los que invirtieron su caja en crecer y crear empleo. Se va a rescatar a quienes no fueron prudentes y lo van a pagar los que se plantearon su futuro con una racional cautela.

Concluyendo. Ningún plan de reactivación económica es mejor que bajar impuestos. Ninguno. El plan de compra del BCE no es más que un 'plan E' a lo bestia. Una impresión de dinero que no va a sufragar el 'shock' de oferta. El dinero para comprar deuda suele acabar en las estructuras macro en lugar de ir a salvar a miles de empresas, autónomos y empleos. Importante recordar que el empleo lo crean las empresas. Sin empresas no habrá empleo. El billón del BCE debe distribuirse en sufragar el incremento del déficit previsto del 20% a fin de exonerar impuestos ya, de modo urgente. Hasta que se reactive el modelo productivo y shock de oferta (y escasez de demanda) se estabilice. En EEUU se dará dinero a fondo perdido a familias y empresas con la condición de que lo gasten en un plazo predeterminado para reactivar y mantener la economía mientras dure la crisis. Es una vía, aunque como digo, prefiero 'tranquilizar' la presión de pagos inminentes.

El problema es que aquí, el dinero se va a utilizar para comprar Bonos que, cómo ya paso en 2008, se utilizan para mantener estructuras de estado y similares. ¿porque el gobierno no ha creado un Gobierno de Crisis? Sin ministerios innecesarios, estructura innecesaria, dando ejemplo de como abordar esta situación inédita con una acción inédita. Si actúan como en 2008, y esto no tiene nada que ver con un pinchazo de una burbuja, se prestará dinero a empresas y ciudadanos que no quieren préstamos pues no va a haber actividad económica para poder devolverlos más tarde. El resultado va a ser una recesión inmediata con afectación al empleo, una depresión posterior de larga duración y luego ya veremos. Ahora mismo mi duda es si vamos a una deflación del capital otra vez.

Estamos en la sala de espera de una catástrofe. Pero de cualquier erupción se puede esperar una tierra fértil en el futuro. De todo lo malo se puede crear algo bueno y nuevo. El tiempo disponible para preparar esa sociedad inmediata se va a agotar si seguimos con medidas tradicionales y clonadas de otros momentos. No se debe presionar a empresas y autónomos (y sus empleados por derivación) para que paguen la parada técnica de la economía. Recuerda que en 2008 llamaron 'Crisis' a era una 'deflación del capital' y 'recuperación' a una deflación social. Si estamos en ‘situación de guerra’, estamos en situación de guerra, por lo que el Estado, debe ponerse en situación de guerra, como estamos haciendo todos. Sólo tenemos una bala, el 20% del PIB.

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