Marc Vidal Marc Vidal

Fly alone!

El taxi estuvo atrapado en Boulevard Lincoln camino del aeropuerto de Los Ángeles y al final perdí el vuelo. Ese Airbus 321 se fue sin mí. Cuando pierdes un avión es como si se parara el tiempo, como si en esa nave viajara parte de ti en un asiento vacío. Una sensación extraña que te exige calma, seleccionar un buen banco y reposar. Es ideal recopilar datos y conversar con alguien. Elegí a un norteamericano que compartía conmigo la pasión por el mundo tecnológico. Ese fue una buena excusa para empezar la charla. La suerte que me acompaña y compensa cualquier imprevisto me concedió otro favor. Aquel hombre era Steve Sordello, uno de los vicepresidentes de Linkedin.
Los minutos iniciales de la conversación giraron sobre mi ‘desgracia’ y listamos otras que habíamos vivido ambos. Suele ser habitual entre viajeros comparar ridículamente millas o incidentes. Al poco, la charla ya estaba monopolizada por todo tipo de dispositivos y aplicaciones. Al final una cosa llevó a la otra y acabamos comparando modelos de apoyo al emprendedor. No recuerdo como, ni cuando, pero en algún momento debí decir que “en España no hay muchas ayudas para emprender”. Puso cara de no importarle. Me aseguró que las ayudas no son más que mordazas y analgesia para el emprendedor. Defendí que las ayudas en si mismas no son malas, lo malo es prometer ayudar y acabar incordiando.

En España a todos los administradores se les hace líquida el alma hablando de apoyo a los emprendedores y a las nuevas tecnologías. Ruego que en lugar de tanto “hacer” deberían “dejar hacer”. Con retirar trabas y facilitar la contratación reduciendo la presión fiscal sobre el que contrata, seguramente lograrían más que con “leyes del emprendedor” y meriendas similares. El estímulo al empleo pasa por no complicar la contratación. ¿A que es sencillo? Pues no hay manera, no lo entienden. Seguimos con costes insultantes para la contratación, ahogando todo cuanto un emprendedor es capaz de hacer justo cuando funda una pequeña empresa con todos sus ahorros o los de su familia y amigos.

Le expliqué a mi amigo de Terminal que en España se les llena la boca de “ayudas para emprender” o de “políticas activas para la emprendeduría”, pero la verdad es que lo que pasa es como para olvidarse de emprender. En este país se precisa un montón de días de papeleo para que un proyecto tome forma. Cuando uno tiene en la cabeza su proyecto esos días se hacen muy largos. Te pones y solo encuentras zancadillas burocráticas.

El Estado se ha acostumbrado a ser interventor y eso lo ha convertido en un inconveniente para los ímpetus emprendedores. ¿Qué hace la administración para deteriorar el clima emprendedor? Primeramente son las cargas que debe aguantar una persona que monta su empresa o se declara autónomo. En Reino Unido no hay apenas cláusulas para iniciar la actividad. A medida que la empresa va aumentando su tamaño los requerimientos van apareciendo. Todo lo contrario que aquí que todo es una interminable lista de tasas, impuestos y tributos previos. Antes de arrancar ya te han secado la estrecha cuenta bancaria. Además, ahora con la suma de retenciones al 21% y aplicación de IVA a otro 21% un autónomo emprendedor trabaja para recaudar a cuenta y no para invertir en el crecimiento de su proyecto.

Anunciaron un cambio de puerta para el avión de Steve y nos despedimos con un intercambio de emails. Me dijo como conclusión: Spain has not lost the flight. Spain ran out pilots my friend. Fly alone!” (España no ha perdido el vuelo. España se quedó sin pilotos amigo mío. ¡Volad solos!).

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Humillación aeroportuaria

Mi vida transcurre desde hace tiempo en los aeropuertos. Hace años que vivo con resignación el aumento de medidas de seguridad que pretenden proteger a los que nos subimos en un avión. Creo que el extremo al que está llegando esta paranoia es tal que no comprendo como no nos rebelamos. A veces me dan ganas de incitar al motín, a encabezar una revuelta contra los controles en los aeropuertos.
Primero fueron los cinturones, después los zapatos y ahora han ideado una nueva manera de incomodar. Te exigen que saques el ordenador portátil de su maleta. Este comportamiento sádico por parte de los responsables de saber si eres un terrorista es una vejación bochornosa. En Londres te obligan a fusionar las maletas y si no conviertes en una las dos que llevas, no vuelas. La tontería de los botellines de 100 ml. por culpa de un rumor se lleva la palma. ¿Qué quiere decir todo esto?, ¿Por qué 100 ml. y no 50? Es ridículo

La ignominia empieza por tener que quitarte todo lo que puede tener componentes metálicos, debes hacerlo rápido y sin bromear mientras las caras de los que te auscultan se tornan en las de un sargento del ejercito de tierra. La degradación continúa con quitarte los zapatos y con el cacheo, porque suenas bajo el arco y aseguras no llevar nada metálico. Te soban por si no fuere el reloj, o el botón del pantalón que te piden sin ningún tipo de amabilidad que te quites en un habitáculo con cortinilla que tienes en frente. Al final todo esto se hace por si acaso, un día, alguien intenta cometer un atentado. De entre millones y millones de pasajeros uno de nosotros podría ser ese terrorista, y es por eso que el resto viven humillaciones cotidianas en los aeropuertos de medio mundo. En contra de los derechos humanos más elementales nos obligan a quitarnos los pantalones, los zapatos, los calcetines, nos abren las maletas, nos desordenan nuestras camisas, descubren el tanga con liguero morado que tu mujer reservaba para sorprenderte durante la noche de hotel ante la sonrisa del resto de ovejas, se nos maltrata y luego nos hacen correr porque el vuelo sino lo pierdes. Nos tratan como ganado por el bien del rebaño. ¿Pero que es esto?

Tal vez valdría la pena que de tanto en tanto cayera un avión. No compensa. Con la excusa de que se nos quiere proteger, la población mundial está siendo vejada, deshonrada y degradada a diario. Con la excusa de la seguridad se ocupan países, se justifican muertes, se nos graba cuando hablamos por teléfono, se nos filma cuando andamos por la calle y seguramente cuando estamos en la cama. Esta paranoia debe terminar, no podemos convertir este mundo en una prisión. Solo nos quedaba nuestra libertad individual y la estamos perdiendo por la alcantarilla de los políticos que no pasan los controles en los aeropuertos.

Pronto, ya queda poco, pedirán que nos bajemos los calzoncillos, nos pongamos en pompa y que nos relajemos. Lo peor, es que después de todo esto, algún día caerá otro avión y a nosotros nos habrán metido dos dedos, en el mejor de los casos, por el culo.

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