Startups y el miedo

A través de Tech Valley me entero de un estudio muy interesante llevado a cabo recientemente. El Startup Genome Project es un proyecto que pretende modelar y analizar lo que provoca que algunas empresas logren tener éxito y otras no. El equipo espera que los conocimientos generados a través de este proyecto ayude a crear herramientas útiles para aumentar las tasas de éxito de nuevas empresas durante sus períodos iniciales de crecimiento, así como investigar sobre las dificultades para que nuevas empresas puedan ser más eficientes.

Sin embargo lo interesante es la voluntad de confeccionar un mapa mundial de los ecosistemas de startups, con el fin de compararlos entre sí y descubrir los factores que determinan el éxito o fracaso de un proyecto emprendedor, ha llevado a Startup Genome Project a recopilar, desde hace más de un año, información de estos emprendimientos alrededor del mundo, hoy en día su base de datos suma 16.500 startups contabilizadas. Una parte de los resultados conseguidos por este proyecto se puede apreciar en un ranking de las ciudades más importantes en proliferación de startups, confeccionado gracias a la masa de información cualitativa y cuantitativa aportada por su herramienta comparativa Startup Compass, que permite a los emprendedores evaluar su progreso con respecto a otras startups de su localidad o del resto del mundo.

Este ranking agrupa a las 25 ciudades del mundo más destacadas en desarrollo de startups, de acuerdo a su actividad total en la base de datos de Startup Genome. Aunque la confección de esta lista no tuvo la intención de ser usada para determinar qué ecosistema es mejor si habla de donde se está centrando la actividad emprendedora en un entorno determinado y puede invitar a crear ecosistemas mucho más relevantes y focalizados. Las zonas más emprendedoras del planeta son: Silicon Valley (San Francisco, Palo Alto, San José, Oakland), Nueva York, Londres, Toronto, Tel Aviv, Los Ángeles, Singapur, São Paulo, Bangalore, Moscú, París, Santiago de Chile, Seattle, Madrid, Chicago, Vancouver, Berlín, Boston, Austin, Bombai, Sidney, Melbourne, Varsovia, Washington D.C. y Montreal son las 25 ciudades más prolíficas en lo que al desarrollo de startups se refiere.

Mi artículo del pasado domingo en ABC versaba sobre uno de los elementos que provoca una parálisis ante la voluntad de emprender: el miedo.  Mi pregunta es sobre ¿si cuando un territorio determinado es muy emprendedor, hay una mayor y mejor gestión del fracaso?

En unas horas volveré a aterrizar en el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre de Quito en Ecuador. Está considerada una maniobra compleja para un Airbus A340-600 como en el que nos llevará. Su pista a más de 3.000 metros de altura, la neblina y la humedad suele complicarla un poco. Sin embargo, la ilusión convierte en anécdota cualquier temor. Y de ilusión debemos alimentarnos para afrontar el momento actual. Tras comprobar que el presidente del gobierno ejerce de contable, que la casta política vive en un universo paralelo sin entender el instante de la historia que vivimos, de descubrir que la palabrería de apoyo al emprendedor o al cambio en el modelo de crecimiento son tópicos sin sustancia, perder el miedo es fundamental. Hay que deshacerse del pánico a enfrentarse a la pista de aterrizaje más peligrosa y abandonar la parálisis que tanto les gusta a los que nos gobiernan por ser menos embarazosa que la acción ciudadana, quitarse de encima esa desidia dependiente de la ayuda o la subvención es imprescindible. Los que rigen en Europa son de aurora boreal.

Por ejemplificar su escasa visión de futuro tenemos lo de mantener el IVA de los libros en un 4% y subir el de los ebooks al 21%. Por eso pienso que nosotros a lo nuestro. Ahora más que nunca es preciso no quedarse hierático en la carretera cegados por los faros del camión que se acerca irremediablemente. Debemos correr, probablemente lejos de esa intensa luz, seguramente a territorios que ahora no están iluminados pero que, con tesón, nosotros mismos daremos claridad. Aquí todo el sistema gira alrededor de ajusticiar al emprendedor que fracasa y con ello se afianza el miedo al fracaso como buscan algunos. Es el modo por el que se le quitan las ganas a los que pensaban ponerse al frente de algún proyecto y ejercer críticamente de electrón libre al sistema.

Para los que les haga zozobrar ese pánico, para los que el pavor a caer heridos en el intento de emprender les paralice, les invito a pensar que tras un mal vuelo uno puede hacer dos cosas: alimentar el miedo a volar para siempre o tomar un avión lo antes posible y enfrentarse de nuevo al apasionante mundo de descubrirte a ti mismo. Emprender es conocerse mientras superas tus propios temores.

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