El turismo del futuro, el futuro del turismo y el Fitur más tecnológico.

Me fascina el turismo. Sus estrategias, sus marcas, sus modelos de negocio, sus posibilidades de digitalización o sus planes de transformación que tengo la suerte de poder desarrollar con algunos de mis clientes del sector. Sin embargo, es importante en cualquier análisis, ordenar las piezas y entender el contexto. Voy a reducir el foco a España. El turismo creció en 2019 un 1,5%, lo que es lo mismo que crecer por debajo del PIB y, también, el peor dato desde 2013. Es evidente que con unas cifras que suponen liderar en muchos aspectos el mercado turístico global, repetir crecimientos cercanos al dos o al tres por ciento es muy complicado. La reducción de turistas británicos y alemanes, nuestros principales mercados emisores se compensó con el turismo nacional. Además, el empleo crece a pesar de que el sector se ralentiza.

Algunos aseguran que el turismo ha dejado de tirar del carro de la economía española. Yo no lo creo, es más considero que hay que seguir pensando que es nuestro motor. Para ello debemos asumir algunas cifras de alerta para tomar medidas. Ya en 2018 creció por debajo del PIB y en 2019 avanzará sólo un 1,5%, menos que la economía nacional que rozó el 2%. Para entender la dimensión de este frenazo sepamos que esto no pasaba desde 2010. Algo que, desde el  punto de vista socioeconómico, tiene un detonante vinculado a que Alemania ha estado al borde de la recesión lo que desembocó en una caída del 6,5% de turistas germanos, la devaluación de la libra británica que procuró un descenso del 5,2% de turistas del Reino Unido y un frenazo muy importante de turistas nórdicos con múltiples causas entre las que se incluye la quiebra del operador Thomas Cook y su modelo empaquetado de experiencias turísticas de calidad más que revisable. 

El saldo positivo, no obstante, se ha producido en el turismo nacional. Los españoles han sido los que este año han contribuido al crecimiento del sector aumentando las pernoctaciones en hoteles un 2,6%, en turismo rural un 3,3%, en vuelos interiores un 6,6% y en pasajeros del AVE, un 4,7%. Por curiosidad, es llamativo el hecho de que las pernoctaciones de españoles en hoteles de cinco estrellas son las que más crecen, un 4,9%, frente el aumento de apenas el 1% en hoteles de una a tres estrellas.

Este año he tenido el honor de participar en la inauguración de la feria internacional Fitur, concretamente desde el pabellón Fiturtech. El escenario de análisis, muestra y debate de hacia dónde debe ir el uso tecnológico en el sector turístico. Algo que, por supuesto, no puede ser ni secundario ni retrasarse demasiado. Más cuando la competencia por precio es un escenario complejo en el medio plazo y el de seguir vendiendo productos turísticos como el pasado siglo algo que es más que revisable. 

En 2019 han caído los destinos de sol y playa pero crecen los alternativos. Las llegadas de turistas alemanes y los procedentes de países nórdicos han caído en general, pero crecen en los destinos de interior y en los de la llamada ‘España verde’. El sector, lleva tiempo intentando impulsar un cambio de modelo, que no sólo se centre en los destinos de costa. Se pretende desmasificar las zonas saturadas y desviar viajeros a otros lugares menos llenos. Considero que a este comportamiento debe unirse una apuesta profunda por la tecnología y por el turismo del futuro.

De esto último tuve oportunidad de hablar durante mi conferencia en la jornada inaugural de Fitur. De las claves de la transformación digital en el sector que ocupa más gente y pesa más en el PIB en España. Claves que se centran en una modificación notable del modo en el que se coloca al cliente en el centro de la cadena de valor, de como se obtienen datos inteligentes de cada proceso en los modelos de explotación turística, de la generación de nuevos modelos de negocio en el propio sector y de que nuevas habilidades van a tener que incorporar las personas que tengan que trabajar con entornos tecnológicos. No es lo mismo un camarero que recoge el plato y lo lleva a la mesa que otro que espera que ese plato lo lleve un robot. Cambian notablemente sus requerimientos, conocimiento y formación. 

España no tiene petróleo, no es una potencia industrial y no es, atendiendo a la repercusión del PIB, un destacado centro aeronáutico. Por lo tanto, como eso va a ser muy complicado de cambiar, se debería potenciar la innovación, la modernización y la implantación tecnológica en los sectores que sí suponen una garantía de crecimiento. La idea de automatizar muchos elementos de la cadena de valor turística no tiene que suponer necesariamente desempleo sino todo lo contrario. Lo que pasa que generará otro empleo (que debemos formar) y una eficiencia inédita (para vender más).

El uso de datos para transformarlos en información y finalmente en conocimiento no es algo que se pueda hacer de espaldas a la tecnología. Es por esa razón que todo el sector, desde los grandes operadores hasta las pequeñas explotaciones turísticas no tienen otra que abrazar la tecnología y sus expectativas. Sólo de ese modo tendremos una industria (que no dejará de ser clave para la economía española) absolutamente competitiva durante un futuro digital y exponencial en el que entramos desde ya mismo.

Tenemos claro un mundo inminente que se divisa por el horizonte y que no parece reservar mucho espacio a modelos económicos dependientes de sectores sin actualización tecnológica. Un futuro que habla de pensiones en riesgo, sociedad del bienestar en jaque y modelos productivos obligados a vivir una disrupción inevitable. Una disrupción que ya vive el sector turístico. La competencia está por todas partes y dispara desde todas direcciones. Cualquier elemento imprevisto puede cambiarlo todo rápidamente. La automatización y la adaptación al mundo del dato, la robotización y la inteligencia artificial serán su muro de contención y en el que deben iniciar su transformación. Si no se transforma absolutamente, alejados de lo anecdótico, la pérdida de peso en la economía nacional, supondría una catástrofe laboral similar a la vivida hace unos años con el sector inmobiliario.

Activar políticas fiscales, laborales, formativas y de estímulo a la modernización son imprescindibles. Establecer un espacio profesional en el que subir el salario mínimo sea una obviedad factible por que esté ligado a la productividad real es absolutamente urgente. El turismo no tiene recambio y eso, de por sí, no debería ser un problema. Lo que pasa es que se tiene que ir transformando continuamente para ser, siempre, el motor actualizado que permita su liderazgo. Hablando con los responsables del gremio, percibí ese interés por liderar el cambio, continuar con esa modernización homologable y en transformar digitalmente el escenario turístico español.

He visto el grado de responsabilidad de quienes se saben clave en la economía de un país. Agradezco que me permitieran hablar no tan solo del futuro del turismo sino también del turismo del futuro. Un futuro tecnológicamente más humano, pero especialmente más eficiente y rentable. La clave estará en los procesos, en los datos, en las experiencias predictivas y en la formación de un nuevo modelo laboral. Nos va mucho en ello, no somos Arabia Saudí, Canadá o Finlandia, nosotros tenemos una estructura de crecimiento en los servicios turísticos, estimulemos su ‘update’.

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