Generación embargada

Es complejo estar de acuerdo con el ejercicio de ocupar plazas y calles sin norma ni ley. Es difícil mantener la defensa de la movilización que supone pues la calle es de todos y en su ocupación indebida se confrontan algunos derechos fundamentales de los que pagan sus impuestos. Tal vez sea así, pero ¿cómo protestar ante la mayor humillación que puede vivir un pueblo? ¿Cómo responder al expolio de los sueños? ¿Qué se de debe hacer cuando el sistema ha generado un modelo de respuesta legal para que todo parezca inevitable cuando no lo es? En Francia lo hicieron con los Bondy Blogs hace muchos años y resultó el embrión de las peores revueltas que había vivido ese país desde el mayo del 68.
Los campamentos pueden estar liderados por individuos que piensan y defienden temas que están a años luz de mis planteamientos, de hecho debaten modelos de gestión política y económica que pueden parecerme ridículos en muchos casos y puede, también, que el proceso en el que se encuentran sea considerado una pérdida de energía. Puede, pero también puede que esa sea la manera de visualizar una respuesta más o menos organizada que debe mantenerse. Quedan millones de litros de anestesia por vomitar. El cloroformo se ha inyectado de tal modo que aun en la más absoluta de las miserias y en la mayor esclavitud vital, muchas personas siguen pensando que “esto no está tan mal” o que “la crisis pasará cuando llegue el PP al poder”.

Las acampadas deben seguir si cumplimentan una función representativa y simbólica de un movimiento social que se articule en otros escenarios de manera efectiva. Lo deben de hacer vinculadas a una comunidad fundamentalmente digital y que proporcione acciones puntuales y efectivas, que pongan en jaque el modelo y el sistema en algunos momentos y que obligue a las oligarquías que nos gobiernen a pensar que las cosas se pueden poner muy feas para ellos. Permanecer en una plaza acampado discutiendo propuestas políticas que no llevan a nada, por muy legítimas que sean, no sirve para articular un ecosistema de valor para los que realmente tienen problemas nutritivos cada día y los que entienden que eso es por culpa de la ineficiente y delictiva actitud del establishement.

Utilizando el territorio natural de este modelo de protesta, las redes, donde no hay líderes, donde la tendencia de uso y la creación de opiniones es parte del talento global y la inteligencia colectiva, se puede articular un grupo de activistas menos “politizado” y más ejecutivo. El sistema no se va a quebrar cultivando nabos en los parterres de las plazas ocupadas, ni tan siquiera va a lograr generar una empatía demasiado grande a menos que vuelva a actuar de manera desproporcionada un Conseller idiota. El actual modelo, el que entre todos hemos engordado, solo cambiará si la protesta encaja con aquellos que la ideología no es su motor, sino su estómago hambriento.

El cambio social, cultural, político vendrá de la mano, como en otros países, de los desesperados. Aquellos que no tienen nada que perder son los que impulsarán ese trance y lo gestarán en entornos más globales, menos políticos y más diáfanos. Sucederá que las comunidades no ideologizadas se llevarán por delante a los que ahora “lideran” estos espacios urbanos. Así, una movilización se convertirá en movimiento. Sucederá cuando muchos de los que aun tienen que metabolizar el somnífero lo expulsen. Será cuando, gracias a que unos pocos idealistas mantuvieron esos territorios de debate ciudadano acampados, los más desesperados saldrán a la calle de verdad y lo harán organizados gracias a las redes. Como dije, las redes señalaron y los medios tradicionales difundieron desde el principio. Eso fue así y negarlo es negar la evidencia.

Este país requiere de criterio en la protesta. Considero que si bien es correcto y estimulante reaccionar ante la tomadura de pelo lírica que estamos viviendo, también es cierto que la crítica limitada a crujir el sistema capitalista es un error pues aparta a mucha gente del “proyecto despertador”. Veamos, si es cierto que en este país hay una generación perdida por culpa de estar hipotecada hasta el infinito y que un millón de personas ya han perdido su vivienda por embargo, también lo es que estas mismas personas cayeron en el juego que el sistema les ofrecía. Que cada uno atienda sus apuestas es justo, ahora bien, que con mi dinero se cubra la quiebra de los bancos por haber financiado esas operaciones no lo es.

Cuando se exige que no se mantenga la deuda a una familia que es embargada por no pagar su hipoteca se obvia un factor clave: el contrato suscrito por acuerdo es bilateral. Ambas partes pactaron un precio, un coste y un valor de depósito. Si eso pudiera compartirse en las pérdidas (eliminar la diferencia de valor embargado sobre deuda pendiente) también sería preciso aplicarlo en tantas operaciones de beneficio especulativo. Si quiero que el banco asuma mi desajuste a la baja lo justo sería aportarle una parte del beneficio cuando lo vendo por más de la deuda pendiente. Eso parece absurdo pero no deja de ser el juego a la inversa.

Ahora bien, como ese contrato está establecido en base a una libertad de acción de banco y cliente, no entiendo por que, una vez se ha visto que los bancos financiaron operaciones ruinosas y pisos que ahora valen la mitad del dinero prestado, tenemos que pagar su mala cabeza. Digamos que estoy de acuerdo en que cada uno aguante su vela y, si tu piso vale menos que lo que debes haber calculado mejor o haber leído a quienes dijimos que no lo hicieras, asume tus decisiones, como también estoy en contra en que las entidades financieras no deban asumir su miseria y sean ellas las beneficiarias de las ayudas que los que pierden pisos no perciben. Cobrar socialmente las deudas pero no sociabilizar las ayudas. El insulto es de tal calibre que dan ganas de quemar las tarjetas de crédito.

La banca en España no ha caído porque la están soportando los españoles con sus impuestos vía FROB y otros artilugios como no revalorar el coste auténtico de su patrimonio no vendido y si financiado. Sabemos que no cubrirán ese reajuste y procederán a valorar una quita tarde o temprano del préstamo que soporta el Fondo en cuestión. Cuando eso pase, y sin emitir más deuda extraordinaria que no sea para refinanciar la dispuesta, el asunto lo acabarán pagando los españolitos de a pie. Con eso sólo es suficiente para negarse a aceptar los embargos por impago. No está justificado que el contravalor posterior a la venta sea inferior y eso obligue a tener una deuda eterna, pues la métrica del mercado está prostituida por la narcotización contable que vive la banca.

Yo sigo con mis trece. Me niego a que con mis impuestos se financie el mayor robo organizado vivido por este país y otros de nuestro entorno. Creo que la protesta social debe mantenerse y organizarse, hacerse grande y ampliar su espectro ideológico hasta perderlo en gran medida. El gap es que España necesita unos 150.000 millones de euros extra para recapitalizar su sector bancario y solo lo logrará tomándonos el pelo de nuevo a todos. Lo hará vía impuestos, reducción de servicios y con acrobacias políticas que lo justifiquen. No lo va a proporcionar ningún inversor privado, sino que lo tendrá que hacer el FMI y la UE por lo que deberemos aun más dinero, lo que a la larga seguirá hipotecando el futuro de este país. La ideología no cabe en este asunto, entra de lleno en la miseria y en el cierre de un modelo que debemos reinventar desde la calle y con ímpetu emprendedor.

Apoyo las acampadas, pero les exijo un mayor espíritu conciliador con los que no pensamos como ellos, un pensamiento capaz de entender fuera de sus planteamientos a los que cuando nos acercamos nos sentimos expulsados por un modelo asambleario que se pasa horas discutiendo la manera de asamblear.

Quiero emprender y que se emprenda, que se dinamice un modelo de crear empleo, que se de respuesta empujando, que lo hagamos todos, que respondamos a los políticos con algo más que ideas, con actos, con más que pancartas, con espíritu de sacrificio y que no se mire mal a quien, de buena fe, arriesga su patrimonio todos los días para que su vida mejore en un afán por emprender un negocio, muchas veces poco rentable y otras capaz de ofrecer una vida mejor a mucha gente.

Ser emprendedor y acampar ahora no parece algo lógico. Si queremos que este país reaccione, debemos caber todos en esa protesta, cada uno en su medida, pero sin protocolos, normas y jerarquías. Apoyo a los acampados pero sacudan sus prejuicios (que los tienen) pues no es hora de ideología sino de emprender, de activarse y de descloroformizarse, y no tengo claro que en esas tiendas de campaña de marca se esté despertando una sociedad.

El 46 por ciento de los parados lleva más de un año buscando trabajo sin éxito, un 10 por ciento más que el año pasado, lo que agrava su situación personal y el peligro de exclusión, ha advertido hoy Cáritas. “Es el desempleo del desempleo, personas que llevan cuatro o cinco años buscando trabajo y que caen en la más profunda desmotivación, desestructuración personal y fractura social”, ha advertido el secretario general de la organización, Sebastián Mora. Prueba de este fenómeno de “desesperanza” es el hecho de que, en un año en que el desempleo ha seguido aumentando hasta afectar a casi 5 millones de trabajadores, el número de personas que ha pedido ayuda a Cáritas para encontrar empleo ha descendido en un 12 por ciento. Mora ha destacado estas cifras en la presentación del informe de los Programas de Empleo de Cáritas en 2010, que revela que la organización asistencial de la Iglesia Católica ha atendido, asesorado y formado a 83.952 personas, de las que un 20 por ciento han conseguido un puesto de trabajo.

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