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La generación ‘streaming’.

Hay cierto consenso entre bancos de inversión e inversores que consideran que Spotify llegará a valer más de 20.000 millones de dólares cuando salga a bolsa a mediados de año. Actualmente supera los 140 millones de los cuales un 40% son de pago. Spotify no es más que una de las consecuencias de la transformación digital de un modelo de negocio que ha extremado la mutación de cualquier producto, que pueda convertido a digital, en servicio. Una transformación económica que llevaba asociada una transformación social. De la sociedad que adquiría cosas a la que vive en streaming. Un modelo de vida que recurre a la economía circular, a la automatización, a ofrecer datos recurrentes y masivos y a la relación cada vez más intensa entre sistemas inteligentes y actos humanos.

Hay cierto consenso entre bancos de inversión e inversores que consideran que Spotify llegará a valer más de 20.000 millones de dólares cuando salga a bolsa a mediados de año. Actualmente supera los 140 millones de usuarios de los cuales un 40% son de pago. Spotify no es más que una de las consecuencias de la transformación digital de un modelo de negocio que ha extremado la mutación de cualquier producto, que pueda convertido a digital, en servicio. Una transformación productiva y económica que llevaba asociada una transformación social. De la sociedad que adquiría cosas a la que vive en streaming. Un modelo de vida que recurre a la economía circular, a la automatización, a ofrecer datos recurrentes y masivos y a la relación cada vez más intensa entre sistemas inteligentes y actos humanos.

La relación profesional entre directivos de generaciones anteriores con la del milenio no está siendo fácil. La capa demográfica que va aproximadamente de los 18 a los 35 años actuales solicitan un puesto de trabajo que aporte algo más que un salario. Hablamos de un modelo de vida que se impone. A veces pienso que soy casi un ‘viejenial’, un tipo que nació demasiado pronto ;-) y que ya supera los 40 y largos y que tiene una percepción del mundo conectado y en beta constante. No tengo coche, compro pocas cosas, utilizo muchos servicios y prefiero vivir en streaming.

La generación del milenio probablemente ha permitido intuir como será la que le va a suceder. La que viene. La denominada Generación Z, algunos miembros de la cual acaban de cumplir la mayoría de edad. Ya han empezado a ir a la universidad y es más que probable que su idea de lo que ahora denominamos empleo va a ser muy distinta a la que les vamos a poder ofrecer. Si hace 15 años a un vendedor comercial de tornillos industriales lo hubieras visto el 90% del tiempo frente al ordenador no hubieras entendido que hacía o, peor aún, le hubieras recriminado que no estuviera en la calle ‘vendiendo’. Era difícil, por aquel remoto 2002, pensar que frente al ordenador se replicaba todo un mundo de relaciones sociales capaces de generar ventas. Ahora, si un comercial de tornillos industriales se pasa el 90% de su tiempo en la calle en lugar de estar analizando perfiles de clientes con su tablet, entrando en redes, solicitando amistades, etc., pensarías que pierde el tiempo.

Como he dicho en alguna ocasión, no van a nacer nuevos empleos de manera sustitutiva a los actuales. No masivamente. Lo que va a pasar es que las tareas actuales se van a hacer de otro modo. La generación Z lo va a cambiar todo otra vez. Ellos viven vinculados a un entorno virtual en mayor medida que incluso aquellos que se llaman nativos digitales. Son los primeros descendientes de éstos. Son, más que la Generación Z, los Millenial segunda edición. Una versión avanzada que acusará las características de sus antecesores pero al extremo.

El instituto de investigación de ADP, un grupo de administración de empresas que produce datos sobre tendencias de trabajo y salud económica, encuestó a 2.400 empleados de diferentes edades, incluidos los millenials, que trabajan en empresas con más de 250 personas, para averiguar cómo el lugar de trabajo había cambiado. Su estudio asegura que los millenial han empujado a las empresas a cambiar en áreas clave, dando a los empleados más libertad para trabajar desde donde quieran y con mayor autonomía para autogestionarse en lugar de ser administrados.

Pero hay un detalle de ese estudio que me ha llamado la atención. La sección más joven de la Generación del Milenio enfatiza extremadamente en la búsqueda del propósito laboral. Mucho más que sus compañeros de mayor edad y de su hipotética misma generación. Indican la tendencia que se mostrará con mayor intensidad en los que ahora entran en la universidad. Adecco encuestó a 1,000 estudiantes universitarios, de primer y último curso de carrera, y descubrió que el 41% de los jóvenes de la generación del milenio querían empleos que ofrecieran posibilidades de crecimiento, pero solo el 30% de los encuestados de la Generación Z pidieron lo mismo. Para éstos últimos, eso del ‘crecimiento’ es demasiado abstracto.

Probablemente algún sistema sofisticado, entre inteligencia artificial, sistema experto o datos masivos, está trabajando para interpretarlos y ofrecerles una respuesta satisfactoria antes de que ni tan siquiera ellos sepan que es la que esperaban. Una generación sujeta a la venta predictiva y al análisis matemático continuo de sus movimientos. Una generación algorítmica que corre el riesgo de mostrarse incapaz de convertir a nuestra especie en un valor añadido sino les ayudamos.

Nuestra sociedad cambia por suerte. Vivimos mejor que nunca en términos generales. A pesar de que en este mundo la lista de asuntos a mejorar y solucionar es inmensa, es más corta que en otras épocas. Nos cuesta verlo pues pensamos comparativamente con nuestro entorno y no con nuestra historia. En gran medida, esa mejora social, económica, cultural, informativa y científica, proviene de una poderosa herramienta que lo facilita todo: la tecnología.

La tecnología que estimula una revolución económica e industrial no puede desvincularse del papel que la humanidad debe tener reservado. Ese es el gran reto de las generaciones previas a la Z. Nos toca enfocar sin interferir. De una sociedad que acumula pasaremos a una sociedad que utilice. De la compra de productos al uso del servicio. Pero si todo ello sólo es cosmético no servirá. Lo complicará todo. Este es un mundo que va mejor pero no está asegurado que siga siendo así.

Lo veo en mi hijo. La Generación Z es autodidacta, son la generación tutorial. Son maduros, autosuficientes y creativos. Hablan de empleos del futuro que mejoren el mundo. Vienen de la cultura del 'do it yourself' por lo que están acostumbrados a enfocar en los problemas y a construir su propio entorno. Son inquietos y tremendamente impacientes. Son la generación zapping. Prefieren la privacidad como demuestra que sus perfiles en Instagram estén siempre protegidos o que su aplicación hasta hace poco favorita era un espacio privado. Además son tremendamente moviles. Ellos no reconocen que es un ordenador de sobremesa. Consumen en cualquier lugar y a tiempo real. No descargan si es factible consumir en la nube. Son definitivamente la generación Streaming. 

Una generación en streaming permanente precisa de una formación en streaming permanente, un comercio en streaming conceptualmente hablando. Viven a tiempo real, ¿Tu negocio está preparado para esa transformación que exigirá tu clientela inminente? ¿Y tú, lo estás para competir laboralmente con esa realidad? Si consideras que falta mucho, pues justo ahora entran en el mercado laboral los 'streaming', no te olvides que al futuro se puede viajar no sólo con el tren que anuncian por megafonía, sino que también puedes ir con el que está ahora mismo parado en la misma estación.

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Lo que podría ser (y no será) Periscope. El consumo de contenidos hoy y la cultura del ‘Pause’.

El pasado viernes estrené mi cuenta de Periscope. Tarde, seguro. Un vídeo en streaming mientras conducía por las calles de Dublín camino a casa. Sólo eso. De esta aplicación sólo sabía lo que había leído y el uso que otros usuarios habían hecho junto a mi en algún momento. A diferencia de otros modelos de comunicación a tiempo real, como el que se puede utilizar en ‘Mention’ dentro de Facebook, la audiencia se fabrica al instante y no tanto, que también, una vez termina la retransmisión mientras permanece disponible en diferido. En el caso de Facebook el vídeo permanece como en un canal propio para siempre, pero en Periscope desaparece a las 24 horas. A esto se le ha venido a llamar ‘snapchatism’. Siento el ‘palabro’.

El pasado viernes estrené mi cuenta de Periscope. Tarde, seguro. Un vídeo en streaming mientras conducía por las calles de Dublín camino a casa. Sólo eso. De esta aplicación sólo sabía lo que había leído y el uso que otros usuarios habían hecho junto a mi en algún momento. A diferencia de otros modelos de comunicación a tiempo real, como el que se puede utilizar en ‘Mention’ dentro de Facebook, la audiencia se fabrica al instante y no tanto, que también, una vez termina la retransmisión mientras permanece disponible en diferido. En el caso de Facebook el vídeo permanece como en un canal propio para siempre, pero en Periscope desaparece a las 24 horas. A esto se le ha venido a llamar ‘snapchatism’. Siento el ‘palabro’.

En mi video, cerca de quinientas personas estuvieron visualizando el recorrido de 7 minutos en coche. Durante el resto de horas se llegó a unas mil y algo. Por comparar, en Mention una emisión a tiempo real alcanzan la mitad que este Periscope, pero multiplica por 10 las ‘views’ finales en apenas un día. Dejando de lado las cifras que pueden ser interesantes pero no relevantes, lo que hice a partir de ese momento fue investigar el entorno.

De la idea que en Periscope puedes acceder a cosas que pasan en el mundo a tiempo real, sean de interés o no, se traslada una máxima. Hacemos muchas cosas que no importan lo más mínimo y hay mucha gente con muchísimo tiempo libre. Esto interpreto que antes era igual, sólo que no se mostraba tan claramente y en directo. Títulos a la retransmisión cómo ‘me aburro’, ‘desabúrreme’ o ‘te enseño las tetas cuando llegue a 100 corazones (likes)’ son lo que inundan el timeline público de Periscope.  

Magnificar la aplicación sería un error, infravalorarla también. He leído que va a revolucionar el periodismo o la televisión, que va a cambiar el modo en el que consumimos entretenimiento. Es cierto que hay contenidos muy interesantes. Ayer pude asistir a una manifestación en Barcelona a tiempo real, a la final de copa gracias a que alguien se pasó todo el partido con su teléfono enfocado a la pantalla de su televisión, al concierto de Bruce Springsteen, un accidente automovilístico en Michigan, a la boda de un ruso y al sermón de un reverendo en Sidney. A la vez vi el sol de media noche gracias a una usuaria en Islandia que lo mostró en su Periscope y el estado de las playas en la Guayana.

A mi modo de ver Periscope y sus sucedáneos, que los hay, no dejan de ser un Twitter audiovisual. De hecho la adquisición de Periscope por Twitter hace un año podría ir en esa dirección. Con lo bueno y lo malo que eso significa. No, no es un nuevo medio de comunicación cómo tampoco lo es Twitter. En todo caso es una herramienta para comunicar que es distinto. El problema viene cuando vemos lo que sucede. Al igual que Twitter llegó a ser un estímulo para revoluciones o reivindicaciones (hay quien le otorga alguna responsabilidad en la ‘primavera árabe’) en estos momentos mayoritariamente el asunto pierde sustancia cuando analizas los Trending Topics habituales por ejemplo.

Periscope es una muestra más del modelo de comunicación rápido e insustancial en la mayoría de los casos. Pero hay un cambio. Los 140 caracteres de Twitter son una eternidad, un libro comparado con lo que se exige en esta otra ‘red’. En Periscope, por la dinámica en la que los comentarios de los ‘viewers’ duran apenas uno o dos segundos en pantalla, para que los responda el ‘emisor’ al que se le va interpelando, deben ser muy cortos. He visto algún ‘periscoper’ exigir a los que lo están viendo que ‘no me escriban frases largas, si puede ser sólo de cuatro palabras porque sino no tengo tiempo a leerlo’. Pues eso.

Ahora bien desde el punto de vista empresarial y de negocio es interesante examinar a quien afecta y cómo. Lo hemos dicho en varias ocasiones, estamos en la antesala de lo que se avecina. Muchos creen que Internet está muy desarrollado, que ya no pueden aparecer muchas cosas más, que más o menos se queda así. La historia reciente no para de negar esa opción. Pensad que significa que cualquiera puede retransmitir en directo desde un móvil lo que pasa o le pasa en cualquier momento y sin intermediarios. Hace dos años eso era una quimera. Que además tenga decenas de millones de emisores, hace unos meses era ciencia ficción.

Los medios de comunicación, los generadores de contenido, los derechos de autor. Todo revuelto. Hace tiempo que sabemos que ponerle puertas al campo y a según que es inútil. Ahora mismo no se puede evitar que lo que alguien tiene en su televisión tu lo veas perfectamente en tu dispositivo gracias a su emisión por Periscope. La calidad es menor pero aceptable en muchos casos si lo que buscas es ‘sólo’ saber lo que pasa. Por no hablar de las filmaciones sin consentimiento que se producen a tiempo real de conciertos, reuniones, exposiciones, conferencias, etc.

Sin duda los más afectados de nuevo serán los medios de comunicación y las agencias de publicidad. Deben tomar buena nota. Los usuarios de estos canales no usan los medios digitales, los viven. He trabajado veinte años con audiencias digitales en un entorno u otro, en medios y en redes, pero lo que ahora vivimos es inédito y exponencial. Los jóvenes clasifican el contenido en ‘útil o inútil’ y no tanto en ‘de calidad’ o ‘relevante’. Esos términos no son de ellos, pertenecen a otras generaciones.

Los ‘milenial’ clasifican el contenido bajo un criterio rápido, corto, maniqueo, todo lo valoran en bueno o malo, de moda o no, útil o inútil. No importan mayoritariamente si es un gif animado de algo aparentemente insustancial o un anuncio de ropa sofisticado. La valoración vendrá por los condicionantes que he expuesto. No importa si el vídeo es de un gran director de cine o de su mejor amigo. Es así.  

Además viven en la ‘cultura del pause’. Creen que pueden pausar las relaciones e interacciones cuando consideren y lo trasladan a la vida. ¿No te ha sorprendido nunca cómo los jóvenes terminan una conversación en Whatsapp con un emoticono cuando menos te lo esperas y a partir de ahí tu despedida se queda esperando el doble check durante horas? No lo han mirado, se despidieron y punto. Viven conectados, cierto, y en gratuito, también, pero dentro de su esquema de pensamientos, todo se puede pausar y debe estar abierto a la interacción cuando ellos así lo desean.

Hay una deriva hacia espacios dónde el contenido es otra cosa, es una amalgama imperfecta de personas emitiendo, escribiendo, explicando y relacionándose como si fueran canales propios. Es mucho más complejo que Youtube, es más especial que Facebook o Twitter, es un enorme volcado de contenidos por todas partes donde la calidad, la profundidad o la relevancia no tiene ninguna importancia. El asunto es otro. Relacionarse, en play o en pause, da igual.

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Youtube Unplugged y el necesario modelo de transformación permanente de los Mass Media.

En febrero de 2005, Chad Hurley, Steve Chen y Jawed Karim se reunen en PayPal y comienzan a trabajar en una plataforma que permita intercambiar vídeos. Fundan Youtube. El primer video lo suben en abril de ese mismo año y es de la mano de Karim en un ‘corto’ que lo explica desde el zoológico de San Diego. En mayo lanzan la opción de ‘movile’. Ese mismo otoño firman acuerdos con Sony BMG, Warner y Universal. En octubre de 2006 Google lo compra por 1.650 millones de dólares. En esos momentos no ingresaba un céntimo. A principios de 2009 Barack Obama y la Santa Sede ponen en marcha sus propios canales de YouTube. En febrero de 2015 anuncia el lanzamiento de Youtube Kids específicamente para niños. En agosto del año pasado alcanza los mil millones de usuarios en un solo día por primera vez.

En febrero de 2005, Chad Hurley, Steve Chen y Jawed Karim se reunieron en PayPal y comenzaron a trabajar en una plataforma que permitiera intercambiar vídeos. Fundan Youtube. El primer video lo suben en abril de ese mismo año y es de la mano de Karim en un ‘corto’ desde el zoológico de San Diego. En mayo lanzaron la opción de ‘mobile’. Ese mismo otoño firmaron acuerdos con Sony BMG, Warner y Universal. En octubre de 2006 Google lo compra por 1.650 millones de dólares. En esos momentos no ingresaba un céntimo por cierto. A principios de 2009 Barack Obama y la Santa Sede ponen en marcha sus propios canales de YouTube. En febrero de 2015 anuncian el lanzamiento de Youtube Kids específicamente para niños. En agosto del año pasado alcanza los mil millones de usuarios en un solo día por primera vez.

Youtube fue disruptivo y puso en juego modelos de sociológicos y de negocio desde el primer momento. Cómo lo hizo el propio Google al permitir que el ser humano tenga una memoria infinita a tiempo real en la que buscar cualquier cosa que no sabe o no recuerda con una visita a su smartphone. Como Facebook que cambió el modo de relacionarse de empresas y personas hasta el punto que se han modificado el sentido y valor de conceptos como ‘amigo’. Sin embargo estas plataformas están viviendo un estado de incertidumbre. El llamado Facebook Zero que complica la difusión de contenidos en la red social, la inevitable fallida de Twitter que va muriendo poco a poco, la desaparición de otras redes, la dificultad para entender nuevos modelos de distribución cerrada y efímera como Snapchat, la endogámica esencia de escenarios que más pronto que tarde también beberán su propio veneno como Instagram o el cada vez menos relevante uso de los blogs como espacio de comunicación, no son más que el signo más evidente que o te adaptas o mueres.

Y de eso Youtube sabe mucho. Su persecución por dominar la pantalla es esencialmente distinta a la que tienen otros players. Ellos no quieren ser uno más, quieren entender la experiencia de sus usuarios/creadores y el modelo de consumo de sus usuarios/prescriptores. Esa es la visión, dominar las pantallas. Youtube ha creado un monstruo, los ‘youtubers’ que han devorado horas y horas de entretenimiento de millones de jóvenes y no tan jóvenes. Tipos que logran en cinco minutos tener más audiencia explicando cualquier cosa que la que consigue un debate entre dos políticos de referencia. El caso de uno de los videos subidos por uno de los stars del Youtube español, El Rubius, contra la emisión de un debate entre Iglesias y Rivera, fue notable. El debate lo vieron unos 4 millones de espectadores durante unas horas por televisión. El video que subió este joven a su canal lo vieron el doble en 10 minutos.

YouTube sabe mejor que nadie que el mundo cambia y deprisa. Es parte de ese cambio y sabe que sino te adaptas rápido te puedes quedar fuera de juego. La velocidad de los cambios es una de las características de esta etapa de nuestro mundo en plena transformación digital y tecnológica. Por eso están preparando un nuevo servicio en línea de televisión por streaming que podría permitir a los usuarios cortar la conexión definitivamente con los servicios tradicionales de televisión.

YouTube está trabajando en un nuevo servicio de suscripción de pago titulado Unplugged que proporcionará a los usuarios los canales de televisión por cable transmitiéndolo a través de su propia página de YouTube. El nuevo servicio está programado para 2017 y se sabe que se ha convertido en la mayor prioridad para la compañía propiedad de Google. Las negociaciones así lo demuestran. Los acuerdos vendrán de la mano de NBC, Universal, Viacom, XXI Century Fox y CBS. Probablemente también Bloomberg. Luego vendrán el resto, será cuestión de tiempo. Tengo ganas de ver como se lo toman y como se ‘defienden’ algunos de los principales players europeos, en especial los españoles. ¿Seguirán pensando que esto es una amenaza o lo verán como una oportunidad?

El proyecto busca que los usuarios puedan acceder a sus programas de televisión en cualquier parte del mundo en cualquier dispositivo conectado. Algo que, no obstante, ya están haciendo BBC, Sky, Netflix, Hulu, Amazon Prime y Sony Play Station Vieu. Sin embargo el Unplugged de YouTube podría cambiar las reglas del juego en términos de conquistar la pantalla ‘definitiva’ que no está claro donde se encuentra todavía. ¿TV screen, tablets, smartphones, sobremesa?

Y es que Google lleva obsesionado con emitir por cable desde 2012. De hecho Youtube no ha hecho más que reforzar su oferta de suscripción como Youtube Red, Kids o Gaming. Esto a la vez que el número de abonados está en declive para los canales de cable como ESPN de Walt Disney Co., TNT, de Time Warner y MTV de Viacom, permite a estas compañías esperar incluirse en la oferta Youtube Unplugged y recuperar clientes ‘milenial’, su obsesión.

En España y en Europa en general,  los grupos mediáticos y las televisiones también notan la dificultad para fidelizar a esta franja de espectadores/clientes. La llegada de estos formatos y modelos de negocio fragmentado es inminente. Toca reinventarse, pactar, acordar y establecer nuevas hojas de ruta que van a ser muy distintas a las actuales. No es sólo ‘transformación digital’, es ‘transformación constante’.

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Spotify vale más que la toda industria musical americana junta

Mi hijo no ve la televisión. La escucha. Es algo accesorio, complementario al uso audiovisual que hace de otros emisores. Es como un acompañamiento del que poco importa lo que hagan, sólo está ahí. Lo realmente destacado para él es lo que selecciona en su Mac. Está suscrito a decenas de ‘youtubers’ en varias lenguas, que explican partidas de videojuegos, reflexiones acerca de tribus urbanas o sobre lo que a millones de niños y jóvenes les interesa.
Y eso ya ha pasado a ser habitual cuando entramos en el mundo ‘Netflix’ y su sección infantil. La música, jamás la busca en el las entrañas de su disco duro. No hay nada. Ni tan siquiera cuando utiliza su procesador de textos para algún trabajo en la escuela abre ningún programa. Todo lo tiene en la nube o en streaming. Otra cosa es que en la escuela, tema aparte, no comprendan que los trabajos escolares que hace están en un lugar llamado ‘nube’ y que podría ser muy interesante tratarlos a tiempo real independientemente de estar o no en la escuela. Alumnos del futuro en escuelas del pasado dijimos una vez.

Pero regreso al tema. La conducta de mi hijo es genérica en su generación y transversal socialmente ya. Sabemos que los ingresos por servicios de streaming ya supera las ventas de CD por primera vez en la historia. Incluso hoy sabemos que Spotify ya vale, según The Wall Street Journal, más que toda la industria musical de Estados Unidos junta.

La última ronda de financiación ha puesto a la empresa en un valor cercano a los 8.400 millones de dólares, cuando los ingresos de toda la industria en 2014 fue $ 6.970 millones. Cierto que es comparar con algo de trampa pues Spotify es una plataforma a nivel mundial y la comparación no sería equitativa pero es significativo destacar lo que supone el volumen de un nuevo modo de acceder a los contenidos ya, cada vez, menos sujetos a un soporte.

También es cierto que comparar valoración con ingresos puede llevar a engaño. La valoración de una ‘startup’ se determina mediante una estimación de los beneficios futuros, y en eso Spotify flojea pues en realidad nunca ha dado beneficios, sino todo lo contrario, es una máquina de música y de perder dinero.

Sin embargo parece que si los inversores tienen paciencia y la tienen pues mantienen su apuesta con esta ronda de 400 millones frescos que acaban de aportarles y que valoran la empresa en ese punto, los ingresos por streaming aumentaron ya un 25% en el último año mientras que la caida de ventas digitales o descargas permanentes fue del 8,7%. Es decir, se tiende a no almacenar y a acceder al contenido mediante cuota que da derecho ilimitado. Es un concepto cultural incluso. De producto a servicio.

Y es que los jóvenes prefieren el streaming. El 76% escucha la música directamente de YouTube cada día. YouTube y Spotify son con mucho las fuentes de música más populares en todas las encuestas. YouTube es el servicio más utilizado para escuchar música. Incluso los usuarios activos de Spotify visitan YouTube a menudo para complementar la selección musical todavía incompleta en Spotify.

La popularidad de YouTube es abrumadora. Casi todo el mundo lo usa para escuchar música y ha transformado el mundo como lo hizo el propio Google. Aun no tenemos ni idea de lo que supondrá.

Ya no hay vueltra atrás. Un nueva crónica de una muerte anunciada lleva el nombre de Mp3, CD o descarga musical. A la vez que todo esto pasa, incluso la radio y sus listas de escucha híbrida empiezan a notar cambios. Se sabe que hay millones de personas que no escuchan ‘la radio’ tradicional, van directamente a su lista de ‘emisoras’ y seleccionan las emisiones digitalizadas. A lo mejor el ‘video no mató a la estrella de la radio’, pero si lo hace ‘el streaming a la carta’.

Mi opinión es que los servicios de música en streaming también requieren la búsqueda de música y crear listas de reproducción. Los servicios digitales han ofrecido nuevos tipos de experiencias de radio, pero el futuro está en los sistemas híbridos que combinan las preferencias humanas con las recomendaciones inteligentes, poco a poco tendiendo a menos humano y más inteligente. Esto ha quedado raro, pero casi lo dejo así.

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