Economía Marc Vidal Economía Marc Vidal

Suministran cloroformo

¿Han oído hablar del Estado Inconveniente? No es un país concreto, ni tan solo es una institución reconocible. Es algo más complejo y enquistado. Es un modelo de gestión que ha quebrado. En gran medida hablo del modelo de funciones que buscan ser pura intervención a fin de adormecer la crítica y la disidencia. De un modo bastante sofisticado, intervenir se convierte en inconveniente y el resultado acaba siendo una sociedad cloroformizada en términos de iniciativa.
Veamos lo que acaba de ocurrir en este planeta que la humanidad alquiló hace unos miles de años. Resulta que el FMI sugiere expropiar el 10% de la riqueza de las familias para reducir deuda pública de los Estados. De hecho habla de un “impuesto especial” que se llevará por delante el sudor de muchos y pondrá en cuarentena la libertad de las personas. El gran FMI, en su último informe recoge la posibilidad de aplicar una quita al patrimonio de los hogares para reducir la deuda pública a niveles de 2007. La reacción ha sido tibia por no decir nula. Un mundo reactivo hubiera enviado a la mierda directamente a la señora esta que ocupa el “casto” sillón del susodicho agujero monetario internacional.

La falta de vergüenza y decoro se ha trasladado por todas las cañerías y ha derivado en un consumo generalizado de analgésicos sociales. Llevamos años en quiebra sistémica, en lo que llamaron crisis pero parece que nos estamos acostumbrando a perder uno a uno y de manera progresiva cuanto se conquistó decenios atrás. Lo peor ya ha pasado dicen. Es probable, por lo menos en el concepto de que la caída ya no será tan vertical. No tengo claro que esta situación sea tan imprevista. Estoy convencido que un escenario en calma fue estructurado en un momento concreto de todo este proceso. Ahora toca la parálisis. Esa parada técnica que se alargará todavía unos años más y que se fundamenta en una atonía global que desincentiva la inversión privada e impide la pública por el tema del déficit. Parece que no provocará grandes reacciones en el cuerpo social español ni europeo, ni americano ni mundial. Se ha diseñado muy bien el espacio donde debe desarrollarse todo ello. Se ha preparado a la sociedad, se la ha adormecido adecuadamente.

Pero, ¿cómo se logra eso? ¿Cómo se prepara a una sociedad para lo peor? ¿Cómo se la duerme? No es muy complejo. Se procura que la sociedad viva cómoda y eso la hace delicada. Esa comodidad la debilita irremediablemente y cuando pasa lo que pasa, cuando entramos en cifras de parados inverosímiles, o cuando la evidente ineptitud de nuestros dirigentes es de tal calado que insulta, nadie dice nada, o casi nadie. Vivimos en una sociedad que no sólo ha perdido el dinero, que aunque grave no es definitivo, vivimos en un escenario de derrotados que han perdido la dignidad y la libertad, nos arrastramos por el territorio de los desinformados. ¡Que gusto da no saber!

Ahora el discurso oficial es que la deuda mundial es inasumible. Eso es cierto. La quita parece el único modo de resolver este galimatías. Para ello hay que o bien devaluar, hacer default o subir impuestos. Esas crisis soberanas solo pueden salvarse a través de la Inflación impagando parte de la deuda contraída. Devaluando la moneda como hizo recientemente Islandia. Con un Default tras suspender pagos parecida a la de Grecia. Y finalmente a través del botón fiscal que consiste en la aplicación de un impuesto especial sobre el patrimonio de los hogares y que se paga de una vez. Una quita sobre la disponibilidad de las familias para conseguir ingresos extra con el fin de amortizar y, por tanto, reducir deuda pública. ¿Adivinan cual será la opción? Es como si la familia dirigida por un derrochador se gasta todo y luego te pide a ti, que vienes de estudiar fuera, que lo pagues con un “impuesto especial”.

Estamos ante un nuevo robo legal. Preparen las carteras pues la prueba piloto chipriota dejó claro que meterle la mano en la caja a los ciudadanos medios no tiene riesgos. El consumo de barbitúricos sociales está dando sus frutos y el gris ha teñido la capacidad de reacción de todos. Vivimos en la basura de nuestros deshechos. Vivimos porque nos da la gana. En Polonia hace un tiempo confiscaron el 50% de los planes de pensiones privados y casi nadie se enteró. En España se ha liquidado la capacidad futura de muchas personas a través de la estafa de las preferentes y poco o nada va a suceder.

Emprender no es mucho más que reaccionar. A pesar de tanta merienda y tanto inservible debemos, tenemos la obligación, de continuar. Sólo conozco un antídoto contra la indigencia mental y política: tomar las riendas de mi vida, poner en marcha mi proyecto de vida y de empresa. Eso me hace libre en la medida de lo posible.

En este país sin espíritu de cambio, con una tasa de emprendeduría real (no desesperada) que da pena y con una capacidad de reacción inversamente proporcional a la cantidad de pisos que se hacían en plena burbuja, es muy difícil hacer pedagogía de lo que está pasando. Ahora pretenden hacernos creer que esto es una crisis, y es financiera, bancaria, económica y política. Eso es cierto, obviamente, pero también es social. Lo es en el punto de vista que cada país o colectivo saldrá de ella en la medida que sea capaz de ejercer su propia libertad y pueda emprender sus propios caminos. Es más fácil hablar de crisis (parece que hay algo que recuperar del pasado) que de cambio de época (los hace caducos y los elimina).

Hoy escuchaba la radio española y catalana desde Dublín y se te encogen los pies. ¿Que es eso que tanto preocupa a periodistas, políticos, sociólogos, tertulianos y derivados? El modelo de vida que cada uno quiera tener depende en exclusiva de tu propia iniciativa y no podemos esperar que nadie haga lo que nos toca hacer a nosotros por nosotros. Protagoniza tu vida y no permitas que te escriban el guión pues no es bueno para ti.

La Administración es un inconveniente para el progreso. Da igual el color. Unos fomentando un modelo de crecimiento que se basaba en la compra masiva de viviendas por parte de gente que no las necesitaba para simular ser ricos sin hacer más que quedar en un café de barrio para negociar el precio con un agente inmobiliario formado a distancia. Otros no supieron desinflar el asunto y les reventó en la cara. Lo peor es que lo negaron como los otros negaban su majestuosa montaña de estiércol amontonada adecuadamente durante años. Un desastre en general. Nos toca a los emprendedores poner en marcha el motor oxidado de este mundo.

Ahora mismo las entidades públicas, que podrían impulsar algo la actividad emprendedora siendo clientes de ésta, hacen lo mismo que las grandes empresas, buscar referencias internacionales, grandes contratos, experiencia imposible, ratios inasumibles y que te bajes los pantalones hasta los tobillos. La gestión pública debería de apostar por la innovación, y esa está en la gente más intrépida. Hay poca, pero la hay. Qué mejor que la administración para ser el primer cliente del emprendedor. Es un riesgo, pero ahora es el momento de apostar por los que pueden sacarnos de este barrizal. No hablo de subsidios ni de subvenciones, hablo de apoyo vinculado al trabajo.

Pero la realidad es áspera. El Estado interventor se encarga de que no se premie el sacrificio de unos cuantos. Se estigmatiza al emprendedor en un entorno que ya de por si no favorece la cultura del empresario. El Estado intenta que nos acomodemos a vivir de manera subvencionada, en un país sedado. Por eso ahora toca preparar una sociedad inducida a soportar el descenso de categoría. Ser emprendedor está de moda pero solo porque es barato apoyarlo. En unos años dejará de ser algo atractivo y procederá putearlo al máximo. Por eso es mejor ser “conductor de tus propios proyectos”, “driver de tus sueños” o sencillamente quien gestiona en todo momento los impulsos de su propia existencia.

Si a eso le llaman emprendedor, vale, si lo quieren llamar “grano en el culo” pues también. Lo que cuenta es lo que es y no quien lo dice o porque lo dice. Yo persigo mis “porqués“ y mis “cómos“, no voy detrás de ningún “qué“.

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Marc Vidal Marc Vidal

El gran saqueo

Al parecer todo el mundo está de acuerdo que los ciclos económicos que   bautizamos ayer como “ciclos de negocios”, son como un certificado que emite un mercado por el que, cada cierto tiempo, las fases financieras sufren un ajuste. En España, la cuestión ya no es si ese ajuste se va a producir o no, puesto que va a tener que hacerse: la cuestión es como y cuando va a suceder.  Las respuestas son: de un modo inminente y con un pinchazo de la burbuja inmobiliaria.

De un momento a otro, y en contraposición a los números dorados de nuestra economía, todo el sistema productivo apoyado en el sector de patrimonios y de la construcción se va a derrumbar estrepitosamente. En el mismo instante que el paro se reduce, a la vez que la obra privada aumenta su velocidad de crecimiento y en pleno empacho de noticias económicas positivas, se producirá el ajuste anunciado. España viene creciendo enormemente en el último decenio pero tiene un gran déficit comercial y una competitividad exterior muy deteriorada. La mayoría de sociedades de capital riesgo europeas y algunas gestoras de crédito internacionales están decidiendo estos días no destinar tanto dinero a las empresas ibéricas, pues se les supone una solvencia cada vez menor. A medida que esto se generalice y sumada la contracción del sector inmobiliario, la economía española entrará en una inevitable recesión.

Algunos analistas aseguran que las recesiones se pueden soportar, incluso las más duras, pues si la demanda interior desciende esta se puede equilibrar con la demanda externa. Tengo malas noticias. Ese equilibrio no se va a poder producir en España. Básicamente porque el sistema de convenios español está almidonado y ha perdido flexibilidad con respecto a nuestros competidores. Tampoco ayudará que el crecimiento de la productividad haya sido miserablemente bajo lo que no permitirá restituir la competitividad. Nuestra industria es incapaz de competir con las de bajo coste provenientes de la Europa central y oriental o de Asia. Por si estas razones pudieran parecer poco evidentes quedan tres más: las grandes inversiones en nuestro país se han realizado en bienes no comercializables (inmuebles), la pérdida de competitividad y el bajo desarrollo tecnológico en términos generales.

En esta Era de la avaricia, el horizonte se nos presenta oscuro. Durante tres o cuatro años pintarán bastos. Los españoles han saqueado su país, cuya realidad económica vive bajo un estado lisérgico permanente. Cuando se acaben los efectos de este tripi gigante la política y sus actores deberán de gestionar el enorme chasco. El sueño habrá acabado y el despertar será como una garrafa de agua helada. Ningún político es lo suficientemente suicida como para avisar de lo que se avecina puesto que sería como certificar su derrota electoral. ¿Quién va a votar a alguien que garantiza la mayor crisis económica de los últimos cincuenta años?

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