Marc Vidal Marc Vidal

La generación estafada o los hijos que vivirán peor que sus padres.

Si tienes entre 20 y 35 años perteneces a la generación sándwich. Algunos le llaman la generación precaria, otros, la llaman la generación estafada. Algunos estudios reflejan que los menores de 34 años son el único grupo de edad más preocupado por las consecuencias económicas que está teniendo la situación actual que por las que pudieran haber de tipo sanitarias.

Si tienes entre 20 y 35 años perteneces a la generación sándwich. Algunos le llaman la generación precaria, otros, la llaman la generación estafada. Algunos estudios reflejan que los menores de 34 años son el único grupo de edad más preocupado por las consecuencias económicas que está teniendo la situación actual que por las que pudieran haber de tipo sanitarias. 

la generacion estafada

Estamos hablando de jóvenes de hasta treinta y cuatro años. Son los grandes perjudicados de la doble crisis que hemos vivido, la de la explosión de la burbuja inmobiliaria y la que acaba de empezar. En la crisis de 2008, el paro general se fue del 8%, el que teníamos cuando la construcción tiraba de la economía, al 26%. Pero entre los jóvenes ese paro se fue del 17 al 56%. Prácticamente dos de cada tres jóvenes estaban en el paro. Hoy la situación es muy similar. El paro ha crecido hasta el 16%, pero entre los jóvenes ha crecido hasta el 40%.

Y es que hay un motivo para ello. Los jóvenes acaparan siete de cada diez contratos temporales firmados en España. Hay territorios en los que ser joven es equivalente a no trabajar. En Ceuta y Melilla, por ejemplo, el paro juvenil es de más del 65%. Más de la mitad de los jóvenes están en paro en Andalucía y en Canarias un 57,7%. Con estos datos, la edad de emancipación de muchos de esos jóvenes se sigue retrasando y está ya casi en los 30 años, según Eurostat. Muy lejos de los 19 años en Noruega o los 21 años de Dinamarca.

El incremento de las desigualdades en la distribución de la renta y la riqueza se va a extender y va a afectar mucho a los jóvenes. Paradójicamente, en la anterior crisis, las personas que más la sufrieron fueron las que menos habían contribuido a desencadenarla, y ahora está sucediendo algo similar. Quienes están engrosando mayoritariamente las filas del desempleo son los jóvenes y personas con niveles de cualificación relativamente bajos en el sector servicios.

Y esto trae consecuencias sociales importantes, hasta el punto de que esta generación empieza a vivir lo que se denomina como envidia generacional. Esta es la generación de los hijos que saben que van a vivir peor que sus padres. También trae consecuencias políticas. El CIS reflejaba en su último estudio que, uno de cada cinco jóvenes menores de 24 años, un 21,9% defiende literalmente que en algunas circunstancias un régimen autoritario puede ser mejor que una democracia 

Si esto te preocupa, espera. Hay otra consecuencia terrible a esta situación que parece nadie atender correctamente. Hablamos de una generación golpeada, de una generación vulnerable, de una generación que vive en casa de sus padres, en una especie de ‘ERTE familiar y social’. Lejos de poder emanciparse, de iniciar la construcción de una vida propia. Es un tema de primer orden y que rompe ese contrato entre generaciones que se debería respetar, porque algunos estudios reflejan que cuando se sufre esta quiebra generacional, se arrastra a lo largo del resto de la vida laboral y lo puede convertir en permanente. A esto le podemos llamar una vida en provisional.

Tenemos un problema muy serio en cuanto al contrato ínter generacional que, como se rompa, puede ser muy peligroso. A esta generación se les ha dicho: fórmate todo lo que puedas y después accederás a un empleo, a un salario y comenzarás una vida. Algo que no es mayoritariamente posible. Es, técnicamente, una generación estafada. Una generación sobre cualificada para un mercado laboral que no los necesita. De momento, sólo puede darles una respuesta temporal. Así es nuestro mercado laboral. 

Y a todos ellos, pronto les vamos a decir, además, que las pensiones no las queremos reformar y que por lo tanto, a ellos les tocará empezar a pagarlas a los que ya estén jubilados. En un mundo en el cual, prácticamente va a haber un trabajador y medio por cada jubilado, les vamos a decir que no vamos a hacer reformas y que van tener que pagarlas por nuestro sistema solidario de pensiones. Tú pagas con tus cotizaciones, las que se ganó una generación anterior.

Y la pregunta ahora mismo es ¿cómo se soluciona? ¿Cómo se soluciona ahora mismo un mercado laboral roto en dos? Roto entre quienes tienen derechos y trabajos consolidados y quienes tienen precariedad y sólo aspiraciones. Habrá que volver a reconstruir ese contrato entre generaciones o muchos de nuestros jóvenes se irán para no volver y los que se queden cada vez trabajarán en empleos que repercutan menos en la recaudación pública. 

Los nuevos tipos de empleo requieren nuevas maneras de aprender. Si el empleo del futuro será mayoritariamente freelance, como puede ser que la educación no lo sea o no lo asuma como parte de su currículum formativo. ¿Por qué no se puede estudiar una doble titulación como derecho y arte?, ¿o económicas y filología clásica?, ¿o teatro y administración de empresas?, ¿o ingeniería analítica y diseño gráfico?, ¿o arquitectura y programación? O, más útil aún, ¿por qué no es factible estudiar en un entorno híbrido y a tiempo real entre la formación profesional y otro ámbito de la educación superior? ¿Quizá mecánica e historia del arte?, ¿analista de datos y agroindustria? 

El papel de la educación será el de entender que, en la formación del futuro, no será fácil identificar los límites entre el conocimiento necesario y las habilidades humanas de soporte. Nuestro hijos quizá tengan alguna ocupación similar a las que hoy existen, pero la abordarán de un modo muy diferente. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes? Y en todo ello es relevante el papel de la tecnología. 

Si la tecnología nos va a hacer cambiar el propio concepto del trabajo, la educación también lo ha de hacer. Nuevos empleos, nuevas maneras de trabajar y nuevos sistemas de relación entre empresas y empleados nos conducen a la obligación de repensar un nuevo modo de educar, formar y vincular ambas acciones. Yo vinculo el empleo del futuro con la formación del futuro. Es por ello que es tan importante que cualquier modelo educativo que quiera superar con éxito este momento histórico no lo trate como una ‘reforma educativa más’ y lo determine como lo que es: una oportunidad única que probablemente no se repita en mucho tiempo para liderar un cambio socioeconómico inédito. 

Nuestra sociedad nunca deja de cambiar, y nosotros nunca dejamos de aprender. Como resultado, nuestros sistemas educativos están bajo una presión constante para incorporar nuevas ideas y nuevas tecnologías, lo que en última instancia nos permite desarrollar medios innovadores para inspirar a la próxima generación.

En 2018, los avances en los planes de estudio y las políticas educativas nos permitieron empezar a educar a las personas de un modo que era inalcanzable en épocas anteriores. Simultáneamente, a través de los desarrollos en el acceso a la información y a los avances en las tecnologías digitales, hemos permitido que algunas generaciones puedan gozar de la oportunidad de aprender sin límites, diseñando e innovando acerca del mundo en el que quieren vivir. 

Y a todo esto, que donde todo el mundo ve un problema, en el llamado ‘empleo del futuro’, yo veo la oportunidad para salir de este atolladero social, laboral, económico y generacional. Yo veo 5 claves que estaría bien estimular, acelerar, apoyar, para que en la medida de lo posible, la generación sandwich pueda subirse a este carro y las que vienen no lo pasen tan mal como esta. 

1. La automatización, la robotización y la digitalización son diferentes según el sector y la industria. Lo importante es determinar el grado de disrupción de cada sector. En apenas una década, las automatizaciones invadirán todos los sectores productivos y el empleo se reconfigurará en ese tiempo de manera radical. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido? 

2. Existe una perspectiva de creación neta de nuevos empleos, a pesar de la interrupción inminente del modelo productivo basado en la mano de obra humana. Para 2024, en términos puramente cuantitativos, 75 millones de puestos laborales actuales serán desplazados por el cambio en la división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos; pero parece ser que 133 millones de nuevos empleos podrían ir surgiendo al mismo tiempo. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido? 

3. Debo decirte, si trabajas, que es muy probable que no se quedes sin trabajo, sino que te quedarás sin el trabajo que haces ahora. Y a  los que no trabajan, que es seguro que el empleo que buscas deje de existir muy pronto, pero que aparecerá otro tipo del que tendrás que saber algo. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?

4. La división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos está cambiando rápidamente. Incluso las tareas de trabajo realizadas de forma abrumadora por el ser humano en la actualidad (comunicación, interacción, coordinación, gestión y asesoramiento) comenzarán a ser asumidas por las máquinas, aunque más lentamente. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?

5. Las nuevas tareas están estimulando una demanda de nuevas habilidades. Para el año 2023, las habilidades requeridas que aumentarán en importancia incluirán el pensamiento analítico y el aprendizaje activo, así como habilidades como el diseño de tecnología, destacando la creciente demanda de diversas formas de competencia tecnológica. Sin embargo, el dominio de las nuevas tecnologías es sólo una parte de la ecuación de habilidades de 2022. Recuerda que todo lo que no se pueda automatizar tendrá un valor incalculable y eso te convertirá en un aprendiz de por vida. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido? 

Seguramente estás pensando que todo esto es muy bonito pero que de momento ‘no tengo trabajo o el que tengo es temporal’. Pues tiene mucho que ver, solo debes localizar el punto de enlace entre lo que te pasa y lo que te he expuesto. En el futuro inmediato, iremos al trabajo a aprender casi todo el tiempo. A aprender a preguntar cosas. A aprender a entender cómo funciona el software que hace el trabajo que hacíamos nosotros hace un tiempo, para que, aprendiendo, logremos que aún lo haga mejor cada vez. 

Sin duda, la optimización de los 140.000 millones de euros que le van a corresponder a España del Fondo de Recuperación Next Generation de la Comisión Europea será clave. Nunca hemos sido demasiado eficientes con los fondos europeos. Me preocupa que sólo un 38% de los Fondos de Cohesión fueron ejecutados en los últimos 12 años. Da igual quien mande, ninguno fue capaz.

Ahora, nuestro país podría, en dos o tres años, salir de esta crisis más fortalecido de lo que entró. España tiene un excelente capital humano, infraestructuras y grandes empresas con capacidad de inversión. Ahora nos ha tocado una especie de lotería que sería un error limitarnos a usar esos recursos para garantizar la recuperación. Quizá el crecimiento no sea mayor en el corto plazo, pero sí podría ser óptimo. Ese objetivo exige inversiones dinamizadoras en sectores tecnológicamente intensivos, en transición energética o en digitalización. Pero sin abordar profundas reformas, habremos perdido la gran oportunidad de entendernos con las máquinas en una economía repleta de máquinas. Debemos pensar en ellas. Van a ser el mecanismo por el cual, esos fondos, sean transformadores o simplemente un parche enorme.

Las máquinas son muy buenas respondiendo preguntas, pero no tanto haciéndolas. De ahí que, si somos cada vez más capaces de cuestionar mejor a esas máquinas, ellas nos responderán de un modo más útil. Iremos a trabajar pero sólo para aprender de ellas, para conocerlas mejor y para poder definir cada vez mejores preguntas. 

Ese empleo es el verdadero empleo del futuro. Lamentablemente algunos no lo entenderán, otros sí. Si esperas que el gobierno te solucione algo, busca una silla. Esto depende de como gestionamos las pocas herramientas de las que vamos a disponer. Entender que tu trabajo no depende tanto de un empleador como de que tú comprendas que el ‘contrato social llamado empleo’ va a cambiar, está cambiando, será la clave. Seguir pensando igual que antes solo paraliza. Demasiado análisis crea parálisis. Es hora de descifrar el futuro. No va a esperarnos.

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Economía, Industria 4.0, Politica Marc Vidal Economía, Industria 4.0, Politica Marc Vidal

¿Hay alguien ahí? Políticos de tertulia y tele-realidad sin ningún plan para la que se avecina.

La economía tiene un comportamiento perezoso. Las políticas de hoy no repercuten inmediatamente. En términos de análisis económico, las decisiones, o la falta de ellas, suelen provocar efectos a medio plazo. Y en eso estamos. En un país que para nada se ha recuperado de lo que se denominó crisis y que ahora parece instalado en una parálisis indecente. Desde que a principios de año, probablemente antes, el partidismo político se puso en portada, las grandes decisiones estratégicas no se toman. La actualidad prima. Salir en el revuelto de informaciones de vergüenza ajena disfrazadas de alta política cada mañana en uno u otro programa televisivo, no hace más que ahondar en el problema. A veces me pregunto si realmente hay alguien ahí con interés real por lo que nos pasa a todos o si hay alguien ahí que sepa realmente la que se nos viene encima.

La economía tiene un comportamiento perezoso. Las políticas de hoy no repercuten inmediatamente. En términos de análisis económico, las decisiones, o la falta de ellas, suelen provocar efectos a medio plazo. Y en eso estamos. En un país que para nada se ha recuperado de lo que se denominó crisis y que ahora parece instalado en una parálisis indecente. Desde que a principios de año, probablemente antes, el partidismo político se puso en portada, las grandes decisiones estratégicas no se toman. La actualidad prima. Salir en el revuelto de informaciones de vergüenza ajena disfrazadas de alta política cada mañana en uno u otro programa televisivo, no hace más que ahondar en el problema. A veces me pregunto si realmente hay alguien ahí con interés real por lo que nos pasa a todos o si hay alguien ahí que sepa realmente la que se nos viene encima.

Mientras toda la ‘clase’ política muestra su poca clase, el mundo sigue girando. Al mismo tiempo que los abonados a la refriega le dan vueltas obscenas a una realidad que sólo les interesa a ellos, a unos cuantos periodistas y a los consumidores de tele-realidad política masiva, el mundo sigue dando vueltas hacia el futuro. Un futuro cada vez más retorcido, cercano y evidente. Evidente para unos y desconocido para la mayoría de los que deberían establecer amortiguadores sociales y preparar la maquinaria para evitar un desastre bíblico. 

España tiene más de tres millones de parados. Todavía, sí. Cerca de un millón de familias que sobreviven en una economía descompuesta y sumergida, a dos millones y medio se les considera pobres de solemnidad y a otros ocho millones se les considera en riesgo de exclusión social. Súmale que aún hay un tercio de los jóvenes que permanecen aquí sin opciones laborales o a los pensionistas dejando de tomar su medicación por no poder atender el co-pago. Piensa en los 10.000 trabajadores de banca que se veían tranquilos tras el mostrador y que ahora tienen una carta de despido sobre él. A todo esto, nuestro modelo productivo sigue siendo incapaz de incorporarlos a la economía del conocimiento. Además, por si fuera poco, ha nacido una clase social conocida en otros lugares del mundo pero inédita en Europa, llamada ‘el precariado’ y que conforman aquellos que, aun teniendo trabajo, viven en la miseria. 

Que sus señorías sigan en sus meriendas es de aurora boreal. Un país que sufre el un desequilibrio histórico entre el aumento de los costes de vida y el descenso notable del poder adquisitivo de la mayoría. Un lugar donde el futuro de las generaciones más jóvenes sigue siendo incierto. Estarás pensando que la reducción del desempleo ha sido notable en los últimos años. Cierto, como también lo es que se ha generado empleo en sectores muy expuestos a ser inversamente proporcionales o que en gran medida más de un millón de españoles se piraron a buscar trabajo a otros lugares, se generaron muchos puestos en la función pública y otros tantos regresaron a sus países de origen al no poder sobrevivir aquí. Esa resta también se debe hacer. 

España es un país increíble pero no es suficiente con decirlo. Ni siquiera hablando de que el sector turístico es el más potente del mundo. A este país, ahora, le hace falta compromiso con su futuro. Nada de lo conseguido es suficiente. Nada servirá. La velocidad a la que el mundo se mueve es exponencial y la innovación necesaria no entiende de discursos vacíos o soflamas patrióticas. Se debe debatir de todo, por supuesto, y se debe hacer política también en aquello que repercuta en el reconocimiento de todo el mundo. 

El problema es que sólo se tratan esos temas y ninguno más. Y lo vamos a pagar caro. La unidad territorial es tan importante como la reducción de cualquier discriminación que viva un colectivo social. Una exhumación es tan relevante como conformar un pacto de gobierno. Estoy de acuerdo que esos debates se deben efectuar. El problema es que sólo debatimos de eso y de lo que realmente se está fraguando nadie habla. La economía global está regando un campo ya inundado. En España es similar. La irrupción tecnológica en el campo laboral suele entrar de un modo desequilibrado. No es igual en todo, tiene intensidades variables. No es lo mismo el sector servicios que el industrial. Cada uno lo va a vivir de un modo distinto y a diferentes velocidades. No obstante, la intensidad, será igual de profunda en general más pronto que tarde. 

Pero ellos a lo suyo. El impacto de robots, inteligencia artificial y aprendizaje automático va a llevarse por delante un modelo social y económico sin casi haberlo visto venir. Afectará a la población activa y las políticas públicas. Si la sociedad necesita menos trabajadores debido a la automatización y a la robótica, y muchas de las prestaciones sociales están ligadas a tener un empleo, ¿cómo va a percibir asistencia sanitaria y pensiones durante un periodo prolongado de tiempo la población no activa? Mientras tanto ellos a lo suyo, que si tu pactaste con aquel, que si yo te convoco otras elecciones y tú más. 

Y es que la experiencia nos demuestra que son un grupo muy peligroso. Los políticos son muy chungos en general. Me cuesta ver la diferencia entre ellos. Pocos se van y cuando se van no es por que han perdido la voz gritando a sus superiores que no se están centrando en el problema real, el de fondo, el del futuro de quienes les votaron. Excepto honrosas, y conocidas y cercanas excepciones, se van porque no les dan el cargo deseado o la relevancia esperada. Lo visten con papel celofán de crisis interna, de giro ideológico o de meada fuera del tiesto a la vez que obvian que los problemas económicos se acumulan en España. La clase política habla, en general, de otras cosas. 

Pero eso no pasa en todas partes igual. Hay países, como Suiza, que organizan referéndums sobre una una renta mínima universal de 2.260 euros libres de impuestos durante toda la vida para sus residentes y se permitieron el lujo de tumbar la propuesta. También se negaron a elevar el salario mínimo a más de 3.200 euros al mes. Lo hicieron, según parece, porque no quieren afectar a la competitividad de sus empresas. Es evidente que no somos Suiza. Aquí lo pasamos mejor y tenemos el gazpacho. No obstante, aunque seamos campeones en disfrutar nuestro tiempo libre, hay algo que no estamos haciendo bien y que lo vamos a pagar a medio plazo. Nos falta el sentido común de otros países como Suiza, Dinamarca, Irlanda u otros en los que llevan mucho tiempo atendiendo y gestionando el cambio de paradigma socieconómico que la Cuarta Revolución Industrial nos ha traído y la Quinta nos va a traer. Francia gasta 23 veces más que nosotros en preparar el coste social que conllevará la automatización de su industria. 

Lo curioso es como obviamos los avisos. Me peleo periódicamente en los medios en los que colaboro en televisión, radio o prensa, en que deberíamos hablar de esto y no tanto de las peleas navajeras de toda esta pandilla. Porque hay notas que atender. El Banco de España anunció esta semana que PIB rebajó su crecimiento al 0,6% en el segundo trimestre de este año. Si no tienes estabilidad y planes de acción gubernamental, si la política se instala en lo provisional, al final se paga. Y es que España es un país con desequilibrios graves. En lo público y en lo social. En lo productivo si me apuras. ¿Qué vamos a hacer con un sector, como el automovilístico, cuando no se vendan coches? Hoy se examinan del carnet de conducir la mitad de personas que hace una década. Esto no va de compartir coche o de pasar de producto a servicio. Va de algo más grave, de que los ‘centenials’ no van a conducir, no les interesa. Ese sector en España ocupa a mucha gente por cierto. Gente que paga impuestos de momento. 

Es evidente, como dice la OCDE, que este mundo va a ser automático en una década. Se van a automatizar una cuarta parte de los trabajos existentes con nuevas tecnologías. Tecnologías que van a crear empleos nuevos, pero nadie está trabajando en lo que supone reciclar a los trabajadores para su reinserción o, en su defecto, en prever un escenario dónde se tendrá que atender una demanda social de trabajadores innecesarios. Este país está en manos de gente sin perspectiva, que leen muy poco y cuyo objetivo vital es maquillarse para salir en alguna tertulia de tele-realidad política. Para trabajar en ese futuro inminente hay que legislar. Hay que crear leyes, normas y hacer política. Elementos que permitan afrontar este desafío inédito. 

Muchas de las decisiones a tomar no serán políticamente rentables y ese es el problema. Cuando escucho a muchos hablar de la renta mínima y de sus costes admisibles me entran escalofríos. La renta mínima y universal no es de derechas ni de izquierdas, es irremediable. Pero el problema radica en que no se podrá desplegar simplemente por ley. Subiendo impuestos no funcionará. Irá lastrando la economía y reduciendo las opciones de mantenerla a largo plazo. Para que una renta mínima sea viable, hay que automatizar el país. Desde la función pública hasta la actividad privada. Menos empleo y más rendimiento. Sin esa base tecnológica, la renta mínima es inviable y además imposible.

Y es que esto es urgente, de verdad. Visto lo que vemos, nos vamos a dar un hostión importante. Mira como dije en 2007. Pensar que llega julio, que luego agosto, que más tarde la incoherencia nos llevará a la falta de acuerdos y después a otras elecciones y dale a la rueda Manuel, me indica que vamos a estar un año en la parálisis más absoluta. Algunos dicen que sin política el país va mejor y eso no es verdad. Sólo se cumple en lo inmediato, pero como te decía antes, la economía tiene un ‘delay’ razonable. Lo que ahora no se hace, lo pagas con intereses en un tiempo. Y lo vamos a pagar. 

Vamos a ver. Los programas políticos públicos deben afrontar cuestiones de gran trascendencia proporcionando prestaciones sociales en la nueva economía digital. No hay otra. El número de robots industriales ha aumentado en todo el mundo desarrollado. En 2013, por ejemplo, se calculaba que había alrededor de 1,2 millones de robots en uso. Esta cantidad ascendió hasta casi 1,5 millones en 2014 y 1,9 millones en 2017. Japón tiene la cifra más alta, con 306.700 y Alemania 175.200. En total, se espera que el sector de la robótica crezca de los 15.000 millones de dólares actuales hasta los 67.000 millones en 2025. Los robots representan hoy una alternativa viable al trabajador humano. También va a pasar aquí. Los pedidos a entregar en robótica de servicios e industrial se amontonan en las fábricas europeas. En dos años los verás instalados y sustituyendo humanos. Lo grave no es eso. Lo realmente dramático es que nadie está preveyéndolo. La oportunidad no es sólo de productividad y eficiencia, es además de propuesta de una nueva economía donde las personas hagamos aquello que se nos da mejor: hacer de personas y no de máquinas. ¿Alguien pensando en esto?

Vayamos por partes. Un sector que nos toca, el turismo. El turismo ocupa un 15% del empleo español. Casi nada. Un empleo cíclico y muy dependiente del contexto. Afecta al 12% del PIB por cierto. Un resfriado tipo Brexit o una incorporación masiva de automatizaciones en el sector se te ventila la creación de empleo de golpe. El vertiginoso crecimiento de las nuevas tecnologías están teniendo un impacto sustancial en la población activa. Muchas de las grandes empresas tecnológicas han alcanzado economías de escala con una plantilla moderada. El momento en que las máquinas pueden reemplazar al hombre en la mayoría de los empleos de la economía actual es ya una posibilidad y es algo que va a ir pasando exponencialmente. En toda una serie de sectores, la tecnología está sustituyendo a la mano de obra, y esto tendrá consecuencias drásticas en el empleo y la renta de las clases medias. 

Supongo que nuestros políticos dan por sentada aquella máxima que se ha convertido en ‘mantra’: ‘la tecnología destruirá empleos, pero también creará otros nuevos y mejores’. Cierto, es posible que sea así, pero no lo va a ser por arte de magia o por ciencia infusa. Lo que va a pasar, como no se activen modelos de sustitución, estructura ocupacional tecnológica y de habilidades humanas a desarrollar, es que la tecnología destruirá empleos y creará otros nuevos pero en mucha menor cantidad.

Martin Ford dice en uno de sus libros que ‘a medida que la tecnología se acelera, la automatización podría acabar penetrando en la economía en tal medida que los salarios no proporcionarán al grueso de los consumidores unos ingresos lo bastante holgados ni confianza en el futuro. Si este problema no se ataja, el resultado será una espiral económica descendente’. Yo añadiría, si no se ataja o no se prevé. Esto va de estrategia y liderazgo político asumiendo lo que viene, conociendo lo que se está fabricando. No va de táctica en el momento. De eso sabemos mucho. De como la táctica te explota en toda la cara como nos pasó antes.

Para que veamos la dimensión de la tragedia debemos comprender que, aunque la tecnología está revolucionando muchas empresas, lo hace transformando su manera de operar y no incrementando el número de puestos de trabajo. La tecnología puede estimular la productividad y mejorar la eficiencia, pero lo consigue reduciendo el número de empleados necesarios para generar niveles de producción iguales o mayores. Podemos ver en videos y conferencias lo divertido de que un robot se mueva por un hospital o te atienda en un hotel, pero detrás de eso hay un verdadero cambio laboral que llega sin avisar. Bueno, si que avisa, otra cosa es que nadie esté escuchando. Suena a lejano, a algo que no te va afectar. 

Los políticos parecen no saber que este es el peor momento para un trabajador que solo puede ofrecer conocimientos y habilidades ‘tradicionales’. Los ordenadores, los robots y otras tecnologías digitales están adquiriendo sus conocimientos y sus destrezas a una velocidad extraordinaria. Y superándolos. ¿Hay alguien preparando un modelo educativo para ese empleo del futuro? ¿Hay alguien estableciendo los criterios políticos para que se prepare el cuerpo laboral ante esas exigencias? Y lo que es peor, ¿hay alguien preparando un amortiguador social para un escenario sin empleo de calidad y de valor añadido? El futuro es factible de ser conquistado, de vivirlo con entusiasmo, de fabricar un ecosistema en el que las personas trabajemos en cosas que las máquinas no harán jamás, un lugar donde podamos ejercer la innovación puramente humana. 

El problema es que eso no es automático, no surge de una fuente ni de una tertulia televisiva. Se fabrica políticamente y la administración debe administrar, liderar y legislar para que la tecnología sea un aditivo favorable y no un veneno. Existe algún modo para que las personas lleven vidas plenas aun cuando la sociedad necesite muchos menos trabajadores. El gran debate político debe hacer frente a este problema mayúsculo antes de que se acumulen millones de personas en un escenario marginal de individuos ‘subempleados’. El problema es que esto exige hacer política, en muchos casos a muy largo plazo. Para esta gente trabajar en plazos superiores a 4 años es mucho tiempo. Años luz.

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