Marc Vidal Marc Vidal

Juegos Olímpicos de inverno en Beijing y el debate sobre el control social

Los Juegos Olímpicos no tratan solo de deporte, en realidad son un escaparate inmejorable para el país anfitrión. Y los Juegos de Invierno de este año no son diferentes. Beijing está llevando a cabo sus Juegos Olímpicos en medio de la pandemia, lo que les ha permitido poner en práctica algunas medidas, que ellos aseguran son por seguridad, que bien podrían parecer que pertenecen a una película de ciencia ficción donde la sociedad ha perdido su libertad individual en detrimento de una hipotética protección social.

Los Juegos Olímpicos no tratan solo de deporte, en realidad son un escaparate inmejorable para el país anfitrión. Y los Juegos de Invierno de este año no son diferentes. Beijing está llevando a cabo sus Juegos Olímpicos en medio de la pandemia, lo que les ha permitido poner en práctica algunas medidas, que ellos aseguran son por seguridad, que bien podrían parecer que pertenecen a una película de ciencia ficción donde la sociedad ha perdido su libertad individual en detrimento de una hipotética protección social.

Los Juegos Olímpicos que estos días están llevándose a cabo bien podrían ser una diapositiva de lo que nos espera. Miras a China y ves las políticas del presente y su relación con su cultura milenaria. Y es muy preocupante la deriva autoritaria que puede tener el uso intensivo de la tecnología en manos del Estado o de grandes conglomerados privados. En China y, atentos, en cualquier otro país del mundo. No soy de los que piensa que nos están escuchando todo el día. Por mi trabajo sé que el monitoreo que sufrimos todos se basa en el que y no tanto en el quien. A las grandes plataformas les interesa que hacemos y no quienes somos. El problema es que es muy fácil modificar eso. Es muy sencillo saber quien es el que hace algo concreto y como.

Os recomiendo leer el libro ‘Red Mirror: ¿qué futuro se escribe en China?’ del periodista italiano Simone Pieranni, donde se explica que el desarrollo tecnológico de China es un elemento clave en el crecimiento de la economía de las últimas dos décadas, pero también un formidable aparato de control social. Lo detalla asegurando que los teléfonos inteligentes hacen la vida más fácil, pero permiten hacer un seguimiento minucioso de la actividad de los ciudadanos; los puntos que se asignan según el cumplimiento de las leyes, aseguran un mayor apego a las normas y automáticamente generan listas negras, personas marcadas y señaladas; las ciudades inteligentes son una proeza de la planificación y el bienestar, y tienen implícito un sistema de vigilancia y castigo. De momento parece que es imposible el progreso sin que eso no conlleve una mayor intromisión del Estado la esfera privada.

Sin alarmar a nadie, sí me gustaría que este vídeo fuera un toque de atención. Si miramos a China podemos identificar lo que no queremos. Si nos miramos con detalle nosotros podemos identificar el embrión de cosas que allí ya pasan. Hoy te voy a describir algunas de las tecnologías que allí se están utilizando bajo la excusa vírica pero que conllevan derivadas peligrosas. La tecnología es lo mejor que tenemos, la herramienta que nos mejora la vida de un modo más intenso, la defiendo desde que tengo uso sociológico de razón, pero por eso, también sé que, su mal uso, su uso desleal puede ser todo lo contrario. El fino espacio entre la libertad que proporciona tener más conocimiento gracias a la digitalización y la prisión que supone el control de tus datos, es lo que debemos limitar bien.

Cerca de 3000 atletas, además de miles de participantes más, incluidos entrenadores, personal y medios de comunicación, estarán dentro de una burbuja olímpica. El nombre ya tiene su que. Los Juegos mostrarán innovaciones de alta tecnología en todas las escalas, desde inteligencia artificial hasta infraestructura de Internet e incluso una nueva forma de mantener el hielo fresco . También servirán como sede para el lanzamiento oficial de la moneda digital de China, e-CNY, que será uno de los únicos mecanismos de pago aceptables en la Villa Olímpica de Invierno de Zhangjiakou.

Aquí hay cinco tecnologías que no solo impulsarán los Juegos Olímpicos de Beijing, sino que prometen transformar la vida en el país mucho después de que terminen los Juegos.

1. Robots por todas partes

La Villa Olímpica está poblada con cientos de robots que ayudan a mantener la distancia entre los atletas y el personal local haciendo de todo, desde entregar paquetes hasta preparar hamburguesas. 

Los robots ayudan con la atención médica de los atletas, recolectan basura e incluso dispensarán desinfectante para las manos. Los robots itinerantes escanean el aire en busca de partículas y desinfectan las habitaciones. Una flota de 120 robots de catering está disponible para servir comida las 24 horas del día, los 7 días de la semana en el comedor del área de medios. 

Fuera de la burbuja olímpica, han desplegado robots en las calles de las ciudades y los campus universitarios para entregar paquetes y, dentro de los lugares de eventos y hoteles , para brindar servicios a los invitados. Los gigantes del comercio electrónico y la entrega de alimentos Alibaba, Meituan y JD.com se han comprometido a poner miles de robots de mensajería en las carreteras para reducir costos.

2. Una app que vigila a todo el mundo

Todos los que se encuentran dentro del circuito cerrado de los Juegos Olímpicos (atletas, medios de comunicación y espectadores por igual) deben usar la aplicación My 2022 especialmente desarrollada dos semanas antes de ingresar al área sellada. Una vez dentro de la Villa Olímpica, los participantes también se someten a pruebas PCR diarias. La aplicación rastrea los datos de salud de los participantes, como la información de vacunación, así como los resultados de las pruebas diarias. 

Para poder salir de sus habitaciones y viajar entre las instalaciones, todas las personas dentro del circuito deben recibir una señal verde que indica resultados negativos de PCR dentro de las 24 horas anteriores al escanear sus pases. El sistema de semáforos se asemeja al sistema de códigos QR que los residentes chinos han utilizado para moverse por el país durante la pandemia.

Aunque proteger la privacidad de los ciudadanos y frenar la recopilación de información innecesaria ha sido una prioridad política importante de los reguladores de Internet de China, especialmente con la aprobación de la Ley de Protección de Información Personal el año pasado, una investigación realizada por Citizen Lab descubrió que la aplicación My 2022 recopila información del usuario y la comparte con terceros: algunas de las compañías tecnológicas más grandes de China, incluidas Huawei, Xiaomi, Tencent e iFlytek. 

La política de privacidad de la aplicación especifica que puede compartir información del usuario sin consentimiento en circunstancias relacionadas con la seguridad nacional y la salud pública. La aplicación también contiene una lista de palabras clave que se pueden censurar.

3. Todos monitorizados con camas inteligentes

Los apartamentos de los atletas han sido equipados con colchones de espuma viscoelástica que controlan la respiración y el ritmo cardíaco. Estas camas inteligentes están diseñadas para capturar la ‘firma corporal’ de cada atleta e incluso pueden enviar informes a sus entrenadores sobre cambios en los signos vitales.

Si bien las camas de alta tecnología podrían ayudar a algunos de los mejores atletas del mundo a dormir más profundamente, muchos de los usuarios de estas camas no han encontrado tan cómoda esa implementación de tecnología de seguimiento de sus signos vitales. Esto es algo que ha empezado a ser norma en algunas empresas chinas por cierto.

Algo que, cuando los empleados de una empresa de tecnología con sede en Hangzhou recibieron cojines para sillas de oficina que podían monitorear de manera similar sus signos vitales, como la frecuencia cardíaca y los niveles de alerta física, descubrieron que sus supervisores también estaban usando la tecnología para realizar un seguimiento de sus descansos y horas de trabajo. Dicen que tienen la sensación de estar constantemente vigilado en el trabajo.

4. Tecnología 5G constante.

¿Recuerdas cuándo los funcionarios estadounidenses y europeos se preocuparon por la seguridad de la tecnología 5G china? En estos Juegos, no hay más remedio que usarla. No hay otra opción. Esta tecnología es la columna vertebral de las comunicaciones dentro de un circuito cerrado, alimentándolo todo, desde un tren de alta velocidad entre Beijing y la Villa Olímpica hasta los minibuses autónomos que circulan libremente por todas partes. 

Para justificar el uso del 5G, el tren está equipado con un estudio de transmisión de la CCTV en alta definición brindando acceso constante a Internet, incluso mientras viaja a través de túneles a 350 kilómetros por hora. Dentro de la Villa Olímpica, el 5G hace que Internet sea más rápido para los atletas, a quienes, según se les informa, se les permite acceder libremente a sus redes sociales, algo que normalmente está bloqueado en China. Aun así, el comité Olímpico de EE.UU. advirtió que es probable que se vigile la actividad en línea de todos ellos. 

y 5. Una moneda digital que controla el capital.

Según los organizadores chinos, en la burbuja olímpica, no habrá una "expansión desordenada del capital. Los Juegos serán la primera oportunidad a gran escala para que los visitantes de fuera de China utilicen la nueva moneda digital del país. La moneda digital del banco central permitirá a las autoridades chinas rastrear cómo se mueve el dinero a través del país y se pretende que sea tan fácil de usar como las populares plataformas de pago digital WeChat Pay y Alipay. 

Dentro de la burbuja olímpica, las únicas formas de pago aceptables serán el efectivo, las tarjetas Visa y la moneda digital e-CNY. El yuan digital ya se acepta dentro de China a través de WeChat, JD.com y Alipay, y los funcionarios informan que al menos 140 millones de personas ya se habían registrado hasta el pasado noviembre. Los atletas y entrenadores visitantes podrán pagar con pulseras portátiles que pueden agitar para pagar con e-CNY dentro de la Villa Olímpica.

Esta lista de implementaciones tecnológicas en los Juegos Olímpicos de China podrían parecer anécdotas puntuales pero, desde mi punto de vista, debería ser un espejo en el que no deberíamos vernos reflejados en el futuro. La distancia entre el uso inteligente y nutritivo socialmente de la tecnología y el control absoluto a partir de ella, es muy corta.

La aplicación WeChat se puede utilizar para realizar cualquier actividad de la vida diaria en China. Es impresionante como está involucrada en toda la vida social y pública de las personas, por lo que es realmente difícil prescindir de esa aplicación. El riesgo es replicar según que cosas. Mira, recientemente WhatsApp lanzó en Brasil un proyecto piloto para permitir a los usuarios pagar mediante la aplicación, que es lo que hace WeChat. Esto se vincula con un modelo de negocio que consiste en ganar dinero con las transacciones, cosa que por el momento Facebook, Instagram y Whatsapp no hacen. Pero que sin duda el algo que protagoniza los sueños más húmedos de Mark Zuckerberg.

Nos paramos en esa aplicación. En China WeChat es sinónimo de teléfono móvil. Imaginemos que encendemos el móvil y en lugar de la pantalla que conocemos ahora, encontramos una especie de página de inicio desde la que se accede a la mensajería, redes sociales, Instagram, cuentas bancarias, compras, reservaciones, etc. Una especie de sistema operativo de aplicaciones: todos los otros sistemas tendrían que «correr» dentro del suyo. Eso es lo que hace WeChat. Y eso significa dinero, pero sobre todo una enorme cantidad de datos. Y precisamente, por razones tecnológicas, políticas y demográficas, China se está convirtiendo en la gran potencia del big data.

Pero, si esto te preocupa, y atendiendo a los desarrollos que se usan en la burbuja olímpica, ojo a esto. Los sistemas de puntuación social (los social score) serían una especie de cualificación del ‘buen ciudadano’. Este sistema de crédito social nació con una doble función: se trata de una forma de regulación económica para las empresas, y de control a las personas por otro lado. No existe todavía un sistema unificado y nacional de crédito social, sino muchos experimentos. Pero ya se puede ver que se trata de asignar un puntaje a cada persona en función de su confiabilidad en términos administrativos, penales y cívicos. Por supuesto, en un Estado de partido único, los criterios para juzgar a una persona pueden ser problemáticos. Pero por el momento, aunque existen también en China intentos de reflexión sobre la protección de la privacidad y el uso de los datos, la idea del crédito social está aceptada por casi todos allí porque la población china lo percibe como un sistema realmente capaz de garantizar una mayor seguridad y armonía social. Vaya… lo de desayunar cloroformo es muy peligroso.

No sé a ti, pero a mi me parece inquietante llegar a ese nivel, pero igual no estamos tan lejos. Piensa en todas las veces en que somos evaluados y calificados. Cuantas veces lo hacemos nosotros incluso hacia los demás con sistemas de valoración en múltiples plataformas. La diferencia es que en Occidente, nos evaluamos entre ciudadanos; en China, es un proceso que viene de arriba. En este canal encontrarás videos sobre la cadena de bloques, criptomonedas y, especialmente sobre la Web3, ese mundo digital descentralizado donde los intermediarios desparecerán y donde podremos relacionarnos los individuos sin el control de plataformas o gobiernos. Por lo menos eso dicen…

En todo caso, como defensor de la tecnología, como impulsor de la misma, espero que no la fastidiemos otra vez. Que el futuro sea simplemente un escenario de control por culpa de esos desarrollo o que por el contrario nos ayude a construir una humanidad tecnológicamente más humana, al final dependerá de nosotros. Exijamos a nuestros dirigentes que se instruyan en lo que eso significa y que planteen y expliquen su hoja de ruta al respecto. ¿cuantos ministros, diputados, secretarios de estado o funcionarios de alto nivel podrían definir correctamente que es ‘blockchain’, un sistema experto, web3 o diferenciar entre machine learning y deep learning? Pues eso… que seguramente el desconocimiento es el mayor riesgo.

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La 'nueva normalidad' y el riesgo de 'nula privacidad'

Muchos aseguran que tras la pandemia vamos a vivir en un nuevo mundo y que va a cambiar nuestro modo de entender la propia existencia. Pero me temo que eso no va a ser así en términos generales. Poco a poco el ser humano tiende a su manera ‘media’ de actuar y pensar. Los cambios de comportamiento requieren mucho tiempo y sucesos más extensos en el tiempo. Sin embargo, hay detonantes que sí actúan de manera importante en algunos campos de la vida. Por ejemplo, en la adopción tecnológica esos cambios sí suelen ser rápidos. Mutaciones que se adelantan en la línea de tiempo sobre los cambios económicos y sociales. Esta crisis actual va a hacer más por la normalización de los robots y por la transformación digital que ningún plan estratégico anterior.

Muchos aseguran que tras la pandemia vamos a vivir en un nuevo mundo y que va a cambiar nuestro modo de entender la propia existencia. Pero me temo que eso no va a ser así en términos generales. Poco a poco el ser humano tiende a su manera ‘media’ de actuar y pensar. Los cambios de comportamiento requieren mucho tiempo y sucesos más extensos en el tiempo. Sin embargo, hay detonantes que sí actúan de manera importante en algunos campos de la vida. Por ejemplo, en la adopción tecnológica esos cambios sí suelen ser rápidos. Mutaciones que se adelantan en la línea de tiempo sobre los cambios económicos y sociales. Esta crisis actual va a hacer más por la normalización de los robots y por la transformación digital que ningún plan estratégico anterior. 

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Hace unos meses, hablábamos de como la automatización y la robotización, amenazaban algunos de los comportamientos socioeconómicos mejor anclados en nuestro modo de vida. No obstante ahora, la adopción necesaria de mucha tecnología aplicada, lo ha acelerado de manera irreversible. Hasta hace bien poco, los robots de Boston Dynamics no eran más que una especie de ‘meme’ viral sobre la evolución sorprendente de la robótica de última generación, pero ahora ya podemos ver como uno de sus desarrollos comerciales, el robot ‘Spot’, una especie de perro robótico al más puro estilo ‘Black Mirror’ controla el distanciamiento social en los parques de Singapore.

Como digo, en Singapore, ya están usando uno de estos robots como si fuera una especie de supervisor a fin de velar por el cumplimiento de las normas de distanciamiento físico (no soporto el concepto ‘distanciamiento social’) en los parques de esa ciudad asiática. Para cumplir con esa función, el bicho eléctrico tiene instalada una cámara que le permite identificar esa medida. Aseguran que ese dispositivo no incumple con los requerimientos de privacidad de las personas pues no tiene permiso para grabar su recorrido.

No es un policía, se trata de una especie de agente de información que emite un mensaje recordando a los visitantes del parque que apliquen las medidas seguras de distanciamiento físico. Si la prueba resulta exitosa, NParks considerará desplegar a Spot en otros lugares de la ciudad. Además, como funciona de modo autónomo, no se necesitan patrullas humanas, lo que ayuda a minimizar el riesgo de contagios entre personas y su exposición al virus por si hubiera algún rebrote. Los datos que recogen este robot están centralizados para su consulta a tiempo real. Cualquier persona puede saber desde su teléfono móvil la densidad de visitantes que tiene un espacio público concreto y decidir si quiere o no arriesgarse al contagio. De locos.

También vamos a normalizar otras tecnologías por supuetso. Por ejemplo, Francia está utilizando la inteligencia artificial para verificar si las personas usan máscaras en el transporte público. Para ello el país galo está integrando nuevas herramientas de inteligencia artificial en cámaras de seguridad en el sistema de metro de París para verificar si los pasajeros usan máscaras faciales. El software, que ya se ha implementado en otras partes del país, comenzó una prueba de tres meses en la estación central Chatelet-Les Halles de París hace unos días. La startup francesa DatakaLab, que creó el programa, dice que el objetivo no es identificar o castigar a las personas que no usan máscaras, sino generar datos estadísticos anónimos que ayudarán a las autoridades a anticipar futuros brotes de COVID-19. De momento vamos con cuidado con eso de tentar a la privacidad. Veremos como acaba.

Este programa piloto es una más de las medidas que las ciudades de todo el mundo están introduciendo a medida que comienzan a desescalar los confinamientos previos. Aunque Francia, como España, inicialmente no animó a los ciudadanos a usar máscaras, ahora las ha convertido en obligatorias en espacios públicos. La introducción del software de inteligencia artificial para monitorear, y posiblemente hacer cumplir estas medidas, parece ser que será vigilada de cerca. La difusión del software de reconocimiento facial y vigilancia impulsado por este tipo de inteligencia artificial en China, ha preocupado a muchos defensores de la privacidad en Europa, Latinoamérica o Estados Unidos. No obstante, la pandemia es una amenaza y, por defecto, los gobiernos se sienten capaces de priorizar la seguridad médica por encima de la privacidad individual. Además consideran que por esa razón, los ciudadanos van a digerir mucho mejor cualquier medida de este tipo. Si nos fijamos, estamos aceptando casi sin rechistar el derribo de algunas de las barreras éticas que no hubiéramos permitido hace apenas tres meses. Parece que no tenemos otro remedio. Para pensar. 

En DatakaLab insisten en que su software cumple con el Reglamento General de Protección de Datos de la UE. La compañía ha vendido todo tipo de análisis de video impulsados ​​por inteligencia artificial durante los últimos años, utilizando la tecnología para generar datos en tiendas y centros comerciales que traducía en conocimiento sobre la demografía de sus clientes. Si te das cuenta la tecnología ya existía y se utilizaba, pero nunca fue para vigilarnos, sino para conocernos. Esto es lo que está cambiando. Y aunque la tecnología como la de DatakaLab solo es una prueba piloto, es probable que se convierta en un elemento básico de la vida urbana en el futuro cercano. A medida que los países comiencen a sopesar el daño económico de un bloqueo contra la pérdida de vidas causada por más infecciones por COVID-19, se ejercerá una mayor presión sobre las medidas de mitigación como las máscaras obligatorias.

El riesgo, el reto en definitiva, es comprobar si, aunque la pandemia ciertamente ha creado nuevos modelos de uso para la tecnología, no se convierta en una amenaza a los valores de privacidad o a la invasión de nuestra intimidad. El debate está sobre la mesa y no va a ser sencillo resolverlo. En los laboratorios más avanzados del mundo se están diseñando modelos de rastreo de contactos, vigilancia social y acción directa sobre el compromiso colectivo, para luchar contra el contagio masivo al saber que la inmunidad de rebaño está muy lejos y que a la vacuna aún le falta tiempo.

Un debate que no va a poder evitarse es el que resulta de analizar si el uso de la tecnología supera los patrones de privacidad y respeto a la intimidad. La ‘nueva normalidad’ tiene mucho de esto. De como esas tecnologías trabajan en el rastreo y tracking de contagios. El desafío es lograrlo en base al respeto de nuestro modelo social que tanto nos ha costado alcanzar. Los ejemplos se van a ir amontonando poco a poco y, siempre, tendrán un objetivo primario, luchar contra la pandemia, y, en ocasiones, uno secundario, vigilarnos. 

Sigamos con los ejemplos. Una de las organizaciones sanitarias más grandes de Israel está utilizando la inteligencia artificial para ayudar a identificar quienes, de las 2,4 millones de personas que cubre el estuido, tienen mayor riesgo de sufrir complicaciones graves por COVID-19. Maccabi Healthcare Services afirma que este sistema, desarrollado junto con la compañía de inteligencia artificial Medial EarlySign, ya ha identificado al 2% de ese grupo, lo que equivale a alrededor de 40.000 personas. Después de identificarlas, esas personas se someterán a pruebas de diagnóstico por vía rápida. 

Este es también un uso actual de la tecnología adaptada de otra anterior. La IA en cuestión es la versión rebozada de un sistema entrenado para identificar a las personas con mayor riesgo de complicaciones ante la gripe. Para dicho entrenamiento, los investigadores usaron millones de registros recopilados desde hace 27 años. Para realizar sus predicciones, el sistema se basa en una variedad de datos médicos, que incluyen la edad, el índice de masa corporal, trastornos de salud y los antecedentes de ingresos hospitalarios. Esa IA puede rastrear una gran cantidad de registros y detectar a las personas en riesgo de sufrir una infección problemática de un modo imposible de hacer en otra situación.

El uso de la inteligencia artificial para identificar a las personas vulnerables podría salvar vidas a la vez que vulnera de un modo importante la intimidad de las personas. Ese uso ‘justificado’ gubernamentalmente permite aislar a la población de alto riesgo alojándolos en espacios ‘free-covid’ para hipotéticamente no contagiarse en condiciones normales. El riesgo de recorte de libertades individuales es tan evidente que asusta. La excusa, en estos casos, se llama ‘asintomáticos’.

Pero introducir esa herramienta en otros países podría no ser tan sencillo. En Estados Unidos o en España, por ejemplo, los registros médicos se almacenan en muchos sistemas diferentes de atención médica lo que garantiza cierta complejidad para cruzarlos y resolver sobre la limitación de movimientos y la de incluir a grupos sociales en diferentes catálogos con diferentes niveles de libertad individual. Lo siguiente, te lo garantizo, será un esfuerzo ingente por parte de las administraciones en la creación de un único conjunto de datos que reúna la información de todos los pacientes de los grandes hospitales. Olvídate de ser propietario de tu historial médico, eso se va a compartir con quienes deciden distribuir la atención sanitaria. Quien sabe si esa atención dependerá de tu grado de aceptación en compartir tus datos. Pasaremos de pagar impuestos a pagar impuestos y datos.  

Es obvio que la vida que conocíamos va a cambiar mucho. Con la excusa de llegar a ese término tan peligroso de ‘la nueva normalidad’ se esconde todo un entramado de control social. No digo que sea voluntario, tal vez es una deriva lógica al miedo de que el virus regrese y se expanda. Sin embargo, la víctima colateral se llama libertad y nuestra realidad social futura y de comportamiento colectivo tendrá mucho que ver en el modo en el que la tecnología se utilice finalmente. La tecnología no es negativa nunca, siempre es un avance. El problema es el modo en el que se utiliza y los límites que se esté dispuesto a superar. Si me apuras, las barreras personales que estemos dispuestos a aceptar que se derriben.

Seguirán las excusas. Dirán que debemos prepararnos para un mundo en el que pasaremos mucho tiempo sin tratamientos ni vacunas efectivas y que, para vivir en este mundo sin tener que estar confinados todo el tiempo, la única opción será la de permitir que nos vigilen. Para esa vigilancia existen múltiples desarrollos que hasta la fecha eran para conocernos comercialmente y que, ahora, pasarán a ser herramientas muy útiles en el rastreo. La diferencia radicará en las cláusulas que otros decidirán aceptar por nosotros. Se avecinan nuevas reglas de comportamiento y organización social y está por descubrirse si algunas de las cuales probablemente permanezcan mucho después de que la crisis haya terminado. 

Si leemos lo que se cuenta por ahí, vemos que hay cierto consenso sobre cómo podría ser esa nueva normalidad. Se tratará de prácticas en el rastreo de contactos, monitorización de enfermedades, sometimiento a pruebas regulares a un número masivo de personas y a la creación de salvoconductos para personas inmunes. Es evidente que vamos a un escenario más cercano a un mundo orweliano que a la ‘vieja normalidad’. El problema es que hay un motivo para hacerlo y casi parece una obviedad que lo aceptemos. El desafío es conjugar esa privacidad que vamos perdiendo con una lucha eficiente contra el virus. A veces parece que nos encontramos en plena metáfora de la rana y el agua hirviendo.

Aunque este nuevo orden social parece impensable para la mayoría de los habitantes de los llamados países libres, cualquier cambio puede volverse normal rápidamente si las personas lo aceptan. En este caso hay un aspecto que suele ser clave. La sociedad no quiere incertidumbre, no soporta la indecisión. Por ese motivo, ante lo imprevisible del futuro, de un modo general se prefiere una norma impositiva que las dudas políticas. Por ejemplo. Muchos pensamos que un pasaportes de inmunidad podría sonar discriminatorio para los que hayan ejecutado correctamente todos los elementos de seguridad ante los contagios. Sin embargo, repetido adecuadamente desde la administración, al final parecerá un seguro de vida para todos y un bien común. La realidad sería otra, pero se vendería bien en términos generales. A eso vamos.

Y ahora viene el mapa de seroprevalencia. En teoría algo anónimo que se utiliza a nivel estadístico. Se trata de un análisis de datos a nivel nacional para comprender mejor cómo se propaga el virus y detectar las zonas de alto riesgo que podrían necesitar más test, recursos médicos u otra cuarentena. Pero curiosamente nadie nos explica que hay otros modos de hacerlo sin tener que ir analizando uno por uno a los ciudadanos de cualquier zona. Para medir la prevalencia del virus sin espiar directamente a las personas podría ser el registro colectivo de información mediante las páginas web como COVIDnearyou.org, deducciones por el volumen de búsquedas de Google sobre los síntomas de COVID-19 en diferentes sitios, o incluso buscar el virus en muestras de aguas residuales.

Estaría bien que, en lugar de discutirse e insultarse en el Congreso de los Diputados, nuestros dirigentes deberían iniciar un debate serio de como van a usar nuestros datos y hasta que punto van a violar nuestra intimidad. Ese debate es mucho más importante que otros que se suceden pornográficamente cada quince días. Se de be iniciar un debate detallado sobre cómo se van a usar los datos de las personas con la excusa del bien común. En todo ese debate se tiene que proteger al individuo, llevamos mucho tiempo construyendo esa realidad y esa privacidad.

El virus pasará. Tendrá, o no, otras oleadas con mayor o menor intensidad. Los sistemas sanitarios y los modelos de seguimiento están mejor preparados. La conciencia social es mucho mayor y nuestra educación para auto protegernos ha aumentado considerablemente. La crisis económica caerá a plomo sobre todos nosotros. Sin embargo, todo pasará. Lo que tal vez no regrese a un punto anterior sea la agresión absoluta a nuestra libertad individual, a nuestra privacidad y a la intimidad. El desafío estará en no conjugar una nueva normalidad que en realidad debería definirse como ‘nula privacidad’. Debemos aspirar a recuperar la vieja normalidad en lo bueno y desestimar lo malo. Un nuevo mundo pide ser construido, no la caguemos.

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¿Y si tus datos anónimos pudieran identificarte igualmente?

La Global Alliance of Data-Driven Marketing Associations encargó una encuesta global sobre como vemos en diversos países el hecho de que nuestros datos y nuestros movimientos sean utilizados por la administración. De todo cuando se desprende del estudio destaca la diferencia de percepción que tiene por ejemplo la sociedad china y la británica en el momento de aceptar, o no, que las calles estén repletas de cámaras de vigilancia y de sistemas de reconocimiento facial activos. En China les importa más la seguridad ciudadana que la privacidad y en cualquier país anglosajón todo lo contrario. 

La Global Alliance of Data-Driven Marketing Associations encargó una encuesta global sobre como vemos en diversos países el hecho de que nuestros datos y nuestros movimientos sean utilizados por la administración. De todo cuando se desprende del estudio destaca la diferencia de percepción que tiene por ejemplo la sociedad china y la británica en el momento de aceptar, o no, que las calles estén repletas de cámaras de vigilancia y de sistemas de reconocimiento facial activos. En China les importa más la seguridad ciudadana que la privacidad y en cualquier país anglosajón todo lo contrario. 

En los días en que nuestros movimientos son monitorizados en base al macro estudio solicitado por el INE a las operadoras de telefonía, este debate es interesante. Tengo claro que las garantías de que sólo se usan los datos de forma anónima y que no hay ningún complot para observarnos son absolutas. No obstante, me molestan dos cosas que distorsionan el hecho en sí. Por un lado que sea realmente muy difícil poder evitarlo de modo particular y, por otro, que se comercialice con esa información. En teoría, las operadoras van a transaccionar con el INE a partir de la oferta de los datos que nosotros generamos al movernos. 

No obstante, lo acepto, esos datos también son mercancía, casi sin saber nada al respecto, cada vez que utilizamos nuestros dispositivos en cualquier plataforma comercial, red social o aplicación. Y no nos quejamos demasiado. Solemos entender que tras esa cesión involuntaria muchas veces se esconde un beneficio u otro que nos hará la vida más fácil. Cuando el asunto es la administración pública nos intranquiliza un poco más pues no identificamos claramente cual es el beneficio que obtendremos. Hablan de facilitar la movilidad. 

Pero me preocupa la asimilación de comportamientos que deberían debatirse más ampliamente. Si a una rana la tiras a un cazo con agua hirviendo, al sentir que se quema saltará herida fuera del recipiente. Si a una rana que está en un cazo con agua fría vas poniendo de manera gradual agua cada vez más tibia y caliente hasta llegar a que hierva, esa rana morirá por costumbre. No se dará cuenta de que el agua quema hasta que sea demasiado tarde. A veces uno tiene la sensación que nos van echando, tanto empresas como administraciones, agua cada vez más caliente en el cazo que contiene nuestros datos. 

Es importante analizar de raíz que significa el uso anónimo de nuestros datos y si realmente, por el hecho de no asociarlos a una identidad concreta, están realmente a salvo de su identificación final. Pongamos como ejemplo a los científicos que han encontrado una manera de identificar prácticamente cualquier ciudadano a partir de cualquier conjunto de datos con el uso de tan solo 15 atributos. En principio se trata de características identificadas de cualquier perfil anónimo que no tienen asociada a ninguna persona concreta. Sin embargo, atributos tan simples como el género, el código postal o el estado civil sumados a tus registros médicos sin incorporar de quien son, pueden identificarte sin margen de error.

Es posible que tras dar tus datos en un ámbito de relación cualquiera, se te informe de que ‘se eliminaron tus datos de identificación personal’. De algún modo tenemos la sensación que una vez eliminado el link entre esos datos y tu identidad, éstos han quedado perfectamente ‘anonimizados’. Pero al parecer eso no es tan sencillo pues científicos del Imperial College London y de la Université Catholique de Louvain, en Bélgica, publicaron en la revista Nature Communications que habían ideado un algoritmo informático capaz de identificar al 99,98% de los estadounidenses de casi cualquier conjunto de datos disponible con tan solo 15 atributos básicos. Esos investigadores desarrollaron un método para volver a identificar a las personas a partir de fragmentos de lo que se suponía que eran datos anónimos.

Además aparece un interesante punto de análisis. En la mayor parte del mundo, los datos anónimos no se consideran datos personales; la información se puede compartir y vender sin violar las leyes de privacidad. Aun sabiendo que hay un mercado de datos global, que hay agentes dispuestos a pagar a brokers de datos anónimos acerca de preferencias en redes de citas, tendencias políticas, compras o selección de links favoritos, nos desinteresamos por ese hecho y continuamos con nuestra vida esperando que todo ello repercuta en un beneficio en algún momento. Esos datos vinculados entre sí, ahora ya sabemos que con tan sólo 15 atributos, se puede saber a quién pertenecen. De momento la demostración sólo se ha hecho con estadounidenses. Lo trascendente es que estos científicos publicaron ese código de software online para que cualquiera lo pudiera utilizar.

Para mayor preocupación, esta no es la primera vez que se demuestra que los datos anónimos no son tan anónimos como creemos. En 2016, se identificaron individuos a partir de los historiales de navegación web de tres millones de alemanes, datos que se habían comprado a un proveedor. Los genetistas han demostrado que los individuos pueden identificarse en bases de datos de ADN supuestamente anónimas por ejemplo. 

El debate no radica en la privacidad de los datos o si son para mejorar nuestra vida en un caso u otro, si son para el gobierno o son para una empresa. El asunto debe girar en sí realmente, cuando alguien nos pide esos datos con la oferta de que nadie sabrá a quién pertenecen, éstos realmente tienen garantía de ser totalmente anónimos o no.

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Blockchain, Innovación, Tecnologia Marc Vidal Blockchain, Innovación, Tecnologia Marc Vidal

La red cumple 30 años y medio mundo sigue sin conexión.

Ayer se cumplió el 30 aniversario de aquel día en el que se establecía el concepto de la red y se mostraba como se podía poner en práctica técnicamente. El 12 de marzo de 1989 Berners-Lee propuso con un documento diseñado con un ordenador Next de Steve Jobs, crear un espacio abierto para que todo el mundo compartiera ideas y conocimientos y que, sin duda, se ha convertido en una de las herramientas de transformación social más importantes jamás creadas por cuantos elementos afecta y cambios sociales ha provocado y sigue provocando. 

Ayer se cumplió el 30 aniversario de aquel día en el que se establecía el concepto de la red y se mostraba como se podía poner en práctica técnicamente. El 12 de marzo de 1989 Berners-Lee propuso con un documento diseñado con un ordenador Next de Steve Jobs, crear un espacio abierto para que todo el mundo compartiera ideas y conocimientos y que, sin duda, se ha convertido en una de las herramientas de transformación social más importantes jamás creadas por cuantos elementos afecta y cambios sociales ha provocado y sigue provocando. 

No obstante es importante diferenciar otras efemérides complementarias. Realmente lo que llamamos Internet tiene unos 50 años, la red, como decía 30 y la web propiamente dicha unos cinco años menos pues la primera página fue publicada el 6 de agosto de 1991. Por aquel entonces los que tuvimos la suerte de estar por allí, por donde se hablaba de todo esto, no podíamos tener ni idea de lo que iba a suponer todo ello. Recuerdo una conversación durante la Expo de Sevilla de 1992 en la que un miembro de la organización nos preguntaba a unos jóvenes que estábamos en unos de las visitas que se organizaron, si habíamos oído hablar de algo parecido a Internet. 

En aquel 1992, hace muy poco, se organizó el evento en el que todos los países del mundo mostraban sus avances, su innovación, su tecnología, y ningún pabellón del mundo tenía internet. Ninguno. Recordemos que lo que hubo en Sevilla fueron los  quioscos de información multimedia de IBM llamados PINAS, unos puestos de información no asistida. A través de ‘potentes’ servidores conectados con enlaces de fibra óptica estos sistemas, diseñados por la propia IBM para la Expo, representaron una innovación tecnológica que se adelantó a lo que era inminente: la llegada de Internet.  El sistema proporcionó acceso a noticias, música, vídeo, imagen, y otros tipos de información con una interface similar a las páginas web de Internet. La información no era accesible desde el exterior del recinto de la Expo.

Ahora bien, al igual que era imposible prever lo que iba a suponer todo ello, ahora tenemos dificultad para comprender los verdaderos efectos de la economía digital en las empresas y en muchos casos la opinión de éstas en cuanto a lo que significará en el futuro inmediato suele ser excesivamente simples. La economía hiperconectada es la derivada de todo aquello que empezó sin saber muy bien a donde iba. 

Pues eso, 30 años después de la propuesta original de un científico del CERN para un sistema de gestión de la información, sólo la mitad del mundo está conectado. Seguramente está bien alegrarse de hasta donde ha llegado todo, pero no estaría de más analizar donde debería llegar para que su valor sea pleno y tenga sentido.

La web se ha convertido en una plaza pública, una biblioteca, un consultorio médico, una tienda, una escuela, un estudio de diseño, una oficina, un cine, un banco y mucho más. Por supuesto, con cada nueva característica, cada nuevo sitio web, la división entre los que están conectados y los que no aumentan, por lo que es indispensable hacer que la web esté disponible para todos.

Los gobiernos deben traducir las leyes y regulaciones para la era digital. Deben garantizar que los mercados sigan siendo competitivos, innovadores y abiertos. Tienen la responsabilidad de proteger los derechos y libertades de las personas que usan Internet. Necesitamos defensores de la web abierta dentro de la función pública y también en el ámbito político. Que conozcan y entiendan la profundidad de lo que puede significar el uso del blockchain y sus beneficios sociales.

Las empresas deben hacer más para garantizar que la búsqueda de beneficios no sea a costa de los derechos humanos, la democracia, los hechos científicos o la seguridad pública. Las plataformas y los productos deben diseñarse teniendo en cuenta la privacidad, la diversidad y la seguridad. La clave de la Internet inmediata serán los datos y como la inteligencia artificial los maneja.

Lo dijo recientemente su creador. La red, hoy en día, está en la mitad del mundo. Unas 3500 millones de personas tiene acceso a la red. Es urgente garantizar que la otra mitad siga sin conexión y que todos contribuyan a una web que impulse la igualdad y las oportunidades para todos. Estamos ante una de las amenazas al equilibrio más grande que jamás hemos vivido y tiene que ver con el movimiento de millones de personas por el mundo buscando uno modo de vida determinado, en la mayoría de los casos buscando sobrevivir. La red no da de comer, pero ayuda a que se genere el conocimiento para que eso pueda pasar antes.

La web es para todos y colectivamente tenemos el poder de cambiarla. Estamos en la última etapa de la Cuarta Revolución Industrial en medio mundo, pero queda otro anclado en alguna revolución anterior. Internet, lo digital, fue la clave de está transformación digital que vive nuestro entorno pero no lo ha sido para todos, no lo está siendo. Usemos la red, todos, desde la perspectiva de que fue un regalo, un regalo a la humanidad que podía cambiarlo todo y a bien. Exijamos el uso correcto y razonable a todo tipo de organizaciones e instituciones. El blockchain, la inteligencia artificial, el big data, la privacidad, el conocimiento, la desigualdad y el desafío del acceso universal serán las claves para que la red cumpla más años y los cumpla con salud.

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El debate sobre los datos, los avances tecnológicos y la ética. Privacidad y autonomía.

Te despiertas y un mundo tecnológico se te viene encima. En horas de cambio climático, política inservible e incertidumbre económica, que la innovación tecnológica avance a la velocidad que lo hace se suele celebrar mayoritariamente. A excepción de algunos países como el nuestro, la mayoría de gobiernos compiten entre sí para atraer a las empresas de tecnología, con políticas fiscales y educativas cada vez más centradas en las necesidades de los desarrolladores de tecnología. Estamos en medio de una nueva Revolución Industrial y reverenciamos las nuevas tecnologías fijando nuestras esperanzas para el futuro en ellas.

Te despiertas y un mundo tecnológico se te viene encima. En horas de cambio climático, política inservible e incertidumbre económica, que la innovación tecnológica avance a la velocidad que lo hace se suele celebrar mayoritariamente. A excepción de algunos países como el nuestro, la mayoría de gobiernos compiten entre sí para atraer a las empresas de tecnología, con políticas fiscales y educativas cada vez más centradas en las necesidades de los desarrolladores de tecnología. Estamos en medio de una nueva Revolución Industrial y reverenciamos las nuevas tecnologías fijando nuestras esperanzas para el futuro en ellas.

Vivimos avances tecnológicos que aportan muchos beneficios sociales. Esta erupción tecnológica nos aporta datos masivos, coches sin conductor, ingeniería genética, ciudades inteligentes, inteligencia artificial o automatismos robóticos asombrosos. No seré yo quien diga que la tecnología no es algo a lo que hay que abrazarse con entusiasmo. No seré yo quien ponga en duda sus virtudes. Obviamente no seré yo, pero no tengo claro como la sociedad está realmente asumiendo el cambio más trascendental que ha vivido la humanidad en siglos.

A veces parecemos una especie de jinete que lleva una venda en los ojos. El poder y el ritmo del caballo es estimulante, pero tenemos poca o ninguna idea de hacia dónde nos lleva. Las nuevas tecnologías cambiarán significativamente nuestro mundo, es obvio. Queda por ver si sabremos convertirlo en algo beneficioso o tóxico. Las nuevas tecnologías y las que se encuentran en las primeras etapas del desarrollo tienen el potencial de aumentar los innumerables problemas del mundo o de mitigarlos. En gran medida dependerá de decisiones políticas el efecto que produzcan. Dependerá finalmente de que a quienes votemos tengan claro el momento histórico que vivimos y las decisiones que deberán adoptar al respecto.

La desgracia de algunos es que no se atisba a nadie en su catálogo electoral y político a líderes, o subalternos, que tengan la más remota idea de que supone realmente un mundo sin empleo, con un empleo distinto, automatizado, gestionando datos masivos, artificialmente inteligente o robotizado. No lo saben ni tienen interés por saberlo. Ese es el drama. Las decisiones que no se tomen ahora, las estrategias que no se determinen ahora o los programas de gestión de esta mutación socioeconómica que no se diseñen, serán las semillas de un desastre colectivo sin precedentes.

Además, si no hay política debatiendo estos cambios, tampoco hay debate ético que pueda hacerlo en base a esas decisiones oficiales. Básicamente por que, como ciudadanos digitales, las opciones disponibles para nosotros en relación con estas nuevas tecnologías son elecciones éticas. Tenemos que guiarnos por nuestros mejores principios si queremos asegurar que la revolución tecnológica actual no genere miseria para las generaciones futuras. Los líderes políticos no lo van a hacer en muchos lugares. 

Tomemos, por ejemplo, el campo de las tecnologías asistencial. Actualmente se está desarrollando toda una gama de tecnologías de asistencia para ayudar a las personas con discapacidades físicas o intelectuales, así como al envejecimiento de la población en todo el mundo occidental. Abordando una gama de necesidades, estas herramientas están diseñadas para facilitar la vida de los usuarios y de los cuidadores. Serán utilizadas por los miembros más vulnerables de nuestra sociedad, haciendo que las cuestiones éticas sean particularmente importantes.

Concretamente, como miembro del d-Lab Mobile World Capital, el primer desafío convocado iba en esta dirección. Es uno de los espacios más interesantes para afrontar el debate ético y político con respecto a la tecnología y su utilidad para mejorar la vida de las personas. De hecho, la población en general está utilizando cada vez más dispositivos de ayuda, desde teléfonos móviles a portátiles. Sin embargo, tras los evidentes beneficios de las tecnologías de asistencia, hay preocupaciones de tipo ético. Desde mi punto de vista la que más me preocupa es la que tiene que ver con la privacidad.

A menudo, en los planes de transformación digital de algunos clientes, especialmente los que tienen una estructura mayor, acabamos trazando modelos de gestión de la privacidad internos basados en límites éticos. La respuesta a que queremos decir cuando hablamos de privacidad no es simple. El significado de la privacidad es histórico y filosóficamente complejo. Algunos sostienen que es un derecho moral otros aseguran que su valor es instrumental. Conceptualmente, la privacidad se asocia a menudo con la dignidad humana. Es probable que las personas se comporten de manera diferente cuando saben que están siendo observadas.

Las nuevas tecnologías, incluidas las tecnologías de asistencia, que supervisan y recopilan datos sobre la persona constituyen una amenaza para la privacidad en ese sentido. Pero no es la única zona de conflicto. Pasa en el comercio digital, en la sexualidad, en el transporte, en la educación o en la vida en general. Somos aspersores de datos desperdigando sobre nosotros sin demasiado control. Tenemos la sensación que nadie usa toda esa amalgama de datos y si la usa no es nocivo. Empieza a ser algo aceptado ese pago. Entrego mi privacidad y a cambio obtengo cosas ‘gratis’. Esa percepción del mundo se ha instalado y es un riesgo enorme. Privacidad es sinónimo de autonomía, de toma de decisiones independientes, de no sufrir influencia externa antes de tomarlas.

El individuo autónomo analiza, reflexiona sobre sus opciones y toma decisiones individuales sin una influencia externa indebida. A medida que las nuevas tecnologías eliminan la privacidad, nuestra autonomía está amenazada. El aumento de los datos sobre la forma en que los individuos se comportan, sus preferencias y aversiones, y sus respuestas emocionales a diversos estímulos, los hace más fáciles de manipular y controlar. Probablemente por esto algunos ya han decidido que les está bien y mejor no hacer mucho al respecto.

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