La generación estafada o los hijos que vivirán peor que sus padres.

Si tienes entre 20 y 35 años perteneces a la generación sándwich. Algunos le llaman la generación precaria, otros, la llaman la generación estafada. Algunos estudios reflejan que los menores de 34 años son el único grupo de edad más preocupado por las consecuencias económicas que está teniendo la situación actual que por las que pudieran haber de tipo sanitarias. 

la generacion estafada

Estamos hablando de jóvenes de hasta treinta y cuatro años. Son los grandes perjudicados de la doble crisis que hemos vivido, la de la explosión de la burbuja inmobiliaria y la que acaba de empezar. En la crisis de 2008, el paro general se fue del 8%, el que teníamos cuando la construcción tiraba de la economía, al 26%. Pero entre los jóvenes ese paro se fue del 17 al 56%. Prácticamente dos de cada tres jóvenes estaban en el paro. Hoy la situación es muy similar. El paro ha crecido hasta el 16%, pero entre los jóvenes ha crecido hasta el 40%.

Y es que hay un motivo para ello. Los jóvenes acaparan siete de cada diez contratos temporales firmados en España. Hay territorios en los que ser joven es equivalente a no trabajar. En Ceuta y Melilla, por ejemplo, el paro juvenil es de más del 65%. Más de la mitad de los jóvenes están en paro en Andalucía y en Canarias un 57,7%. Con estos datos, la edad de emancipación de muchos de esos jóvenes se sigue retrasando y está ya casi en los 30 años, según Eurostat. Muy lejos de los 19 años en Noruega o los 21 años de Dinamarca.

El incremento de las desigualdades en la distribución de la renta y la riqueza se va a extender y va a afectar mucho a los jóvenes. Paradójicamente, en la anterior crisis, las personas que más la sufrieron fueron las que menos habían contribuido a desencadenarla, y ahora está sucediendo algo similar. Quienes están engrosando mayoritariamente las filas del desempleo son los jóvenes y personas con niveles de cualificación relativamente bajos en el sector servicios.

Y esto trae consecuencias sociales importantes, hasta el punto de que esta generación empieza a vivir lo que se denomina como envidia generacional. Esta es la generación de los hijos que saben que van a vivir peor que sus padres. También trae consecuencias políticas. El CIS reflejaba en su último estudio que, uno de cada cinco jóvenes menores de 24 años, un 21,9% defiende literalmente que en algunas circunstancias un régimen autoritario puede ser mejor que una democracia 

Si esto te preocupa, espera. Hay otra consecuencia terrible a esta situación que parece nadie atender correctamente. Hablamos de una generación golpeada, de una generación vulnerable, de una generación que vive en casa de sus padres, en una especie de ‘ERTE familiar y social’. Lejos de poder emanciparse, de iniciar la construcción de una vida propia. Es un tema de primer orden y que rompe ese contrato entre generaciones que se debería respetar, porque algunos estudios reflejan que cuando se sufre esta quiebra generacional, se arrastra a lo largo del resto de la vida laboral y lo puede convertir en permanente. A esto le podemos llamar una vida en provisional.

Tenemos un problema muy serio en cuanto al contrato ínter generacional que, como se rompa, puede ser muy peligroso. A esta generación se les ha dicho: fórmate todo lo que puedas y después accederás a un empleo, a un salario y comenzarás una vida. Algo que no es mayoritariamente posible. Es, técnicamente, una generación estafada. Una generación sobre cualificada para un mercado laboral que no los necesita. De momento, sólo puede darles una respuesta temporal. Así es nuestro mercado laboral. 

Y a todos ellos, pronto les vamos a decir, además, que las pensiones no las queremos reformar y que por lo tanto, a ellos les tocará empezar a pagarlas a los que ya estén jubilados. En un mundo en el cual, prácticamente va a haber un trabajador y medio por cada jubilado, les vamos a decir que no vamos a hacer reformas y que van tener que pagarlas por nuestro sistema solidario de pensiones. Tú pagas con tus cotizaciones, las que se ganó una generación anterior.

Y la pregunta ahora mismo es ¿cómo se soluciona? ¿Cómo se soluciona ahora mismo un mercado laboral roto en dos? Roto entre quienes tienen derechos y trabajos consolidados y quienes tienen precariedad y sólo aspiraciones. Habrá que volver a reconstruir ese contrato entre generaciones o muchos de nuestros jóvenes se irán para no volver y los que se queden cada vez trabajarán en empleos que repercutan menos en la recaudación pública. 

Los nuevos tipos de empleo requieren nuevas maneras de aprender. Si el empleo del futuro será mayoritariamente freelance, como puede ser que la educación no lo sea o no lo asuma como parte de su currículum formativo. ¿Por qué no se puede estudiar una doble titulación como derecho y arte?, ¿o económicas y filología clásica?, ¿o teatro y administración de empresas?, ¿o ingeniería analítica y diseño gráfico?, ¿o arquitectura y programación? O, más útil aún, ¿por qué no es factible estudiar en un entorno híbrido y a tiempo real entre la formación profesional y otro ámbito de la educación superior? ¿Quizá mecánica e historia del arte?, ¿analista de datos y agroindustria? 

El papel de la educación será el de entender que, en la formación del futuro, no será fácil identificar los límites entre el conocimiento necesario y las habilidades humanas de soporte. Nuestro hijos quizá tengan alguna ocupación similar a las que hoy existen, pero la abordarán de un modo muy diferente. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes? Y en todo ello es relevante el papel de la tecnología. 

Si la tecnología nos va a hacer cambiar el propio concepto del trabajo, la educación también lo ha de hacer. Nuevos empleos, nuevas maneras de trabajar y nuevos sistemas de relación entre empresas y empleados nos conducen a la obligación de repensar un nuevo modo de educar, formar y vincular ambas acciones. Yo vinculo el empleo del futuro con la formación del futuro. Es por ello que es tan importante que cualquier modelo educativo que quiera superar con éxito este momento histórico no lo trate como una ‘reforma educativa más’ y lo determine como lo que es: una oportunidad única que probablemente no se repita en mucho tiempo para liderar un cambio socioeconómico inédito. 

Nuestra sociedad nunca deja de cambiar, y nosotros nunca dejamos de aprender. Como resultado, nuestros sistemas educativos están bajo una presión constante para incorporar nuevas ideas y nuevas tecnologías, lo que en última instancia nos permite desarrollar medios innovadores para inspirar a la próxima generación.

En 2018, los avances en los planes de estudio y las políticas educativas nos permitieron empezar a educar a las personas de un modo que era inalcanzable en épocas anteriores. Simultáneamente, a través de los desarrollos en el acceso a la información y a los avances en las tecnologías digitales, hemos permitido que algunas generaciones puedan gozar de la oportunidad de aprender sin límites, diseñando e innovando acerca del mundo en el que quieren vivir. 

Y a todo esto, que donde todo el mundo ve un problema, en el llamado ‘empleo del futuro’, yo veo la oportunidad para salir de este atolladero social, laboral, económico y generacional. Yo veo 5 claves que estaría bien estimular, acelerar, apoyar, para que en la medida de lo posible, la generación sandwich pueda subirse a este carro y las que vienen no lo pasen tan mal como esta. 

1. La automatización, la robotización y la digitalización son diferentes según el sector y la industria. Lo importante es determinar el grado de disrupción de cada sector. En apenas una década, las automatizaciones invadirán todos los sectores productivos y el empleo se reconfigurará en ese tiempo de manera radical. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido? 

2. Existe una perspectiva de creación neta de nuevos empleos, a pesar de la interrupción inminente del modelo productivo basado en la mano de obra humana. Para 2024, en términos puramente cuantitativos, 75 millones de puestos laborales actuales serán desplazados por el cambio en la división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos; pero parece ser que 133 millones de nuevos empleos podrían ir surgiendo al mismo tiempo. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido? 

3. Debo decirte, si trabajas, que es muy probable que no se quedes sin trabajo, sino que te quedarás sin el trabajo que haces ahora. Y a  los que no trabajan, que es seguro que el empleo que buscas deje de existir muy pronto, pero que aparecerá otro tipo del que tendrás que saber algo. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?

4. La división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos está cambiando rápidamente. Incluso las tareas de trabajo realizadas de forma abrumadora por el ser humano en la actualidad (comunicación, interacción, coordinación, gestión y asesoramiento) comenzarán a ser asumidas por las máquinas, aunque más lentamente. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?

5. Las nuevas tareas están estimulando una demanda de nuevas habilidades. Para el año 2023, las habilidades requeridas que aumentarán en importancia incluirán el pensamiento analítico y el aprendizaje activo, así como habilidades como el diseño de tecnología, destacando la creciente demanda de diversas formas de competencia tecnológica. Sin embargo, el dominio de las nuevas tecnologías es sólo una parte de la ecuación de habilidades de 2022. Recuerda que todo lo que no se pueda automatizar tendrá un valor incalculable y eso te convertirá en un aprendiz de por vida. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido? 

Seguramente estás pensando que todo esto es muy bonito pero que de momento ‘no tengo trabajo o el que tengo es temporal’. Pues tiene mucho que ver, solo debes localizar el punto de enlace entre lo que te pasa y lo que te he expuesto. En el futuro inmediato, iremos al trabajo a aprender casi todo el tiempo. A aprender a preguntar cosas. A aprender a entender cómo funciona el software que hace el trabajo que hacíamos nosotros hace un tiempo, para que, aprendiendo, logremos que aún lo haga mejor cada vez. 

Sin duda, la optimización de los 140.000 millones de euros que le van a corresponder a España del Fondo de Recuperación Next Generation de la Comisión Europea será clave. Nunca hemos sido demasiado eficientes con los fondos europeos. Me preocupa que sólo un 38% de los Fondos de Cohesión fueron ejecutados en los últimos 12 años. Da igual quien mande, ninguno fue capaz.

Ahora, nuestro país podría, en dos o tres años, salir de esta crisis más fortalecido de lo que entró. España tiene un excelente capital humano, infraestructuras y grandes empresas con capacidad de inversión. Ahora nos ha tocado una especie de lotería que sería un error limitarnos a usar esos recursos para garantizar la recuperación. Quizá el crecimiento no sea mayor en el corto plazo, pero sí podría ser óptimo. Ese objetivo exige inversiones dinamizadoras en sectores tecnológicamente intensivos, en transición energética o en digitalización. Pero sin abordar profundas reformas, habremos perdido la gran oportunidad de entendernos con las máquinas en una economía repleta de máquinas. Debemos pensar en ellas. Van a ser el mecanismo por el cual, esos fondos, sean transformadores o simplemente un parche enorme.

Las máquinas son muy buenas respondiendo preguntas, pero no tanto haciéndolas. De ahí que, si somos cada vez más capaces de cuestionar mejor a esas máquinas, ellas nos responderán de un modo más útil. Iremos a trabajar pero sólo para aprender de ellas, para conocerlas mejor y para poder definir cada vez mejores preguntas. 

Ese empleo es el verdadero empleo del futuro. Lamentablemente algunos no lo entenderán, otros sí. Si esperas que el gobierno te solucione algo, busca una silla. Esto depende de como gestionamos las pocas herramientas de las que vamos a disponer. Entender que tu trabajo no depende tanto de un empleador como de que tú comprendas que el ‘contrato social llamado empleo’ va a cambiar, está cambiando, será la clave. Seguir pensando igual que antes solo paraliza. Demasiado análisis crea parálisis. Es hora de descifrar el futuro. No va a esperarnos.

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