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Superar miedos y la cuarta edición

La semana pasada me confirmaron la cuarta edición de ‘Una hormiga en París’. Un año después del lanzamiento y enfocado a las ventas navideñas, el grupo Planeta ha decidido imprimir una nueva tirada. Para celebrarlo de algún modo y a pesar de que muchos de vosotros lo habréis leído, hoy me gustaría publicar en este blog el capítulo que para mí define mejor todo cuanto en el libro se explica. Es el segundo, el que trata superar barreras, más difícil aún que perseguir sueños a pesar de todo. Ya en el prólogo del libro escrito por Bernardo Hernández, ex vicepresidente de Google y actual responsable de Flickr, se se explica que ‘La ambición está hecha de sueños, de patrones modelo, de pequeñas metas, de insatisfacción, de saber quién somos. Todos estos elementos son necesarios para modelar una ambición fecunda. Hay que combinarlos en unas proporciones que nadie te dirá y que sólo tu propia aventura determinará‘. Lo dicho, os dejo con el ‘capítulo 2’, ese que se titula ‘Superar miedos’.

«Sólo atravesando la noche se llega a la mañana.»
J. R. R. Tolkien

Con catorce años vivía junto a un artista mundialmente reconocido. Jordi Benito era uno de los artistas concep- tuales más importantes de Europa. Como se suele decir que «nadie es profeta en su tierra», la mayoría de vecinos desconocía al genio. Yo lo supe por pura casualidad y mientras estaba delinquiendo.

En el portal junto a los buzones del edificio donde vivía- mos, un paquete en forma de libro parecía implorarme: «¡cógeme Marc!, ¡cógeme!». Así lo hice y no me arrepiento. Lo tomé prestado, con la idea de devolverlo a su destinata- rio original, el tipo raro del cuarto piso. Al abrir el paquete, descubrí que se trataba de un libro escrito en alemán, un ejemplar del Kunstforum dedicado al arte conceptual. Me quedé pasmado. No entendía ni jota y jamás había visto algo similar. Sin embargo, la sensación de investigar, de adentrarme en lo extraño, resultaba irresistible. No podía detenerse. Pasaron horas o minutos de tanto disfrute que seguí recorriendo sus páginas hasta el infinito. No me apetecía devolverlo. En la biblioteca municipal solicité un diccionario alemán-catalán y me las apañé como pude.

Llegaron más paquetes como aquél y continúe tomándolos «prestados» del Sr. Benito. A lo largo de un año, me hice con un botín cada dos meses. Regresaba del Instituto una hora antes que el artista de su estudio. Llegué a reunir seis ejemplares hasta que me pillaron.

El hombre vino a casa, solicitó a mis padres hablar conmigo. «Si quieres leer más ejemplares sólo tienes que pedirlo». A partir de ese día, pasé muchas tardes en su estudio o en su piso. Mirando todo tipo de publicaciones, algunas dedicadas a él, y observando cómo trabajaba. Viendo su ex- presión artística en plena manifestación. Tuve el privilegio de estar cerca de un artista con reputación internacional.

Me habló del mundo y sus ciudades: París, Nueva York, Tokio y a cada palabra, a cada detalle, mis deseos de recorrerlas aumentaban. Durante años, confeccioné listas de cosas que quería hacer y acumulé fondos para hacerlas posibles. Me preparé para eso de vivir aventuras. Empecé por las más domésticas, aunque comportaban algún riesgo y mucho consumo de adrenalina.

Eran viajes cercanos y aventuras nocturnas. Pasé noches sólo en Barcelona inventando trabajos en grupo que jamás existieron o participando en congresos estudiantiles que «exigían» pernoctar en un albergue de la Plaza Real. Todo aquello se me quedaba pequeño. El gran reto, mi sueño, estaba en París. Ver Montparnasse, el Louvre, un lugar que inaugurarían pronto llamado Centre Georges Pompidou y todo cuanto mi propio ímpetu había magnifi- cado. Fin de la espera, no podía más.

El dinero necesario para afrontar esa aventura lo obtuve de desproteger juegos de Amstrad y Spectrum Plus y pregrabarlos para venderlos en el Instituto. Lo vendía todo. La colección de libros de Isaac Asimov me sirvió para pagar la mochila. La pelota firmada por los jugadores del Espanyol para los pantalones cool que debía llevar en la capital de la moda. Mi vida se convirtió en una subasta.

Al cumplir los diecisiete años, mi única obsesión era ir tachando la lista de deseos. El primer punto: «ir a París». En aquellos tiempos estaba muy lejos. Un billete de avión era algo inalcanzable y no teníamos teléfonos móviles ni Internet. Las cartas precisaban sellos y no había más remedio que esperar unos días cualquier respuesta. ¿Cómo podíamos vivir así?

En la actualidad, mis amigos me escuchan y callan cuando les explico que me he metido en algún nuevo proyecto por muy alocado que sea. Saben que lo pasé fatal cuando me arruiné por completo. Quedarse sin nada es algo que se explica en cuatro minutos pero se tarda en digerir cuatro años. Sin embargo, cuando les cuento un nuevo reto, un nuevo proyecto en el que voy a depositar toda mi energía y patrimonio, ni se inmutan, saben que no va a haber forma de evitarlo. Esperan y observan. Si me va bien, lo celebran; si me va mal, me apoyan.

Así me debieron ver por aquel entonces cuando dije que me iba a París de manera definitiva. Ya hacía tres años que soñaba con eso y nadie podría impedirlo. Una vez superada la Selectividad, me iría. El listado tenía que cumplirse y ya iba con retraso. Tomé mis anhelos, los metí en el mochilón, le di un beso a mi madre y me fui a la estación. No tenía ningún miedo, ninguna duda. Lo normal hubiese sido que pensara en él «¿y si no lo logro?». Se sabe que el miedo al fracaso suele acompañar a todos los retos.

Uno de los principales problemas en el momento de emprender es a nivel personal. Justamente, el miedo al error. Fracasar en todos los ámbitos de la vida siempre da respeto y nosotros mismos nos convertimos en la principal barrera. Decidirse y luchar por los propios sueños es la receta definitiva que debe aplicar cualquier emprendedor. Convertir el miedo al fracaso en una oportunidad.

Me subí en aquel tren sin saber qué iba a suceder, pensando que, quizá, todo sería relativamente sencillo. En un par de semanas regresaría a casa. No obstante, vivimos en un proceso de continuo aprendizaje. No debemos olvidar que de las cosas que salen mal a veces son de las que más aprendemos.

A lo largo del viaje —con sus expulsiones de vagones y estaciones, sus trenes de media distancia y de cercanías— ignoré los agravios o broncas de revisores y pasajeros a los
que no entendía pero que parecían señalarme lo mal que estaba viajar sin billete. A mí me daba igual, yo iba a París, con mucho por hacer y sueños que cumplir.

A los pocos días de mi llegada, dos tal vez, pude sentir que las cosas no iban a ser fáciles y que esa valentía inicial pronto se tornaría en miedo y angustia. A medida que me gastaba los ahorros en crêpes de Nutella o bocadillos mixtos, cerca de Notre-Dame, se hacía evidente que en menos de una semana mis fondos se agotarían.

La primera noche la pasé en un albergue de juventud barato situado muy cerca de Rivoli. Conservar las pertenencias ya era un logro en sí mismo. Debías dormir sobre la mochila, con los zapatos puestos o a buen resguardo, evitando algún que otro coleóptero madrugador. Había que reservar energías y valor para la ducha colectiva matinal. Estaba claro que no me iba a rendir, no podía renunciar a mi sueño por un simple bichejo o por la poca fiabilidad de los compañeros de albergue.

En aquel momento no era consciente, pero muy pronto convertiría la necesidad en una ventaja. Hace más de dos décadas, con ilusión y algo de picaresca, me hice empresario. Con apenas diecisiete años, tuve que idear algo para sobrevivir en la capital del mundo.

Fue por casualidad, como un cazaoportunidades, que descubrí una opción para ganar dinero. Un chino que tocaba música de los Beatles con su guitarra, en la plaza Georges Pompidou, me dio la clave. Con espíritu innovador, logré organizarme y al igual que las hormigas construí un pequeño ecosistema en el que incorporar mejoras, propuestas y posibilidades. Todo ello para afrontar el invierno que vendría.

Aquella experiencia conecta directamente con mi particular visión de la empresa y la manera de vivirla hoy en día. También se trata del origen de un emprendedor. Uno que pasó de vagar por las calles parisinas, sin nada que llevarse a la boca, a dirigir una empresa con una docena de trabajadores. Y todo en pocas semanas.

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Sobre 'la crisis ya es historia'

Leíamos que Grecia está al borde del colapso sanitario. Es una manera de decirlo suavemente. De hecho hace mucho que los recortes han ido mermando las opciones de quienes llevaban toda la vida cotizando puedan acogerse ahora a los beneficios de la sanidad pública. El pasado domingo charlé con un viejo amigo del que he escrito aquí alguna vez. Un ex directivo que ahora se pasa horas tirando piedras contra los coches oficiales en Tesalónica. Me confesaba su indignación y, ahora ya, su resignación mezclada con miedo hacia lo que será de sus padres muy mayores y con necesidades médicas que él no puede comprar.
Llevan seis años de recesión y de ‘rescates’, recortes y otros sucedáneos. Cuándo nos preguntamos que significará para nuestros hijos el desastre contable al que nos tienen sumido los responsables de haberlo controlado todo, mirar hacia Grecia ayuda a entenderlo. La teórica austeridad se ha convertido en puro estiércol servido en raciones diarias y sin preguntar si te apetece.

El gasto público griego se ha reducido cerca de un 60% en Sanidad y, por derivación, en otros aspectos de la vida que consideramos una especie de derecho. Estar endeudado por encima de tus posibilidades es irracional. Eso lo hacen familias y estados. Lo hacen por considerar que, o bien la vida irá a mejor y podremos devolver cuanto nos prestaron o, si no pagamos, alguien nos perdonará una parte o lo que sea.

Pero eso no siempre es así. Tarde o temprano te encuentras que debes pagar y sino lo haces, al que le debes le ofreces una única opción: controlar cómo utilizas el aumento de crédito y lo que haces con él para ir devolviendo tu agujero. Con Grecia pasó y pasa, con otros volverá a pasar.

Que un país europeo tenga a Médicos del Mundo atendiendo a catorce mil pacientes al año como si de un campo de refugiados se tratara es de aurora boreal. La aurora boreal que pintó en el cielo una falta de previsión, análisis y prospectiva económica de los que debían tenerla. Un desastre absoluto de quienes viven en un universo paralelo que les imposibilita ver el valor real de este momento de la historia.

Los que le llamaron crisis, erróneamente, ahora se atreven a insultar a la inteligencia asegurando que ya pasó. Lo grave no es que lo dijeran, lo duro es que se lo creen. Consideran que lo que estamos viviendo es el final de una crisis, el punto de inicio de la mejora en todos los vértices de nuestra economía. Y lo dicen con ese estribillo ridículo e infantil que tanto gusta a los palmeros de meeting de sábado matinal.

Las dificultades no desaparecen por obviarlas. Permanecen y se acrecientan. Crecen con especial mala leche. Si esto no es una crisis y es el cambio de época que defendemos algunos, resulta que nos estamos perdiendo el primer acto de la función por no haber comprado entradas. Cuando lleguemos, ya habrá pasado el nudo y el desenlace ni nos tendrá en cuenta.

Veamos. Resulta que en España se están afincando fondos de inversión tecnológico y de capital riesgo que esperan localizar proyectos que puedan ser exportables. Que lo hagan porque sale barato o porque realmente consideran que en España hay talento oculto, está por ver. Para ayudarles el gobierno crea la ‘exit tax’ que asustará a más de uno o los invitará a invertir en startups de paises cercanos.

Resulta que el modelo de negocio vinculado a la comunicación en este preciso instante es algo que tiene que ver más con el contenido que con el pago por él, modelos de negocio que tienen que adaptarse y modificar su espacio económico a ocupar, liderar el mensaje del cambio, pero también lo atacamos. La dependencia de Google News no es casual, es la consecuencia de los procesos de la Nueva Economía y, para ponerlo fácil, les metemos una tasa que los aleja de nuestro escenario económico.

Resulta que algunas empresas que representan la tecnología adaptativa a un nuevo tiempo como Uber, como lo fue en su dia Spotify u otros, en lugar de establecer criterios de cómo convivir, negociar un modelo de explotación legal, se les prohíbe y fin. Legislar la nueva etapa de nuestro mundo es algo difícil, pero se hace imposible disfrutarla si los que tenemos en el timón no tienen puta idea de lo que hacen en esa materia ni se dejan aconsejar. Y prefiero pensar que es por falta de conocimiento, por lejanía con la realidad, porque sino la cosa sería más grave.

El tiempo pasa y no pasa nada. La deuda de España con el exterior alcanzó ya los 1,4 billones de dólares, es decir, el segundo país del mundo más endeudado con el exterior tras Estados Unidos, según recoge el FMI y el primer país del mundo con mayor nivel de deuda externa sobre PIB con el 103,1%. Liderar esto no es bueno. Lo digo por si algún ministro piensa que si. Que de todo hay.

Durante la ‘crisis’ se ha doblado dicha deuda. Así como si nada, con todo eso de los recortes, reducción del gasto y meriendas que no son verdad. Desde un punto de vista de economía tradicional esto vendría a ser una versión a la griega de ‘la salida de la crisis’ que gritan algunos. Si los mercado dejan de confiar en España, que todo es posible, y el Banco Central Europeo decide que no nos avala más, la masacre de la ciudad de Hai será un cuento infantil comparado con esto.

Pero tranquilos, que en términos de economía tradicional, de nuevo, cabe deducir que no nos dejarán caer y que ese ‘default’ no se producirá porque se llevaría por delante media Europa, jodería a los chinos y fastidiaría complementariamente a los japoneses y eso no va a pasar. Sin embargo lo que si pasará si no se corrige y rápido, es que aunque no se llamará ‘rescate’ nos ‘rescatarán’ técnicamente otra vez. No hay otra. Esto no se paga sólo. Habrá que atender a todo este dispendio mal montado, mal organizado y que se dirigió en la dirección contraria de donde teníamos que ir. Por cierto, una ‘quita a lo podemos’, tiene repercusiones similares en todo caso. Negocia que no vas a pagar algo y te contaré como lo hacemos dirán los alemanes.

En lugar de impulsar un cambio de modelo de crecimiento más tecnológico, se mantuvo la inercia. En lugar de hablar de las verdaderas dificultades y ayudarnos a todos a prepararnos para afrontar el reto inmenso que supone esta segunda y tercera década del siglo XXI, esta revolución inédita que vivimos como especie, se nos dice que ‘la crisis es historia’. La crisis no fue, no es, pero a este paso, será.

Los países que están conquistando el futuro, la historia de un nuevo tiempo, no hablan de crisis, ni de la que tuvieron, ni de la que tienen, ni tan siquiera de la que podrían tener. Hablan de futuro, de retos, de sueños colectivos y ponen los mecanismos para que ese futuro se pueda conquistar. La diferencia, también, está en la credibilidad de quienes están obligados a liderar ese tránsito. Así nos va a unos y así, ya, les va a otros.

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Robots que prefieren libros de papel

En la Biblioteca Nacional de Noruega se encuentra el bibliotecario más rápido y eficiente del mundo. Una especie de entramado complejo y robotizado que a simple vista parece una película de ciencia ficción. Almacena y recupera todos los libros de manera automática. En menos de medio minuto una grúa mecanizada se mueve hasta localizar tu demanda o, al contrario, para retornarla a su punto de origen. Y no es el único lugar del mundo que utiliza este engendro. La Universidad de Missouri, la biblioteca robot de la Universidad Macquarie de Australia o la subterránea Biblioteca Joe and Rika de la Universidad de Chicago son otros ejemplos.
Gracias al sistema creado e implementado por Dematic se pueden almacenar más de tres millones de libros. Parece extraño que en el mundo de los datos, en la era digital donde el papel da paso a los bits, en la época donde se discute el papel como soporte, la robótica esté concediendo una nueva vida al libro tradicional.

Pero de eso se trata. De eficiencia. Se puede modificar la cadena de valor y sin embargo tener oportunidades en los propios procesos. Este híbrido entre un futuro automático que salvaguarda objetos tradicionales conjuga la metáfora de nuestro tiempo. Si evidente es que nuestro futuro explora todo lo que sea digital y eliminará aquello que no se pueda soportar bajo el criterio de la Nueva Economía, también es cierto que algunos procesos podrían salvarse si en ellos interviene la ‘mano’ de un robot.

Como si de una cadena de montaje de automóviles se tratase, esta trama de vías y carriles, verticales y horizontales, representan ese juego entre lo nuevo y lo viejo, entre lo que se queda atrás y lo que vendrá, pero lo hace con un sutil dato a tener en cuenta: el uso de la tecnología podría ser la clave de una convivencia entre un mundo en decadencia y uno nuevo que deberá inspirarse en él para ser mejor.

Estoy seguro que echaremos de menos vagabundear por las estanterías de una biblioteca. Revisar, ojear y chafardear entre libros y contraportadas. Pero a eso si que deberemos renunciar a cambio de una información detallada, previa y exacta, de lo que nos conviene leer, nos encantará leer y además sabremos perfectamente cuando y como hacerlo mejor. El big data nos ayudará, la robótica nos hará todo más sencillo, nuestros dispositivos se comunicarán con esa biblioteca y, si queremos, alguien o algo nos acercará ese libro donde estemos o estaremos.

El video no mató a la estrella de la radio, un ebook no matará al libro de siempre. Pero como hicieron las redes sociales y la digitalización de la vida cotidiana con la radio, haciéndola más social, distribuida y participativa, los robots y el software automatizado, crearán una nueva manera de vivir la propia lectura. Ya no se trata sólo de combinar productos por servicios, se trata de convivir con el futuro.

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La guerra contra Uber y el peso de lo inevitable

Si yo fuera taxista no estaría nada tranquilo porque un juez estableciera ayer que Uber debe cesar su actividad en España. De hecho eso puede ser incluso perjudicial para los que consideran que la aplicación es sólo eso, una aplicación que la gente se descarga y luego busca un ‘taxi’. Una decisión judicial que establece algo así no hace más que retrasar el desenlace y lo convierte en, seguramente, más dramático a medio plazo. Una noticia así tranquiliza a los taxistas y a los que defienden que el progreso se puede detener con legislación y prohibiciones, cuando lo normal es que el futuro se establezca con la confluencia de normativas que llegarán.
Y todo lo que el mundo del taxi considera inaceptable, en breve, se habrán superado. Ellos basan su crítica a Uber en dos frentes. Por un lado el peso de la legalidad y de las regulaciones a las que se tiene que acoger cualquier taxista o transportista (puesto que Uber está ya planteando transportar paquetes bajo el mismo concepto). Y por otro lado el coste que, para un taxista, supuso la compra de la licencia para el ejercicio de su profesión.

La primera es fácilmente solucionable. Se establece una regulación que genere un marco legal equilibrado que se base en los criterios de seguridad que precisa el transporte de personas y que por otro se adapte a lo que significa ahora el uso socializado de la tecnología disponible. No existe otra. Tarde o temprano pasará. Uber sabe que pronto dispondrá de una legislación europea que ampare su operativa y a la que los países de la Unión deberán adaptarse. ¿Porque sino la tecnológica americana iba a garantizar el pago y defensa de todas las demandas que surjan durante este tiempo ‘alegal’?

La segunda razón es aún más sencilla. Mantener el discurso que un taxista es propietario de una licencia, algo intocable y costoso, que se hereda como se heredan los pisos, que se concede bajo un coste patrimonial inmenso y que se le supone un punto de vista casi feudal, es muy difícil. Invertir en algo, comprarlo, para explotar un producto o servicio no te hace inmune a los tiempos, a su evolución. Comprar un bar, una tienda, pagar el traspaso por un comercio determinado no te da patente de corso a que deje de ser rentable frente a un modelo de competencia que desconocías cuando lo compraste.

Imaginemos que todos los que compraron, invirtieron, en la explotación de una tienda de música en su día, hubieran puesto el grito en el cielo cuando iTunes, Spotify o quien sea empezaron a montar sus plataformas. Sólo lo hicieron las discográficas. Las tiendas tuvieron que reconvertirse o desaparecer. Por el hecho de que iTunes o Spotify empezarán a provocar la caída de clientes en los espacios físicos que vendían música, no escuché a nadie imponer el criterio de que había que prohibir Spotify porque habia pagado 150.000 euros en el traspaso de una tienda de discos hacía 4 años. No es lo mismo, pero sirve para entender el valor de la inversión, la propiedad y la concesión de licencias por el mero hecho de pagarlas. Eso no debe exonerarte de nada. Es una apuesta personal, empresarial y financiera que a veces sale bien o, a veces, mal.

Repito, otra cosa es la regulación. Esa vendrá, es cuestión de tiempo y, vuelvo a decir, los taxistas o cualquiera de los profesionales afectados por la irrupción de modelos de gestión más eficientes, baratos, rápidos y digitales, lo que deberían hacer es ir pensando cómo se adaptan a lo que se les viene encima en lugar de seguir de frente ante una ola gigantesca que se lo va a llevar todo por delante.

Una ola que tiene nombres, cifras y pinta de tsunami. Fijaros. Didi Dache, la startup china para reserva de una especie de taxis, acaba de cerrar una nueva ronda de financiación de 700 millones de dólares. Una ronda  conducida por el fondo todopoderoso de Singapur y especializado en salud Temasek. Recordemos que Uber, hace unos días cerró una nueva ronda de financiación de 1.200 millones de dólares valorándola en 40.000 millones. Pero no se vayan todavía, que aún hay más en el mundo del ‘taxi’. La nipona Softbank ha puesto 250 millones de dólares en GrabTaxi y la californiana Lyft logró recaudar 332,5 millones.

Digamos que mucho dinero para que todo esto no esté negociándose en los escenarios que hay para ello. Uber será legal en España como en el resto del mundo civilizado antes de lo que nos imaginamos. Emperrarse en negarlo es engañar a los afectados, complicarlo todo y retrasar en gran medida la evolución lógica y digital de la sociedad del conocimiento que nos tocaría, si nos dejan, liderar. El tiempo pasa y rápido. No afrontarlo o aceptar criterios fuera de todo contexto actual, es suicida.

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Un año de 'hormiga'

Hace veintisiete años empecé a escribir un libro. Por aquel entonces ni lo sabía. Pasaron dos décadas y finalmente lo teclee sobre un impensable, por aquel entonces, artilugio digital. Trataba de los meses que pasé en París y de cómo, a cada suceso, conversación, experiencia, miedo o ilusión, le acabaría dando un sentido, un valor, un motivo y, sobretodo, un aprendizaje. Un viaje que finalmente, y sin saber muy bien porqué, acabó tatuado en miles de ejemplares de un libro en cuya portada aparece una hormiga y la Torre Eiffel. Forzando la vista, se puede identificar a quien hoy lees en su propio blog.
Y es que ya ha pasado un año desde que ‘Una hormiga en París’ fue lanzado al mercado. Se presentó en noviembre y rápidamente se situó en los primeros puestos de los libros más vendidos aquel invierno. El lanzamiento tuvo mucha prensa, una puesta de largo con muchísimos amigos y tres ediciones. Todo ello ha permitido que conocidos que sabían la historia, amigos que recordaban mi regreso de París por aquel entonces, mi familia que lo sufrió, lectores y curiosos entraran en el universo particular de aquella hormiga que un día decidió perseguir sus sueños e irse a París. Y se fue a no saber exactamente que, pero que se convertiría en el preludio de un modo de vida y de una manera de entender los retos, la innovación, los miedos y la amistad.

Ya son veintisiete años. Mucho tiempo desde que todo aquello sucediera aproximadamente de un modo muy similar a lo que el libro explica. Entre las peticiones más extrañas que he recibido destacan dos que pensaré con detenimiento. La primera solicita que escriba en detalle la ‘cara B’ del libro. Los detalles. Como un ‘cómo se hizo’ que a veces emiten sobre una película. Una recopilación de anécdotas que en si mismas compongan un relato distinto a la vez que acompaña al original. Una especie de ‘relectura’ en el que mientras sabes lo que esta pasando, pues has leído ‘la hormiga’ vas recogiendo otras informaciones. Este estaría bien, pero se debería de basar en recuerdos que seguramente no lograré encontrar en los bulevares de mi memoria. Tampoco sería fácil, yo no soy historiador, en focalizar bien las cosas que sucedían en aquel momento en el mundo y en París.

La otra propuesta divertida es la de explicar la misma historia pero ambientada en la actualidad. Un joven, de similar edad que decide iniciar una aventura, a otra ciudad con un valor parecido a París para la hormiga y un método de vida improvisado y apoyado en las nuevas tecnologías y la innovación. No sé. Tal vez. Sería distinto, pero factible. No obstante ahora soy padre. En siete años mi hijo tendrá la edad que yo tenía cuando me fui a París. Hace mil años. Estaba muy lejos, mucho más que ahora. No era posible saber que hacías porque no había redes sociales, ni teléfono móvil. Era todo muy difícil y, porque no decirlo, arriesgado. Por eso pienso en como yo respondería a un impulso similar de mi hijo. La verdad es que dudo en si sería capaz de animarlo.

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Pero lo más gratificante ha sido saber del uso que del libro se está dando en algunos lugares. Una decena de escuelas de negocios confirmaron haber incorporado el libro en su plan de trabajo de este año, desconozco el número de escuelas de secundaría que proponían su lectura como ‘estímulo’ emprendedor. Sin embargo, en este campo, algo me hizo tremendamente feliz. La directora de una escuela de primaria gallega me escribió para pedirme autorización puesto que habían ‘arreglado’ la Hormiga en una versión infantil. La adjuntaron y era una pequeña obra de arte.

Más tarde vino la propuesta de hacer una obra de teatro. Todo iba bien, pero no llegó a cerrarse por falta de presupuesto a pesar del gran trabajo realizado por su director y adaptador del texto al lenguaje teatral. Estoy seguro que, tarde o temprano, la hormiga subirá al escenario. Y es que de esto va todo al final. De retorcerse ante lo que es injusto, de revolucionarse íntimamente. A veces eso es emprender, pero otras muchas no. Todo se trata de cómo lo afrontas y como te enfrentas. Saltar por saltar no parece lógico, pero es una opción. Si lo haces, y de eso trata ‘La hormiga’ que lo hagas por que lo deseas, sabes a lo que te enfrentas y estás dispuesto a sufrir si no lo logras. Que no sea porque está de moda saltar por precipicios o porque te dice todo el mundo que es súper ‘cool’ estrellarse contra el suelo.

Estos días estoy redactando mi nuevo libro para Grupo Planeta. Un ensayo mucho menos divertido en lo formal pero mucho más intenso en lo conceptual. Un trabajo que nos lleva a un mundo que nos parece de ciencia ficción pero que no es más que algo inminente, y en muchos casos, tan real como conectarse a la red hoy en día. Un libro que intentará dar las claves para entender el presente económico desde un punto de vista tecnológico y social. El objetivo del mismo es dar las herramientas conceptuales para revolucionarse en lo personal y en lo profesional ante el reto inmenso que nos ocupa como especie. Todavía falta. Estoy en ello.

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Bajar precios es táctica, digitalizarse es estrategia

Una de las primeras consecuencias que ha vivido la economía tradicional, la llamada economía real, ha sido la caída de precios. Es obvio que hemos vivido una devaluación encubierta y que al final ha ido empapando todos los pliegues de este retorcido momento que vivimos. Eso que unos dicen que ya vamos superando, otros la siguen padeciendo y algunos defendemos que permanece por el motivo de que nunca vino, la crisis, ha obligado a muchos a negocios a bajar precios.
Suele ser así. Si hay poca demanda o esa demanda está herida de muerte, no hay otra que bajar la barrera que conduce a tus productos. Pero eso siempre no es una buena solución. Aquí defendemos lo crónico de lo que estamos viviendo. A pesar de escuchar a los que aseguran que todo esto es una etapa y que tras ella llegará la recuperación. Consideramos que tanto cambio, tanto desarrollo tecnológico y tanta afectación en nuestro mundo occidental no es más que un cambio absoluto. Por eso, mantener la táctica en lugar de la estrategia puede perjudicar a muchos comercios y empresas pequeñas.

El mercado sigue estrecho. Pero a todo esto, la solución no es bajar precios sino aportar valor. La búsqueda de compradores en el ‘long tail’ cada vez será más necesario y hacerlo con imaginación para atender clientes de cualquier condición y lugar también. Idiomas, tiendas virtuales y localización de lo que quiere el cliente digital tendrá enlace directo con la supervivencia. Diseñar bien una web, disponer de tienda online o de estrategia no permanecerá como un privilegio comercial sino que será una commodity imprescindible.

Bajar el precio de nuestros productos es una de las estrategias empresariales de libro, pero competir en precio es una estrategia que al final beneficia a las empresas más grandes y puede devorarte si eres una pequeña o mediana empresa. A largo plazo tienen todas las de perder.

La economía de escala sopla en contra de las PYMES siempre, pero lo que proporciona ventajas a una gran empresa también la debilita. Para éstas últimas, su Talón de Aquiles es su propia virtud. Una gran empresa tiene una estructura rígida y aprovechar esa monolítica biología es la clave.

A una gran empresa le cuesta adaptarse a los cambios, les duele cuando tienen que internacionalizarse bajando a la arena y, normalmente, el contacto directo con el cliente se descarta por ser no escalable. Esa ventaja debe ser aprovechada. Plantearlo desde el comercio electrónico es una de las grandes oportunidades que nos ofrece el nuevo escenario.

Si las grandes corporaciones disponen de grandes presupuestos, para bajar precios, para hacer grandes campañas de posicionamiento, también tendrán dificultades para reconducir una estrategia, adaptarse a los nuevos vientos e, incluso, de atacar targets reducidos, concretos, nichos determinados.

No bajes precios, no les sigas la corriente. Ese partido lo vas a perder. Si eres una Pyme, si tienes mucho que aportar, hazlo salvaguardando tu morfología, no hagas nada que no te puedes permitir.

Una tienda digital por ejemplo frente a una gran cadena que puede posicionarse mejor en todos los medios y en los grandes almacenes tiene poco margen, pero lo tiene. Precisamente ahora, en este contexto tecnológico, existen más opciones que antes, más de las que puedes imaginarte. Esa tienda digital puede atacar el mercado desde otro punto de vista, con otra visión. Si la apuesta es el ‘más barato’ no estaremos entendiendo todas nuestras posibilidades. Pero si la apuesta es mejor producto, más eficiente, conectado, cercano, auténtico, entonces las opciones de sobrevivir en este complejo momento aumentan.

No bajes precios, digitalizate. No seas táctico, sé estratégico.

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El futuro del comercio mundial en manos de un chaval de 19 años

¿Disponemos de tecnología para dejar de conducir? Sí, y Se evitarían accidentes, seríamos más eficientes medioambientalmente, más rápidos y más ordenados. Nos daríamos cuenta que no precisamos muchas de las cosas que ahora nos invaden el día a día. ¿Disponemos de tecnología para saber que necesitamos y cuando antes de que ni tan siquiera lo solicitemos? Si. La gestión de datos masiva ya lo ha demostrado en diversos aspectos de las ciudades inteligentes. ¿Disponemos de tecnología para construir a distancia sin intervención de nadie? Si, la impresión 3D lo permite. ¿Disponemos de tecnología que permita la toma de decisiones con un margen de error mínimo? Si y esta es seguramente la clave. Si la decisión se basa en el análisis de datos y en la velocidad en la que se analizan las gigantescas variables, ¿para que necesito un político? Ahí lo dejo.
¿Que pasa en el tema comercial? En eso de comprar. ¿Ya hemos llegado todo lo lejos posible con lo del comercio electrónico? Obviamente no. Resulta que seguimos transformando el mundo gracias a algunas startups (algún día se les reconocerá su valor) que están redefiniendo todo. Cuando digo todo, es todo. Uber redefine el transporte, Amazon las librerias, Skype la telefonia, Airbnb los hoteles y Spotify la música. Sin embargo, el mundo comercial no tiene su Spotify, ni su Uber, ni su Amazon. ¿O si?

En algún lugar del mundo, ahora mismo, un grupo de jóvenes (y no tan jóvenes) están pariendo el cachivache que lo va a cambiar todo en menos de cinco años. Antes de que lleguemos al 2020 ir a un centro comercial será de todo menos lo que es ahora. Ya hay pistas. Aplicaciones, ideas, proyectos y propuestas, pero aún no ha surgido el modelo disruptivo que lo ponga todo patas arriba. Martin Lindstrom se pregunta en uno de sus libros ¿quien va a liderar este cambio? A este columnista del Time experto en tecnología y comercio, le preocupa quien se va a encargar de la transformación. ¿Los centros comerciales, los tenderos o un crío que no llega a la veintena afincado en Silicon Valley con nada que perder y mucho que inventar? Yo tengo, visto lo visto, una idea remota. De hecho, en ese sería en quien invertiría ahora mismo.

Cada vez son más las experiencias de tipo virtual que algunos comercios del mundo proponen a sus clientes. Desde los ‘antiguos‘ mostradores impresos que permiten a un viajero de metro en Tokio seleccionar la compra y que ésta le llegue luego a casa escaneando fotografías y QRs durante la espera de su próximo tren, hasta los espejos virtuales que permiten seleccionar un producto que no está en la tienda, ‘probarlo y esperar que, si te gusta como queda, el comercio te lo envíe a casa. No comentamos como te lo lleva a casa, ya hemos hablado mucho de eso.

Seguimos en eso de ir perdiendo las fronteras entre lo físico y lo virtual. Está claro que siempre nos gustará eso ‘ir de compras’, pero es inminente que eso ya no sea como fue. La mezcla entre lo analógico y lo digital cada vez es más fuerte y no dejan de llegar ejemplos de hacia dónde se dirige todo. No hablamos Internet de las Cosas, o por lo menos, no sólo. Estamos destacando la interactividad, si, pero también como el comercio electrónico debe dejar de ser un canal que compite para pasar a ser uno que estimula al más tradicional.

Hoy es ‘cibermonday’, una curiosa reciente tradición que propone contrarrestar, o mejor dicho complementar, al famoso bate-records ‘blackfriday’ que representa un asalto a los comercios del mundo occidental. Este lunes consumista y digital supone ya un altísimo porcentaje de las ventas de un comercio que dispone de plataforma digital. Desde un punto de vista personal, cercano, hemos visto en apenas cinco días como las ventas de uno de las comercios digitales en los que teníamos puestos mayor interés para estudiar su reacción, supusieron el mismo volumen que en cuatro meses juntos. Entre el pasado jueves y a primera hora de la mañana, más de 200 pedidos basados en una oferta han supuesto la rotura de stocks que nos temíamos. A la vez, en los puntos de venta físicos, sucedía lo mismo.

Pero volvamos al plano conceptual. Imagina un centro comercial donde no hay tiendas. Apenas unas pantallas en las grandes superficies que antes ocupaban centenares de productos. La tienda sigue allí, los dependientes han pasado a ser unos asesores, o ni eso, no hay caja registradora ni nada que se le parezca, no hay horario, no hay estanterías ni nada. Todo es un enorme cubículo blanco decorado con televisores planos que emiten, según te acercas tú u otra persona, una cosa u otra. ¿El futuro?

No, el presente, guardando las distancias entre este robot y lo que estoy diciendo. De hecho hay lugares en el mundo que experimentan con ello de manera firme. Se trata de descubrir por dónde irá eso de convertir al cliente físico en un usuario de marca, algo así como pasa en el entorno digital, donde el consumidor se ha convertido en un prosumidor capaz de influir, con los datos que ofrece, en la evolución de un producto.

¿Porque diferenciar entre pasarse horas mirando prendas u objetos de la casa en Pinterest con lo que hacemos paseando sin intenciones previas por unos grandes almacenes? La necesidad surge cuando ves el producto, muchas veces no antes. Imagina que en tu centro comercial de referencia el paseo fuera en un Pinterest integral, focalizado en tus intereses (que desconoces) y que resumirá tu experiencia de compra en algo más rápido, barato y divertido.

Me da la impresión que los ‘malls’ del futuro serán menos comerciales y más experienciales. Lugares para convivir entre humanos y no tanto para comprarle a humanos. Puede que el futuro esté más cerca de lo que pensamos, pero tal vez no estemos preparados para que nos envuelve. De hecho es la cancioncilla de siempre. Existe tecnología para muchas cosas, podrían estar disponibles, pero social, política o culturalmente, quebraríamos.

Si tienes una tienda física, un comercio en una gran superficie, si eres directivo de algo que tenga que ver con todo ello, como dije hace unas semanas en el evento Comertia 2014, empieza por montarte una tienda online. El primer paso es ese, y luego vamos aprendiendo.

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Los 'Millennials' y sus preferencias

La semana pasada se hacía público el último estudio Cisco Connected World Technology Report basado en la demanda de fuerza laboral de la llamada Generación del Milenio, Millennials o Generación Y, contrastada con la otra inmediatamente anterior, la también llamada Generación X. De hecho el informe destaca aspectos que ya tenemos contemplados aquí hace tiempo, pero por el calibre de la investigación y el orden de envergadura que tiene, es especialmente interesante.
Según se define, la Generación Y, también conocida como Generación del Milenio o Millennials, ‘es el grupo demográfico que sigue a la llamada Generación X. Sus fechas de nacimiento van desde 1982 hasta 2004 y representan un nuevo modo de vivir, relacionarse y trabajar vinculado especialmente a su condición de ‘nativos digitales‘.

En general, el informe basado en 4000 entrevistas en 15 países, demuestra la forma en la que la tecnología está moldeando el futuro del trabajo y cómo los dispositivos, aplicaciones y soluciones preferidos por esta nueva generación están generando incluso nuevos modelos de trabajo. Desde el ‘multitasker’ o persona que usa entre tres y cuatro dispositivos hasta el interesante detalle de que ese colectivo joven y tecnificado prefiere en un 60% tomar notas con una tableta que en papel. Es curioso ver cómo está cambiando también el detalle acerca del valor que se le da a la presencia física o al contacto humano directo. El 50% de los directores de recursos humanos consideran que ya no es preciso una entrevista real con un aspirante a un puesto de trabajo, con hacerlo en video bastaría.

Hay generaciones a las que les pillará como meros espectadores el asunto de la Internet de las Cosas, pero hay otras ya tomando decisiones que la van a vivir en toda su intensidad en apenas cuatro o cinco años. Es inminente que las nuevas formas de conectividad y comunicación que tiene que ver con todos los objetos relacionándose entre ellos y con nosotros, estimule un nuevo escenario laboral con criterios que van a cambiar muy rápido. En ese sentido los Millennials se moverán muy cómodamente.

El informe de Cisco examina cada año la relación entre el comportamiento humano, Internet y las redes. El informe global, basado en las encuestas a los profesionales de entre los 18 y 50 años, proporciona una visión sobre los retos del presente, que las compañías deben enfrentar para lograr un equilibrio entre los empleados, el negocio, las necesidades de movilidad, los riesgos, la seguridad y la tecnología, dando a esta última el valor de ser el hilo conductor por el que se va a ir moldeando todo.

Como es viernes, vamos a relajarnos con algunas curiosidades del informe que podéis consultar completamente aquí y que, tras la epidermis divertida de algunos aspectos, se esconde un modo de vida futuro, cercano, pero híbrido entre humanos y máquinas. Donde, por cierto, como en otras revoluciones basadas en la tecnología se esta viendo afectada la distribución del trabajo, pero donde también se ve modificada la distribución del conocimiento. Que una misma tecnología afecte a estos dos aspectos troncales de la sociedad es algo inédito hasta la fecha.

Lo dicho, aspectos curiosos del estudio reflejan que los profesionales de la Generación Y son un poco menos propensos a usar sus teléfonos inteligentes para llamadas telefónicas. Cerca de la mitad (53%) lo usan para llamadas menos del 25% del tiempo (frente a un 43% la generación X). Digamos que va en aumento el abandono de la voz según la generación que va llegando. Los Millennials prefieren los teléfonos inteligentes a la TV. Eso ya lo sabíamos, pero hasta que punto tal vez no. La mayoría de ellos seleccionaría su teléfono inteligente y dejarían a otro que les eligiera el televisor.

Sobre el puesto de preferencia que tendría Internet o la conectividad a través del smartphone con respecto a otras actividades de la vida, la cosa llega a extremos poco menos que curiosos. Los profesionales Millennials optarían por no renunciar a su teléfono inteligente durante una semana aunque en su lugar perdieran la electricidad en su casa por el mismo tiempo.

Un tercio de los que han participado en el estudio renunciaría mantener sexo durante un mes si por ello no tuvieran que sacrificar su conectividad o su teléfono inteligente. Si estás pensando que es una barbaridad, piensa que la encuesta da una media, y que si hay algunos que bien casi no sacrificarían nada por seguir con su vida sexual, en Japón salen algo mal parados en esto. Tres de cada cuatro Millennials nipones pasarían de mantener relaciones íntimas si con ello se tuvieran que quedar sin Internet. Tremendo.

Y es que, salvando la anécdota, esto va de transformación digital y de sujetar la importancia real del cambio socioeconómico, cultural e ideológico que vive el mundo. De hecho, los resultados del Informe debería hacer reflexionar a muchas empresas a fin de evolucionar sus modelos de gestión y procesos a fin de adaptarse o cambiar hacía todo este cambio que ya se vive y que protagonizarán los llamados Millennials.

Los cambios aumentan en velocidad. Cada vez son más intensos y la adopción tecnológica más fuerte y veloz. Linkedin necesitó cinco años para llegar al mismo número de usuarios que Google Plus en ochenta días. La humanidad ha necesitado una década para afianzar colectivamente las redes sociales al mismo nivel que precisó un siglo para hacerlo con la radio. Cada vez más rápido, cada vez mejor.

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El proyecto GoKey recauda más de un millón de dólares

Muchos son los proyectos que vemos cada día. Muchos son verdaderos ingenios y otros son sencillamente soluciones simples a problemas cotidianos. La diferencia entre lograr como financiar una producción o no radica en como lo explicas, que explicas y desde donde lo explicas. El caso de GoKey es la sublimación de los tres elementos y lo demuestra que en un tiempo limitado ha logrado a través del ‘crowdfunding’ más de un millón de dólares para su fabricación y comercialización. Os aconsejo que lo reviséis en la forma pues es una buena manera de plantear el interés sobre su startup. En concreto GoKey ha superado en 2,806% los 40.000 dólares que buscaban.
Normalmente cuando uno sale de casa lleva en el bolsillo al menos dos cosas: las llaves, y el móvil. Y como el primero de esos elementos no es especialmente tecnológico, hay unos emprendedores que han decidido aportar una solución a ese problema. La GoKey es un llavero, una batería auxiliar, una llave de memoria y un localizador en caso de pérdida. No hay más y precisamente eso lo hace perfecto.

Sus creadores han logrado multiplicar por varias decenas el objetivo de financiación colectiva que se habían propuesto logrando algo que me parece magnífico: desarrollar nuevas funcionalidades mientras estás en la fase de creación del producto todavía. Estas son la localización por GPS del llavero, el uso del estándar USB 3.0 en lugar de la idea inicial de optar por USB 2.0 y la de que el llavero actúe como un mando remoto para la cámara de fotos, la reproducción musical o las presentaciones de empresa. Una especie de sucedáneo domótico donde ni tan siquiera había un plan para ello.

GOkey ha tenido un éxito arrollador en Indiegogo, al precio de 59, 69 o 79 dólares para las versiones con 8, 16 o 32 GB respectivamente. La fecha estimada para el envío de las primeras unidades es a principios de 2015.

A veces hay ideas y proyectos que cuando te las presentan ya ves que van a romper todas las métricas o previsiones. El caso de GoKey fue uno de ellos. Un dispositivo que te permite solucionar en un solo punto varios temas cotidianos pero que, a diferencia de miles de ideas que se perdieron en plataformas de recaudación colectiva o en despachos de algún Business Angel, de esta propuesta hay mucho que aprender. Si tienes algo que crear, mostrar y desarrollar, puedes empezar por estudiar como lo lograron los de GoKey.

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Quinta convocatoria de Conector

Desde hace unos días, Conector ha vuelto a abrir convocatoria de aceleración para nuevas Startups. Como en las cuatro ediciones anteriores, excepto en la que establecimos de tipo ‘vertical‘ especializándose en proyectos de ecommerce, en esta ocasión vuelven a estar convocadas todo tipo de propuestas de negocio mientras sean innovadoras y tengan una base tecnológica.
El plazo de envío de candidaturas es el próximo 10 de Diciembre, para ello tenéis que rellenar este formulario y enviarlo a proyectos@conector.com junto al resumen ejecutivo del proyecto. Es muy importante que detalles en qué fase de desarrollo está vuestro proyecto e incluir métricas y resultados financieros (si tenéis). La aceleración será del 12 de Enero de 2015 al 30 de Junio de 2015.

Tras superar un exhaustivo proceso de selección que realizaremos y que culmina en un Startup Day, los emprendedores de los proyectos seleccionados podréis participar del programa de aceleración eligiendo entre su propuesta presencial, que implica la ubicación de la startup en las oficinas de Conector en Barcelona; o la virtual, que permite que las startups de fuera de Barcelona solamente tengan que desplazarse para realizar los ‘boards’ mensuales. El Startup Day es la jornada en la que los emprendedores de los proyectos presentan sus propuestas ante los socios, inversores y mentores de la Aceleradora.

https://twitter.com/carlosblanco/status/530713650311737345

Buscamos empresas ya constituidas. En fase inicial de desarrollo, que acaben de lanzar su aplicación o que la lancen durante el proceso de aceleración. Enfocados en el sector Telecomunicaciones, Internet, Media y Entretenimiento. Que sean innovadores y disruptivos, con modelos de negocio ya probados en otros mercados. Con potencial de crecimiento y escalables. Con equipos de entre 2 y 4 personas que tengan un líder claro.

Aportamos servicios del programa Paypal Blueprint valorados en 50.000€, productos de Amazon WebServices valorados en 35.000€, programas de Microsoft BizSpark valorados en 10.000€, entrar en uno de los mayores ecosistemas de emprendimiento de España conformado ya por varias decenas de empresas y un plan de seguimiento posterior en la misma zona. También se proporcionará soporte y acompañamiento en servicios legales de Metricson, sesiones de formación por parte de mentores y profesionales especializados en cada tema y, también, entrar en contacto con los inversores y Venture Capital más importantes de España.

Si eres emprendedor y tu proyecto cumple los requisitos, no lo dudes, aplica a Conector y vive la experiencia de trabajar con algunos de los emprendedores de éxito más conocidos del sector digital. Hasta el momento 5 de los 20 proyectos que hemos acelerado ya han conseguido inversión y el resto están a punto de cerrar su primera ronda. Si eres emprendedor o inversor y quieres consultarme algo previamente puedes hacerlo a través de aquí.

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Uber se prepara para el transporte instantáneo

Uber está a punto de cerrar una ronda de financiación que valoraría la compañía en más de 35.000 millones de dólares. En concreto T. Rowe Price Group Inc. estaría a punto de ser el nuevo inversor que se sumaría a la todo poderosa Fidelity Investments según informa Bloomberg. Y la verdad es que si Uber completa este volumen de financiación y su valoración llegase a doblar la actual, remitida a la ronda que cerraron en junio, sería un nuevo récord mediante una ronda de inversión directa. El club de los once dígitos lo componen ‘maquinarias’ como la de Airbnb o Dropbox.
La idea de Uber es utilizar esta ingente liquidez para conquistar el mundo. La expansión internacional de esta empresa fundada hace cinco años ya ocupa 220 ciudades del planeta y su idea es llegar a un millar en breve. A pesar de los obstáculos regulatorios, sus políticas de privacidad y de los problemas sobre el método de comisionar a los conductores, Uber parece imparable debido a la lógica de los tiempos sobre los que ya hemos comentado alguna cosa aquí.

Sin embargo la amenaza a lo establecido no gira entorno a esa capacidad financiera o, ni tan siquiera, a su disruptiva manera de entender la expansión del negocio. El punto de inflexión está en manos de otras grandes compañías que tarde o temprano verán sinergias y de un modelo de transporte que ya han empezado a explorar.

Si Uber traslada personas de punto a punto bajo demanda concreta basada en una aplicación móvil, ¿por qué no puede también transportar cosas? La amenaza se extiende también a los transportistas y ésta ya no sólo viene por parte de Amazon, sino también de Uber.

Digamos que tenemos la cara del disco puesta al revés y algunos creen que es la canción seleccionada. Mientras unos se preocupan de cómo salvar su mundo y su negocio cimentado en modelos anteriores a la existencia de Internet, los teléfonos móviles o la gestión de datos compartida, otros van tomando posiciones. Al final, como en todo, la cosa dependerá de lo rápido que reacciones.

Los taxistas no deben temer a Uber, por lo menos no sólo a él. Deben asustarse, según su manera de ver esto del progreso, una asociación entre Uber y Google, entre Uber y Amazon, entre Uber y Robotics, entre cualquier empresa que aspire a modular el futuro inmediato mediante la tecnología a nuestro alcance y la reducción de fricción económica de los procesos.

Uber ya reparte comida y mercancías. Quien considere que Uber sólo está pensando en transportar personas y hacerlo mediante chóferes humanos es que no ve mucho más allá de lo inmediato. Con UberRush ya están entregando paquetes aprovechando el echo de que es lo mismo técnicamente llevar a una persona que a un objeto mediante la cita previa y automática que facilita su App.

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¿Tienes algo que hacer enviar a alguien? En la aplicación de Uber puedes pulsar ‘rush’ y un conductor, incluso un ciclista, lo recogerá y lo entregará a su destino. Como siempre a un precio inferior al mercado tradicional que requiere de mil sedes, almacenes, papeleos, trabajadores contratados, un tiempo de entrega menor y una ‘user experience’ inmejorable para el cliente pues ordena y paga desde el propio dispositivo móvil.

En este punto, Uber ni piensa en los taxistas. De hecho creo que los utiliza y los valora positivamente, pues en ellos ve su futura flota comercial. A quien realmente le tiene ganas es a Amazon, que ya se la ve venir y por eso insiste en eso de poner el Amazon Prime como punta de lanza de su plan logístico y la apuesta por los taxis tradicionales como apoyo a su despliegue de entregas urgentes.

Y es ahí donde aparece Google. Si alguien le tiene ganas a Amazon es Google, porque el gigante de Mountain View sabe que su mayor rival es éste. Obviamente con el permiso de Alibaba.

El futuro más cercano será muy distinto al actual. Los actores del transporte, de la entrega y de los modelos de movilidad cambiarán para no volver a ser lo anterior nunca más. Es cuestión de tiempo que Uber, Google y alguna empresa robótica establezcan un protocolo de colaboración. No es más que eso, poner en común los avances que cada uno está llevando a cabo.

El futuro más o menos será así. Uber y Google llegarán a un acuerdo por el cual el primero proporcionará los datos necesarios para que Google interprete en su todopoderoso GoogleMaps donde es preciso y donde no tener más coches automáticos listos para un servicio. Es decir, Uber tendrá la capacidad para interpretar las zonas de mayor demanda de transporte humano o de objetos y a que horas del día. Así mismo, Google, proporcionará un vehículo automático sin chófer tremendamente próximo al demandante vía App. Tarifa precalculada, algoritmos decidiendo la vía más rápida y eficiente y seguimiento visual de la propia entrega desde tu sofá. El resultado será el transporte instantáneo visto a tiempo real y tremendamente económico al no precisar conductor. El servicio logístico perfecto.

Por cierto, en esto que acabo de describir nos hemos ventilado un buen número de puestos de trabajo y varias leyes restrictivas actuales. Pero bueno, ya sabemos que en eso del progreso la humanidad ha visto muros más altos y los saltó. Coches automáticos en pruebas vinculantes el año que viene circularán por Londres y algo que ahora nos recuerda a la ciencia ficción en diez años será tan normal como ver a la gente haciendo skype por la calle. Algo impensable hace doce años básicamente porque no existía.

Imagina otro escenario. Un Uber utilizando datos, mapas y criterios sofisticados para decidir incluir en un trayecto a un nuevo ocupante que puede incluirse en el anterior. ¿Resultado? Mayor eficiencia y menor coste para todos, incluido el cliente inicial. Un vehículo circulando en mundo virtuales que ya experimenta Google. Me refiero no a un coche basado en GPS e interpretación de mapas, sino un vehículo capaz de ‘dibujar’ un mundo tal y como es y rectificar el modelo tridimensional que existía en su base de datos si eso ha cambiado. Imagina cual es el papel de los miles de vehículos de Uber. Una flota de correctores tridimensionales en un mundo cada vez más representado en lo virtual y próximo a lo real.

Sobre estas sinergias y combates comerciales, la economía tradicional tiene todas las de perder se pongan como se pongan los gobiernos de turno. Pero también se ponga como se ponga cualquiera, lo mejor es identificar el color del cielo cuando nace un día y no cuando muere el anterior. Lo que se precisa es líderes capaces de preparar nuestra sociedad a un modelo tremendamente distinto y con una gran presión laboral que se va a ir reduciendo. No es sólo esto. Es mucho más, pero este ejemplo es significativo.

La inversión que recibirá Uber, no hace más que confirmarlo. ¿Alguien cree que esos fondos están pensando que Uber, Google, Amazon y otros no van a lograr liderar el futuro? Pues eso, ¿tú que estás pensando hacer? Transfórmate o te transformarán.

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Economía, Negocio, Politica, Prensa, Sociedad Marc Vidal Economía, Negocio, Politica, Prensa, Sociedad Marc Vidal

Tanto lío para volver a la casilla de salida

Les va a costar, pero al final caerán la mayoría. Se darán cuenta de que la protección en tiempos digitales y distribuidos no es más que una quimera que suele confrontarse con tus propias miserias. La prensa adscrita a los regímenes de turno, ya sea en España, Alemania o Venezuela se dará cuenta tarde o temprano que limitar los accesos vía enlace a sus contenidos es suicida.
El primero en rectificar ha sido el todo poderoso grupo editorial alemán Axel Springer el cual volverá a incorporar el agregador de noticias Google News. Han tenido que aceptar el coste que les estaba suponiendo. Alrededor de un 80% menos de visitas desde que se puso en marcha tan ilógica norma.

Hace menos de un mes que dos centenares de medios alemanes abandonaron el flujo de visitas que les proporcionaba Google News en base a un retorcido principio de que Google se aprovechaba del contenido de ellos al ganar con la publicidad asociada a la búsqueda de una noticia. Pero en ese análisis siempre se dejaban de lado algo que a todas luces parecía lógico también: Google les proporcionaba innumerables visitas, las cuales, ellos, también rentabilizaban. Parece claramente un ‘win-win’ que, tras romperlo unilateralmente, el grupo editorial de, entre otros, la cabecera Bild, han asumido su error.

De hecho Bild ha reconocido la pérdida del 40% del tráfico en su web en apenas dos semanas. Guardando las diferencias con España, aunque según como se mire, Alemania aprobó en 2013 una ley por la que reconocía que los editores del país debían recibir una compensación por aparecer en el agregador de noticias de Google. Esa compensación acabo siendo una especie de exigencia cuantificada en un 11% de los beneficios del gigante de Mountain View. Obviamente éste dijo que se estaba mirando sólo una cara de la tostada y que en las dos había mermelada.

Para demostrarlo Google tomó medidas. Entre ellas modificó como salían las noticias y a quienes afectaba. Si tenían que pagar por mostrar enlaces, decidieron no mostrarlos igual. Limitaron el contenido mostrado, donde ya no aparecerían las primeras líneas de los artículos ni sus imágenes, que es lo que provoca la atención del lector y estimula el engagement. Por si fuera poco, les invitaba a abandonar el sistema que utiliza Google News a los que les pareciera mal. Los que lo hicieron deben estar contemplando corregir su decisión antes de que sea demasiado tarde.

Mientras La revista The New Yorker pone su archivo online disponible de forma gratuita otros limitan incluso los enlaces que puedes ‘regalarles’. Estamos acostumbrados, por lo que no nos asombra, a ver como desde los espacios de decisión política se intenta narcotizar a la sociedad cada vez que esta toma las riendas de su propia existencia. Además como son lentos de narices, como eso del progreso les pilla lejos, no suelen actuar hasta que las cosas ruedan y les rozan. Ahora toca, ante la incredulidad de medio planeta, atender de nuevo a los grupos de presión frente a la lógica de los tiempos que vivimos y vienen.

En España le llamaron ‘la tasa Google’. Que ‘cool’ que queda un mandato tan fuera de su tiempo. Estoy seguro que pronto deberán buscarle otro nombre porque si no se modifica, en breve, lo sucedido en Alemania sucederá también en nuestro país. Cuando hablamos de todo este asunto en algunos foros o medios a los que asisto en Dublín o en otros lugares parecidos, la sorpresa es mayúscula. Esto va de lo de siempre, de proteger intereses que ya no pertenecen a la lógica de los sistemas que vivimos o de los modelos de creación actuales. Cada uno va decidiendo en que barro desea hundirse. Sin embargo, como en todo, el peso de lo inevitable acaba cayendo sobre todo y sobre todos. Por eso, como en otras épocas, podemos estar tranquilos. Tenemos poco, pero aun tenemos tiempo.

 

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Penalizar el cambio de modelo de crecimiento económico

Para los que todavía consideran que la economía ‘se está recuperando’ porque empiezan a venderse más pisos, las hipotecas aumentan y los bancos están ‘saneados’ este artículo no tiene mucho sentido. De hecho les sonará a un canto tecnológico que habla de un mundo que no va con ellos. Sin embargo, si eres de los que piensan, como yo, que no hay nada que recuperar, que el futuro se está definiendo en los países donde se ha comprendido el valor de un nuevo tiempo y dónde las opciones de conquistarlo pasan irremediablemente por aceptar un punto de inflexión histórico que ahora llaman crisis pero que algún día, con perspectiva, llamaremos revolución, entonces si, este es tu post.
Entre los que definen el tiempo actual como un mal paso, una situación temporal a la que hemos llegado por ‘agotamiento’ del consumo o porque ‘tocaba’, se encuentran la mayoría de quienes deberían de liderar los procesos de cambio o, como mínimo, estimularlos. Los otros, somos los que disfrutamos de la dificultad que supone enfrentarse al reto de escalar en los términos de nueva economía, de abrazar a la tecnología como hicieron nuestros antepasados en otros momentos de la historia y de convertir este escenario digital que nos rodea en el motor de una sociedad mejor y más automatizada.

En ese concepto sofisticado y complejo de Nueva Economía aparecen infinidad de modelos de negocio, procesos económicos e, incluso, dinámicas políticas y sociales. Entre ellas destaca uno que, por su dinamismo e ilusión, lidera en muchos casos la difícil carrera por la modernidad, por asumir el futuro inminente y, en muchos casos, el propio día a día presente de los países que se esfuerzan en encabezar la innovación y la sociedad del conocimiento. Las llamadas ‘startups’.

Hay quien en eso de poner palabras y siglas no ven más que un párrafo de sus discursos cansinos, previsibles y de campaña electoral. Otros, por el contrario, en cada término que significa modernizar, facilitar el progreso y encajar las piezas de un puzzle complejo y riguroso ven la gran oportunidad para posicionar sus economías.

El modelo ‘startup’, empresas tecnológicas con potencial de crecimiento enorme y con un comportamiento distinto al tradicional, basado en rondas de financiación que las hacen grandes y competitivas mucho antes de ser rentables, que basan su crecimiento en el desarrollo de tecnología y que esperan la llegada de su momento idóneo para entrar o pertenecer a proyectos de dimensiones muy superiores, está demostrado que supone un acelerador de cambios en todos los aspectos de la economía.

Pues en eso estamos. En el punto en que un gobierno puede establecer si apuesta por eso o lo deja pasar. En el límite entre facilitar a los emprendedores e inversores impulsar esa conquista del concierto económico o el de permanecer en la butaca cómoda esperando un viento favorable que ya no llegará. La última flecha clavada en el torso viene del artículo 95 de la futura ley del IRPF. Ya son varios los emprendedores y fiscalistas vinculados a la tecnología que se han mostrado estupefactos. Martin Varsavsky, Iñaki Arrola y muchos otros han analizado aspectos de dicha reforma tributaria que a todas luces entrará en vigor a principios de año.

Es cierto que aún está por ver como acaba el asunto y que en otros países hay aplicaciones parecidas. Sin embargo la esencia nos demuestra que los detalles más destacados responden a una falta total de comprensión de en que modelo de empresa nos movemos, que importancia tienen los flujos de capital aportado y el, si me apuras, el momento que conceptualmente nos ha tocado vivir. Según se desprende parecería que se está legislando para un modelo empresarial del siglo pasado cuando Internet y sus dinámicas no eran para nada el motor de ningún cambio socioeconómico.

A partir de enero si tu empresa vale más de cuatro millones o, teniendo más de una cuarta parte de la misma valorada en un millón de euros lo tienes crudo si, por cualquier motivo, quisieras cambiar de domicilio fiscal. Deberás tributar sin haber pasado a liquidez tu participación e, incluso sin haber vendido la empresa o quedarte en España diez años.

Puedes estar pensando que porque va a tener que irse un español que ha montado una empresa en España. Eso tendría sentido, que no mucho, si hablamos de economía tradicional, pero que en un modelo digital que precisa de acaparar talento, crecer en ecosistemas preparados para convertir una pequeña empresa tecnológica en un gigante internacional, es una guillotina. ¿Quién va a montar una empresa en España si cuando precise exponerla en Silicon Valley, Dublín, Berlín, Seúl o Singapore conviviendo allí durante años para localizar el vehículo de crecimiento más idóneo? ¿Quién va a invertir en una empresa con potencial de ‘player’ mundial si cuando eso suceda te van a crujir tu inversión?

Es que es una detrás de otra. Leyes de emprendedores que fueron papel mojado, muros en la normalidad de la gestión de los datos, regulaciones casi inéditas en el mundo para que la búsqueda de financiación beneficie a los bancos y, ahora, un modelo tributario fuera de toda lógica de los tiempos que vivimos y que, si nos dejaran, deberíamos poder vivir. Sigo pensando que hay lugares donde la administración, cuanto interviene, perjudica. En lugar de ser un facilitador se ha convertido en un inconveniente. Dudo ya que lo hagan con mala fe, creo sencillamente que lo hacen porque viven en un mundo distinto, lejano y donde la mayoría de las características que podrían convertir un país en crisis en una economía moderna y con expectativas, los ciega.

Hay países que hace unas pocas décadas estaban desolados. Ahora son potencias tecnológicas. Muchos otros ya se han subido al tren del futuro. Era relativamente fácil. En muchos casos era no hacer nada. Dejar hacer a quienes se juegan su patrimonio, gastan sus energías, sueñan despiertos y persiguen retos con el fin de satisfacer sus deseos y sus bolsillos. Al final, todo ese ejército de innovadores, emprendedores, desarrolladores y muchos más, construyen el futuro y lo hacen bajo el patrón de la tecnología que nos permitirá vivir en un mundo mejor y de un modo más competitivo. Pero no dejar hacer, poner trampas, regulaciones excesivas, muros, zanjas, tributaciones cerradas y anticuadas, sólo aleja a una sociedad de esa meta.

Pensarán que así las empresas no se irán. Se quedarán siempre en España. Si les pongo difícil irse cuando crecen, se quedarán. Probablemente lo que van a lograr es que ni se creen. Que poco a poco, analizando lo visto, muchos opten por crearla directamente fuera. Yo lo hice hace años.

Montar tu empresa en Irlanda, por ejemplo, ya no es un tema tributario solamente. Hablamos de libertad, de ecosistema, de facilidades, de regulación lógica y de estímulo a que, si es preciso, las empresas puedan crecer allí donde les sea más propicio. Muchos creen que las grandes empresas del mundo tecnológico vienen a Dublin por el tema tributario y derivados similares. Cierto, como también que son centenares las startups irlandesas, o de otros países que se instalan un tiempo en el Silicon Valley europeo, que en su fase de mayor exposición y crecimiento se van y se instalan legal y tributariamente en Estados Unidos. Curioso, muchas, luego, regresan con un potencial inmensamente superior a que si no lo hubieran hecho.

El ejecutivo español debe confiar mucho en el Silicon Valley ‘español’, por eso ha considerado oportuno ofrecer todo tipo de facilidades para que si tu empresa tiene opciones de crecer, recibir una gran inversión o de capturar talento, no tengas que irte. Una gran ayuda, si… Reducir el paro en España no es tarea fácil. No sólo porque hay algo estructural que depende de que volvamos a construir pisos de manera ridícula y casi pornográfica. No, también depende de que muchos de los empleos que busca la gente cada vez existen en menor medida. Ya no hace falta la gente para hacer cosas que ya no las hacen las personas, lo hacen máquinas, software o robots.

Reducir el paro no depende de que los jóvenes se vayan a patadas. Demostrado queda que no es porcentualmente significativo. Tampoco de las grandes empresas, que ocupando mucho, no son relativamente la principal bolsa de empleo. Depende de las PYMES y de los emprendedores. De ellos es el barco. Déjenles que naveguen. No les den mapas equivocados, cartas de navegación hechas por quienes jamas vieron el mar.

La cantidad ingente de factores que complican el poder montar una empresa en España en comparación con un número importante de países es, poco a poco, la clave del asunto y del problema. Lo de la reforma tributaria una más. A cada día que pasa, sumando elementos de este tipo, estamos más cerca de los modos de quienes dicen ser el ‘diablo’ que de los que ya van a velocidad crucero en eso de la economía del futuro. El proteccionismo en este caso se convertirá en desprotección de aquellos que podrían impulsar el cambio del modelo de crecimiento de un país que agotó el anterior, si es que lo hubo y si es que fue real.

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Empleo del futuro: Amazon busca conductores de 'drones'

Prime Air es el programa con el que Amazon advierte que ofrecerá entregas de pedidos en pocos minutos utilizando ‘drones’. Si crees que esto es algo más cercano a la ciencia ficción que a la realidad inminente deberías de saber que la cosa va tomando cuerpo y puede que esté más cerca de lo que piensas. De hecho el gigante americano, que incluso, como anunció Google, estaría en condiciones de ser la mayor amenaza del ‘buscador’, ya solicitó permiso a la FAA americana para poder iniciar pruebas vinculantes de sus drones ‘repartidores’ en sus instalaciones.
El uso de drones seguirá sufriendo de dificultades legales. Eso es evidente. De hecho en el primer número de la futura revista Westinghouse, en diciembre, habrá un brillante artículo que analiza el motivo ‘real’ por el que el uso de drones puede estar viviendo su particular freno legal. Me reservo los detalles de dicho artículo, pero será uno de esos imperdibles del mes.

Sin embargo la transformación de todos los procesos sigue su curso implacable. Continúa ejerciendo su lógica temporal donde la eficiencia, la economía y la automatización arrasarán con todo y contra lo único que podremos hacer es adaptarnos, entenderlo y disfrutarlo. Negando la evidencia sólo se retrasará lo inevitable.

En este caso, Amazon, ha vuelto a dar síntomas que tiene claro hacia donde va. Ahora mismo busca empleados, expertos futuros que puedan ‘conducir’ sus drones Amazon Prime Air. Las ofertas de trabajo al respecto han sido publicadas para puestos laborales del futuro en Cambridge (Reino Unido) y Seatle (EEUU). Yendo al detalle veremos que Amazon busca gente con cinco años de experiencia en la dirección de pruebas de vuelos, así como algunos adicionales en puestos de menor responsabilidad.

De momento, estas personas deberán tener, como requisito indispensable, una carrera en ingeniería aeronáutica, aunque Amazon ya ha dicho que admitirán otros ingenieros si cuentan con la experiencia requerida para las distintas posiciones. Todo evidencia que Amazon ha puesto la directa. Tiene el drone desarrollado, el software de control listo y ahora ya se ha dispuesto a la localización de este nuevo puesto laboral.

Como hemos dicho muchas veces, la mitad de los empleos del mundo sobrarán en breve. Deberemos asumir este problema técnico. Probablemente de esa grieta brotará un escenario nuevo. Para ello hay que creerselo y trabajar para ello. Los países que estimulen esos cambios, llegarán antes a un punto de competencia inédito hasta la fecha.

Esto no va sólo de pensar los puestos laborales, los empleos u oficios inminentes, va de crear el ecosistema para que se nutran unos a otros. Por ejemplo, está muy bien interpretar que el próximo lustro una generación de conductores de drones llenarán las delegaciones de Amazon y de otros logísticos. Pero lo que hay que interpretar es que el puesto relevante será el de aquellos que ‘concedan’ la licencia. Una especie de ‘autoescuelas’ de conductores de drones. El futuro es casi ya presente, vivirlo, disfrutarlo y tomar ventaja es únicamente un tema político, empresarial y, no lo olvidemos, de presión social. Mientras mantengamos el debate de todo un país en la atmosfera irrespirable que vive por ejemplo España y muchos países del entorno, los ciudadanos vivirán ajenos a las oportunidades que el futuro y la tecnología nos ofrece, y que, de hecho, otros países ya están disfrutando para conquistarlo.

En otros momentos de la historia, en cada revolución tecnológica que hemos vivido, unos fueron espectadores y otros protagonistas. Ahora va de lo mismo, de elegir, de exigir a quienes marcan las dinámicas socioeconómicas que se dejen de ‘recuperaciones’ y se pongan a liderar ‘conquistas’. Conquistar el futuro es más simple de lo que parece, sólo hay que interpretar el momento actual y ofrecer respuestas que lo conviertan en una oportunidad y no en una ruina.

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Las amenazas al negocio de Google

En principio, Amazon y Google no tienen mucho que ver. Por lo menos es lo que aparentaban hasta hace bien poco. Pero esa percepción está cambiando y lo hace de manera rápida. Si como empresas tienen estructuras de negocio bien distintas, hay elementos de las mismas que convergen. En concreto Amazon Prime y Google Express podrían solaparse en algunos aspectos. No son el mismo servicio, cierto, pero sus similitudes aumentan y sus diferencias se reducen.
Es evidente que en esto de los negocios tecnológicos, la competencia es algo líquido, para nada estático y que, a pesar de que tu teórico competidor no hace nada que te afecte, en realidad si lo hace. No es diáfano el campo de batalla, es complejo, sofisticado y tremendamente permeable. Es la nueva economía y sus duras reglas.

Cuando pensamos en los competidores de Amazon nos viene a la cabeza un tipo de empresa donde no suele aparecer el gigante de Mountain View. Al pensar en Google, aparecen gigantes tecnológicos más vinculados tecnológicamente a desarrollos que a otra cosa. Google y Amazon no son rivales en esencia. Google está en el negocio de la venta de anuncios, Amazon en el negocio de la entrega de bienes.

Pero esto está cambiando últimamente. Ambas empresas se han tocado en la curva. Resulta que Google se está metiendo en el mercado de los bienes a la carta. De hecho puso en marcha un modelo de entrega que garantiza que un cliente de su Google Shopping Express pueda recibir su compra durante el mismo día en que la hizo. Esto sucede en el área de Manhattan y en el oeste de Los Ángeles. Además, Google ya garantizó que a estas áreas se sumarían en breve Chicago, Boston, y Washington. El naming elegido para este proyecto a partir de ahora ya es oficialmente Google Express.

A la vez que Google explora el mercado de la logística, Amazon, como vimos ayer, aprieta el acelerador en los beneficios del servicio tecnológico donde sólo había productos. Amazon Premium ya incluye música ilimitada y streaming de vídeo a partir de colecciones de Amazon Kindle.

Lo más interesante a mi modo de ver es como van a definir los espacios de competencia cada uno de ellos sin repetir al contrario. Es decir, si estamos hablando de dos de las empresas más destacadas del planeta en esta revolución sin precedentes, probablemente será apasionante ver como se adaptan, generan un mercado y solucionan expectativas.

Por ejemplo, Google no va a tener sus propios almacenes masivos como si tiene Amazon, pero en cambio trabaja ya con los comerciantes locales de un modo directo para recoger y entregar mercancías a los clientes. Ha convertido los comercios vinculados a Google Express en ‘hubs’ logísticos descentralizados gracias a una gestión tecnológica masiva. Recordemos que Amazon se está esforzando en crear una red de entrega y recogida similar. El propio Eric Schmidt dijo que ‘mucha gente piensa que nuestra principal competencia es Bing o Yahoo, pero en realidad, nuestro mayor competidor de búsqueda es Amazon’.

Es habitual pensar que Amazon no es un buscador, de hecho no lo es, pero si estás buscando algo ‘para comprar’ el flujo racional y tecnológicamente cada vez más habitual es irte a Amazon directamente. Es una búsqueda sin ruido y mucho más centrada en lo que deseas. Es como buscar en Twitter el impacto a tiempo real de una noticia que Google News aun no puede entregar. No hay imperios eternos que decía el emperador.

La vertiente comercial del algoritmo de Amazon lo convierte en si mismo en un buscador, pero, realmente eso lo hacen en algo muchísimo más peligroso para Google. Es un incalculable depósito de datos sobre gustos y búsquedas comerciales. Además, para Google, el problema picha especialmente en su ‘core business’. Cada vez que alguien busca un producto en Amazon en lugar de Google, el gigante de las búsquedas pierde la oportunidad de servir anuncios junto a los resultados de búsqueda. Algo que cada vez más pasa en otros escenarios. Te vas directamente a Kayak, para reservas de líneas aéreas, a Airbnb para alquileres a corto plazo, y a Yelp para obtener información de un restaurante. Cada una de estas búsquedas es un usuario, un cliente, menos que Google puede utilizar para servirle anuncios focalizados.

Google podría convertirse a medio plazo en el intermediario de todo o de nada. Una investigación realizada por el grupo Forrester explicaba que el año pasado casi un tercio de las personas que buscan comprar algo buscaron directamente en Amazon sin pasar por Google y esa cantidad era el doble que en el año anterior. Parece evidente que estamos en la antesala de una batalla muy interesante. Tal vez, el negocio de Amazon aun no ha sido detectado en su complejidad.

Amazon es el mayor competidor de búsqueda de Google, por lo tanto es su mayor competidor como decía Schmidt, puesto que Google vive de las búsquedas y estas se están traspasando al gigante del comercio electrónico. Un enorme desafío en el firmamento de la economía digital que va a trastocarlo todo. Si ademas a esto, Google, le suma que Facebook es sin duda su mayor competidor en términos de publicidad móvil, la cosa se va a poner muy interesante en eso de ganar dinero a base de clics.

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'All you can eat data'

La compañía telefónica Three mobile utilizó el ‘claim’ que titula este post, ‘all you can eat data’, hace unos años para explicar que podías utilizar cuantos datos digitales fueras capaz de consumir en un tiempo a cambio de una cuota determinada fija a pesar de hablar de ser clientes en ‘prepago‘ y sin contrato. Pasaron a determinar que un producto digital no es más que un servicio y este debe venderse como tal.
No era novedad, de hecho ya hacía tiempo que la música abandonó el valor físico de lo tangible y se convirtió en datos, es decir, en algo intangible, y aunque lentamente, la ola fue devorando todo cuanto se ponía delante de ella. Del disco al archivo. De hecho a partir de un momento determinado comprar música para poseerla dejó de ser algo determinante. Por mucho que la industria discográfica mantenga su interés por el viejo modelo comercial de pagar por tener, todo se ha transformado hasta el punto que los nuevos ‘players’ de la música se han visto obligados a transformar su oferta, la cual ha pasado a ser de un producto a un servicio. El ejemplo más claro es Spotify por el cual pagas una cuota para escuchar cuanta música seas capaz en un mes desde cualquier dispositivo. Eso, digamos, es un servicio y deja de ser un producto.

En el mismo contexto se mueven otros sectores, otros servicios que derivan de productos previos. Hay más ejemplos. Acceder a un fondo editorial sin restricciones de cantidad y sólo de tiempo por un precio fijo mensual es otro de ellos. Desde hace unos días sabemos que esa transformación que Amazon puso en marcha hace un tiempo ya está también en España. La tarifa plana de lectura en Amazon llegó a Kindle. El servicio se llama La cosa se pone interesante. Cerca de un millón de títulos, 25.000 en lengua castellana, disponibles por algo menos de 10 euros al mes. No deja de ser servicio sustituyendo al producto cuando éste no tiene nada que aportar a la acción en si. No necesitamos soporte, no necesitamos intermediarios, no es lógico estructurar un negocio a partir de los modelos de una cadena de valor envejecida.

Este punto de encuentro entre el ‘longtail’ que proviene del producto digital y la oferta globalizada no es más que la respuesta a los tiempos que vivimos y a la percepción de un modelo de consumo más estructurado en la visión de ‘usuario’ que en la de ‘consumidor’. La facilidad para generar un espacio digital de conversión entre usuario, consumo, oferta y productos es un viaje ya sin retorno a pesar de todo.

Cierto que no todos lo hacen, pero lo harán. Digitalizarse no es una opción. Hubo quien ser resistió y la realidad plomiza los aplastó. Kodak insistió en producto y la digitalización del modelo se la llevó por delante. Ahora Instagram es a la fotografía lo que fuera la empresa del carrete.

Lo están probando muchos. ¿Tu empresa? ¿Tu sector? En la educación, en la medicina, en la abogacía, en muchos ámbitos. La sustitución digital del producto por el servicio susceptible de digitalizarse es pura ‘reconversión industrial’. No se trata sólo de ofrecer tu catálogo en un comercio electrónico, que también, sino que hay que explorar si tu modelo industrial entronca con lo que se está ya imponiendo por la lógica de los tiempos. Tiempos que buscan eficiencia, reducción de costes, adecuarse a la verdadera cadena de valor y a la eliminación de intermediarios que encarecen o ralentizan tus servicios, antes llamados productos.

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Cuando tu jefe sea un algoritmo

Starbucks emplea un programa de software muy utilizado que analiza los patrones de ventas y otros datos para elaborar los horarios de sus empleados. La práctica salió a relucir en un reportaje de New York Times que documentaba las consecuencias de un horario dictado por un algoritmo para trabajadores de carne y hueso.
Eso de que un despacho de dirección esté ocupado por un robot, un autómata o un sistema digital cada vez está más cerca. Cada vez son más las funciones vinculadas a la gestión de personas que se están transfiriendo a la inteligencia artificial. Un futuro cada vez menos sorprendente y que, cuando llegue, se vivirá con la misma naturalidad con la que se ha digerido el uso de Internet, la telefonía móvil o la automatización de miles de procesos de nuestra vida cotidiana. Serán artilugios sin forma, fundamentalmente programas complejos, un software capaz de decidir por encima de las percepciones que la mente humana suele incorporar en la toma de decisiones.

Sepamos que se va normalizando. Un estudio reciente del Laboratorio de Interacción Ser Humano-Computador de la Universidad de Manitoba, en Winnipeg, mostró que los seres humanos están dispuestos a acatar órdenes del computador, pero en grado menor que las órdenes procedentes de otros seres humanos. Ya hubo gente que predijo la era digital cuando ni tan siquiera era una entelequia. Gente como Marshall Mcluhan habló de algoritmos sustituyendo acciones humanas. Ahora parece que la velocidad es exponencial y que aquellos sueños extraños de algún loco van tomando fuerza.

Su modelo de evaluación y de rendimiento se basará en aspectos de juicio sintéticos y ordenados por el análisis de datos masivos. No descansará ni perderá horas que tengan que ver con aconteceres humanos o familiares. Trabajará sin descanso y sin margen de error. Serán estos robots de la próxima generación los que se sumen a los que ya, ahora mismo, están dirigiendo departamentos de recursos humanos o de inversión. Vamos camino de la dirección general como plan final de esta conquista de la automatización.

No es ni bueno ni malo. Es sencillamente el tiempo que pasa y la búsqueda de la eficiencia. Puede dar miedo, incluso se puede sentir una especie de frialdad profesional, un vacío emocional que aleja el trabajo de las relaciones humanas, pero seguramente nos adaptaremos bien y recibiremos como natural todo ese conjunto de interacciones hombre-máquina. Ya lo hacemos cada día en estos momentos. Son ordenadores relativamente accesibles los que seleccionan los currículos de los demandantes de un puesto de trabajo.

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Evalúan factores que antes no eran analizables o que podían afectarse desde un punto de vista subjetivo. Ellos determinan incluso la rentabilidad a la hora de contratar a un trabajado u otro, determinan con exactitud el tiempo que dicho candidato va a ser capaz de permanecer en el puesto que se le oferta. Es punzante pensarlo. Máquinas examinando humanos hasta el punto de desestimar a buenos trabajadores por el hecho de que no van a ser fáciles de retener. La búsqueda de la rentabilidad basada en factores egoístas. El egoísmo de un robot.

Actualmente existen prototipos de análisis de la gestión profesional en muchas empresas. Realizan seguimientos de correos (no de sus contenidos), llamadas en origen y destino, encuentros y el tiempo de los mismos en las oficinas, duración y resultado de reuniones, etc…, para determinar y recomendar modificaciones en todos los procesos, equipos o modelos de interacción. Son esos mismos algoritmos de análisis los que incorpora un nuevo factor que ningún jefe de recursos humanos podría efectuar con la precisión y velocidad que hace uno de estos sistemas en la actualidad: la afectación de todo ello en el consumidor. Este software utilizado en centenares de compañías del mundo en versiones ‘adhoc’ analiza todos los datos disponibles del cliente y los cruza con los de gestión de personal. Finalmente diagnostica, genera cambios, los propone y ejecuta.

Es habitual la defensa del director ‘humano’ por parte de aquellos que le conceden una facultad al mismo que depende de la intuición, la capacidad de cambiar de decisión a medio proceso, de generar decisiones cualitativas y no cuantitativas u otras que se aguantan en la imprevisión más que en la previsión. Durante varios años fui ‘interim manager’ y mi función era dirigir en diferentes puntos y escalas empresas que me contrataban para ello por unos meses. No recuerdo que se valorara algo más que la previsión por cierto.

Considerar que un software no es capaz de cambiar decisiones en base a un cambio imprevisto es no conocer como funcionan estos sistemas. Precisamente su rapidez para interpretar y tomar decisiones en un instante con el mayor cálculo de opciones existente es su ventaja y la cualidad a la que ningún humano será capaz jamás llegar.

Seguimos acumulando tipologías de empleos con fecha de caducidad. Ahora incluso la de los que decidirán que empleos sustituir por máquinas. Se puede dar el hecho de que en breve un consejo de administración, que ya sabemos que tendrá consejeros no humanos, determine que el nuevo director general sea un software inteligente capaz de llevar la empresa a destino mucho mejor que el anterior gerente.

Existe otro tópico muy extendido entre los que si aceptan esa intromisión del robot en la toma de la riendas de una empresa. Se suele decir que un jefe automatizado se ajustará a las funciones rutinarias de un jefe para dejar al humano las tareas de las decisiones más importantes. Esto no se aguanta mucho puesto que parece absurdo desestimar la capacidad precisamente de la toma de decisiones de una software basado en el big-data, la inteligencia artificial y la reducción de riesgos, en lugar de dejar tanta capacidad en simples tareas que cualquier software de segunda división fuera capaz de hacer.

Hay teóricos que asumen el futuro con mayor tranquilidad. Shawndra Hill, defiende que los problemas cuyas respuestas son más subjetivas y difíciles de evaluar son históricamente aquellos que las personas creían que no podrían ser bien resueltos por el computador, pero es totalmente contrario a la realidad, pues si existen datos que se pueden vincular a resultados, es posible construir modelos a resolver’. Cada vez más, las empresas están lidiando con esos problemas subjetivos de maneras que antes no imaginábamos.

Cuando se publicó el artículo sobre la gestión del horario en Starbucks, surgieron centenares de casos alrededor de los Estados Unidos. Grandes empresas, pero tambien de tamaño menor, bancos, hospitales e incluso un museo de arte, explicaron que sus vidas estaban supeditadas a una ecuación que media el tiempo trabajado y sus interacciones desde hacía meses y, en algunos casos, un par de años.

Tengo conocidos que son directores de recursos humanos. Y, permitidme la ironía, algunos son más fríos que algunas máquinas. Exigentes hasta la extenuación, con márgenes de análisis que dudo procedan de un ser humano y con un sentimiento de culpa nulo. Casi, a veces, puesto a ser despedido por algún motivo, uno preferiría un algoritmo que según que tipo.

Las funciones automáticas y las decisiones basadas en algoritmos forman parte cada vez más del lugar de trabajo. En prácticamente todas las categorías relacionadas con los Recursos Humanos, desde el reclutamiento a la gestión del rendimiento, que se desprende del estudio de Investigación de Sistemas Cedar Crestone 2013-2014 a partir de estudiar a casi 20 millones de empleados, la mayoría de ellos de EEUUVived Wadhwa dijo en el Washington Post que esto ya no es un capítulo más de una novela de ciencia ficción. Es sencillamente el futuro inminente. Cuando algo es irremediable hay que gestionarlo, no evitarlo.

Como hemos dicho poco a poco los empleos que desarrollan humanos van desapareciendo. La velocidad e intensidad aumentará como lo hará el abanico afectado. No es posible detenerlo. Se llama revolución digital, tecnológica, la tercera revolución industrial. Los que ‘mandan’, aquellos que lideran las políticas que deben acomodar estos cambios, deben aceptarlo, trabajar en hacer esta transición más llevadera y en permitir que todo ello acabe en algo mucho mejor. Como pasó en otros momentos de la humanidad, cuando parecía que el mundo se detenía, no fue así. Giró y lo hizo más rápido y mejor.

Recordemos que un estudio de la Universidad de Oxford de 2013 analizó 702 ocupaciones y calculó que la automatización del trabajo amenazaba ya en apenas una década a un 47% de la fuerza laboral del mundo occidental. Por poner un ejemplo claro y radical, diremos que los profesionales del área de financiera se verán sustituidos por un computador es del 98%. Otras funciones vulnerables: personas que trabajan en mostradores de informaciones y recepcionistas; asistentes y técnicos jurídicos, e incluso cocineros y camareros de locales de comida rápida. Cada vez más y de manera irremediable. La historia se repite, es apasionante. Escribe Susan Adams, en Forbes dijo que, tal vez en el futuro nadie trabajará.

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La verdadera 'recuperación' es asunto de todos

Sabemos que se crean más empresas, pero que se hacen con menos capital. Aunque hablo de España, es algo que se repite en algunos de países de nuestro entorno. Obviamente el primer elemento a tener en cuenta es que no hay financiación, por lo menos no la que nos prometieron cuando dijeron que ‘todos los sacrificios de la banca por sanearse repercutirán en una apertura del grifo’.
De momento, lo único que sabemos es que en términos generales es que ‘el grifo’ sigue goteando y para nada ha aparecido el chorro y lo que va trascendiendo sobre los motivos de la denostada mala salud (anterior) del sistema es pura basura. La recuperada buena salud (que pagaremos todos) resulta que no acaba de trasmitirse donde es urgente que se traslade. O se estimula la financiación o será imposible tratar ‘face to face‘ contra los competidores asiáticos, americanos y, pronto, africanos.

Es muy preocupante, utilizando datos nacionales, que sean 170 millones de euros menos invertidos en la creación de empresas según el informe de Axesor. El mismo estudio asegura que en los 30 días del mes anterior, se necesitaron 263 millones para poner en marcha 6.147 empresas, mientras que el promedio anual en esta partida es de 531,4 millones. La anunciada ‘recuperación’ no llegará si las empresas no tienen capital para invertir por muchas que se funden. Hablamos de la gasolina para competir, para investigar, para crear compañías de la nueva era que nos ha tocado vivir.

¿Dónde está la explicación? En tres campos. Uno bueno y dos malos. El bueno es que a medida que pasa el tiempo, la economía digital permite fundar empresas, startups, modelos de negocio que requieren menor capital inicial y mucho de talento, dedicación y métricas que luego pueden lograr inversión. A esto, sin embargo, habría también que sacarle punta pues, mientras que en Israel, Estados Unidos, Irlanda, Eslovenia, Chile, Corea, Nigeria, Sudáfrica, Reino Unido, Polonia, Rumania, Canadá y dos docenas de países más que se están comiendo el pastel del futuro inminente, a pesar de generar empresas de esta índole, la capitalización inicial supera año con año al anterior.

Pedir que la Nueva Economía, la sociedad del conocimiento, la empresa tecnológica y el cambio de modelo en el crecimiento de un país se apoye en compañías sin dinero, sin financiación y sin capacidad para lograrlo, a expensas de que todo dios se dedique a poner horas y talento, es mucho pedir. Competir en este nuevo escenario requiere de talento, de una buena formación, de políticas dirigidas a estimularlo, de implicación, de liderazgo ejecutivo y, sobretodo, de dinero. Mucho dinero.

En eso de conquistar el futuro deben jugar todos. La lástima es que unos están preocupados en sus cosas pequeñas, en sus líos de juguete que dan lástima y otros en las grandes epopeyas que no sabemos a que responden visto lo visto. En eso de ser competitivos y tener empresas que sepan trasladar a riqueza cuanto crean y exploten, a ser líderes en impresión 3D, en conducción automatizada, en big-data, en gestión de la realidad virtual, en robotización de sistemas y procesos o en cualquier paisaje similar, hay que implicarse.

Políticos, que deben consultar a los que saben de esto, en cómo diseñar políticas a largo plazo capaces de reconducir este desastre mayúsculo y dejarse de dar porciones de un pastel infecto a grupos de presión con ‘cánones’ que son totalmente ilógicos.

Banqueros, que deben hacer un ejercicio sano de aceptar que son culpables en gran medida de haber dispuesto un crédito barato y soez durante años para que todo se aguantara en ladrillos de mentira. Que deben ser capaces de invertir y permitir la inversión para cambiarlo todo. Que no sirve que una entidad (y son varias) que obtienen beneficios netos de miles de millones de euros al trimestre, dediquen 10 de ellos a un fondo de inversión tecnológico. Que eso no es justo ni válido, de hecho no es nada en sí mismo. Y no pido que inviertan, cómo mínimo que concedan crédito. Sería suficiente.

De la sociedad ‘emprendedora’, que no puede ser que tras el desastre vivido, de la bola de estiércol que nos pasó por encima a todos, aun considere que el mejor proyecto empresarial que se puede montar es el inmobiliario. Una cuarta parte del capital invertido en la creación de nuevas empresas en España se ha destinado a la industria inmobiliaria. Has leído bien, 61 millones en un mes para nuevas sociedades vinculadas a la ‘recuperación’ del modelo, no a la ‘renovación’ del mismo.

Lo más grave no es el dinero aportado a la industria inmobiliaria, lo duro es ver que ese sector invierte como dios manda. El 23% del capital aportado a nuevas empresas representa sólo el 8% del total de éstas. De nuevo, el dinero, busca ‘lo seguro’ olvidando que la seguridad es algo más complejo. Se trata de construir algo de valor, un ecosistema en una economía cambiante, tecnológica y competitiva que en muchos lugares se está creando con valentía y decisión y en otros se está dejando al lento modelo de la inercia que el voluntarismo de algunos proporciona. Si esperamos conquistar el futuro, el de nuestros hijos, el de nosotros mismos atendiendo a la velocidad de todo, es preciso que todos lo quieran hacer.

Todavía queda algo de tiempo. La gran oportunidad de despertar de un letargo de fango y tocho depende de políticos, de la prensa, de los bancos y, por supuesto de la propia sociedad. Despertar una economía que no fabricaba nada. Que basaba la riqueza en el hecho comparativo sobre plano atendiendo a un valor especulativo del ‘los pisos no bajan jamás’, de la acumulación de apartamentos y casitas con sueldos duplicados a horas extras. A tiempo estamos de sonrojarnos de nuevo por haber considerado que una hipoteca a 75 años era una gran inversión. Quedan minutos para darle la vuelta al camino que parece que vuelve a iniciarse. Minutos para tomar otro tren pues en el que parece que vamos resulta ser que es de vuelta y ya no de ida. De vuelta al pasado en lugar de ida al futuro. Estamos a tiempo, pero depende de todos.

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Amazon, ¿verdugo reconvertido en salvador?

Desde que el mandamás de Amazon, Jeff Bezos, comprara The Washington Post las opiniones sobre lo que escondía la operación han sido muchas. Desde que era una buena noticia que uno de los emprendedores de mayor éxito del mundo digital decidiera darle una vuelco al modelo de negocio de la comunicación escrita, hasta los que consideraron esa compra como una usurpación a los aristócratas del sector.
La verdad es que mucho falta por saber y tiempo deberá pasar para que entendemos el verdadero objetivo o, como mínimo, resultado de esa entrada que se anunció con fuegos artificiales en su día. Lo que sabemos ahora, seguramente sin ninguna relación, es que Amazon intenta enlazar un modelo de entrega de la prensa analógica con la de sus productos físicos. El equilibrio entre logística e inmediatez es el gran plan de Bezos.

Amazon anunció de que los clientes de Amazon en el Reino Unido podrán obtener sus pedidos al mismo tiempo que los periódicos de la mañana. La idea es hacer más sostenible el modelo de entregas. Amazon ha gastado un dineral en su impresionante red de distribución en Estados Unidos y, de hecho, es lo que está detrás de los resultados negativos de sus balances. Tal vez por ello la estrategia en el Reino Unido pasa por conectar la logística que entrega los periódicos cada día con la de sus envíos.

Connect Group es la empresa que hace esas entregas. Un sofisticado y perfectamente engrasado sistema que ahora hará las entregas a primera hora de la mañana para Amazon. Al mismo que ofrece prensa diaria también hará otra por la tarde. Casi cuarenta millones de periódicos a la semana entregados en más de 30.000 clientes repartidos en supermercados, minoristas y gasolineras. Ese es un modelo que vincula lo que viene con lo que ya estaba.

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El sistema que Amazon en el Reino Unido está ya probando en más de 5.000 lugares dispondrá de miles de puntos de entrega. Algo que convierte cualquier tienda familiar en un potencial punto de recogida. De hecho pretenden que los clientes reciban un código enviado por correo electrónico para que puedan pasar por la tienda más cercana a recoger su paquete. Cada tienda percibirá un porcentaje de la venta por materializar esta transacción.

Me da la impresión que Amazon puede convertirse en un estímulo para miles de negocios que ahora mismo tocan la línea de meta. Un final garantizado para quioscos y tiendas de barrio que ven cómo su negocio se va adelgazando irremediablemente. Las ventas online crecen y las físicas se estancan. Los medios de comunicación ya no se compran en papel pues se consumen digitalmente. ¿Qué papel jugarán esos espacios?

Sería una gran noticia que el verdugo se convirtiera en salvador. Que aquellos que lideran el proceso de cambio entre un mundo analógico que desespera y otro digital que crece fueran también los que interpretaran un nuevo papel para éstos. Tiendas, quioscos y espacios locales que ven caer su facturación ofreciendo un servicio cuya cadena de valor es ineficiente, pasando a convertirse en puntos de recogida masiva de las ventas de mucho más que simplemente Amazon. A parte de ingresos extra tendrán también un ‘tráfico’ adicional de potenciales clientes por sus locales.

Me imagino a muchos comercios electrónicos seleccionando puntos de entrega más allá de la oficina de correos de turno o la del transportista ocasional. Imagino comunicarle a un comprador que su producto estará en dos días a veinte metros de su casa. Está por ver que nivel de mejora ofrece y cuanto reduce los costes, el verdadero punto de interés al final de todo.

Amazon lleva tiempo marcando el ritmo. A pesar de sus descomunales pérdidas, es una de esas empresas que marcarán la historia. El objetivo es revolucionar un modelo comercial. Lo intentarán con el transporte automatizado, lo establecen con el género de sus transacciones y lo lograrán con el gran reto de hacer entregas en el mismo día de haber recibido la compra. Evolucionar el modelo y hacerlo masivamente en todo el planeta no es gratis. Mucho deberán perder todavía y mucho deberán aguantar los inversores de este gigante, verdadero rival de Google en el patrón de consumo digital.

Las ventas de Amazon llegaron a 20.580 millones de dólares en el tercer trimestre, frente a los 17.090 millones de euros del mismo periodo del año anterior. Cifras espectaculares que sin embargo todavía la mantienen en pérdidas. La compañía anunció números rojos por valor de 427 millones de dólares en el tercer trimestre de 2014, frente a los 41 millones en el mismo periodo del año anterior. Es decir, están apretando en algo que tiene que ver más con la inversión en nuevos modelos y de momento no logran equilibrarlo.

El riesgo radica en saber si las empresas que se lanzan a la conquista del futuro tienen todo el margen del mundo o el mundo en el que se financian, los mercados, van a estar siempre poniendo buena cara a todo esto. Si en algún momento los inversores le dan la espalda a tanta dedicación por el futuro a medio plazo de la compañía, ésta podría estar en serios problemas. Quienes mostraron que el mundo del libro debía reinventarse al lanzar el Kindle, ahora nos dicen que, si esperamos, nos reinventarán la logística.

Es una buena noticia que Amazon puediera estar ofreciendo un modelo sostenible a miles de negocios locales que verán en esta oferta logística una escapatoria ante un futuro que cada vez deja menos espacio a lo analógico y a las cadenas de valor repletas de intermediarios. Tal vez, pero el futuro no es gratis, conquistarlo menos. Explorar está bien, es estimulante, pero es preciso ofrecer rentabilidad a quien te financia el viaje. Sobretodo si tenemos en cuenta que el tiempo de ‘los envíos’ podría estar amenazado por la impresión 3D, por poner sólo un ejemplo. Aquí nadie tiene el modelo asegurado ni en propiedad.

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La ciudad 'de las cosas'

En algún momento todo estará conectado. Personas y objetos. Todo. Los electrodomésticos conversarán entre ellos. La culpa la tendrá, la tiene ya, la llamada ‘Internet of Everything’, que se caracteriza por la conexión a la Red de personas, procesos, datos y objetos. La ropa que nos ponemos tendrá sensores que nos facilitará acciones cotidianas, nos dará a conocer el universo que nos rodea en cada momento e interactuará con las prendas inteligentes de otras personas. A través de la voz y los datos, relojes, zapatillas y gafas estableciendo rutas y advirtiendo de precios atractivos con solo dirigir nuestra mirada hacia la fachada de un restaurante.
Un restaurante que, si decidimos entrar, tendrá infinidad de sistemas conectados y que, con nuestra llegada, activarán una experiencia de usuario mucho más rica permitiendo acceder a menús, informaciones detalladas, contactos y sugerencias gastronómicas en base a criterios preseleccionados en base a la gestión de datos masiva. Todo eso, probablemente, sucederá sin apenas ofrecer demasiados aspectos sobre nosotros mismos. La Internet de las Cosas se encargará de encontrarte o, como mínimo, adecuarse a un perfil extremadamente exacto en base a criterios de ubicación, tiempo, usos y experiencia acumulada.

Es la unión entre dos grandes aspectos de la vida futura, la conexión total y la gestión exponencial de datos. La Internet de las Cosas eclosionando con el crecimiento del consumo de datos inteligente derivando en un espacio físico y real. La capacidad para gestionar datos en base a la geolocalización de un comprador, usuario o interesado es un elemento destacable si estás pensando un proyecto emprendedor o quieres poner tu empresa ‘consolidada’ en la vía que conduce directamente al futuro inmediato.

Lo destacable es que todo ello pasará en un lugar llamado ‘ciudad’. Cuando hablamos de ciudades inteligentes deberíamos hablar de ‘ciudades conectadas’, de algo así como ‘la ciudad de las cosas’, donde los intercambios económicos y sociales se fundirán en un solo elemento que difícilmente se podrán separar. Y es este, precisamente, el elemento que les proporciona cierta ‘inteligencia comercial’.

La comercialización de servicios basada en la ubicación crecerá en cuatro años un 100%. Como dice Jim Freeze, ‘una empresa ya puede predecir que un cliente necesita un medicamento contra la alergia basándose en la cantidad de polen en suspensión que los informe municipales a tiempo real ofrecen, y, por ejemplo, el número de días que han pasado desde la última aplicación de ese medicamento a una persona en concreto con ese problema’. A partir de ahí, la ‘ciudad inteligente’ conectando objetos, datos y ciudadanos, se convierte en ‘la ciudad de las cosas’ y dispensa a ese afectado el medicamento cerca de dónde esté. Eso ya está pasando.

Si estas pensando como ‘modernizar’ tu empresa, o en que puede basarse tu nuevo proyecto, piensa en que tus clientes habitan en ‘la ciudad de las cosas’, un lugar donde los datos comprometerán las necesidades con la oferta pero basándose exclusivamente en una respuesta inmediata y certera.

El futuro del comercio, electrónico o no, está en el modelo de anticipación, en adelantarse a las necesidades creando experiencias cada vez más inteligentes. Un futuro donde la economía social pasará a ser la economía de la experiencia mediante una realidad predictiva. El santo grial para un vendedor es saber que quiere exactamente un potencial cliente. Si lo sabes, se lo puedes ofrecer. Si sabes donde está y cuando lo va a querer, lo venderás. De eso va la ‘ciudad de las cosas’.

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