Marc Vidal Marc Vidal

El futuro de las pensiones y la 'mochila austríaca'

El envejecimiento de la población, el consecuente incremento de los inactivos y el descenso de la población activa plantea una problemática que nos lleva a la tormenta perfecta de la desgana. Hemos pasado por momentos malos, pero eran coyunturales aunque fueran de largo recorrido. Ahora, por el contrario, el problema es técnico, estructural y de tendencia demográfica y tecnológica, no sólo económica. Pocos se dan cuenta que el sistema económico y el modelo de crecimiento español fabrica inactivos y reduce paulatinamente la tasa de actividad.

Para garantizar las pensiones en un país como España, la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6 por ciento en los próximos años, de lo contrario, será difícil de sostener con el modelo actual. Ese es el gran desafío. La cosa es que España roza los 19 millones de personas inactivas. Normalmente los datos de la Encuesta de Población Activa sólo se centra en parados y ocupados y obvia ese otro grupo social. El asunto es relevante, porque de los primeros dependen los ingresos por cotizaciones que pagan las pensiones. Y porque los segundos no aportan fondos al sistema, al no estar ocupados ni buscando empleo. Entre ellos, están los jubilados concretamente.

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El envejecimiento de la población, el consecuente incremento de los inactivos y el descenso de la población activa plantea una problemática que nos lleva a la tormenta perfecta de la desgana. Hemos pasado por momentos malos, pero eran coyunturales aunque fueran de largo recorrido. Ahora, por el contrario, el problema es técnico, estructural y de tendencia demográfica y tecnológica, no sólo económica. Pocos se dan cuenta que el sistema económico y el modelo de crecimiento español fabrica inactivos y reduce paulatinamente la tasa de actividad.

Recordemos que la ‘tasa de actividad’ es un índice que mide el nivel de actividad en el empleo de un país. Se calcula como el cociente entre la población activa y la población en edad de trabajar. Es una variable pocas veces nombrada pero muy importante en el crecimiento económico a largo plazo de un país, y tiene igual o mayor importancia que la productividad de éste. El propio FMI ya nos ha avisado que, de seguir este ritmo, la tasa de actividad caerá por debajo del 50%. De hecho, en ocasiones hemos rozado el 57%, una cifra propia de países en vías de desarrollo. El mismo FMI advierte de que el envejecimiento de la población mermará de forma considerable la tasa de participación en el mercado laboral.

Es desesperante contemplar que van pasando los días y los años y que el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan. Para llegar a un casi pleno empleo en un país como España, el modelo de crecimiento debe cambiar de un modo radical. Nuestra economía cíclica y de escasa complejidad es un abismo a diez minutos vista. Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a quienes quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sustentar. 

En pocos años, España ha caído cinco puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. Así lo estima el Foro Económico Mundial. Nos adelantan por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo. Atraemos talento y capital riesgo pero se rentabiliza muy mal. Te lees el informe en cuestión y te entran ganas de llorar. Seguimos siendo una potencia económica, cierto, pero persisten un enorme paro y un desequilibrio en el poder adquisitivo que desemboca en la creación de una nueva clase social llamada la del «asalariado pobre», un grupo gigantesco de personas que ansían llegar a ser algún día, por lo menos, mileuristas.

¿Dónde está el muro que impide esa innovación? Según el Foro Económico Mundial la culpa es de la ineficiencia burocrática, las tasas impositivas perjudiciales, las regulaciones laborales que lo complican todo, la incapacidad de conectar empresas y universidades y, en palabras del propio editor del informe, la nula capacidad del gobierno de fomentar la innovación. Veremos si esto cambia ahora.

La transformación digital es relevante. Tiene que ser algo más que un claim que aparece en la página web de cualquier empresa. Debe ser mucho más que un «plan» de centenares de páginas sujeto a presupuestos modestos que no se llevan a cabo por falta de fases previas formativas. El 80 por ciento de las pymes españolas desconocen la diferencia que existe entre «digitalizarse» y «transformarse digitalmente». Apenas un 25 por ciento de esas mismas compañías apostó por formar a sus trabajadores en competencias digitales, lo que demuestra que, aunque hubiera un plan, de momento hay poca predisposición a aprovecharlo. 

Te estarás preguntando qué tiene que ver todo esto con las pensiones. Tiene todo que ver. Las pensiones están en juego. Todo un modelo de convivencia también. Bajo mi punto de vista, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros, que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método, que nunca apuestan por la economía estacional o cíclica, que producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y donde el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania, que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas, mientras creaba 900.000 empleos en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse. 

El análisis sobre todo esto, es tremendamente interesante. De hecho, está claro, bajo mi perspectiva, que vamos a tener que cambiar algunos conceptos que no hemos modificado nunca, y eso, evidentemente, va a ser muy complejo. Son tres conceptos claros: el significado del contrato social llamado ‘trabajo’; el modelo impositivo actual que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, que reduce peligrosamente la composición de la llamada clase media; y, también, el valor educativo de nuestro sistema actual. 

Como decía, a medida que esta década termine y nos adentremos en la siguiente, no habrá trabajo para todos, o por lo menos no lo habrá para ocupar tantas horas de tantas personas. Socialmente se irá instalando una necesidad de ocupar el tiempo y de compensar económicamente ese vacío. El Banco de España estima que el ratio entre la población que recibirá prestaciones de jubilación (mayores de 66 años) y la población en edad de trabajar (16-66 años) se duplicará entre 2020 y 2050, con el consiguiente aumento del gasto público en pensiones, sanidad y cuidados de larga duración. Sólo hay una solución, dicen: alargar la edad final de jubilación, favoreciendo la permanencia en el empleo de trabajadores de mayor edad con medidas que flexibilicen sus transiciones entre puestos de trabajo y no sus transiciones hacia la inactividad. 

El problema es que cuando el trabajo exigible sea menos, cuando el reparto deba establecerse en jornadas de menor duración y plataformas económicas que sujeten automáticamente la riqueza y ésta se reparta de un modo muy distinto, la jubilación, como la entendemos, no tendrá sentido ni será sostenible. El trabajo va a ser distinto, incluso nos costará llamarlo así. Trabajaremos menos tiempo al día y durante menos años en nuestra vida. 

Hoy ya no trabajamos como antes. Lo hacemos en otros lugares, de otros modos, con otras obligaciones y otras relaciones. Eso seguirá mutando, y cada vez más rápido. Suiza se preguntó en un referendum si querían una renta básica universal, pero no se preguntaron sobre la futura Suiza sin empleo, sin un empleo como el actual. Esa pregunta es mucho más compleja y tienen un problema previo: ¿como vamos a garantizar las pensiones en un mundo donde cada vez trabaje menos gente?

Y en eso que el Banco de España propuso en su informe anual hace unos días, volver a debatir sobre la famosa ‘mochila austriaca’. Una propuesta general se resume de forma sencilla:

  1. Cada mes, la empresa deposita una pequeña cantidad (tres, seis, ocho días por año trabajado) en un fondo individual de ahorro a nombre de su trabajador

  2. En caso de despido, parte de la indemnización que corresponde al trabajador se saca de ese fondo.

  3. Si el trabajador es despedido, puede tirar de ese fondo. Y lo mismo en otras circunstancias, como si cambia de trabajo a otra provincia o lo quiere destinar a formación.

  4. Si el trabajador cambia de trabajo, su mochila le acompaña. Y si llega a la jubilación y no la ha gastado, puede servir de complemento a su pensión.

Desde mi punto de vista no es un mal esquema. Aunque comparar es complicado, la tasa de paro en Austria, (un país con un peso del sector turístico similar al de España) sigue por debajo del 6% incluso después de la crisis sanitaria. Algo tendrá que ver. La mochila austriaca ayudaría, dice el Banco de España a hacer más eficiente la economía española y se podría implantar aprovechando el dinero de los fondos europeos, según recoge en su informe anual el regulador lo que propone es que se utilice dinero europeo para mitigar parcialmente el sobre coste que tendrían que sufragar las empresas a la hora de poner en marcha esa mochila austriaca. 

¿Cuánto es ese coste? Pues según cálculos que ha hecho el Banco de España, el coste de aplicar esta medida sería de unos 8000 millones. Durante cuatro años, según una simulación que incorpora en su informe anual, son unos 2000 millones al año durante cuatro años, que es lo que costaría esa transición del actual modelo de despido a uno nuevo con la mochila austriaca, en el que el coste de despedir sería menor, a cambio de que la empresa financie un fondo individual a nombre de cada trabajador.

Además, el Banco de España propone poner en marcha un sistema ‘bonus malos’ en el que las empresas que despidan menos, paguen menos y en el que las compañías que despidan más, sean penalizadas. Pero lo fundamental es que lo que pone sobre la mesa el regulador es esa idea de utilizar dinero europeo para costear parte de la transición del actual modelo de indemnización por despido a uno nuevo basado en la mochila austriaca.

Tal vez pienses que ese modelo no te gusta o es imposible de adoptar en España o en cualquier país de Latinoamérica por ejemplo. Todo puede ser, pero coincidirás conmigo que algo hay que hacer. El sistema público de pensiones, por mucho que se insista, no está tan garantizado a 10 o 20 años. Sobretodo por lo que tiene que ver con la estructura económica actual de nuestro país.

Pero si ya es preocupante para lo que significa laboral y socialmente, este seguro descenso de la tasa de actividad, lo peor estaría por llegar en el ámbito de la productividad. Un descenso de la tasa de actividad de 5,5 puntos como el que el FMI proyecta, se traduce en un recorte de la producción de tres puntos porcentuales en una economía desarrollada. En España no hay manera de crear empleo creciendo por debajo del 2,4%. Haz las cuentas. Las pensiones no peligran como tal pero si, tal y como las entendemos ahora.

¿Cómo lo solucionamos? Pues con algo que tiene que ver, como he dicho otras veces, con modificar el modelo productivo. Algo que no trata solo de robots y digitalización porque lo dice un plan europeo, hay que prepararlo todo para que sean efectivos, productivos y complementarios al sistema que tengamos. Hasta ahora estábamos en el anden de la modernidad, esperando un tren que ya había pasado. La crisis sanitaria, los fondos europeos y la necesidad de salir de esta, todos los europeos juntos, nos trae una nueva reserva para ese tren del futuro. Espero que ahora, no nos gastemos el dinero antes de comprar el billete y podamos disfrutar del trayecto de una vez. El tren ya ha anunciado su salida. Queda poco.

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Tecnología, pensiones y miopía política. El desastre bíblico que se avecina.

Tenemos muchos problemas, que según como se analicen pueden verse como grandes oportunidades. Así lo vieron nuestros antepasados. Ante una revolución tecnológica habitualmente el ser humano suele afrontar el reto como si se tratase de una crisis transversal pero focalizada en el empleo. Ese empleo a sustituir por avances tecnológicos. Pasó en cada una de las revoluciones industriales que hemos vivido ya y vuelva a pasar en la que estamos sumidos. Ahora bien, la historia nos explica que cuando estos momentos de la historia han estado liderados por quienes fueron capaces de identificarlos y a afrontar con decisiones con visión estratégica, las cosas marcharon bien. Cuando eso no fue así, la derrota estaba asegurada. Ahora vivimos una encrucijada que voy a intentar explicar brevemente y que en próximos artículos desarrollaré. Algo que también tengo el placer de poder hacer en mis conferencias y talleres en los que presento el modo de afrontar este desafío histórico a nivel económico, empresarial, social y personal. 

Tenemos muchos problemas, que según como se analicen pueden verse como grandes oportunidades. Así lo vieron nuestros antepasados. Ante una revolución tecnológica habitualmente el ser humano suele afrontar el reto como si se tratase de una crisis transversal pero focalizada en el empleo. Ese empleo a sustituir por avances tecnológicos. Pasó en cada una de las revoluciones industriales que hemos vivido ya y vuelva a pasar en la que estamos sumidos. Ahora bien, la historia nos explica que cuando estos momentos de la historia han estado liderados por quienes fueron capaces de identificarlos y a afrontar con decisiones con visión estratégica, las cosas marcharon bien. Cuando eso no fue así, la derrota estaba asegurada. Ahora vivimos una encrucijada que voy a intentar explicar brevemente y que en próximos artículos desarrollaré. Algo que también tengo el placer de poder hacer en mis conferencias y talleres en los que presento el modo de afrontar este desafío histórico a nivel económico, empresarial, social y personal. 

Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. Podemos seguir tocando la flauta, insistir en debates sobre banderines o atender a los chanchullos del político de turno, pero el problema se avecina y, al parecer, la decisión tomada por nuestros políticos es la de no hacer nada relevante y de valor que pudiera cambiar el asunto. Nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Lo jodido no es que esto parezca inevitable, no, lo peor es que en otros países las medidas para enfrentarse a este Miura es totalmente distinta.

Pero vayamos por partes. Parece ser que el Consenso Económico para el primer trimestre de 2019 refleja un deterioro progresivo de las expectativas de crecimiento de nuestro entorno. Algo que no hace más que reforzar la urgencia de la toma de decisiones, decisiones que de momento no hay manera que nadie tome con algo de luces largas. La desaceleración se extiende a la mayor parte de las economías del mundo y se puede ver con especial preocupación la situación de nuestra Unión Europea. ¿Porque pasa esto? por varias razones detrás de las cuales está una revolución tecnológica que va arañando las estructuras económicas mientras nadie hace absolutamente nada.

La primera es que la eurozona se desfonda. Muchos de los indicadores de la economía internacional reflejan una ralentización de la actividad. La pérdida progresiva de pulso en la actividad económica europea se prolongará durante los próximos meses. A las vez que el Brexit se enquista, la economía española va retocando sus previsiones de crecimiento desde hace meses a la baja de manera periódica. Así duele menos. La menor velocidad del aumento del PIB de otros grandes países europeos comprime la demanda externa y lo complica todo.  

Sin embargo el gran asunto es cómo convertimos en una oportunidad histórica el hecho de abrazar un cambio socioeconómico provocado por un revolución industrial y tecnológica como nunca antes ha habido. El reto demográfico es el mayor desafío y riesgo social y económico al que nos enfrentamos y sólo la tecnología asociada y aplicada es capaz de darnos una solución. No hay otra. Ni la subida de impuestos, ni la inclusión constitucional de una pensión digna va a garantizar su estabilidad y supervivencia, ni pactos en Toledo o en Cordobilla de Lácara. Sólo será factible si conjugamos adecuadamente productividad, eficiencia, tecnología y garantías sociales. 

No somos conscientes del desafío demográfico. Ni los ciudadanos ni las empresas ni los políticos entendemos en términos generales la gravedad del problema. Entre las opciones planteadas para abordar el reto las más respaldadas son la promoción de la inmigración ordenada, el fomento de la natalidad y, en menor medida, incentivar la actividad laboral de los mayores, si bien los encuestados creen que lo más eficaz sería adoptar todas a la vez. Pocos se plantean asumir que este modelo está finiquitado, que ya toca fondo y que es insostenible. No lo es bajo los parámetros de una economía incierta, analógica y dependiente de ciclos. Toca otra visión, otro modelo, toca equilibrar el valor tecnológico con el peso de lo social. 

En España y el resto del mundo, la tónica dominante es de desaceleración de la actividad. Algo que acentuará cada vez más, gobierne quien gobierne, el problema demográfico y de pensiones. La renta universal se irá planteando como opción inclusive antes de tener el modelo resuelto. La idea que se nos va a presentar erróneamente, pues sólo será un parche, será una especie de jubilación flexible. Las dos razones más importantes de la no sostenibilidad del sistema español de pensiones son la disminución del número de trabajadores en proporción al de pensionistas y el aumento constante de la esperanza de vida. Teniendo en cuenta estos dos factores, y otros que amenazan la supervivencia del modelo actual, ¿cómo se puede plantear un sistema soportable? Con tecnología, con una economía capaz de producir más con menos. Con eficiencia, competitividad y con estrategia de transformación social y de estructura de crecimiento. Todo lo que ahora nadie plantea en ninguno de los programas ‘electorales’ que se presentan. 

Como parches tenemos varias opciones. Ninguna resuelve el asunto de verdad, el de un mundo automático con menos empleo, empleos temporales y con cada vez más gente sin nada que hacer. Algo que evidencia la solución: un sistema productivo tecnológico, vinculado a la sociedad del conocimiento, reconvirtiendo industrias que ahora parecen muy eficientes pero que en breve lo dejarán de ser en un mundo global y apartándose del modelo de crecimiento cíclico y de escaso valor.

Escucharemos que sería bueno elegir la edad de jubilación, dentro de un rango amplio, sabiendo las consecuencias que dicha decisión tiene en términos de descuento o mejora de su pensión. También que, cualquiera que sea el criterio para elegir la edad de jubilación, se pueda compatibilizar de forma eficaz la pensión con la actividad laboral remunerada. Otros dirán que habría que ajustar automáticamente la edad de jubilación en función del aumento de la esperanza de vida. Parches, luces cortas. 

Pues vamos a buscar el modo de que tú que rozas los cuarenta, y yo que rozo los cincuenta, tengamos pensiones dignas. De tus hijos y los míos no hay que preocuparse pues sus pensiones ya serán por definición ‘rentas mínimas’ a las que nosotros no llegaremos. Y es que, de momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan. 

Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a las personas que quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sujetar. 

Y los escucharemos, a los políticos y derivados, hablar de que las pensiones por aquí o por allí, que hay planes de solución, modernización, impulso de la economía digital y meriendas de todo tipo. Pero la verdad es que hablar de digitalizar es ir muy por detrás de otros. De lo que hay que hablar es de inteligencia cognitiva. Hola Pedro, Pablo 1, Albert, Pablo 2, Santiago… ¿sabéis la diferencia que hay entre inteligencia artificial e inteligencia cognitiva? Sería interesante, así igual lo podríamos incorporar en los planes de desarrollo económico de una sociedad moderna y competitiva. Es sólo un ejemplo anecdótico de cuanto hay que poner en las comisiones de trabajo político.  

Veamos el motivo. El motivo de la urgencia. En dos años, España ha caído cinco puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. Nos adelantan por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo. Atraemos talento y capital riesgo pero se rentabiliza muy mal. Países como Irlanda crean 146 startups al día, centralizan el mayor volumen de inversión anglosajona y generan más empleo tecnológico que nadie. Alemania lidera la tasa de robots y automatizaciones por habitante rozando el pleno empleo. Francia invierte un presupuesto público 23 veces más que el nuestro en el desarrollo de la Industria 4.0 esperando volcar el modelo de crecimiento actual lo antes posible. Las pensiones dependen de ello como decíamos. La garantía de cubrir las pensiones del futuro está más cerca de esos modelos que no del nuestro. Lo digo a título personal como futuro pensionista francés, irlandés y español por haber trabajado en todos esos países. 

Y es que agota el debate político. Lo vivo en mis colaboraciones televisivas. Es imposible introducir temas de interés real y sólo es factible hablar de exhumaciones, lazos y fichajes sin interés en listas electorales. Seguimos siendo una potencia económica, cierto, pero persisten un enorme paro y un desequilibrio en el poder adquisitivo que desemboca en la creación de un estadio social llamado ‘pobre asalariado’. Un grupo gigantesco de personas que ansían llegar a ser, algún día, por lo menos, un mileurista. Los que deberían de pagar las pensiones no están ni para pagar el alquiler. 

Mientras España vive en la inopia, lo relevante sigue su curso. El 80% de las pymes españolas desconocen la diferencia que existe entre ‘digitalizarse’ y ‘transformarse digitalmente’. Lo demuestra que sólo el 20% de las pequeñas y medianas empresas de España no usaba ningún tipo de solución de cloud computing. Apenas un 25% de esas mismas compañías apostó por formar a sus trabajadores en competencias digitales, lo que demuestra que, aunque hubiera un plan, de momento hay poca predisposición a aprovecharlo. Así va a ser complicado. Depende de que empresarios y trabajadores lo vean como prioritario pero también que alguien les estimule a verlo. Fiscalmente por ejemplo, como hacen un buen número de países que nos están adelantando y, de paso, asegurando sus pensiones. 

Las pensiones están en juego. Todo un modelo de convivencia también. Hay que darse prisa y hacerlo con inteligencia y conocimiento. Bajo mi punto de vista, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.

Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse. 

Y es ahí cuando de repente te tienes que zampar el discurso de que ‘los robots pagarán nuestras pensiones’ y que ‘deberán cotizar a la seguridad social’. Tela marinera. Hay quien considera, como decía al principio, que los robots nos lo van a solucionar todo y por arte de magia y sin estrategia previa. Algo que, me vais a perdonar es más que revisable. Un robot puede ser una pantalla táctil o un algoritmo informático. Un robot que no ves. Por lo tanto nunca habrá un robot que sustituya al humano y cotice por él, porque muy probablemente no habrá un robot, sino que sea algo intangible como un software. Por lo tanto, cuando hablamos de que un robot pague las cotizaciones sociales en realidad nos estaríamos refiriendo a que sea la tecnología la que cotice a la seguridad social más o menos. Por supuesto eso parece una soberana tontería. 

Esto en realidad esconde lo de siempre: una subida de impuestos a las empresas. Y es una malísima idea. Un impuesto sobre la tecnología castigará los sectores que apuesten por un cambio tecnológico, por ser competitivos y exonerará a los que sigan sin apostar por un modelo menos tradicional y analógico. Estar en manos de esta gente es desesperante. 

O vamos a un modelo eficiente, tecnológico y que conjugue un verbo como el ‘optimizar’ antes que el de ‘crecer’ o nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Una sociedad digital y una economía transformada nos lleva a la eficiencia de los servicios y del reparto de pensiones más capaz. Mayor productividad y competitividad a ser modernos y capaces de reestructurar todo el sistema del bienestar y garantista del que somos incapaces de desprendernos. 

Por lo tanto, para garantizar las pensiones primero deberemos pensar en repensarlas como concepto, segundo apostar por una sociedad tecnológica y dejarse de idioteces como que los robots coticen y tres exigir a la clase política que se ponga en serio de una vez. La inercia, en este caso, solo conduce al desastre. Mi consejo, haz ahora lo que siempre has querido hacer, tal vez, cuando te jubiles no puedas pagártelo. Veremos a que llamamos clase media en unos años.

Pic: Rybakov

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La jubilación anticipada y la Renta Mínima en un mundo automático.

Me preguntaban durante una conferencia sobre ‘el mundo que viene’, acerca de cómo veía yo mi propia jubilación y si consideraba que los que ahora tienen cerca de cuarenta tendrían ese tipo de pensión. La verdad es que en primer lugar debemos tener en cuenta que es y cómo se obtiene esa prestación y, sobretodo, a que podría responder en un futuro en el que la pirámide generacional se invierta definitivamente.

Me preguntaban durante una conferencia sobre ‘el mundo que viene’, acerca de cómo veía yo mi propia jubilación y si consideraba que los que ahora tienen cerca de cuarenta tendrían ese tipo de pensión. La verdad es que en primer lugar debemos tener en cuenta que es y cómo se obtiene esa prestación y, sobretodo, a que podría responder en un futuro en el que la pirámide generacional se invierta definitivamente.

Las pensiones por jubilación no son un cobro que se recibe en base a la cotización a lo largo de una vida. Nadie paga durante su vida laboral una cantidad que se guarda en algún lugar a fin de que en el futuro se le compense con ello. No, nuestro modelo es de tipo solidario. Lo que pagas en ese concepto no es para ti, se destina a quienes en ese momento está jubilado y cuando tu lo estés dependerás de los que trabajen en ese momento. Por otro lado la jubilación no es más que un complemento. No se crearon para compensar totalmente la falta de ingresos en una determinada edad sino que se planteó en su día como una ayuda a la disposición económica de cada uno. Además, por si fuera poco, se crearon cuando la esperanza de vida era inferior a la edad de jubilación propia.

A quienes me preguntaron les respondí que no se preocupen por su pensión. Todos tendremos pero tal vez no se estructurará como ahora lo conocemos. En apenas dos décadas el mundo que ahora conocemos será prácticamente irreconocible. La automatización del modelo productivo y la incorporación de la robótica y la inteligencia artificial barrerá la jornada laboral de millones de personas. No digo que la vaya a eliminar, digo que la modificará irremediablemente. Menos horas haciendo lo que ahora consideramos ‘empleo’ y más tiempo haciendo cosas que ahora no consideramos ‘trabajo’.

Sueldos, servicios y prestaciones se irán difuminando. Tengo claro que la jubilación que a mi me toque vivir tendrá más condicionantes ‘en especies’ que en ‘cash’. La sociedad del bienestar se irá estructurando para ofrecer eso, bienestar. Dependerá de cómo se marque la hoja de ruta y de que la política abandone su maniqueísmo sobre la definición de que una Renta Mínima Universal sea de derechas o de izquierdas. Decisiones políticas como la que hoy mismo publican algunos medios sobre una hipotética Renta Mínima no ayudan mucho. La condición indispensable para que un país como España logre sufragar los casi 200.000 millones de euros que costaría una prestación como esa no saldrán de un crecimiento vinculado a los sectores de siempre y con los modelos de siempre. Lo intensivo de nuestro sistema económico es un problema grave.

Los países que tienen modelos híbridos, sucedáneos de rentas similares en prácticas piloto, parten de un cambio absoluto del concepto de ese contrato social llamado ‘trabajo’ y de cómo a cada impuesto creado hay un servicio eficiente. No se puede plantear un incremento de impuestos como única solución a esa prestación. Es suicida. Es compatible la reducción de impuestos y el incremento de ingresos. Eso ya ha sucedido en decenas de casos alrededor del mundo. Sin embargo ni es fácil ni rápido.

El ejemplo de que no hay trabajo para todos, ni lo habrá, y que muchas personas quedarán expulsadas de un cambio histórico en materia productiva, es que las jubilaciones se van anticipando inexorablemente. En España, el 45% de los jubilados del años pasado salieron del mercado laboral antes de la edad que tocaba. Nunca antes había pasado eso. Ya se puede imponer que la edad de jubilación sea otra, 67, 70 o 110, que la lógica pesa tanto que es plomo puro.

Técnicamente, la pensión por jubilación es un ejemplo de Renta Mínima. Se cobra independientemente de lo que hagas y de aspectos personales. Se cobra y ya está. No depende de nada más que de los presupuestos generales y se afecta en base a la disposición del país en ese momento y no de lo que has cotizado en la vida anterior. Eso es, a la práctica, una especie de renta mínima. Por eso, si atendemos a la tendencia, en lugar de esperar esa ‘paga’ cada vez más tarde, lo que sucederá será lo contrario. La recibiremos antes y cada vez en mayor dimensión si se hacen las cosas bien.

Eso debería de ser la lógica de un mundo que logrará producir lo mismo o más sin la necesidad de tanto trabajador. Un mundo eficiente y, por desgracia, dependiente a la vez. Economía circular procurando compartir recursos y bienes a la vez que los servicios se van transformando en derechos fundamentales. No digo que lo prefiera, digo que el mundo se dirige inexorable a un escenario similar a eso.

Y ahí surge el gran problema. De momento, que se sepa, lo único que se tiene preparado es un recorte de la prestación de manera periódica. En ningún caso se está previendo el motivo por el que cada vez hay más jubilados derivados del paro de larga duración. Se adelanta la jubilación debido a que es mejor una mala pensión que perder definitivamente la ayuda por desempleo. Un drama.

Nadie ha diseñado una hoja de ruta para enfrentarse a esto. Un problema bíblico que se nos viene encima. Sin, de verdad, estimular un modelo productivo no dependiente de sectores intensivos y que se vincule definitivamente al valor añadido nos vamos a hostiar de manera importante. No se trata de ofrecer discursos sobre el crecimiento y enorgullecerse de que el desempleo cae. Eso está bien inicialmente pero lo trascendente sería ver que ese crecimiento es comparativo con años muy malos y que, además, no se genera a partir de un modelo de crecimiento nutritivo y de garantías de futuro.

La renta mínima llegará pero como todo en esta vida va a haber rentas y rentas. En unos países se planteará como capacidad de consumo a una población sin ingresos pero en un entorno económico eficiente, competitivo, automatizado y de valor añadido donde los que sí trabajen sean realmente trabajadores necesarios. En otros países, por desgracia, sin una estrategia política clara y sin demagogia lírica, el debate se centra en subvencionar indiscriminadamente sin, para ello, modificar un sistema económico que se aguanta con sectores que en el futuro tendrán serios problemas para generar empleo de alto valor.

La Renta Mínima Universal llegará pero dependiendo de cómo se llegue a ella y de cómo se plantee en el proceso de hacerla sostenible en la próxima década, puede convertirse en una garantía de bienestar en un mundo cada vez menos laboral y más automatizado o, por el contrario, puede devenir una especie de jaula de voluntades y libertades. Seguramente, en el como se genere y estructure su fabricación, ahí estará la diferencia entre una Renta Mínina de derechas o de izquierdas.

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La importancia de revisar la versión oficial sobre el 'robocalípsis' inminente.

El pasado jueves ofrecí una conferencia en Málaga titulada 'Sólo para humanos, robots abstenerse'. Durante casi una hora expliqué a una audiencia que llenaba el salón de actos del Hotel Vincci Posada del Patio que la versión oficial sobre el futuro laboral de todos debe ser revisada. Es evidente que algunos sectores, como la fabricación y el transporte, tienen un alto potencial técnico para la automatización. Sin embargo otros, como la educación, los profesionales creativos, la información y la atención sanitaria, tienen un potencial humano difícilmente sustituible por un sistema automático. El apocalipsis robótico es menos posible en aquellos empleos donde la formación y la creatividad es algo fundamental. La aplicación de modelos de inteligencia artificial y sistemas automatizados ha llegado y va a seguir avanzando, sin embargo el impacto futuro de toda esta tecnología podría ser más parecido al que tuvieron los cajeros automáticos y menos que el que proponen las películas basadas en novelas de Isaac Asimov. Si será tan intenso o no, ya se verá, lo que si sabemos es que sucederá rápido.

El pasado jueves ofrecí una conferencia en Málaga titulada 'Sólo para humanos, robots abstenerse'. Durante casi una hora expliqué a una audiencia que llenaba el salón de actos del Hotel Vincci Posada del Patio que la versión oficial sobre el futuro laboral de todos debe ser revisada. Es evidente que algunos sectores, como la fabricación y el transporte, tienen un alto potencial técnico para la automatización. Sin embargo otros, como la educación, los profesionales creativos, la información y la atención sanitaria, tienen un potencial humano difícilmente sustituible por un sistema automático. El apocalipsis robótico es menos posible en aquellos empleos donde la formación y la creatividad es algo fundamental. La aplicación de modelos de inteligencia artificial y sistemas automatizados ha llegado y va a seguir avanzando, sin embargo el impacto futuro de toda esta tecnología podría ser más parecido al que tuvieron los cajeros automáticos y menos que el que proponen las películas basadas en novelas de Isaac Asimov. Si será tan intenso o no, ya se verá, lo que si sabemos es que sucederá rápido.

Estamos pasando de la propiedad de un producto al uso de un servicio que permita disfrutar temporalmente de él. Seguimos inmersos en el cambio absoluto de un modo de entender el mundo y la vida, la familia y los derivados de las relaciones sociales. La política se expone en las redes, trabajamos a distancia, nos movemos en un mundo minúsculo y tomamos conciencia de que la Tierra no es un lugar en el que volcar nuestra irresponsabilidad. Pero en los últimos años ‘la urgencia’ se ha convertido en algo inevitable y consustancial con la vida del individuo moderno. Todo se entrega en menos de una hora o de manera instantánea. Las redes que triunfan son las que así lo plantean y además si caducan mejor. Nada es perpetuo y en un rato desaparecen para siempre. La urgencia y la caducidad como esencia de nuestra existencia contemporánea.

En los negocios es aún más evidente. La generación del ‘on demand’ de todo exige que tras un texto enviado en cualquier formato, tengamos respuesta inmediata. Si grabas un video se debe poder ver unos segundos después en cualquier red. Si quieres un disco, desde tu móvil lo tienes al instante en streaming por ejemplo. Se acabó el ‘delay’ naturalizado de nuestra generación y bienvenida la civilización del ‘ya mismo’. Pero no todo es así o no lo será cómo mínimo. Existe una paradoja. La opción de tener acceso a todo y a todos tiene cara B. La naturaleza siempre equilibra. Siempre busca el polo opuesto y en el caso tecnológico también. La mutación sociológica que supone el uso instantáneo de redes y dispositivos, plataformas sin intermediarios o tecnología de impresión 3d, filmación o inteligencia artificial, también está proporcionando un modo nuevo de pensar, de vivir, de valorar algunos aspectos que en épocas pasadas eran insalvable e ‘indebatibles’.

Mientras muchos aspectos vinculados a la tecnología han estimulado los negocios a límites de urgencia inéditos, la considerada urgencia sociológica se ha ralentizado hasta casi detenerse curiosamente. Parejas que no se casan durante años, retrasando un desenlace que era obligatorio lo antes posible o embarazos que se planean hacia los treinta largos o incluso los cuarenta son una muestra de que hay cosas que se han detenido o no tienen urgencia. Si tenemos en cuenta que cada década la esperanza de vida en nuestra sociedad aumenta una media de tres años, sabemos que en el ‘primer mundo’ algunos elementos de urgencia también desaparecerán como ahora los entendemos. Tendremos mucho más tiempo para hacer cosas. ¿Qué prisa hay en hacer algo si tienes mucho más tiempo que tus abuelos para hacerlo? Los nacidos esta década vivirán más de un siglo de media, tal vez mucho más. Además esos años adicionales los van a vivir mejor y sin limitaciones vinculadas a rutinas, ineficiencia y situaciones del pasado.

Nuestros hijos o nietos vivirán más de cien años y llegarán en un estado saludable a los ochenta, con ganas de hacer mil cosas que además podrán hacer. Su mundo estará rodeado de tecnología que facilitará todo. Permitirá vivir en otro estado de dependencia y de independencia. Un mundo dónde fronteras y banderas significarán algo más humano que patriótico y dónde seguramente seremos más ‘fans’ de un desarrollo robótico que de un equipo de fútbol. Nuestros hijos hoy ya no entienden que algo se retrase en llegar pero a la vez no contemplan el mundo como conectado siempre. Es curioso. ¿Recuerdas cómo cuando ‘te conectabas’ a Internet requería de unos minutos esperando que engancharas tu computadora a ‘Internet’ llamada Infovia en España por ejemplo? De hecho decimos ‘conectados’ por eso. Hoy en día técnicamente estamos conectados siempre. Pero los más jóvenes llaman a conectarse o desconectarse a un hecho distinto, a una manera de estar o no estar en contacto que es algo muy distinto.

Ellos son hijos de la cultura del ‘pause’, de la no propiedad, de la economía colaborativa, de la vigilancia activa y del streaming social. En los próximos años vamos a empezar a ver un mayor reparto casi gratuito de tecnología a nuestras vidas y veremos también como se transforman en casi ‘derechos fundamentales’ algunos ‘servicios’. La deriva de todo ello será la pérdida de propiedad y la ganancia de tiempo. La urgencia como la entendemos quedará postergada a la tecnología, al software, a lo robótico. Lo humano irá tomando un territorio donde estaremos ‘out of time’ y dónde lo importante será ser más libre de algunos aspectos que ahora relacionan ‘urgencia’ con ‘competitividad’. Nadie podrá ser más rápido que un software o un robot. Lo que proporcionará un humano será eso, humanidad y no velocidad ni urgencia.

Como el tiempo es dinero queda claro que el cumplimiento instantáneo no dependerá de nosotros. El mundo sólo hará que pedir más descargas instantáneas de música, de noticias, de información o de cualquier servicio. Lo vamos a exigir todo instantáneo en un mundo digital. Y lo vamos a exigir a quienes lo pueden hacer, las máquinas y automatismos. Pero a la vez iremos generando en paralelo una vida más tranquila. Fijaros cómo cada vez gana importancia el ‘vivir’ y disfrutar del deporte, la familia, el tiempo sin urgencia. Un mundo tecnológicamente urgente y otro humanamente tranquilo. Planificar la jubilación cada vez será algo más abstracto para los jóvenes. Esa etapa, cuando ellos lleguen, estará en una franja que ahora, cuarenta o cincuenta años antes, no podemos ni tan siquiera imaginar. Seguramente, el concepto tal y como lo entendemos habrá desaparecido para entonces y plantearse la urgencia de hacer cosas antes también. Aquella lista de ‘diez cosas que quiero hacer antes de morir’ tendrá un sentido bien distinto en cuanto a la necesidad de hacerlo lo antes posible.

Cierto que el mundo va a toda leche. Es cierto también que vivimos acelerados, que todo parece urgente, pero revisa bien como todo está cambiando a la vez. Como valoramos unas cosas y otras de manera distinta. Es urgente un escenario concreto que proporciona lentitud a otro. Es una paradoja que va a reinar nuestro futuro. Aunque curiosamente, habría que 'darse prisa' en ir preparando políticamente y sociológicamente todo ese cambio o nos pillará con el pie cambiado y un proceso que debería de ser brillante y muy beneficioso pudiera convertirse en un drama de dimensiones inéditas hasta la fecha. Depende de nosotros en gran medida, de cómo nos vamos adaptando, formando y transformando, pero depende sobretodo de quienes tienen que liderar estos procesos políticamente. La robotización no es mala por naturaleza, es parte de la propia evolución. La tecnología siempre ha incorporado novedades que asustan pero a la vez que nos benefician. Formar a una sociedad que debe digerir todo esto a una velocidad inédita es obligación de quienes legislan. Tal vez, formarse ellos mismos también sería una buena idea.

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Cuatro (hay más) aspectos de esta revolución socioeconómica

Llevamos apenas veinte años de algo que tiene que durar cincuenta. La dificultad para adaptarnos no es más que algo tremendamente normal a lo que cualquier sociedad debe enfrentarse. Lo de ahora es como un parto, doloroso, pero que el tiempo mostrará que no era más que una revolución. Como ya lo fue en su día la Revolución Industrial (a la que sus contemporáneos le llamaron ‘crisis industrial’) o la revolución en la distribución del conocimiento que supuso la imprenta y que sus contemporáneos vivieron con incertidumbre pues retiró el privilegio y control del ‘saber’ y la información que tenían unos cuantos.
Y dolió. Fueron momentos duros, de difícil adaptación y en algún aspecto hay cosas que  todavía vivimos hoy en día con desequilibrio que son herencia de haberlo hecho mal en aquel entonces, de no haber entendido que sucedía por parte de muchos y en haberle dado valor de ‘crisis’ a lo que no era otra cosa que ‘una oportunidad de mejorar el mundo’.

En este tiempo unos vivirán su crisis y otros su revolución. De hecho esa revolución, en lo íntimo, es normal que se viva como una crisis pues debe ser aceptada en cuatro factores que interpreto como destacables. Una vida de incertidumbre, una vitalidad extrema, saborear la inestabilidad y practicar la deconstrucción.

1. La incertidumbre. Hace años que desconozco que me espera en mi despacho, que riesgos nuevos asumiré o que personas conoceré. Hace años que, tal vez toda la vida, que persigo un lugar definitivo. Sueño con que ese lugar no exista y así poder seguir en su búsqueda hasta el final de mis días. El desconocimiento de cuanto nos espera nos obliga a estar en alerta, en aprendizaje, a permanecer en beta constante. ¿No es cierto que como emprendedor tu proyecto es cada vez mejor si eres capaz de gestionar ese redireccionamiento constante?

2. La jubilación. Que al final de tu vida haya como una compensación por los servicios prestados que en la mayoría de los casos es para sobrevivir, es humillante. Es como anestesia. Me preocupa que muchas personas consideren que la jubilación es un puerto seguro, el destino garantizado, el punto tranquilo hasta el último aliento. Y es que considerar que el futuro está garantizado por algún elemento es un error. Creer que los planes de jubilación, pensiones o meriendas similares financiarán nuestra etapa final es, como menos, dudoso. Debemos aceptar que los ingresos de la madurez no serán los mismos, obviamente, pero no va de eso. Va de tener fuerzas para hacer lo que te gusta y que cuando no pueda ser físicamente, lo sea mentalmente. ¿Desear la jubilación es en si misma la prejubilación? ¿Odiar que llegue un lunes más no quiere decir que no te dedicas a lo que te gusta?

3. La deconstrucción. Ya todo está en fase de implosión. ¿No lo ves? En apenas unas décadas todo el plan de gestión de una empresa era el de tener claro cada día lo que le tocaba a todo el mundo hacer. Ahora eso ha cambiado radicalmente. La clave del éxito estaba en que todos los integrantes de una estructura tuvieran claro que les tocaba hacer al despertar cada mañana. Romper esas cadenas suponía un deterioro en el proceso que repercutía en graves consecuencias. Pongo un ejemplo en la agricultura. Imaginemos el campo donde todos los integrantes de una granja tienen claras sus funciones, taras y actividades durante todos los días de la semana y horas del día. Eso nunca cambió y permaneció siglos igual. Hoy en día nada es así y los procesos ya no pertenecen a los protocolos sino a los análisis de necesidad, riesgo y acción. Un sistema inteligente modifica cada día lo que hay que hacer en función de lo que realmente es preciso y no de una agenda intocable. Esa deconstrucción de procesos está llevando a industrias poderosas a reinventarse. ¿Por qué no lo hace tu empresa menos grande y dónde sería más fácil hacerlo?

4. La inestabilidad. Hace siglos, cuando trabajé en Bolsa, mi obligación era avanzar en la escala salarial y subir en el organigrama. Todo era como tenía que ser. Cada cierto tiempo un ascenso, una mejora, un nuevo despacho. Era tremendamente tranquilizador saber hacia donde iba, cual era el destino y donde se fijaba la nueva meta. Todo estaba escrito, como un libro de vida por cumplir. La hoja de ruta me relajaba. La evidencia de la estabilidad empezó a angustiarme hasta tal punto que abandoné. Esa estabilidad era paralizante, algo cobarde. La tranquilidad impide pensar en grande. Dejé aquel trabajo y monté un negocio. Muchas personas ansían ser funcionarios, respetable, desean tener una estabilidad en un mundo donde eso cada vez es más complejo y difícil. No todos somos iguales y se debe respetar.

Pero pensemos que si es cierto que vivimos un momento excepcional de la historia ¿no será algo maravilloso ser parte de ella a partir de las características que nos impone este preciso instante? Estos son cuatro, de muchos, aspectos que comento en una de mis conferencias y que marcan el día a día inmediato de cuantos estamos viviendo estas cuatro o cinco décadas que  marcarán, como ya sucedió en el pasado, todo el futuro a medio plazo.

(Foto AP Photo/Victor R. Caivano)
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Marc Vidal Marc Vidal

Memoria de pez

Definitivamente vivimos en medio de un teatro siniestro. Unos amenazan con que para alcanzar los beneficios de la jubilación compensada deberemos cotizar unos 38 años en lugar de los 35 actuales. El motivo (dicen) es que no hay manera de sustentar el peso de las pensiones a medio plazo. El consejo al respecto es obvio, asegúrense de llegar a viejos con algún sistema de gestión patrimonial que les permita ingresos más allá de los “garantizados” por papa estado. Digo que es repugnante engullir este tipo de sapos porque, mientras esto es noticia, otro hecho clama al cielo. Resulta que las glotonas entidades financieras de este país, que en medio de la mayor crisis (estimulada por ellas) y que están ganando dinero “arroz” a paladas, se montan unas prejubilaciones que pagamos todos a edades que son insultantes. Para no revolver más las tripas de los que leen este blog, evitaré hablar de los liberados sindicales. No es necesario retorcerse por el ardor de estómago.
Seguimos inmersos en la fábula, en la confusión de lo que aparentemente ha pasado y lo que nos han dicho que no pasó jamás. Ahora resulta que ya se venden más viviendas, que el déficit lo reduciremos sin problemas y que los ayuntamientos no tendrán problemas para financiarse. Pues ni lo primero, ni lo segundo y ni, sobretodo, lo tercero.

¿Más viviendas que cuando? Si es más que hace un mes, en el “intermensual” es lógico que crezca, si las cantidades son tan estrechas que, con que cualquier entidad financiera recoloque en una de sus empresas pantalla una promoción de costa, ya tienen un “crecimiento significativo”. Me va a gustar ver como lo disfrazan con lo de Basilea III. No obstante, viendo como la jefatura financiera y el control económico europeo se tragó lo de los estrés tests, me huelo que mirarán para otro lado a cambio de no tener que afrontar las responsabilidades de todos.

¿Reducción del déficit? Este tema es como para darse de baja del género humano. Resulta que en dos meses de tomar decisiones “obligatorias” contra el desmesurado déficit público, éste ya se ha reducido. La prensa se lo traga y lo pública tal cual. El análisis más detallado demuestra que no es así y que el segundo semestre irá descuadrando adecuadamente las cuentas públicas y que, a medida que se recaude menos, el gasto público irá a cuenta del déficit. Está por ver si Europa nos amenazará otra vez.

¿Ayuntamientos solventes? Unas “empresas” públicas que se han acostumbrado durante años a gastar términos ordinarios unos ingresos extraordinarios no pueden ahora reducir de golpe sus servicios sin incrementar sus impuestos. Como la presión fiscal local no es demasiado flexible y además se evidencia inmediatamente en la conciencia y bolsillo del ciudadano, la capacidad para afrontar el año electoral es escasa para la mayoría de municipios de este país. Mas de un millar de consistorios son cadáveres y por derivación sus ciudadanos consumen servicios a punto de ser embargados.

Cabe destacar que la memoria social sobre la economía es de pez. Que ya nadie recuerde cuando apenas hace dos años nadie aceptaba la situación que se advertía venidera tan triste. Como lo es comprobar que en las comparaciones “interanuales” de los datos macroeconómicos nadie hace las hace a distancia, la de comparar los datos con los de hace dos o tres años, entonces veríamos la verdadera radiografía de la situación. Tengamos en cuenta que eso de “salir de la recesión” es una conceptualización tramposa, que otorga a un crecimiento escaso de un 4 o 5% menor al de hace un año, la posibilidad de entrar en positivo (y por derivación el abandono de la recesión técnica) sólo porque se le compara con el trimestre inmediatamente anterior (que sigue siendo un 4 o 5% inferior al de un año antes). Comparar la miseria con la miseria da una comparativa penosa, pero si la segunda miseria es algo superior a la primera, digamos que es una miseria que abandona la recesión.

Juegan con la mala memoria de la gente, pero toda una generación, mientras tanto, sigue perdiéndose en el desierto.

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Marc Vidal Marc Vidal

A pagar más por menos

Como sabemos, España redujo el sueldo de los empleados públicos y congeló las jubilaciones con la idea de disminuir el déficit público. Es evidente que esa tendencia de reducir costes laborales será adoptada tarde o temprano en el sector privado. Sin embargo, esa política de austeridad no todo el mundo piensa seguirla del mismo modo, incluso algunos, están determinando acciones completamente contrarias.
Desde que el banco central instara a las cajas de ahorros con problemas, a fusionarse, éstas han requerido más de 10.000 millones de euros del FROB. La consolidación de las cajas costará unos 50.000 empleos que en gran medida supondrán la aceptación de jubilaciones anticipados o EREs encubiertos.

Por poner un ejemplo, Caixa Catalunya, una entidad crediticia dotada de algo más de 62.000 millones de euros en activos, asignó una partida de 1.250 millones de fondos públicos para respaldar su fusión con otras dos cajas. Una de las curiosidades es que, tras la fusión de las tres, la entidad resultante será menor que la mayor de las mismas antes del matrimonio forzoso. ¿Curioso? Pues como todo lo que rodea este asunto del saneamiento financiero español, una “sofisticada” falacia organizada desde el propio gobierno, con la inestimable ayuda de los implicados multilaterales, y que ha supuesto al final un gasto que pagaremos todos y que no ha hecho más que simular como activos, un patrimonio que no vale nada y un fondo de maniobra que proviene de las ayudas solicitadas hace dos meses al Fondo de Rescate.

Hoy se publican los datos de las pruebas de suficiencia de media banca europea y la española saldrá bien parada. ¡Como para no salir! Es como si a mí me hacen una prueba de solvencia sobre una deuda que tengo adquirida, y para quedar bien en dicho examen aporto el valor de mi vivienda y un apartamento como si estuviéramos en 2006, me olvido de que el precio actual, y por consiguiente su valor patrimonial como activo, que es mucho menor y lo asigno a la ecuación. Además, como al despejar la dichosa incógnita sigue saliendo en negativo, aporto como fondo de defensa patrimonial un crédito que he solicitado para “ajustar” mis asuntos. El resumen es tan escandalosamente ridículo que insulta a la inteligencia. Obviamente con activos sobrevalorados y créditos puente mi “aparente” y “puntual” situación financiera es más que óptima, cuando en realidad es una soberana mierda.

Ahora bien, si fuera sólo por eso podríamos decir que el asunto estaba descontado, pero es que el expolio social no ha terminado. Mientras medio país deberá ajustar sus salarios a la baja, al más puro estilo “funcionario del estado”, otros hacen todo lo contrario gracias a la necesidad de tener un sector (el financiero) lo más tranquilo posible.

Como decía, hay una entidad en mi tierra, que en la ejecución de esa acción sobre las prejubilaciones, ofrece al personal mayor de 60 años la posibilidad de aceptar el 95 por ciento de su sueldo hasta los 64 años. La combinación de esa caja y otras dos catalanas permitirá a los trabajadores de entre 56 y 59 años recibir el 85 por ciento de su sueldo más una suma única de 31.000 euros si dejan de trabajar. Además, todos ellos recibirán una suma única de 20.500 euros, con aportes por retiro en el marco de un acuerdo que constituirá un modelo para las negociaciones en otras cajas. Es decir, esta será la jurisprudencia del gasto desmedido para que las “bajas colaterales” del mundo de las cajas no se altere y el paro consiguiente no se traslade a la calle. Es una clara contradicción con la reducción de costes y con el posible alargamiento de la vida laboral.

Es humillante que algunos (habrá excepciones) de los irresponsables cajeros de sucursal de barrio que sabían que vendían productos financieros de pocilga y que lo único que les importaba era como acumular comisiones en plena carrera por el beneficio, en los tiempos del Cayenne y duplex en la playa, en los tiempos que hasta los churreros derribaban su churrería y se convertían en promotores inmobiliarios, en los tiempos de la risa que precedió el llanto, esos, esos banqueros de pacotilla se llevaron buenos montantes a costa de fondos ruinosos y paquetes de inversión sin sentido a personas que ahora lo han perdido todo. Esos tipos son los que, encima, con mi dinero, se van a jubilar antes y a todo trapo. Obviamente no son todos, pero alguno lo hay, como también mucho “rico Express” que dejo de serlo para pasar a “miserable Express”. Cosas de la vida.

Esperemos por el bien de todos que no se utilice el dinero público para financiar los retiros anticipados. Me temo, no obstante, que aquí vamos a pagar los de siempre. Si el dinero para las prejubilaciones lo pagan los bancos, quiere decir que parte del FROB era para financiar estas operativas, por lo que si ellos no cubrieran el montante lo deberían de asumir el propio Estado, subiendo impuestos y reduciendo servicios. Si el descalabro lo comprara algún banco dispuesto a comerse el marrón del FROB impagado de un grupo de cajas, entonces quien lo pagaría serían los clientes de ese banco que verían caer los rendimientos de sus productos financieros. Si eso lo paga el estado directamente está claro quien paga. Pues eso, ¡a pagar!

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Sobre la edad de jubilación en el blog del BBVA

Hace unos días en el Blog de ActiBva nos pidieron a algunos analistas económicos que reflexionáramos acerca de si la ampliación de la edad de jubilación dará estabilidad a la Seguridad Social o de cual debe ser el modo de articular un sistema de pensiones público para que no peligre su sostenibilidad a largo plazo. Es muy interesante observar los diferentes puntos de vista y las coincidencias evidentes. Os dejo con mi respuesta y os invito a leer el resto.
La pensiones son una especie estafa de tipo piramidal aceptada. El dinero aportado por los nuevos aportantes se usa para pagar a los que salen. Imaginemos que eso deja de pasar a un ritmo soportable. El caso de que deje de ingresarse cantidad suficiente pondría en quiebra el modelo cuando los que salen no pudieran acceder a sus prestaciones. Como ese dinero no revierte en inversiones ni gestiones importantes de activos no se multiplica y el existente es el que se debe reutilizar.

A medida que la clase ejerciente se va jubilando se muestra el envejecimiento de nuestra sociedad y con ello la perdida de cotizantes. Si sumamos un paro estructural que nadie sabe como evitar la cosa pinta muy mal.
Por ello el aumento de dos años para dicha jubilación es la respuesta a una formula aritmética básica que intenta sustentar el modelo público e ineficiente. Se soporta un peso de pensionistas con muy pocos cotizantes. Esa diferencia irá en aumento y el único remedio es ir estirando los límites revertibles. El problema es que todo tiene un límite. Debemos caminar hacia un modelo mucho más permeable y menos tutelar

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