La importancia de revisar la versión oficial sobre el 'robocalípsis' inminente.

El pasado jueves ofrecí una conferencia en Málaga titulada 'Sólo para humanos, robots abstenerse'. Durante casi una hora expliqué a una audiencia que llenaba el salón de actos del Hotel Vincci Posada del Patio que la versión oficial sobre el futuro laboral de todos debe ser revisada. Es evidente que algunos sectores, como la fabricación y el transporte, tienen un alto potencial técnico para la automatización. Sin embargo otros, como la educación, los profesionales creativos, la información y la atención sanitaria, tienen un potencial humano difícilmente sustituible por un sistema automático. El apocalipsis robótico es menos posible en aquellos empleos donde la formación y la creatividad es algo fundamental. La aplicación de modelos de inteligencia artificial y sistemas automatizados ha llegado y va a seguir avanzando, sin embargo el impacto futuro de toda esta tecnología podría ser más parecido al que tuvieron los cajeros automáticos y menos que el que proponen las películas basadas en novelas de Isaac Asimov. Si será tan intenso o no, ya se verá, lo que si sabemos es que sucederá rápido.

El pasado jueves ofrecí una conferencia en Málaga titulada 'Sólo para humanos, robots abstenerse'. Durante casi una hora expliqué a una audiencia que llenaba el salón de actos del Hotel Vincci Posada del Patio que la versión oficial sobre el futuro laboral de todos debe ser revisada. Es evidente que algunos sectores, como la fabricación y el transporte, tienen un alto potencial técnico para la automatización. Sin embargo otros, como la educación, los profesionales creativos, la información y la atención sanitaria, tienen un potencial humano difícilmente sustituible por un sistema automático. El apocalipsis robótico es menos posible en aquellos empleos donde la formación y la creatividad es algo fundamental. La aplicación de modelos de inteligencia artificial y sistemas automatizados ha llegado y va a seguir avanzando, sin embargo el impacto futuro de toda esta tecnología podría ser más parecido al que tuvieron los cajeros automáticos y menos que el que proponen las películas basadas en novelas de Isaac Asimov. Si será tan intenso o no, ya se verá, lo que si sabemos es que sucederá rápido.

Estamos pasando de la propiedad de un producto al uso de un servicio que permita disfrutar temporalmente de él. Seguimos inmersos en el cambio absoluto de un modo de entender el mundo y la vida, la familia y los derivados de las relaciones sociales. La política se expone en las redes, trabajamos a distancia, nos movemos en un mundo minúsculo y tomamos conciencia de que la Tierra no es un lugar en el que volcar nuestra irresponsabilidad. Pero en los últimos años ‘la urgencia’ se ha convertido en algo inevitable y consustancial con la vida del individuo moderno. Todo se entrega en menos de una hora o de manera instantánea. Las redes que triunfan son las que así lo plantean y además si caducan mejor. Nada es perpetuo y en un rato desaparecen para siempre. La urgencia y la caducidad como esencia de nuestra existencia contemporánea.

En los negocios es aún más evidente. La generación del ‘on demand’ de todo exige que tras un texto enviado en cualquier formato, tengamos respuesta inmediata. Si grabas un video se debe poder ver unos segundos después en cualquier red. Si quieres un disco, desde tu móvil lo tienes al instante en streaming por ejemplo. Se acabó el ‘delay’ naturalizado de nuestra generación y bienvenida la civilización del ‘ya mismo’. Pero no todo es así o no lo será cómo mínimo. Existe una paradoja. La opción de tener acceso a todo y a todos tiene cara B. La naturaleza siempre equilibra. Siempre busca el polo opuesto y en el caso tecnológico también. La mutación sociológica que supone el uso instantáneo de redes y dispositivos, plataformas sin intermediarios o tecnología de impresión 3d, filmación o inteligencia artificial, también está proporcionando un modo nuevo de pensar, de vivir, de valorar algunos aspectos que en épocas pasadas eran insalvable e ‘indebatibles’.

Mientras muchos aspectos vinculados a la tecnología han estimulado los negocios a límites de urgencia inéditos, la considerada urgencia sociológica se ha ralentizado hasta casi detenerse curiosamente. Parejas que no se casan durante años, retrasando un desenlace que era obligatorio lo antes posible o embarazos que se planean hacia los treinta largos o incluso los cuarenta son una muestra de que hay cosas que se han detenido o no tienen urgencia. Si tenemos en cuenta que cada década la esperanza de vida en nuestra sociedad aumenta una media de tres años, sabemos que en el ‘primer mundo’ algunos elementos de urgencia también desaparecerán como ahora los entendemos. Tendremos mucho más tiempo para hacer cosas. ¿Qué prisa hay en hacer algo si tienes mucho más tiempo que tus abuelos para hacerlo? Los nacidos esta década vivirán más de un siglo de media, tal vez mucho más. Además esos años adicionales los van a vivir mejor y sin limitaciones vinculadas a rutinas, ineficiencia y situaciones del pasado.

Nuestros hijos o nietos vivirán más de cien años y llegarán en un estado saludable a los ochenta, con ganas de hacer mil cosas que además podrán hacer. Su mundo estará rodeado de tecnología que facilitará todo. Permitirá vivir en otro estado de dependencia y de independencia. Un mundo dónde fronteras y banderas significarán algo más humano que patriótico y dónde seguramente seremos más ‘fans’ de un desarrollo robótico que de un equipo de fútbol. Nuestros hijos hoy ya no entienden que algo se retrase en llegar pero a la vez no contemplan el mundo como conectado siempre. Es curioso. ¿Recuerdas cómo cuando ‘te conectabas’ a Internet requería de unos minutos esperando que engancharas tu computadora a ‘Internet’ llamada Infovia en España por ejemplo? De hecho decimos ‘conectados’ por eso. Hoy en día técnicamente estamos conectados siempre. Pero los más jóvenes llaman a conectarse o desconectarse a un hecho distinto, a una manera de estar o no estar en contacto que es algo muy distinto.

Ellos son hijos de la cultura del ‘pause’, de la no propiedad, de la economía colaborativa, de la vigilancia activa y del streaming social. En los próximos años vamos a empezar a ver un mayor reparto casi gratuito de tecnología a nuestras vidas y veremos también como se transforman en casi ‘derechos fundamentales’ algunos ‘servicios’. La deriva de todo ello será la pérdida de propiedad y la ganancia de tiempo. La urgencia como la entendemos quedará postergada a la tecnología, al software, a lo robótico. Lo humano irá tomando un territorio donde estaremos ‘out of time’ y dónde lo importante será ser más libre de algunos aspectos que ahora relacionan ‘urgencia’ con ‘competitividad’. Nadie podrá ser más rápido que un software o un robot. Lo que proporcionará un humano será eso, humanidad y no velocidad ni urgencia.

Como el tiempo es dinero queda claro que el cumplimiento instantáneo no dependerá de nosotros. El mundo sólo hará que pedir más descargas instantáneas de música, de noticias, de información o de cualquier servicio. Lo vamos a exigir todo instantáneo en un mundo digital. Y lo vamos a exigir a quienes lo pueden hacer, las máquinas y automatismos. Pero a la vez iremos generando en paralelo una vida más tranquila. Fijaros cómo cada vez gana importancia el ‘vivir’ y disfrutar del deporte, la familia, el tiempo sin urgencia. Un mundo tecnológicamente urgente y otro humanamente tranquilo. Planificar la jubilación cada vez será algo más abstracto para los jóvenes. Esa etapa, cuando ellos lleguen, estará en una franja que ahora, cuarenta o cincuenta años antes, no podemos ni tan siquiera imaginar. Seguramente, el concepto tal y como lo entendemos habrá desaparecido para entonces y plantearse la urgencia de hacer cosas antes también. Aquella lista de ‘diez cosas que quiero hacer antes de morir’ tendrá un sentido bien distinto en cuanto a la necesidad de hacerlo lo antes posible.

Cierto que el mundo va a toda leche. Es cierto también que vivimos acelerados, que todo parece urgente, pero revisa bien como todo está cambiando a la vez. Como valoramos unas cosas y otras de manera distinta. Es urgente un escenario concreto que proporciona lentitud a otro. Es una paradoja que va a reinar nuestro futuro. Aunque curiosamente, habría que 'darse prisa' en ir preparando políticamente y sociológicamente todo ese cambio o nos pillará con el pie cambiado y un proceso que debería de ser brillante y muy beneficioso pudiera convertirse en un drama de dimensiones inéditas hasta la fecha. Depende de nosotros en gran medida, de cómo nos vamos adaptando, formando y transformando, pero depende sobretodo de quienes tienen que liderar estos procesos políticamente. La robotización no es mala por naturaleza, es parte de la propia evolución. La tecnología siempre ha incorporado novedades que asustan pero a la vez que nos benefician. Formar a una sociedad que debe digerir todo esto a una velocidad inédita es obligación de quienes legislan. Tal vez, formarse ellos mismos también sería una buena idea.

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Economía Marc Vidal Economía Marc Vidal

Es ilógico, lógicamente.

Según figura en el ensayo de Enrique Krauze “Por una democracia sin adjetivos”, durante el período 1867-1876 bajo las presidencias de Benito Juárez< y Sebastián Lerdo de Tejada, se estableció en México un sistema político democrático en el cual no había partidos políticos. Hay más casos. Desde países africanos hace unos años hasta la antigua Grecia hace siglos. En España vivimos días en los que ideas como esa tomarían un tremendo sentido. Parece increíble que la honra del presidente del gobierno esté siendo manoseada de manera certera por un preso preventivo y el jefe de la oposición, quien debería liderar el asunto de la regeneración ni tan siquiera ya es de esta generación. Si miras un poco más allá sólo ves cadáveres morales por todas partes. En la “periferia” cada uno aguantando los pilares de su mansión arruinada y repleta de dudosa legitimidad. Los “nuevos” líderes que encabezan ofertas diferentes no son más que disfraces de la misma merienda de siempre. Populares simulando una salida de la crisis que da vergüenza ajena, socialistas amnésicos acerca del barrizal que organizaron hace apenas una legislatura, una izquierda unida cuyas propuestas para salir de la “crisis” es rezar a San Keynes hasta la extenuación y una orgía de partidillos y partidetes que suelen estar liderados por encabronados de los partidos anteriores, y que por muy original que sea el color elegido no dejan de ser un tono arriba o un tono abajo del pantone originario.
No quiero entrar en el análisis de la modalidad política que debería afrontar el momento nauseabundo que vivimos. No soy nadie para establecer eso, no es lo mío, eso se lo dejamos a los entendidos de tertulia. A mi lo que me preocupa es la deriva económica que en paralelo va tomando todo y lo profundo del pozo. En definitiva, todos ellos, siguen lejos de entender que la vida no es la misma y que los muros construidos para defender regímenes y modelos de estado ya no se aguantan como antes. Tienen que abandonar la política para darse cuenta. Apenas hace una semana un ex ministro utilizó una de las frases que yo mismo repito con insistencia desde hace meses y que, incluso, titula una de mis conferencias.

https://twitter.com/miguelfc/status/354995416024100865

Estamos en ese punto en el que la política no quiere o no puede ver lo que pasa y, a cambio, sigue manejando asquerosamente el vocabulario anestésico y pueril hasta el cansancio. Ese instante en el que los responsables de liderar este momento, el cambio de era, la mutación del modelo de crecimiento de un país, continúan con un discurso maniqueo e infantil basado en el “yo soy el bueno, los otros eran los malos”.

La entrevista de este fin de semana a De Guindos en El Pais debería de incorporarse al conjunto de pruebas que demuestran que estamos en manos de un cúmulo de irresponsables patológicos o de titulados en las mejores universidades del mundo pero que no tienen puta idea de lo que tienen entre manos. He revisado dónde han ido todos estos para no llevar a mi hijo. Sin embargo no es un tema de estudios, tal vez es de experiencia. Es difícil saber de empresa, motor económico por excelencia, si lo más cerca de tocar una fue cuando asististe al estreno de la segunda parte de “Wall Street”.

De Guindos, con buena fe supongo, habla de la lógica, de los brotes verdes pero los llama flor de invernadero. Hay más locuras similares que dejan a otros ministros del pasado en simples aficionados a eso del suministro de cloroformo espeso. El hombre no ceja en atender a la lógica y a lo que es normal que suceda, incluso cuando dice que hay ciertas incoherencias en la aritmética lo disfraza de lógica social.

Sin que sirva de precedentes le doy la razón. Obviamente vamos a salir de la crisis, eso es fácil de que se pueda evidenciar pues no estamos en ella. Por supuesto que vamos a dejar la recesión por fin, eso no tiene mucho mérito tras tantos trimestres en caída libre. Abandonarla es un término técnico que se formula con un comparativo inmediatamente anterior. Cuando estás en tasas de producción tan bajos, compararte con una época buena como la que el verano turístico produce, lógicamente, genera un crecimiento mínimamente superior. De esa manera, técnicamente, sales de la recesión. Pero la lógica tiene muy mala leche y a pesar de todo, ilógicamente, seguiremos cayendo en términos brutos y mantendremos a millones de personas pérdidas ante su propia pesadilla, miles de jóvenes huyendo y familias perdiendo sus viviendas. Seguirán los sueños esparcidos por el suelo mientras por fin salimos de la recesión. Menuda bazofia ilógica.

¿Me permiten un apunte sobre la lógica? Vamos a poner un ejemplo sobre la lógica que éste buen hombre maneja. Hace unos días hubo un buen dato del paro en los Estados Unidos, es decir, que bajó el número de desempleados. Por lo tanto era síntoma de que la economía va mejor o tiene visos de que así sea. La lógica hubiera provocado un alza en las bolsas, pero la ilógica provocó una caída espantosa de la misma. Los índices americanos se quebraron un 1,5% de media.

La razón era simplemente el miedo a que si las cosas pintan mejor la Reserva Federal pudiera dejar de ofrecer estímulos como hasta ahora en la economía yankee e incluso retirarlos. En Europa se contagió el asunto y también se perdió bastante. En España casi un 1,7 y en Frankfurt un 2,36 por poner un par de ejemplos. Es decir, que la lógica que defendía un elemento básico tuvo que refrendarse con otro ilógico. Tal vez, pero para mí la lógica es lo que pasó y no lo contrario.

La caída de las bolsas demostraba que la previsible mejoría del mercado americano ya no se aguantará por mucho más tiempo. A vista de los inversores, si no hay estímulos e inyecciones de dopamina financiera la cosa empeorará de inmediato. Es decir, que como dice mi buen amigo Daniel Lacalle, no se puede mantener por más tiempo ese abuso del recurso infinito, pero si lo quitamos se evidenciará el estado real del asunto. Parece lógico, pero resulta que la lógica dice que sino lo seguimos haciendo, todo se cae, ¡que ilógico!.

En todo caso, para mí lo único lógico es la llave ilógica. Seguiré defendiendo que el tiempo de la lógica terminó y que ahora toca vivir una nueva era donde todo, tal y como ahora lo vemos, pudiera ser necesariamente sustituido. Vivimos cambios a tiempo real y es lo único importante. El resto vendrá, inclusive la política. Quieran o no, sucederá. Siempre pasó y volverá a pasar. Los hombres viven sus revoluciones como si fueran crisis, pero la realidad es plomiza y se esfuerza en ser real.

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