LA DEUDA DE LAS CAJAS

Cuando Juan Ramon Quintas, presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorro, dijo esta semana que como el gobierno no dispusiera un fondo de rescate flexible, se nos vendría a medio plazo un “diluvio de intervenciones”, lo que quería decir era “alto riesgo de quiebras en cadena”. La verdad es que no ha pasado nada. La repercusión de sus palabras ha llegado a un par de editoriales, un silencio vergonzoso desde la política y una abulia global de los afectados. Todos están pringaos.

Pero si vamos al asunto en concreto y analizamos lo que Quintas comentó vemos que las pérdidas que se anuncian son muy alarmantes. Perdidas por el aumento radical de ajustes de valoración de los activos en el sistema de las cajas y la morosidad hasta casi 30.000 millones de euros. Al parecer la bajada de ingresos recurrentes alcanzará los 40.000 millones y, obviamente, un simple cálculo sobre la diferencia entre estas dos partidas, vemos que se alcanza unos casi 10.000 millones que no son suficientes para soportar la explotación de un sistema que llega a 30.000 millones. Por tanto los números rojos de las cajas españolas ya estarían cerca de los 20.000 millones sin los famosos extraordinarios que seguro esconden el ajo del asunto.

Los problemas de morosidad van a acentuarse, eso es evidente, pero lo que no se sabe es hasta cuanto. La cifra final es difícil de prever pero desde “la Caixa” ya se ha pronunciado la cifra 15%, algo inédito y difícilmente soportable y con un enorme riesgo sistémico para nuestra banca. Por este motivo la acción debe ser urgente e integral. No se deben cometer errores que pudieran afectar a las entidades que si están bien y se debe atacar estructuralmente y de forma implacable contra las que falsearon sus expectativas.

El fondo no debe ser flexible, eso como decir que las ayudas a las entidades más afectadas deben ocultar la mala gestión desarrollada por sus responsables y esperar que, a partir de esa transferencia generalizada, muchas cajas sobrevivan artificialmente en un escenario ficticio cuando en un contexto natural morirían. Además, ese fondo obsceno puede ser un método poco saludable para imponer reglas del juego diferenciadas entre los que si han hecho bien su trabajo y los que se han dedicado a ejercer de mamporreros.

A mi modo de ver ya va siendo hora que algunas cajas caigan definitivamente. Liquidar las más tóxicas, las que están retorciendo el sistema, es algo que un gobierno valiente debería de hacer para poder afrontar el camino menos complejo para salir de la crisis. Hay demasiadas entidades, cajas la mayoría, que han intoxicado el modelo y han influido determinantemente a conformar una burbuja económica inasumible.

Las cajas han elevado la morosidad mientras veían caer sus coberturas, ahora planean fusiones a propuesta del Banco de España para endurecer sus posiciones e intentar salvarse, han contribuido con su expansión territorial fuera de toda lógica a una sobrecapacidad del propio sistema y, finalmente, todas ellas viven bajo el peso de la política que impide acciones generalizadas pues siempre hay una comunidad o un partido que le interesa no ejecutarlas. Ese veneno de las cuotas participativas y otros elementos de intervención y manoseo de la política allí donde haya algo para medrar ha provocado gran parte de la burbuja financiera que nos explotará en la cara el año que viene. Sólo podría evitarlo una acción integral, estructural y decididamente bajo un pacto global y de Estado.

Mi propuesta pasa por asumir que ahora mismo se debe actuar desde la frialdad y la valentía para poner a cada uno en su sitio, hacer eficiente el sistema y procurar que, bajo el paraguas de esta crisis, se ataque el sistema financiero ligado a las cajas con reformas de calado y con la liquidación de quien deba ser liquidado, duela o escueza. El problema es la epidermis tan fina de los que deben llevar a cabo dicha reforma, pero también cabe que en momentos como estos aparezcan los verdaderos líderes, los hombres o mujeres capaces de pasar a la historia nadando a contra corriente. Alguno habrá espero…

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