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'la hormiga' en Forbes Magazine

Ayer la revista Forbes publicó un artículo en el que señalaban los ‘10 libros que te servirán para emprender‘. La justificación que dan es que, en palabras de esta prestigiosa publicación, ‘leer es muy importante, pero leer las circunstancias de otros en el mundo de los negocios es aún más para un emprendedor. Con la siguiente lista de libros que hemos elaborado podrás conocer los entresijos del mundo del emprendedor, sabiendo los errores que cometieron otros y aprendiendo de ellos para no caer en ellos tú también’.  El resto de ‘seleccionados’ para la revista Forbes fueron Laurie Beth, Guy KawasakiSteve Blank y Bob DorfWalter IsaacsonMar Galtés, Eric RiesAndy FreireAsh MauryaFernando Trías de Bes.

Como publicó hace poco ESADE cuando habló de mi último libro ‘emprender puede provocar sensación de pequeñez y desorientación, más o menos las mismas sensaciones que debe sentir una diminuta hormiga cuando sale de su oscuro refugio. Pero del mismo modo que estos insectos son capaces de soportar 50 veces su propio peso, un emprendedor persiste/persevera hasta que logra su objetivo que es, al fin y al cabo, vivir de su idea de negocio. A través de su libro, Vidal aporta consejos a los empresarios para que sus ideas no sólo se materialicen, sino que también sean viables. Una hormiga en París se convierte en una guía directa y útil para todos aquéllos que estén dispuestos a luchar por esa idea que les apasiona y convertirla en una realidad’.

Puedes adquirir el libro en Amazon o en Casa del Libro. Si quieres comentar cualquier cosa sobre el mismo, contratar una conferencia estimulante como la que he preparado con el hilo argumental del libro o simplemente saber si habrá segunda parte ;-), puedes ponerte en contacto conmigo por aquí.

 

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Bon voyage mon ami...

El pasado jueves Jean Pierre se marchó sin avisar. Se fue sin molestar. Nunca molestaba. Lo conocí hace mil años, en París. De hecho la última vez que hablé con él fue para comentar su ‘aparición’ en la página 52 de ‘Una hormiga en Paris. Es extraordinario pensar que tras aquella aventura, alguien de aquellos días, veinticinco años después, seguiría siendo tan importante para mí y tan determinante en muchos de los proyectos que he afrontado. Se ha quedado en Montreal, enamorado de esa ciudad gélida que el, seguro convertía en fuego con su sonrisa, su manera optimista de verlo todo y esa desinteresada generosidad que se derramaba a su paso. Las horas que pasamos en los camerinos del teatro de su padre, charlando sobre la obra de teatro que era la vida. Inolvidables. Cuanto aprendí. Era único y en este caso, no es un tópico. Bon voyage mon ami…

Tras definir los públicos pasé a elegir repertorio. Esto no fue muy fácil. Hoy en día pones en spotify, itunes o google “bossa nova” y tienes un listado de lo más popular, sus videos y lo que vale la pena destacar o no. Hoy puedes saber quien y como ha opinado sobre ellos. Sin embargo hace veinticinco años eso no era factible. Debías ir a tiendas musicales, recorrer bares de temática nacional, consultar y comprar algún libro. Era muy complicado. Fue cerca del Molin Rouge donde localicé la herramienta que me permitió salir de ese callejón sin salida.

En el Passage Collin, dentro de una isla de viviendas, en pleno corazón del distrito de Pigalle, vivía uno de los que con el tiempo se convertiría en mi gran amigo Jean Pierre. Lo conocí sentado en la terraza de una café de ese mismo pasaje. Hablaba español y yo ya manejaba algo de un francés paleto y acabando todas las palabras con una “e” tónica y ridícula. Fue divertido conversar. No recuerdo de que pero sólo sé que me reí. Eso era importante, llevaba demasiados días obsesionado con mi “proyecto” empresarial y había dejado de reír. No obstante, mi plan era mi plan y no pensaba en muchas otras cosas. A pesar de que ya no me faltaba dinero, cobraba lo necesario y tenía lo imprescindible, mi voluntad por mejorar mi empresa era pegajoso.

Le conté lo que estaba haciendo, que buscaba y de mi desesperación por no obtener canciones y letras que pudiera transmitir a mi gente. No se sorprendió y por eso sigue siendo amigo mío. Nunca le sorprende nada, lo respeta y te anima. Si puede te ayuda. Me dijo que su padre era un publicista muy importante y que tenía mucha música de todo tipo en cintas de cassette. Me propuso ayudarme. Me regaló cintas y letras que significaron el cincuenta por ciento de lo que luego fue el nuevo repertorio.

La suerte estaba de mi lado y ahora tocaba traspasarla a mis compañeros. Para ello fui decidiendo quienes tocarían que y cuanto. Con lo que Jean Pierre me había donado, las cintas que disponía en mi mochila y dos recopilatorios clásicos que pude comprar por el coste de un crêpe de frambuesas, inicié la creación del catálogo modernizado e innovador de mi empresa.

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El mejor equipo del mundo

Cuando apenas tenía veintiséis años y me dedicaba a eso de la bolsa, conocí al tipo en el que se basa la película ‘El lobo de Wall Street’. Jordan Belfort estaba de viaje por Europa y pasó unas oficinas de una sociedad de compra y cambio con la que me tocaba colaborar de vez en cuando. No recuerdo a nadie que le dijera nada malo, ni tan siquiera que lo pusiera en cuestión. Fueron apenas diez minutos (el tipo iba como loco recuerdo) pero suficientes para ver un modelo a seguir. Se trataba de ganar dinero simplemente y de ganar dinero este tipo, al parecer, sabía mucho.
Pero cuando es que no, es que no. En mi caso, los dos años magreando datos y cifras, valores y bonos, fueron los que necesité para pasar de la ruina por un fracaso emprendedor, el pago de todas las deudas acumuladas por dicho error y la acumulación de un nuevo capital con el que tirarme de nuevo por un acantilado. De ese modo pude ‘utilizar’ el mundo del dinero para lo que realmente quería, volver a intentarlo montando un negocio propio y tipo tecnológico, algo que me fascinaba por aquel entonces y que otro día explicaré.

Que lejos queda todo aquello. Cuando el éxito, para muchos con los que convivía, era sencillamente amasar dinero. Sólo era eso. Un día te despiertas y descubres que ganarlo no es complicado, ni perderlo tampoco, pero que no aporta absolutamente nada por si mismo si no lo acompañas de algunos elementos necesarios.

La generación con la que trabajo, mi equipo, multidisciplinar y tremendamente disperso en la globalidad del territorio, son la antítesis absoluta a esa manera de ver la vida. Son gente que antes de aceptar un empleo como el que yo pude ofrecerles en su día, analizaron muchas ofertas más. Son gente, que por suerte, no tienen pensado pasarse la vida en mi empresa. Tienen otras inquietudes y eso los hace interesantes. Mi obligación es estimularlas para que algún día las desarrollen por si mismos, con o sin mi participación.

Ahora todo es distinto. Parece ser más importante disfrutar del camino que llegar al destino final. Irónicamente, los “milennials”, jóvenes impredecibles, son los que traducen perfectamente esa nueva visión. En una era donde el placer determina la dimensión de los logros profesionales, ellos saben como nadie reconocer oportunidades que conectan pasión y trabajo. La economía creativa, nuevas profesiones, el boom de una actitud emprendedora y la nueva fuerza colectiva están decorando un inédito escenario. Ya no impresiona que los “millennials” sean impacientes pues la velocidad en como se conectan a la vida y al mundo les permite vivir a otro ritmo. Proyectos que solamente marcan la diferencia a largo plazo no les interesa, no les estimulan, y necesitan constante “feedback” para sentir que sus esfuerzos están siendo reconocidos.

Mi equipo no tiene edad. Se trata de un complejo grupo generacional nacido de las décadas de los ochenta y noventa con maravillosas excepciones de inmigrantes digitales que provienen de décadas más lejanas. Retenerlos es complejo, es un desafío constante. Suelen recibir propuestas y muchas reglas de empresa son, para ellos, innecesarias. Trabajan por sentimiento, con la voluntad de trascender en lo que hacen. Tienen reglas éticas que un mayor sueldo no puede tumbar tan fácilmente.

Cuesta encontrarlos pero yo tengo unos cuantos conmigo. Porque es bueno hacerlo, analizo mis activos. En días en los que analizas cual es verdadero valor de tu empresa descubres que está en lo humano y en como la tecnología que desarrollan se deriva entre nuestros clientes con el corazón. Me encanta, no por el concepto empresarialmente lógico, sino por lo mucho que significa, ver cuando de madrugada, o a antes de tomar el primer café, cualquiera de ellos, toma su smartphone, su tablet o lo que sea y se preocupa de cualquier ‘no previsto’ que surgió. No van a recibir nada, no van a ganar más, no tiene que ver con eso, es sencillamente, sentimiento de pertenencia, apoyo al resto del equipo y un tremendo respeto que siento hacia mi.

Entregarse a un proyecto empresarial te convierte en emprendedor por cuenta ajena y en eso debería de basarse todo un nuevo escenario de contratación laboral, gratificaciones y opciones directivas. Cuando en una de mis empresas la medición de tiempo disponible y ocupado marca la dinámica sé que voy a fracasar. Mi obligación es convertir un equipo de “empleados” en mis socios. Eso puede llegar a ser incluso una opción societaria más, pero a lo que yo me refiero es a que la lucha no es sólo mía, es de todos.

Disfruto de ese instante en el que un usuario de una de nuestras plataformas se convierte en mucho más que alguien que puede pagar una cuota por servicio, es alguien que está validando, mejorando, viviendo y sintiendo lo que ellos, mi equipo, han creado, cuidado y sufrido durante meses y meses. Verlos emociona, vivirlos te nutre y da sentido a tanto tiempo de sobreesfuerzo.

Los emprendedores nos quejamos de lo duro que es esto de montar empresas, de gestionarlas y de arriesgar todo nuestro patrimonio. Es cierto, pero también podemos asegurar que en ese sacrificio está la vida y el estímulo necesario para, por lo menos yo, sentirme conectado con mi propia existencia y con mi necesidad de explorar. Sin embargo no puedo olvidarme ni un minuto de cuantos también arriesgan su vida desde dentro, desde la interpretación de un papel en la representación de mis sueños. Hay momentos que los veo sin quejarse, duros y con la mirada lejana, como quien corre sin descanso, con la visión de una meta a la que cuesta llegar. No hay dinero que pague eso. No hay agradecimiento para quienes confiaron sus anhelos a un tipo que un día les ofreció un puesto de trabajo por menos dinero que en otro lugar y por más horas que en otro lugar para desarrollar algo que aun no estaba listo.

Corro como emprendo. Avanzo con un destino pero disfruto del camino. Si aparecen subidas pronunciadas las diviso y las valoro, las juzgo y las tomo como reto. Si aparecen bajadas reduzco la velocidad para no lesionarme o caer. Aprovecho que permiten descansar el cuerpo pero mantengo la mente en alerta. Tomo aire. Cuando lo hago en solitario disfruto de cada uno de los metros y de los golpes en el suelo, pero cuando lo hago en grupo es algo extraordinario, divertido y estimulante. Cuando encuentro un nuevo camino, vereda o lugar por el que correr, me lanzo sin mirar, casi sin preguntarme si vale la pena. Es nuevo y eso vale.

A cada dificultad una sorpresa, a cada muro de piedra un escalador, a cada desánimo un apoyo incondicional de unos con otros. Mi equipo es el mejor equipo del mundo. Gente a la que espero ayudar a conquistar sus sueños porque, de verdad, lo merecen. Como en la imagen del encabezado, si pienso que corro sólo porque tengo delante mío una carretera infinita, con solo voltear la cabeza, con solo mirar al lado, veré que conmigo vienen un buen grupo de corredores más.

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¿Que quieres ser de menor?

El próximo 27 de febrero, a las 12 del medio día y en el auditorio principal de la Universitat Internacional de Catalunya, ofreceré una conferencia titulada ‘¿Qué quieres ser de menor?’. Será la primera vez que lleve a un auditorio esta charla en concreto y representará la puesta en escena de un modelo expositivo basado en ‘la historia más emprendedora jamás contada’. Obviamente es un juego semántico y algo lírico que busca despertar el interés por algo que si voy a explicar. Quiero regresar a aquel impulso de querer hacer millones de cosas cuando somos niños, curiosos e inquietos y desacomodarnos de ese miedo que el ser adulto establece.
La intención de la charla no será otra que la de estimular a un auditorio mayoritariamente joven a buscar sus propios anhelos y a perseguir sus propios sueños. Aunque esta conferencia no está en el catálogo de cuantas ofrezco en estos momentos, si lo estará en el futuro. Quiero ver las reacciones, el feedback y sobretodo, como encaja lo esencial y lo técnico cuando hablamos de emprender, de tecnología y de respuesta social a un momento inédito.

La manera que he elegido para esta vez será la de las anécdotas encadenadas y la de las vivencias de un soñador. Para mí, emprender, soñar y conectar con un nuevo mundo inminentemente hipersocial, va todo junto. Procuraré esa mañana que para mí será especial transmitir parte de la esencia de mi último libro ‘Una hormiga en París’, un buen número de motivos para ponerse en marcha como demandé en otro libro anterior y las claves de cómo lograrlo con cierto rango de éxito, cosa que explicaré en un próximo volumen.

Aquellos que estén interesados pueden ponerse en contacto con la propia UIC y en concreto con la responsable del evento Patricia Saez. Y si fuera de tu interés alguna de mis charlas o conferencias y quisieras que mi agencia se pusiera en contacto contigo, con tu institución o empresa, puedes pedirlo aquí.

Soñar no es un extraño verbo que representa lo imposible, sino todo lo contrario, es la cristalización de la esencia humana. Como especie no hubiéramos abandonado las cavernas sino fuera por ese sentido conquistador del espacio del saber, de preguntarse, de valorar lo desconocido como territorio y no como vacío. Ese perfil inconformista, que se revela y que no se acomoda es el que tanto molesta a los que nos pretenden “dirigir”, ese modelo de vida es el que no teme fracasar, no siente dolor y escucha, no dice no, no dice imposible sino ¡vamos!, no piensa en si va solo o acompañado, solo decide ir. Esos son los míos.

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El concepto trabajar en la Nueva Economía

La velocidad con la que circulamos por la historia cada vez es mayor. Hace una década no existían las empresas que ahora marcan nuestro día a día de manera irremediable. Compañías que no tan sólo son parte de todo lo que nos afecta sino que además son las más valoradas económicamente en algunos mercados de valores. Hace cinco años no existían tampoco una gran cantidad de ‘oficios’ que ahora son los más demandados. Curioso ver también como esos nuevos modelos laborales se basan en otros procesos profesionales que nada tienen que ver con el pasado.
Yo trabajo muchas horas al día. De hecho me cuesta separar el trabajo de mi propio ocio personal e individual. Cuando no afecta a nadie, mis lecturas, paseos y diversión gira entorno a aprender algo que mejorará mis proyectos, a reflexionar sobre alguna nueva idea o a conversar sobre mis sueños que suelen tener algo que ver con lo digital, lo emprendedor o la vinculación a personas con ese espíritu. Dice un buen amigo mío que ‘si odias los lunes es porque aun no estás haciendo lo que te apasiona’.

Mi familia sabe que me encanta hablar de los elementos que me afectan en mi vida profesional porque tiene que ver con mis instintos, sueños, valores y metas. Mis amigos suelen tener vínculos en mi entorno profesional o, como mínimo, saben de que va. El deporte me enlaza con el sacrificio y la superación y cuando escribo o hablo en público también tiene ese tono que domina mi paisaje mental y emocional. Y no soy adicto al trabajo, soy adicto a soñar, lo cual, os aseguro, es algo muy distinto.

Hace muchos años fui un adicto al trabajo. Dedicaba mi vida a una agencia de compra y venta de acciones, luego a otra de inversiones y también a otra proyectos digitales. Trabajaba mucho obsesionado por los resultados y poco por el recorrido. Terminó el día que descubrí que si quería disfrutar de la vida, atendiendo que me gustaba trabajar, debería de hacerlo en aquello que me permitiera tocar el cielo de vez en cuando con los dedos.

Los sinsabores que he vivido no los recuerdo aunque me enseñaron. No pienso en pasado, aburre. Pienso en cada uno de los millones de segundos que me quedan por conquistar, los centenares de personas que con las que trabajaré en los próximos mil años.

Volver a poner el trabajo en el centro de los valores porque el trabajo de hoy debe ser concebido como experiencia íntima y emocional, como factor de conquista de algo más que dinero o reconocimiento, debe ser abiertamente un propósito de satisfacción moral y del conocimiento. Trabajar para aprender, para innovar socialmente e individualmente.

Existe la concepción de que eso del trabajo es un atraso de la humanidad y por eso buscamos métodos para minimizar su carga. Es cierto que cada vez ‘trabajaremos’ menos según esa manera de describir el trabajo. Vamos a una sociedad donde el elemento laboral deberá ser considerado como algo muy distinto y de calificación diferencial según lo que se logre con ello, pero a la vez cada vez ocuparemos más tiempo en ese crecimiento personal vinculado a ‘estructuras conectadas entre lo laboral y lo personal’. Por poner un ejemplo podemos ver que los profesionales más demandados este año pasado en Linkedin están centrados en profesiones inexistentes hace muy poco como marca el gráfico acompaña el post de hoy.

Trabajar debe recuperar el valor del progreso y la innovación como factor social y personal. El hombre ha progresado por ese esfuerzo en el trabajo, por esas ganas de construir, de creer y de inventar. Arte, cultura y trabajo constituyen los elementos de evolución que el hombre ha precisado históricamente.

No estoy hablando de la cultura del esfuerzo, o el sacrificio, que es otra cosa y que suena más a penitencia y sumisión, a explotación y entierro, no, yo apelo al valor del trabajo como elemento de progreso, no como distorsión de la libertad individual. Yo quiero liderar mi vida, marcar sus fases y establecer mis metas.

Aquí cabe la descripción del concepto intraemprendedor, emprendedor y soñador, y cuesta más incorporar otros que buscan en el trabajo, de manera lícita por supuesto, otras derivadas menos alimenticias. En la Nueva Economía se hace difícil utilizar esos modelos de separación entre lo que es laboral y lo que no. Probablemente la pasión con la que vivas la vida también marcará lo que quieras hacer en lo profesional.

Aquí os dejo los 10 puestos laborales más requeridos en Linkedin actualmente y que hace tan solo cinco años no existían. Esto va muy rápido en los modelos, en los tipos y en las maneras.

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100 días de 'La Hormiga'

Hoy se cumple tres meses del lanzamiento de ‘Una Hormiga en París’. Pronto serán 100 días que han supuesto un revulsivo en muchos aspectos de mi vida que os quiero compartir. Por un lado tiene que ver con lo que supone explicar parte de tu propia historia, ese desnudo emocional que significa este libro por ser el punto de partida de un modo de ser y de vivir. Por otro este libro siempre será especial debido a que me ha ayudado a mi mismo a entender aspectos que desconocía tener tan integrados en mi día a día.
Al definir puntos de cómo se organiza una empresa, como se innova o como se persiguen modelos de gestión diversos y compararlo en como lo hice en aquellos años en París de la mano de un grupo de músicos orientales me ha permitido rebajar y mucho la presión de lo que se supone que es ‘teoría económica’, ‘management directivo’ y espíritu de sacrificio. Viví aquellos meses hace ya muchos años como una aventura y vivo este libro como tal. Es curioso como se superponen las capas de ambas cosas. El éxito de ventas que está suponiendo ahora mismo es lo de menos. Aunque ha sido catalogado como bestseller en algunos puntos de venta y aunque permanece en el TOP100 de los libros más vendido en Amazon.es, lo que realmente me hace sentir bien es lo que está suponiendo para mucha gente ese montón de letras que escupí sobre el papel el pasado verano. Es una tremenda alegría, no obstante, comprobar que sean muchos los interesados en comprarlo y en contratarme la conferencia asociada al libro que tengo ya lista. Una conferencia que transcurre entre la historia del libro y la didáctica empresarial.

Vivo con tremendo agradecimiento cuanto me está pasando. Miles de libros que suponen ya la petición de traducirse en inglés, francés, italiano y portugués, de convertirlo en lectura recomendada en algunas escuelas de negocio y universidades. Ilusionado por la posible puesta en escena de la historia de manera teatral o de que este verano lancemos una promoción en Estados Unidos, México y Argentina entre otros países que se van sumando que permitirá conocer como se siente y percibe la historia desde puntos de vista tremendamente distintos. Sigo sorprendido de cuanto ya os debo y de cuanto espero poder seguir aportando en este vuestro espacio. Por cirto, hoy me despertaba con un regalo más. No dejéis de leer este maravilloso resumen que hace Luis Miguel Delgado en su potente blog. Me parece muy útil para incorporar a lo que supone en términos formativos el propio libro. Os recuerdo algunos puntos de venta del libro para su compra digital pues en las librerías ha estado agotado en diversas ocasiones estas fiestas pasadas. En Amazon y en Casa del Libro.

 

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Lectura emprendedora

Hoy quiero corresponder a la recomendación que hizo ayer Carlos Blanco en su blog. Regalar lectura siempre es algo muy recomendable y si encima trata de aspectos que nos preocupan mejor. Los tres libros, entre el que se encuentra ‘la hormiga’ se complementan de una manera muy curiosa. Los tres autores somos amigos, socios y la casualidad editorial provocó que salieran al mercado casi encadenados. Los tres libros tratan el reto emprendedor desde el estilo y la óptica de cada uno de nosotros. Aquí os dejo las fichas por si los queréis pedir a los Reyes Magos.

51uNs1GA  L. SL110  Libros para emprendedoresCarlos Blanco
A través de los errores cometidos por Carlos y otros 50 emprendedores, principalente del sector digital, se puede aprender de situaciones reales de experiencias vividas por los mejores emprendedores del país, identificando como prevenirlos así como posibles soluciones.
Compralo en Amazon por 17,05€ Compralo en Casa del Libro

41sU9QmthgL. SL110  Libros para emprendedoresMarc Vidal
Es una historía real basada en la experiencia de Marc con 17 años en Paris. A través de la observación de una situación cotidiana se puede leer como un sueño se puede convertir en realidad y podemos montar un negocio que provoca su primera gran experiencia vital y empresarial.
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41dgXOQps5L. SL110  Libros para emprendedoresRisto Mejide
Todo nació con un artículo en El Periodico en el que Risto incitaba a que no pierdas tiempo y dinero en trabajar para otro, motivando a emprender en lugar de depender de los demás. El mejor método para que nadie te despida es que seas tu propio jefe, aprende como se puede conseguir.
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Startups y aceleradoras

Es cierto que en momentos de mutación social y económica, donde los dramas se acumulan sin descanso ni criterio, hablar de modernidad, tiempos futuros y de vanguardia tecnológica agota. Sin embargo no hay otra. Crear empleo pasa por crear empresas pero también por entender que no todo el empleo que crearemos será como el que ahora consideramos.

Es cierto que en momentos de mutación social y económica, donde los dramas se acumulan sin descanso ni criterio, hablar de modernidad, tiempos futuros y de vanguardia tecnológica agota. Sin embargo no hay otra. Crear empleo pasa por crear empresas pero también por entender que no todo el empleo que crearemos será como el que ahora consideramos.

Ahora toca impulsar proyectos, sin descanso, sin mirar atrás y pensando sólo que lo que nos queda por hacer es mucho más que lo que llevamos hecho. Sólo así es factible darle al vuelta a este barrizal. Si consideramos que todo aquello que crece es una burbuja peligrosa estaremos cayendo, esta vez, en un error. Comparar edificios repletos de nada con tecnología aplicada puede ser fatídico.

Yo defiendo invertir en empresas. Lo aconsejo y lo practico. Invertir en empresa como motor de cambio, como elemento estructural para la metamorfosis de un modelo de crecimiento que se paró hace unos años y que da síntomas de querer arrancar. Ahora toca inversión corporativa, invertir en empresa. Si queremos una sociedad vinculada al valor añadido, una economía innovadora y del conocimiento, también le toca a la sociedad empujar. No lo hará nadie por nosotros. Apostar por empresas de base tecnológica, para que desde abajo puedan crecer rápidamente y ofrecer empleo a miles de personas con capacidades digitales, puede ser la puerta de salida a tanto sofá social.

Es cierto que la situación que vive España ha provocado, por derivación, un aumento del emprendimiento. Sea por una cosa u otra la cuestión es que se ha producido y bueno sería aprovechar el curso de este rio complejo. Una explosión que se refleja en muchos campos y en los que por suerte vivo de cerca. Uno de los indicadores más potentes para determinar por donde va todo esto sería el número de aceleradoras privadas que se han creado en España en los últimos años. Aceleradoras vinculadas e un modelo de empresa startup que innova y se establece en el ecosistema tecnológico y de valor añadido que puede cambiar nuestro entorno socio económico en los próximos años.

En apenas 4 años de desaceleración ‘crisis/recesión/depresión/nacimiento’ se han fundado más de tres decenas de aceleradoras de capital privado para startups en nuestro país. Poco a poco se instala un modelo que en las principales economías del mundo son una realidad transformadora hace tiempo. En Europa ya contamos con más de 250 y en Estados Unidos hay dos centenares. Esta claro que esto no es un modelo transitorio porque su funcionamiento fusiona todos los complementos formativos, económicos, de acompañamiento e implicación por parte de complejos entramados de relaciones, estímulos y dinámicas para el éxito.

En España ya estamos por delante de Francia o de Alemania y solo nos supera Inglaterra que tiene medio centenar de aceleradoras actualmente. Es interesante destacar que países que están combinando muy bien vanguardia, crecimiento económico y políticas anti cíclicas tienen muchas aceleradoras de startups de capital privado activas. El ejemplo más notable sería Israel con 44 o Irlanda con 22. En nuestro país contamos con 38 a fecha de hoy.

Entre esas aceleradoras españolas existe una en la que soy socio: Conector. En Conector Startup Accelerator ya hemos dado inicio a la 1a edición del programa de aceleración, formación y acompañamiento a proyectos digitales que tendrá lugar entre Diciembre 2013 y Mayo 2014 en las oficinas de Barcelona y en el que participarán 6 proyectos de emprendedores.

Los seis proyectos han sido escogidos de entre un total de 122 mediante un apasionante proceso de selección. Aquí os dejo los ganadores:

Iberuss, e-commerce que conecta productores de alimentación artesanal con clientes europeos y ofrece servicios de turismo gastronómico en España.

Lynber, plataforma tecnológica que permite a los clientes la personalización de productos de moda y complementos. ()

Oh!MyCoder, un nuevo concepto de agencia de medios donde el consumidor es recompensado por crear contenido de calidad convirtiéndose en el protagonista de la marca.

Patchworks, App para iPad llamada Conductr que funciona como controlador del software de referencia para la producción musical, Abelton Live. ()

Pop Places, market place donde los comerciantes alquilan sus tiendas por días a las marcas. Pop Places se dedica a encontrar y gestionar las mejores localizaciones para sitios pop-up.

Soonon, el punto de encuentro social de los jóvenes solteros. Crea planes instantáneos de 140 caracteres en tiempo real y encuentra a alguien para quedar cerca de ti.

A través de diferentes programas de aceleración ayudaremos a un mínimo de 15 proyectos de emprendedores cada año. Las startups acabarán el curso con una estancia en Sillicon Valley visitando el ecosistema emprendedor americano y durante el próximo año 2014 lanzaremos nuevas aceleradoras en otras ciudades, como Madrid, Dublin, México DF, Bogotá o Santiago de Chile. Además iniciaremos procesos de aceleración verticales seleccionado proyectos innovadores en diferentes ámbitos sectoriales, no sólo vinculados al mundo de Internet y Nuevas Tecnologías.

Por intentarlo que no quede. Como decía Michel Jordan, puedo perdonarme fallar, pero no haberlo intentado.

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Entrevista con Laura Ribas

La semana pasada Laura Ribas me hizo esta entrevista. Conozco gente tenaz y perseverante, pero lo de Laura es exagerado y dice mucho de ella. Más de dos meses intentando encajar esta sesión en el medido tiempo que tengo cuando paso por Barcelona y al final lo logramos. La verdad es que lo pasé muy bien hablando del papel que juegan lo sueños en el desarrollo de un negocio, de lo que me mantuvo en pié cuando me arruiné por completo, de cómo convertir el miedo en oportunidad, de cómo enfrentarse al miedo al error, de cómo beneficia e influye trabajar desde el talento y el de tus trabajadores en una empresa y de cuándo debe uno dejar de luchar por su empresa. Al final hablamos hasta de lo que significa el término ‘ambición’ incluso.

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Un mes de 'la hormiga'

Hoy se cumple poco más de un mes del lanzamiento de ‘Una Hormiga en París’. La verdad es que las diferencias con mi anterior libro Contra la Cultura del Subsidio son notables. Ya no tan solo en cuanto a la respuesta comercial que ha resultado ser mucho más intensa situando este nuevo libro entre los más vendidos en diversas listas de referencia, sino también en cuanto al sentido que se le está dando por parte de muchos de vosotros. Es tremendo sentir a tiempo real el pulso de miles de lectores y de como unos hechos que viví hace ya tantos años provocan tanto afecto en tanta gente.
A fechas de hoy lo más relevante está siendo, por encima de las ventas, la acogida empresarial y educativa. Son ya una docena las empresas que han decidido regalar a sus empleados “el manual de innovación” que este libro representa. En cuanto a la educativa es tremendo pensar que en dos escuelas de negocio mi libro será parte de algún ejercicio del plan de estudio durante el año que viene. Ahora bien, lo más estimulante fue saber que un centro de educación secundaria vallesana ha decidido proponerlo como ejercicio de lectura trimestral a chicos de entre 12 y 14 años. Espero no ser responsable de una huida masiva de jóvenes a París.

En este sentido la editorial me comenta que para los que se han interesado en proponer compras de carácter colectivo o de pedidos superiores a 100 ejemplares, hay importantes descuentos asignados. Si estás interesado en una compra de volumen mi equipo puede ayudarte a ponerte en contacto con el editor. Si quieres información al respecto puedes decírmelo aquí.

También he diseñado una conferencia que explica en apenas una hora la historia del libro y convierte una metáfora vital en un modelo didáctico de aprendizaje en materia de innovación, creatividad, emprendeduría y de transformación personal. Se trata de revolucionar el motor que todos tenemos dentro a partir de modelos de estímulo que utilizó la hormiga en su día. Esta conferencia llamada también se convierte en un seminario de innovación donde a partir del relato se ejercitan los diez modelos de innovación que del mismo se desprenden. Si quieres más información puedes solicitarla aquí.

Finalmente te aconsejo solicitar tu ejemplar a través de la red en ‘Casa del Libro’ pues en algunos lugares está agotado y me han pedido que recomiende el pedido digital.

Hoy os dejo, excepcionalmente y como detalle por cumplirse un mes, el segundo capítulo del libro. No volcaré ninguno más por lo que si quieres saber como continúan las historias de la hormiga que le permitieron pasar de vagabundear por las calles de París a lograr ganar muchísimo dinero deberás buscar un ejemplar digital o en papel.

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CAPITULO 2 – ‘SUPERAR TUS MIEDOS’

«Sólo atravesando la noche se llega a la mañana.»
J. R. R. Tolkien

Con catorce años vivía junto a un artista mundialmente reconocido. Jordi Benito era uno de los artistas conceptuales más importantes de Europa. Como se suele decir que «nadie es profeta en su tierra», la mayoría de vecinos desconocía al genio. Yo lo supe por pura casualidad y mientras estaba delinquiendo.

En el portal junto a los buzones del edificio donde vivíamos, un paquete en forma de libro parecía implorarme: «¡cógeme Marc!, ¡cógeme!». Así lo hice y no me arrepiento. Lo tomé prestado, con la idea de devolverlo a su destinatario original, el tipo raro del cuarto piso. Al abrir el paquete, descubrí que se trataba de un libro escrito en alemán, un ejemplar del Kunstforum dedicado al arte conceptual. Me quedé pasmado. No entendía ni jota y jamás había visto algo similar. Sin embargo, la sensación de investigar, de adentrarme en lo extraño, resultaba irresistible. No podía detenerse. Pasaron horas o minutos de tanto disfrute que seguí recorriendo sus páginas hasta el infinito. No me apetecía devolverlo. En la biblioteca municipal solicité un diccionario alemán-catalán y me las apañé como pude.

Llegaron más paquetes como aquél y continúe tomándolos «prestados» del Sr. Benito. A lo largo de un año, me hice con un botín cada dos meses. Regresaba del Instituto una hora antes que el artista de su estudio. Llegué a reunir seis ejemplares hasta que me pillaron.

El hombre vino a casa, solicitó a mis padres hablar con- migo. «Si quieres leer más ejemplares sólo tienes que pedir- lo». A partir de ese día, pasé muchas tardes en su estudio o en su piso. Mirando todo tipo de publicaciones, algunas dedicadas a él, y observando cómo trabajaba. Viendo su ex- presión artística en plena manifestación. Tuve el privilegio de estar cerca de un artista con reputación internacional.

Me habló del mundo y sus ciudades: París, Nueva York, Tokio y a cada palabra, a cada detalle, mis deseos de recorrerlas aumentaban. Durante años, confeccioné listas de cosas que quería hacer y acumulé fondos para hacerlas posibles. Me preparé para eso de vivir aventuras. Empecé por las más domésticas, aunque comportaban algún riesgo y mucho consumo de adrenalina. Eran viajes cercanos y aventuras nocturnas. Pasé noches sólo en Barcelona inventando trabajos en grupo que jamás existieron o participando en congresos estudiantiles que «exigían» pernoctar en un albergue de la Plaza Real. Todo aquello se me quedaba pequeño. El gran reto, mi sueño, estaba en París. Ver Montparnasse, el Louvre, un lugar que inaugurarían pronto llamado Centre Georges Pompidou y todo cuanto mi propio ímpetu había magnificado. Fin de la espera, no podía más.

El dinero necesario para afrontar esa aventura lo obtuve de desproteger juegos de Amstrad y Spectrum Plus y pregrabarlos para venderlos en el Instituto. Lo vendía todo. La colección de libros de Isaac Asimov me sirvió para pagar la mochila. La pelota firmada por los jugadores del Espanyol para los pantalones cool que debía llevar en la capital de la moda. Mi vida se convirtió en una subasta.

Al cumplir los diecisiete años, mi única obsesión era ir tachando la lista de deseos. El primer punto: «ir a París». En aquellos tiempos estaba muy lejos. Un billete de avión era algo inalcanzable y no teníamos teléfonos móviles ni Internet. Las cartas precisaban sellos y no había más remedio que esperar unos días cualquier respuesta. ¿Cómo podíamos vivir así?

En la actualidad, mis amigos me escuchan y callan cuan- do les explico que me he metido en algún nuevo proyecto por muy alocado que sea. Saben que lo pasé fatal cuando me arruiné por completo. Quedarse sin nada es algo que se explica cuatro minutos pero se tarda en digerir cuatro años. Sin embargo, cuando les cuento un nuevo reto, un nuevo proyecto en el que voy a depositar toda mi energía y patrimonio, ni se inmutan, saben que no va a haber forma de evitarlo. Esperan y observan. Si me va bien, lo celebran; si me va mal, me apoyan.

Así me debieron ver por aquel entonces cuando dije que me iba a París de manera definitiva. Ya hacía tres años que soñaba con eso y nadie podría impedirlo. Una vez superada la Selectividad, me iría. El listado tenía que cumplirse y ya iba con retraso. Tomé mis anhelos, los metí en el mochilón, le di un beso a mi madre y me fui a la estación. No tenía ningún miedo, ninguna duda. Lo normal hubiese sido que pensara en el «¿y si no lo logro?». Se sabe que el miedo al fracaso suele acompañar a todos los retos.

Uno de los principales problemas Decidirse y luchar en el momento de emprender es a ni- por los propios vel personal. Justamente, el miedo al sueños es la error. Fracasar en todos los ámbitos de la vida siempre da respeto y nosotros mismos nos convertimos en la principal barrera.

Decidirse y luchar por los propios sueños es la receta definitiva que debe aplicar cualquier emprendedor. Convertir el miedo al fracaso en una oportunidad. Me subí en aquel tren sin saber qué iba a suceder, pensando que, quizá, todo sería relativamente sencillo. En un par de semanas regresaría a casa. No obstante, vivimos en un proceso de continuo aprendizaje. No debemos olvidar que de las cosas que salen mal a veces son de las que más aprendemos.

A lo largo del viaje —con sus expulsiones de vagones y estaciones, sus trenes de media distancia y de cercanías— ignoré los agravios o broncas de revisores y pasajeros a los que no entendía pero que parecían señalarme lo mal que estaba viajar sin billete. A mí me daba igual, yo iba a París, con mucho por hacer y sueños que cumplir.

A los pocos días de mi llegada, dos tal vez, pude sentir que las cosas no iban a ser fáciles y que esa valentía inicial pronto se tornaría en miedo y angustia. A medida que me gastaba los ahorros en crêpes de Nutella o bocadillos mixtos, cerca de Notre-Dame, se hacía evidente que en menos de una semana mis fondos se agotarían.

La primera noche la pasé en un albergue de juventud barato situado muy cerca de Rivoli. Conservar las pertenencias ya era un logro en sí mismo. Debías dormir sobre la mochila, con los zapatos puestos o a buen resguardo, evitando algún que otro coleóptero madrugador. Había que reservar energías y valor para la ducha colectiva matinal. Es- taba claro que no me iba a rendir, no podía renunciar a mi sueño por un simple bichejo o por la poca fiabilidad de los compañeros de albergue.

En aquel momento no era consciente, pero muy pronto convertiría la necesidad en una ventaja. Hace más de dos décadas, con ilusión y algo de picaresca, me hice empresa- rio. Con apenas diecisiete años, tuve que idear algo para sobrevivir en la capital del mundo.

Fue por casualidad, como un cazaoportunidades, que descubrí una opción para ganar dinero. Un chino que toca- ba música de los Beatles con su guitarra, en la plaza Georges Pompidou, me dio la clave. Con espíritu innovador, logré organizarme y al igual que las hormigas construí un pequeño ecosistema en el que incorporar mejoras, propuestas y posibilidades. Todo ello para afrontar el invierno que vendría.

Aquella experiencia conecta directamente con mi particular visión de la empresa y la manera de vivirla hoy en día. También se trata del origen de un emprendedor. Uno que pasó de vagar por las calles parisinas, sin nada que llevarse a la boca, a dirigir una empresa con una docena de trabajadores. Y todo en pocas semanas.

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Update de la Hormiga

La agenda de promoción del libro de hoy se mantiene aunque han aparecido varios compromisos más de los que se apuntan en la lista. Esos ligeros cambios no afectan a lo que estaba previsto que se emitiera en directo y responden más a entrevistas que se emitirán o publicarán en diferido. Hoy, en un rato, estaré en ‘Para todos la 2‘ por cierto. Ayer no obstante, por temas de actualidad, fue retrasada la tertulia en la que debía aparecer durante el programa ‘Espejo Público‘ de Antena 3 y que finalmente se emitirá en directo mañana jueves. Os invito también a participar mañana en el ‘Encuentro Digital’ en el diario ABC a las 11:30, Por cierto, los que todavía estéis dudando en pasar esta tarde por la librería +Bernat de Barcelona a la presentación oficial os digo que estarán muchos amigos de este blog a los que me encantará saludar.

Cuando veo mi libro ahí en un estante solo, callado, esperando que se interesen por él, la sensación es de ternura y orgullo, como a veces tienes con los hijos…

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Frases malditas

Hay tres frases malditas en mi vida. “Esto siempre se ha hecho así”, “Eso no es posible” y, la peor, “ten cuidado, nunca has estado allí”. La primera es típica en los debates de innovación empresarial. La segunda es típica en entornos económicos donde no se examinan parámetros fuera de la lógica convencional. La tercera se refiere a no irse a lugares desconocidos a tomar impulso y a proyectar desde lo desconocido. A mi esta última me estimula especialmente. Ser emprendedor es algo más que definir un modo económico, tiene que ver con la actitud y con la voluntad de tomar el control de tu propio destino. No es siempre factible pero tenemos la obligación como género de no permitir que se nos anule. Yo sólo conozco una manera, hay otras, la mía es emprendiendo.
Cada uno de los miles de emprendedores que ahuyentan los miedos a fuerza de no reconocer las limitaciones aparentes son los que despertarán una sociedad cloroformizada que se ha idiotizado al extremo. Como representantes de esa cuerpo social anestesiado, incapaz de afrontar el reto de dirigir su propia existencia pero consciente de que su vida es un privilegio socioeconómico como nunca otra generación había tenido la denomino “microburguesía low cost”.

A partir de ahora mismo nos adentraremos en los valores de una sociedad que decidirá en los próximos años si esto es una “oportunidad gloriosa” o una “situación sin posibilidades”. Cuando una sociedad queda a expensas de la marea es una sociedad muerta.

Hace años, en invierno, tenía el gusto de dar una conferencia en el auditorio de La Cartuja de Sevilla a un millar de alumnos de Económicas de diferentes facultades andaluzas. Suelen ser de último curso. Cada año, en la mitad de la charla formula la misma pregunta:

- ¿Cuántos de vosotros tiene previsto emprender alguna cosa, proyecto, negocio o lo que sea en los próximos cinco años? La respuesta cada año fue a peor. Normalmente apenas una decena levanta la mano. Luego vuelvo a inquirir:

- Entonces, ¿cuántos tiene como deseo ser funcionario?

Los brazos aumentan en alto pero tampoco es que sea un bosque lo que se muestre frente a mí. Finalmente cuestiono si el resto, mucho más de la mitad de los estudiantes, ¿quiere ser prostituta, traficante de armas, concursante de Gran Hermano o futbolista? Las risas que se suelen producir te dejan helado.

Ellos no tienen la culpa, la culpa es del entorno que hemos fabricado y que adormece el deseo de ponerse en marcha. Todo es tremendamente fácil y ha llegado a ser tan sencillo ser burgués que no es preciso ni serlo para disfrutar de esa condición. El consumismo desaforado no precisa de tener dinero, sólo es imprescindible que alguien te lo deje.

En esa conferencia sevillana anual cinco o seis alumnos se acercan al final. Incluso, en una ocasión, una chica se dirigió con lágrimas y tremendamente emocionada. Me dijo que “ella era una de las que me habían entendido”, que iba a mirar como coger “las riendas de su propia existencia”. No niego que eso deja a uno con la cara desencajada y con serias dificultades para contestar. Suele pasar, sólo es preciso atender y atacar el problema: la pasividad de una sociedad que se pone de somníferos antes de arrancar cada mañana, de modo que no puede ser crítica con nada que le envuelve, y mucho menos con capacidad para disponer de las características que tuvieron otras sociedades anteriores, esos colectivos que nos concedieron la mayoría de los privilegios que ahora disfrutamos nosotros y que tan mal gestionamos.

Por primera vez desde la II Guerra Mundial, esta nueva hornada de jóvenes vivirá peor que sus padres. La falaz mejora en viajes, estudios y medios es una sensación de riqueza ilusoria para los jóvenes contemporáneos, ya que surge de un modelo de dependencia parasitaria familiar. El número de jóvenes en España que dispone de una independencia económica plena, disminuyó desde el 26% en 2004 al 11% en 2011 y eso se está extendiendo por toda Europa. Cuando esos alumnos ya maduros se incorporan al mercado laboral sólo les quedan contratos de tipo temporal para el resto de sus días. Son gente que pueden entrar en el mercado laboral a los 35 años y encontrarse con un Expediente de Regulación de Empleo a los 50.

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Presentación y agenda de la 'hormiga'

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El martes pasado salió al mercado Una hormiga en París. Desde entonces he recibido un feedback apasionante. Me han regalado una banda sonora especialmente interpretada y pensada para el libro, centenares de fotos con el momento exacto de llegada de un ejemplar a las manos de muchos amigos y también estoy viviendo algo que como escritor es tremendo: escuchar a tiempo real (mientras el lector devora páginas) la opinión sobre mi trabajo. Durante esta semana que hoy empieza estaré promocionando el libro y también el miércoles será la presentación oficial en Barcelona.

Por eso os invito a todos los que podáis estar este miércoles a las 19:30 en la librería +bernat de Barcelona. Durante la presentación estaré acompañado por el conocido publicista Risto Mejide con quien conversaremos sobre el mundo de la empresa y la emprendeduría, además de departir con quienes os podáis acercar sobre los temas que interesen o preocupen a los asistentes. Juntos, Risto Mejide y yo, desgranararemos cómo se ha creado este libro, una historia personal que me remonta a 1987 cuando visité París con tan solo 17 años para crear de la nada mi primera especie de empresa: “14 chinos y un español S.A.”.

La agenda prevista para estos días incluye entrevistas para prensa, radio y televisión. Os detallo lo que Editorial Planeta ha previsto. Lo que se refiere a periódicos o medios escritos desconozco cuando serán publicadas las reseñas.

Lunes 21/10: BCN

11h – Expansión. Entrevista.
12-13.30h · Intereconomía radio, programa Per Tots, con Quim Esteban.
15h-16h · Catalunya Ràdio, programa L’oracle, con Xavier Grasset.
16.45h · La Gaceta. Entrevista.

Martes 22/10: MAD

9h – 10.30h · Antena 3, Espejo Público.
11.30h · El Economista. Entrevista en vídeo.
12.30h · Periodista Digital. Entrevista en vídeo.
14h · Gestiona Radio, Pulso empresarial. Entrevista grabada a emitir.
17.45h · COPE, La tarde, con Ramón García.

Miércoles 23/10: BCN

11.15h – 13h · TVE / La 2, programa Para todos la 2.
15.30h · La Xarxa TV, programa de economía semanal El cercle virtuós.
17h · La Vanguardia digital. Entrevista escrita + vídeo.
19.30h· Presentación +Bernat

Jueves 24/10: BCN

12h · El Periódico de Catalunya. Entrevista.
13h · La Xarxa radio, Matins en xarxa. Entrevista con Marc Lobato.
16.15h · Ràdio 4, programa Directe 4.0. Entrevista con Xantal Llavina.
17.40h · COPE, Dos días contigo, con Cristina López Schlichting. Entrevista.

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Anticipo del primer capítulo

Mañana sale al mercado mi último libro. Una hormiga en París es un corto relato en el que intento dar las claves del éxito empresarial desde un punto de vista muy particular. En el prólogo que Bernardo Hernández, CEO de Flickr y ex vicepresidente de Marketing de Google, ha escrito para este fragmento de mi vida, dice que “la ambición está hecha de sueños, de patrones modelo, de pequeñas metas, de insatisfacción, de saber quién somos.
Me siento un poco como aquella hormiga que llegó a París hace tantos años. Apenas faltan 24 horas para el lanzamiento de su pequeña historia y las sensaciones son similares hoy a las que viví entonces llegando a París. La incertidumbre y los sueños mezclados con los retos y la voluntad de hacer las cosas cada vez mejor. Os dejo el primer capítulo de los diez que lo conforman. Si queréis más información podéis ir pasando por la web de la hormiga donde poco a poco iremos aumentando la información, los detalles y los complementos gráficos que harán de ese lugar un site intenso y nutritivo. En unos días os digo donde y cuando se hará una presentación oficial. Espero de corazón que os guste.

UNA HORMIGA EN PARIS

1. PERSEGUIR TUS SUEÑOS

«Si puedes soñarlo puedes hacerlo, recuerda que todo esto comenzó con un ratón.»
Walt Disney

Y aquí estoy. En un Boeing 747. Mientras el pasaje duerme a oscuras, soy la luz del 1H. Soy esa pantalla que parece un puzzle de ventanas y letras. Siempre soy ése. Hoy no iba a ser una excepción. Un vuelo de algo más de once horas y mi cara azulada por el resplandor hipnótico del Mac. A mi lado, nadie. Acabo de cerrar el documento con la oferta final de compra de mi desarrollo. Finalmente he aceptado, pero no ha sido fácil. Uno se siente como si le arrancaran un órgano, un elemento frágil pero necesario, como si de repente todo cuanto has construido se desvaneciera por el deseo de un poderoso. Apenas unas horas atrás en el despacho de un gigante digital, en Chicago, pusieron sobre la mesa un regalo que nadie en su sano juicio rechazaría.

En Estados Unidos les gusta reunirse en sitios raros. Por lo menos a esos directivos modernos, de fondos de inversión modernos, palabras modernas y modernas gesticulaciones. Te citan en parques soleados, cafeterías cutres o paradas de metro. Son sitios curiosos para reunirse. Alguien, en alguna escuela de negocios de nombre irrepetible, les debe haber enseñado que así se «juega al desconcierto». Yo fui citado en el Brookfield Zoo Park, cerca de la bañera gigante en la que viven unos enormes osos polares. Allí, sí, allí mismo.

Tras los saludos y el rápido «coaching» de mi abogado mercantil, pasamos a la «reunión» propiamente dicha. El encuentro se fue desplazando progresivamente hasta un banco exterior, punto intermedio hacia un destino incierto que ellos situaban en su oficina y yo en el notario. En un instante, entre el rumor de sus voces, la de mi asistente, que me ayudaba con ciertos aspectos que sonaban a chino mandarín y la de la gente que andaba por allí, vi un pequeño insecto. Se trataba de una hormiga, pequeña, nerviosa y solitaria. Estaba parada, daba un paso, acercándose a mí y se alejaba cuando sus antenas captaban mi presencia. Giró de golpe y se trasladó hasta el hueco de tierra por el que se había colado al parque. Era extraordinariamente minúscula en comparación con las dimensiones de aquel lugar. Tan pequeña, tan lejos de su hormiguero, tan abandonada a su suerte y tan parecida a mí hace algunos años.

Su presencia, casi imperceptible, me trajo recuerdos del primer viaje a París. Tenía poco más de diecisiete años cuando decidí conquistar la ciudad de la Luz. Hacía mucho que no pensaba en aquellos meses de verano de 1987. Tras proponer a mi familia que me permitiera conocer lo que consideraba el centro del Universo, recibí una severa negativa.

Dicho obstáculo, no hizo más que acrecentar mis deseos de viajar y ser parte de aquella gigantesca masa de cultura, conocimiento, vida. Mi espíritu explorador se expandía. En mis sueños y en mis sensaciones, París aparecía como la oportunidad perfecta para conocerme a mí mismo. Con esas edades, uno es incapaz de negarse a sus instintos. En aquella época, saliendo de la pubertad, la capital francesa estaba tan lejos que asustaba. Un vuelo era algo impensable y el Talgo que hacía el recorrido Barcelona-Orly resultaba demasiado oneroso.

Careciendo del apoyo de mi «friends family and fools» para ese proyecto, tuve que resignarme con un complicado método de viaje: colarme sucesivamente en trenes de cercanías hasta llegar a mi lugar de destino. Esta travesía consumió tres días. Mi incipiente francés no ayudaba a la hora de planificar correctamente los itinerarios. Hacer noche en la estación de Nantes no es lo mejor ni lo más rápido cuando lo que se pretende es ir a París desde Barcelona.

Aquellos tipos del Brookfield Zoo Park estaban acostumbrados a devorar desarrollos y start ups. Sus agresivos lenguajes eran desagradables. Me arrastraban a mis tiempos como agente de cambio y bolsa. No era lo que yo quería. Algo me pedía abandonar y dejarlo ir. Ellos insistían en lo beneficioso que sería para «mi idea» pasar a sus manos. Con prepotencia afirmaron aquello de «si no lo podemos comprar, tarde o temprano, lo haremos».

Decidimos ir a un lugar donde se respirara ambientador a pino y hubiera hilo musical. Mi abogado y yo fuimos en un taxi. Ellos lo desconozco, pero siempre he tenido la sospecha de que se teletransportaron. Al llegar al 121 de Wacker Dr. Street, el café ya estaba frío y casi todo parecía prepara- do y negociado. Me senté, miré desde la altura de aquel edificio hacia lo lejos y escuché sin mirar. Sobre la mesa, sus documentos y sus ceros, también todos mis sueños. No es- taba dispuesto a ceder tan pronto ni de forma tan sencilla.

La voz de aquellos hombres retornaría, como un murmullo sin valor, cada vez que intentaba concentrarme en algo. Mi mente viajaba primero hacia el parque y después a París. De una hormiga pasaba a otra, de la pequeña y perdida del Zoo a la que yo mismo representaba en el viaje a París.

Desoyendo todas las advertencias de mi familia, amigos de mis padres y expertos en viajes de riesgo, puse rumbo a la estación de Barcelona-Término sin saber que empezaba la historia de mi vida. Desconocía que en ese primer tren, uno de tantos necesario para alcanzar mi meta, iban conmigo un puñado de sueños que han sido mi sostén a lo largo del camino. Sentado en aquel vagón, orgulloso con la mochila nueva, un cierto pavor invadió mi cabeza. Supongo que se trata del mismo que experimentaron los exploradores de lo desconocido o los descubridores de continentes. Así me sentía. Pensé en los riesgos que implicaba el viaje. Sin embargo, con dieciocho años no piensas que te pueda pasar algo malo. Te crees eterno, invencible, como si fueras de acero. Pasaron los minutos hasta que el jefe de estación silbó y el convoy empezó a moverse. Ya no había vuelta atrás.

En aquella oficina, la oferta aumentó dos veces pero se- guía siendo sólo eso, una oferta. Aceptar el dinero y olvidar- se del reto. Me levanté y dije que me lo pensaría. La sorpresa se dibujó en la cara de todos ellos, incluida la de mi abogado. Todos allí sabíamos que superaba lo que en términos objetivos podía valer aquel desarrollo sin comercializar. Sin métricas, resulta casi imposible vender nada en Estados Unidos. A pesar del riesgo de perder el hilo de las negociaciones, no cambié de opinión. Quería pensar. No estaba dispuesto a renunciar a mis sueños ni a mi manera de emprender, crear y explorar.

Les dije que necesitaba dar un paseo. Eran las dos de la tarde y a las seis les aseguré que tendrían mi respuesta definitiva. Aceptaron a regañadientes, como suelen hacerlo quienes creen que son especiales por sentarse en sillones especiales.

Escasas horas atrás, aceptar parecía la única opción plausible pero desde la aparición de aquel insignificante himenóptero algo había cambiado. Recorrer el bulevar de mis recuerdos había marcado de manera definitiva toda la negociación. Sabía que a lo largo de mi vida, cada proyecto, cada reto, cada noche en vela, cada business plan, cada analítica, cada dolor de cabeza, cada domingo exhausto envidiando a las parejas paseando, cada centímetro cuadrado de cristal que te aprisiona en los días que no terminan nunca, cada obsesión o momento de penuria no habían sido en vano ni un producto del azar sino el resultado de un modo de ver la vida. Su origen era aquel crío, lleno de ilusiones, entrando en París como una hormiga. Se trataba de seguir una opinión. Se trata de vivir como otros no quieren hacerlo, para vivir como otros no podrán hacerlo. Se trata pues de enfrentarte a todo porque confías en ti mismo. En este sentido, el principal motor para el cambio de nuestro entorno somos nosotros mismos.

Paseando por las calles de Chicago, me encontré sin dar- me cuenta en el Millennium Park. Pensaba que el espíritu que me llevó a París debía estar rondando cerca de mí. De hecho, parecía a punto de surgir otra vez. Otra barbaridad a ojos de los «expertos». El vocabulario del típico negocio me molestaba, al igual que la verborrea característica de los directivos. No obstante, ya en París había empleado los resortes básicos de los negocios para sobrevivir y éstos vendrían en mi ayuda.

Vivimos una época en la que el plan de negocio tradicional debería enterrarse en un baúl y bajo llave. En la actualidad, las empresas pueden nacer, crecer y morir en cinco o seis años y no pasa nada. Un modelo de venta puede ser intensivo en un período e inservible en otro. Una sociedad en la que los negocios se adaptan a redes sofisticadas y a sus relaciones distribuidas. Una selva sin patrones fijos y donde todo se presenta como extremadamente nuevo e innovador. No lo es tanto. Las novedades de libro y máster en negocios estaban presentes en las fases que atravesó mi empresa callejera durante aquel verano parisino de 1987.

Quizá fue el café o fueron los nervios pero el tiempo transcurrió muy rápido. Las caras de los peatones que se cruzaban conmigo resultaban más anónimas que nunca. ¡Qué extraordinario sentirse tan solo, tan extremadamente dependiente de uno mismo! Cuando llegas a un lugar desconocido, con apenas capacidad para interpretar el espacio y sus señales es como si te lanzaras de nuevo a explorar. Por ello, resulta fascinante ir a lugares nuevos. Recorrer sus calles, más allá de la similitud que guarden con miles de otros lugares ya visitados. Circular, señalar un nuevo lugar en nuestro cerebro. Ver callejuelas y plazoletas inéditas, más allá de la comodidad vital que uno haya alcanzado.

Pasó en Chicago pero había pasado también en París. La conexión entre ambos lugares, las sensaciones y los aromas me impulsaron con decisión hacia el encuentro con aquellos compradores de desarrollos tecnológicos. Sentía como si me empujara una locomotora diésel. Retornaba al despacho mucho antes de lo previsto. Regresar al ring, como si tras una buena paliza, uno decidiera no tirar la toalla, y apretando la mandíbula, levantando la cuerda del cuadrilátero, hiciera gestos de «¡ven!, ¡vamos!, ¡aún no me rindo!».

Se abrieron las puertas del ascensor, un paso tras otro y al fondo todos sentados en una mesa eterna, repleta de portátiles, teléfonos y tabletas. Me vieron venir, me vieron son- reír. Eran las cinco de la tarde, la misma hora en la que un día, con osadía e inconsciencia, llegué a la Gare du Nord de París. Una hormiga entraba en la sede del gigante informático, como si fuera por el mismo extraño agujero de aquel lejano 25 de mayo de 1987, cuando estaba a punto de cumplir dieciocho años.

Las puertas automáticas de vidrio templado se mimetizaban en mi memoria con las del vagón francés. Los mismos pasos que di para bajar del tren, mi mochila de entonces convertida en un maletín de piel marrón. La misma mirada pero más cansada. Mi reloj más pesado pero contando el tiempo al mismo desconcertante ritmo. Mis sueños impecablemente similares, abarrotados de mis valores, los calcetines siempre de colores estridentes. Las palabras, iguales en ambas ocasiones: «Je suis ici!».

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La hormiga en pre venta

Hace pocos días que mi próximo libro ya es posible reservarlo en Amazon, en Itunes o en Casa del Libro. De hecho la fecha definitiva de la salida al mercado será el 15 de octubre. Me hizo feliz la noticia de que la semana pasada fue durante unos días el más vendido en la sección económica de Amazon o el tercero más solicitado en toda la librería online. Falta casi un mes para su puesta a la venta y pensé que debía ofrecer algo a esa compra excepcionalmente rápida.
Lo primero que quiero aportar es que este libro es muy especial por diversos motivos. En primer lugar porque parte de una experiencia personal que viví hace mucho tiempo y que me determinó mucho de lo que fui haciendo a lo largo de mi vida. También es un libro expresamente sentimental porque tanto en el transcurso de su gestación como en la definición del propio título fueron miles los lectores que habéis participado de su creación.

A lo largo de conferencias, cenas y encuentros diversos fui explicando de manera desordenada aquellos meses en París siendo un joven de diecisiete años. El título fue elegido entre casi dos mil propuestas que llegaron a lo largo de una semana por todos mis canales sociales tras proponer esa especie de reto colectivo. Es un libro especial porque a través de diez ocurrencias muestro de manera muy simple como se puede innovar en la empresa. Es una especie de cuento basado en hechos reales pero divertido, simpático, dicen que emocional pero también tremendamente pragmático y directo en cuanto a los conceptos económicos que defiende.

Es un libro especial porque no sólo habla de emprender, o de superar las dificultades para innovar, sino que también intento transmitir el sentimiento profundo por dirigir la propia existencia, por rebelarse ante lo injusto y alegar a la acción, al hacerlo por ti mismo, como alternativa a la parálisis.

Mi decisión al respecto gira en tres campos que partirán de una web que se está desarrollando estos días y que estará disponible la semana que viene en www.unahormigaenparis.com (no operativa aun) y que permitirá diferentes juegos, procesos e interacciones. El libro nacerá antes en el site, vivirá en él a partir de la participación de todos. Esta hormiga será algo más que un libro.

La primera de las novedades será que yo mismo estaré online a través de twitter y facebook esa tarde de lanzamiento (ya determinaremos una hora que sea cómoda para todas las franjas horarias) y en el que podremos comentar con los primeros lectores las impresiones de un libro que se lee en apenas dos horas pero que precisará de re lecturas. Propongo que esa primera visión del libro se pueda hacer conversando con el autor a tiempo real. Al parecer, reservar el libro ya será una de las garantías de qeu ese día puedas participar. Según me cuentan la tirada inicial podría quedarse corta y no poder participar en ese día tan especial.

Habrá más privilegios para los que compren el libro en esta fase inicial que irán en torno a ofertas en mis productos como empresa, entradas en algún evento previsto, acceso a presentar proyectos, obtener la versión digital, etc. Estamos diseñando este asunto.

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Ser lo que quieres ser

Desde hoy, técnicamente, ya he pasado más días viviendo fuera del país en el que nací que dentro de él. No es gran cosa, mucha gente pasa el completo de su vida lejos de sus orígenes. En mi caso no significa mucho más que la evidencia de que he podido hacer lo que siempre soñé: explorar. Cuando de pequeño leía historias de un tal Marco Polo, escuchaba las aventuras de los viajeros medievales o de los sabios griegos recorriendo lugares diversos me entraba una envidia sana pero mayúscula. Siempre quise ser un caminante y vivir la vida como tal.
Escaso tiempo una vida para pensar, escribir, soñar y lograr todo cuanto deseo conocer. Lo importante no es que busco, sólo me interesa el como y el porqué. Para ello diseñé una hoja de ruta que he tenido que variar muchas veces y que se rige por la pasión de dirigir mi propia vida cueste lo que cueste. Arriesgar no es perder, es saltar. A veces ese salto te reserva un batacazo importante pero como lo importante para mí es el tránsito, el vuelo y la sensación de libertad que proporciona, si al final hay un golpe duele menos, me deja tonto menos tiempo y me permite reaccionar antes, recuperar el impulso y aprender mucho de todo ello. El verdadero reto no es acertar, es reponerse antes de lo previsto si sucede lo contrario.

Me apena cuando alguien dice que “es lo que puede ser” y no “lo que quiere ser”. Para ello decidí hace mucho que mi trabajo sería global por que me gusta vivir sin fronteras, agotador porque disfruto con él como si fuera ocio, apasionante porque me permite conocer personas que saben mucho más que yo todos los días, enriquecedor porque a cada paso, a cada vuelo, a cada noche de hotel los minutos se convierten en un reto pendiente, vibrante porque cada nuevo proyecto que asumo es el primero, electrizante porque todo pasa a una velocidad digital e innovadora y brillante porque me ciega la luz que emite todo cuanto quiero hacer todavía.

Hace mucho que renuncié a cosas que considero complementarias y que no me ayudan a perseguir mis retos o sueños. Ser feliz no depende del tamaño de las ruedas de tu coche sino de ese paseo tranquilo por tu barrio de la mano de quien quieres y pensando que la jornada que termina, aun habiendo sido un desastre, sólo era el día anterior a uno que mañana será genial.

A mi equipo les digo que no se dejen asustar por las cosas más genéricas. Que no se agobien, que eso no es vivir, y que aguanten cada embestida que nos reserva eso de emprender pues en cada una de ellas está la belleza del asunto. Está en las dificultades y en como superarlas. Si eso lo haces como, cuando y donde quieres has ganado. Has ganado la partida que la vida te propuso al principio de tus días. A mí, hace 43 años, la vida me dijo ¿juegas? Respondí, “dame un rato y me pongo”. Y me puse.

Una vez leí una descripción sobre los personajes que controlan en los campos de futbol lo que sucede en las graderías. Son unos personajes con chaleco rojo que están apostados entre el público y el terreno de juego. Tal vez son policías o cuerpos de seguridad privada. Pero esos personajes no miran el partido porque están de espaldas a él. Su función es precisamente fijarse en el público por si el público se desmanda. Lo que sucede en el campo de fútbol lo intuyen por el reflejo que ejerce en el rostro de la multitud. Ellos miran, piensan y se aburren. No pueden intervenir en su mundo. Pienso que así vive muchísima gente.

Hay millones de personas que no ven los goles de la vida porque tienen miedo o por mantenerse seguros en la “zona de confort”. Pero oyen el rugido del público e interpretan que ha habido un gol. El modelo social en el que vivimos intenta con todas sus fuerzas a que vivamos de espaldas a lo que sucede y muchos se resignan y se toman su tazón de cloroformo matinal para no sentirse mal. Es gente que en muchas ocasiones saben mucho, leen mucho, escuchan mucho y seguramente conocen tantas cosas que podrían llamarse “sabios”. Se puede ser sabio pero a la vez se puede no estar viviendo.

Yo decidí hace mucho tiempo no ser de esos que miran al público, ni tan siquiera de los que miran desde la gradería al campo. Yo quiero ser el puto delantero centro que va a meter el gol y sino lo logro, por lo menos me lo pasaré genial mientras juego.

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Est voilà!, la portada

Mi editor me ha hecho llegar la portada de mi próximo libro. El Grupo Planeta ha decidido que vea la luz de los escaparates en otoño. La verdad es que, a pesar de ser un libro corto, se podrá leer en una tarde tranquilamente, y tratar de manera tremendamente simple los procesos de innovación en la empresa, ha sido un parto largo y difícil. Lo escribí en pocos días pero lo fui creando durante décadas en mi mente y sobre todo en mi corazón. Muchos han oído hablar de esta historia, pero ya os adelanto que el cúmulo de detalles, lugares y momentos que no he explicado nunca sobre aquellos meses en París, os sorprenderán. El detalle que Bernardo Hernandez, ex vicepresidente de Google y actual líder de Flickr, me lo prologue será la guinda del pastel. El libro trata de cómo un tipo que ya supera los cuarenta y que no ha hecho más en la vida que emprender, para bien algunas veces y para mal otras tantas, decidió con 17 años tomar un tren y largarse a un lugar que estaba mucho más lejos que ahora y que él consideraba “la capital del Mundo”. El emprendedor que ahora soy, el espíritu de mejorar, innovar y encontrar las respuestas ante cualquier reto, se lo debo a cuanto me ha pasado en la vida, seguro, pero en especial a aquellos meses en los que me sentí como una hormiga en París. Este es un libro corto, fácil pero intenso, divertido pero realista, con un trasfondo íntimo pero didáctico. A través de nueve episodios cuento como me las ingenié para vivir en esa jungla siendo tan joven y sin apenas recursos. Durante algo menos de un centenar de páginas explico como se puede innovar fracasando, sobrevivir a una decisión dura y a sobreponerse con creatividad. El hilo conductor es esa vivencia personal sucedida en París hace ya más de veinte años. A través de la necesidad convertida en ventaja, de la ilusión y de la picaresca, hace más de dos décadas fui capaz de convertir un desordenado grupo de músicos orientales que trabajaban en las calles de la capital de Francia en una engrasada máquina de hacer dinero. La historia trata de cómo a los pocos días de llegar a la capital del mundo tuve que idear algo para sobrevivir. Por casualidad, como el que caza oportunidades, lo descubrí. Un chino que tocaba con una guitarra música de los Beatles en la plaza George Pompidou me dieron la clave. En ese libro contaré como se puede innovar para sobrevivir y a continuación, con ese espíritu, lograr organizarte y, como las hormigas, construir un pequeño ecosistema donde incorporar mejoras, propuestas y posibilidades. Lo que allí pasó me conecta directamente con mi determinada manera de ver la empresa y la manera de vivirla, y por supuesto quien quiera podrá ver el origen de un emprendedor.

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¿Una revolución o una devolución?

Recuerdo la primera pregunta que me hizo Inma Sanchís durante la entrevista para La Contra de La Vanguardia hace ya un par de años. Me cuestionaba si estábamos en el final de la crisis. Mi respuesta entonces fue que efectivamente, pero que eso no nos llevaba a nada mejor ni peor, simplemente similar. Sigo pensando igual y los hechos no hacen más que ratificar que se entró en una dinámica de parálisis definitiva a pesar del estribillo ridículo y pueril que los ministros sucesivos se esfuerzan en pintar de colores diversos.
Está interesante leer aquella entrevista de nuevo y descubrir que si no actuamos, si no hacemos nada, la oportunidad histórica que tenemos ante nosotros pasará como pasan los trenes de mercancÍas que no paran nunca. Es ahora que en la lectura de cosas antiguas, donde deducíamos lo que pasaría, los comportamientos y la realidad siniestra de una subida de impuestos, una huida de jóvenes y no tan jóvenes, de una sociedad esclerotizada, de una clase media hundida y de una política plomiza e intratable, descubres que no ha pasado casi nada. La reacción es mínima y ahora, incluso, inexistente. Es tanto el pavor a perder lo poco que nos queda que hemos enmudecido.

Creemos que un post, un twit o una cena sin vino nos hace revolucionarios o algo parecido. Las revoluciones se vivieron como crisis en su momento, pero se “revolucionó” tarde o temprano. Los contemporáneos llamamos crisis a este momento histórico que sufrimos pero ya hemos dicho y definido que con toda seguridad estamos en una Revolución. El problema es que hay que empujar, insistir, arriesgar, soñar, luchar, o corremos el riesgo que esta revolución se torne en devolución. Nos van a devolver nuestra apatía con miseria en cápsulas. Una sociedad en encefalograma plano, incapaz de desempolvar sus razones, es una sociedad muerta y sin esperanza. Creo que hemos pasado de las protestas revolucionarias a las revoluciones expresivas. En todo caso, seguimos en fechas de devolución.

El silencio de los corderos, las voces de los corruptos y la estupefacción de los que se marchan mirando de reojo como se queda todo yermo y asqueroso. El miedo es el arma que gastan estos tipos. Tenemos tan poco que pensamos indispensable vivir conservando la nada más absoluta. Nos estamos quedando sin libertad.

Que cada uno haga lo que considere. Yo me monto mi vida a cada instante y como puedo, lo hago montando negocios. Decidí hace años viajar, y viajo. Decidí rodearme de gente que sabe más que yo, y aprendo. Decidí no necesitar mucho, y comparto. Decidí vivir mi vida, y emprendo. Seguramente soy de los que mucho dicen y poco hacen. Tal vez, pero a medida que siento el aliento de esos desgraciados más lejos, más tranquilo me quedo de saber que mi revolución íntima ha dado sus frutos. Te animo a que hagas la tuya. Busca lo que es útil, seguramente está tremendamente cerca y accesible y poco tiene que ver con lo que ahora ves.

Al final de este artículo replico la entrevista de La Vanguardia comentada y el video a continuación es pura metáfora sobre lo innecesario de algunas cosas y lo mucho que se esfuerza el sistema en repetir que lo necesitamos.

 

LA VANGUARDIA 22 DE FEBRERO DE 2011

“Somos una sociedad anestesiada a base de subsidios”

Estamos al final de la crisis?

Sí, pero lo que hay es lo que va a quedar.

No es muy halagüeño.
En el nuevo modelo económico mundial unos países emergen y otros se estabilizan en un lugar más bajo del que estaban; y España, en un lugar extremadamente más bajo.

¿Nos subirán más y más los impuestos?
Sí, los irán subiendo progresivamente y en cuatro años la presión fiscal será altísima porque alguien tiene que pagar todo esto.

¿La clase media se hunde?
Se estrecha, porque depende en gran medida de que el consumo se mantenga, y el consumo se está reduciendo sin remisión.

¿Y emerge una nueva clase?
Sí, la que yo llamo microburguesía low cost: millones de personas que se manejan con apenas 1.000 euros al mes. Una clase social satisfecha por comer en el Pans & Company, viajar con EasyJet y montarse sus propios muebles de Ikea.

Es usted cruel.
La sociedad está cloroformizada, es drogodependiente: vive de ayudas, subvenciones, soportes del Estado, servicios que acaban reclamando como derechos fundamentales. Y a la Administración ya le va bien una sociedad anestesiada a base de subsidios y entretenimiento, no sea que salgan a la calle.

¿Una clase social formada por la clase media que ha ido cayendo?
Sí, la sociedad se está desequilibrando, hay una clase baja y una alta que se mantiene por la endogamia del consumo entre ellos, pero cuando uno cae, lo hace abajo del todo.

¿Sin remisión?
En España el número de familias que tienen a todos sus miembros en paro supera ya el millón y medio; y hay un millón largo de personas (entre 45 y 50 años) que llevan más de un año en paro y que no volverán a encontrar trabajo. No hay una respuesta laboral prevista para ellas ni ningún impulso para que se pongan en marcha por sí mismas. Vivirán de los subsidios y las ayudas.

¿No se acabarán?
No, simplemente nos subirán los impuestos, hemos llegado al límite de la deuda externa. En Occidente muy pocos trabajarán mucho para que muchos no trabajen. El Estado providencia ha convertido a la sociedad en un grupo homogéneo que vive a la expectativa, esperando que alguien les solucione sus problemas.

... Es sangrante con la Administración.
El Estado es interventor e inconveniente para los ímpetus emprendedores. Las cargas que debe soportar una persona que monta su empresa o se declara autónomo son un peso insignificante en otros países. En el Reino Unido apenas hay cláusulas para iniciar una actividad, a medida que la empresa crece van apareciendo requerimientos.

¿Con qué resultados?
Como muchos lo intentan, son más los que lo logran, y con el tiempo el empleo se multiplica. Nuestro país tiene la tasa de paro más alta del mundo civilizado porque aquí no hay manera de montar una empresa con pocos recursos. Si aun así lo logras, los salarios con sobrecoste acaban contigo.

También hay ayudas, ¿no?
Sí, que acaban siempre en manos de los grandes grupos financieros e industriales y nunca en las pymes y los autónomos. Es un error histórico de este país gastar demasiado en estimular sectores desde arriba en lugar de dinamizar desde abajo. Además, las ayudas a los emprendedores suelen ser más un discurso que una realidad.

Aquí el que innova es el inmigrante.
Sí, sólo un 7% de los españoles decide poner en marcha un negocio,  mientras que más del 14% de los inmigrantes lo hacen. Somos uno de los tres países europeos con el nivel más bajo de empresa innovadora de nuevo cuño; y la mitad de los nuevos negocios cierra en menos de un año.

La burocracia no ayuda mucho.
Para montar un negocio en España requieres una media de cuarenta y siete días, en EE.UU., tres. Y las teóricas ayudas de la Administración acaban siendo un inconveniente porque ralentizan el proceso.

¿Qué podemos hacer?
Reducir impuestos, porque aumentándolos lo único que logramos es que las empresas tengan menos capacidad de inversión; apostar a largo plazo, hay que empezar a pensar de qué vamos a vivir, e impulsar la  internalización de las pymes, porque si no es en el exterior no van a crecer.

Y nadando en esas aguas coloca usted a la generación perdida.
Sí, gente entre 35 y 45 años que debe una hipoteca a 30-40 años y que está a las puertas del embargo. Toda una generación hipotecada en un patrimonio que no vale lo que cuesta y que los bancos ejecutan como parte del botín.

Menudo panorama.
Son la generación de las tarjetas de crédito sofocadas, de yeseros cobrando como ingenieros de la NASA. Gente que pensó que sus negocios no requerían esfuerzo, que tuvieron en sus manos la opción de mejorar su entorno y sólo mejoraron su trono.

Puro pelotazo, ¿pero ahora qué?
En el tercer mundo los emprendedores están por todas partes porque es la única opción, aquí la opción es el subsidio. Los poderes políticos y económicos son siempre los mismos, muy poca gente accede ahí y muy pocos caen, y eso se logra cloroformizando a la sociedad; hay que reaccionar.

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Vivir como otros no querrán

Este fin de semana ha sido especialmente duro. Mucho que hacer, demasiados vuelos acumulados en lo que llevamos de año y decenas de semanas sin apenas descanso. Las ganas de tomar un respiro no vencieron al peso de lo obligatorio y durante todo el sábado y domingo seguí peleando contra las ganas de recorrer Irlanda. Si la semana pasada estuvo repleta de emociones, reencuentros y mucho trabajo, esta empieza casi mejor. En unas horas tomo un avión a España de nuevo para dar más conferencias para hablar de creatividad y riesgos para emprender y terminará, el viernes, con destino a mi otro hogar: Miami. Pasar por Florida me ayuda a descansar habitualmente, sin embargo esta vez no habrá tiempo para eso. En apenas dos semanas debo estar con mis colaboradores en las sedes de Idodi de tres países más. El lanzamiento de Openshopen, Ebnto y Emailfy está siendo un éxito y vamos a mejorar equipos para aprovecharlo.
Este fin de semana ha sido especialmente duro y me vinieron a la cabeza cosas que he escrito, contado o vivido. Os dejo con ellas pues apesar de ser de hace tiempo, en las últimas horas tomaron una especial y emocionada presencia. Son sensaciones de lo solitario y frio que puede ser el cristal desde el que se ve la vida cuando te tienes que quedar un sábado y un domingo encerrado en tu despacho hasta la madrugada. Los que tengan el ADN emprendedor sabrán a lo que me refiero cuando aseguro que “nada está cerrado”, que “nadie lo tiene asegurado” y por ello es preciso no desfallecer y menos en estos tiempos. Esas horas fuera de orden además representan una apuesta más. Cuando empiezas un nuevo proyecto emprendedor esas noches, esos fines de semana, no son más que apuestas a un sólo número y a un color esperando que tarde o temprano la ruleta te conceda el privilegio de premiarte. Por eso escribí:

Cuando veas que no puedes más, que emprender se hace duro y difícil, que el sueño llega de madrugada y eres incapaz de teclear nada más, que el día a día se hace pesado y requiere hasta el último aliento, piensa en el motivo por el cual empezaste esta aventura y lo que ya sabías que suponía todo: “ahora te toca vivir como muchos no querrán, para en el futuro hacerlo como muchos no podrán”.

Tardaremos en girar la colcha pero la giraremos y una de las razones es que no hay otro remedio. Me niego a aceptar que esto ya no se moverá. Si se potencian redes de conocimiento, si se impulsa la proliferación del capital riesgo, si las administraciones reducen la fricción en los trámites, si el impulso a la innovación crece en lugar de menguar como en los últimos dos años, si la cultura emprendedora se transmite en las escuelas de secundaria y en las universidades, tal vez, si todo eso pasa, un asalariado que pasa a ser emprendedor lo tenga algo más fácil y con ello, un país como el nuestro, esté más cerca de la cabeza económica del mundo civilizado.

Emprender para muchos será la única salida, para otros no. Puede que muchos tengan otras opciones, pero, por higiene intelectual recomiendo ponerse en la piel del primero. Imaginemos que no tenemos más remedio que emprender. Poco a poco, conozco algún caso de emprendedores sobrevenidos, que llega el primer cliente, la primera factura, el primer empleado y el primer cobro. Esos momentos son gloriosos. Encajar la emoción que supone tocar la superficie de los sueños que hace unos meses desconocías tener es maravilloso.

Los que hemos puesto en marcha nuestros sueños, sin saber si era posible tan siquiera, sabemos que es eso depasar noches en vela, redactando, corrigiendo, trabajando en la soledad de las noches y los días que se amontonan unos encima de las otras. Vivir es ese domingo por la tarde, exhausto pero ilusionado, viendo desde la ventana del despacho como las familias pasean, las parejas hacen cola para el cine y el mundo no se detiene en su curso sinuoso de fin de semana. Obsesiones y retos, momentos duros que a veces no producen más que disgustos pero que cuando se reproducen con todo su brillo y belleza son la entrada perfecta a un club diferente, el “club de los soñadores”. Soñar y emprender van juntos, juntos en la búsqueda, tal y como están las cosas, de la única salida.

Ya os lo iré contando pues no pienso parar, ni de emprender, ni de aprender, ni de correr.

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Cambio de época y de vida

Este próximo miércoles ofrezco una conferencia en A Coruña titulada “No es una época de cambios, es un cambio de época“. Explicaré el cruce de situaciones y elementos que confieren a este momento de la historia un punto esencial y diferente a otros momentos clave. Las revoluciones siempre se consideraron una crisis por los que las vivieron. Considero que los sistemas de producción y de transmisión del conocimiento están variando y son los que están haciendo cambiar al mundo. Al igual que a lo largo de la historia se han vivido revoluciones en los modelos productivos como la producción de herramientas de piedra, la domesticación de las especies animales o la industrial, ahora vivimos una digital. Puedes inscribirte directamente en este enlace. Sin embargo no sólo hablaré de temas externos, macro o económicos o sociales, también de revoluciones íntimas y de accesos a nuevos planos personales. En concreto diré que yo no soy un emprendedor, soy un saltador y eso repercute en maneras de ver la vida. La incertidumbre es todo cuanto se necesita para estar vivo. Hace años que desconozco que me espera en mi despacho, que riesgos nuevos asumiré o que personas conoceré. Hace años que, tal vez toda la vida, que persigo un lugar definitivo. Sueño con que ese lugar no exista y así poder seguir en su búsqueda hasta el final de mis días. El desconocimiento de cuanto nos espera nos obliga a estar en alerta, en aprendizaje y ser seres humanos en beta constante. Mis proyectos no pueden ser otra cosa y alcanzan su plenitud en el redireccionamiento constante de sus líneas de creación. La conferencia tratará por primera vez de “la generación invisible“, de como “cristalizar nuestros sueños“, de “la búsqueda de nuestra oportunidad“, de “startups y futuro“, de “soñar o morir“ y sobretodo de “como ha evolucionado el emprendedor” a lo largo de la historia. En definitiva, esta conferencia que cerrará un ciclo de charlas que he dado por todo el mundo en estos últimos 18 meses y que ha estado en más de 20 países, la complementaré con todo un nuevo conjunto de elementos que ya definen las que quiero ofrecer en breve. Espero os guste a los que podáis ir. Para solicitar conferencias en el futuro debéis escribir aquí.

La jubilación como concepto anestésico. Sufro por cuantos desean jubilarse. Compadezco a las personas que piensan que el destino de todo esto es llegar a un puerto seguro y así poder tenerlo todo garantizado hasta el último aliento. Considerar que el futuro está garantizado por algún elemento es un error. Creer que los planes de jubilación, pensiones o meriendas similares financiarán nuestra etapa final es, como menos, dudoso. Debemos aceptar que los ingresos de la madurez no serán los mismos en otras etapas. Espero tener fuerzas para seguir haciendo lo que me gusta el resto de mi vida. Cuando físicamente no sea factible, lo será mentalmente. Desear la jubilación es en si misma la prejubilación. Sólo me angustia pensar que habrá un día que no podré correr. Sin embargo pienso que si no puedo correr, cerraré los ojos, me pondré mi iPod, buscaré un lugar con viento y lo soñaré. La deconstrucción de procesos se instaló ya en nuestro modelo productivo y de gestión. Si en apenas unas décadas todo el plan de gestión de una empresa era el de tener claro cada día lo que le tocaba a todo el mundo hacer, eso ha cambiado radicalmente. En la construcción, en el sector agrario, en la bolsa, en los mercados en muchos lugares, la clave del éxito estaba en que todos los integrantes de una estructura tuvieran claro que les tocaba hacer al despertar cada mañana. Romper esas cadenas suponía un deterioro en el proceso que repercutía en graves consecuencias. Imaginemos el campo donde todos los integrantes de una granja tienen claras sus funciones, taras y actividades durante todos los días de la semana y horas del día. Eso nunca cambió y permaneció siglos igual. Hoy en día nada es así y los procesos ya no pertenecen a los protocolos sino a los análisis de necesidad, riesgo y acción. Esa deconstrucción de procesos ha llevado a industrias poderosas a reinventarse. La inestabilidad de no soportar la hoja de ruta. Al principio de ser broker de bolsa y mi trabajo era ir avanzando en la escala salarial y subir en el organigrama, todo parecía acertado y sólido. Cada cierto tiempo un ascenso, una mejora, un nuevo despacho. Era tremendamente tranquilizador saber hacia donde iba, cual era el destino y donde se fijaba la nueva meta. Todo estaba escrito, como un libro de vida por cumplir. La evidencia de la estabilidad empezó a angustiarme hasta tal punto que abandoné. No soporto vivir en esa estabilidad paralizante, cobarde y que te impide pensar en grande. Dejé el trabajo y monté un nuevo negocio.

Hace años que interpreto mi vida como una constante búsqueda (deseo de innovar) de retos, experiencias y sueños. Siempre lo hago bajo la esperanza de que, si este es un momento excepcional de la historia, que no se me pase la oportunidad de haberlo vivido. Las características de mi circuito son la incertidumbre, la vitalidad, la deconstrucción y la inestabilidad. ¿Los tuyos?

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