Los ‘roboadvisors’ y la disrupción en la inversión financiera.

El mercado Fintech es tradicionalmente un territorio de pura innovación y de tecnología aplicada. Pequeñas empresas con estructuras mucho más ágiles que las del sector financiero tradicional y que capturan porcentajes importantes de negocio a bancos y gestoras de inversión. En Europa se calcula que esa cuota de mercado ha sufrido un mordisco que roza el 15% en los últimos cinco años a favor de estas startups. En ese escenario de tecnología disruptiva, automatizada, vinculada a la inteligencia artificial y a nuevos modelos de negocio aparecen unos algoritmos que garantizan modelos de análisis en el ámbito de inversión a niveles impensables hace muy poco. 

El mercado Fintech es tradicionalmente un territorio de pura innovación y de tecnología aplicada. Pequeñas empresas con estructuras mucho más ágiles que las del sector financiero tradicional y que capturan porcentajes importantes de negocio a bancos y gestoras de inversión. En Europa se calcula que esa cuota de mercado ha sufrido un mordisco que roza el 15% en los últimos cinco años a favor de estas startups. En ese escenario de tecnología disruptiva, automatizada, vinculada a la inteligencia artificial y a nuevos modelos de negocio aparecen unos algoritmos que garantizan modelos de análisis en el ámbito de inversión a niveles impensables hace muy poco. 

Esos mecanismos se llaman ‘roboadvisors’, gestores automatizados que nacieron en USA y que asesoran de forma online a sus clientes con el fin de obtener una cartera de inversión óptima basándose en diferentes niveles de riesgo, a varios horizontes temporales y a objetivos marcados por el propio inversor. En España hay webs especializadas como Hola inversión que se dedican a analizar estos modelos de inversión y a obtener información de forma estructurada de los mismos. En nuestro país el líder de este tipo de mecanismos es Indexa Capital, el cual gestiona más de 150 millones de euros actualmente. Otros modelos similares son Finizens, Inbestme o Finanbest entre otros.

Cómo decía antes, la banca ha empezado a vincular sus modelos de tradicionales con proyectos innovadores que provienen de lo que llamamos Fintech. Los bancos no quieren ser las nuevas discográficas y están trabajando duro para ofrecer una respuesta a un tipo de cliente que es digital, vive en digital, consume en digital y quiere respuestas digitales. De ahí que muchas entidades ya han sacado sus propios servicios en este sentido y que funcionan en la mayoría de los casos como réplicas de sus propios fondos manteniendo comisiones similares de momento. 

Tengo claro que el dinero como concepto está pasando por una transición que podría ser tan revolucionaria como lo serán los taxis autónomos, la impresión aditiva o la inteligencia artificial en la educación. Las ‘finanzas autónomas’ podrían crecer exponencialmente en los próximos años y, eventualmente, la mayoría de nuestras decisiones financieras podrían automatizarse sin solicitar permisos. Al fin y al cabo, ¿quién sabe cuál es el mejor momento para refinanciar una hipoteca o dónde obtenerla? Derívalo a cualquier otra decisión financiera y te acercarás a la más que probable realidad futura.

Habrá un momento en el que las computadoras refinancien nuestras deudas cuando sea más ventajoso a la vez que invertirán nuestro efectivo en inversiones a largo plazo cuando tenga sentido. Al mismo tiempo balancearán nuestro ‘cashflow’ y lo manejarán de manera inteligente en base a nuestras necesidades. Los seguros u otros servicios se pondrán en piloto automático.

Hace unos meses Credit Karma presentó en el MoneyConf de Dublín un informe que aseguraba que en Estados Unidos se ‘perdieron’ 37.000 millones de dólares en 2017 en sobre costes en créditos financieros. Ese parece un buen caldo de cultivo para justificar el crecimiento brutal de los ‘roboadvisors’ en ese país. Se calcula que estos modelos de inversión automatizados administraron, sólo en 2017, 98.500 millones de dólares. El doble que en 2016. Los datos de 2018 serán aun mayores y el cálculo que se ofreció roza los 450.000 millones para el año que viene. Si todo evoluciona como han hecho otros sectores que han vivido su disrupción, la gente verá que, asumiendo diferentes factores de riesgo, existe un beneficio concreto en la gestión de una parte de sus finanzas de un modo automático y optimizado.

Hace un tiempo un cliente me preguntó que debía hacer para garantizar que su negocio iba a ser rentable en el futuro inmediato. Se dedicaba a vender productos físicos. Le dije que en un mundo donde su cliente tipo cuando quiere ir al cine, mira Netflix, cuando quiere leer un libro, se lo descarga en Amazon, cuando quiere comer algo, lo pide a Glovo, cuando quiere escuchar música, se conecta a Spotify, cuando quiere comprar cualquier cosa se va a un marketplace, ¿qué le hacía pensar que ese tipo iba a ir siempre a su tienda física? y además ¿qué grado de conocimiento tenía de ese cliente? ¿qué datos obtenía de él? ¿qué procesos había automatizado para ofrecerle una experiencia central? Esas preguntas sirven para todos los sectores, negocios y modelos de gestión. Para la inversión también. ¿Qué les hace pensar a los gestores de inversión que su cliente no va a utilizar ‘roboadvisors’ en el futuro inmediato?

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La generación ‘streaming’.

Hay cierto consenso entre bancos de inversión e inversores que consideran que Spotify llegará a valer más de 20.000 millones de dólares cuando salga a bolsa a mediados de año. Actualmente supera los 140 millones de los cuales un 40% son de pago. Spotify no es más que una de las consecuencias de la transformación digital de un modelo de negocio que ha extremado la mutación de cualquier producto, que pueda convertido a digital, en servicio. Una transformación económica que llevaba asociada una transformación social. De la sociedad que adquiría cosas a la que vive en streaming. Un modelo de vida que recurre a la economía circular, a la automatización, a ofrecer datos recurrentes y masivos y a la relación cada vez más intensa entre sistemas inteligentes y actos humanos.

Hay cierto consenso entre bancos de inversión e inversores que consideran que Spotify llegará a valer más de 20.000 millones de dólares cuando salga a bolsa a mediados de año. Actualmente supera los 140 millones de usuarios de los cuales un 40% son de pago. Spotify no es más que una de las consecuencias de la transformación digital de un modelo de negocio que ha extremado la mutación de cualquier producto, que pueda convertido a digital, en servicio. Una transformación productiva y económica que llevaba asociada una transformación social. De la sociedad que adquiría cosas a la que vive en streaming. Un modelo de vida que recurre a la economía circular, a la automatización, a ofrecer datos recurrentes y masivos y a la relación cada vez más intensa entre sistemas inteligentes y actos humanos.

La relación profesional entre directivos de generaciones anteriores con la del milenio no está siendo fácil. La capa demográfica que va aproximadamente de los 18 a los 35 años actuales solicitan un puesto de trabajo que aporte algo más que un salario. Hablamos de un modelo de vida que se impone. A veces pienso que soy casi un ‘viejenial’, un tipo que nació demasiado pronto ;-) y que ya supera los 40 y largos y que tiene una percepción del mundo conectado y en beta constante. No tengo coche, compro pocas cosas, utilizo muchos servicios y prefiero vivir en streaming.

La generación del milenio probablemente ha permitido intuir como será la que le va a suceder. La que viene. La denominada Generación Z, algunos miembros de la cual acaban de cumplir la mayoría de edad. Ya han empezado a ir a la universidad y es más que probable que su idea de lo que ahora denominamos empleo va a ser muy distinta a la que les vamos a poder ofrecer. Si hace 15 años a un vendedor comercial de tornillos industriales lo hubieras visto el 90% del tiempo frente al ordenador no hubieras entendido que hacía o, peor aún, le hubieras recriminado que no estuviera en la calle ‘vendiendo’. Era difícil, por aquel remoto 2002, pensar que frente al ordenador se replicaba todo un mundo de relaciones sociales capaces de generar ventas. Ahora, si un comercial de tornillos industriales se pasa el 90% de su tiempo en la calle en lugar de estar analizando perfiles de clientes con su tablet, entrando en redes, solicitando amistades, etc., pensarías que pierde el tiempo.

Como he dicho en alguna ocasión, no van a nacer nuevos empleos de manera sustitutiva a los actuales. No masivamente. Lo que va a pasar es que las tareas actuales se van a hacer de otro modo. La generación Z lo va a cambiar todo otra vez. Ellos viven vinculados a un entorno virtual en mayor medida que incluso aquellos que se llaman nativos digitales. Son los primeros descendientes de éstos. Son, más que la Generación Z, los Millenial segunda edición. Una versión avanzada que acusará las características de sus antecesores pero al extremo.

El instituto de investigación de ADP, un grupo de administración de empresas que produce datos sobre tendencias de trabajo y salud económica, encuestó a 2.400 empleados de diferentes edades, incluidos los millenials, que trabajan en empresas con más de 250 personas, para averiguar cómo el lugar de trabajo había cambiado. Su estudio asegura que los millenial han empujado a las empresas a cambiar en áreas clave, dando a los empleados más libertad para trabajar desde donde quieran y con mayor autonomía para autogestionarse en lugar de ser administrados.

Pero hay un detalle de ese estudio que me ha llamado la atención. La sección más joven de la Generación del Milenio enfatiza extremadamente en la búsqueda del propósito laboral. Mucho más que sus compañeros de mayor edad y de su hipotética misma generación. Indican la tendencia que se mostrará con mayor intensidad en los que ahora entran en la universidad. Adecco encuestó a 1,000 estudiantes universitarios, de primer y último curso de carrera, y descubrió que el 41% de los jóvenes de la generación del milenio querían empleos que ofrecieran posibilidades de crecimiento, pero solo el 30% de los encuestados de la Generación Z pidieron lo mismo. Para éstos últimos, eso del ‘crecimiento’ es demasiado abstracto.

Probablemente algún sistema sofisticado, entre inteligencia artificial, sistema experto o datos masivos, está trabajando para interpretarlos y ofrecerles una respuesta satisfactoria antes de que ni tan siquiera ellos sepan que es la que esperaban. Una generación sujeta a la venta predictiva y al análisis matemático continuo de sus movimientos. Una generación algorítmica que corre el riesgo de mostrarse incapaz de convertir a nuestra especie en un valor añadido sino les ayudamos.

Nuestra sociedad cambia por suerte. Vivimos mejor que nunca en términos generales. A pesar de que en este mundo la lista de asuntos a mejorar y solucionar es inmensa, es más corta que en otras épocas. Nos cuesta verlo pues pensamos comparativamente con nuestro entorno y no con nuestra historia. En gran medida, esa mejora social, económica, cultural, informativa y científica, proviene de una poderosa herramienta que lo facilita todo: la tecnología.

La tecnología que estimula una revolución económica e industrial no puede desvincularse del papel que la humanidad debe tener reservado. Ese es el gran reto de las generaciones previas a la Z. Nos toca enfocar sin interferir. De una sociedad que acumula pasaremos a una sociedad que utilice. De la compra de productos al uso del servicio. Pero si todo ello sólo es cosmético no servirá. Lo complicará todo. Este es un mundo que va mejor pero no está asegurado que siga siendo así.

Lo veo en mi hijo. La Generación Z es autodidacta, son la generación tutorial. Son maduros, autosuficientes y creativos. Hablan de empleos del futuro que mejoren el mundo. Vienen de la cultura del 'do it yourself' por lo que están acostumbrados a enfocar en los problemas y a construir su propio entorno. Son inquietos y tremendamente impacientes. Son la generación zapping. Prefieren la privacidad como demuestra que sus perfiles en Instagram estén siempre protegidos o que su aplicación hasta hace poco favorita era un espacio privado. Además son tremendamente moviles. Ellos no reconocen que es un ordenador de sobremesa. Consumen en cualquier lugar y a tiempo real. No descargan si es factible consumir en la nube. Son definitivamente la generación Streaming. 

Una generación en streaming permanente precisa de una formación en streaming permanente, un comercio en streaming conceptualmente hablando. Viven a tiempo real, ¿Tu negocio está preparado para esa transformación que exigirá tu clientela inminente? ¿Y tú, lo estás para competir laboralmente con esa realidad? Si consideras que falta mucho, pues justo ahora entran en el mercado laboral los 'streaming', no te olvides que al futuro se puede viajar no sólo con el tren que anuncian por megafonía, sino que también puedes ir con el que está ahora mismo parado en la misma estación.

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Economía, Politica, Sociedad, Startups Marc Vidal Economía, Politica, Sociedad, Startups Marc Vidal

¿Por qué inspirarse en Silicon Valley? ¿Cómo se hace un 'siliconvaley'?

Si atendemos a los programas de promoción de las instituciones de medio mundo, en el planeta hay miles de 'siliconvaleys'. La realidad es otra. Reproducir un lugar como el que nació en California hace muchas décadas es sencillamente imposible. Por lo menos en la dimensión que exige el término y bajo los criterios en los que lo tenemos en mente. Sin embargo hay modos de acercarse, de crear un espacio similar, no en lo geográfico, sino en el conceptual y en los resultados a escala. No obstante, cómo mucho, de 'siliconsvaleys' puede haber dos o tres más y tiro largo. Lo que sí puede haber son espacios inspirados en él que utilicen en su dimensión posible lo que representa y sus efectos económicos

Si atendemos a los programas de promoción de las instituciones de medio mundo, en el planeta hay miles de 'siliconvaleys'. La realidad es otra. Reproducir un lugar como el que nació en California hace muchas décadas es sencillamente imposible. Por lo menos en la dimensión que exige el término y bajo los criterios en los que lo tenemos en mente. Sin embargo hay modos de acercarse, de crear un espacio similar, no en lo geográfico, sino en el conceptual y en los resultados a escala. No obstante, cómo mucho, de 'siliconsvaleys' puede haber dos o tres más y tiro largo. Lo que sí puede haber son espacios inspirados en él que utilicen en su dimensión posible lo que representa y sus efectos económicos.

La próxima edición del Web Summit se realizará en Lisboa dejando Dublín como la sede que lo albergó durante todos los años anteriores. Lo que parece una mala noticia para el ecosistema tecnológico de Irlanda no lo es tanto si se tiene en cuenta lo que no dejará de suceder en el ámbito de las startups en este lugar. La inversión no sólo parece que va a seguir creciendo sino que, además, grandes proyectos se anuncian hasta el punto que podemos estar ante la verdadera creación, por fin, de una especie de Silicon Valley europeo.

Eventos como el Web Summit son importantes por cuanto se mueve y por supuesto por cuanto inspiran. El año pasado, más de 2000 startups fueron atendidas por diferentes inversores y el volumen levantado por ellas asciende a casi un billón de dólares en Venture Capital. Una de esas startups fue FanDuel. La empresa especializada en el llamado ‘one-day fantasy Sports leagues’ que ocupaba poco más de un metro cuadrado de exposición entre centenares de emprendedores buscaba financiación en 2014. Durante el siguiente año llegó recaudar 275 millones de dólares.  De hecho, en 2015 el CEO, Nick Eccles, vino como speaker.  Ya no precisaba dinero, era el momento de explicar como lo lograron allí.

Spotify le dijo al gobierno Sueco que o cambiaba algo en cuanto a la educación que reciben sus ciudadanos o se iría

El ejemplo más conocido de cómo funciona el modelo inversor esos días es el de Uber. En 2011 el cofundador de esta empresa, Travis Kalanick, vino al evento. Se tomó una pinta de Guiness en el pub ‘Bruxelles’ de la Harry Street de Dublín con el inversor Shervin Pishear. Allí empezó una negociación que terminaría en el hall del Shelbourne Hotel dónde Pisehar le firmó un ‘deal investment’ por valor de 26,5 millónes de dólares. Lo que vino después es de todos conocido. Su inversión ahora vale billones.

La fuga de Irlanda del Web Summit preocupa y por ello parece que se está trabajando duro para evitar que sea un problema a medio plazo. La idea del gobierno irlandés es la de seguir haciendo atractivo el país al entorno digital y seguir insistiendo en lo necesario para convertirlo de verdad en ‘el siliconvalley europeo’. Quedará por analizar cómo se logra atraer un espíritu, un modelo de pensar enlazado a los retos personales, a los desafíos, a no tener temor al fracaso. Podrá haber dinero, talento, ayudas y territorio, pero es importante estimular una cultura concreta que de momento sólo existe allí a ese nivel.

Pero, ¿cómo se hace un ‘siliconvalley’? No únicamente con ‘arrobas’, no con espacios sólo de coworking, no se logra con mensajes de campaña que se quedan en el camino, no se hace permitiendo que se vaya el talento, explicando que es muy bueno venir y luego masacrar a inconvenientes a los que lo intentan, no penalizando eternamente al que le sale mal, no estimulando la innovación, no impidiendo que se desarrollen las nuevas formas de economía colaborativa, no evitando que la transferencia tecnológica entre universidades y empresas se produzca, no hablando de emprender por pura conveniencia, no creando leyes y normas que son de otro siglo, no manteniendo la burocracia, no complicando la vida al inversor internacional y desvinculando el territorio con los procesos largos y complejos que exige una revolución como la que vive nuestro mundo.

Ejemplos que permiten ver que hacer los hay. Spotify le dijo al gobierno Sueco que o cambiaba algo en cuanto a la educación que reciben sus ciudadanos o se iría. No era un tema de tributos, era un tema de talento. No logran tener personal cualificado sueco porque no se les forma en tecnología a tiempo. Contratar personal de otros países no sale a cuenta pues el coste de la vida en Suecia es inaceptable para muchos potenciales trabajadores. No piden rebajas fiscales para Spotify, piden descuentos para los trabajadores extranjeros no preparados a pagar tantos impuestos o que la educación mejore para contratar locales si acostumbrados a esa fiscalidad.

Volviendo a Irlanda, la atracción de capital se hace por la vía de lo que ofreces a quien invierte. Con el tiempo eso se acaba convirtiendo en tónica y la tónica aquí ahora es la creación de un espacio que se está interconectando como nunca. De haber centenares de empresas cada uno a lo suyo se ha ido gestando un bloque tecnológico importante. Fintech, IoT, Cloud y Big Data están muy bien representados y la sensación es que se multiplican entre ellos. La idea de que las startups son la clave se mantiene y que las 4.000 startups que se fundan al año en un país con apenas 5 millones de habitantes es en base a algo interconectado.

El Silicon Valley Bank anunció que a través del Fondo de Inversión Estratégica de Irlanda, respaldada por el Estado, invertirá un cuarto de billón de dólares en startups

De ahí que el mayor respaldo norteamericano importantísimo esté a punto de producirse. El Silicon Valley Bank anunció que a través del Fondo de Inversión Estratégica de Irlanda, respaldada por el Estado, invertirá un cuarto de billón de dólares en startups asentadas en Irlanda cómo mecanismo para incrementar la relación entre ambos espacios y porque ve que el modelo de Estados Unidos dónde educación, capital y talento están muy bien relacionados, se puede replicar aquí perfectamente. De hecho aseguran está en fase avanzada técnicamente.  

La diferencia no es si hay dinero, que también, la cosa va de criterio político, acción económica y conocimiento de lo que nos espera sino actuamos. En España la visión de quienes dirigen está enfocada al próximo junio y una vez pase la fiebre se dirigirá a cuatro años vista cómo máximo. De España se va el talento, eso lo sabemos, y poco o nada se hace para retenerlo. Se sigue viendo el mundo de las startups, las aceleradoras, el capital riesgo o los desarrolladores de aplicaciones digitales cómo modelos económicos no genéricos. Son una anécdota, una cosa ‘cool’ que si tienes algunos sirve para el ‘powerpoint’ de turno y poco más. 

Seguir obviando el papel de esta tipología empresarial, económica y social, es obviar lo que está pasando en el mundo

Del modelo de crecimiento amparado en el mayor número de startups, de la calidad de las mismas, del talento que albergan, de las oportunidades que logren, del apoyo económico o fiscal y de la vinculación con las universidades, depende que el futuro de un país como España se pueda contemplar con esperanza. Seguir obviando el papel de esta tipología empresarial, económica y social, es obviar lo que está pasando en el mundo. No vivimos en Yemen, ni en Venezuela, somos parte de un arco socioeconómico muy claro y concreto, somos Europa y nuestra competencia está en los otros países europeos, en Japón, en Singapore o en Estados Unidos. Ese es el partido que hay que jugar. Sino jugamos en esa división el futuro es de futbolín. Tal vez, estaría bien que definiéramos, como europeos, dónde estaría bien tener nuestro 'Siliconvaley' propio y trabajar todos juntos por ello. Aunque lo vea más factible en Dublín, yo voto por Barcelona, ¿y tú?

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Spotify vale más que la toda industria musical americana junta

Mi hijo no ve la televisión. La escucha. Es algo accesorio, complementario al uso audiovisual que hace de otros emisores. Es como un acompañamiento del que poco importa lo que hagan, sólo está ahí. Lo realmente destacado para él es lo que selecciona en su Mac. Está suscrito a decenas de ‘youtubers’ en varias lenguas, que explican partidas de videojuegos, reflexiones acerca de tribus urbanas o sobre lo que a millones de niños y jóvenes les interesa.
Y eso ya ha pasado a ser habitual cuando entramos en el mundo ‘Netflix’ y su sección infantil. La música, jamás la busca en el las entrañas de su disco duro. No hay nada. Ni tan siquiera cuando utiliza su procesador de textos para algún trabajo en la escuela abre ningún programa. Todo lo tiene en la nube o en streaming. Otra cosa es que en la escuela, tema aparte, no comprendan que los trabajos escolares que hace están en un lugar llamado ‘nube’ y que podría ser muy interesante tratarlos a tiempo real independientemente de estar o no en la escuela. Alumnos del futuro en escuelas del pasado dijimos una vez.

Pero regreso al tema. La conducta de mi hijo es genérica en su generación y transversal socialmente ya. Sabemos que los ingresos por servicios de streaming ya supera las ventas de CD por primera vez en la historia. Incluso hoy sabemos que Spotify ya vale, según The Wall Street Journal, más que toda la industria musical de Estados Unidos junta.

La última ronda de financiación ha puesto a la empresa en un valor cercano a los 8.400 millones de dólares, cuando los ingresos de toda la industria en 2014 fue $ 6.970 millones. Cierto que es comparar con algo de trampa pues Spotify es una plataforma a nivel mundial y la comparación no sería equitativa pero es significativo destacar lo que supone el volumen de un nuevo modo de acceder a los contenidos ya, cada vez, menos sujetos a un soporte.

También es cierto que comparar valoración con ingresos puede llevar a engaño. La valoración de una ‘startup’ se determina mediante una estimación de los beneficios futuros, y en eso Spotify flojea pues en realidad nunca ha dado beneficios, sino todo lo contrario, es una máquina de música y de perder dinero.

Sin embargo parece que si los inversores tienen paciencia y la tienen pues mantienen su apuesta con esta ronda de 400 millones frescos que acaban de aportarles y que valoran la empresa en ese punto, los ingresos por streaming aumentaron ya un 25% en el último año mientras que la caida de ventas digitales o descargas permanentes fue del 8,7%. Es decir, se tiende a no almacenar y a acceder al contenido mediante cuota que da derecho ilimitado. Es un concepto cultural incluso. De producto a servicio.

Y es que los jóvenes prefieren el streaming. El 76% escucha la música directamente de YouTube cada día. YouTube y Spotify son con mucho las fuentes de música más populares en todas las encuestas. YouTube es el servicio más utilizado para escuchar música. Incluso los usuarios activos de Spotify visitan YouTube a menudo para complementar la selección musical todavía incompleta en Spotify.

La popularidad de YouTube es abrumadora. Casi todo el mundo lo usa para escuchar música y ha transformado el mundo como lo hizo el propio Google. Aun no tenemos ni idea de lo que supondrá.

Ya no hay vueltra atrás. Un nueva crónica de una muerte anunciada lleva el nombre de Mp3, CD o descarga musical. A la vez que todo esto pasa, incluso la radio y sus listas de escucha híbrida empiezan a notar cambios. Se sabe que hay millones de personas que no escuchan ‘la radio’ tradicional, van directamente a su lista de ‘emisoras’ y seleccionan las emisiones digitalizadas. A lo mejor el ‘video no mató a la estrella de la radio’, pero si lo hace ‘el streaming a la carta’.

Mi opinión es que los servicios de música en streaming también requieren la búsqueda de música y crear listas de reproducción. Los servicios digitales han ofrecido nuevos tipos de experiencias de radio, pero el futuro está en los sistemas híbridos que combinan las preferencias humanas con las recomendaciones inteligentes, poco a poco tendiendo a menos humano y más inteligente. Esto ha quedado raro, pero casi lo dejo así.

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Apps, Inversion, Negocio, Sociedad, Startups Marc Vidal Apps, Inversion, Negocio, Sociedad, Startups Marc Vidal

Classpass, el 'spotify' del 'fitness'

¿Qué pasa cuando eso de la economía digital que se dedica a quitar intermediarios hace lo contrario? Cuando en lugar de eliminar fases de la cadena de valor le sumas uno más. Nada si el propósito es seguir teniendo una de las características que la tecnología y la nueva economía permite. Es decir, haz confluir conceptos económicos complejos en otros tiempos e innovadores ahora y decide con cual te quedas, cual es el que traccionará y olvídate de cumplir todos los requisitos como marcan las ‘reglas’.
Eso pasa con Classpass, una compañía con sede en Nueva York que ofrece clases de fitness ilimitadas en más de 2000 gimnasios y academias diferentes por menos de 100 dólares al mes. Se basa en el modelo spotify, haz algo tantas veces puedas o quieras por una tarifa plana. Lo vimos incluso con el café no hace mucho.

Incorporar el valor ‘cuota’ en un solo centro es normal, digamos que es lo tradicional. Crear un listado de centros que también lo acepte y que puedas elegir donde acceder también, sería un acuerdo corporativo. Lo que toma dimensión es que esto se establece sin límites de espacio, territorio, tiempo o modo. Es donde entra la tecnología, las plataformas de economía socializada y la gestión desde dispositivos móviles.

Classpass incorpora un intermediario pero elimina el factor producto y lo convierte en servicio. Es ese punto exacto de encuentro entre el ‘longtail’ que proviene de una demanda concreta y la refleja en una oferta globalizada que no es más que la respuesta a los tiempos que vivimos y a la percepción de un modelo de consumo más estructurado en la visión de ‘usuario’ que en la de ‘consumidor’.

La facilidad para generar un espacio digital de conversión entre usuario, consumo, oferta y productos es un viaje ya sin retorno a pesar de todo y lo iremos viendo en mas sectores que logren generar círculos de confianza. Hemos pasado de ‘la central de compras’ a la ‘plataforma de usuario’ y eso se lleva por delante muchos de los conceptos que hasta ahora parecían imposibles de tocar. La escalabilidad de estructuras empresariales combinadas y ofertando en común, ahora están beneficiándose de elementos que la vida en red nos ha aportado.

El long tail del consumo de fitness ha pasado de comprar el producto ‘gimnasio’ a ofrecer un servicio llamado ‘haz todo el ejercicio que quieras donde quieras por un pago concreto’, seria algo así, de nuevo, como ‘el spotify del fitness’. Déscargate tu lista de música o descárgate tu gimnasio.

Por si alguien duda de la eficiencia y opciones que conlleva esta startup, comentar que acaba de cerrar ronda de inversión de tipo B por 40 millones de dolares tres meses después de cerrar otra tipo A por 12.

Aunque el pasado año superaron el medio millón de reservas y ahora mismo rozan el millón y medio, al principio las cosas no fueron tan bien. La necesidad de masa critica, pero de oferta también, es el talón de Aquiles de muchos de estos proyectos de economía socializada o bajo el concepto ‘servicio’ dónde antes había un producto.

En 2012 no habia manera lograr el propósito de transformar un producto de cuota mensual en un servicio global. De hecho se comieron el llamado ‘palo de hockey’ que te hunde en una especie de ‘death valley’ durante un tiempo y nada hace presagiar el tremendo crecimiento posterior que se produjo dos años después.

¿Qué otros ‘spotifys de lo que sea’ se te ocurren?

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'All you can eat data'

La compañía telefónica Three mobile utilizó el ‘claim’ que titula este post, ‘all you can eat data’, hace unos años para explicar que podías utilizar cuantos datos digitales fueras capaz de consumir en un tiempo a cambio de una cuota determinada fija a pesar de hablar de ser clientes en ‘prepago‘ y sin contrato. Pasaron a determinar que un producto digital no es más que un servicio y este debe venderse como tal.
No era novedad, de hecho ya hacía tiempo que la música abandonó el valor físico de lo tangible y se convirtió en datos, es decir, en algo intangible, y aunque lentamente, la ola fue devorando todo cuanto se ponía delante de ella. Del disco al archivo. De hecho a partir de un momento determinado comprar música para poseerla dejó de ser algo determinante. Por mucho que la industria discográfica mantenga su interés por el viejo modelo comercial de pagar por tener, todo se ha transformado hasta el punto que los nuevos ‘players’ de la música se han visto obligados a transformar su oferta, la cual ha pasado a ser de un producto a un servicio. El ejemplo más claro es Spotify por el cual pagas una cuota para escuchar cuanta música seas capaz en un mes desde cualquier dispositivo. Eso, digamos, es un servicio y deja de ser un producto.

En el mismo contexto se mueven otros sectores, otros servicios que derivan de productos previos. Hay más ejemplos. Acceder a un fondo editorial sin restricciones de cantidad y sólo de tiempo por un precio fijo mensual es otro de ellos. Desde hace unos días sabemos que esa transformación que Amazon puso en marcha hace un tiempo ya está también en España. La tarifa plana de lectura en Amazon llegó a Kindle. El servicio se llama La cosa se pone interesante. Cerca de un millón de títulos, 25.000 en lengua castellana, disponibles por algo menos de 10 euros al mes. No deja de ser servicio sustituyendo al producto cuando éste no tiene nada que aportar a la acción en si. No necesitamos soporte, no necesitamos intermediarios, no es lógico estructurar un negocio a partir de los modelos de una cadena de valor envejecida.

Este punto de encuentro entre el ‘longtail’ que proviene del producto digital y la oferta globalizada no es más que la respuesta a los tiempos que vivimos y a la percepción de un modelo de consumo más estructurado en la visión de ‘usuario’ que en la de ‘consumidor’. La facilidad para generar un espacio digital de conversión entre usuario, consumo, oferta y productos es un viaje ya sin retorno a pesar de todo.

Cierto que no todos lo hacen, pero lo harán. Digitalizarse no es una opción. Hubo quien ser resistió y la realidad plomiza los aplastó. Kodak insistió en producto y la digitalización del modelo se la llevó por delante. Ahora Instagram es a la fotografía lo que fuera la empresa del carrete.

Lo están probando muchos. ¿Tu empresa? ¿Tu sector? En la educación, en la medicina, en la abogacía, en muchos ámbitos. La sustitución digital del producto por el servicio susceptible de digitalizarse es pura ‘reconversión industrial’. No se trata sólo de ofrecer tu catálogo en un comercio electrónico, que también, sino que hay que explorar si tu modelo industrial entronca con lo que se está ya imponiendo por la lógica de los tiempos. Tiempos que buscan eficiencia, reducción de costes, adecuarse a la verdadera cadena de valor y a la eliminación de intermediarios que encarecen o ralentizan tus servicios, antes llamados productos.

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A pesar de todo, los 'drones' repartirán

A pesar de todo y contra todo, el peso de lo razonable se irá instalando. Amazon, por ejemplo, insiste en que sus envíos en el futuro puedan ser gestionados por ‘drones repartidores automáticos. De momento ya ha pedido permiso al gobierno de los Estados Unidos para poder hacer algunas pruebas.
En un futuro no muy lejano caminaremos por las ciudades y un dron de Amazon nos sobrevolará con un paquete destinado a cualquier vecino. Lo que a unos les parece una locura, una agresión a la lógica, algo parecido a lo que se dice de Uber con respecto a los taxistas o a lo que se dijo hace unos años sobre la música y Napster, resulta ser, no obstante, el método más eficiente y directo de retirar todo tipo de fricción en la cadena de valor y de transporte derivado.

El mandamás de Amazon ya dijo que su objetivo es crear, a través de Amazon PrimerAir, un modelo de gestión logístico que permita tener en el poder del comprador cualquier paquete de menor tamaño en menos de media hora. El comercio electrónico instantáneo. En el futuro, el propio dron podrá manejar datos y gestionar transacciones, derivar descuentos e incluso sugerir compras de última hora.

Considerar los drones como una injerencia en el espacio es no aceptar los beneficios que a su vez nos pueden aportar. Todo instantáneo, eficiente y sin errores. La intervención humana sería muy menor, lo que, ya sabemos, evita problemas visto lo visto.

Sin embargo la Administración Federal de la Aviación de EE.UU negó esa posibilidad en primera instancia alegando que ‘el uso de drones comerciales para reparto es algo que debe estar regulado y porque faltaba mucha información acerca del funcionamiento y alcance del proyecto’. Preguntas como ¿volarían muy alto? o ¿por zonas pobladas?.

De todos modos Amazon ha pedido permiso a la FAA para desarrollar el PrimeAir y hacer pruebas cerca de su sede en Seattle, por lo que ya sabemos que el peso máximo de los drones rondaría los dos kilogramos y, por derivación, la carga no sería muy superior. Según se estima por los ingenieros de Amazon los trayectos aéreos seguirían trayectos lineales que reproducirían en el aire las carreteras, autopistas o calles. De ese modo la afectación a peatones sería mínima en caso de caída o colisión inesperada. La FAA ha dicho que necesita estudiar de nuevo el tema, pero ya no se ha negado de plano.

Hay profesiones que van a desaparecer de la noche a la mañana se pongan como se pongan, se manifiesten donde se manifiesten o chantajeen a los gobiernos que chantajeen. Tarde o temprano habrá un equipo político en algún lugar que aceptará como evidente que los tiempos han cambiado y que la tecnología impone sus reglas por la eficiencia y la exactitud.

Es cuestión de tiempo, solo de eso, pero en breve veremos manadas de drones cuadricópteros montados en camiones de reparto y despegando puntualmente a medida que se acercan a sus destinos establecidos desde una plataforma digital. En Amazon aseguran que ‘la eficiencia de estos repartidores aumentaría si en vez de hacer repartos del punto A al punto B, lo hiciesen desde el camión a la puerta del cliente. Técnicamente el repartidor no tendría que volver a pararse en una ruta, tan solo desacelerar y dejar que el dron haga la entrega.

La insistencia en paralizar el progreso por miedo o por que no afecte al sillón de Alcántara, la visa oro corporativa y la tranquilidad dominguera de saber que lo tuyo no lo toca ni Dios, no durará mucho. La vida es como es y el peso de lo inevitable es plomizo. Lo fue con la Spotify, lo será con Airbnb, con Uber, con decenas de proyectos que van llegando y otros que esperan pacientemente su momento.

Ver en la tecnología a un agresor es ridículo. Insistir en el discurso de que los ‘robots nos quitarán el empleo’ roza una especie de ‘tecnoxenofobia’. ¿Tan difícil es aceptar que la tecnología no hace más que aprovechar determinados factores de un modo más eficiente a fin de permitir que los costes ya sea en logística, coordinación, comunicación, organización o lo que sea, sean mucho menores y así generar un punto de encuentro entre demanda y oferta con ventajas para ambas? ¿No es fácil de ver que eso no tiene vuelta atrás? ¿Por qué insistir en paralizarlo con regulaciones complejas, intervencionistas y que, como en el caso de Uber, solo buscan salvaguardar modelos económicos del pleistoceno?

Los contrarios a Airbnb, PrimeAir, BlablaCar, Uber u otros dicen que todo esto deshumaniza el comercio y el trato entre cliente y empresa. Eso no se aguanta ni con pinzas de madera. El caso del primero, Airbnb, es paradigmático. Miles de propietarios utilizan sus propios pisos, los alquilan sencillamente, cómodamente y procesan aspectos desde le punto más humano posible: el dueño espera al cliente, lo conoce, le habla y hasta se mejora el trato final. Pues eso que lo mismo pasa con el ‘taxista Uber’ que ofrece valor añadido informando, generando transacciones en paralelo de otros servicios y el cliente. (Acepto que un dron no es muy humano, pero ya hemos hablado alguna vez que Google está comprando empresas que desarrollan robots que puedan caminar hasta la puerta de tu casa y darte conversación si es preciso).

Por mucho que insistan, el muro sigue construyéndose. A un lado quedará gobiernos, empresas y ciudadanos que sigan estimulando restricciones, propuestas artificiales y normativas incoherentes con los tiempos que vienen y nos tocará vivir. Nuestros hijos circularán entre drones voladores, reservaran hoteles directamente por habitaciones, interacturaran con software legal que les defenderá en juicios y causas, establecerán lecturas organizadas en diarios escritos por robots, atenderán a sus clientes desde lugares remotos y asistidos por diferentes modulos digitales. Todo eso pasará en menos de diez años. Hay países que legislan y estimulan a sus startups para que vayan construyendo en ese camino y otros que siguen creando normas del siglo XIX. Que no sufran, que nos dejen hacer. Todo vendrá.

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Apps, Economía, Innovación, Sociedad, Tecnologia Marc Vidal Apps, Economía, Innovación, Sociedad, Tecnologia Marc Vidal

Los taxistas utilizarán 'Uber'

Medio Londres paralizado. Los taxistas colapsan la ciudad. La gente pregunta que ocurre y la respuesta es que están protestando contra la plataforma Uber. ¿La que? Dicen nueve de cada diez. Al terminar la jornada de protesta y tras ser trending topic mundial durante horas, Uber tiene millones de usuarios nuevos en medio mundo. Independientemente de la campaña de publicidad gratuita que le han regalado ‘sus enemigos’, la plataforma debe ser analizada en el contexto de la economía, sociedad y relaciones en red en la que vivimos. Nada es como queremos que sea, es como es y lo jodido de esto es que por mucho que insistamos no hay ‘tutía‘ de cambiarlo. Puedes retrasarlo, pero no evitarlo. Lo mejor es prepararse, tomar medidas y cuando llegue casi tenerla amortiguada.
Conozco taxistas que usan Uber. ¿Se han unido al monstruo? No, a su modo de ver son adelantados a su oficio, profesionales que identifican que hay que renovarse y renovarse va más allá de si tu vehículo tiene revistas, iPads o conexión wi-fi incorporada. Son conductores que advierten un cambio más grande que el que Uber o Blablacar representan para el sector. Tiene que ve con la desaparición de la profesion en unas pocas décadas, tiene que ver con coches autopilotados y eficientes. Tiene que ver con que un ‘humano’ taxista del futuro inminente será un analista de flotas inteligentes autoconducidas que poco precisaran de la intervención de una persona. Ese nuevo empleo aun no existe, pero existirá.

Cuidado con seguir dando la razón a una gente que se marchita en su despacho. Europa es un cementerio intelectual cada vez más irrelevante en la revolución tecnológica. Hay muy poca cosa interesante y la que hay no se la potencia ni ayuda, todo lo contrario. Estados atrofiados a normas y regulaciones, haciendo todo lo posible para que no avance nada y la innovación se agote a fin de que los mercado no se abran, no sea que los grandes intereses se vean afectados.

Europa languidece pero despertará a pesar de sus dirigentes. Es un desastre de dimensiones bíblicas cuando hablamos de futuro, innovación, revolución tecnológica y negocios del futuro. Está en manos de todos cambiarlo y acabará dando razones a cuantos diseñan las herramientas del futuro. Nos hacen falta mercados sin restricciones y más valientes aceptando la realidad de nuestro tiempo para, entre todos, innovar en todos los campos. Pidiendo prohibir, cancelar o eliminar no se gana nada. La historia y el progreso lo va a pisotear todo. Si es más fácil, social, económico y rápido se te llevará por delante. Date por relevado, seas taxista o torero.

Si aquí todo va así, porque en otros lugares no. ¿Qué tienen sobretodo California, pero también Florida y Massachussets que viven un progreso tecnológico similar al del Renacimiento? Menos intervención política, regulación moderada, mercados abiertos, inversionistas que entienden que esa facilidad para innovar no se enfrentará nunca a la política restrictiva que vivimos en Europa por ejemplo.

Por ejemplo, mientras Europa se lanza contra Uber, Goldman Sachs, Google Ventures y Benchmark invierten en ella. The Wall Street Journal valora en 17.000 millones de US$ al juguetito este. Digamos que seguir con el discurso de que esta aplicación permite que ‘gente sin licencia haga de taxista’ es complicado de sostener.

El tema es que si yo tengo un coche y me ofrezco a llevar a alguien en él a cambio de que me compense por ello, la plataforma que me facilita el enlace me pide un porcentaje de ese acuerdo. Es una transacción, pero ¿que servicio se ofrece? ¿compensar el coste del uso del vehículo o el uso tecnológico? Sinceramente da igual. Regular estas actividades que ya se sitúan en escenarios que la tecnología da por superados es perder el tiempo. Lo mejor es empezar a buscar el punto de encuentro entre nuevos tiempos, nuevas imposiciones más realistas, profesiones en retroceso y acciones en red y socioeconómicas. Lo barato, rápido y social se llevará por delante el asunto.

Seguir considerando una licencia de taxi como una inversión es un error que muchos están empezando a notar. Eso ya pasó. Aquí hablamos de que la tecnología permite poner en la cesta tiempo libre de personas con artilugios que se conducen. Eso antes no era factible con esta potencia y el monopolio estaba en manos de otros. Ahora no hay monopolio por mucho que queramos impedirlo. Otra cosa es que TODOS deben regularse en aspectos como la seguridad, impuestos, calidad de servicio, y lo que sea, pero no imposibilitar un nuevo modelo que es irremediablemente parte del futuro.

¿Recuerdan lo imposible que era entender que el sector musical debía de aceptar Spotify? A Napster se lo cargaron, pero cambió el mundo. Así es la noria esta. Gira y gira te llames SGAE o te llames Kodak. Mi imagino la cara que pusieron las grandes APIs cuando Idealista empezó a poner en contacto a compradores y vendedores de fincas. Con el tiempo, Idealista es el mejor canal de venta de las inmobiliarias también

En otro post hablaremos de otros ejemplos del esfuerzo por ralentizar la velocidad a la que gira el mundo como el ‘aparente vacío que paraliza el uso de drones’. Con esto si que hay para escribir un libro. Decenas de juristas, expertos, políticos, cómicos y periodistas tratando el tema que nace viejo nada más empezar el debate.

Ministros tratando de imponer leyes, regulaciones y así atender las presiones de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea. Casi un centenar de empresas paradas, cancelando contratos, perdiendo inversores y viendo como años de desarrollo se pierden por culpa de este tipo de pastores. Resulta que debaten sobre quien y como debe pilotar desde tierra un dron no pilotado. Hablan de capacitar a los conductores y meriendas parecidas cuando el dron del futuro inmediato es autopilotado con sensores y geolocalización desestimando la mano humana en ningún proceso. Cuando se den cuenta, también se pondrán a legislarlo y aun lo retrasaran mas. Que alguien les avise, ganaremos tiempo.

Yo si fuera taxista, ya me habría dado de alta en Uber.

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