Economía, Politica, Tecnologia Marc Vidal Economía, Politica, Tecnologia Marc Vidal

Le llamaron transformación digital pero la conoceremos como ‘salida de la crisis’.

Después de la peor erupción del Vesubio, los napolitanos que sobrevivieron, volvieron a construir sus casas por la misma zona por las que bajaron los ríos de lava un tiempo antes. La suerte es que el volcán no ha vuelto a escupir fuego con la misma intensidad nunca más. Tras cualquier crisis es importante comprender su verdadera dimensión y la virulencia con la que llegó. Sin esos parámetros es imposible estructurar una salida razonable. Y eso es bueno. Dice Boris Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra que ‘después de una catástrofe, siempre hay una revolución’ y que ‘resisten mejor los que ya tenían una buena disposición antes de que se produjera’. Desde un punto de vista económico, tener miedo a lo que se avecina es normal, pues en un contexto como este, el miedo siempre ha resultado ser un mecanismo de defensa.

Después de la peor erupción del Vesubio, los napolitanos volvieron a construir sus casas en la misma zona por la que bajó un río de lava poco antes. La suerte es que el volcán no ha vuelto a escupir fuego con la misma intensidad nunca más. En cualquier crisis, lo importante es comprender su verdadera dimensión y la virulencia con la que se desplegará. Sin esos parámetros es imposible estructurar una salida razonable. No necesariamente todo es malo en un suceso de este tipo. Dice Boris Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra que ‘después de una catástrofe, siempre hay una revolución’ y que ‘la resisten mejor los que tenían una buena disposición antes de que se produjera’. Desde un punto de vista económico, tener miedo a una crisis que se avecina, es normal, pues el miedo siempre ha resultado ser un mecanismo de defensa. 

Las empresas van a tener que valorar adecuadamente la envergadura de esta tragedia sin olvidarse que superarla dependerá de la capacidad de adaptación. El ser humano ha vivido momentos mucho peores y siempre ha descubierto como sobrellevarla. Nuestros ancestros, en periodos de glaciación, cazaban y en las épocas templadas, se volvían agricultores. Tras esta crisis vendrán cambios profundos, en el comportamiento social y, especialmente, en el comportamiento económico. Esos cambios llegarán, no hay otra. Pero nos tocará reflexionar y analizar que tipo de modelo social y económico queremos tener tras ellos.

No comparto la idea de que tras esta pandemia vamos a cambiar nuestro modo de ver el mundo de un modo radical e inmediato. Seguramente no vamos a estructurar nuestra relación con la naturaleza de inmediato y, ni tan siquiera, nos centraremos en un nuevo modo existencial como defienden muchos pensadores. No somos así. Nos adaptamos en base a las necesidades vitales, económicas y laborales. Los grandes cambios son lentos aunque nos parezca que no, pero los cimientos de esos cambios sí son evidentes mucho antes. Ahora pasará igual y es preciso afrontarlo. 

Pensemos en la peste negra, aquella plaga del siglo XIV que en pocos años liquidó a la mitad de los europeos. Tras el desastre no se podía cultivar, no había suficiente mano de obra y desaparecieron casi todos los cultivos. Curiosamente, tras una catástrofe de esas dimensiones, los efectos fueron sorprendentes. Desapareció una estrato social denominado ‘siervos de la gleba’, que se vendía como un activo más cuando alguien compraba una tierra cultivable. Y tuvo que llegar ‘la peste’ para que eso pasara. No fue un cambio radical, fue una adaptación. Resulta que la mano de obra superviviente tras aquella pandemia, cada vez era más cara por ser escasa. Una escasa oferta y una alta demanda siempre ha producido lo mismo. Lo importante, no obstante, es identificar que se va a demandar y que puedes ofrecer. Si te cuadra el puzzle, cualquier crisis puede ser una oportunidad.

Y si hay algo que no me gusta es ese léxico de guerra que se ha afianzado en el discurso oficial y periodístico. No estamos en guerra ni lo que viene es la postguerra, lo diga Macron o lo diga quien lo diga. En todo caso vivimos en el detonante (algo que expliqué en mi último libro sin saber que podía ser una partícula vírica) que obligará a ordenar el rompecabezas en el que vivíamos hasta hace muy pocos meses. No tenemos los planos para componerlo, sólo sabemos que hay un inevitable cambio a la vista. Tenemos dos opciones: utilizar esa presión por el cambio en dirección a la productividad, la eficiencia, lo sostenible y la protección social por vía de la tecnología o, por otro lado, dejar que se desparrame todo replicando el mundo anterior. Tras cada crisis hay siempre una ventana de oportunidad. Mi abuela nació hace un siglo exacto. No había seguridad social ni pensiones. Tuvo que esperar un desastre bélico monumental para que se implantaran algunas de las cosas que ahora vemos como derechos fundamentales. No siempre fue así, se precisó la quiebra profunda de los modelos económicos y sociales para que se tuvieran que implantar medidas de protección y estímulo empresarial. 

Por mucho que lo repitan, los territorios desconocidos no son tan desconocidos. El futuro inmediato será un escenario complejo pero no inédito. Sabemos que, ante cualquier fisura en los flujos económicos, se debe proteger a las personas más vulnerables pero sin destruir los modelos productivos. Sabemos, también, que en el período de crecimiento tras el desastre, se abre la mayor oportunidad de modernización económica posible. Ahora es igual. Momento de debatir sobre la protección social con modelos como la renta básica universal o para activar, desde lo público y lo privado, la transformación digital y la automatización del modelo de crecimiento de un país.

Y si tenemos algo claro es que a lo que vamos es a una recesión. Sí, es irremediable. Pero tampoco se acaba el mundo, en todo caso, lo que se acaba es un mundo. Es importante relativizar el problema. No desestimarlo, sólo reducirlo a su verdadera dimensión. Una dimensión económica, laboral y social, no una dimensión existencial. Y como a lo que nos dirigimos sin pausa es a una recesión profunda estaría bien saber que es exactamente y las implicaciones que tiene.

Una recesión es algo aterrador, cierto. A pesar de que la última recesión terminó hace más de una década, la gente teme a las recesiones porque pueden significar pérdidas patrimoniales y paro generalizado. Pero la recesión no deja de ser una parte, la más desagradable, de una economía dinámica. Es difícil prepararse para una recesión, pero es posible. De hecho, de tu capacidad de aguante dependerán las oportunidades que tendrás cuando la recesión termine. Porque siempre terminan. Hablo en términos particulares, empresariales y gubernamentales.

El problema es que esta situación de crisis que acecha bien podría ser algo mucho peor: una depresión económica. Depresión es un término que se utiliza para definir una recesión extremadamente aguda e intratable, a pesar de que no hay una definición formal de este término en la teoría economía. Curiosamente la recesión de 2007 tuvo similitudes muy incómodas con la Gran Depresión del 29 porque llevaba implícita una crisis financiera, un desempleo brutal y la caída del valor inmobiliario. Sin embargo, a ese período de 2007, se le llamó, para siempre, como la Gran Recesión. De este modo se logró evitar así el calificativo de Depresión que tanto preocupaba al FMI, al Banco Mundial a los de Davos y a los bancos centrales. Pura semántica. 

Está por ver como llamaremos a lo que viene. Desde el punto de vista técnico, el futuro inmediato podría situarnos en la mayor recesión vivida por nadie que esté vivo actualmente. Si bien una recesión oficial es la disminución de la fabricación real, de las ventas comerciales y de la producción industrial durante un período continuo determinado, ahora de lo que hablamos es, en realidad, de una parálisis de todos los flujos económicos. De un shock de oferta y demanda que se traducirá en un shock laboral sin precedentes. Además, si observamos el período transcurrido desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, las recesiones han durado un promedio de 11 meses consecutivos. Existen estabilizadores que la regulan. También es cierto que luego puede haber estancamiento, crecimiento leve o rebote. Si es o no una depresión dependerá también de como lo afrontemos todos en general. De momento, estarás pensando, nos estamos cargando un modelo de crecimiento muy asentado que funcionaba muy bien y no va a ser fácil sustituirlo en un tiempo corto.

Una recesión o depresión, revierte en lo personal, lo empresarial y lo político. En el primer caso, en lo individual, lo importante es entender el valor de la liquidez. Ayer me preguntaba alguien que se puede hacer desde el punto de vista particular ante la hecatombe que supone una recesión (o depresión) tan importante. Desde el punto de vista personal, es difícil recomendar nada, pero sabiendo sobre su tendencia a tener media vida sujeta a cuotas crediticias, le recomendé que pagara sus créditos al consumo y la deuda de su tarjeta de crédito. Pagar una tarjeta de crédito que cobra el 18% de interés es el equivalente aproximado de obtener un 18% de retorno de tu inversión, y no obtendrá eso de la mayoría de las otras inversiones durante una recesión. Es imposible. De ahí que no sea buena idea acumular recibos en estos tiempos que vienen y disponer del rey de las recesiones: ‘el cash’. Le recomendé también que dispusiera de un presupuesto encaminado a su propia adaptación a los tiempos. Por ejemplo, buscar formación, modelos de aprendizaje que mejoren la ‘adaptabilidad’ a ese mundo ‘nuevo’ que viene desde un punto de vista laboral. Hablo de habilidades humanas abrazando la tecnología. Ambos efectos serán los protagonistas indiscutibles de las ofertas laborales que vayan surgiendo. 

A nivel empresarial es similar. Formación, eficiencia y automatización. Se deberá producir menos, porque habrá menos demanda y, con ello, también será posible ganar más. Con el tiempo, quien sea capaz de aguantar, tendrá menos competencia, pero para aguantar antes hay que ‘modernizar’. Le llamaron transformación digital pero la conoceremos como ‘salida de la crisis’. Y en lo público, se trata de gastar la ingente cantidad de deuda que se está anunciando, en modificar el modelo de crecimiento de un país. En España, Europa y Latinoamérica, todos los organismos públicos se van a a endeudar como nunca antes. Es la oportunidad de gastar en conquistar el futuro. Sin eso no habrá competitividad. Sin innovación no habrá trabajo en unos años ni forma de crearlos.

Y tenemos señales tremendas de lo que viene. No hablo de las previsiones de los múltiples organismos existentes. Eso ya lo hemos analizado. Hablo de que ya teníamos indicios de que la cosa pintaba mal. Ya estábamos en la senda de una recesión importante. De ahí, como he dicho al principio, este desastre monumental que vamos a vivir y estamos viviendo, tal vez, no sea tan mala noticia. Es posible que, en lo económico, sea un revulsivo, un detonante que no hubiera llegado con tanta claridad. Lo que venía era una ‘L’ larga, muy larga, un cansancio comercial e industrial y una insostenible fórmula de relación entre la economía y los individuos. Esta explosión exige tomar medidas determinantes que no se hubieran tomado en otros casos. No será un ‘V’, ni una ‘U’, ni una ‘V’ asimétrica. Es obvio, pero habrá recuperación y será relativamente rápida si aceptamos como rápida un total de dos años al menos. Nada garantiza que la crisis que se cernía sobre nosotros antes de la crisis actual hubiera sido menos agresiva. Su duración podría haber sido formidable. Recordemos que un impacto brutal suele permitir la reconstrucción más rápido. Un continuo golpeteo, un incisivo y duradero descenso, deja inservible el escenario económico y no da opciones en tiempo para la recuperación. Lo deja en el estancamiento sin punto de fuga.

Y sin poder definir el calibre de lo que viene, sí podemos interpretar que transformaciones va a provocar. De momento sólo es factible detectar las que se derivan del propio confinamiento y de la evidencia de lo vulnerables que somos. Un mundo no tan nuevo pero que sí exigirá cosas nuevas. Se van a necesitar empresas más resistentes, más tecnológicas, más eficientes, menos endeudadas y más comprometidas. 

Empresas resistentes con mecanismos para afrontar los cambios de modelo con mayor calidad y sin sufrir demasiado. Eso se logra siendo capaces de generar modelos de negocio nuevos a partir de la observación del cliente y del entorno social resultante. Recomiendo hacerlo con calma. No es preciso lanzarse a la revolución de los negocios sin entender cuál es el escenario resultante. La prudencia, siempre, es una virtud en tiempos convulsos. 

Empresas que entiendan que los procesos deberán ser inteligentes y que apliquen modelos productivos nuevos con garantías e implementaciones profesionales. Trabajar desde casa es trabajar desde casa y no siempre es teletrabajar. Esto último precisa de procesos, infraestructura, seguridad, y modelos que conviertan un escenario remoto en, casi, un escenario común. No es tener una cuenta en zoom premium. Es mucho más. Y será muy importante entender que la tecnología ahora dejará de ser esa agresión a los modelos de negocio tradicionales, será, sin más, el modelo de negocio.

Empresas que logren ser más eficientes generando valor a cada parte de los procesos que pongan en marcha. Para ello precisarán leer datos, gestionar con inteligencia artificial muchos de ellos, convertirlos en información y finalmente en conocimiento. De esta crisis saldrán con ventaja las empresas que logren vender menos, ganando más. En una segunda fase, estas, serán las que venderán más, todavía gastando menos.

Y finalmente, empresas poco endeudadas y con compromiso social. Lo primero es una obviedad atendiendo a que no sabemos las exigencias financieras que se avecinan. El mercado de crédito se va a tensionar tanto que acabará repercutiendo en todo. La liquidez garantizada está por garantizarse. De ahí que, todos esos factores precisarán además un modelo de compromiso con los tiempos que vivimos. Las empresas que vendan cosas no respetuosas con la realidad dura y dolorosa del entorno, no venderán. En un mercado donde la oferta superará a la demanda, el grado de elección ante un mismo precio, siempre será emocional y enlazado con lo sostenible y comprometido.

En definitiva, vienen tiempos duros. Veremos si los que tienen que marcar las líneas de cómo afrontarlo aciertan. De momento cuesta verlo, pero confío que, más pronto que tarde, ante el peso de lo inevitable se pongan todos a trabajar juntos. Ahí, además, deberemos estar todos. Trabajadores y empresarios. Porque permíteme recordarte que, en la peor situación imaginable, incluso pudiendo haber 9 millones de parados, seguirían habiendo otros 10 trabajando. Lo importante es que esos 10, lo hagan en algo que genere riqueza a medio plazo y nuevos empleos para ocupar a los otros 9. Esa es la clave.



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¿Cúanto de computerizable eres? Empresas tecnológicamente más humanas.

La Asociación Española de Directivos organiza anualmente un tour por todo el país debatiendo acerca de los retos a los que deben enfrentarse aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir empresas. En esta ocasión fueron cuatro eventos bajo el título ‘Reinvéntate 2018’ que tuve el honor de conducir presentando cada uno de los paneles y entrevistando a diferentes expertos, sino también ofreciendo la conferencia inaugural en cada uno de ellos.

La Asociación Española de Directivos organiza anualmente un tour por todo el país debatiendo acerca de los retos a los que deben enfrentarse aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir empresas. En esta ocasión fueron cuatro eventos bajo el título ‘Reinvéntate 2018’ que tuve el honor de conducir presentando cada uno de los paneles y entrevistando a diferentes expertos, sino también ofreciendo la conferencia inaugural en cada uno de ellos.

Mi charla estuvo dedicada al papel relevante que tendrán las habilidades propiamente humanas en la gestión directiva del futuro inmediato. Unas ‘skills’ directivas que deberán de compaginar de manera eficiente la tecnología aplicada al conocimiento de cliente, a la digitalización de procesos y la generación de nuevos modelos de negocio con la esencia misma de las capacidades que como personas deberíamos tener. Mi pregunta siempre es la misma: ¿cuánto de computerizable eres? La clave está en saber a que nivel puedes situar tu conocimiento de la tecnología aplicada (no su génesis) para hacer mejor tu trabajo.

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Según un reciente informe de la consultora Forrester, el 55% de los directivos piensan que la Transformación Digital trae consigo un incremento de negocio brutal que trata, por tanto, de un cambio tecnológico y, también, de un cambio de mentalidad, de modelo de pensamiento y de negocio. Algunas cifras que demuestran que la puesta en marcha de una transformación tecnológica profunda ya no es opcional. Más de 100.000 millones de euros en ingresos en 2018 en Cloud Computing, más de 9.200 millones de euros en IoT, un impacto previsto de la Inteligencia Artificial de cerca de 30.000 millones de euros y que aunque sólo el 37% de las grandes empresas hayan logrado ya ser ‘empresas focalizadas en el dato’, un 87% lo están ya probando.

Es interesante pararnos en una tecnología confusa para muchos y proscrita para otros. Me refiero al Blockchain. Para muchos directivos, y de esto se habló en los cuatro eventos de ‘Reinvéntate 2018’, consideran esta tecnología como algo lejano, de escaso interés e, incluso, exclusivamente vinculada a la conocidad criptomoneda ‘bitcoin’. La realidad es otra muy distinta. Los bancos tradicionales ya han ahorrado, según Forrester, cerca de 12.000 millones de dólares con el uso y desarrollo del propio Blockchain.

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Otros directivos, vinculados especialmente al Marketing, también saben que sus tareas han sufrido cambios notables que no son más que el inicio de algo mucho más complejo y profundo. De hecho, la comunicación, el marketing y la publicidad están derivando de las agencias a los laboratorios y en esa mutación aparece una cifra que lo puede estar modificando todo. En este 2018 más de 6.000 millones de euros habrán sido ingresados a partir de funciones del ‘Marketing Automation’.

Al finalizar el evento en Santiago de Compostela, uno de los cuatro, una directiva del sector financiero me preguntó que debía estudiar su hijo de 12 años. La verdad es que no tengo ni idea de que recomendar. Hace apenas una década los matemáticos parecían sentenciados a ejercer poco más que de profesores de instituto y ahora son perfiles tremendamente demandados y bien pagados en cualquier empresa analítica. Le dije, no obstante, que lo interesante no sería la carrera o el oficio que estudiase, sino el desarrollo de algunas habilidades concretas que le permitieran que, independientemente de lo que fueran sus conocimientos teóricos y prácticos acerca de una materia, ésta la pudiera ejercer a partir de funciones insustituibles por un software o una máquina. Es lo que llamo ‘la irreparable necesidad humana’. Algo así como que ‘todo lo que no pueda ser automatizable tendrá un valor incalculable’.

La mujer se quedó pensativa y me insistió. ¿Qué debería estudiar entonces? Para finiquitar el interrogatorio le dije algo que creo firmemente. ¡Que estudie filosofía! le respondí. A lo que ella me gritó ¿Filosofía? Si acabas de decir que la tecnología es la clave del futuro. Así es, como la clave del futuro es la tecnología y sus avances empiezan a ser complejos de adecuar a nuestra vida, al debate de lo que deben significar, estoy seguro que la visión ética y moral que un filósofo podrá aportar, serán demandados cada vez más en las empresas. ¿Quién sabe? La señora se quedó algo sorprendida y me hizo una última pregunta. Entonces, ¿qué libros le puedes recomendar a mi hijo? García Lorca o Dylan Thomas por ejemplo. Poesía. ¿Poesía? Estás bromeando, me dijo.

Creo sinceramente que a medida que la tecnología vaya ‘deshumanizando’ mucho de lo que ahora contemplamos como tradicionalmente analógico, vamos a precisar ‘explicarles’ a las máquinas quienes somos, que esperamos, como consumimos y como sentimos. ¿qué mejor que la poesía para comprendernos como humanos?

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Si leemos poesía seguiremos cultivando nuestra esencia y así podremos derivarla a la inteligencia artificial o cualquier otro sistema experto. Es clave no olvidarlo. Por eso creo que la cultura humanista, la filosofía, la poesía y el arte no pueden desligarse de lo digital, de los algoritmos o de la robótica. Es en esa hibridación donde podemos ganar la previsible batalla que se está gestando. Esa es mi recomendación. Por eso la pregunta sigue siendo: A pesar de ser amante del arte, de la literatura, de la música, del contacto humano, de la empatía, ¿cuánto de computerizable eres?

Y esto no es más que llevar a la máxima potencia una realidad inminente. La combinación de habilidades directivas propiamente humanas como el pensamiento crítico, la negociación, la intuición, el conocimiento agregado tras un error, la inteligencia emocional o la creatividad con el entendimiento del lenguaje digital, de la interpretación de cómo funciona un algoritmo o de comprender los límites de la inteligencia artificial, logrará hacer mejores empresas y tecnológicamente más humanas. Siempre ha sido así, la tecnología vino para mejorar la vida no para empeorarla. La tecnología es el ‘cómo’ y las personas el ‘porqué’. De ahí que hay que discutir de los límites y entenderlos.

La adopción tecnológica no va a ser opcional. Es inevitable. Lo fascinante es como nuestra sociedad va a ser capaz de gestionar tanta transformación. Muchos de los cambios culturales, políticos, religiosos e incluso íntimos, tienen mucho que ver al acceso de la información ‘desintermediada’, del modelo de relación social de todo y de la capa automatizada de muchos de esos procesos de consumo. Ni fácil ni gratis, estos cambios serán complejos y caros, pero en todo caso fascinantes, rápidos e inéditos. El problema radica en que hay quienes deben liderar políticamente y económicamente muchas de esas mutaciones y hay quienes no querrán por que modifica un estatus dominante y otros que ni saben la verdadera profundidad de lo que se nos viene encima. Como siempre, oportunidad o riesgo. Tú, como directivo, también eliges.

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Startups Marc Vidal Startups Marc Vidal

Sólo 4 de cada 1000 mujeres eligen una titulación TIC.

¿Sabías que sólo 29 de cada 1000 mujeres graduadas eligen un título relacionado con la informática? Por si fuera poco triste, cuando se trata de las TIC, el número cae a únicamente 4. Buscar soluciones y proyectos que hayan demostrado contribuir a la reducción de la brecha de género dentro de la industria tecnológica y que puedan ser replicables y escalables de manera sistemática es el cuarto desafío del d-LAB Mobile World Capital. Durante los dos años que llevo perteneciendo a esta entidad, he podido ver como ante las necesidades sociales la tecnología más básica es capaz de dar respuestas formidables. Sólo depende del talento y el entusiasmo de sus impulsores.  

¿Sabías que sólo 29 de cada 1000 mujeres graduadas eligen un título relacionado con la informática? Por si fuera poco triste, cuando se trata de las TIC, el número cae a únicamente 4. Buscar soluciones y proyectos que hayan demostrado contribuir a la reducción de la brecha de género dentro de la industria tecnológica y que puedan ser replicables y escalables de manera sistemática es el cuarto desafío del d-LAB Mobile World Capital. Durante los dos años que llevo perteneciendo a esta entidad, he podido ver como ante las necesidades sociales la tecnología más básica es capaz de dar respuestas formidables. Sólo depende del talento y el entusiasmo de sus impulsores.  

El d-LAB del Mobile World Capital Barcelona, la organización encargada de albergar cada año el mayor evento de tecnologías móviles a nivel mundial, el Mobile World Congress, es un programa de impacto social que tiene como objetivo acelerar la transformación digital de la sociedad con el fin de mejorar las vidas de los ciudadanos y difundir el impacto de las soluciones de éxito. De manera periódica lanza retos y busca soluciones tecnológicas innovadoras para ser probadas con un modelo positivo a nivel social.

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Cada desafío recibe el apoyo de referentes en el ámbito del propio reto. Siempre son proyectos de transformación digital que responden a retos sociales y que aportan soluciones que transformen vidas. Tras los tres primeros desafíos, que versaron en el ámbito de la ‘Transformación de los modelos de uso y gobernanza de los datos personales de salud’, el ‘Empoderamiento de las personas con discapacidad a través de las tecnologías móviles’ y ‘La lucha contra el cyberbullying a través de la tecnología móvil’, esta cuarta convocatoria se centra en otro tema realmente interesante, ‘el empoderamiento de las mujeres en la industria de la tecnología’.

Si quieres trabajar para reducir esa grieta enorme entre géneros en el ámbito tecnológico y tienes una solución que pueda empoderar a las mujeres en la industria tecnológica, te esperamos en el d-LAB Mobile World Capital. Queremos ayudarte a desarrollar tus soluciones innovadoras para abordar este tema. Infórmate sobre el reto y descubre cómo puedes contribuir a resolverlo. Tienes tiempo hasta el 30 de mayo de 2018 a las 17.00 CET.

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Economía, Innovación, Ireland, Proyectos Marc Vidal Economía, Innovación, Ireland, Proyectos Marc Vidal

'Smart Regions' y políticas activas para afrontar el futuro.

Me pedía un amigo que explicara algo de cómo podría un gobierno afrontar el momento actual y de cómo una país, región o ciudad, abrazar ese futuro tecnológico y revolucionariamente digital que vivimos. Os traigo un ejemplo que vivo de cerca y que es, sin ser perfecto, significativo e inspirador. 

Me pedía un amigo que explicara algo de cómo podría un gobierno afrontar el momento actual y de cómo una país, región o ciudad, abrazar ese futuro tecnológico y revolucionariamente digital que vivimos. Os traigo un ejemplo que vivo de cerca y que es, sin ser perfecto, significativo e inspirador. La revolución industrial en la que estamos sumergidos, la cuarta, la nueva o la última, llámenla como quieran, el nominativo definitivo lo pondrán nuestros nietos, es algo que en algunos lugares se está teniendo en cuenta y en otros se está dejando pasar. El pasado lunes destacaba cómo Europa, ante ese dilema, no se está tomando la vía adecuada. Pero no toda Europa espera, hay una que se sí se ha subido al tren.

La clave de todo responde a algo más que las ‘smart cities’, tal vez, y en eso si que hay un avance significativo, deberíamos hablar de ‘smart regions’, algo mucho más acorde con lo que realmente significa un proceso de cambio como el que vivimos y un encuentro real con la transformación del territorio y de sus activos principales que supone.

Parece que todo gira entorno a ‘las ciudades’. De San Francisco a Berlín, de Barcelona a Dublín, de Dubai a Boston. Da igual, el futuro tecnológico parece ligado sólo a un territorio localizado en una ciudad por compleja y grande que ésta sea. Y tiene sentido pues las ciudades con el futuro en innumerables aspectos pues acudimos a ellas en masa y son redes socializadas que permiten la interacción de los exponentes de esa modernidad que comentamos cada día. Internet de las Cosas en ciudades inteligentes, socialización y economía compartida, impresión dimensional que precisa de puntos de recogida, automóviles automatizados o gestión de datos masiva de cuanto hacemos sus habitantes.

Hoy escribo desde Cork, segunda ciudad de Irlanda y dónde Apple tiene su HQ europeo con miles de trabajadores ubicados en un edificio situado pocos minutos de la ciudad. Lo digo porque si algo me ha sorprendido del modelo de crecimiento tecnológico de este país es el esfuerzo gubernamental de extenderlo en todo el territorio. No son palabras, acaban siendo hechos. Los ecosistemas de tecnología identificables han dejado de ser monopolio de Dublín, Belfast, Galway, Limerick o el mismo Cork. Es muy significativo como el esfuerzo radica ahora, con el plan Irlanda 2015-2017, darle mayor contenido y profundidad a todo ese cambio que se viene gestando hace años y que ahora requiere de implantarse de manera genérica en toda la isla.

El tamaño ayuda, pero no es sólo eso. Se trata de potenciar un modelo productivo y hacerlo de manera integral en todo un territorio, de permitir el acceso a la banda ancha y a un precio reducido, de comprometerse desde la administración con lo que supone impulsar startups que precisan de un recorrido muy distinto al de las empresas más tradicionales y que pueda, en definitiva, ir ocupando cada vez más espacio un modelo productivo tecnológico, sostenible y vinculado al conocimiento.

Sabemos que el futuro depende de que podamos atender a un mundo sin empleo generando nuevos más ‘humanos’, más creativos, menos orientados a lo repetitivo o a lo que cualquier automatismo pueda hacer y para ello hay que trabajar duro en como se define un entorno propenso a esos cambios y permeable a ese progreso.

Las ciudades están muy bien, de hecho sirven para exponer claramente una marca ligada a un territorio, pero el problema es cuando se queda en eso. Aquí hablo de Barcelona y todo la vincula a la tecnología móvil y al turismo de ciudad. Si pregunto por Catalunya es mayoritaria la relación con las playas o las pistas de esquí. Está bien que así sea, pero ¿es eso síntoma de que el trabajo por una Smart City sólo está enfocado en la capital y se ha dejado de lado lo que podría ser una Smart Region? Tengo el convencimiento que es así y que eso es replicable a infinidad de lugares de España y de Europa.

Israel es una ‘smart region’, Irlanda está trabajando en ello. Algunos Landers alemanes también. Van más allá de una ciudad y su radio de influencia, se trata de derramar conocimiento a lo largo de un territorio amplio para ir preparando el futuro, un futuro que se nos viene encima sin miramientos.

Estoy invitado a trabajar en los próximos meses en el proyecto que comentaba. Es especialmente estimulante pensar que vamos a aprender mucho los participantes de cómo un entorno concreto puede convertirse en un hervidero de innovación. Vamos a conocer más de lo que venimos a explicar. Estoy seguro.

Este plan, que ofrecimos explicar a diferentes administraciones españolas, es puro futuro inmediato. Algún día comentaré las respuestas de cada uno, define muy bien el papel que juegan nuestros ‘líderes’ y la visión que tienen de ‘lo que hay que hacer’. El diseño de un programa integral que implica aquí a todo el mundo y que se ha diseñado con el firme propósito de convertir una región con opciones en la economía digital en una región inteligente para que abrace el futuro con entusiasmo en lugar de hacerlo con miedo.

Cualquier país que quiera definir zonas inteligentes precisa multiplicar sus esfuerzos técnicos y prácticos. Es momento de abandonar discursos repletos de tópicos. En época electoral que parece no acabar nunca, es incluso peor. De verdad es desesperante a veces ver como todo pasa y no pasa nada. Como las oportunidades se desvanecen y nadie toma decisiones o pone en marcha acciones que puedan arrancar el motor.

Esto no va de discutirse, pronto no habrá nada por lo que discutir. Esto sigue siendo un tema de planificación y acción. El caso que más claramente habla de lo que quiero decir vuelve a poner en punto de comparación donde nací y donde vivo. El presidente de España lanzaba una soflama de vergüenza ajena asegurando que creará 3 millones de empleos sin aportar ni una sola herramienta o plan sostenible que pueda soportar eso. Mientras este hombre que la historia juzgará como lo hará con Zapatero y derivados, sustenta su potencial ‘recuperación’ económica y creación mágica de empleos en empleos puramente vinculados a lo de siempre, a lo que a medio plazo no serán empleos sino estatuas en el caso de lograrlo, en otros lugares se asume que el empleo del futuro sólo puede ser creado en entornos tecnológicos o de conocimiento con valor añadido.

Rajoy aportaba sus 3 millones en un país de 50 y que intuimos no van ligados a ninguna revolución tecnológica. No nos aportó nada al respecto por lo menos. Enda Keny, primer ministro irlandés, con decenas de decisiones erróneas en su mandato, con un buen número de problemas sociales que solucionar y con múltiples conflictos que provienen de la austeridad impuesta desde la UE, aportó sólo 40.000 empleos que dice piensa crear en un país de 5 millones.

A simple vista parece poco, pero la diferencia radica en algo más interesante. Definen claramente cómo se debe afrontar el modelo de creación de empleo y su espacio real que puede ocupar en un momento de la historia más parecido a la Revolución Industrial que a época de Postguerra.

1. El gobierno de Irlanda presenta ese plan enfocado a crear empleos en una zona amplia y concreta del país. Cork y Kerry deberán acomodar esos empleos bajo la filosofía ‘smart region’. Para ello el programa vincula a todo Dios, incluidos algunos que venimos de fuera. El programa lo contempla todo.

2. Vincula ese empleo a la creación de la Universidad Tecnológica de Munster donde la creatividad multimedia generen los recursos necesarios para las empresas vinculadas al plan.

3. No se olvidan del problema de la sostenibilidad. El talón de Aquiles del futuro automatizado y del progreso inmediato. Para ello se incorpora en todo el territorio miles de dispositivos IoT listos para gestionar masivamente tráfico y servicios públicos vinculados a las nuevas empresas.

4. Se asume desde el minuto uno que los empleos no especializados en tecnología, creatividad o innovación, serán residuales. Construcción y servicios podrán ser asumidos por los que ya lo hacen actualmente y se focaliza en que el empleo del futuro sólo puede ser creado en ‘nuevas profesiones’ que se determina crear en ese nuevo entorno inteligente. Es decir, se constata que en un mundo con cada vez menos empleo humano, si queremos empleo hay que inventarlo y no esperar alguna ‘recuperación’ mágica que no se va a producir con la intensidad necesaria.

5. Las startups y las pymes serán el tejido básico de ese modelo. Se obliga a las grandes compañías instaladas en el territorio a implicarse en el nacimiento y crecimiento de las nuevas otorgando líneas de colaboración entre ambas que beneficien a las más débiles. El tejido tecnológico debe ser transversal.

6. Asumen que el comercio electrónico es el modo de compra y venta inmediato. No se prepara ninguna política activa para potenciar el comercio de siempre sino que todo se encamina en ofrecer un camino digital a todo el que venda algo. Sin costes, pagado, sin fricción. El gobierno asume que si ahora les pagan lo que vale estar online a todos a medio plazo los ingresos por impuestos crecerán, si no lo hacen, muchos desaparecerán. Es como invertir en futuro.

El plan es interesante, sólo es uno de tantos, pero es un ejemplo de cómo se puede trabajar en algo que se puede definir ‘smart region’ pero también, sencillamente, conquistar la Nueva Economía y con el menor impacto social posible. Esto no va de crear empleo, va de crear futuro.

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Tu papel en este reto histórico

Hace tiempo leí en The Economist que si nos hacemos la pregunta ‘¿qué es un emprendedor? sólo tendremos dos posibles respuestas o puntos de vista. El primero es el más popular y asegura que los empresarios son personas que dirigen sus propias empresas. La segunda opinión es la que defiende Joseph Schumpeter quien asegura que los empresarios son los innovadores de la economía y de la sociedad. Asegura que las personas tienen ideas, que quienes las convierten en empresas aportan valor social que se traduce en bienestar tarde o temprano. Ha pasado antes y seguirá pasando.

Hace tiempo leí en The Economist que si nos hacemos la pregunta ‘¿qué es un emprendedor? sólo tendremos dos posibles respuestas o puntos de vista. El primero es el más popular y asegura que los empresarios son personas que dirigen sus propias empresas. La segunda opinión es la que defiende Joseph Schumpeter quien asegura que los empresarios son los innovadores de la economía y de la sociedad. Asegura que las personas tienen ideas, que quienes las convierten en empresas aportan valor social que se traduce en bienestar tarde o temprano. Ha pasado antes y seguirá pasando.

Pero la diferencia es que, aunque ahora menos, los emprendedores son los nuevos héroes. Se acercan elecciones en España y volverá la recurrencia al efecto. Volverán a llenarse la boca del término muchos de los que no tienen ni la más mínima impresión de que significa serlo, lo que necesitan o lo que se espera que no hagan por ellos. Los políticos desearían tener un molde para fabricar emprendedores a su gusto. Volverán los programas de televisión, los artículos por todas partes defendiendo sus ayudas y se nos mostrará un nuevo ejército de personas encabezadas siempre por nombres destacados y de éxito, al calor de los cuales, otros se lanzarán a la glamourosa aventura de emprender. Pues de glamour tiene poco o mucho, depende, pero no de lo que crees o te parece. Hay de todo. Lo importante es de que tipo se crean. En mi opinión deben crearse emprendedores tecnológicos pero con capacidad de salir fuera, de conquistar el mundo, de explorar mercados que parecen inaccesibles. Hay que trabajar en construir un mundo mejor cuando precisamente todo va peor. No vale hacerlo cuando es fácil, no suele ser duradero ni real. ¿No saben que cuando la cometa vuela es porque el viento sopla en su contra?

Si un país no es capaz de generar el escenario idóneo para crear empresas no tan solo perderá masa laboral, ciudadana, cohesión y otros factores que desestabilizan a una sociedad, sino que se alejará del talento, de la innovación, del progreso tecnológico y, por derivación siniestra, del bienestar y modernidad socioeconómica requerida. Así ha estado pasando estos años y mucho hay que trabajar para que esa masa gris que se escapa regrese por algún motivo que no sea visitar a sus familiares por vacaciones.

Tengo la sensación que los empresarios o emprendedores que alteramos y desorganizamos continuamente la manera de hacer las cosas jugamos nuestro papel. Somos incómodos para los que eso les supone un colapso mental. Es obvio, pues sino no se entendería que, tras llenarse la boca y farfullar frases hechas sobre el apoyo al emprendedor y a la creación de empresas, te pegan el palo que te pegan con dificultades y meriendas similares a fin de que montar un negocio sea como subir el Everest sin oxígeno.

Un emprendedor es un agente incómodo para lo organizado porque requiere un fuerte compromiso con la innovación. De ella depende para competir con empresas que estaban antes que él, ser emprendedor obliga a ser optimista, pues sin ese valor casi irreflexivo a veces no se conquistan nuevos territorios. Pero ser emprendedor exige ser crítico con tu entorno para facilitar la creación de riqueza y de supervivencia de un negocio a fin de crear empleo. No es lo mismo acudir al trabajo a las 9 y salir a las 5 que no tener hora de entrada ni salida pues el proyecto que llevas entre manos requiere de concentración constante. Esa exigencia superior aborta cualquier imposición irreflexiva y te pone en alerta de la ineficiencia pública por ejemplo muchas veces.

Por todo el mundo hay gobiernos que no saben medir los tiempos o los tiempos ya los han medido a ellos. La mayoría de estos tipos que dicen ir a sus ministerios a mejorar la sociedad y a ayudar a ‘sacarnos de la crisis’ no tienen la más mínima idea de a lo que se enfrentan. Siguen considerando que para saber que tan emprendedora es una sociedad se trata de medir el número bruto de empresas o personas que trabajan por cuenta propia por ejemplo. No introducen el baremo más importante, el que realmente define el verdadero valor emprendedor (por innovador) de una sociedad que debería acelerar e ir de cabeza hacia la automatización y la tecnología.

La visión distorsionada que tenemos de ‘por donde hay que recuperar la economía’ se debe a que mayoritariamente la sociedad ve el mundo por el prisma de la prensa tradicional que a su vez transcribe los mensajes oficiales e interesados que a su vez componen con una absoluta indiferencia hacia la realidad que les rodea de lejos. Una visión que habla de ‘recuperación’ de no sabemos qué, de volver al crecimiento y creación de empleo de manera táctica y no estratégica y de un mundo de colores pastel que no te puedes creer si has viajado un poco. Esto no va de inventarse un titular y esperar a ver que pasa. Esto no va de esperar y que por ciencia infusa se ‘arregle’ todo pues no hay nada que arreglar. Esto no va de generar empleo inmediato porque no se va a crear. Esto va de diseñar, estimular y generar un mundo nuevo vinculado a la tecnología, la economía digitalizada y digital, al conocimiento y al valor añadido de aquello que ya tenemos en marcha como el turismo y otros.

Los retos históricos se pierden por desinterés, por ineficiencia o por voluntad. No se cual es el caso, pero o se toma un giro determinante o, no sólo España, Europa en general los va a perder. Se puede perder el tren por no ser capaz de correr hacia el andén si ves que se está escapando, porque no encuentras el andén o por que, viendo el andén y el tren parado, decides ir al bar. ¿Cuál es el caso que nos ocupa?

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Una App contra la desorientación

Hemos hablado de tecnología y tercera edad. Me interesa mucho como ese segmento generacional al que todos deberíamos llegar tarde o temprano podrá beneficiarse de cuanto tiene que aportar la digitalización de la vida y de haberlo hecho en formatos cotidianos y asequibles para todos.
El Grupo de Bioingeniería y Telemedicina de la Universidad Politécnica de Madrid ha desarrollado una App de localización mediante Smartphone para detectar episodios de desorientación espacial de manera rápida y que con cierta frecuencia sufren las personas de mayor edad con algún deterioro cognitivo leve.

El software, la aplicación disponible, ofrece la detección de ese momento de desorientación y pérdida y pone en práctica la gestión de datos que dispone a tiempo real. Tiene en cuenta información del contexto de la persona mayor, cercanía a su domicilio, lugares de interés o uso habitual, si está acompañado por un familiar, si se está moviendo en transporte público, o intervalos de tiempo determinados. Cuando ocurra un episodio de desorientación, la aplicación pone automáticamente en contacto a su contacto más próximo para confirmar si la persona necesita ayuda.

Nuestra sociedad envejece. El gran reto tecnológico es ofrecer respuesta a un mundo con menos capacidad de trabajo físico y más necesidades en edades determinadas. El deterioro cognitivo puede ir de la mano de un modelo de aprendizaje tecnológico que lo equilibre. Este caso simple de lo que se conoce como Mild Cognitive Impairment y que se reproduce en cualquier momento y sin previo aviso, incluso en zonas de absoluto conocimiento por el afectado, es un buen ejemplo de cómo se puede mejorar aspectos muy detallados.

La sanidad y las aplicaciones tienen un futuro espectacular. De hecho, aquí en Irlanda, este es uno de los espacios de mayor auge de la mano de la Universidad Trinity College o del propio DIT. Hace apenas unos meses ya comentamos como una App diseñada y desarrollada aquí pasaba a ser una de las más solicitadas en su campo. Se trataba de Beats Medical que hace la vida de los enfermos de Parkinson mucho más llevadera.

En el caso de este proyecto basado en la tecnología de redes inteligentes de comunicación, la IMS, que ayuda a almacenar información estática mediante un perfil de cada uno de los usuarios registrados en esa red. Es un ejemplo más de cómo las TIC están abordando el apoyo a personas mayores. En este caso, una aplicación para smartphone es capaz de algo tan simple como extraordinario: permite a personas con este problema un mejor modelo de vida. Sin llegar a imaginar un futuro lejano, ni un escenario repleto de automatismos, este es uno de esos casos, que sin ir muy lejos, alcanzamos la cumbre.

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Si ellos no hacen nada, ¿tú que puedes hacer?

Sigue el discurso de que ‘la crisis ya pasó‘.  Fue el villancico oficial las pasadas navidades y amenaza con ser la canción del verano. Como si por repetirlo pudiera convertirse una situación determinada en otra. Es como una especie de soez lista de datos macroeconómicos que no se creen ni ellos y que suelen estar en boca de quienes seguramente no se han leído ni uno sólo de esos informes que aseguran que, lo de ahora, es la antesala de la abundancia.
Y digo que no se los han leído porque es lo que parece. O peor aún, ni saben de su existencia y apoyan su cantinela en los argumentarios de partido que reciben cada mañana en sus endogámicos correos. Viven en un engaño que nos va a lastimar a todos. Es similar a cuando Zapatero definió el inicio de la peor etapa económica de este país como una simple desaceleración. El daño fue catastrófico pues si no aceptas lo que vives, difícilmente le pondrás remedio. Datos sobre el empleo, sobre la deuda, sobre las pensiones o el déficit son pura plastelina para esta manada.

Y es que ahora vivimos algo único y retorcidamente especial. El tránsito entre dos océanos. Entre el que representa un mundo anterior y analógico y el que se llena de datos y es digital. De un mundo industrial atado a los convenios del pasado y el futuro automático y automatizado. Mantener por más tiempo este flujo inservible e inércico hacia la nada, esperando que las cifras de los organismos oficiales otorguen menos paro, más crecimiento, mayor competitividad y lo que se nos ocurra, es tóxico y peligroso. Y más cuando todo eso se sujeta en ‘el regreso’ de sectores económicos que nos llevaron al barro antes en lugar de que sea por manos de otros con todo el futuro por delante.

Y, tienen razón, es verdad que no estamos en crisis. Y ese es el problema. Los que gobiernan consideran que la crisis es el estado natural del desmontaje de un modelo productivo nacional empujado por la ‘otra’ gran crisis mundial que se nos vino encima. Que se le llame crisis o no es lo de menos ciertamente. Esto es lo que es y da igual como se defina. En el lodazal estábamos todos. Países europeos, emergentes, asiáticos, americanos del Norte y del Sur, pero cada uno con su ficha y su dado numerado. Llega el momento de entender que ese fango no es más que la consecuencia de la metamorfosis que vive el mundo y unos deciden asumir que estamos ante algo diferente y otros mantienen el discurso de la ‘salida de la crisis’.

Un discurso que consiste en alimentar a una sociedad mantenida en una ilusión como sucedió antes. Un discurso que  los alejaba de la crítica social y el valor de tomar las riendas de su propia existencia. Es absurdo, cuando no una actitud de ignorante, pensar que la clase gobernante establecerá mecanismos de información que permitan a los gobernados detectar claramente la estafa y humillación a la que se les somete a diario. Por lo tanto no tiene sentido seguir pendientes de las decisiones políticas, de los medios de comunicación o de sus derivados, no vamos a ver nada más que píldoras que se evaporan rápido. El tiempo se agota. Como sociedad no tendremos muchas más oportunidades de aprovechar un punto como este. Es hora de despertar, nadie nos va a llamar temprano para que lleguemos pronto a algun lugar. No hay lugar, sólo hay camino, el tiempo que cada uno le dedique es cuestión particular.

Visto lo visto, y viendo lo que vamos viendo, poco o nada puedes esperar de los que ‘deciden’. Los que están permanecen en la inopia y desconocimiento de haber dejado pasar la oportunidad de haber cambiado este país e incluso otros. Si me apuras hablamos de Europa. Se les recordará por eso. Saldrán en los libros de historia como la generación política que permitió que el tren del futuro pasara por delante de todos y ni se enteraron. No saben que está pasando en el mundo, no tienen idea de que va todo esto y encima parece que creen que nos convencen de sus estúpidas frases hechas. Los que están en la oposición también saldrán en esos libros. Igual al final, pero saldrán y por lo mismo. No se les entiende. Hablan de cosas que ya no pasan, que no pasarán y que parecen más cercanas a un mundo en decadencia que a un universo moderno y actual. La clase política española (y europea) es de museo (de cera).

No todos son iguales. Hay políticas activas destinadas a poner de vuelta al revés la realidad económica de un país. Sus maquinarias anticuadas y sus modelos de crecimiento vinculadas a otro tiempo se fracturan con decisiones valientes y acertadas que les conducen directamente al futuro. Cierto es que, con cada decisión que acerca esos países al futuro, la clase política pierde poder y lo traspasa a eso que se llama ‘empoderamiento‘ de la gente. Tal vez, esa, sea la causa de que otros no estén por la labor. Ya lo hizo lo hicieron las clases dominantes en otros tiempos complicando cuando no prohibiendo el acceso al conocimiento de los administrados pues eso los hacía poderosos.

Mientrastanto, ¿que puedes hacer?. En el tiempo que todo esto se vaya disipando, que la niebla que cubre a los que no ven se desvanezca. Haz lo que te apasiona tío. Eso habrás ganado. Esto va muy rápido y deberás dedicarle a tu vida el tiempo que se merece. Déjate de echarle la culpa a estos ineptos o a nadie y traspasa la tela de araña que han tejido con tanta destreza. ¿Estás haciendo lo que te apasiona en este preciso momento? El despertador está sonando. Descubre tu propósito en esta vida (o uno de ellos) y conviértelo en tu realidad. Descubre, explora, viaja, vive en otro lugar y luego, si te apetece, emprende. No te recomiendo hacerlo en el sentido contrario by the way.

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Un año de 'hormiga'

Hace veintisiete años empecé a escribir un libro. Por aquel entonces ni lo sabía. Pasaron dos décadas y finalmente lo teclee sobre un impensable, por aquel entonces, artilugio digital. Trataba de los meses que pasé en París y de cómo, a cada suceso, conversación, experiencia, miedo o ilusión, le acabaría dando un sentido, un valor, un motivo y, sobretodo, un aprendizaje. Un viaje que finalmente, y sin saber muy bien porqué, acabó tatuado en miles de ejemplares de un libro en cuya portada aparece una hormiga y la Torre Eiffel. Forzando la vista, se puede identificar a quien hoy lees en su propio blog.
Y es que ya ha pasado un año desde que ‘Una hormiga en París’ fue lanzado al mercado. Se presentó en noviembre y rápidamente se situó en los primeros puestos de los libros más vendidos aquel invierno. El lanzamiento tuvo mucha prensa, una puesta de largo con muchísimos amigos y tres ediciones. Todo ello ha permitido que conocidos que sabían la historia, amigos que recordaban mi regreso de París por aquel entonces, mi familia que lo sufrió, lectores y curiosos entraran en el universo particular de aquella hormiga que un día decidió perseguir sus sueños e irse a París. Y se fue a no saber exactamente que, pero que se convertiría en el preludio de un modo de vida y de una manera de entender los retos, la innovación, los miedos y la amistad.

Ya son veintisiete años. Mucho tiempo desde que todo aquello sucediera aproximadamente de un modo muy similar a lo que el libro explica. Entre las peticiones más extrañas que he recibido destacan dos que pensaré con detenimiento. La primera solicita que escriba en detalle la ‘cara B’ del libro. Los detalles. Como un ‘cómo se hizo’ que a veces emiten sobre una película. Una recopilación de anécdotas que en si mismas compongan un relato distinto a la vez que acompaña al original. Una especie de ‘relectura’ en el que mientras sabes lo que esta pasando, pues has leído ‘la hormiga’ vas recogiendo otras informaciones. Este estaría bien, pero se debería de basar en recuerdos que seguramente no lograré encontrar en los bulevares de mi memoria. Tampoco sería fácil, yo no soy historiador, en focalizar bien las cosas que sucedían en aquel momento en el mundo y en París.

La otra propuesta divertida es la de explicar la misma historia pero ambientada en la actualidad. Un joven, de similar edad que decide iniciar una aventura, a otra ciudad con un valor parecido a París para la hormiga y un método de vida improvisado y apoyado en las nuevas tecnologías y la innovación. No sé. Tal vez. Sería distinto, pero factible. No obstante ahora soy padre. En siete años mi hijo tendrá la edad que yo tenía cuando me fui a París. Hace mil años. Estaba muy lejos, mucho más que ahora. No era posible saber que hacías porque no había redes sociales, ni teléfono móvil. Era todo muy difícil y, porque no decirlo, arriesgado. Por eso pienso en como yo respondería a un impulso similar de mi hijo. La verdad es que dudo en si sería capaz de animarlo.

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Pero lo más gratificante ha sido saber del uso que del libro se está dando en algunos lugares. Una decena de escuelas de negocios confirmaron haber incorporado el libro en su plan de trabajo de este año, desconozco el número de escuelas de secundaría que proponían su lectura como ‘estímulo’ emprendedor. Sin embargo, en este campo, algo me hizo tremendamente feliz. La directora de una escuela de primaria gallega me escribió para pedirme autorización puesto que habían ‘arreglado’ la Hormiga en una versión infantil. La adjuntaron y era una pequeña obra de arte.

Más tarde vino la propuesta de hacer una obra de teatro. Todo iba bien, pero no llegó a cerrarse por falta de presupuesto a pesar del gran trabajo realizado por su director y adaptador del texto al lenguaje teatral. Estoy seguro que, tarde o temprano, la hormiga subirá al escenario. Y es que de esto va todo al final. De retorcerse ante lo que es injusto, de revolucionarse íntimamente. A veces eso es emprender, pero otras muchas no. Todo se trata de cómo lo afrontas y como te enfrentas. Saltar por saltar no parece lógico, pero es una opción. Si lo haces, y de eso trata ‘La hormiga’ que lo hagas por que lo deseas, sabes a lo que te enfrentas y estás dispuesto a sufrir si no lo logras. Que no sea porque está de moda saltar por precipicios o porque te dice todo el mundo que es súper ‘cool’ estrellarse contra el suelo.

Estos días estoy redactando mi nuevo libro para Grupo Planeta. Un ensayo mucho menos divertido en lo formal pero mucho más intenso en lo conceptual. Un trabajo que nos lleva a un mundo que nos parece de ciencia ficción pero que no es más que algo inminente, y en muchos casos, tan real como conectarse a la red hoy en día. Un libro que intentará dar las claves para entender el presente económico desde un punto de vista tecnológico y social. El objetivo del mismo es dar las herramientas conceptuales para revolucionarse en lo personal y en lo profesional ante el reto inmenso que nos ocupa como especie. Todavía falta. Estoy en ello.

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La política y la tecnología

IBM, en una de las campañas publicitarias más curiosas de la historia, logró exponer que su ordenador Deep Blue era capaz de vender al campeón mundial de ajedrez, el gran Garry Kasparov. Parecía que eso de ‘ganar’ a un humano se tuviera que referir a una ‘cualidad’ extra que la máquina hubiera sido capaz de desarrollar, como si de ese modo estuviera ‘pensando’, cuando en realidad lo que hacía era un cálculo de probabilidades y análisis matemáticos en los movimientos de las piezas de manera totalmente aséptica. Calculaba tanto y tan rápido que la mente del gran campeón soviético no era capaz de igualarla.

Hay otro juego, el Jeopardy, que es más complejo porque precisa de que se hagan preguntas sin respuesta directa y repletas de metáforas, lo que hace muy difícil que una máquina venza a un humano. Sin embargo el sistema que inventó otra vez IBM llamado Watson era capaz de vencer a cualquiera, combinando algoritmos genéticos, redes bayesianas y cadenas de Markov. Resultó ser una maravilla. Sin buscar la respuesta correcta avanza hacia la probable y el propio sistema va aprendiendo de cada aparente error y de cada éxito haciéndose mejor con el tiempo.

Hablamos de tecnología que asume que el mundo no es simple. Parece una obviedad pero hasta ahora el software y las máquinas que lo hacen funcionar no se habían percatado de este pequeño detalle. El mundo es tremendamente complejo y las variables que se utilizan no pueden ser sólo basadas en la simpleza de reglas y bases matemáticas, pues precisa de un complicado ecosistema de enfoques capaces de dar perspectivas nuevas a la resolución de problemas.

Eso es exactamente lo que le pasa a empresas, políticos y organizaciones que deben, pero no quieren, aceptar que el enfoque ya es otro, que el escenario no se parece en nada al anterior y que lo que antes era abrir una oficina a las 8 de la mañana para cerrarla a las 6 de la tarde se desvaneció hace ya mucho para dar paso a un mundo en el que no se cierra y cuyos adversarios están computerizados bajo dinámicos modelos de gestión financiera que se adapta en milésimas de segundo a los comportamientos del mercado.

Esto vale para todos. La política entra en conflicto con un mundo que no entiende ni quiere, al parecer entender. El mundo reacciona sin esperarlos, y la sociedad avanza, esta vez si, mucho más rápido que ellos. Fíjense en todo cuanto nos rodea, en como se transforma sin remedio. Aun a temor de parecer insistente, me permito advertir que avanzamos sin descanso hacia la desilusión de los que nos gobiernan. Se acerca el momento de que su control se disipe, se diluya entre las personas, las empresas distribuidas y las acciones líquidas.

Miremos tres ejemplos que marcarán la segunda parte de esta década: por un lado el incipiente reto que supone al sistema monetario establecido la aparición de una moneda alternativa. El bitcoin será o no será, da igual, pero su presencia establece por fin que fuera del hormiguero que es la economía global hay vida.

Por otro lado, las caídas encadenadas de diferentes modelos políticos y la adaptación obligatoria de los que dirigen el mundo a las ‘tendencias’ sociales que se instalan. Hay países que se resisten con leyes antiguas o con reposición de dictámenes que nos devulven a otros siglos, pero cada una de esas decisiones les explotará frente a sus narices con la fuerza de la tecnologíaa social y la capacidad de organizarse, actuar y distribuir su fuerza.

El tercer ejemplo es el que tiene que ver con el modelo de compra, con la relación comercial, con la diferida y extravangante modulación en la que se ha convertido un hecho sencillo y básico como el de comprar. Ahora afecta todo: opinión del comprador, de la competencia, del proveedor, la interacción del vendedor, la cadena de valor sin fricción y la representación de la marca por encima del producto. Todo es disitinto y se transforma rápidamente como cuando las nubes sufren las envestidas violentas del viento.

Pero la política sigue estando por todas las esquinas intentando medrar y detener lo que el hombre hace en la dirección correcta. A la política en términos genéricos y maniqueos le molesta el conocimiento pues la hace vulnerable y aquellos que viven de ella temen por sus sillones de alcántara, sus visas oro y sus liposucciones pagadas por todos.

La industria de la tecnología produce miles de millones en ganancias cada año y, de acuerdo con al menos un informe, está aumentando tres veces más que los del resto de la economía en Estados Unidos por ejemplo. Allí la industria tecnológica se interesa por la política, participa de ella y quiere determinar como se hará en el futuro. Suelen ser consultados, solicitados y se les permite participar. No solo a las grandes empresas, no solo a consultores o profesores universitarios, en California, emprendedores con ganas de cambiar el mundo también lo hacen en el escenario de colaboración de la política. Muy distinto de lo que pasa en Europa por cierto.

Os dejo con un increíble video de como un pájaro es capaz de, a través de la gestión de datos cruzados, análisis de los errores y de la gestión inteligente de los intentos (y supongo que el instinto) hacer algo que algunos humanos serían incapaces de procesar. No miro a nadie.

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¿Que quieres ser de menor?

El próximo 27 de febrero, a las 12 del medio día y en el auditorio principal de la Universitat Internacional de Catalunya, ofreceré una conferencia titulada ‘¿Qué quieres ser de menor?’. Será la primera vez que lleve a un auditorio esta charla en concreto y representará la puesta en escena de un modelo expositivo basado en ‘la historia más emprendedora jamás contada’. Obviamente es un juego semántico y algo lírico que busca despertar el interés por algo que si voy a explicar. Quiero regresar a aquel impulso de querer hacer millones de cosas cuando somos niños, curiosos e inquietos y desacomodarnos de ese miedo que el ser adulto establece.
La intención de la charla no será otra que la de estimular a un auditorio mayoritariamente joven a buscar sus propios anhelos y a perseguir sus propios sueños. Aunque esta conferencia no está en el catálogo de cuantas ofrezco en estos momentos, si lo estará en el futuro. Quiero ver las reacciones, el feedback y sobretodo, como encaja lo esencial y lo técnico cuando hablamos de emprender, de tecnología y de respuesta social a un momento inédito.

La manera que he elegido para esta vez será la de las anécdotas encadenadas y la de las vivencias de un soñador. Para mí, emprender, soñar y conectar con un nuevo mundo inminentemente hipersocial, va todo junto. Procuraré esa mañana que para mí será especial transmitir parte de la esencia de mi último libro ‘Una hormiga en París’, un buen número de motivos para ponerse en marcha como demandé en otro libro anterior y las claves de cómo lograrlo con cierto rango de éxito, cosa que explicaré en un próximo volumen.

Aquellos que estén interesados pueden ponerse en contacto con la propia UIC y en concreto con la responsable del evento Patricia Saez. Y si fuera de tu interés alguna de mis charlas o conferencias y quisieras que mi agencia se pusiera en contacto contigo, con tu institución o empresa, puedes pedirlo aquí.

Soñar no es un extraño verbo que representa lo imposible, sino todo lo contrario, es la cristalización de la esencia humana. Como especie no hubiéramos abandonado las cavernas sino fuera por ese sentido conquistador del espacio del saber, de preguntarse, de valorar lo desconocido como territorio y no como vacío. Ese perfil inconformista, que se revela y que no se acomoda es el que tanto molesta a los que nos pretenden “dirigir”, ese modelo de vida es el que no teme fracasar, no siente dolor y escucha, no dice no, no dice imposible sino ¡vamos!, no piensa en si va solo o acompañado, solo decide ir. Esos son los míos.

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Está en tus manos

A partir de mañana en este blog trataré ejemplos de negocios en los que he tenido que ver. Sus aciertos y sus fallos. Detallaré temas de gestión de personal, management directivo y aspectos de desarrollo comercial o tecnológico. Una especie de terapia que será muy útil para todos creo. Pero hay dualidades que querré reflejar. Hay binomios que parecen resultado de la generalización, pero la estadística también lo es y nos la tomamos muy en serio. Seguramente el término medio sea el idóneo para todas las comparaciones, sin embargo, ¿innovación y emprender no deberían de ir juntos? ¿Son los emprendedores los gestores del cambio a partir de un valor por la innovación que se les presupone?
Innovar hoy en día es algo muy complicado, ya nada está limitado como en el pasado. Antes alguien que se ponía en marcha, primero estudiaba, luego trabajaba y al jubilarse se dedicaba al ocio. Ahora eso ha cambiado, primero se jubila, luego aprende y finalmente trabaja. O incluso de otro modo, primero trabaja, luego aprende y al final se jubila, para volver a trabajar más tarde o estudiar, vete tú a saber. El cambio de orden si afecta el producto. Es muy distinto. Por eso ahora decir que una cosa va ligada a la otra no es tan evidente, pero si sabemos que muchos de esos procesos están generando un verdadero valor innovador.

Hay ejemplos que demuestran lo que digo, pero, me quedo con uno denominado modelo de “ecoinnovación”. Concretamente uno que Gunter Pauli cita como experiencia de calado social en la isla canaria de El Hierro. Pauli “fue capaz de movilizar más de cien millones de euros en un año con recursos naturales como el viento, la marea o la agricultura“. Ahora mismo, cuenta que a partir de ese proyecto, surgieron 19 proyectos capaces de generar trescientos empleos. Pero como siempre pasa en un país donde emprender es pecado, se mantiene el escaso interés por este nuevo modelo.

Gunter Pauli es alguien admirable. Recomiendo descubrirlo a través de sus libros, de sus videos o de sus aventuras explicadas por otros. Sus libros se escriben en España muchas veces y lo curioso es que, en lugar de editarse aquí, se traducen en China y Corea prioritariamente. De hecho si quieres uno de sus últimos textos debes pedirlo en húngaro como más cercano. Este hombre dice cosas como esta: “cuando se toma café sólo se aprovecha el 0,2% de un grano de café, nadie presta atención al otro 99,8%”. Con él, en Colombia se producen hongos tropicales a menor precio y con más calidad que los chinos y nadie lo destaca, siendo uno de los elementos farmacológicos más potentes y efectivos contra múltiples acepciones y enfermedades cutáneas”.

Sigo pensando que el grado de responsabilidad de los emprendedores digitales y tecnológicos es muy alto. Somos de algún modo quienes, obligados o no, debemos impulsar cambios severos en la manera de gestionar empresas, en los valores de éstas y del modo en el que se relacionan con otras de su misma ‘especie’.

En esta nueva era, en este nuevo ecosistema plagado de ideas, en ese nuevo mar en el que deberemos navegar, los que antes entiendan que deben impulsarse con vientos desconocidos, los que sepan que es tiempo de veleros y no de lanchas motoras, esos sobrevivirán, crecerán y serán mucho más felices. Los que escuchen a sus mandatarios, a esos dirigentes aparentemente perdidos, a esos que cambian sus previsiones una y otra vez, los que esperen de ellos que les ayuden a sobrevolar este momento crucial de la historia sufrirán mucho más.

No es momento de subsidios sino de purgas, no es momento de alargar agonías sino de amputar aquello que está podrido. El sistema es demasiado duro y robusto como para permitir un parto sin dolor, pero el sistema no es inmune. El momento está cerca y me ilusiona enormemente que así sea. Deseo un mundo mejor para mi hijo, mejor que este. Me gusta pensar, y me estimula hacerlo, que yo puedo ser parte de esa metamorfosis a pesar de políticos y derivados, que en mi mano está la opción de innovar, emprender, innovar emprendiendo y emprender para innovar. En mi mano está todo cuanto yo quiera.

La innovación no nos dará el paso a este nuevo escenario por si misma pero sin ella será imposible salir de modo efectivo y completo. Por eso es imprescindible que los motores económicos preexistentes asuman su condición e innoven en lo fundamental. Si no se les anima, en momentos de escasez, pocos lo harán y estaremos perdiendo la gran oportunidad de modernizar y posicionar este país en la vanguardia económica que nos venden.

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Un increíble e innovador avión de papel

Solicitar 50.000 dólares para tu proyecto y que te llueva 1’2 millones de la mano de más de 20.000 pequeños inversores y colaboradores ya es extraordinario. Que lo sea para llevar a cabo un proyecto que supone hacer volar aviones de papel tiene tela. Esto le ha pasado a PowerUp 3.0 recientemente. Tal y como lo lees, miles de personas consideran que un modelo muy innovador de motorcito controlado desde un teléfono inteligente podía acoplarse sin dificultad en un avioncito de papel y lograr que vuele de forma increíble. Seguramente miles de personas pensaron que les encantaría tener uno. Esa es la clave.


Sabéis que me encantan este tipo de prototipos o de proyectos innovadores de ejecución tan simple y no dejo de ver en esto algo sumamente rentable para sus inventores. ES probable que veamos inundadas las plazas y calles más turísticas del mundo con vendedores ambulantes de algun tipo de sucedáneo mal fabricado de este dispositivo, pero lo que es cierto es que cuando se suman modelo comercial, sencillez de ejecución y tecnología social puedes tener una bomba empresarial en las manos.

Low cost, poco más de un euro, long tail, llegará a cualquiera que sepa hacer aviones de papel y tenga un teléfono móvil y escalabilidad garantizada pues ya tienen a miles de interesados en ser los probadores del ‘invento’. Así lo creo como base del éxito. En esos objetivos deben estar incorporados los proyectos “low cost”, en esos retos los que sean “long tail” y en los sueños los “escalables” internacionalmente. Esas tres líneas definen el éxito emprendedor actual a mi entender: producto a bajo precio, con un amplio escenario comprador y un espacio global. Tan simple como un bocadillito de jamón y queso que unos hacen normal o bien pero otros, unos pocos, lo convierten en una delicioso pedazo de gloria. La diferencia estriba en hacer lo sencillo en algo excepcional.

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Claves para el éxito

El lunes participaré en un evento en Belfast donde se va a analizar el valor del éxito profesional y sus derivadas con respecto a la negociación, dirección de equipos, emprendeduría y otros valores asociados. A pesar de que mi modelo de empresa no puede basarse en este decálogo en exclusiva pues me interesan formas abiertas, flexibles y con un buen número de espacios diferentes donde acudir, es cierto que hay patrones previos, fases que cumplo siempre que pongo en marcha un nuevo proyecto.
Aunque para mí el éxito no es más que hacer lo que te venga en ganas y que de ello extraigas conocimiento y diversión. Sin embargo hay claves para alcanzar retos y para poder lograr esos objetivos. Steve Jobs se solía referir a un listado de doce elementos que convirtieron a un outsider universitario en uno de los empresarios de mayor éxito del planeta. No soy muy amigo de los listados cerrados, sin embargo el lunes tengo que enumerar algunos y se me ocurrió algo parecido a lo que Roth Carol propuso al The Globe y crearon el listado que se votó mayoritariamente como los patrones del triunfo en los negocios y en la empresa. Os dejo con este decálogo como ”ecuación del emprendedor”.

Fase 1: Define tu motivación. Sobre los objetivos.

Pregúntate por qué realmente deseas iniciar un negocio. ¿Estás buscando hacerte rico rápidamente? ¿Quieres demostrar tu talento o servicio? ¿Estás cansado de tu jefe? Estas no son razones para iniciar un negocio. Por otro lado, si te gusta la idea de dirigir una entidad, si te gusta la creación de sistemas y procedimientos, adoras dar a los clientes un buen servicio, si prosperas siendo muchas cosas en la vida modificando tus responsabilidades, entonces el espíritu empresarial puede ser algo a considerar.

Fase 2: Dá la bienvenida a su nuevo jefe. Sobre la libertad

Al iniciar tu propio negocio, ya no tienes ningún control. Y, puede que no tengas la libertad que pensaba iba a tener. Ahora pasas a estar controlado por tus clientes, inversionistas o prestamistas y usted es personalmente responsable de responder a todos ellos. Eso sucede todo el tiempo. Sin embargo siéntete libre porque lo eres. Lo serás en la medida que te sientas parte del conjunto de cambios que estás viviendo y en la medida que puedas otorgarle valor a la búsqueda de los propios sueños.

Fase 3: Evaluar qué tan bien se trabaja con los demás. Sobre el aprender.

Muchas personas sueñan con abrir un negocio como un escape. Las razones van desde no soportar el molesto compañero de trabajo o de un jefe autoritario. Pero tener un negocio no significa que ya no tienen que interactuar con la gente. De hecho, es todo lo contrario. Para conseguir clientes, inversionistas y otras personas le ayuden con su negocio (incluyendo contables, abogados, y más) que necesita para mantener sus habilidades de relacionarse con la gente deben aumentar. Pensar que un negocio propio es la manera de escapar de lo social es un error tremendo pues precisamente ese negocio que quieres montar es el patrón por el que puedes empezar a aprender más que nunca en la vida. Procura rodearte de gente mucho más inteligente que tú y habrá servido para algo independientemente de si lo logras o no, el primer éxito ya habrá llegado.

Fase 4: Suma tus responsabilidades. Sobre tu entorno.

Ser propietario de un negocio es muy parecido a criar a un niño. Es un trabajo 24/7. ¿Serás capaz de responder inmediatamente cuando el “niño” tiene una emergencia? Si algo le pasa a la empresa (incluida la pérdida de su dinero de inversión y los ingresos), ¿cómo va a afectar a tu familia o la vida familiar? Considera los escenarios del peor caso en la evaluación de tus responsabilidades y el impacto de su estilo de vida actual. Piensa que la carrera es larga y no siempre uno se ha preparado para ello. Perseguir sueños depende de que tu entorno no viva tus pesadillas.

Fase 5: Busca en tu gestión la experiencia en el sector. Sobre los intrapreneurs.

Ser capaz de manejar a los empleados y a los proveedores es el tipo de habilidad empresarial que tendrás que adquirir antes de comenzar tu propio negocio. Tú también necesitas conocer tu interior y capacidades. Pasa tiempo de trabajo en una empresa similar, la sombra de un empresario en su industria es alargada y si no sabemos del tema podemos conducir todo el proyecto a la basura. Puedes aceptar una oferta en prácticas. Conozco quien lo ha hecho y luego ha sido un empresario especialmente exitoso. Aprende a ser emprendedor, yo intento que mis empresas sean fábricas de emprendedores y cuando alguno me dice que se va, lo celebramos.

Fase 6: Haz un balance de lo que sabes. Sacrificar parte de algo.

Si el negocio se reduce a lo que no sé, puede ser suplido por gente que si lo sabe. Si tu no lo sabes mucha gente puede aportar ese valor. El problema es que si desconoces cosas determinantes de tu proyecto puedes pasar por alto factores clave que comporten el fracaso. Una red conectada de personas que sepan más que tú, debería aportar el conocimiento para que sea un éxito. Eso al fin y al cabo permite cuidar tu networking. Una buena conexión vale su peso en oro. El interés de los inversores aparece por ese factor social de cualquier proyecto. Prepárate para perder algo. Es bueno ceder. Prefiero el uno por ciento de algo que el cien de nada.

Fase 7: Se honesto acerca de tu relación con el dinero. Responsabilidad.

Se financieramente responsable. ¿Tienes algún dinero para invertir en tu negocio, o va a depender de otros? Es preciso no entrar en pánico acerca de gastar dinero o evitar el riesgo financiero a toda costa. No esperes que tu relación con el dinero para cambie sólo porque has abierto un negocio. La apertura de un negocio requiere dinero – el suficiente para que usted pueda establecer u operar el negocio. Acepta lo que necesitas y no lo pidas hasta que lo que tengas que presentar no sea algo “comprable”. Si quieres que te dejen dinero demuestra que tú has puesto todo cuanto tenías. La responsabilidad que se te exige en una apuesta así es la que obtendrás.

Fase 8: Evaluar que tipo de emprendedor eres. Conocerse.

Ser consecuente y analizar el modelo de emprendedor que uno es. A partir de ahí tomar las medidas que potencien lo bueno o establezcan criterios de reducción del peso de lo malo. Por ejemplo, un emprendedor excesivamente autodidacta puede estar perdiendo el factor del grupo en apoyo y, en estos tiempos, se aleja de la herramienta más potente para la gestión empresarial jamás inventada: el talento global y la inteligencia colectiva. El mejor lugar para aprender a saber que tipo de emprendedor es uno es en el trayecto propiamente dicho del proyecto emprendedor. Lo irás viendo.

Fase 9: Examina el mercado y la competencia.

Antes de saltar a la iniciativa empresarial, se debe tener una mirada dura con el mercado y la competencia. ¿Está tu mercado saturado de empresas de éxito? ¿Está tu industria plagada de malos negocios tantos que han desarrollado una mala reputación? Ambos competidores, buenos y malos, sólo influirán en el éxito que tu negocio tenga. Siempre necesitarás a tu mercado de marca para brillar por encima de los buenos competidores. Diferenciarse no es imprescindible, puedes replicar o hacer copycut de cosas pero lo importante es donde lo vas a hacer y como. Procesos y gestión de venta será la clave.

Fase 10: Pon a prueba tu capacidad de ampliación.

Las empresas más exitosas se basan en la automatización y la delegación. ¿Otros empleados puedan hacer tu trabajo? ¿Puedes enseñar a los demás hacer lo mismo pero mejor y más rápido? Si su negocio se basa en sus habilidades y sus conocimientos solo ¿que pueda aportar un producto y trabajo exitoso a cada uno de los socios. Si no has entendido el modelo de la escalabilidad tienes un problema.

Finalmente sigo defendiendo que los modelos de negocio exitosos hoy en día pueden utilizar tres patrones básicos que yo plasmo en todos mis proyectos: low cost, long tail y escalabilidad internacional. Aunque Seguramente primero deberíamos definir que es el éxito, pero eso ya da para otro post.

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'Empleo para el futuro' en ABC

Mi artículo de esta semana en ABC se titula “Crear empleo para el futuro”, y trata de ilustrar la que considero mala digestión, que de este momento histórico, está viviendo la mayoría de países de nuestro entorno. Intento definirla como un escenario que está lejos de ser una crisis de tipo financiera o monetaria y que para la creación de empleo de calidad y con garantías de futuro hay que trabajar de manera seria en ello. Hablo de que es mejor dejar las simulaciones que nos hacen ver “burros voladores por donde no sopla ni el viento“ o “simulacros de inversión o de mejora donde lo que hay es parálisis y tarifa plana“. En el artículo defino en parte la “hoja de ruta” que interpreto deberíamos de asumir todos, inclusive los que se miran todo desde la barrera.

A continuación, os dejo el texto completo del artículo:

Crear empleo para el futuro

La tripulación dice que mires hacia la derecha. Por mi escotilla se puede divisar el Montblanc. Imponentes sus casi cinco kilómetros de altura te dejan pensativo. Se asoma entre la Europa decadente y la que dice estar saliendo de la crisis. Mirarlo en un día claro es ver la mancha que divide esas dos ‘Europas’ que no dejan de ser una misma pero mal interpretada. La mala digestión de este momento histórico por parte de la mayoría de países de nuestro entorno está lejos de ser una crisis de tipo financiera o monetaria. A parte nos quedan las simulaciones que nos hacen ver burros voladores por donde no sopla ni el viento. Simulacros de inversión o de mejora donde lo que hay es parálisis y tarifa plana. En lugar de vanagloriarse de que alguna personalidad tecnológica destacada decida invertir en constructoras con balances complejos, lo que se debería de hacer es localizar el problema real y no continuar con el engaño siniestro que nos podría hundir por mayor tiempo y desaprovechar la oportunidad que tenemos frente a nuestras narices y que, quienes deberían, no ven.

Siguen habiendo dudas sobre la capacidad de retornar inversiones en países como Grecia, Italia, Portugal o España por ejemplo. Se preguntan si estamos en condiciones de ser competitivos en un mundo global y por ello de ser atractivos a dicha inversión en el futuro. En España, por ejemplo, siempre habrá negocio, eso es evidente pues cincuenta millones de individuos lo generan por combustión espontánea. Pero ¿será atractivo siempre? El inversor medio busca rentabilidad y en ese punto localiza destinos atractivos.

Llegan noticias de que se trabaja para devolvernos a la ficha de salida. Eso es algo terrible. Inversiones millonarias en promociones inmobiliarias que nos conducen de nuevo a una vida anterior como si no hubiéramos aprendido nada del desastre monumental que hemos vivido. Se pretende convertir otra vez a este país en un polo de atracción por la vía de la construcción y el turismo. Dos sectores focalizados en la mano de obra (cada vez más barata) y no en el conocimiento o el valor añadido. Las cifras del paro en los próximos meses demostrarán que esta estrategia solo conduce al trabajo temporal y mal remunerado.

La solución para salir de este círculo vicioso pasa por la creación de empresas que aporten empleo de calidad. La austeridad a la que está siendo sometida la sociedad española (y europea) no tiene sentido si con esa política no se desarrollan planes de futuro y que impulsen modelos de crecimiento distintos. No vale de nada endurecerlo todo para luego volver a potenciar al sector que nos llevó al abismo o a la generación de empleo que nos encierra en una especie de microburguesía low cost que asusta. La mitad de los jóvenes en España está en paro. No tiene sentido mantener los modelos formativos que los empuja a las listas de desocupados y pretender que todos sean lo que no pueden ser. La huida es masiva. Aquí lo que hace falta son políticas concertadas que conduzcan nuestro modelo productivo a una economía del conocimiento, tecnológico y de alto valor que pueda complementarse de manera equilibrada con cuanto teníamos y que podemos recuperar ordenadamente.

La revolución que vive el mundo, mucho más que una crisis, responde al posicionamiento de las piezas de un puzzlesocioeconómico y vital entre hombres, tecnología y política. Una economía en funcionamiento que se ajuste a la nueva realidad precisa de compradores y de vendedores y si queremos vender conocimiento español deberemos de activar todos los mecanismos para que así sea. La empresa privada, la banca, los sindicatos, la política, la prensa y la sociedad deberán poner de su parte. Todos están en condiciones de entenderlo pero no todos están dispuestos a hacerlo.

La empresa privada está a contrarreloj y las prisas suelen ser malas consejeras. La banca mantiene el discurso del saneamiento que no se cree ni el famoso Tato pues con un banco malo no se deja de ser el ‘ídem’. Los sindicatos a sus cosas (y nunca mejor dicho), la política valiéndose de su posición aristocrática para no meterse en el barro, la prensa dudando de cual es el discurso correcto y luchando contra un cambio de tiempo (que les pilló a destiempo) y la sociedad descubriendo que es eso de dejar de ser clase media. Con este panorama cuesta aprovechar el momento y darle la vuelta a la colcha.

Cuando en el siglo XIX entró una máquina de vapor a una fábrica de 400 trabajadores para que la llevaran sólo dos, hubo 398 personas que creyeron estar en una crisis absoluta y no sabían qué hacer. La sociedad nombró “crisis Industrial” a lo que siglos más tarde hemos llamado “Revolución Industrial”. Aquella sociedad aprendió a colocar a todas esas personas en diferentes sectores y a mejorar la vida de todos. Nosotros estamos aprendiendo a modificar nuestros ritmos vitales, económicos, sociales, políticos para que la gente se incorpore en esta revolución tan absoluta. Las culpas están repartidas en diferentes medidas y estamentos. Está claro que hay gobiernos que han hecho menos que otros, hay sociedades que abusaron del crédito y de la especulación absoluta, o que España no aprovechó las bonanzas para impulsar un cambio de modelo de crecimiento. Aún así, la respuesta al momento actual no está en recuperar nada, ni en hablar de crisis, sino en intervenir teniendo en cuenta que estamos viviendo una revolución en todos los sentido

Para poder vender hay que seguir con la austeridad y ajustar costes en todos los ámbitos. Esto no es solo un tema de ajuste salarial, también tiene que ver con reducción fiscal y así pelear contra la miserable curva de Laffer en la que tanta presión tributaria no consigue recaudar más dinero sino todo lo contrario por pura estrangulación.

Si queremos convertir a España en una verdadera potencia económica, esta vez no basada en la especulación y en acumular ladrillos en cualquier solar recalificado o si lo que deseamos es ver los modelos productivos vinculados al conocimiento y la tecnología, nos conviene a todos irnos dando cuenta de que esto no es una crisis y que no hay nada que recuperar, que lo que nos toca ahora es aceptar el nuevo momento, aprovechar la oportunidad, apoyar a los que peor lo están pasando y ajustar el gasto y conducirlo a donde realmente puede aportar valor.

Asusta pensar que esa hoja de ruta que nos debe conducir de un entorno en quiebra a otro de alto valor económico esté en manos de la clase política actual. Una casta que no son capaces de conectar las luces largas de la alta estrategia y se limitan a mirar el futuro en fragmentos cuatrianuales. Ahora más que nunca toca hablar de lo que importa, diseñar el modelo y actuar. La fiesta está apunto de empezar. El cambio de modelo es inminente y los ciudadanos pasaremos lista, quien no esté ahora se lo va a perder y además lo recordaremos.

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Frases malditas

Hay tres frases malditas en mi vida. “Esto siempre se ha hecho así”, “Eso no es posible” y, la peor, “ten cuidado, nunca has estado allí”. La primera es típica en los debates de innovación empresarial. La segunda es típica en entornos económicos donde no se examinan parámetros fuera de la lógica convencional. La tercera se refiere a no irse a lugares desconocidos a tomar impulso y a proyectar desde lo desconocido. A mi esta última me estimula especialmente. Ser emprendedor es algo más que definir un modo económico, tiene que ver con la actitud y con la voluntad de tomar el control de tu propio destino. No es siempre factible pero tenemos la obligación como género de no permitir que se nos anule. Yo sólo conozco una manera, hay otras, la mía es emprendiendo.
Cada uno de los miles de emprendedores que ahuyentan los miedos a fuerza de no reconocer las limitaciones aparentes son los que despertarán una sociedad cloroformizada que se ha idiotizado al extremo. Como representantes de esa cuerpo social anestesiado, incapaz de afrontar el reto de dirigir su propia existencia pero consciente de que su vida es un privilegio socioeconómico como nunca otra generación había tenido la denomino “microburguesía low cost”.

A partir de ahora mismo nos adentraremos en los valores de una sociedad que decidirá en los próximos años si esto es una “oportunidad gloriosa” o una “situación sin posibilidades”. Cuando una sociedad queda a expensas de la marea es una sociedad muerta.

Hace años, en invierno, tenía el gusto de dar una conferencia en el auditorio de La Cartuja de Sevilla a un millar de alumnos de Económicas de diferentes facultades andaluzas. Suelen ser de último curso. Cada año, en la mitad de la charla formula la misma pregunta:

- ¿Cuántos de vosotros tiene previsto emprender alguna cosa, proyecto, negocio o lo que sea en los próximos cinco años? La respuesta cada año fue a peor. Normalmente apenas una decena levanta la mano. Luego vuelvo a inquirir:

- Entonces, ¿cuántos tiene como deseo ser funcionario?

Los brazos aumentan en alto pero tampoco es que sea un bosque lo que se muestre frente a mí. Finalmente cuestiono si el resto, mucho más de la mitad de los estudiantes, ¿quiere ser prostituta, traficante de armas, concursante de Gran Hermano o futbolista? Las risas que se suelen producir te dejan helado.

Ellos no tienen la culpa, la culpa es del entorno que hemos fabricado y que adormece el deseo de ponerse en marcha. Todo es tremendamente fácil y ha llegado a ser tan sencillo ser burgués que no es preciso ni serlo para disfrutar de esa condición. El consumismo desaforado no precisa de tener dinero, sólo es imprescindible que alguien te lo deje.

En esa conferencia sevillana anual cinco o seis alumnos se acercan al final. Incluso, en una ocasión, una chica se dirigió con lágrimas y tremendamente emocionada. Me dijo que “ella era una de las que me habían entendido”, que iba a mirar como coger “las riendas de su propia existencia”. No niego que eso deja a uno con la cara desencajada y con serias dificultades para contestar. Suele pasar, sólo es preciso atender y atacar el problema: la pasividad de una sociedad que se pone de somníferos antes de arrancar cada mañana, de modo que no puede ser crítica con nada que le envuelve, y mucho menos con capacidad para disponer de las características que tuvieron otras sociedades anteriores, esos colectivos que nos concedieron la mayoría de los privilegios que ahora disfrutamos nosotros y que tan mal gestionamos.

Por primera vez desde la II Guerra Mundial, esta nueva hornada de jóvenes vivirá peor que sus padres. La falaz mejora en viajes, estudios y medios es una sensación de riqueza ilusoria para los jóvenes contemporáneos, ya que surge de un modelo de dependencia parasitaria familiar. El número de jóvenes en España que dispone de una independencia económica plena, disminuyó desde el 26% en 2004 al 11% en 2011 y eso se está extendiendo por toda Europa. Cuando esos alumnos ya maduros se incorporan al mercado laboral sólo les quedan contratos de tipo temporal para el resto de sus días. Son gente que pueden entrar en el mercado laboral a los 35 años y encontrarse con un Expediente de Regulación de Empleo a los 50.

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Anticipo del primer capítulo

Mañana sale al mercado mi último libro. Una hormiga en París es un corto relato en el que intento dar las claves del éxito empresarial desde un punto de vista muy particular. En el prólogo que Bernardo Hernández, CEO de Flickr y ex vicepresidente de Marketing de Google, ha escrito para este fragmento de mi vida, dice que “la ambición está hecha de sueños, de patrones modelo, de pequeñas metas, de insatisfacción, de saber quién somos.
Me siento un poco como aquella hormiga que llegó a París hace tantos años. Apenas faltan 24 horas para el lanzamiento de su pequeña historia y las sensaciones son similares hoy a las que viví entonces llegando a París. La incertidumbre y los sueños mezclados con los retos y la voluntad de hacer las cosas cada vez mejor. Os dejo el primer capítulo de los diez que lo conforman. Si queréis más información podéis ir pasando por la web de la hormiga donde poco a poco iremos aumentando la información, los detalles y los complementos gráficos que harán de ese lugar un site intenso y nutritivo. En unos días os digo donde y cuando se hará una presentación oficial. Espero de corazón que os guste.

UNA HORMIGA EN PARIS

1. PERSEGUIR TUS SUEÑOS

«Si puedes soñarlo puedes hacerlo, recuerda que todo esto comenzó con un ratón.»
Walt Disney

Y aquí estoy. En un Boeing 747. Mientras el pasaje duerme a oscuras, soy la luz del 1H. Soy esa pantalla que parece un puzzle de ventanas y letras. Siempre soy ése. Hoy no iba a ser una excepción. Un vuelo de algo más de once horas y mi cara azulada por el resplandor hipnótico del Mac. A mi lado, nadie. Acabo de cerrar el documento con la oferta final de compra de mi desarrollo. Finalmente he aceptado, pero no ha sido fácil. Uno se siente como si le arrancaran un órgano, un elemento frágil pero necesario, como si de repente todo cuanto has construido se desvaneciera por el deseo de un poderoso. Apenas unas horas atrás en el despacho de un gigante digital, en Chicago, pusieron sobre la mesa un regalo que nadie en su sano juicio rechazaría.

En Estados Unidos les gusta reunirse en sitios raros. Por lo menos a esos directivos modernos, de fondos de inversión modernos, palabras modernas y modernas gesticulaciones. Te citan en parques soleados, cafeterías cutres o paradas de metro. Son sitios curiosos para reunirse. Alguien, en alguna escuela de negocios de nombre irrepetible, les debe haber enseñado que así se «juega al desconcierto». Yo fui citado en el Brookfield Zoo Park, cerca de la bañera gigante en la que viven unos enormes osos polares. Allí, sí, allí mismo.

Tras los saludos y el rápido «coaching» de mi abogado mercantil, pasamos a la «reunión» propiamente dicha. El encuentro se fue desplazando progresivamente hasta un banco exterior, punto intermedio hacia un destino incierto que ellos situaban en su oficina y yo en el notario. En un instante, entre el rumor de sus voces, la de mi asistente, que me ayudaba con ciertos aspectos que sonaban a chino mandarín y la de la gente que andaba por allí, vi un pequeño insecto. Se trataba de una hormiga, pequeña, nerviosa y solitaria. Estaba parada, daba un paso, acercándose a mí y se alejaba cuando sus antenas captaban mi presencia. Giró de golpe y se trasladó hasta el hueco de tierra por el que se había colado al parque. Era extraordinariamente minúscula en comparación con las dimensiones de aquel lugar. Tan pequeña, tan lejos de su hormiguero, tan abandonada a su suerte y tan parecida a mí hace algunos años.

Su presencia, casi imperceptible, me trajo recuerdos del primer viaje a París. Tenía poco más de diecisiete años cuando decidí conquistar la ciudad de la Luz. Hacía mucho que no pensaba en aquellos meses de verano de 1987. Tras proponer a mi familia que me permitiera conocer lo que consideraba el centro del Universo, recibí una severa negativa.

Dicho obstáculo, no hizo más que acrecentar mis deseos de viajar y ser parte de aquella gigantesca masa de cultura, conocimiento, vida. Mi espíritu explorador se expandía. En mis sueños y en mis sensaciones, París aparecía como la oportunidad perfecta para conocerme a mí mismo. Con esas edades, uno es incapaz de negarse a sus instintos. En aquella época, saliendo de la pubertad, la capital francesa estaba tan lejos que asustaba. Un vuelo era algo impensable y el Talgo que hacía el recorrido Barcelona-Orly resultaba demasiado oneroso.

Careciendo del apoyo de mi «friends family and fools» para ese proyecto, tuve que resignarme con un complicado método de viaje: colarme sucesivamente en trenes de cercanías hasta llegar a mi lugar de destino. Esta travesía consumió tres días. Mi incipiente francés no ayudaba a la hora de planificar correctamente los itinerarios. Hacer noche en la estación de Nantes no es lo mejor ni lo más rápido cuando lo que se pretende es ir a París desde Barcelona.

Aquellos tipos del Brookfield Zoo Park estaban acostumbrados a devorar desarrollos y start ups. Sus agresivos lenguajes eran desagradables. Me arrastraban a mis tiempos como agente de cambio y bolsa. No era lo que yo quería. Algo me pedía abandonar y dejarlo ir. Ellos insistían en lo beneficioso que sería para «mi idea» pasar a sus manos. Con prepotencia afirmaron aquello de «si no lo podemos comprar, tarde o temprano, lo haremos».

Decidimos ir a un lugar donde se respirara ambientador a pino y hubiera hilo musical. Mi abogado y yo fuimos en un taxi. Ellos lo desconozco, pero siempre he tenido la sospecha de que se teletransportaron. Al llegar al 121 de Wacker Dr. Street, el café ya estaba frío y casi todo parecía prepara- do y negociado. Me senté, miré desde la altura de aquel edificio hacia lo lejos y escuché sin mirar. Sobre la mesa, sus documentos y sus ceros, también todos mis sueños. No es- taba dispuesto a ceder tan pronto ni de forma tan sencilla.

La voz de aquellos hombres retornaría, como un murmullo sin valor, cada vez que intentaba concentrarme en algo. Mi mente viajaba primero hacia el parque y después a París. De una hormiga pasaba a otra, de la pequeña y perdida del Zoo a la que yo mismo representaba en el viaje a París.

Desoyendo todas las advertencias de mi familia, amigos de mis padres y expertos en viajes de riesgo, puse rumbo a la estación de Barcelona-Término sin saber que empezaba la historia de mi vida. Desconocía que en ese primer tren, uno de tantos necesario para alcanzar mi meta, iban conmigo un puñado de sueños que han sido mi sostén a lo largo del camino. Sentado en aquel vagón, orgulloso con la mochila nueva, un cierto pavor invadió mi cabeza. Supongo que se trata del mismo que experimentaron los exploradores de lo desconocido o los descubridores de continentes. Así me sentía. Pensé en los riesgos que implicaba el viaje. Sin embargo, con dieciocho años no piensas que te pueda pasar algo malo. Te crees eterno, invencible, como si fueras de acero. Pasaron los minutos hasta que el jefe de estación silbó y el convoy empezó a moverse. Ya no había vuelta atrás.

En aquella oficina, la oferta aumentó dos veces pero se- guía siendo sólo eso, una oferta. Aceptar el dinero y olvidar- se del reto. Me levanté y dije que me lo pensaría. La sorpresa se dibujó en la cara de todos ellos, incluida la de mi abogado. Todos allí sabíamos que superaba lo que en términos objetivos podía valer aquel desarrollo sin comercializar. Sin métricas, resulta casi imposible vender nada en Estados Unidos. A pesar del riesgo de perder el hilo de las negociaciones, no cambié de opinión. Quería pensar. No estaba dispuesto a renunciar a mis sueños ni a mi manera de emprender, crear y explorar.

Les dije que necesitaba dar un paseo. Eran las dos de la tarde y a las seis les aseguré que tendrían mi respuesta definitiva. Aceptaron a regañadientes, como suelen hacerlo quienes creen que son especiales por sentarse en sillones especiales.

Escasas horas atrás, aceptar parecía la única opción plausible pero desde la aparición de aquel insignificante himenóptero algo había cambiado. Recorrer el bulevar de mis recuerdos había marcado de manera definitiva toda la negociación. Sabía que a lo largo de mi vida, cada proyecto, cada reto, cada noche en vela, cada business plan, cada analítica, cada dolor de cabeza, cada domingo exhausto envidiando a las parejas paseando, cada centímetro cuadrado de cristal que te aprisiona en los días que no terminan nunca, cada obsesión o momento de penuria no habían sido en vano ni un producto del azar sino el resultado de un modo de ver la vida. Su origen era aquel crío, lleno de ilusiones, entrando en París como una hormiga. Se trataba de seguir una opinión. Se trata de vivir como otros no quieren hacerlo, para vivir como otros no podrán hacerlo. Se trata pues de enfrentarte a todo porque confías en ti mismo. En este sentido, el principal motor para el cambio de nuestro entorno somos nosotros mismos.

Paseando por las calles de Chicago, me encontré sin dar- me cuenta en el Millennium Park. Pensaba que el espíritu que me llevó a París debía estar rondando cerca de mí. De hecho, parecía a punto de surgir otra vez. Otra barbaridad a ojos de los «expertos». El vocabulario del típico negocio me molestaba, al igual que la verborrea característica de los directivos. No obstante, ya en París había empleado los resortes básicos de los negocios para sobrevivir y éstos vendrían en mi ayuda.

Vivimos una época en la que el plan de negocio tradicional debería enterrarse en un baúl y bajo llave. En la actualidad, las empresas pueden nacer, crecer y morir en cinco o seis años y no pasa nada. Un modelo de venta puede ser intensivo en un período e inservible en otro. Una sociedad en la que los negocios se adaptan a redes sofisticadas y a sus relaciones distribuidas. Una selva sin patrones fijos y donde todo se presenta como extremadamente nuevo e innovador. No lo es tanto. Las novedades de libro y máster en negocios estaban presentes en las fases que atravesó mi empresa callejera durante aquel verano parisino de 1987.

Quizá fue el café o fueron los nervios pero el tiempo transcurrió muy rápido. Las caras de los peatones que se cruzaban conmigo resultaban más anónimas que nunca. ¡Qué extraordinario sentirse tan solo, tan extremadamente dependiente de uno mismo! Cuando llegas a un lugar desconocido, con apenas capacidad para interpretar el espacio y sus señales es como si te lanzaras de nuevo a explorar. Por ello, resulta fascinante ir a lugares nuevos. Recorrer sus calles, más allá de la similitud que guarden con miles de otros lugares ya visitados. Circular, señalar un nuevo lugar en nuestro cerebro. Ver callejuelas y plazoletas inéditas, más allá de la comodidad vital que uno haya alcanzado.

Pasó en Chicago pero había pasado también en París. La conexión entre ambos lugares, las sensaciones y los aromas me impulsaron con decisión hacia el encuentro con aquellos compradores de desarrollos tecnológicos. Sentía como si me empujara una locomotora diésel. Retornaba al despacho mucho antes de lo previsto. Regresar al ring, como si tras una buena paliza, uno decidiera no tirar la toalla, y apretando la mandíbula, levantando la cuerda del cuadrilátero, hiciera gestos de «¡ven!, ¡vamos!, ¡aún no me rindo!».

Se abrieron las puertas del ascensor, un paso tras otro y al fondo todos sentados en una mesa eterna, repleta de portátiles, teléfonos y tabletas. Me vieron venir, me vieron son- reír. Eran las cinco de la tarde, la misma hora en la que un día, con osadía e inconsciencia, llegué a la Gare du Nord de París. Una hormiga entraba en la sede del gigante informático, como si fuera por el mismo extraño agujero de aquel lejano 25 de mayo de 1987, cuando estaba a punto de cumplir dieciocho años.

Las puertas automáticas de vidrio templado se mimetizaban en mi memoria con las del vagón francés. Los mismos pasos que di para bajar del tren, mi mochila de entonces convertida en un maletín de piel marrón. La misma mirada pero más cansada. Mi reloj más pesado pero contando el tiempo al mismo desconcertante ritmo. Mis sueños impecablemente similares, abarrotados de mis valores, los calcetines siempre de colores estridentes. Las palabras, iguales en ambas ocasiones: «Je suis ici!».

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El equilibrio de los sueños

Hace unos días durante la presentación de Openshopen en México me hicieron esta entrevista para los informativos cuarenta del grupo televisivo Azteca. En la entrevista de la popular Selene Ávila. Hay una versión más larga de la entrevista pero ésta hace referencia fundamentalmente al valor del éxito, el sentido del error y la persecución de sueños. Esto sigue siendo cuestión de “soñar o morir“.
Conozco soñadores que me inspiran cada día. Algunos ya son amigos por cuanto nos une. Siempre he pensado que la voluntad de montar negocios como elemento de reto y sueño a perseguir comporta al “emprendedor dreamer“ de una morfología particular. Se diferencia de otros individuos por ser creativo en mayor o menor medida, disponer de una gran intuición e incluso, si fracasa, dispone de un grado de optimismo patológico que puede perfectamente mezclarse con un espíritu crítico y analítico de la realidad. Un soñador, un emprendedor de los que persiguen sueños, no es un iluso, es un valiente que decide tirarse por un acantilado sin saber, muchas veces, que le espera allí abajo, pero siempre con algún factor que le permite convertir ese vuelo en un apasionante escenario de aprendizaje. Para ello aconsejo, sin utilizar red, procurar un buen paracaídas en formación, experiencia, socios, equipo o lo que sea, pero el “saltar por saltar no es el camino, es un suicidio muchas veces”.

El emprendedor tiene un ADN compuesto por empuje, decisión, observación y energía para soportar los temporales que se encontrará en su camino. En España, además, el emprendedor suele tener dos características más: la paciencia para tolerar la pesada administración pública y su burocracia, y la inconsciencia bien entendida para sobrellevar el riesgo de exclusión si te arruinas en un país como el que nos “ocupa”.

Estoy algo agotado de ser el “motor de cambio imprescindible”. Me gustaría destacar que no solo de los emprendedores es la tarea de mejorar nuestro entorno, tiene que ver con muchos otros elementos sociales. La multitud es el todo y es quien debe poner en marcha los resortes del cambio. Los gobiernos y los poderes políticos, públicos, financieros y privados, todos son la clave, pero la sociedad en su conjunto, emprendedores y emprendidos, todos adeudan ese impulso hacía un futuro más equilibrado y activo, donde ser concursante de Gran Hermano no sea el objetivo de millones de jóvenes porque consideran que siendo famoso la vida será más fácil.

No solo de emprendedores va esto que escribo (reduzco), también de todo lo que conlleva estimular cambios de conducta para tomar las riendas de tu propia vida, seas o no empresario, joven o anciano. No hablamos de estereotipos, pero sí de actores. Hay personas que han nacido con una actitud en la vida que los posiciona como agentes de cambio, otros que se ven impulsados a ello.

La mal llamada crisis debería despertar en muchos ciudadanos su inquietud por emprender. Este momento, aparentemente poco propicio para poner en marcha proyectos, es uno de los más complejos por los que pasará la mayoría de las generaciones que les ha tocado vivirlo. Con un endurecimiento del crédito, sin dinero público para invertir en reflotar la economía, con el consumo cayendo y sin expectativas de mejora, el horizonte no parece el más brillante para los que han decidido arriesgarlo todo por una empresa. No es cierto, no te dejes engañar.

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Desde Latam otra vez

Estos días estamos trabajando muy duro en la presentación de nuestros productos tecnológicos en algunos países latinoamericanos. De la mano de nuestros directores locales y sus equipos vamos poco a poco viendo como se aceptan y como entra en el mercado el resultado de tantos meses de trabajo. Es algo muy emocionante y más cuando notas que lo que estás presentando no sólo está muy bien hecho, sino que además quienes lo han hecho posible lo sienten como suyo. Tanto Openshopen, que está siendo recibido con entusiasmo por la combinación entre sencillez y robustez, como ebnto y emailfy, nuestro reto siguen cumpliendo etapas en esta primera fase de lanzamiento.
Estamos recorriendo Costa Rica, Perú, Panamá, Colombia, México y Estados Unidos. En breve regresaré para ayudar a los equipos de Idodi en Ecuador, Chile, Venezuela, Argentina y Brasil. Es fascinante descubrir que, a pesar de ser muy difícil y duro entrar todavía en algunos entornos de baja presencia en temas de comercio electrónico, las expectativas se nos plantean son muy altas.

Pero a Latinoamérica hay que venir a aprender. El error sería considerar que la hipotética ventaja tecnológica europea es la clave para vender más. Si piensas así no venderás nada. Lo importante es entender porque en un país como Panamá, por ejemplo, el crecimiento de usuarios de teléfonos móviles en 2010 fue de un 184,7 por cada por 100, superando incluso a países como Alemania que contaba con 127 por cada 100 habitantes. Panamá tiene 3,3 millones de habitantes y 7,3 millones de líneas de teléfonos móviles registradas, según la Autoridad Nacional de los Servicios Públicos. Lo que supone más de dos líneas por persona. Algo excepcional en el mundo.

Hemos decidido entrar en muchos de estos países de la mano de su gente. Hace más de dos décadas que vengo asiduamente y que trabajo con ellos. He visto de todo y he aprendido mucho de todos ellos. Tengo claro que nuestros productos son una respuesta real y efectiva y con los equipos locales que han modificado y adaptado todos ellos, estamos en condiciones de liderar algunos de estos mercados.

Si estás en alguno de los países que te descrito y te interesa lo que te he contado puedes ponerte en contacto con mi equipo a través de este enlace a fin de asistir a alguna de las ruedas de prensa que estamos ofreciendo o para concertar entrevistas de tipo periodístico o empresarial.

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Ser lo que quieres ser

Desde hoy, técnicamente, ya he pasado más días viviendo fuera del país en el que nací que dentro de él. No es gran cosa, mucha gente pasa el completo de su vida lejos de sus orígenes. En mi caso no significa mucho más que la evidencia de que he podido hacer lo que siempre soñé: explorar. Cuando de pequeño leía historias de un tal Marco Polo, escuchaba las aventuras de los viajeros medievales o de los sabios griegos recorriendo lugares diversos me entraba una envidia sana pero mayúscula. Siempre quise ser un caminante y vivir la vida como tal.
Escaso tiempo una vida para pensar, escribir, soñar y lograr todo cuanto deseo conocer. Lo importante no es que busco, sólo me interesa el como y el porqué. Para ello diseñé una hoja de ruta que he tenido que variar muchas veces y que se rige por la pasión de dirigir mi propia vida cueste lo que cueste. Arriesgar no es perder, es saltar. A veces ese salto te reserva un batacazo importante pero como lo importante para mí es el tránsito, el vuelo y la sensación de libertad que proporciona, si al final hay un golpe duele menos, me deja tonto menos tiempo y me permite reaccionar antes, recuperar el impulso y aprender mucho de todo ello. El verdadero reto no es acertar, es reponerse antes de lo previsto si sucede lo contrario.

Me apena cuando alguien dice que “es lo que puede ser” y no “lo que quiere ser”. Para ello decidí hace mucho que mi trabajo sería global por que me gusta vivir sin fronteras, agotador porque disfruto con él como si fuera ocio, apasionante porque me permite conocer personas que saben mucho más que yo todos los días, enriquecedor porque a cada paso, a cada vuelo, a cada noche de hotel los minutos se convierten en un reto pendiente, vibrante porque cada nuevo proyecto que asumo es el primero, electrizante porque todo pasa a una velocidad digital e innovadora y brillante porque me ciega la luz que emite todo cuanto quiero hacer todavía.

Hace mucho que renuncié a cosas que considero complementarias y que no me ayudan a perseguir mis retos o sueños. Ser feliz no depende del tamaño de las ruedas de tu coche sino de ese paseo tranquilo por tu barrio de la mano de quien quieres y pensando que la jornada que termina, aun habiendo sido un desastre, sólo era el día anterior a uno que mañana será genial.

A mi equipo les digo que no se dejen asustar por las cosas más genéricas. Que no se agobien, que eso no es vivir, y que aguanten cada embestida que nos reserva eso de emprender pues en cada una de ellas está la belleza del asunto. Está en las dificultades y en como superarlas. Si eso lo haces como, cuando y donde quieres has ganado. Has ganado la partida que la vida te propuso al principio de tus días. A mí, hace 43 años, la vida me dijo ¿juegas? Respondí, “dame un rato y me pongo”. Y me puse.

Una vez leí una descripción sobre los personajes que controlan en los campos de futbol lo que sucede en las graderías. Son unos personajes con chaleco rojo que están apostados entre el público y el terreno de juego. Tal vez son policías o cuerpos de seguridad privada. Pero esos personajes no miran el partido porque están de espaldas a él. Su función es precisamente fijarse en el público por si el público se desmanda. Lo que sucede en el campo de fútbol lo intuyen por el reflejo que ejerce en el rostro de la multitud. Ellos miran, piensan y se aburren. No pueden intervenir en su mundo. Pienso que así vive muchísima gente.

Hay millones de personas que no ven los goles de la vida porque tienen miedo o por mantenerse seguros en la “zona de confort”. Pero oyen el rugido del público e interpretan que ha habido un gol. El modelo social en el que vivimos intenta con todas sus fuerzas a que vivamos de espaldas a lo que sucede y muchos se resignan y se toman su tazón de cloroformo matinal para no sentirse mal. Es gente que en muchas ocasiones saben mucho, leen mucho, escuchan mucho y seguramente conocen tantas cosas que podrían llamarse “sabios”. Se puede ser sabio pero a la vez se puede no estar viviendo.

Yo decidí hace mucho tiempo no ser de esos que miran al público, ni tan siquiera de los que miran desde la gradería al campo. Yo quiero ser el puto delantero centro que va a meter el gol y sino lo logro, por lo menos me lo pasaré genial mientras juego.

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Sueña o muere

En el país de las “desimputaciones” el sol se pone al revés. Los que deberían estimular desaniman y los que tienen la obligación de atemperar incendian. Así ha sucedido siempre y costará que deje de pasar por arte de magia. Pero pasará que sin mediar palabra la sociedad se alzará y causará un destrozo considerable, eso es ya casi una apuesta segura. Nada puede mantenerse como sigue, ni por cansancio ni por ineficiencia. Sin embargo, mientras llega ese momento, los que nos jugamos a diario todo cuanto tenemos, seguimos atados de pies y manos a la inservible maquinaria de los hombres de piedra.
No es resentimiento, ni rabia, ni nada que se le parezca, es simplemente asco. Cuantos han logrado convertir en fango los sueños de una generación desahuciada a diario merecen un castigo. Los que han humillado a miles de adultos que ahora se arrastran por el comedor de sus padres, ya jubilados, esperando no molestar como mendigos de su pensión, merecen un bofetada con la mano abierta. Somos herederos de banqueros que siguen riéndose de todos los llantos y toda la mierda que han acumulado en la puerta de sus despachos porque a ellos el ambientador emocional les funciona que ni hecho a medida. Somos responsables de haber elegido a quienes siguen otorgando favores a éstos.

Y en eso, ahora, nos venden que aquí todo dios puede ser emprendedor, que todos deben casi serlo por obligación. De este modo el listado de inservibles viviendo del asunto ahora llamado “emprender” aumenta de forma exponencial. Tenemos asesores de emprendedores que no emprendieron nada, estimuladores del emprendimiento que no estimularían a nadie, dinamizadores de emprendedores totalmente desanimados, aceleradores de startups que no conocen ese pedal, eventos emprendedores que no son más que un bucle con subvenciones bien estructuradas, becas emprendedoras que lavan la conciencia de bancos y organismos públicos, leyes que nunca llegan y que si llegan no serán más que cosmética populista y programas de ayuda que no son más que modalidades sofisticadas y empapeladas en celofán que obligan a endeudarse de una u otra forma previamente.

Según la OCDE, el 44% de los españoles entre 25 y 30 años que tienen ocupación, están trabajando en algo que requiere menos habilidades de las que tienen. Los jóvenes españoles no van al trabajo pendientes de vivir retos, sueños y expectativas de crecer emocional y profesionalmente. Muchos van pensando que allí no va a pasar nada excitante, que lo importante es que pase el tiempo. La educación es pura instrucción, no hay debate, pensamiento o crítica. Nadie enseña a nuestros hijos el valor del fracaso, a perseguir sueños a pesar de no ser “rentables”, a emprender como valor de libertad y no como factor de enriquecimiento. No les enseñan a entender que un negocio es mucho más que una oficina, una fábrica, un campo de cultivo, un comercio o un escenario de venta, nadie les indica que también son espacios de conclusión, de rescate espiritual y de relación humana, de cooperación, de suma intelectual, de talento y de prosperidad.

Hubo un tiempo, cuando yo estudiaba, que me decían que la vida “ahí afuera” era una jungla, una competencia feroz donde solo sobrevivían los más fuertes, los más preparados y los más fríos. Me lo creí. Tardé tiempo en ver que así no se disfrutaba y que no era el mundo exactamente así, era yo que lo veía de ese modo influenciado por la manera de mostrarmelo que tuvieron en la facultad. Hoy, los que representan el pasado, las formulaciones antiguas de los negocios analógicos, oscuros y lejanos de los tiempos que vienen (y llegarán) mantienen esa actitud agresiva, defensora de valores en quiebra. Se equivocan.

El desastre social, financiero, político y ético que vivimos no es más que esa fractura que se ha empezado a producir justo encima de nuestras cabezas. Estemos tranquilos, dañará a muchos inocentes, pero sobretodo a los que estén pendientes de si se les cae el techo. Mientras tanto recomiendo seguir disfrutando de este momento histórico que nos tocó vivir. No es una época de cambios, es un cambió de época como nunca antes hemos vivido. Tal vez no hay momento en la historia que se pueda equiparar por su trascendencia a los treinta o cuarenta años que nos están pasando por encima.

No dejemos que los que se apuran por aminorar la marcha de esta fase histórica logren alguno de sus objetivos. La corrupción y su medicación dosificada es desastrosa para la modernidad y las mejoras. Convivimos con esa bacteria que corroe, que ensucia a la buena gente por verse incapaz de enfrentarse a la injusticia. Por desgracia, parece que no nos queda más que gritar e indignarnos. Confío en que a medida que todo un cambio genérico y generacional vaya tomando cuerpo, muchos de esos que ahora perseveran en su mediocridad manifiesta, pierdan su sillón de alcántara, su visa oro pagada por todos y los privilegios que nadie les otorgó y que tomaron sin preguntar. Sigamos firmes en eso que algunos llaman indignarse, otros emprender, algunos votar y muchos simplemente vivir. Yo me decanto por soñar, viajar, emprender y vivirlo con mi gente, mi equipo. Cada uno debe tomar una decisión acerca del momento que nos ha tocado vivir.

Vengo de una familia humilde. Nadie me ha regalado nada. Mi madre trabajó hasta la rotura y mi padre vio como su negocio se desvanecía ahogado a impuestos, tasas, recargos e impagos. Son gente extraordinaria que me anima a seguir haciendo lo que hago si eso es lo que deseo. Sigo firme en mis convicciones, en montar empresas, en hacerlas crecer y en venderlas, en poner todo lo que tengo una y otra vez, siempre con la misma energía. Me la seguiré jugando por lo que creo y disfruto a pesar de que cada vez es más arriesgado. Lo haré de nuevo aunque pudiera salir mal. Lo haré a favor de mis anhelos, pero en contra de los que quieren vernos parar, detenernos, dejar de ser críticos, analíticos y soñadores.

Hay mucha gente cazando #dreamers, muchos que esperan agazapados hasta que te ven volar. Conozco a muchos que, a pesar de ello, seguiremos montando empresas incluso con lo yerto que está el terreno. Lo haremos en España o donde sea, donde nos permitan levantar de nuevo el vuelo. Lo haremos con la misma energía, valor y responsabilidad, sabiendo que muchos amigos, colaboradores y socios van a nuestras oficinas pensando que nuestros sueños son, en gran medida, de la misma sustancia de la que se componen los suyos.

Lo haré aunque sea para que estos sinvergüenzas, esqueléticos morales e inservibles no me quiten lo único que nos queda: la dignidad. No te creas eso del “emprende o muere” que repiten estos días hasta la extenuación, quédate con el “sueña o muere”, pues esa es la verdadera esencia de lo que te hablo todos los días en este blog.

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