El riesgo que corremos cuando la Transformación Digital pública es pura cosmética.

Las preguntas son sencillas. ¿Tiene España un plan para el impacto de la Inteligencia Artificial en la sociedad? ¿Tenemos un plan para que la transición entre el empleo que se genera ahora y el que va a precisarse en menos de cinco años sea lo menos traumática posible? ¿Qué leyes sobre economía circular se están preparando? ¿Se ha previsto legislar en aspectos como la economía colaborativa? ¿Hay alguna comisión trabajando ya en el estudio de la tributación robótica? ¿Quiénes y desde que ministerio se está analizando el coste que tendría una renta mínima universal?

La ventaja que va a tener un país respecto a otro en esa transición entre el mundo que conocemos y el que se nos viene encima, responderá a como se ejecuta la transformación digital de la propia administración, de su entendimiento absoluto por parte de gobiernos y la aceptación de que, ahora, los gobernados requieren un comportamiento diferente y una necesidad de legislar cosas muy 'raras' para ellos. El desafío de cualquier gobierno que esté para lo que hay que estar, es acelerar esa adopción tecnológica y vincularla a nuevas leyes que la sujeten.

La diferencia entre estados que lo hagan bien o mal repercutirá definitivamente en el tren que tomen finalmente. La historia no se va a detener ni tampoco nos va a esperar. Se trata de que todos los departamentos del entramado gubernamental tengan un objetivo común, un plan general que permita entregar los beneficios de la tecnología a la ciudadanía. La tecnología no es sólo para ser más eficientes en el cobro de impuestos, tiene que ser algo sustancialmente íntimo. Entender que el mundo ha cambiado definitivamente y que esa mutación no se ha detenido es la clave.

Igual que las empresas, los gobiernos no sólo deben digitalizarse, también están obligados a transformarse digitalmente. No es lo mismo. Tener conocimiento digital para algunas generaciones provenientes de un mundo donde no había teléfonos móviles ni redes digitales no es sencillo pero, obviamente, es obligatorio. Obligatorio porque sus señorías ya no gobiernan un mundo analógico, tienen que atender las demandas de un mundo absolutamente líquido, cambiante y bidireccional. No se trata de tener una cuenta en twitter, se trata de legislar con eficiencia los nuevos modelos sociales, económicos y culturales que ya están instalados. Instalados en una especie de limbo muy tóxico y peligroso.

El 90% de los datos del mundo se crearon en los últimos dos años. Hace falta automatizar. No hay más remedio y en todas partes. La competitividad pasa por aceptar que esos datos son mayoritariamente no estructurados por lo que es necesario gestionarlos artificialmente. La administración pública debe perder el miedo a la automatización. No va a destruir empleo, lo va a crear y de un modo distinto a como los gobiernos creen.

Cuando ayer el ministro de economía español hablaba de que la reducción del paro es espectacular y que las cifras de ocupación aumentan, la primera impresión es muy positiva porque tras cada persona sin trabajo hay un drama familiar. Sin embargo la duda está en quién o qué está generando ese empleo. Obviamente no lo está haciendo ningún sector de alto valor tecnológico de momento. Se podría estar sedimentando un modelo económico aun más difícil de gestionar que el que tuvimos hace una década. Me temo que no se está previendo el modelo económico que deberemos gestionar en breve. Las máquinas no quitan empleo únicamente, también lo crean. Sin embargo se exige legislar para ello. Si se deja que la inercia gobierne, que los viejos modelos políticos y administrativos continúen siendo la hoja de ruta, nos vamos a hacer daño.

Hay dos maneras de adoptarlo. Alemania ya está debatiendo su código de circulación previendo los coches autónomos. Otros ni se imaginan algo así. Las preguntas son sencillas. ¿Tiene España un plan para el impacto de la Inteligencia Artificial en la sociedad? ¿Tenemos un plan para que la transición entre el empleo que se genera ahora y el que va a precisarse en menos de cinco años sea lo menos traumática posible? ¿Qué leyes sobre economía circular se están preparando? ¿Se ha previsto legislar en aspectos como la economía colaborativa? ¿Hay alguna comisión trabajando ya en el estudio de la tributación robótica? ¿Quiénes y desde que ministerio se está analizando el coste que tendría una renta mínima universal?

Esto vale para cualquier administración. Incluso para cualquier país. Lo interesante es que hay quienes ya lo están trabajando y quienes no. La ventaja social, económica y cultural está precisamente en el liderazgo que asuma un gobierno. Ventaja que no sólo debe ser estimulada por quienes mandan, no, también por los que deberían estar aportando valor desde la oposición. Si ni los que esperan su turno para gobernar tienen la más mínima idea de lo que supone lo que acabo de explicar, imaginen las ganas de poner en marcha políticas complejas para un futuro tecnológico que seguramente no va a contentar a todo el mundo. Es lo que tiene la conquista del futuro, que no es cómoda para todos, especialmente para los que ahora viven muy bien.

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¿Qué es la Transformación Digital? ¿Una revolución social o tecnológica?

Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.

Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.

Sin embargo, aunque esté por todas partes, no es algo que todo el mundo tenga tan claro como debería. Lo más confuso del concepto Transformación Digital es precisamente lo ‘digital’. Y lo es porque precisamente esa transformación tiene que ver muy poco con la tecnología a la que se le asocia constantemente. La tecnología, ya sea robótica, digital, inteligencia artificial, automatismos o de cualquier otro tipo, facilita que se produzca una transformación, pero en realidad tiene que ver más con un modo de pensar, procesar y de comportarse debido a la llegada de esa tecnología.

La tecnología digitaliza, pero no transforma. No siempre por lo menos. Cuando Spotify nació revolucionó el modo en el que las personas accedían a la música. La tecnología fue el detonante porque permitía acceder desde cualquier lugar a la librería de canciones más grande del planeta. Sin embargo, el éxito se debió a un cambio de pensamiento. El usuario pasaba de comprar productos a consumir servicios, de comprar discos a consumir música. Este nuevo modo de pensar generó un nuevo modelo de negocio que ahora replican muchos otros y en muchos campos.

¿Por qué es tan importante la Transformación Digital? La transformación digital es fundamental porque altera las estructuras de la sociedad de punta a punta. Un buen número de las compañías más grandes del mundo no existían hace tan sólo una década. El impacto de éstas ha sido realmente intenso y profundo. Han sido disruptivas no por la tecnología aportada sino por el modo en el que han modificado las reglas y relaciones sociales. Uber, Amazon, Facebook, Twitter, Airbnb, Netflix y tantas otras.

Cuando se obvian esos cambios y se incumple la tendencia del mercado el resultado ha sido desastroso. Le pasó a Blockbuster o a Kodak, pero también a centenares de empresas consolidadas y con altos ingresos que de la noche a la mañana vieron como un nuevo agente disruptivo, un competidor que hacía las cosas distintas, los borraba del mapa.

Es importante prestar atención a esa Transformación Digital urgente que deben afrontar todos los negocios del mundo. De un modo u otro te va a tocar. No es bueno esperar a que aparezca esa disrupción en tu sector y luego reaccionar. Netflix interrumpió su modelo de negocio inicial basado en el alquiler de DVDs. Al observar el mercado y predecir los avances tecnológicos, Netflix se arriesgó e invirtió en tecnología de transmisión de video. La apuesta dio sus frutos. En 2017 Netflix registró unas ganancias récord y es el mayor proveedor de contenido de video del mundo.

¿Se puede transformar digitalmente todo? En 1876, Alexander Graham Bell inventó el primer teléfono. En 1905 2,2 millones de personas usaban teléfonos. En 1910 esta cifra creció hasta 10 millones. Lo mismo con la TV. Puesta en marcha por primera vez en 1927. En 1939 existían 7.000 aparatos de televisión en los Estados Unidos. En 1959, esta cifra era de 67.145.000. A esto se le llama crecimiento exponencial. La adopción tecnológica en nuestra sociedad es extremadamente rápida. Facebook fue lanzado en 2004 y apenas 10 años más adelante, tenía 1.390.000.000 usuarios activos.

Es importante destacar que la Transformación Digital, que a mi me gusta llamar Revolución Digital, está significando un reordenamiento de todos los vínculos y contratos sociales que teníamos establecidos rígidamente a partir de los estímulos que concede la propia tecnología. Hablamos de un reto empresarial y personal, de una revolución tecnológica pero también íntima. No hablo de algo a temer sino a desafiar.

Algunos clientes me comentan que sienten cierta angustia cuando se dan cuenta de la velocidad de todo y la cantidad de cambios a efectuar. Cierto que hace 20 años pocos creían que llevaríamos en estas fechas una computadora capaz de navegar por internet, una cámara de vídeo de alta resolución, un geolocalizador sin margen de error, un video teléfono capaz de conectar sin coste con cualquiera en el mundo, un entrenador personal o mil cosas más, en el bolsillo y por 200 dólares.

A ellos les digo que la pregunta no es si les va a llegar o no el momento de la disrupción. La pregunta correcta es ¿cuándo y con que tecnología? Se trata de aprender cómo van a cambiar las cosas para que tu empresa pueda estar lista a tiempo. La falta de previsión y estrategia podría convertir un negocio rentable en irrelevante. Esta afirmación sirve para empresas y, sobretodo, para personas. La transformación no atañe a las empresas únicamente, también a sus miembros en todos los estadios.

En los cursos que ofrezco, la parte más importante de los mismos no es el 'cómo se crea una estrategia empresarial de transformación', que también, sino especialmente cómo los miembros de una empresa comprenden que transformarla digitalmente no es enseñar habilidades tecnológicas a sus empleados, sino ofrecerles las vías para revolucionar su modo de entender la empresa, la competencia y el sector.

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La transformación digital del 'retail' y su obligatoria estrategia 'Mobile-First'

En España, los comercios de retail con una apuesta clara por la transformación digital aumentaron el porcentaje de transacciones desde dispositivos móviles de un modo inédito. En España, hace un año, ya eran el 32% del total. Se especula que actualmente podríamos estar rondando el 40%. El teléfono móvil se ha convertido en la principal herramienta de compra para una gran mayoría de españoles. Algo que sucede de forma generalizada en todas partes.

En España, los comercios de retail con una apuesta clara por la transformación digital aumentaron el porcentaje de transacciones desde dispositivos móviles de un modo inédito. En España, hace un año, ya eran el 32% del total. Se especula que actualmente podríamos estar rondando el 40%. El teléfono móvil se ha convertido en la principal herramienta de compra para una gran mayoría de españoles. Algo que sucede de forma generalizada en todas partes.

Un 29% de los consumidores compra algo por Internet cada semana. Aun nos queda espacio por recorrer. En Reino Unido por ejemplo es un 46%. Una cuarta parte de ellos compra ropa y calzado. Es evidente se está naturalizando comprar desde un dispositivo móvil. De hecho, es evidente que la batalla comercial se va a librar, en primer término, en el ámbito de la movilidad. Cómo destaca la empresa Rehset, ‘es preciso tener una estrategia de desarrollo y transformación digital clara y general pues, a partir del móvil, se van a ir implementando maneras de acceder a nuestros productos que precisarán realidad aumentada, virtual, conectividad con objetos en IoT u otras opciones. No desarrollar con visión de futuro inmediato podría ser muy costoso en el futuro’.

Es evidente que esto no va sólo de tener una web responsive. Hablamos de implementar una experiencia de usuario a partir de múltiples opciones y localizar la que sea ideal para el comercio en cuestión. Saber que pasa cuando tus potenciales clientes entran en tu espacio digital desde un móvil, tener una lectura de datos que permita entender que sucede y tomar decisiones comerciales a tiempo real sobre ello, es la clave de lo que estoy hablando.

A mis clientes del ámbito minorista les ayudo a adoptar esa estrategia que prioriza en el móvil. Una vez tenemos este aspecto definido buscamos como demostrar una de las mayores virtudes que este tipo de negocio tienen: el alto grado de conocimiento del producto que venden. Hay que ser capaz de trasladar esa impresión analógica a un entorno flexible y digital como es el de la movilidad. La clave es estar informado a tiempo real de que pasa en la competencia, establecer contacto con los consumidores y aprender de sus movimientos. Las redes sociales siguen siendo el lugar donde los consumidores reciben un primer ‘input’ comercial. Supera al resto de plataformas o espacios publicitarios. Es la calle comercial más grande del planeta. Ahí, también, la conquista del móvil ha sido brutal.

Las startups que afrontan el mundo del retail con crecimientos que sorprenden a todos los del sector se van sucediendo. Ya no es sólo Hawkers, Meller o Brubaker, hablamos de múltiples empresas que nacieron bajo un concepto básico de reducir costes de intermediación entre productor y comprador y hacerlo desde una perspectiva móvil desde el primer momento. Son empresas que venden más desde un teléfono que vía web y, ninguna de ellas, tiene tienda física como estrategia. En todo caso como elemento de ‘branding’ más.  

La disrupción ya llegó al retail. Eso es evidente. Pero viene una segunda ola. La movilidad es inapelable. Quien no la plantee urgentemente, morirá. Quien no reinvente sus espacios de contacto con sus clientes lo va a pasar muy mal. El cliente no se va adaptar. No tiene tiempo, ni ganas. El cliente está en un lugar distinto ya. El trastorno que está sufriendo el sector no es momentáneo. Tampoco se va a detener. El incremento de este modo de relación proviene de una generación que tiene integrado este modo de consumir

Imagina que tu tienda está en un lugar por donde pasa bastante gente. Entran y salen. Cada vez compran menos pero es suficiente para hacer una buen caja. En frente, tu competencia, cierra. Al cabo de unos días descubres que abrió en una plaza cercana. Investigas y, sin haber perdido demasiados clientes todavía, descubres que en esa plaza hay mucho más público que donde tú estás. Además es gente que entra y sale de las tiendas de un modo frenético. No sabes si compran, pero miran, comparan. Tu negocio está en juego. Si permaneces donde estás, aunque pongas un neón de color rosa en la puerta, lo tienes crudo. Si decides ir a esa plaza deberás adaptarte a una manera mucho más efímera de contacto con el cliente. ¿Qué harías? ¿Qué recomendarías hacer?

Parafraseando al nuevo presidente de los Estados Unidos diríamos que los minoristas, el retail en definitiva, debería tener una estrategia ‘Mobile-First’ urgentemente.

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Los retos socioeconómicos a los que nos enfrentaremos en cinco años. Mesa Redonda MWC.

El pasado lunes participé en el primero de los eventos de la Mobile Week Barcelona, una especie de zona de calentamiento del Mobile World Congress impulsado por la Mobile World Capital Barcelona a la que pertenezco como miembro del d-Lab, donde por cierto siguen sucediéndose la recepción de proyectos tecnológicos que quieren dar solución a los desafíos que nuestra sociedad tiene actualmente. Se trataba de una mesa redonda donde se profundizó en el valor humano que toda revolución tecnológica tiene y de las consecuencias que podríamos sufrir sino se toman medidas.

El pasado lunes participé en el primero de los eventos de la Mobile Week Barcelona, una especie de zona de calentamiento del Mobile World Congress impulsado por la Mobile World Capital Barcelona a la que pertenezco como miembro del d-Lab, donde por cierto siguen sucediéndose la recepción de proyectos tecnológicos que quieren dar solución a los desafíos que nuestra sociedad tiene actualmente. Se trataba de una mesa redonda donde se profundizó en el valor humano que toda revolución tecnológica tiene y de las consecuencias que podríamos sufrir sino se toman medidas.

Moderados por Gemma Navés, redactora del programa Valor Afegit, TV3, junto a Luis Ivan Cuende, el jovencísimo asesor de la Vicepresidenta de la Comisión Europea en asuntos de tecnología y miembro de la lista de los 30 menores de 30 de la revista Forbes, Esteve Almirall profesor asociado del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en ESADE, Aleix Valls, CEO de la Fundación Mobile World Capital Barcelona y Artur Serra, Director Adjunto de la Fundación i2Cat, debatimos sobre como afrontar un previsible mundo sin empleo o, como yo mismo defiendo, un mundo con un empleo absolutamente distinto.

El debate sobre las implicaciones que esta revolución conlleva y la redefinición de los trabajo que deban cambiarse, destruirse o modificarse, me interesa mucho, pero no tanto como el método en el que se va a distribuir la riqueza y el papel relevante o no del ser humano en ese nuevo escenario. Bajo mi punto de vista, y así lo expliqué, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.

Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.

Esa clave responde a la importancia de que un liderazgo creíble y capaz de asumir el reto histórico que nos ha tocado vivir debe nacer desde la política en mayúsculas, algo que, por cierto, aquí cuesta detectar. Mi discurso así lo demostró. Nadie en este país habla seriamente de este asunto que va a desplomarse encima de nuestras cabezas antes de lo esperado. La diferencia entre los que lo están trabajando y los que no determinará los países ricos y los pobres en un futuro inmediato. Francia destina 23 veces más que España a impulsar la Industria 4.0

Cuando el discurso se centra ideológicamente perdemos todos. Si a la Renta Mínima se le concede una óptica política y no socioeconómica la cosa se complica y retrasa el análisis correcto y urgente. No hablo de rentar a todos, pero si de prever que eso pudiera ser obligatorio en un futuro. Te guste o no las opciones de digerir un mundo donde el empleo cualificado no lo pueda ocupar todo el mundo es un problema inevitable.

El análisis sobre todo esto es tremendamente interesante. De hecho está claro, bajo mi perspectiva, que vamos a tener que cambiar algunos conceptos que no hemos modificado nunca y eso, evidentemente, va a ser muy complejo. Son tres conceptos claros: el significado del contrato social llamado ‘trabajo’, el módulo impositivo actual que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, que reduce peligrosamente la composición de la llamada ‘clase media’ y, también, el valor educativo de nuestro sistema actual.

1. El concepto trabajo es actualmente un contrato aceptado por todos. Tú trabajas y produces. La empresa te paga por ese rendimiento. En un futuro donde tu trabajo siempre podrá ser mejorado por una máquina el espacio laboral que te queda deberá ser en otro sentido. El hecho de que el valor añadido sea humano dependerá de que se relaje el concepto que ahora tenemos tatuado cerebralmente. La productividad será artificial, la creatividad humana. El valor de lo intangible tomará un sentido desconocido hasta ahora. Tenemos pistas pero están a años luz de lo que digo.

2. Si la riqueza generada no se equilibra en todos los espacios sociales el conflicto es inevitable. La sociedad verá en los avances un enemigo y no un aliado. Históricamente cada revolución tecnológica significaba un parto doloroso que al final siempre acabó en mejoras para la sociedad. La clase media desaparece y una nueva clase compuesta por pobres con trabajo se afianza. Así no vamos a ningún lugar. Se debe definir una línea política que prevea esto y no lo haga con discursos pueriles y viejos sobre que a los ricos hay que esquilmarlos irremediablemente. Lo que se debe hacer es diseñar ordenadamente una transición hacia un equilibrio que, por supuesto, a muchos ricos no va a gustar, pero que es irremediable. Una cosa es ideología y otra aplicar pragmatismo.

3. Y la tercera tiene que ver con el valor educativo. Los niños de 3 o 4 años de hoy en día no se sacarán el carnet de conducir, vivirán en un entorno de economía circular y el 90% de ellos lo harán en ciudades inteligentes. El empleo al que podrán acceder es desconocido. No podemos saberlo. De hecho intuirlo es irrelevante por la cantidad de errores que podemos cometer. Para no fabricar manadas de descontentos es imprescindible fundamentar la educación de todos ellos en un ambiente flexible al límite y que establezca la imprevisión como norma. Sino las cifras de paro juvenil actual serán una caricatura en comparación.

En definitiva un evento muy recomendable que ha seguido toda la semana repitiendo mesas redondas, actividades culturales y de reflexión acerca de la transformación digital en su conjunto. Miles de inscritos en la Mobile Week han permitido acercar y abrir uno de los eventos tecnológicos más importantes del mundo a la ciudadanía y al debate sereno y profundo.

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La sorprendente Transformación Digital de los Seguros. Mucho más que Insurtech

Ayer ofrecí una charla a un grupo de directivos y empresarios del sector de los seguros vinculados a la organización Cojebro. Tienen la percepción, como sector, que la transformación digital no sólo es algo a acometer urgentemente, sino que el problema radica en que los pasos que pueden estar dando no sean los adecuados. Temen que su hoja de ruta sólo contemple digitalizarse y no transformarse digitalmente.

Ayer ofrecí una charla a un grupo de directivos y empresarios del sector de los seguros vinculados a la organización Cojebro. Tienen la percepción, como sector, que la transformación digital no sólo es algo a acometer urgentemente, sino que el problema radica en que los pasos que pueden estar dando no sean los adecuados. Temen que su hoja de ruta sólo contemple digitalizarse y no transformarse digitalmente.

Al igual que le ha pasado a los bancos, los cuales han visto como un tercio de su negocio ha sido capturado por las Fintech, el sector de los seguros tienen su espada de Damocles en las denominadas Insurtech. Y como en el caso del sector financiero el asunto no se reduce sólo a un modelo tecnológico que ofrezca una productos similares a los que ellos han vendido durante siglos, sino que el foco en el futuro inmediato estará en otros aspectos derivados de comportamientos, avances tecnológicos y conversión de productos a servicios. Recordemos la máxima de nuestros días, ‘todo lo que sea susceptible de ser digitalizado, será digitalizado’.

Para el sector de los seguros la cosa es más compleja si cabe. Debemos examinar el catálogo de servicios que se ofrecen desde una correduría de seguros y enfrentarlo a la realidad inminente. No se trata de tener una aplicación mejor o peor diseñada, un website enriquecido o perfiles en las redes sociales. Ni siquiera va de incorporar un ‘chatbot’ en el trato con clientes. Es más profundo. Como en todos los sectores económicos la disrupción llegar dando avisos leves y, en un momento determinado, su despliegue es exponencial.

En la sesión de ayer invité a la audiencia a viajar al futuro inmediato. Un tiempo que se está gestando ahora y del que ya tenemos pistas notables acerca de que cuotas de mercado va a ventilarse en este sector concreto. Este ejercicio es el que hago con cualquier modelo económico o foco empresarial. Tras ese esfuerzo intento, con la implicación de los asistentes, a definir respuestas competitivas y a interpretar por donde podrían ir los nuevos modelos de negocio. Inclusive, la adaptación de esa tecnología, que puede ser el origen del problema, para convertirse en la puerta de la solución.

Los avances que afectan a este sector en concreto más allá de las aplicaciones denominadas Insurtech, estarían en diversos campos. La Revolución Industrial 4.0 como he dicho muchas veces no es tan industrial como sociológica y su afectación va más allá de modelos productivos. Es un relato implacable que lo desmonta todo y no entrega planos para ordenarlo de nuevo. Tenemos pistas y, observando, podemos ir dibujando esa guía a tiempo real, jugando al prueba-error y aspirando a tener empresas en ‘beta constante’.

En el caso de los profesionales de los seguros, de las grandes aseguradoras o de los despachos profesionales que ofrecen pólizas diversas, las tecnologías que más les afectarán en breve tienen que ver con, obviamente, la auto conducción de vehículos industriales y particulares, la impresión 3D, la Internet de las Cosas, la Realidad Virtual y Aumentada, robótica, la Inteligencia Artificial y el Big Data. Es decir, casi todo.

Seguro que estás pensando que lo de los coches que se conduzcan solos es lógico que afecte, pero que cuesta entender como la impresión 3D u otros avances disruptivos pueden modificar el modelo de negocio del sector seguros. También se lo preguntaron los directivos que ayer lo escuchaban sorprendidos. Sin embargo es puro pensamiento lateral.

La impresión 3D afectará a como se distribuyen las coberturas de seguros en la producción de un producto. Desde el seguro de transporte hasta los de personal y operarios afectados. Si un producto se fabrica en destino no precisa de asegurarse la cadena de valor intermedia. Es mucho más complejo pero sintetizando el cambio iría por ahí.

La Internet de las Cosas también va a cambiar notablemente el mundo de los seguros. Las personas cada vez llevamos más lectores de salud encima. En apenas un par de años los humanos incrementaremos exponencialmente nuestra conexión sanitaria. La entrega de datos masivos a tiempo real sobre nuestro estado de salud reducirá una hipotética ‘cadena de valor’ entre el paciente y la solución. El e-health de origen IoT o wearables lo va a cambiar todo también.

La realidad virtual y aumentada afectarán de manera importante en el campo de los seguros laborales. Sabemos que cuando se utilizan sistemas de entrenamiento de nuevos empleados en industrias o fábricas basados en realidad virtual o aumentada y que permiten que esos trabajadores se pasen semanas o meses en un entorno virtual e inofensivo, el paso a la ‘Realidad Real’ se efectúa sin problemas, accidentes o pérdidas de producción. Seres humanos que reducen su siniestralidad y que precisan seguros muy distintos.

¿Cómo serán las pólizas de seguros para robots? La robótica también lo modifica todo. Su papel en una cadena de montaje es clara pero en un espacio flexible donde su ‘entidad’ pueda ser inteligente y tome decisiones por si sola precisará de un nuevo foco asegurador. Tal vez un tomador sintético y no humano. ¿Quién sabe?

Como decía, el caso más evidente es el de los coches cuando vayan solos. Tengo claro que el tipo que no podrá conducir ya ha nacido y que es cuestión de una o dos décadas para que sea generalizado. No obstante la transición ya ha empezado y poco a poco iremos viendo esos cambios. Al principio será sorprendente, después curioso y finalmente normal. Ver un coche yendo solo se irá normalizando.

Cuando esto sea así los seguros de conducción tendrán que repensarse. ¿Quién será el tomador? Alemania está definiendo su políticamente su futuro código de circulación en el que ya se incorpora la figura del coche autónomo. Me llamó la atención el debate de quien es el ‘titular responsable’ de lo que suceda con el vehículo en caso de accidente. El debate fluye sobre tres suposiciones que, además, responde a una evolución tecnológica en paralelo.

Inicialmente, durante un tiempo, el responsable será el propietario del vehículo. Eso será así porque la autonomía del vehículo será relativa y el dueño debería ir en él por si se precisa su intervención. En unos años el responsable legal del vehículo no será el comprador sino el fabricante del coche. Se interpreta que al no precisarse intervención humana el conductor no existe y el coche circula bajo los criterios de calidad y eficiencia del fabricante. Finalmente, lo más espectacular, es que el foco final de responsabilidad en la conducción autónoma recaerá en las ciudades o gobiernos. Se cree que cuando los errores humanos no puedan existir y los vehículos dependan de indicadores externos, un accidente sólo dependerá de la buena gestión pública de los desplazamientos. En ese escenario no existen coches de propiedad por cierto. Todo es un gran servicio.

En cualquier caso, algunas cosas son inminentes, otras menos y algunas todavía tienen un tono de ciencia ficción importante. Lo que si es importante es responder a la pregunta correcta. Da igual el sector, la pregunta no es ¿me va a afectar la disrupción? Las pregunta correctas es ¿cuándo me va a llegar y con que tecnología? Hazte la pregunta como ayer se la hicieron los directivos y empresarios del mundo de los seguros.

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La Transformación Digital va de personas. Luego de tecnología.

El discurso sobre la obligatoriedad de la transformación digital es unánime. Pocos son los que defienden un camino contrario para empresas y organizaciones. Es pura agenda, hoja de ruta para quien quiera afrontar los retos de un futuro inminente con garantías. Su importancia es estratégica y crece su impacto en todos los ámbitos. Por este motivo miles de compañías encargan a sus equipos gestores que desarrollen la puesta en marcha planes de digitalización. En ocasiones erróneamente. 

El discurso sobre la obligatoriedad de la transformación digital es unánime. Pocos son los que defienden un camino contrario para empresas y organizaciones. Es pura agenda, hoja de ruta para quien quiera afrontar los retos de un futuro inminente con garantías. Su importancia es estratégica y crece su impacto en todos los ámbitos. Por este motivo miles de compañías encargan a sus equipos gestores que desarrollen la puesta en marcha planes de digitalización. En ocasiones erróneamente. 

No es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente. El primer concepto es incorporar tecnología. El segundo representa el uso de esa tecnología para la gestación de nuevos modelos de negocio. Este punto es trascendente puesmuchos creen estar sujetos a un proceso de transformación digital cuando en realidad solo se están digitalizando.

Ese error también se repite en otro ámbito. Toda la tecnología disponible como el cloud, la inteligencia artificial, los sistemas expertos de automatización, la gestión de datos masivos o la movilidad no son más que eso, puntos de contacto tecnológico. Sin embargo un buen proyecto de transformación digital no será relevante sino está determinado por el valor de las personas que la van a disfrutar. Incluso si se aplica en nuevas formas y combinaciones innovadoras, la tecnología por sí misma no transforma a una empresa.

La transformación digital exitosa está determinada principalmente por el grado en que las personas están capacitadas para adoptar activamente el cambio constante como una oportunidad para el crecimiento y la innovación.

La innovación tecnológica ha perturbado históricamente a los mercados y los modelos de negocio. La magnitud de la tragedia actual es exponencial y no tiene referencias homologables. Es un aspecto clave, que utilizo en cualquiera de los proyectos en los que participo, promover una cultura en la empresa u organización que estimule a las personas a adoptar activamente ese cambio y lo fomente continuamente. Es imprescindible crear empresas en ‘beta’ constante.

La innovación que pretenda poner a la venta no lo será si el mercado no la acepta y, para ello, será fundamental que la dimensión humana no desaparezca en los procesos, en el contacto con el cliente, en la comunicación y en los nuevos modelos de negocio. Por lo tanto, la transformación digital es un componente integral de algo más importante, la propia Transformación Empresarial. Para ello el foco debe estar en las personas a partir de la integración tecnológica. Como Christoph Zohlen comenta, para cumplir con este objetivo es imprescindible cumplir algunos preceptos:

La autonomía para fomentar la calidad y agilidad de la toma de decisiones en la implementación tecnológica. La confianza en el liderazgo de las personas que dirigen el proceso que se ha iniciado. El respeto por los valores que representa corporativamente la transformación digital. La predisposición por compartir decisiones a partir del acceso a la información basando ese espacio en la bondad de la colaboración. La permisividad del error pues suele ser un paso previo a la innovación. De hecho la segunda existe tras el riesgo y éste suele acarrear fracasos en el camino. Y posicionar al cliente en el centro de todo el proyecto. El nuevo cliente es poderoso. Su poder emana de la tecnología digital y toma decisiones de modo agregado, complementario y complejo. No es un elemento sin fisuras, es poliédrico y sofisticado. Conocer todas sus variables es el objetivo final, por eso, no podemos olvidar el papel de las personas en la hoja de ruta de cualquier empresa que inicie su transformación digital.

Recuerda, no es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente, lo primero es pura tecnología, lo segundo humanismo.

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La obligatoria transformación digital de la Pyme y del comercio minorista.

En múltiples ocasiones, cuando imparto una conferencia o en alguna de las peticiones para ayudar a empresas y organizaciones a iniciar una verdadera transformación digital, la transición que supone todo este apasionante momento suele ser visto desde la pequeña empresa o del comercio minorista como un reto abstracto o complejo de llevar a cabo. Y, realmente, no debería ser así. Sin duda alguna es en el ese escenario de empresas medianas donde la transformación digital juega un papel relevante para enfrentarse con garantías al futuro inmediato.

En múltiples ocasiones, cuando imparto una conferencia o en alguna de las peticiones para ayudar a empresas y organizaciones a iniciar una verdadera transformación digital, la transición que supone todo este apasionante momento suele ser visto desde la pequeña empresa o del comercio minorista como un reto abstracto o complejo de llevar a cabo. Y, realmente, no debería ser así. Sin duda alguna es en el ese escenario de empresas medianas donde la transformación digital juega un papel relevante para enfrentarse con garantías al futuro inmediato.

La forma en que compramos está cambiando, y el papel del retail ya no será nunca más el mismo. La tecnología ha paralizado los modelos tradicionales. Hasta hace un tiempo, el canal físico era suficiente para impulsar ventas, hasta hace muy poco el incorporar un canal digital parecía suficiente. A este paso le llamamos digitalización pero, sin embargo, no es transformación digital. Este segundo concepto es mucho más profundo. Se trata de incorporar esas herramientas, la lectura de datos y la automatización de procesos para generar nuevos modelos de negocio. 

Para tener éxito, el comercio minorista y las pymes, necesitan crear experiencias diferenciadas y personalizadas que abarquen nuestra vida real y digital. Los compradores cada vez más quieren que sus marcas favoritas y sus comercios habituales cumplan de inmediato sus expectativas. Comprar un artículo no es un evento aislado, sino que forma parte de una experiencia de compra integrada sin fisuras que abarca la tienda digital, las redes sociales, la tienda físicas y el grado de conocimiento que de él tiene la empresa.  

Lograr esto no es sencillo, pero con las nuevas tecnologías basadas en la nube, el aprendizaje automático, la analítica avanzada y la inteligencia artificial, el retail especialmente puede revolucionar la forma en que se involucran con los consumidores. Clientes cada vez más informados y expertos en tecnología por cierto.

Es importante que la experiencia de cliente sea moderna y actual. No es factible vender a clientes cada vez más integrados en un mundo transformado sin transformarse. Un Milenial apasionado del ‘running’ quiere prendas para disfrutar de su pasión utiliza su asistente personal de su teléfono móvil, Siri por ejemplo. Utilizando sistemas expertos cada vez más cercanos a la inteligencia artificial, Siri le aconseja varias opciones donde comprar lo que necesita. Lo ideal es que tras seleccionar una de ellas el ‘chatbot’ de la primera con la que desea interactuar inicie un proceso de ‘convencimiento’ geolocalizado. Ese ‘robot’ le proporciona datos, manera de acercarse, tiempo estimado, opciones de productos, etc. En unos minutos puede estar probándose ropa deportiva con criterios que ‘sin saber’ el potencial cliente ha aportado. Venta predictiva se llama.

En todo ese tiempo, la empresa ha obtenido miles de datos que podrá utilizar más adelante para generar una mejor experiencia de cliente en el futuro. El asistente de ventas virtual es una de tantas opciones que con un trabajo estratégico en transformación digital se puede desplegar. Lo importante es iniciar un estudio previo del estado de la empresa, del punto de digitalización, de la cultura digital que existe y de las pretensiones que se tienen.

Lo descrito no es futurismo. Es algo en lo que trabajo a diario y con lo que he visto a decenas de medianas empresas minoristas, hoteles o empresas de servicios mejorar sus expectativas y sus resultados. Las cadenas minoristas y las franquicias de productos a cliente final son especialmente sensibles a este tipo de transformación. Uno de mis clientes está implementando un sistema de sensores que guían al comprador a través de sus instalaciones en base a criterios de selección previa en sus tablets o teléfonos móviles. El ‘login’ al entrar en las tiendas de esta cadena le permite obtener un descuento y a la vez la empresa ‘detecta’ quien es ese cliente y lo que suele mirar cuando también está ‘logueado’ en su website. Cuando esté totalmente implementado lo mostraremos.

Digitalizarse es implementar tecnología, cierto. Sin embargo transformarse es mucho más. Es una cultura integral en cualquier organización o empresa. Respóndete las siguientes preguntas para saber si lo que estás (o no) haciendo es lo correcto y a la velocidad adecuada. ¿Tienes una estrategia real en transformación? ¿Es táctica o es estrategia? ¿La tienes por escrito? ¿Has modificado en los últimos meses alguno de los procesos que identifican internamente tu empresa? ¿Has automatizado algún elemento de tu experiencia comercial en el último trimestre? ¿Cuál es tu implicación real en el ámbito digital? ¿Tienes algún punto de contacto con el mundo de la innovación como startups o aceleradoras? En las respuestas, estoy seguro, está la clave y la urgencia de lo que necesitas. Si crees que transformarse digitalmente puede ser caro, prueba con no hacerlo.

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Big Data, Transformación Digital Marc Vidal Big Data, Transformación Digital Marc Vidal

El foro de Davos y la Transformación Digital para equilibrar el crecimiento.

El año pasado se oficializó el término Revolución Industrial 4.0 o Cuarta Revolución Industrial en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos Klosters, Suiza. Hasta entonces al momento económico que vivíamos preferían denominarla sencillamente ‘crisis’. En la edición de este año los líderes mundiales del sector público y privado discutieron acerca de un hipotético crecimiento sostenible y equilibrado del planeta. Para ello Davos fue, en esta edición, un espacio de debate más político que económico. Sin embargo, buscando entre los paneles más económicos destacaba el que trataba el futuro de la Economía Digital. La transformación digital pasó a primer plano analizando sus problemas de seguridad, datos, comercio y formación social.

El año pasado se oficializó el término Revolución Industrial 4.0, o Cuarta Revolución Industrial, en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial celebrado en Davos Klosters, Suiza. Hasta entonces, al momento económico que vivíamos preferían denominarlo sencillamente ‘crisis’. En la edición de este año los líderes mundiales del sector público y privado discutieron acerca de un hipotético crecimiento sostenible y equilibrado del planeta. Para ello Davos fue, en esta edición, un espacio de debate más político que económico. Sin embargo, buscando entre los paneles más económicos destacaba el que trataba el futuro de la Economía Digital. La transformación digital pasó a primer plano analizando sus problemas de seguridad, datos, comercio y formación social.

En este sentido hubo un panel que destacó especialmente. De la mano de Bill McDermott, Director Ejecutivo de SAP, Orit Gadiesh, Presidente de Bain & Company Inc., Liu Jiren, Presidente y Director General de Neusoft Corporation, Steve Bolze, Presidente y Director Ejecutivo de GE Power e Inga Beale, Directora General de Lloyd's se discutió del futuro de la economía digital como herramienta de transformación económica, social e, incluso, cultural. Las principales conclusiones que extraje de ese debate se diferencian en seis temas centrados en productos, datos, seguridad, la propia transformación, la confianza en lo digital y la implementación de habilidades y formación genérica.

En el ámbito de los productos se consideró que desde una perspectiva B2C, los productos han permanecido exactamente igual durante mucho tiempo, mientras que la disrupción digital está atacando y trastocando canales y medios para adquirir bienes y servicios. La lógica establece que se debe modificar de un mayor modo los propios productos o muchas empresas se van a encontrar con dificultades serias de competitividad en breve. Desde una perspectiva B2B, los productos digitales que se utilizan para ayudar al crecimiento del negocio se reinventan constantemente y eso obliga a que las empresas estén asesoradas y vinculadas de manera permanente a un modelo de gestión coordinada innovando junto a expertos en transformación digital.

En el campo de los datos se estimó que los datos entre las empresas se mantienen todavía en modo ‘block’ y no se comparten como se debería en un entorno tan líquido como el que vivimos. Los datos se están convirtiendo en un activo competitivo que se acumula continuamente para las empresas y eso está provocando desequilibrios entre lo que sabemos y lo que saben de nosotros. Por eso es creíble el hecho de que los consumidores quieran ver la eficiencia y los beneficios de compartir sus datos y que se vea reflejado en beneficio para ellos. Comerciar con sus datos no puede ser algo conceptual, debe ser posible identificar para que son. El gran reto para empresas y administraciones es explicar que hacen con los datos que ‘regalamos’. 

En el ámbito de la seguridad se comentó que las empresas ahora son más vulnerables a los ataques cibernéticos que hace unos años puesto que el 84% de los activos empresariales son ahora intangibles. Además entre un 75% y un 90% de las brechas de seguridad están causadas por errores humanos y fugas en la gestión y no tanto por el ataque de hackers. La educación empresarial en cuestiones de seguridad y su valor debe trasladarse también a las personas para que el desembarco de una digitalización total, la llamada Internet del Todo, sea algo no traumático y peligroso.

El aspecto que más importó en el debate fue el que se centraba en su totalidad en la Transformación Digital. A ello se referían en Davos cuando dijeron que todas las empresas necesitan entender al consumidor puesto que es el que controla el ‘match’. La problemática que interpretaron estos expertos radica en que las interacciones de los consumidores son omnipresentes y eso obliga a las empresas a ser visibles y estar disponibles en todos los puntos de contacto. Algo que no todos están entendiendo bien y que en gran medida exigirá un cambio de mentalidad directiva. 

El punto de conflicto que surgió como quinto ámbito de discusión se situaba en la mezcla de esa transformación digital y el tratamiento de los datos. Le llamaron análisis de la confianza necesaria. Resulta que el 80% de los consumidores realmente no entienden cómo se utilizan sus datos. Eso es grave. Por eso se aseguró que se necesita más transparencia entre empresas y consumidores en términos de cómo se maneja su información. Hasta que eso no pase, el despliegue de una sociedad avanzada donde objetos y personas se comuniquen constantemente, será inviable.

La inversión en Capital Humano centró el último punto del debate que más me interesó durante este encuentro anual. Las empresas deben seguir invirtiendo en sus trabajadores jóvenes y no tan jóvenes con el fin de crear una futura fuerza de trabajo con las habilidades pertinentes. El mundo que viene no tiene porque ser un mundo sin empleo. Deberá ser un mundo con un empleo distinto y eso obliga a la adopción en masa de nuevas habilidades técnicas y un lenguaje nuevo con el fin de disminuir la brecha de conocimientos y habilidades en el futuro.

En Davos se trataron más temas que os invitó a investigar y analizar. Se habló de Liderazgo Sensible y Responsable como eje central de toda la edición bajo cinco patrones de debate ubicados en la Preparación para la Cuarta Revolución Industrial, en Fortalecer la gobernanza de la globalización y la colaboración internacional, en  Revitalizar el crecimiento económico mundial, en Reformar el mercado capitalista y en Desarrollar identidades positivas a través de nuevas narrativas. 

La lista de ponentes puede ser consultada en esta curiosa herramienta que Quartz desarrolló al efecto. Me quedo con las palabras de Klaus Schwab. El fundador del Foro Económico Mundial, advirtió en la inauguración que ‘liderazgo responsable significa reconocer la creciente frustración y descontento entre aquellos que no están experimentando el desarrollo económico y el progreso social. Su situación sólo se volverá más incierta con el inicio de la Cuarta Revolución Industrial y su impacto en el futuro empleo. El Liderazgo responsable requiere un compromiso más profundo con el desarrollo inclusivo y el crecimiento equitativo, tanto a nivel nacional como global’.

Photo cover: Laurent Gillieron / AP

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Los datos y la transformación digital del sector salud. ¿Que supondrán?

Hace unas semanas ofrecí la conferencia 'Noticias que llegan del Futuro' en la clausura de la Jornada sobre Tendencias de la Fundació TIC Salut. Un interesante encuentro del sector sanitario donde se pudieron entrever cuál su futuro inmediato en relación al ámbito social, las nuevas líneas de exploración y asistencia remota, la incorporación de la Internet de las Cosas, la realidad virtual, el avance de sistemas expertos e inteligencia artificial y la automatización de procesos médicos. En esos mismos días acepté la invitación a ser miembro del d-LAB, programa del Mobile World Capital, cuyo primer desafío, que se publicará en pocas semanas, será el de localizar proyectos de transformación de la sanidad a través de la gestión colectiva de datos de salud personales. Sin duda uno de los campos más estimulantes, que mayor recorrido tendrán en los próximos años y que, de un modo absolutamente disruptivo, supondrán el cambio de mayor intensidad de cuantos la transformación digital haya generado hasta la fecha.

Hace unas semanas ofrecí la conferencia 'Noticias que llegan del Futuro' en la clausura de la Jornada sobre Tendencias de la Fundació TIC Salut. Un interesante encuentro del sector sanitario donde se pudo entrever cuál será su futuro inmediato en relación al ámbito social, las nuevas líneas de exploración, la asistencia remota, la incorporación de la Internet de las Cosas en la obtención de datos, la realidad virtual en el entrenamiento médico, el avance de sistemas expertos e inteligencia artificial y la automatización de procesos médicos en hospitales y centros de tratamiento. En esos mismos días, precisamente, acepté la invitación a ser miembro del d-LAB, programa del Mobile World Capital, cuyo primer desafío, que se publicará en pocas semanas, será el de localizar proyectos de transformación de la sanidad a través de la gestión colectiva de datos de salud personales. Sin duda uno de los campos más estimulantes, que mayor recorrido tendrán en los próximos años y que, de un modo absolutamente disruptivo, supondrán el cambio de mayor intensidad de cuantos la transformación digital haya generado hasta la fecha.

Desde el punto de vista personal así lo veo, pero está claro que la salud y la transformación digital viven un momento intenso. Uno de los campos donde mayor será la afectación de tanta tecnología y desde el que la vida de las personas más se va a ver modificado. De hecho, asistimos a un instante histórico en que las soluciones que la tecnología ofrece al mundo sanitario se unen a unas nuevas necesidades de tipo social que no existían hasta hace poco. La diferencia entre la evolución de la salud digital y su impacto con respecto a otros sectores, radica en que en la sanidad las innovaciones que hacen posible tanto avance son muchas, algo que no pasa en otros campos donde la innovación suele estar sujeta a una o dos tecnologías. Incluso el hecho que la población envejezca y requiera de atención cada vez más experta y predictiva sunpondrá un punto de inflexión absoluto. Almacenamiento de datos, inteligencia artificial, procesados expertos, impresión en 3D, telemedicina, monitorización a través de objetos inteligentes, máquinas dialogando entre ellas ofreciendo datos de salud a tiempo real de cualquier persona y control remoto de constantes vitales, serán los 'strong-points' del sector en un futuro inminente.

De todas esas interacciones surge la necesidad del análisis de cuanto vamos a construir. Pacientes y profesionales. Los datos de salud personal suponen para el sistema sanitario su estructura básica. El 35% de los doctores europeos utilizan un recopilatorio de datos para mejorar la atención al paciente, un 31% para reducir costes de atención, un 28% para mejorar resultados y un 22% los utiliza para mejorar la detección temprana. Esta última es la que mayor potencial tiene pues la tecnología nos permite alcanzar rangos de éxito basados en el big data inéditos hasta hoy.

El fondo Rock Health invirtió más de 4.100 millones de dólares en empresas mHealth que desarrollan aplicaciones y dispositivos que recopilan datos personales de un modo automático. En 2017, según la Comisión Europea, de los 3.400 millones de personas con smartphones en el mundo, más de la mitad serán usuarios de aplicaciones de salud que entregarán datos de sus historiales, estado a tiempo real y variables sanitarias.

A diferencia con otros aspectos de la diversificación de datos, de la pérdida de control sobre la emisión y recepción de éstos, en el caso de la salud la ética se encuentra ante una tremenda disyuntiva. Cuanto más datos más posibilidades de detener enfermedades, mejorar predicciones y salvar vidas. La puesta en común de una gran cantidad de datos sanitarios es un producto muy valioso. Por ejemplo, Pfizer gasta 12 millones de dólares cada año en compras de datos de salud.

¿Estas dispuesto a compartir tus datos sanitarios? En este sentido, PatientsLikeMe registró que el 95% de los adultos que encuestaron estarían dispuestos a compartir sus datos de salud para ayudar a los médicos a mejorar la atención. Sin embargo, el 76% de éstos también se preocupan de que sus datos compartidos se pueden utilizar de manera perjudicial.

En ese evento que referencié al principio se trataron muchos aspectos que vinculan tecnología, tendencias y salud. Mi conferencia trató los avances que la transformación digital está integrando en el sector salud. De cómo la Industria 4.0 con su robotización, automatización y desarrollos en impresión 3D, procesos y modelos de capturar datos a partir de objetos conectados a humanos están generando una nueva era en el sector salud. Que el d-LAB del MWC tenga entre sus desafíos este campo tampoco es casualidad. A mi modo de ver, en la salud, como ya pasó en otros sectores, la pregunta que deben hacerse sus profesionales ya no es si ¿me afectará la disrupción? La pregunta debería de ser ¿cuándo me afectará y con que tecnologías?

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Gira por Centroamérica hablando de Transformación Digital personal, empresarial y política.

La semana pasada fue muy intensa. Invitado por la publicación de referencia en materia económica en Centroamérica, Mercados y Tendencias en su décimo aniversario, ofrecí cuatro conferencias sobre Transformación Digital, Cuarta Revolución Industrial y Tendencias y Oportunidades económicas para la región. Fue apasionante, pero agotador. Cuatro países, más de 3000 personas asistentes, cinco días, una docena de vuelos y muchas horas de espera en aeropuertos para coordinar la compleja logística que me llevó a Costa Rica el lunes, a Panamá el martes, a El Salvador el miércoles y a Nicaragua el jueves. Abajo he colocado una galería con algunas imágenes.

La semana pasada fue muy intensa. Invitado por la publicación de referencia en materia económica en Centroamérica, Mercados y Tendencias en su décimo aniversario, ofrecí cuatro conferencias sobre Transformación Digital, Cuarta Revolución Industrial y Tendencias y Oportunidades económicas para la región. Fue apasionante, pero agotador. Cuatro países, más de 3000 personas asistentes en total, cinco días sin parar, una docena de vuelos a horas 'killer' y mucho tiempo de espera en aeropuertos para coordinar la compleja logística que me llevó a Costa Rica el lunes, a Panamá el martes, a El Salvador el miércoles y a Nicaragua el jueves. Abajo he colocado una galería con algunas imágenes.

Fue muy intenso saludar a un buen número de clientes, amigos y seguidores que se acercaron a cada una de las charlas. También me permitió calibrar el punto de inflexión que está viviendo la zona en materia de implementación tecnológica y de cómo se está viviendo la revolución industrial actual en territorios menos vinculados a priori al epicentro de innovación digital. Lo que más me sorprendió es descubrir la globalización de la Cuarta Revolución Industrial y de cómo, por primera vez y al contrario de las anteriores tres, ésta tiene un ‘delay’ muy poco nítido, muy escaso entre los lugares donde se está produciendo la erupción innovadora y los lugares dónde la lava se está solidificando.

Percibí que vivimos de un modo absolutamente inédito un cambio que no va a tener comparación posible con nada anterior. Estar atento es crucial. La disrupción de negocios y modos de llevarlos a cabo va a ser visto y no visto en muchos lugares. Es una obligación de personas, empresas y administraciones empezar a asumirlo de manera absoluta. Las personas porque para ser protagonistas de este momento histórico hay que aceptarlo. Las empresas porque para sobrevivir y ser competitivas deberán asumir el reto tecnológico. Y para las administraciones porque de ellas depende que sociológicamente no se produzcan daños colaterales que excluyan personas.

A las administraciones, les pude hablar directamente durante esas conferencias. Todas estuvieron invitadas y representadas en la primera fila de cada evento. Les dije que debían ponerse al frente del diseño de los amortiguadores que permitan que el choque socioeconómico que se va a producir en los próximos años se leve y beneficioso y no una especie de fractura cómo lo fue en otras revoluciones anteriores. Tenemos dónde estudiar la historia. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la Primera Revolución Industrial significó un proceso de transformación económica, social y, especialmente, tecnológica que se desplegó durante décadas hasta casi la mitad del XIX. Las transformaciones que se vivieron en esa etapa sólo son comparables con las que se habían vivido en el Neolítico. La tecnología liderada por las máquinas de energía hidráulica y vapor permitieron acelerar de forma considerable la producción de bienes, hasta el punto que se pasó de una economía rural a otra urbana e industrializada.

Ese punto de inflexión lo modificó todo. La riqueza jamás había crecido a esa velocidad y la distribución de la misma, guardando las diferencias con lo que ahora se entendería como válido, se desplegó como nunca antes había sucedido. De hecho, por primera vez el nivel de vida de la gente experimento un crecimiento continuado hasta el punto que el premio Nobel Robert Lucas dijo que ‘lo que sucedió en aquellos casi 100 años en Gran Bretaña, el resto de Europa y Estados Unidos no tenía un comportamiento comparable en toda la historia de la humanidad’.

La integración de recursos y tecnología fue la clave para ese gran salto. Esa Revolución que sus contemporáneos llamaron ‘Crisis Industrial’ cambió el mundo para siempre. La segunda revolución con la producción masiva y la tercera con la tecnología informática no significaron un cambio tan absoluto como la inicial. Ahora oficialmente estamos en el epicentro de la Cuarta Revolución Industrial. La tecnología que lo está provocando se asocia a un buen número de elementos. No es uno sólo, esa es la gran novedad.  Los avances en la Internet de las cosas, la automatización y la robótica, la Inteligencia Artificial, los sistemas de Big Data y la impresión en 3D constituyen el conjunto de esta nueva era que también se le conoce como Industria 4.0.

En las conferencias descritas y en mi trabajo diario, explico que está claro cuál es el hilo conductor en esta revolución industrial. El ‘cloud’, la nube. Concretamente el primer paso que permite a las empresas iniciar ese viaje de transformación es un enfoque integrado basado en capacidades de procesamiento, almacenamiento y conexión en red que brindan los servicios informáticos y que es donde se almacenan y se procesan los datos. Datos que son, definitivamente, el oro negro de la innovación en estos momentos. Si en el siglo XVIII la rueda hidráulica permitió acceder y aprovechar los recursos existentes, ahora juega ese papel la gestión de datos. Por ese motivo una estrategia en la gestión de esa carga diversa y cada vez más compleja es imprescindible. Atarlo todo al resto de elementos en construcción de marca, comunicación, sistemas predictivos, estructura de nuevos procesos y vinculación directiva serán la clave del éxito.

Sin el avance del motor a vapor nadie hubiera podido crear fábricas con telares mecánicos. Ahora sin una buena estructura de captación de datos y un buen sistema capaz de implementar aplicaciones asociadas nadie puede desarrollar aplicaciones automatizadas, robóticas o vinculadas a la comunicación entre objetos. Muchos de los asistentes en las conferencias a las que hacía referencia al principio se acercaron al finalizar para consultar cómo debían empezar su transformación. Algunos decidieron incluso iniciar una relación de trabajo conmigo con el objetivo de que los acompañemos y ayudemos en ese proceso. Sin embargo, si algo quedó claro es que para iniciar ese proceso de cambio hay una gesto imprescindible y que tiene que ver con la filosofía de cualquier revolución. Lo definimos como ‘resetear’.

Parar el sistema para que se limpie, al volver a empezar, de todos los archivos temporales e inservibles que se han acumulado. Un borrado inteligente y automático al volver a empezar. Reinstalar lo necesario, la tecnología disponible y reorganizar las carpetas y archivos por ordenar. Técnicamente no solo lo debe hacer la empresa, debe ser también una revolución íntima, personal. Ese reinicio es un paso necesario y nutritivo que lleva a las empresas a un siguiente nivel.

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La prensa escrita y la transformación de su modelo de negocio.

Que imprimir periódicos es algo que va a desaparecer está asumido por todos. Especialmente por la propia industria periodística. Lo que no comparten todos es la velocidad a la que esto se va a producir. Los datos que llegan mes tras mes son de puro pánico para los que se sujetan todavía a mantener de algún modo ese modelo porque ‘todavía da algo’.

Que imprimir periódicos es algo que va a desaparecer está asumido por todos. Especialmente por la propia industria periodística. Lo que no comparten todos es la velocidad a la que esto se va a producir. Los datos que llegan mes tras mes son de puro pánico para los que se sujetan todavía a mantener de algún modo ese modelo porque ‘todavía da algo’.

La prensa es un negocio que se rige por ciclos y sus ingresos aumentan cuando hay bonanza económica pues dependen de la publicidad y ésta, precisamente, es la más sensible a ese momento económico. En el horizonte se vislumbra, digan lo que digan, una nueva recesión a medio plazo y eso empujará a sectores, o formas de trabajar, definitivamente a la desaparición tal y como los conocemos.

La diferencia esta vez es notable con respecto a la anterior situación dramática. Hace apenas siete u ocho años la prensa recibió su primera gran bofetada. Cayeron ingresos por muchos motivos. Menos publicidad, competencia de nuevos formatos y aparición de actores inéditos hasta la fecha. Se creyó que en cuanto la economía repuntara se recuperarían las cifras y todo volvería, por lo menos en ingresos publicitarios, a la normalidad. 

No ha sido así. No lo será tampoco ahora. En los últimos años ha ocurrido lo contrario y los ingresos por publicidad no han hecho más que caer. Como siempre recomiendo ver que pasa en Estados Unidos, concretamente en los estados donde se puede homologar su modo de vida con las grandes ciudades europeas, para interpretar con unos meses de adelanto lo que se avecina. También es interesante echarle un vistazo al conocido periodismo robótico que está modificando redacciones y modelos de negocio en la prensa.

Hace un par de semanas que el Wall Street Journal anunciaba que la disminución de venta publicitaria estaba siendo similar a la de hace una década. La reducción de personal es la tónica en muchos medios de la costa este norteamericana. Una tendencia que, aunque se haya detenido ligeramente en Europa, volverá a con fuerza. El declive de la prensa impresa es inevitable y será mucho más rápida de lo que nos han contado. Aplíquese esto a muchos sectores que piensan que la situación terminal de algún modelo de negocio concreto será mucho más tarde y que tienen tiempo para reaccionar. Puede que no. 

Los motivos por los que los periódicos vuelven a sufrir una recaída se esconden bajo un problema demográfico y por otro de mercado publicitario competitivo. La primera razón obedece a que la mayoría de lectores leales a los periódicos son personas nacidas antes de los ochenta. El resto no se suscriben a ningún periódico. Los viejos lectores van desapareciendo y no son reemplazados por nuevos. La nueva masa de lectores de periódicos, incluso digitales, no está en los Milenials. Éstos leen de otro modo.

La segunda razón es el mercado publicitario en si. Las tarifas se han tenido que reducir puesto que ahora muchas marcas conocen modos de publicitarse con modelos targetizados y gestionados con modelos predictivos mucho más sugerentes que los de insertar un anuncio a toda página sin saber quien va a fijarse en él. Hay un dato curioso que refleja que el ajuste sobre el gasto publicitario en periódicos va a ser inmediato y contundente. El año pasado en Estados Unidos los medios impresos representaban sólo el 4% del tiempo de las personas en su día a día. Sin embargo capturan todavía el 16% de los ingresos publicitarios. A la vez los dispositivos móviles ocupan el 25% del tiempo de los usuarios, pero solo un 11% del gasto publicitario. Obviamente esto no va a durar. En Europa los datos van con un cierto 'delay' pero de meses únicamente. Atentos.

Y a todo esto, ha habido grandes diarios que han sabido gestionar bien esa transición y otros no. Algunos creyeron que la salvación era replicar una edición en papel a otra digital y esperar a que la publicidad hiciera lo mismo. Y no es así. No son el mismo negocio en ningún caso y tampoco, en esencia, son lo mismo. En España conocemos cabeceras que se han convertido en referencia digital mientras dejan que su edición papel vaya perdiendo peso. Sin miedo. Otros siguen apostando por el papel ‘porque es la base de sus ingresos’ y la velocidad de transformación es lenta y peligrosa. Además, por supuesto, la aparición de medios nuevos que se han consolidado a una velocidad inédita e imposible en otras épocas.

El ejemplo de la prensa escrita es muy ilustrativo para hablar de cómo adaptarse a una época como la nuestra. Ejemplo de los modos de transformación digital que se pueden tener e incluso para diferenciar entre digitalización y transformación digital. Tenemos prensa que tuvo una apuesta por lo digital creando redacciones nuevas, modelos de trabajo nuevas, espacios de experimentación, aplicación tecnológica e, incluso, generación de nuevos modelos de negocio.

Por otro lado hay otras cabeceras que no supieron aprovechar la relevancia aportada del pasado y apostaron por una convivencia entre lo digital y lo impreso imposible de gestionar con éxito. Que el medio escrito digital sea una réplica del papel, con usos y modelos tradicionales que sólo cambia el canal, ha sido un error de algunos que no lograrán a estas alturas cambiar la tónica hacia una zona de difícil retorno.  

Ha habido incluso medios que han aprovechado la red para crecer, para convertirse en referencia más allá de donde lo eran hasta la fecha, que han sabido conjugar la opinión, la información y lo audiovisual. En Estados Unidos por ejemplo hay un caso notable. A principios de los años noventa, el Washington Post era un diario local de la capital del país. Poca gente, antes del Watergate, fuera del área metropolitana de Washington lo leía a diario. Hoy en día, por el contrario, el Washington Post es una estructura absolutamente nacional de medios cuyas noticias y estudios son leídos de costa a costa. 

Internet potenció aun mas al New York Times y al Wall Street Journal. Su reputación indujo a cientos de miles de personas en todo el mundo a suscribirse. El New York Times ahora tiene más de 1.3 millones de suscriptores digitales y por supuesto ya no paga a nadie por llevarles los periódicos a casa. En España las cifras no son tan espectaculares pero si hay algunos casos que muestran que a partir de una cabecera respetable, manteniendo la calidad periodística, sin reducir plantillas por la franja de la calidad y la experiencia, se pueden generar ingresos inesperados al alcanzar públicos digitalmente que eran inaccesibles o poco rentables en papel. 

Pero los periódicos viven de la publicidad mayoritariamente y éste es un negocio cíclico. Si quieren sobrevivir en muchos casos requerirán repensarlo todo y de manera urgente. Quien piense que lo peor ya ha pasado o que con lo que han hecho ya es suficiente, puede estar suicidándose lentamente. O no tan lentamente. Si creen que se va a recuperar ingresos con 'la bonanza' inminente se equivocan.

La prensa pierde ingresos durante las crisis y los recuperan teóricamente durante las recuperaciones económicas. Pero eso no pasó en ésta última ni pasará ahora. La pérdida de ingresos fue brutal y el rebote no se produjo. Repensar el modelo de negocio es urgente. A todo esto, si me apuras, hay que sumar el hecho de que cada vez son más las ediciones que constan de columnas, crónicas y análisis realizados íntegramente, cómo decía, por robots, por software que pone en un nivel de exigencia en eficiencia y rentabilidad una plantilla de profesionales que, ineludiblemente, también les toca revisar su estado de transformación y adaptación a la época que nos toca vivir. 

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Hablando acerca de que la digitalización no supone ninguna transformación.

La semana fue intensa en eventos. El martes clausuré las Terceras Jornadas Técnicas sobre territorios inteligentes organizadas por Aigües Ter Llobregat y la Agencia Catalana de l’Aigua, el miércoles ofrecí una conferencia en Manresa organizada por la Consultora Sensus y el viernes participé del gran evento IBM Business Connect en Madrid. En todos estos encuentros el tema era la transformación digital y la afectación de la Revolución Industrial 4.0, algo que esta semana que empieza también desarrollaré en cuatro países centroamericanos. 

La semana fue intensa en eventos. El martes clausuré las Terceras Jornadas Técnicas sobre territorios inteligentes organizadas por Aigües Ter Llobregat y la Agencia Catalana de l’Aigua, el miércoles ofrecí una conferencia en Manresa organizada por la Consultora Sensus y el viernes participé del gran evento IBM Business Connect en Madrid. En todos estos encuentros el tema era la transformación digital y la afectación de la Revolución Industrial 4.0, algo que esta semana que empieza también desarrollaré en cuatro países centroamericanos. 

Si hay algo que intento transmitir en estos eventos es la diferencia entre digitalizarse y transformarse digitalmente. Algo que no parece estar claro en muchos casos. Recientemente leía que una gran empresa cosmética hablaba de que había iniciado una profunda transformación digital. Concretamente la nota aseguraba que ‘desde 2015 la empresa había aumentado su plantilla un 7% para adaptarse a los cambios en los hábitos de vida de los consumidores y que había centrado su transformación en redes sociales y blogs’. Dicho así está claro que no iban por el buen camino.

Algo que puede parecer hasta cómico resulta que es habitual. Muchas empresas consideran que transformarse digitalmente es poco más que mejorar el software de gestión y profundizar en su estrategia de comunicación en redes. Eso es, cómo mucho, dar un paso más en la digitalización. Pero, ¿es suficiente digitalizarse? ¿supone una transformación en sí misma esa digitalización? ¿es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente? Obviamente no es lo mismo. La primera es claramente un foco de cambio, por supuesto, pero no es suficiente dado el volumen de cambios que vivimos actualmente. Digitalizados lo estamos todos, transformados no. Digitalizarse es quedarse en algún escalón anterior, en el paso previo necesario para transformarse gracias a esa digitalización.

En todas las conferencias de estas semanas la idea de que esto no va de vender lo mismo de un modo distinto. Va de que empresas que han hecho lo mismo durante mucho tiempo, al transformarse empiezan a generar nuevos modelos de negocio, a utilizar herramientas que permita ser predictivos y mucho más eficientes. Transformarse no es vender pizzas por la web sino permitir que los clientes por aportar datos de manera automática obtengan una experiencia más enriquecedora en un restaurante al acceder a un nuevo ‘servicio o producto’ inexistente en él sino existieran sensores digitales o módulos de captación de datos.

En la conferencia sobre regiones inteligentes comenté lo importante que es que se desarrollen políticas que adecuen las leyes para que la sociedad asuma esa transformación y el tejido empresarial no choque con un bloque que imposibilite crecer en un nuevo escenario que está llegando a todas partes. Negarse a la evidencia reduce las oportunidades de progreso de un país. En la segunda conferencia señalé que precisan las empresas para abordar esa revolución con siete preguntas claves que otro día comentaré en detalle. También sugerí que previo a una revolución empresarial debe vivirse una de personal, íntima. En el último evento, junto a IBM, se trataron los avances en Inteligencia Artificial que también comentaré en otro post. Es increíble saber que Watson, el sistema de AI disponible para empresas, está logrando mejorar el mundo.

En la mayoría de estas charlas que hoy enumero, algunas personas me comentan que el desafío que debemos asumir es tan grande que asusta. Yo también lo temo aunque confío que, como en otras ocasiones, la humanidad ha sabido conjugar tecnología, avances y beneficios sociales. Por eso, a pesar de que sigo pensando que la tecnología puede hacernos más humanos, es razonable preocuparse. A la vez que una fuerza poderosa capaz de democratizar el acceso al conocimiento como nunca fue posible, la digitalización también es una ineficiente distribuidora del valor que genera.

Es obvio que la digitalización de la producción conlleva un problema implícito sin solución. Al principio cualquier producto digital es muy costoso en su primer ejemplar, en la primera unidad, pero a partir de ahí, el coste de las siguientes unidades es cero. No hay costes marginales por lo que no se puede distribuir beneficios en empleos por ejemplo. Eso pone en jaque todo el modelo empresarial conocido y, por derivación, también el modelo socioeconómico. De eso debemos preocuparnos y de eso voy a seguir hablando en las siguientes conferencias y aquí obviamente. De cómo es el actual modelo socioeconómico y de cómo afrontar el futuro tecnológico inminente.

Imágenes de los tres eventos.

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La Transformación Digital de España en el Consejo de Ministros. ¿Será la buena?

Y finalmente hubo fumata bianca. Un nuevo gobierno y algunos nuevos ministros. Los desafíos siguen siendo los mismos. La Transformación Digital de un país. La prórroga ha terminado y el tiempo apremia. Uno de los ministerios más interesantes desde el punto de vista económico no es ni el de Hacienda ni el de Economía, curiosamente será el de Energía, Turismo y Agenda Digital de Alvaro Nadal. Precisamente por ese último apellido. La Secretaría de Estado que estará enfocada a acometer la transformación digital de la economía y sociedad española se antoja imprescindible. Hay otros gobiernos europeos y asiáticos que disponen hace años de algo similar. La duda, como siempre, es si el asunto se quedará en un título, un informe, una hoja de ruta envuelta en papel celofán o realmente esta vez va en serio.

Y finalmente hubo fumata bianca. Un nuevo gobierno y algunos nuevos ministros. Los desafíos siguen siendo los mismos. La Transformación Digital de un país. La prórroga ha terminado y el tiempo apremia. Uno de los ministerios más interesantes desde el punto de vista económico no es ni el de Hacienda ni el de Economía, curiosamente será el de Energía, Turismo y Agenda Digital de Alvaro Nadal. Precisamente por ese último apellido. La Secretaría de Estado que estará enfocada a acometer la transformación digital de la economía y sociedad española se antoja imprescindible. Hay otros gobiernos europeos y asiáticos que disponen hace años de algo similar. La duda, como siempre, es si el asunto se quedará en un título, un informe, una hoja de ruta envuelta en papel celofán o realmente esta vez va en serio.

La transformación digital de un país tiene que ver con atender sectores, administración, infraestructuras, despliegue de red y aumento de competitividad apoyando el cambio de procesos, incrementando la digitalización de procesos y la aplicación de modelos de gestión automatizados. Preparar el terreno para un país donde el empleo y el modo de relacionarnos va a ser muy distinto en muy poco tiempo. Si se trata solo de cosmética, de un plan epidérmico, lo veremos pronto. Hay poco tiempo para atrapar a los que ya tomaron ventaja.

La cosa va de dinero. Pero no sólo. Va de tener un amplio presupuesto y flexible, pero también de trabajar de un modo transversal con el resto de ministerios para permitir que el cambio de modelo de crecimiento de este país se produzca lo antes posible. Sabemos que eso no va a ser fácil como demuestra la tónica que ha tomado el tema. Volvemos a las andadas. Seguimos esperando que lo inmobiliario, el turismo y poco más nos otorguen el peso suficiente para mantenernos en la mitad de la tabla europea. Nos olvidemos que hay sectores que crecen sin crear empleo y que, o nos ponemos de una vez, tendremos problemas a corto plazo. Graves problemas.

En otros países la agenda digital está en todos los ministerios y en otros depende de presidencia. Es decir, se contempla que la acción de una hoja de ruta digital tiene que ver con todo y no con un espacio concreto. Ese es el riesgo, que el responsable de este plan se encuentre con negociaciones interesadas por todas partes y su influencia se vea deteriorada en cada batalla. Aquí se ha optado por esta solución más jerárquica y sectorial. Tal vez demasiado si atendemos que lo importante es ser competitivo de un modo muy global. 

No vamos a vivir siempre del turismo. No vamos a tener otro boom inmobiliario que dure décadas. Los cimientos de todo eso depende de ciclos y de que sigamos siendo un destino atractivo y barato. El futuro llegó y gran parte de la economía de España no ha asimilado que el tiempo de espera y análisis se terminó. Recordemos que en el informe ‘España 4.0. El reto de la transformación de la economía digital’, elaborado por la consultora Roland Berger, se asegura que apenas un 35% de las empresas españolas dispone de un ERP (sistemas de planificación de recursos empresariales), casi el 27% en el caso de los CRM (gestión de relación con clientes) y solo un 13% comparte información con su cadena logística. La gestión de bases de datos propias y sus derivadas tradicionales alcanza un 39%, pero si nos metemos en Bigdata el porcentaje está probablemente por debajo del 5%. Una oportunidad por cierto para los que lo apliquen.

En la Pyme el asunto es de espanto. Sólo un 16% aprovecha las posibilidades del comercio electrónico y apenas un 23% compra también online en modelos B2B. Este es el reto, no el del eslogan o el discurso. Es que las cifras están por los suelos. En Irlanda, Reino Unido, Alemania o Francia las cifras son de media el doble. El triple en otros como Eslovenia, Holanda o Dinamarca. El tiempo corre en contra porque los que ya lo tienen resuelto van más rápido que los que lo ‘vamos resolviendo’. La distancia se agranda.

El informe destacaba, y hace unos meses, que los obstáculos a la dicha transformación digital son la resistencia al cambio y el coste de ese cambio. La primera se soluciona culturalmente, la segunda económicamente. El problema es técnico, sabemos cual es por lo que también conocemos su solución. Mientras el gasto en I+D en España siga por debajo del 1,2% del PIB es absolutamente improbable que alcancemos a nadie o que el cambio de modelo económico se produzca de manera sólida. En Alemania llega al 3% y la media de la UE es del 2%. Entre 2009 y 2013, los recursos destinados a ciencia cayeron en España. En Alemania, en el mismo periodo, se incrementaron en un 18%. Son maneras de verlo.

Sin embargo todavía hay un rechazo importante desde el punto de vista cultural hacia la tecnología. Tengamos en cuenta que en este mundo, la transformación digital cambia la forma en la que hay que dirigir la compañía, el liderazgo, la toma de decisiones y a qué velocidad se generan. Y hay personas que quizás no se ven capacitadas tecnológicamente para ello. La sociedad en general, y las empresas en particular, parecen dominar los usos digitales básicos, pero aún están lejos de estar a la vanguardia de todo cuanto ofrece la digitalización de procesos, gestión, venta y comunicación.

Me encuentro cada día a con este caso. Lo más complicado es vencer ese primer paso. Sin embargo cuando lo logramos con nuestros clientes la toma de ventaja sobre competidores es abrumadora. Por desgracia la mayoría de esos clientes no están en España y en gran medida está ligados al Plan Horizonte 2020 de la Comisión Europea. La nueva manera de ver el escenario comercial es brillante. Es muy intenso el momento en el que casi ‘por arte de magia’ un sinfín de datos, modelos de gestión y planes tácticos, se perfilan hasta pasar de una foto borrosa a otra totalmente detallada donde la toma de decisiones y la predicción de resultados es la clave de la competitividad para estos clientes. De eso hay que hablar, en eso hay que trabajar.

Esa agenda digital tiene que pensar en incentivar la formación en las empresas, en estimular la creación de nuevos puestos de trabajo responsables de esa área de transformación y de generar un marco legal y de trabajo para las consultoras que nos dedicamos a dinamizar ese entorno. No es lo mismo digitalizar un Centro Comercial que Transformar una flota de transportistas. Ésta segunda tendrá que lidiar pronto con plataformas sociales que serán una competencia inédita y disruptiva por ejemplo.

Veremos que tal. Recordemos que ya existe una Agenda Digital. Data de febrero de 2013 y buscaba desarrollar la economía y la sociedad digital en nuestro país configurándose como el paraguas de todas las acciones del Gobierno en materia de Telecomunicaciones y de Sociedad de la Información. Si el plan es replicar la intensidad vamos listos. Si la idea es darle un nuevo impulso y abrazar los nuevos objetivos que en este tiempo han sido modificados por los ‘agentes externos’ iríamos bien.

El problema es que en España existen lagunas legales importantes en cuanto a la aplicación de algunos negocios digitales que son como misiles en el área de flotación de algunos negocios estratégicos. Los más de 120.000 millones de euros que se estima impactarán en la economía nacional en cuanto se logre la anhelada transformación digital necesitan de que entendamos que muchos modelos de negocio ‘protegidos’ dejen de estarlo y se permita la irrupción de nuevos actores naturalizados con la tecnología. Telecomunicaciones, turismo, servicios financieros, transporte, infraestructuras, farmacia, salud, energía e industria tienen los días contados bajo el prisma tradicional. Permitir ese cambio de una vez nos hará más competitivos en general. El proteccionismo no es una buena idea en este caso.

Veo con esperanza la reactivación de la Agenda Digital española. Con algo de escepticismo en cuanto a la permisividad del resto de agentes involucrados y con dudas evidentes sobre la capacidad de generar una nueva cultura transformadora en general. Sin embargo, sea como sea, no hay más remedio que abordar la transformación digital de la economía española urgentemente. El primer paso, asumirlo, parece estar ya en el Consejo de Ministros. A ver…

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El deporte que más crece en el mundo es digital. La oportunidad de liderar un sector en expansión.

¿Sabes cual es el deporte con el mayor crecimiento en el mundo actualmente? No se trata de ninguna nueva disciplina que exija vestirse de ninguna manera especial. Ni tan siquiera precisa de una cancha o de un espacio concreto. De hecho muchos no lo consideraban deporte hasta hace bien poco. ¿Qué pensarías si te dijera que el deporte que crece de manera exponencial es uno que se desarrolla dentro de un espacio no real? 

¿Sabes cual es el deporte con el mayor crecimiento en el mundo actualmente? No se trata de ninguna nueva disciplina que exija vestirse de ninguna manera especial. Ni tan siquiera precisa de una cancha o de un espacio concreto. De hecho muchos no lo consideraban deporte hasta hace bien poco. ¿Qué pensarías si te dijera que el deporte que crece de manera exponencial es uno que se desarrolla dentro de un espacio no real? 

Se trata de los llamados ‘eSports’, donde todo tipo de jugadores profesionales de videojuegos compiten entre ellos en cualquier disciplina replicada de la realidad física a la virtual. El nivel de detalle y sofisticación es tal, que cualquier situación aleatoria que suceda en la partida y que pudiera tener una relación idéntica en la realidad física sufre las mismas consecuencias en una que en otra. Un nivel inadecuado por menor que sea en la presión de las ruedas de un vehículo virtual, afecta exactamente igual en una curva determinada a cómo lo haría también en un circuito real. Se debe a la evolución de algoritmos inteligentes y variables compartidas a partir de un aprendizaje que acumula el propio juego y que se alimenta de las millones de partidas que se realizan.

El crecimiento de este tipo de deportes es en cuanto a sus jugadores, su profesionalidad, sus contratos, los espectadores y la apuesta por las grandes multinacionales y patrocinadores. Empresas como ESPN, Activision o Electronics Arts inyectan millones de dólares en las diferentes ligas mundiales de sus diferentes deportes electrónicos. Las retransmisiones o eventos en un escenario son multitudinarias y millones de personas en el mundo siguen a sus ‘héroes’ cómo lo hacen también con los deportistas tradicionales.

Actualmente su crecimiento es del 43% anual y ya genera unos 463 millones de dólares anuales. La audiencia en estos momentos roza los 250 millones de espectadores en los torneos de referencia. Derechos sobre los eventos en directo, las retransmisiones, los patrocinios y la creación de deportistas de ‘elite’ en estos campos no deja de ser un reflejo más de hacía dónde va todo. Casi 110 millones de entradas a los grandes torneos que se han sucedido en 2015 a lo largo de 27 países han hecho fijarse en el fenómeno a estamentos deportivos y a marcas que buscan referentes sociales con los que rentabilizar sus campañas asociadas a ‘héroes’ deportivos.

Que estamos ante otro espacio de sustitución disruptiva de algo conocido es evidente. El deporte no va a desaparecer ni los deportistas tienen que tener ningún temor en ese respecto pero es evidente que también hay cambios notables en el cómo se consume el tiempo ‘deportivo’ en la generación que va entre los 13 y los 30 años. Quienes tienen que estar preparados son los que hacen del deporte una industria pues acaba de nacer otro espacio para ellos y no precisamente están enlazados. La diferencia con otros modos es que este es digital, virtual, con comportamientos sociales de estructura milenial y dónde las reglas de consumo y participación son muy distintas a las del consumo deportivo tradicional.

La cosa es seria. Existe una federación internacional de deportes electrónicos que empezó como algo anecdótico y que ahora se encuentra en medio de una revolución absoluta en la concepción de este fenómeno. Países como Alemania, Corea del Sur, Dinamarca, Austria o Suiza tienen comisiones gubernamentales que estudian reconocer los eSports como deportes legítimos con todo lo que eso supone. El debate ha llegado incluso a la solicitud de incluir los deportes electrónicos como disciplina olímpica

La profesionalización de los deportes electrónicos y la percepción política de lo que suponen es un paso más hacia la asimilación de un mundo digital dónde lo virtual y lo físico se van a ir confundiendo en una misma realidad y dónde obviar la evolución de las cosas sólo retarda y dramatiza lo inevitable. En España tenemos focos de creación ‘gaming’ cómo Barcelona que son referente mundial. También otros puntos de España son conocidos mundialmente por ello. Proveer este mundo con buenos contenidos significa posicionarse en una industria que no para de crecer exponencialmente y que todavía no tiene dueño.  

Mientras sus señorías continúan discutiendo acerca de si hay vida después de la muerte, otros países ya tienen en marcha espacios de análisis que faciliten políticamente las herramientas que esa industria necesita y de la cual se puedan beneficiar de un modo más intenso. El gobierno de Corea o el de Suiza mantienen en esas comisiones a miembros de empresas como Activision a fin de que su recién adquirida Major League Gaming sea accesible completamente con la llegada del streaming de los eventos en vivo. La pretensión de esas comisiones es proveer espacios comerciales alrededor y generar talento desarrollador en una industria que, cómo decía, no tiene dueño. 

Cómo en todo lo que tiene que ver con esta revolución digital, con este cambio de todo cuanto ahora conocemos como mecanismos comerciales y sus implicaciones en todos los sentidos de la cadena de valor, es preciso ponerse manos a la obra. Aprovechar el momento o dejarlo pasar sólo tiene un punto diferencial. Tomárselo en serio. Los eSports podían parecen algo trivial, como para muchos lo es cosas como Snapchat, pero no lo son. Son consecuencias de un cambio. Son el resultado evidente de un nuevo mundo. No todo son robots ni sistemas inteligentes. Sin embargo las oportunidades de crecimiento en este nuevo mundo pasan por aceptarlas todas, desde las más complejas a las más simples. Si las abrazas, las que sea, estaremos preparando nuestro futuro inmediato y garantizando que nuestros hijos puedan desarrollarse con plenitud.

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Entre ‘lo rápido, bueno y barato’ y ‘lo lento, excelente y algo más caro’. La economía digital es incompatible con lo humano.

Todo lo que tiene que ver con el futuro de la economía se define a partir de la automatización y la eliminación de intermediarios. Ya sea en la producción, en la cadena de valor o en la estimulación de procesos que no requieran la intervención humana. A esto, de momento, se le llama economía digital. Cuando nuestra obsesión como colectivo se centra en todo lo que significa este nuevo concepto de la digitalización de la economía solemos sobreestimar muchas veces el papel de sus agentes. Sin embargo toca reivindicar el trabajo humano como valora añadido. No seré yo quién lidere ese mensaje pues pienso que prácticamente todo, es cuestión de tiempo, acabará en manos de la eficiencia y de la digitalización o robotización. 

Todo lo que tiene que ver con el futuro de la economía se define a partir de la automatización y la eliminación de intermediarios. Ya sea en la producción, en la cadena de valor o en la estimulación de procesos que no requieran la intervención humana. A esto, de momento, se le llama economía digital. Cuando nuestra obsesión como colectivo se centra en todo lo que significa este nuevo concepto de la digitalización de la economía, solemos sobreestimar muchas veces su papel. Yo lo suelo hacer. Sin embargo, toca reivindicar el trabajo humano como valora añadido. No seré yo quién lidere ese mensaje pues pienso que prácticamente todo, es cuestión de tiempo, acabará en manos de la eficiencia y de la digitalización o robotización.

No obstante, siempre permanecerán industrias, especialmente en los servicios, que ofrecerán un factor diferencial, de lujo si me apuras, a la intervención humana. Para los que se asustan ante tanta ‘modernidad’ debemos recordar que plataformas como Etsy, dónde el ‘handcrafted’ es el valor añadido, funcionan muy bien. Restaurantes con ingredientes orgánicos y producción local artesana, granjas no mecanizadas o bodegas de autor permiten pensar que vamos a convivir en un mundo dónde lo no automático y lo humano, tendrá un valor, coste y público específico.

Pero la Economía Digital lo ha cambiado todo y lo interesante es cómo nos adecuamos al tránsito que llevará a ese punto en el que el equilibrio entre ambos escenarios puedan retroalimentarse de manera nutritiva. Lo digital no va a detenerse y lo analógico no debería desaparecer. De hecho a mi modo de ver es factible su convivencia y, tal vez, un beneficio para el consumidor que podrá elegir entre ‘lo rápido, bueno y barato’ y ‘lo lento, excelente y algo más caro’.

Desde que Don Tapscott acuñara el término ‘Economía Digital’ en su libro ‘The Digital Economy: Promise and Peril in the Age of Networked Intelligence’ en 1995 la red ha cambiado mucho y ha impulsado cambios en todos los campos. En ese libro, hace ya una eternidad, nos anunciaba cómo una cosa abstracta por aquel entonces llamada ‘Internet’ cambiaría la forma de relacionarnos, de hacer negocios y de vivir esencialmente. No podía imaginarse todavía, hace sólo 20 años, que todo cuanto imaginó pasaría en un dispositivo sujeto a nuestra mano. Nuestra ‘humanidad’ dependiente de la tecnología debe ser capaz de convivir con lo que esencialmente somos: seres creativos, no automáticos e inestables.

Todo cuanto está sucediendo debe vincularse a lo humano. Nuestra inestabilidad nos ha hecho curiosos y nos ha permitido llegar a crear un mundo automático. Sería un contrasentido que elimináramos el elemento que nos ha permitido crear este mundo. Sería muy poco inteligente destruir el caudal de talento que discurre socialmente entre todos. Sería mucho más interesante concretar los valores que nos aporta la tecnología para ser más humanos.

El problema es que estamos en plena explosión. Si imaginamos la creación de la red metafóricamente y la vinculamos al nacimiento del Universo, veremos que hace 45 años se produjo el ‘Big Bang’ cuando se inventó el microprocesador. El ‘origen de la vida’ se produjo apenas hace dos décadas con la llegada de Internet. Lo curioso es que su curva de crecimiento e innovación es brutal y su trayectoria hacia el infinito es totalmente desconocida.

Seamos humanos, seamos lo que somos y valoremos lo digital en el punto que nos hace más humanos. Es inevitable que suceda pero podemos hacerlo bien o mal. Si hoy en día la mitad de la población mundial tiene acceso a una ‘red social’, el 53% desde un teléfono (por llamarle de alguna manera) móvil y que no hay distinción de ningún tipo entre sus usuarios, veremos que nos estamos dejando llevar por la inercia y que los desequilibrios que se van produciendo no los corregimos pensando que todo llegará.

Es urgente que se culmine este punto de enlace entre la automatización, digitalización y capacidad humana para entenderlo y disfrutarlo. La culminación de la explosión que supuso el nacimiento de la red de redes es esa morfología intuitiva de dispositivos, interfaces, audiencias, publicidad y contenido diverso. Entre los factores que pueden deteriorar una evolución todavía necesaria está la falta de legislación a tiempo, la creencia de que no pueden convivir lo humano y lo digital en igualdad de condiciones o que la transformación digital es únicamente aplicación de tecnología.

Las leyes suelen ir con retraso. Hay algunos indicios que eso puede estar cambiando. La convivencia entre analógico y digital se va asentando en el catálogo para consumidores. La transformación digital de negocios y organizaciones empieza a comprender que la interrupción de los modelos de negocio de industrias viejas no significa su paralización o desaparición, sino que puede llegar a ser una oportunidad de ‘restart’ emocionante.

Las marcas se construyen de un modo distinto y la economía ha ido fabricando enigmas que sólo comprenden las generaciones más jóvenes como los Milenial. En los próximos días iré publicando una serie de artículos que explicarán todos los cambios que la economía digital ha ido generando en nuestra vida cotidiana y profesional. Comportamiento nuevo, relaciones nuevas y significados nuevos. Todo comparado entre lo humano y lo tecnológico, entre lo artesano y lo automatizado.

Muchos clientes me preguntan que pueden hacer para resaltar sus productos o servicios en un océano digital. La respuesta cada vez más es generando valor a lo que siempre has hecho, interpretando los elementos digitales y automáticos que pueden, precisamente, mostrar mejor lo que sabes hacer. El agujero negro digital lo engulle todo, pero también, en el contraste, lo que esté bien hecho siempre brillará justo al lado, al límite del foco de atracción. La clave está en encontrar ese lugar.

Lo normal es que una pequeña o mediana empresa, alertada por el progreso tecnológico en su sector, se pregunte como puede superar las aparentes ‘ineficiencias’ que tiene su modelo cuando lo confronta con la industria relacionada con ella y está más avanzada. Lo curioso es que esos servicios ‘ineficientes’ pueden pasar a ser la clave pues suelen estar basadas en ‘el factor humano’ y la experiencia. Equilibrar esto es mi trabajo de alguna manera, encontrar el modo en el que ambos se puedan equilibrar para obtener un resultado competitivo.

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El cloud computing primer paso de la transformación digital.

Cuando hablamos de los elementos de transformación digital decisivos para un negocio solemos pensar en la automatización de procesos, en la comunicación corporativa en redes e, incluso, en modular el acceso a tecnologías disruptivas en el día a día de la empresa. Sin embargo una de las claves está en algo que ya utilizamos en gran medida pero que se limita a espacios realmente muy menores. Hablo del ‘cloud computing’.

Cuando hablamos de los elementos de transformación digital decisivos para un negocio solemos pensar en la automatización de procesos, en la comunicación corporativa en redes e, incluso, en modular el acceso a tecnologías disruptivas en el día a día de la empresa. Sin embargo una de las claves está en algo que ya utilizamos en gran medida pero que se limita a espacios realmente muy menores. Hablo del ‘cloud computing’.

Las soluciones de negocio en la nube para empresas y profesionales facilita el trabajo en cualquier negocio sin tener que preocuparse de infraestructuras costosas o de cuestiones técnicas. Ante todo es importante destacar que el Cloud Computing genera un importante listado de ventajas y que en gran medida es el hilo conductor de la transformación digital que en su primera fase está viviendo el mundo. Nuestra revolución no es más que la acumulación de piezas. Desde el big-data, la automatización de procesos, la impresión 3D, la economía colaborativa y, por supuesto, la nube.

La nube permite la reducción de costos ofreciendo ventajas a empresas de tamaño medio ya que les ofrece el pago por lo que se usa. Es una opción escalable de almacenamiento, por ejemplo que se amplía en base a los que se necesita evitando la compra o alquiler de hardware innecesario. Las actualizaciones son automáticas y no exige la necesidad de tener un departamento IT preocupado por el coste de ‘updates’ futuras.

Una de las más evidentes ventajas es el acceso remoto. Cualquier empleado tiene acceso a la información sin obligación de permanecer en algún lugar todo el tiempo que necesitan un servicio digital concreto. Además la nube es una de las vertientes tecnológicas más respetuosas con el medio ambiente. Suelen utilizar mucha menos energía que los centros de datos más habituales debido a que, al estar centralizado su funcionamiento, su equilibrio es mayor entre lo que se necesita y lo que se proporciona.

Destaca especialmente la facilidad de implementación. No hay necesidad de complejos sistemas de hardware o componentes que precisen de expertos o de un tiempo importante. El tiempo que se tarda en configurar un sistema cloud debe ser similar a la creación de un perfil en una red social. Para mí una de las vertientes más importantes del Cloud Computing es que se logra un mejor tiempo de respuesta en la mayoría de casos. Suele ser mejor que un servidor de hardware estándar lo que sumado al rendimiento y durabilidad hace de el cloud una necesidad competitiva y no una opción empresarial. Permiten equilibrar la competitividad entre grandes empresas y otras más pequeñas.

Una empresa de alto rendimiento y que se pueda considerar de alto valor tiene que ofrecer estos servicios cloud de manera organizada y estructurada. En mi opinión hay una que destaca especialmente por su propuesta y su servicio. Se trata de Open2Saas que ha lanzado una campaña bajo el lema #cloudparatodos que busca aproximar a todo tipo de empresas a la nube y sus ventajas.

Para ello te permiten acceder a este mundo indispensable si estamos pensando en la transformación digital de nuestro negocio. En los proyectos en los que mi empresa implementa y genera estrategias de digitalización, optamos en muchos casos por esta solución como vehículo inicial en ese trayecto tan estimulante. Permite que nuestros clientes ganen en independencia de uso. Se accede con un clic sin saber nada de gestión de sistemas, escala recursos fácilmente, genera backups diarios y semanales por defecto, su disponibilidad es absoluta, no exige ninguna descarga y, lo más importante, el precio es tarifa plana mensual sin sustos.

En tiempos que la modernización de la economía y de la vinculación de la tecnología en el nuevo modelo de crecimiento de un país es importante identificar herramientas que ayuden a ese paso. No es fácil, pero empezar a trabajar en la nube es uno de los primeros e imprescindibles.

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Management, Transformación Digital Marc Vidal Management, Transformación Digital Marc Vidal

La transformación digital de tu empresa no es una opción. Te lo digo muy en serio.

Ayer tomaba un café con un amigo en el centro de Dublín y me comentaba su interés por digitalizar su despacho profesional. Me confesaba que no tenía claro el modo de hacerlo, ni sabia el tiempo que le supondría, el esfuerzo económico, los resultados que obtendría realmente y cómo integraría a sus trabajadores en ese proceso. Pero sin embargo tenía clarísimo que lo iba a hacer, que no había vuelta atrás y que, me confesó, si algo tenía claro es que ‘o nos transformamos con tiempo y estrategia o el mercado nos obligará a hacerlo rápido y de modo táctico.’

Ayer tomaba un café con un amigo en el centro de Dublín y me comentaba su interés por digitalizar su despacho profesional. Me confesaba que no tenía claro el modo de hacerlo, ni sabia el tiempo que le supondría, el esfuerzo económico, los resultados que obtendría realmente y cómo integraría a sus trabajadores en ese proceso. Pero sin embargo tenía clarísimo que lo iba a hacer, que no había vuelta atrás y que, me confesó, si algo tenía claro es que ‘o nos transformamos con tiempo y estrategia o el mercado nos obligará a hacerlo rápido y de modo táctico.’

Tenía razón. Digitalizar cualquier empresa ya no es una opción. Internet es todo y aumenta la presión sobre cada uno de los elementos dónde afecta. Cada segundo que pasa sin ponernos manos a la obra es oportunidades perdidas, y lo que es peor, ponemos en riesgo la propia empresa. Del simple hecho de que una empresa de cualquier tipo ya sabe que cuando acaba la jornada laboral y se baja la persiana su marca continúa vendiendo bien o mal y sigue estando en exposición en la red, ahora es preciso saber que hacer con esos datos y como enlazamos ese espacio vacío con los procesos automatizados a la mañana siguiente.

Lo que es cierto, y lo veo en todos mis clientes, que a pesar de saber que es urgente, necesario y todos tienen esa voluntad de iniciar su transformación digital, la mayoría no tienen claro que supondrá y como se puede hacer. Internet va imponiendo sus reglas y muchas no son tan claras de percibir. Son nuevas obligaciones, nuevas necesidades, y lo que es peor, cambian a un ritmo que las empresas no pueden seguir sino van de la mano de alguien que les ayude. Un comercio no puede estar pendiente de esos cambios, precisa de alguien que le ayude a gestionarlos adecuadamente y en el orden de envergadura que mejor se le ajuste.

Muchos clientes empezaron a trabajar conmigo con una misma sensación. Tenían claro la importancia de iniciar una transformación digital pero no eran conscientes de lo que realmente implicaba. Hay un estudio que refleja este problema. Casi un 90% de los responsables de negocios creen que la transformación digital es crucial para sus negocios pero no son capaces de comprender que supone. Ahora bien hay datos más interesantes. Más de la mitad de esos directivos no saben que en realidad han iniciado una transformación de calado. Lo que a mi modo de ver es aun peor. Van adaptándose en base a la táctica, a veces cometiendo errores costosos que será difícil revertir a medio plazo o con alguna crisis de comunicación que deberán gestionar en el futuro.

La digitalización de una compañía va mucho más allá de renovar sistemas informáticos o invertir en nuevos sistemas. La transformación digital no es comprar tecnología. Por lo menos, no sólo. Tampoco es contratar un nuevo perfil tecnológico en la empresa que ‘se encargue’ de transformar. Es un complejo modelo de trabajo que lo inunda todo, poco a poco, pero con una hoja de ruta clara. Desde los procesos, la comunicación, la tecnología, los datos al el modo de pensar. La idea, en realidad, es más que transformación digital sería adaptación digital, porque o te adaptas a un nuevo mundo o ese mundo provocará que tu espacio comercial se estreche. Hay múltiples ejemplos de empresas que ni lo vieron venir y otras que sí.

Aunque parezca raro, en algún curso para empresas me han preguntado el motivo por el que las éstas realmente deben considerar transformarse digitalmente. Que les diga el motivo bajado a tierra. La respuesta es simple a mi modo de ver. Por respeto al cliente principalmente. Hablar de Transformación Digital no es un concepto vacío. Es una filosofía para definir una estrategia de contenido, marketing, branding building, de relación con el cliente, de procesos y de gestión. Esa mecánica, esa automatización se hace para tratar mejor al cliente, para saber más de él y poder venderle más también.

Pero para saber la necesidad de iniciar un proceso de transformación digital estratégica, y de la mano de alguien que sepa cómo ayudarte, lo mejor es saber cuales son las consecuencias que puede tener el hecho de no adoptar esa transformación. Los que hacen caso omiso de la transformación digital pueden ser percibidos por los clientes como alguien que tiene falta de interés por ellos. A modo metafórico (o no tanto). Imaginemos que su cliente busca sus productos, quiere interactuar con su empresa y, cómo el 78% de los usuarios hoy en día lo hace desde su dispositivo móvil. Tu web no está bien adaptada. Es un drama navegar por ella desde un teléfono. Sentirá que no estás interesado en él.

Es simple. Pues eso trasladémoslo a todo. A la interacción, a los datos, a los procesos, a la filosofía de la empresa. A todo. El éxito del negocio digital no brota con sólo aprovechar la tecnología, ni con sólo la conceptualización de nuevos modelos de negocio de compromiso, sino que el éxito viene de ser capaz de fusionar a todos como si de un fenómeno integral se tratara y donde exista una participación y apoyo en todos los niveles de gestión de una empresa. Te aseguro que no tienes opción. Ni demasiado tiempo. Si necesitas ayuda no dudes en ponerte en contacto conmigo.

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El 4 de marzo de 1981 no pudiste enviar un email, pero alguien se lo imaginó.

El 4 de marzo de 1981, cuando en los dos únicos canales de televisión disponibles en España reinaba 'Mazinger Z', 'Banner y Flapy', 'La batalla de los Planetas' y el 'Mono Amedio', se relataba la reacción de los españoles saliendo a la calle en contra del fallido golpe de Estado del 23F y la dimisión previa de Adolfo Suarez. Se escribía, se explicaban estos hechos por radio y veíamos imágenes sin contraste y con un color que para filtros de Instagram están muy bien pero que, para retransmitir acontecimientos, hoy no parece lo ideal

El 4 de marzo de 1981, cuando en los dos únicos canales de televisión disponibles en España reinaba 'Mazinger Z', 'Banner y Flapy', 'La batalla de los Planetas' y el 'Mono Amedio', se relataba la reacción de los españoles saliendo a la calle en contra del fallido golpe de Estado del 23F y la dimisión previa de Adolfo Suarez. Se escribía, se explicaban estos hechos por radio y veíamos imágenes sin contraste y con un color que para filtros de Instagram están muy bien pero que, para retransmitir acontecimientos, hoy no parece lo ideal.

El 4 de marzo de 1981 si querías hablar por teléfono debías concretar la hora en que se iba a producir la conversación puesto que sólo había teléfonos fijos. Enviar mensajes de texto pidiendo una cita sólo era posible si los escribías en una hoja de papel, la doblabas y pedías a alguien que la entregara a su destinataria. ¿Internet? ¿Email?, entelequias de futuristas o de personas que habían oído que algunas universidades estaban trabajando en algo difícil de explicar que parecían 'faxes' de nueva generación. Nadie podía imaginar lo que pasaría apenas una década después, dos o cómo sería nuestro mundo hoy en día, tres décadas más tarde. Un mundo conectado, minúsculo, automático y dónde todo es posible con un click.

Ese 4 de marzo de 1981 saltaba un ‘teletipo’ de la Agencia Efe que debió pasar desapercibido en su momento. Se trataba de unas declaraciones del editor alemán Fredich Burrhardt, en las que auguraba la futura confección electrónica de un ‘periódico integrado’ dónde periodistas e impresores, técnicos y redactores, deberían trabajar de manera conjunta a la hora de realizar un ejemplar y que eso se lograría gracias a la tecnología.

El hombre tuvo el atrevimiento de decir que ‘los periodistas del futuro trabajarían con computadoras’. Esto que nos puede parecer de cajón no lo era tanto en ese momento y no se refería sólo al gesto anecdótico de cambiar una máquina de escribir por algo vinculado a un producto digital. No, se refería a la multidisciplina, al cambio de paradigma en el modelo de trabajo y relaciones.

Ese predictivo punto de vista según Burrhardt aseguraba que ‘se constituirá una manera nueva de trabajar dentro de una década’. Acertó y mantuvo sus afirmaciones durante mucho tiempo. De hecho tuvo que enfrentarse a las críticas de quienes consideraban que un periodista jamás podría sustituir su máquina de escribir por un computador que corrigiera gramaticalmente, ortográficamente, etc. Algo así como ahora cuando muchos aseguran que el periodismo robótico no es posible porque siempre hará falta un periodista.

Unos años después del 81, pocos, el uso de tecnologías como el linotipo y el offset entraron en un proceso de decadencia y fueron reemplazados poco a poco por un sistema computarizado de reproducción de textos, en lo que se conoce como la fotocomposición tipográfica. En esos años los reporteros y articulistas de la vieja guardia no imaginaban desprenderse del papel y la máquina mecánica de escribir.

Pero el cambio disruptivo no se detuvo ahí. Hacia finales de la década de los 80, con la aparición de las computadoras personales, el sistema de producción de periódicos impresos observaría el último avance significativo, gracias al control electrónico de los sistemas. Las noticias empezaron a ser redactadas en computadoras conectadas a un servidor de red. Los periódicos eran redactados y diseñados en una pantalla de ordenador gracias a software de edición. Nacía el ‘diseñador editorial’.

En cada cambio que la tecnología obliga a acometer en cualquier modelo de negocio desaparecen oficios y nacen otros. La proporción está por ver cual es ahora, pero por entonces lograba equilibrarse adecuadamente. El mundo de los medios de comunicación escrita no ha parado de sufrir cambios. De la llegada de las computadoras y del trabajo en red pasaron al periódico digital dónde modelos de negocio, de trabajo y de influencia se han visto modificados al extremo.

Un periódico ahora es un generador de contenidos de todo tipo. Los nuevos periodistas suelen saber que eso es así y se desenvuelven en múltiples disciplinas de la comunicación. El vértigo se ha apoderado de la profesión y la profesión se ha visto modificada en sus formas de manera irreversible. Y es normal.

El periodismo robótico por un lado y la deriva de una audiencia creadora, generadora de los contenidos que ellos mismos consumen, el nacimiento de nuevos actores comunicacionales como youtubers que logran mas views en un video que una cabecera histórica en todo un mes, bloggers que se convierten en influencers de opinión, plataformas donde los medios se inscriben sin saber bien para que como Snapchat y medios móviles nativos que conceden a 20 segundos de video más relevancia que a una columna de opinión de un Premio Nobel de Economía.

Hay una deriva hacia espacios dónde el contenido es otra cosa, es una amalgama imperfecta de personas emitiendo, escribiendo, explicando y relacionándose como si fueran canales propios. Es mucho más complejo que Youtube, es más especial que Facebook o Twitter, es un enorme volcado de contenidos por todas partes donde la calidad, la profundidad o la relevancia no tiene ninguna importancia.

El asunto es otro. Lo importante es que como si se tratara de un ‘déjà vu’, cuando alguna agencia recoge la opinión de los que hablamos de un mundo automatizado y extremo en el futuro inmediato, se parezca un poco a ese recorte de 1981. El futuro llega, de hecho ya llegó

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¿Automatizar, Digitalizar o Humanizar? ¿Depende la Renta Mínima Universal de la combinación de estos conceptos?

En una de las reuniones que la pasada semana tuve en Madrid con un cliente surgieron unas dudas que se están haciendo recurrentes en los últimos tiempos cuando iniciamos un proceso de transformación digital en cualquier tipología de empresa. ¿Digitalización o Automatización? ¿En que se diferencian? ¿Es la automatización una mejora de la propia digitalización?

En una de las reuniones que la pasada semana tuve en Madrid con un cliente surgieron unas dudas que se están haciendo recurrentes en los últimos tiempos cuando iniciamos un proceso de transformación digital en cualquier tipología de empresa. ¿Digitalización o Automatización? ¿En que se diferencian? ¿Es la automatización una mejora de la propia digitalización?

Si partimos del hecho de que la transformación de un negocio a digital es generar nuevos diseños de negocio mediante el uso de las tecnologías digitales, podemos establecer que la implementación de cualquier proceso de este tipo sirve para hacerlo todo más simple, rentable y reducir las fases de una cadena de valor. Sin embargo cuando esa digitalización entra en el campo de las herramientas que se deben utilizar aparece el segundo concepto, la automatización.

No estoy hablando de que la automatización sea sólo la robotización con máquinas o software de cualquier proceso, sino que lo ideal es la combinación entre ambas. No se trata de sustituir personas por procesos automáticos, por lo menos no exclusivamente eso. De hecho hay momentos en que la automatización es una extensión de la propia digitalización o al contrario, la digitalización deriva del grado de automatización que hemos establecido en un modelo de negocio.

En este blog he hablado innumerables veces de que se acerca un mundo sin empleo, dónde las máquinas sustituirán todo lo que puedan hacer más rápido y más eficientemente que un humano. Serán programas o brazos armados, coches autónomos o algoritmos inteligentes, pero lo que siempre sucederá es que la ‘digitalización’ tendrá como objetivo el ofrecer un nuevo valor a los clientes, mientras que la ‘automatización’ procurará mejorar lo que se esta haciendo y el cómo se está haciendo.

Un ejemplo práctico: una gestoría. Si uno de los trabajadores de un despacho profesional utiliza la monitorización de todos sus clientes de manera cotidiana, a la vez revisa sus fechas de pago, sus obligaciones, sus excepciones fiscales y otros aspectos relevantes que cada día debe tener actualizado. La sustitución de formularios tradicionales por un software no es en gran medida ‘digitalización’ pero se acerca. Obviamente en ese cambio hay un enorme beneficio dónde la entrada de datos y la actualización de necesidades se produce casi a tiempo real y vemos rápidamente los beneficios de esa digitalización básica.

Sin embargo, lo que cambia el proceso comercial y de gestión del gestor en cuestión es cuando se ‘automatiza’ la supervisión y recopilación de datos, notificando incidentes o advirtiendo en el cruce de situaciones algo destacado. De este modo el gestor ‘humano’ puede ocuparse de cosas humanas. Puede conversar, tratar y empatizar con sus clientes mientras las máquinas hacen otros trabajos. El software puede controlar el estado de una empresa, dar su conclusión e indicar que se debe hacer y cómo. El gestor actúa en base a eso y lo transmite a tiempo, adelantándose a la situación que pudiera detectarse. El resultado final es una mejor relación entre empresa y cliente.

La idea es que utilicemos la tecnología para valorar mucho más el factor humano. La tecnología nos hace más humanos y nos acerca a un estado natural dónde la creatividad, la empatía y la intuición tiene un valor exponencial. En términos metafóricos y muy básicos podríamos decir que un auricular bluetooth no es más que un automatismo que permite el uso de las manos mientras atendemos una llamada. La importancia no reside en si es digital o no, pues es mecánica, pero cuando los datos de esa conversación son examinados, entra la digitalización. La suma de ambos, es transformación digital y automatización de procesos.

Defiendo la automatización y la digitalización al extremo. Y lo hago no porque sea un signo de nuestros tiempos, un irremediable curso hacia el futuro inmediato, un modelo de competencia que quien no cubra estará arriesgándolo todo. Lo hago porque tengo claro que, bajo un punto de vista humanista, esta revolución industrial y tecnológica que vivimos no trata de sacar a las personas de los procesos, sino de que los humanos hagamos aquello en lo que somos la única especie capaz de hacerlo.

Si podemos utilizar las máquinas, la inteligencia artificial, la impresión 3d, la automatización de todo, la Internet de las Cosas o las plataformas que eliminan intermediarios a partir de una aplicación para estimular, apoyar y complementar el potencial de los seres humanos en la empresa y en la vida personal, está claro que es un avance. Hacerlo de otro modo pone en riesgo el papel evolutivo de cualquier Revolución.

No es lógico que una persona gaste una jornada laboral introduciendo datos. Eso se puede automatizar a partir de aplicativos o de herramientas que lo permiten. La digitalización luego extrae el valor de esos datos. La ‘humanización’ finalmente permite que esa persona actúe desde una perspectiva y un tiempo que no podría si esas tareas las tuviera que hacer él o ella.

Cuando hablamos de futuro, de un mundo sin empleo, deberíamos matizar que el mundo que viene es un mundo ‘sin el empleo actual’ y dónde vamos a tener que reconquistar nuestro sentido en este escenario identificando un ‘trabajo a la carta’ adecuado para cada persona. La Renta Mínima Universal irá de eso, de asegurar el sustento de vida a todos y a la vez el espacio laboral más estimulante dónde la rentabilidad humana pasará a segundo plano pues ese análisis estará reservado para máquinas y software.

Con cada cliente analizo el mismo punto. Si el negocio digitalizado representa una gran oportunidad en términos de innovación y de ventaja competitiva, la creación de ese valor parte de un planteamiento inicial completo dónde el papel de todos es clave, el de las máquinas y el de las personas. Automatizar y digitalizar es el modo más innovador de humanizar

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¿En qué grado de digitalización se encuentra tu empresa? ¿Cómo de digital es tu industria?

Un estudio reciente del McKinsey Global Institute investigó el estado de digitalización en diferentes sectores de la economía encontrando una, cada vez, mayor brecha entre algunos de ellos. La mayoría de las empresas digitales crecían de manera brutal en cuanto a su productividad y a sus beneficios al contrario de los rangos de crecimiento de otras que no pertenecen a ese grupo. La Harvard Business Review presentó sus conclusiones que hoy os traigo aquí dónde analizaban 27 indicadores que permiten analizar a cualquier industria en su fase de digitalización. Esos indicadores se dividen en tres categorías: activos digitales, uso digital y trabajadores digitales, siendo las dos últimas las que marcan la diferencia de manera más significativa.

Un estudio reciente del McKinsey Global Institute analizó el estado de digitalización en diferentes sectores de la economía encontrando una, cada vez, mayor brecha entre algunos de ellos. La mayoría de las empresas digitales crecían de manera brutal en cuanto a su productividad y a sus beneficios al contrario de los rangos de crecimiento de otras que no pertenecen a ese grupo. La Harvard Business Review presentó sus conclusiones, que os traduzco en parte hoy, dónde analizaban 27 indicadores que permiten analizar a cualquier industria en su fase de digitalización. Esos indicadores se dividen en tres categorías: activos digitales, uso digital y trabajadores digitales, siendo las dos últimas las que marcan la diferencia de manera más significativa.

Es cierto que en la mayoría de los casos al hablar de ‘lo digital’ muchos directivos y empresarios no tienen claro que es realmente más allá de comprar versiones actualizadas para sus sistemas, cuando en realidad todo eso no es más que el primer paso, el comienzo. Para ser competitivo, para destacar, se debe ‘pensar en digital’, hacerse digital, reconvertir la fuerza laboral y de gestión intensificada en todos los aspectos de la empresa.

Los activos digitales se han multiplicado exponencialmente en el mundo de los negocios. Hemos digitalizado muchísimas cosas, se han implementado aplicaciones y se han generado nuevos modos de alcanzar a los clientes en escenarios como las redes sociales o profesionales. Pero seguimos lejos de lo que significa ‘transformación digital’. Esos activos son importantes pero sólo son la parte menor del desafío que muchas empresas deberán urgentemente afrontar.

Hay dos divisiones, dos competiciones distintas entre los diferentes sectores económicos. En el estudio al que me estoy refiriendo se trata de generar un índice de digitalización de cualquier industria. Un modelo de análisis que utilizo cuando en alguna consultoría debemos conocer con detalle los aspectos relevantes para llevar a cabo el trabajo de transformación que me encargan. Lo mejor es que es un trabajo que se debe realizar con los equipos directivos y son ellos los que localizan la medida exacta de su estado de digitalización. Normalmente se sorprenden. Ni es tan poca en algunos casos, ni tanta como otros suelen creer. 

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Veamos cada una de las tres grandes categorías del índice. En primer lugar, los activos digitales. El grado en el que las empresas han digitalizado sus activos físicos cómo flotas de vehículos conectados, grandes volúmenes de datos o sistemas logrando un gran rendimiento de los equipos, sistemas y cadenas de suministro. Un ejemplo es el nuevo teléfono inteligente S60 de Caterpillar, que viene con capacidad de imagen térmica incorporada y es útil para los constructores, electricistas y trabajadores de servicios públicos.

La segunda categoría, el uso digital, mide el grado en que las empresas se involucran en lo digital con clientes y proveedores. Las empresas de los sectores líderes hacen un uso más intenso de los pagos digitales, marketing digital y el desarrollo de productos de diseño. Burberry, por ejemplo, ha buscado la integración de los medios sociales y las experiencias de inmersión en sus tiendas físicas, lo que ha logrado una tremenda disrupción en su cadena de valor.

Pero lo que realmente diferencia a los líderes es la tercera categoría: el grado en el que se ponen las herramientas digitales en manos de los miembros de la compañía. Para obtener una imagen precisa, se evaluaron más de 12.000 descripciones de tareas detalladas a fin de identificar aquellos más vinculado con las tecnologías digitales.

Las diferencias son enormes: las empresas de sectores líderes tienen una fuerza de trabajo 13 veces más digitalizadas que el resto de la competencia. En sectores rezagados, el compromiso digital de la mano de obra puede ser errática; algunas organizaciones han hecho progresos en ciertas áreas, pero aún no se han ocupado de las tareas fundamentales que realizan sus trabajadores. Muchas organizaciones de atención de la salud, por ejemplo, utilizan tecnología muy sofisticada en el diagnóstico y tratamiento, pero una parte considerable de su plantilla utiliza herramientas muy rudimentarias o, directamente, ninguna tecnología. Menos del 20% de los pagos a los proveedores en el cuidado de la salud y a sus proveedores se hace digitalmente, por ejemplo.

Es obligatorio para directivos y empresarios determinar las prioridades digitales, teniendo en cuenta la transformación del negocio global para mantener una ventaja competitiva. Esto requiere un enfoque externo que permita entender más profundamente las expectativas a las que se puede llegar atendiendo al sector y a la categoría de digitalización como he dicho antes.

Los clientes están cambiando y las empresas deben cambiar también para satisfacer mejor esas nuevas necesidades. Cuando un cliente me pide que analice su estado de digitalización y desarrolle un plan de acción identificamos esos vacíos con los equipos de gestión, diseñamos una estrategia de bajo impacto financiero y una hoja de ruta que tenga resultados a corto plazo a fin de dotar de confianza el proceso que venga después. Piensa en tu sector y luego pregúntate el grado de digitalización en el que te encuentras. Si necesitas ayuda no dudes en contactarme.

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