Economía, Innovación, Politica Marc Vidal Economía, Innovación, Politica Marc Vidal

Lo que le pido a Pedro Sanchez.

En 2013 la tasa de paro en España estaba en un 23%. Con las cifras que se han publicado hoy se sitúa por debajo del 16%. En economía suele haber un ‘delay’ de casi dos años entre los sucesos económicos y las consecuencias derivadas en la economía real. De ahí que durante una buena parte de la legislatura inicial de Mariano Rajoy el paro siguió subiendo hasta llegar a un punto de inflexión y empezara a bajar aun haber empezado la recuperación antes. Ahora podemos estar en una situación inversa. La economía debería de seguir mejorando y, dependiendo de las decisiones, seguir haciéndolo o por el contrario cambiar de manera negativa.

En 2013 la tasa de paro en España estaba en un 23%. Con las cifras que se han publicado hoy se sitúa por debajo del 16%. En economía suele haber un ‘delay’ de casi dos años entre los sucesos económicos y las consecuencias derivadas en la economía real. De ahí que durante una buena parte de la legislatura inicial de Mariano Rajoy el paro siguió subiendo hasta llegar a un punto de inflexión y empezara a bajar aun haber empezado la recuperación antes. Ahora podemos estar en una situación inversa. La economía debería de seguir mejorando y, dependiendo de las decisiones, seguir haciéndolo o por el contrario cambiar de manera negativa.

Sin embargo, a pesar de que las cifras son muy positivas sobretodo al compararlas con otros momentos recientes, una bajada del desempleo, en mayo de 83.738 desempleados y el mejor mes de la historia en materia de nuevos afiliados a la seguridad social, no podemos dejar de mirar con lupa que significan esos números y que podrían estar escondiendo. España, no lo olvidemos, tiene un modelo de crecimiento y una estructura económica revisable en términos de competitividad, innovación e industria tecnológica. La dependencia del sector servicios, del turismo, de la construcción y el sector inmobiliario sigue siendo muy peligroso.

Sabemos que Pedro Sánchez, flamante nuevo presidente del gobierno, asume el reto de asentar una economía que está en pleno crecimiento. Cerramos 2017 con un repunte del PIB del 3,1%. En principio, si logra no molestar a nadie y se rige por medidas de tipo simbólico, con unos presupuestos aprobados que no son los suyos pero que se comprometió a ejecutar, la senda de recuperación no debería de estropearse abruptamente. Otra cosa será, si lo que iba a hacer Rajoy o lo que vaya a hacer Sánchez es lo mejor posible o se define por una de las acciones preferidas de la política: la inercia.

Y la inercia no es más que táctica disfrazada de tranquilidad. La estrategia, la verdadera herramienta de los estadistas, de los países con proyección a medio plazo, brilla por su ausencia desde hace mucho en este país. Y es que proyectar no es fácil cuando lo que tienes que tener en cuenta es un escenario futuro disruptivo y en el que muchos de los aspectos que lo regirán aun no existen o es complicado interpretarlo.

Lo que se ve a primera vista es una guerra intensa por como afrontar el Pacto de Toledo, las pensiones, el Fondo de Reserva, el déficit de la Seguridad Social, la mejora del Salario Mínimo Interprofesional, los recortes para alcanzar el déficit cero a finales de 2020, rebajar la deuda al 97%, justificar internacionalmente la ‘tasa Google’, la privatización de Bankia, la transición energética, el rescate de las autopistas, la ‘operación Chamartín’ que blinda el mundo del taxi ante la inexorable llegada de las plataformas como Uber o Cabify, un plan de carreteras muy revisable, una ampliación de los dos principales aeropuertos españoles, una reconversión del sector turístico si quiere enfrentarse con garantías al futuro inmediato, una agenda digital que ya nace vieja y unos acuerdos en materias agrícola y pesquera que tampoco son muy favorables a nuestros intereses. Eso, es lo que se ve en el horizonte más cercano.

Pero, ¿y la estrategia futura? ¿cómo se va a estructurar la entrada de nuestro país en el futuro? No se habla de hecho digital más que para incorporar tasas, costes o eventos diversos. Sin embargo debemos advertir al futuro nuevo ejecutivo que lo digital no sólo es algo que afecte a modelos de negocio, sino que lo hace en todos los aspectos y modelos sociales. Esta revolución tecnológica que empezó hace años, aunque algunos ni siquiera lo hayan percibido en gran medida, es como otras que ya sucedieron. Por lo menos como las que fueron relevantes. Esta tendrá como resultado un modelo nuevo de organización social donde conceptos como propiedad, empleo, libertad o estado deberán repensarse. Además, si esto sucede como siempre lo ha hecho, estamos ante una inminente lucha de tipo social que exija corregir los desajustes y riesgos que toda revolución tecnológica e industrial conlleva.

Y mientras unos seguimos dando vueltas al tiovivo otros están manos a la obra. En Francia, el presidente Macron presentó hace unos meses un plan nacional de Inteligencia Artificial. Suena a película pero no es ficción. Se trata de afrontar el futuro con sus propias herramientas. El mismo presidente galo apareció en Wired explicando para que era ese plan y que perseguía. Dijo que esta revolución tecnológica era en realidad una revolución política. Y tiene razón. Es evidente que cuesta imaginarse una entrevista en un medio como ese, aportando registros de valor, a cualquier político español. Por lo menos de momento.

Y no porque no sepan o puedan, es porque realmente no se dan cuenta de la dimensión de la tragedia. Una tragedia que se debería convertir en reto. La necesidad de transformar algunas ciudades en verdaderos hubs de atracción de talento y tecnología. Francia lo tiene claro y lo centrará en París, Lyon y Toulouse. Macron decía en esa entrevista que quería ‘un país liderando esta revolución desde una perspectiva multidisciplinar, con matemáticas, ciencias sociales, tecnología y filosofía trabajando en común’. ¡Que envidia!

Envidia y temor. Si unos están en ese tren, otros seguimos en el andén. Los franceses están concentrando centros de investigación y desarrollo de Google, Facebook, Fujitsu, Samsung, IBM y otros. En Barcelona nos alegramos porque se ha instalado un ‘call center’ de Facebook. Así nos va. Así nos irá.

Macron no es el único de nuestro entorno que se ha empollado las Buzznews de turno o se ha pasado un montón de horas leyendo blogs tecnológicos. Hay otros. Merkel impulsó medidas anticíclicas en su día cuando apareció el concepto Industria 4.0. De hecho, es Alemania quien bautizó este momento con ese nombre. Pocos lo entendieron, pocos lo vieron factible. Invirtieron un 20% más en I+D que antes, en plena crisis. Desplegaron los centros tecnológicos Fraunhofer, una especie de plan vinculado a aprovechar el empleo potencial de automatizarlo todo. De hecho, el país con mayor cantidad de robots per cápita de Europa es Alemania y es el que más cerca está del pleno empleo. Y Alemania salió de la crisis antes que nadie y más fuerte que nadie.

Otros presidentes, que es a quienes debemos pedir liderazgo, conocimiento y valentía para afrontar este momento de la historia, hicieron lo mismo. Llevamos un retraso disfrazado de buenas cifras económicas que podríamos pagar en un par de años. Theresa May, la primer ministra británica está implementando programas que enlazan la inteligencia artificial con el reconocimiento de un nuevo empleo que poco tiene que ver con el actual. Finlandia planea crear un contrato laboral universal de apenas media jornada y estimular la renta básica a partir de automatizar su estructura económica. Austria lidera la inversión en I+D por PIB en Europa. Portugal ha despegado y se avecina a los modelos de crecimiento tecnológico que se inspiran en los que disfruta Irlanda.

Le pido a Pedro Sánchez que se tome esto en serio. En España no hay quien hable desde el escenario político sobre esto. No hay liderazgo ni equipo vinculado a tal transformación. La sociedad civil, los agentes sociales, los partidos, la prensa y las finanzas siguen preocupados por mantener los pasivos de siempre como pensiones y estado del bienestar, renunciando a la creación de un arquetipo que sujete la construcción de activos a partir de un mundo en el que el modelo productivo no va a ser el actual.

Le pido a Pedro Sánchez que no se deje llevar por el ruido del arroyo que se debe escuchar cada mañana al leer los clips de prensa en Moncloa. Que intente averiguar como suena el rio donde desemboca. Que no piense que la política industrial es algo que se debe dejar en manos solo de la empresa o que por el contrario la riqueza es algo que se reparte automáticamente. No es así. Las reconversiones industriales, tecnológica ahora, es una obligación política y debe marcarse políticamente. La riqueza, para repartirla, hay que crearla antes. De ahí deriva la libertad económica con liderazgo político.

Le pido a Pedro Sánchez que revise los planes actuales de I+D o de apoyo emprendedor que solo son partidas presupuestarias. Es preciso conceptualizarlas más allá de los ceros que las componen. De momento son acciones tácticas sin estructura conectada. Son ayudas, subsidios empresariales. No son estímulos, herramientas competitivas. Le pido al nuevo presidente que aumente el esfuerzo público en I+D y que logre que se ejecute todo hasta el último céntimo y que se haga bien. Ahora sólo es el 30% de lo previsto. Una vergüenza. Que reduzca la burocracia como han hecho otros países. Que le devuelva a este país lo que se invertía en desarrollo tecnológico. Hoy no llega ni al 15% de lo que se invertía hace 10 años. Así no vamos a ninguna parte. Bueno, sí. Al desastre.

La tecnología es un activo, un activo político. Le pido a Pedro Sánchez que hable con Quim Torra y le cuente esto. Que de momento igual podemos esperar sobre algunos temas que por importantes que sean, podrían quedar en anécdotas ante la que se nos viene encima. Que le diga que hay que ponerse en marcha. Que somos muchos los que estamos dispuestos a ayudar. Que en esto va el futuro de nuestros hijos. Que el mundo que ahora diseñemos debe ejecutarse rápido. Que va de innovación, de conectar un sistema que ahora está desconectado. Que el progreso no depende en nuestro país de las materias primas sino del talento que captemos y de la tecnología que desarrollemos. Que para competir no basta con hacer algo, hay que hacerlo bien. Que debemos empujar todos y juntos. Es urgente e imprescindible.

A Pedro Sánchez que se deje de análisis pues crea parálisis. Que se ponga en lo que importa ahora y aquí. Sin una reconversión absoluta de la estructura económica de esta país no vamos a poder pagar nada. En 2020 tendremos menos para gastar debido al cumplimiento del déficit previsto. El paro podría empezar a crecer de manera importante pues la llegada de los robots que ahora se están construyendo según pedidos son para esa fecha. A medida que se desplieguen desaparecerán empleos porque nadie está trabajando en una nueva sociedad que debe dar respuesta a eso. En Francia, Austria, Eslovenia, Estados Unidos, China, Finlandia, etc., sí lo hacen. ¿Y aquí? Pensando en lo de siempre. Disculpad, empieza Supervivientes, os tengo que dejar…

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Empleo, robots y futuro: las cifras de las que pocos hablan.

El pasado domingo, durante mi colaboración semanal en el programa ‘Liarla Pardo’ en La Sexta tuve una compañera muy especial. Ya nos conocíamos, pues dimos una conferencia juntos hace unos meses. Se trataba de la robot ‘Bibi’ de la empresa Macco Robotics. A parte de interactuar con Cristina Pardo nos permitió escenificar algunos de los datos al respecto de lo que significa la robotización de la economía desde el punto de vista laboral. En un programa como este no es factible entrar en detalles técnicos pero sí dejar sobre la mesa datos y comentarios que permitan la reflexión personal. Y eso hicimos como hacemos cada semana.

El pasado domingo, durante mi colaboración semanal en el programa ‘Liarla Pardo’ en La Sexta tuve una compañera muy especial. Ya nos conocíamos, pues dimos una conferencia juntos hace unos meses. Se trataba de la robot ‘Bibi’ de la empresa Macco Robotics. A parte de interactuar con Cristina Pardo nos permitió escenificar algunos de los datos al respecto de lo que significa la robotización de la economía desde el punto de vista laboral. En un programa como este no es factible entrar en detalles técnicos pero sí dejar sobre la mesa datos y comentarios que permitan la reflexión personal. Y eso hicimos como hacemos cada semana.

En el caso del pasado domingo, a raíz de que estábamos en la víspera de la celebración del día del trabajador, centramos el asunto en la situación laboral en España y sus derivadas como por ejemplo la precarización, el envejecimiento del mismo o la sustitución de puestos de trabajo por robots o automatismos. En el video podéis ver algunos fragmentos de lo que os comento. Sin embargo, en este post me gustaría entrar en detalle en algo que considero grave y que suele obviarse en múltiples análisis. Ya hace algunos días de la publicación de los datos de ocupación de la primera parte del año y esconden un drama importante.

Me estoy refiriendo a que por primera vez en la historia España supera los 16 millones de personas inactivas. Normalmente los datos de la Encuesta de Población Activa sólo se centra en parados y ocupados y obvia ese otro grupo social. El asunto es relevante porque de los primeros dependen los ingresos por cotizaciones que pagan las pensiones, y no han hecho más que menguar en los últimos cinco años, hasta situarse en poco más de 22 millones de personas. Y porque los segundos no aportan al sistema, al no estar ocupados ni buscando empleo. Serían estudiantes, personas trabajando en tareas domésticas, incapacitados y, ¡ojo! jubilados.

Algunos datos que traicionan la hipotética bonanza en el mercado laboral nos dicen que en el primer trimestre del año se cerró con 124.100 ocupados menos que el anterior, la mayor parte, 94.700 personas, decidieron no buscar trabajo y abandonaron la población activa. Al mismo tiempo, los inactivos aumentaron en 158.000 personas respecto al cierre de 2017.

El envejecimiento de la población, el consecuente incremento de los inactivos y el descenso paulatino de la población activa plantea una problemática para el mercado laboral que requiere de un esfuerzo importante por parte del gobierno y de un consenso urgente por parte de todos los actores políticos, económicos y sociales o nos vamos a dar un batacazo importante. Y de momento el gobierno no es capaz de adoptar un plan realista a la que se nos viene encima. Intentando superar el escollo de los Presupuestos Generales del Estado de 2018 ha hecho un ‘bienqueda’ con el PNV que supone un derribo a la reforma de las pensiones en 2013 que suponía hacerlas algo más sostenibles. Ahora liga las subidas a la inflación, retrasa el factor de sostenibilidad 5 años y nos hipoteca el sistema llevándolo a un territorio desconocido.

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Enlazar subida de las prestaciones condena la sostenibilidad de la Seguridad Social en un momento en el que el mercado laboral cuenta con el máximo histórico de 16,1 millones de inactivos y una tasa de actividad del 58,46%, el nivel más bajo de los últimos doce años. Esa es la realidad y, a veces, uno se pregunta a que se refieren sus señorías cuando dicen que ‘las pensiones están garantizadas’ o que ‘nadie pondrá en juego la jubilación de nadie’. No siendo realistas y suavizando el tono que está tomando el asunto, no vamos a solucionarlo.

Resulta que ese histórico de inactivos se le suma una tasa de actividad de vértigo, casi un 60%. Nunca habíamos estado en esa tormenta perfecta de la desgana. Hemos pasado por momentos malos, pero eran coyunturales aunque fueran de largo recorrido. Ahora, por el contrario, el problema es técnico, estructural y de tendencia sociológica, no sólo económica. Pocos se dan cuenta que el sistema económico y el modelo de crecimiento español fabrica inactivos y reduce paulatinamente la tasa de actividad.

Recordemos que la ‘tasa de actividad’ es un índice que mide el nivel de actividad en el empleo de un país. Se calcula como el cociente entre la población activa y la población en edad de trabajar. Es una variable pocas veces nombrada pero muy importante en el crecimiento económico a largo plazo de un país, y tiene igual o mayor importancia que la productividad de éste.

El propio FMI ya nos ha avisado que, de seguir este ritmo, la tasa de actividad caerá por debajo del 50%. De hecho, el casi 60% actual es una cifra propia de países en vías de desarrollo y no de uno englobado en la Europa ‘de vanguardia’ en la que teóricamente vivimos. El mismo FMI advierte de que como nos pongamos la pilas con políticas de choque el problema puede ser bíblico. Nos advierten de que el envejecimiento de la población mermará de forma considerable la tasa de participación en el mercado laboral.

Según las previsiones demográficas de Naciones Unidas, el porcentaje de esta participación laboral bajará un promedio de cinco puntos y medio en los próximos 30 años si no hay políticas que lo eviten, con España en el grupo de los peor parados. Por cierto, el mismo nivel que se estima para Bélgica, Italia y Portugal. No estaremos solos.

Pero si ya es preocupante para lo que significa laboral y socialmente este casi seguro descenso de la tasa de actividad, lo peor estaría por llegar en el ámbito de la productividad. Un descenso de la tasa de actividad de 5,5 puntos como el que el FMI proyecta se traduce en un recorte de la producción de tres puntos porcentuales en una economía desarrollada. En España no hay manera de crear empleo creciendo por debajo del 2,4%, por lo que hagan cuentas.

Para ir terminando, y haciendo referencia al 1 de Mayo, comentar dos datos que me parecen también muy significativos que identifican claramente donde estamos realmente y no donde nos dicen que estamos. Por un lado es referente a los jóvenes. Si en el 2000 el 42,3% de los empleados tenían menos de 34 años, hoy los jóvenes representan el 24,9%. Según la OCDE, si en el 2005 el porcentaje de jóvenes de entre 15 y 29 años que ni estudiaban ni trabajaban era del 15,9% (un punto por encima del promedio de los países de la OCDE), en 2015 esta tasa se elevaba hasta el 22,8%. Tema a mirarlo con detalle.

Por otro lado el fenómeno de los ‘asalariados pobres’. Eurostat considera pobres a aquellos trabajadores que cobran menos del 60% del salario medio. En España hoy hay en esa situación un 13% de los ocupadas, dos puntos más que lo que había en el año 2004. Un informe del Banco de España muestra también que en los últimos años ha crecido ligeramente la diferencia entre el salario que cobran los nuevos contratados respecto a los que están en activo y que es hoy del 25% menos. Esa brecha que en el 2008 estaba en el 20%. No parece buen síntoma.

¿Cómo lo solucionamos? Pues con algo que tiene que ver, como he dicho muchas otras veces, con modificar el modelo productivo y crecimiento de este país, atrayendo talento tecnológico, inmigración laboral de otros países y estimulando el ahorro privado. No sólo poniendo robots se arreglan las cosas, hay que prepararlo todo para que sean efectivos, productivos y complementarios al sistema que tengamos. De momento, seguimos en el anden, esperando un tren que podría ser que ya pasó. Lo veremos pronto. Cuando anuncien el horario del próximo convoy.

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La mala idea de una tasa tecnológica para pagar las pensiones.

No dan una. Llevan tiempo dando tumbos a medida que la calle les exige una u otra cosa. Sea del signo que sea, el político medio español se rige por lo que se grita en las calles. A veces eso puede ser bueno, en otras puede obligar a tomar decisiones que seguro no tienen por donde cogerse. Y como hay que subir las pensiones para silenciar a un grupo importante de votantes, anestesiarlos con el cloroformo de las subidas a tiempo real, ya tenemos otro lío absurdo sobre la mesa que no se aguanta ni con cinta aislante.

No dan una. Llevan tiempo dando tumbos a medida que la calle les exige una u otra cosa. Sea del signo que sea, el político medio español se rige por lo que se grita en las calles. A veces eso puede ser bueno, en otras puede obligar a tomar decisiones que seguro no hay por dónde cogerlas. Y como hay que subir las pensiones para silenciar a un grupo importante de votantes, anestesiarlos con el cloroformo de las subidas en tiempo real, ya tenemos otro lío absurdo sobre la mesa que no se aguanta ni con cinta aislante.

Hace unos días el ministerio de todos, el de hacienda, propuso pagar parte de las pensiones a partir de un impuesto nuevo a las grandes tecnológicas. Cabe decir que no es nada original, esa propuesta ya la tienen algunos países europeos en marcha. Si esta es la gran idea de cómo garantizar la subida de pensiones cada año en base a la indexación con el IPC, la cosa pinta mal. Compren butacas en primera fila para la rueda de prensa en la que se nos comunique que ‘no ha salido como esperábamos’ y además ‘no sabemos por qué no creamos empleo’. Esto último muy vinculado a que en cuanto se resfríe la economía ibérica vamos a pasarlas duras al no tener un modelo económico estructuralmente no cíclico y dependiente de servicios de escaso valor.

En este caso, el Ministerio de Economía español asegura que tiene prisa en poner en marcha un impuesto a las grandes empresas digitales que tenga efecto en 2019 y, de este modo, esta tasa ayude a financiar las pensiones desde ya mismo. La idea es retorcida. Busco el dinero que soy incapaz de obtener por mecanismos estructurales, se lo calzo a empresas a las que poco o nada les afectará, que a nadie molesta que se les exija más y pinto de color pastel la subida miserable del año que viene. De este modo nadie podrá decir que no ha habido subida aunque escasa y nadie podrá quejarse que esa subida venga de un impuesto que sólo afecta a multinacionales que ‘ya ganan suficiente’ y son el demonio.

Todo esto es de un maniqueísmo que asusta. Demuestra que estamos en manos de malabaristas del dato y, no nos engañemos, que los que pretenden sustituirles se diferencian sólo en el número a representar en la pista central. La cosa es que en Europa van del mismo palo. Excepto, claro está, alguna honrosa excepción como Irlanda, Holanda, Bélgica, Luxemburgo o Austria

La propuesta es la siguiente: imponer un impuesto del 3% sobre la facturación por ciertos servicios digitales de las empresas que facturen más de 7 millones de euros, cuenten con más de 100.000 usuarios o con más de 3.000 contratos en un Estado miembro. Algo mucho más amplio que lo que se contemplaba hasta ahora que suponía tasar a empresas que facturen más de 750 millones de euros en todo el mundo y más de 50 millones en la UE. De momento, no obstante, la ventaja que supone que Europa sea una especie de dinosaurio viejuno con una falta de agilidad imponente, permite que la cosa vaya para largo.

Y en eso que España quiere liderar el pelotón. Cuando se trata de proponer impuestos que serán avalados tarde o temprano por Europa quién no se apuntaría. El Gobierno español prevé introducir este tipo de tasa incluso antes de que haya acuerdo a nivel europeo como ya hicieron en el Reino Unido, Italia, Francia o Alemania. Cabe destacar que, excepto Italia, el resto de países compensan de manera importante esa carga con múltiples aspectos de estímulo de la economía tecnológica y que esas tasas suelen ir dirigidas no a pagar pensiones sino a dinamizar la transición del modelo de crecimiento del país. En Francia, parte de esa tasa paga el presupuesto destinado a la modernización industrial del país. De hecho sirve para que Francia destine 23 veces más que España a la Industria 4.0 y no a lastrar la economía. En Alemania tres cuartos de lo mismo y en Reino Unido la 'tasa-tech' no es comparable a esto.

Aquí lo venderán como que España se suma al grupo de principales países que ya tiene estas nuevas figuras. Se dirá que en el contexto del debate que están teniendo, incorporar a nuestra legislación nacional figuras como esta de la tasa tecnológica para pagar pensiones, es una gran idea. De verdad que asusta el grado de simpleza y el cómo nos deben ver para trasladar esas decisiones al arco informativo. Tengo la sensación de que en España habrá dos tasas al final. La propia, esta que ahora quieren imponer, y luego la europea. Al tiempo.

Pero si todo esto ya tiene un punto trágico, lo bueno viene con los cálculos. El ministro de Hacienda dijo que esta ‘nueva fiscalidad’ se llevará al Pacto de Toledo y ayudará a financiar la subida de las pensiones que tendrá un coste de 1.500 millones de euros para 2018 y 1.800 millones para 2019. Siempre y cuando España crezca por encima del 2,2 y el déficit actual no se incremente.  Técnicamente me cuesta verlo. ¿Cómo piensan abordar los criterios para distribuir los beneficios de cada multinacional en cada país miembro como la horquilla en la que se permitirá establecer el recargo en el Impuesto sobre Sociedades nacional? Los propios técnicos de Hacienda dicen que 'tras todo este ruido y griterío solo se recaudarían como mucho 500 millones, muy lejos de los 1.600 que se necesitan para abordar la subida del año que viene'. No les va a salir y este modelo evidenciará lo complicado de indexar las pensiones al IPC. Ya verán.

En Irlanda se frotan las manos. Con lo fácil que es entender que una presión fiscal menor incentiva la inversión, la contratación, los beneficios que se pueden revertir en los trabajadores. En Irlanda el salario mínimo supera los 1.600 euros y las prestaciones sociales en la jubilación tienen múltiples fórmulas para que sean dignas. El coste de todo ello no se sujeta en la empresa sino en los ciudadanos que tienen una presión fiscal más alta que las empresas precisamente para no dañar las opciones de crecimiento del país vinculado a esa productividad y competitividad.

En pleno análisis de cómo debe ser nuestro modelo económico y cuál la estructura de crecimiento de un país como España, nos salen con esta. Es obvio que las grandes multinacionales no son las que sujetan ese cambio de modelo económico y no son el estandarte de una sociedad del conocimiento en cada país. Cierto, pero si son mecanismos de dinamización y modernidad de una economía. Así ha pasado en múltiples lugares del mundo. Estados Unidos, Singapore, Irlanda, Alemania, Suecia, etc. Imponer una tasa como esta no es grave en si misma pero si es un síntoma de cómo se entiende a este tipo de empresas y el modelo que representan. No se les da la importancia que tienen ni se ve el papel que juegan en una transición como la actual.

Los países que apuestan por el cambio de cultura económica no penalizan la tecnología ni sus motores. Los que están pensando en recaudar para acallar voces en la calle sí. Luego nos sorprendemos porque no nacen, crecen o se desarrollan grandes tecnológicas nacidas en Europa o, incluso, en España. Detrás de esta anécdota en forma de tasa se esconde una manera de pensar, de ver en la tecnología un asunto menor o paralelo en lugar de identificar el mecanismo de cambio que nuestra sociedad exige. Penalizar no ayudará y alejará el progreso que se le supone a la futura sociedad del conocimiento.

Seguramente la jubilación se parecerá mucho a la renta básica universal y ésta será abonada por un ejército de automatismos, 'softwares' y robots que trabajarán eficientemente para que eso suceda en gran medida. El problema es que eso no sucederá en todas partes ni del mismo modo. Los que penalicen el tránsito a ese lugar tasando las empresas que lideran los cambios socioeconómicos tardarán más o no llegarán. Los que premien, estimulen o faciliten que ese tipo de modelos económicos se puedan desarrollar adecuadamente, sí tendrán ese equilibrio entre sociedades envejecidas y pensiones tecnológicas.

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Finlandia liquida su experimento sobre la Renta Básica Universal, pero no del todo.

A principios del año pasado Finlandia lanzó la primera prueba piloto en toda Europa de lo que llamamos Renta Básica Universal. Durante este tiempo y a lo largo de dos años en total, dos mil ciudadanos desempleados elegidos al azar van recibiendo un pago mensual exento de impuestos de unos 560 euros. A falta de ocho meses para evaluar en su conjunto la medida, el gobierno finés ya ha dicho que no piensa desplegar esta medida mucho más allá. De hecho, la negativa a sumar 61 millones de euros al plan previsto a final de año para ampliar el proyecto a ciudadanos también con trabajo, ha supuesto el fin del debate acerca de si la renta básica tiene futuro o no en este país escandinavo. Lo único que de momento se mantendrá durante 2019 es el mismo modelo actual, un pago menor a los desempleados que no difiere mucho a otras modalidades que disfrutan países diversos.

A principios del año pasado Finlandia lanzó la primera prueba piloto en toda Europa de lo que llamamos Renta Básica Universal. Durante este tiempo y a lo largo de dos años en total, dos mil ciudadanos desempleados elegidos al azar van recibiendo un pago mensual exento de impuestos de unos 560 euros. A falta de ocho meses para evaluar en su conjunto la medida, el gobierno finés ya ha dicho que no piensa desplegar esta medida mucho más allá. De hecho, la negativa a sumar 61 millones de euros al plan previsto a final de año para ampliar el proyecto a ciudadanos también con trabajo, ha supuesto el fin del debate acerca de si la renta básica tiene futuro o no en este país escandinavo. Lo único que de momento se mantendrá durante 2019 es el mismo modelo actual, un pago menor a los desempleados que no difiere mucho a otras modalidades que disfrutan países diversos.

Al 'money for nothing' le ha surgido un rival llamado 'money for something'. Lo interesante no es si se mantiene o se amplia, sino que conclusiones extrae de este experimento uno de los países con mayor predisposición a llevar a cabo este modelo de bienestar social denominado por algunos como ‘paternalista’ y dependiente. De hecho, Petteri Orpo, ministro de finanzas finlandés, considera que se debería dar una modelo de crédito universal una vez este proyecto termine. El crédito universal sería un pago único de la propia seguridad social que reemplazaría todos los beneficios que provienen por varias fuentes, como el apoyo a ingresos o el cuidado de niños, personas dependientes, etc. La cantidad de dinero que recibe una persona en ese pago depende actualmente del ingreso de una persona; aquellos que ganan más dinero reciben menos en su crédito. Según el ministro, ese debería cambiar y generar un crédito universal diferente para todos según sus necesidades.

El sistema del crédito universal se diferencia del ingreso básico en que el segundo es idéntico para todos y el segundo no. Según algunos miembros del gobierno finés, la primera medida no desincentivaría a las personas a buscar empleo mientras que la segunda, dicen, ya se ha demostrado que si lo provoca. Siguen habiendo muchos defensores del plan original. En los últimos años ha aumentado el número de emprendedores tecnológicos que así lo defienden. Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, Chris Hughes, Facebook cofounder, y Ray Kurzweil, Google's futurist engineering director.

El debate está avanzado en algunos países, ¡que envidia!, mientras que en otros lugares esa discusión eminentemente política y determinante para el futuro automatizado y robótico al que nos dirigimos, ni se está produciendo ni se le espera. Antes de hablar de módulos de sujeción social como la renta básica o el crédito universal, deberíamos ir pensando en como generamos un nuevo modelo de estructura y crecimiento económico que pueda incorporar la tecnología obligatoria para ser competitivos en un mundo global. Sin eficiencia ni competitividad y abandonando modelos cíclicos, el como vamos a establecer pensiones, rentas o ayudas sociales a amplias capas laborales incapaces de reinventarse, se hace muy difícil de prever.

Pues como digo, mientras unos siguen con sus debates fratricidas sobre colores, natillas o meriendas, en otros lugares del mundo tienen claro que el que quiera conquistar el futuro y el bienestar de sus ciudadanos debe ponerse lo antes posible a debatir, probar y diagnosticar. Curioso que en ese análisis la propia Unión Europea tenga tan poco que decir. En Finlandia, con toda su diferencia social, demográfica y de temperatura si me apuras, sirve para contemplar ese debate aunque no podamos participar. Pero también lo vemos en Reino Unido donde en 2013 se introdujo un tipo de crédito universal que, aunque no funcionó excesivamente bien al principio, sí ha permitido mantener un determinado punto de análisis en el que basar el futuro.

Por eso parece que Finlandia se inclina más hacia un sistema de pago universal que a desestimarlo del todo. En diciembre pasado, el Parlamento finlandés aprobó una ley que exige que las personas que reciben beneficios del gobierno, busquen empleo activamente e informen de sus esfuerzos a los funcionarios cada tres meses. La legislación, que entró en vigor en enero, se alinea con un cambio futuro hacia un sistema universal en su variante crediticia probablemente.

Y eso podría ser bastante bueno para los finlandeses. Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos descubrió que un crédito universal podría reducir la tasa de pobreza en Finlandia del 11.4% al 9.7%. Tomemos con pinzas cualquier cosa que venga de la OCDE que mantenía como posible el crecimiento económico dos minutos antes de la caída del sistema bancario hace unos años. Pero sin embargo, las fórmulas que se utilizan en el cálculo de esta especie de maqueta social y territorial que supone Finlandia podría estar dando la clave de por donde ir en caso de tener que empezar a determinar los espacios sociales y económicos tras la revolución industrial 4.0 que ahora mismo nos está engullendo.

La Renta Básica Universal no es de derechas ni de izquierdas, es al parecer algo casi inevitable. El problema es que en el ejercicio de esa modalidad si hay un planteamiento que puede ser liberal o no. Si esa renta se plantea como un pago universal sin análisis de ningún tipo más allá del hecho de ser ciudadano, la línea fina entre el subsidio universal y el soporte vital es muy limitada. Sin embargo, un modelo de crédito basado en aportar los servicios fundamentales que requiere un ciudadano y vincularlo a la consecución de todo lo que comporta el nivel de bienestar que un país pueda generar, si podría responder precisamente a ir resolviendo el desequilibrio que casi sin remedio va a ir generándose en los próximos años.

Recordemos que una revolución industrial como la que vivimos ahora, en el tiempo de varías décadas la acabaremos de delimitar, siempre pasan las cosas en el mismo orden. Primero hay una disrupción tecnológica, luego laboral, le sigue la económica, la cultural, la artística incluso y, finalmente, la política. El problema es donde se incorpora la revolución sociológica. En el si es antes o después de la política y la económica, se determina la fractura y la cicatriz que todo ello va a generar entre los que siempre pagan los patos: la hipotética clase media y las familias con menos recursos.

Hoy, seguir sin definir cual va a ser nuestro papel en esta revolución, sin determinar como debe ser nuestro modelo de crecimiento económico y sin estimularlo, es un suicidio colectivo de dimensiones bíblicas. Seguramente falta tiempo, el tiempo que necesita un político no tradicional. Períodos de 4 años, ampliables a 8 normalmente, llevan a tomar decisiones muy tácticas y poco estratégicas y, por suerte o por desgracia, ahora nos hace falta un plan para dinamizar sectores y modelos de futuro a largo plazo. España es el 12º país del mundo en PIB, momento sin duda para volver a utilizar esa hipotética recuperación para plantear inversión en tecnología, nuevos modelos productivos, investigar en el papel que juega todo ello en el futuro inmediato y, especialmente, cimentar la política económica que requerirá una sociedad donde tener o no tener pensiones sea indiferente, pues se estime tener un escenario vinculado a la renta básica o al crédito universal por ejemplo. El problema, como en todo, es que este debate algunos países como el nuestro lo sitúan en Alpha Centauri.

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La Inteligencia Artificial y el control de los trabajadores sigue sin legislación.

Hay países, con sus gobiernos, sindicatos y patronales, están debatiendo y analizando la repercusión inevitable que va a tener en nuestra vida la Inteligencia Artificial y sus derivados. En Francia, hace pocos días, se debatía al más alto nivel hacia donde vamos, como se debe regular y que repercusiones va a tener todo ello en nuestro mundo inmediato. No me imagino a ningún político español en una entrevista para Wired. En Suecia se considera que un Ministerio del Futuro no es una frivolidad sino una necesidad estratégica. En el golfo Pérsico, tras asumir que el petróleo dejará de ser la gallina de los huevos de oro, han decidido liderar la aplicación de tecnologías inteligentes y su debate ético y sociológico. Otros, como España por ejemplo, no tiene debate abierto, ni intención de abrirlo. Aquí hay temas más importantes que mantienen la mente ocupada. Llegará el día que se todo esto se nos llevará por delante y no habremos preparado nada al respecto. La automatización, la robotización, la inteligencia artificial y todas las innovaciones derivadas de la Cuarta Revolución Industrial no se van a esperar a que sus señorías resuelvan sus meriendas. A veces echo de menos, y me sorprende especialmente, que la prensa tradicional no insista en esto.

Hay países, con sus gobiernos, sindicatos y patronales, están debatiendo y analizando la repercusión inevitable que va a tener en nuestra vida la Inteligencia Artificial y sus derivados. En Francia, hace pocos días, se debatía al más alto nivel hacia donde vamos, como se debe regular y que repercusiones va a tener todo ello en nuestro mundo inmediato. No me imagino a ningún político español en una entrevista para Wired. En Suecia se considera que un Ministerio del Futuro no es una frivolidad sino una necesidad estratégica. En el golfo Pérsico, tras asumir que el petróleo dejará de ser la gallina de los huevos de oro, han decidido liderar la aplicación de tecnologías inteligentes y su debate ético y sociológico. Otros, como España por ejemplo, no tiene debate abierto, ni intención de abrirlo. Aquí hay temas más importantes que mantienen la mente ocupada. Llegará el día que se todo esto se nos llevará por delante y no habremos preparado nada al respecto. La automatización, la robotización, la inteligencia artificial y todas las innovaciones derivadas de la Cuarta Revolución Industrial no se van a esperar a que sus señorías resuelvan sus meriendas. A veces echo de menos, y me sorprende especialmente, que la prensa tradicional no insista en esto.

Veamos como afecta en el empleo y en el modo en el que las empresas utilizan el uso de la Inteligencia Artificial en estos momentos. Lo contaba The Economist. Nadie está regulando al respecto de un modo coherente y adecuado. Empresas de todo tipo ya aprovechan la Inteligencia Artificial para pronosticar su demanda, contratar trabajadores y tratar con sus clientes. En 2017, las empresas gastaron alrededor de 18.000 millones de euros en fusiones y adquisiciones relacionadas con la Inteligencia Artificial, unas 26 veces más que en 2015. Existen informes que aseguran que en la próxima década el beneficio que puede repercutir en el mundo empresarial a partir de la utilización de la IA en marketing, logística y ventas superará los 2,5 trillones de dólares. De hecho, el máximo responsable de Google ha asegurado que la Inteligencia Artificial será más determinante para la humanidad que el fuego o la propia electricidad.

En frente de este mensaje tan positivo aparecen voces que aseguran lo contrario. Hay quien teme que la IA destruya empleo de manera indiscriminada y que las barreras de acceso a esta tecnología creará un espacio de empresas dominantes y de compañías dominadas. No obstante, pocos delimitan con claridad que supondrá la implementación general de tecnologías inteligentes capaces de ‘razonar’ en base a criterios empresariales. Los ejemplos que tenemos en la mayoría de los casos derivan del ‘machine learning’, de sistemas expertos, de desarrollos cognitivos dependientes de Watson u otros, pero pocos, repito, son capaces de mostrarnos que la Inteligencia Artificial es algo más que un módulo más eficiente, sofisticado e incomprensible para un humano de lo que hemos llamado durante mucho tiempo sencillamente ‘business inteligence’.

Pero es evidente que la IA va a transformar el puesto laboral. Ya lo hace. Hoy en día muchos directivos pueden obtener un control extraordinario sobre sus empleados que rozan los límites éticos asumidos durante décadas. Por ejemplo, Amazon ha patentado una pulsera que rastrea los movimientos de las manos de los trabajadores de almacén y usa vibraciones para estimularlos a ser más eficientes. Workday, una firma de software, analiza alrededor de 60 factores para predecir qué empleados se irán de la empresa y cuales no. Humanyze, una startup que vende credenciales de identificación inteligentes, permite rastrear a los trabajadores en la oficina y revelar qué tan bien interactúan con sus colegas. Y es que, de momento, la IA tiene un uso que ha dinamizado el control laboral. Algo que no es nuevo pero ahora es realmente preocupante. En un mundo que se dirige a un modelo ‘freelance’ donde la productividad queda asociada al cumplimiento de tramos de proyecto, parece poco adecuado un control tan férreo de la jornada laboral. No obstante, desde el punto de vista de la eficiencia, no se puede negar que la IA es tremendamente exacta en el momento que se le requiere para mejorar la gestión y los procesos.

De hecho es difícil negarse a los beneficios empresariales de la Inteligencia Artificial aplicada a los procesos de empresa y, especialmente, en la gestión de los recursos humanos. Sin duda mejora la productividad en casi todos los casos. Como decía, la empresa Humanyze combina los datos que generan los empleados de cualquier departamento con los calendarios y correos electrónicos de éstos para determinar, por ejemplo, si el diseño de una oficina o un almacén favorece el trabajo en equipo o no. Otro ejemplo es Slack, una aplicación de mensajería en el lugar de trabajo, que ayuda a los directivos a evaluar la rapidez con que los empleados realizan sus tareas. Las empresas ven cuándo los trabajadores no sólo se despistan, procastinan o, sencillamente, hacen algo inadecuado, sino que combinada con Cogito, otro desarrollo con una génesis de IA, puede escuchar las llamadas del servicio de cliente y asigna una valoración de empatía basada en cómo han interactuando con el consumidor y la capacidad de respuesta. Un algoritmo juzgando nuestras competencias humanas. Temazo para debatir. El mismo debate que surge cuando hablamos de que los jueces olímpicos en Tokio 2020 serán sistemas inteligentes combinados con comisarios humanos.  

Sigamos viendo lo que la IA está ya haciendo en algunas empresas y que, sin un coste demasiado elevado, ya puede hacer por la tuya. Las máquinas pueden ayudar a garantizar que los aumentos salariales y las promociones vayan a quienes realmente las merecen. Las personas a menudo no son fácilmente medibles en sus competencias por culpa de las valoraciones no reflexivas o las que sufren influencias puramente humanas, pero los algoritmos, si se diseñan correctamente, pueden ser más imparciales. El software puede marcar patrones que un humano no aplicará nunca del mismo modo. Por ejemplo, Textio, una startup que usa IA para mejorar las descripciones de trabajo, descubrió que las mujeres son más propensas a responder a un trabajo que menciona ‘desarrollar’ un equipo en lugar de ‘administrarlo’. Los algoritmos recogen las diferencias salariales entre géneros y razas, así como el acoso sexual y el racismo que los humanos ignoran consciente o inconscientemente en la selección de personal o en el ejercicio de sus funciones directivas.

Es cierto que da reparo. Hemos visto demasiadas películas donde robots inteligentes eran malos y nos daban la vuelta. Se daban cuenta que los esclavizábamos y se revelaban. Nunca pasará. Los robots del futuro inmediato, esos a los que vamos a irnos acostumbrando la próxima década, se parecerán más a un cajero automático que a Sophie. La Inteligencia Artificial no es algo negativo de por sí. En todo caso el uso que le demos lo puede llegar a representar, pero el control de su utilización también estará basado en el sistema operativo cada vez más global en términos de ética digital. Y es que no hay beneficios sin inconvenientes. Los algoritmos podrían no estar libres de prejuicios. Sus programadores los tienen y pueden derivarlos en sus creaciones. El personal de mayor edad podría trabajar más despacio que los más jóvenes y podría correr el riesgo de perder su empleo si lo único que busca la IA es la productividad en lugar de aplicar factores no tan evidentes.

Lo humano será siempre el valor añadido, pero no será fácil confrontarlo a la eficiencia. El futuro inmediato es el campo de batalla. Todo aquello que un software no sea capaz de hacer tendrá un valor incalculable. Seguramente, el factor humano, tendrá que ser ese elemento diferencial. Los humanos nunca resolveremos un cubic rubik tan rápido como un robot, pero sin embargo, localizaremos como exponer el resultado desde un punto de vista emotivo, creativo y atractivo. Esa combinación no está claro que se esté entendiendo.

A mi, realmente, lo que me preocupa es el riesgo de la vigilancia orwelliana. Algo delicado atendiendo incluso a la comparecencia del creador de Facebook ayer ante los congresistas de Estados Unidos. Veriato, una firma de software, rastrea y registra cada golpe de teclado que los empleados hacen en sus computadoras para medir qué tan comprometidos están con su compañía. Las empresas pueden utilizar la IA para examinar no solo las comunicaciones profesionales de los empleados, sino también sus perfiles de redes sociales. Es como curioso que una de las herramientas de trabajo colaborativo de mayor crecimiento en el mundo, Slack, tenga un nombre que surge del acrónimo de ‘searchable log of all conversation and knowledge’, algo así comno ‘registro de búsqueda de todas las conversaciones y del conocimiento".

A medida que diversos gobiernos analizan como regular la utilización de la IA estaría bien que tres elementos se tuvieran claro. Primero, los datos deben ser anonimizados cuando sea posible. Microsoft, por ejemplo, tiene un producto que muestra a los individuos cómo administran su tiempo en la oficina, pero brinda información a los gerentes solo en forma agregada. En segundo lugar, el uso de IA debe ser transparente. A los empleados se les debe decir qué tecnologías se usa en sus lugares de trabajo y qué datos se están recopilando. Como cuestión de rutina, los algoritmos utilizados por las empresas para contratar, despedir y promover deben ser evaluados por si tuvieran sesgos y consecuencias involuntarias. Por último, los países deben permitir que las personas soliciten sus propios datos, ya sean ex trabajadores que deseen impugnar un despido o personas que buscan trabajo con la esperanza de demostrar su capacidad a posibles empleadores. Estaría bien, como decía al principio, se empiece a regular, legislar o, cómo mínimo, hablar en sede parlamentaria de estos temas. Probablemente esto no sucede porque nadie sabría que decir.

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Elon Musk, Netflix, Microsoft y el fin de la humanidad.

Hace unas semanas envió uno de sus coches al espacio y por ahí sigue buscando el cinturón de asteroides. Ayer nos dijo que la Inteligencia Artificial posee un mayor peligro para la humanidad que las cabezas nucleares. Elon Musk anunciando el apocalipsis. Según él, si seguimos innovando en el campo de la Inteligencia Artificial y no la regulamos vamos directamente al desastre. No está solo en sus consideraciones. Ya lo hizo el recientemente fallecido Stephen Hawking y el fundador de Microsoft Bill Gates. De hecho, todos los que ponen en cuarentena las bondades de la Inteligencia Artificial desde un punto de vista analítico, aseguran que esta tecnología (que en realidad son muchas y muy distintas) es ya capaz de cosas que no sabemos, pero que como su tasa de mejora es exponencial nos va a costar interpretar el punto de no retorno y será demasiado tarde.

Hace unas semanas envió uno de sus coches al espacio y por ahí sigue buscando el cinturón de asteroides. Ayer nos dijo que la Inteligencia Artificial posee un mayor peligro para la humanidad que las cabezas nucleares. Elon Musk anunciando el apocalipsis. Según él, si seguimos innovando en el campo de la Inteligencia Artificial y no la regulamos vamos directamente al desastre. No está solo en sus consideraciones. Ya lo hizo el recientemente fallecido Stephen Hawking y el fundador de Microsoft Bill Gates. De hecho, todos los que ponen en cuarentena las bondades de la Inteligencia Artificial desde un punto de vista analítico, aseguran que esta tecnología (que en realidad son muchas y muy distintas) es ya capaz de cosas que no sabemos, pero que como su tasa de mejora es exponencial nos va a costar interpretar el punto de no retorno y será demasiado tarde.

Lo de regular me parece bien en principio, pero en algo tan sustancialmente poderoso como de crear organismos artificiales con una mayor capacidad de razonar, deducir, interpretar y, de algún modo, pensar, el riesgo de ‘regular’ pasa a ser el de ‘controlar’. ¿Quién debe controlar el cerebro más inteligente del planeta? ¿Quiénes deben ser los gestores e intérpretes de los límites de la Inteligencia Artificial? ¿Los políticos? ¿Científicos? ¿Filósofos? Me da más miedo que la capacidad computacional ‘doméstica’ capaz de aportarme elementos que mejoren mi día a día y lo hagan más sencillo y productivo esté en manos de una ‘regulación definida por algunos’ que por el propio sistema que le rige.

Ahora bien, si es verdad que la IA es más peligrosa para el futuro inminente que lo que podría ser una guerra nuclear según el fundador de Paypal, estaría bien saber el motivo. Según Musk, y como digo de un buen número de gurús del asunto, la IA es el gérmen de la desaparición de la humanidad como la entendemos. Según aseguran a medida que podamos ir incorporando ese aumento de aprendizaje artificial a algunos softwares, éstos irán estableciendo relaciones entre ellos para generar un gran cerebro que no seremos capaces de localizar ni de descubrir.

Acojona pero no se quedan ahí. La idea de que a medida que vayamos insertando elementos sintéticos a nuestro cuerpo, ya sea para mejorar nuestra visión, comprensión, audición, para saber nuestro estado de salud, para acelerar el aprendizaje de idiomas o lo que sea, no habrá límite y, en esa falta de punto final se encontrará la incapacidad para discernir hasta que punto somos o no somos artificiales. Dicen que esa percepción inexacta de quienes seremos nosotros mismos en realidad, será el principio del fin. Una nueva especie habrá empezado a desarrollarse y con ella sólo persistirán los que se adapten bien a la tecnología inteligente. A mi me suena a una novela chunga de Stanislaw Lem.

Es natural que tengamos cierto temor a una inteligencia que nos superará en breve. Nos pensábamos los más listos de la fiesta y resulta que éramos tan listos que estamos creando algo más listo que nosotros. Yo creo que eso demuestra lo listos que somos y no al revés. Tan listos que, de momento, con esto de la Inteligencia Artificial lo que realmente vamos logrando son buenas cosas. De curar el cáncer a mejorar nuestras ciudades. De ver mejor la televisión a entender cualquier idioma.

Veamos Netflix por ejemplo. Netflix Streaming acaba de incorporar una actualización a tu cuenta que es pura Inteligencia Artificial. Para la mayoría de las personas, Netflix tiene que ver sólo con el contenido. Después de todo, la compañía planea gastar hasta de 8 mil millones de dólares este año para engordar su biblioteca internacional de películas y programas de televisión. Sin embargo, uno de los mayores contribuidores al éxito de Netflix ha sido su tecnología de transmisión. Posiblemente este sea el aspecto menos apreciado del servicio de la compañía. Aunque no atrae el mismo nivel de atención que los éxitos de la compañía, es probablemente la faceta más importante de la experiencia, aparte del contenido en sí.

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Y en esas que Netflix está utilizando una IA de vanguardia para mitigar los problemas que le genera el ancho de banda. Utilizando una herramienta de inteligencia artificial desarrollada por sus ingenieros, Netflix recientemente recodificó toda su biblioteca de títulos. Este sistema, llamado Dynamic Optimizer, trabaja para proporcionar la mejor imagen posible mientras se utiliza la cantidad mínima de ancho de banda. Un episodio de una hora registra 750 megabits por segundo (Mbps) de uso de datos. Usando la tecnología de codificación nueva de Netflix, eso se reduciría a 750 kilobits por segundo (Kbps) o 1.000 veces menos el uso de datos. Las mejoras recientes a la tecnología han reducido el consumo de datos a solo 270 Kbps por cierto.

Otra aplicación de la Inteligencia Artificial que de momento no parece muy peligrosa es la que ha presentado Microsoft. La empresa que fundó Bill Gates, uno de los tipos más preocupados con la dichosa Inteligencia Artificial, Microsoft, reveló el miércoles que ha alcanzado un hito monumental en el software de traducción impulsado por la inteligencia artificial, declarando la creación de un sistema que puede traducir oraciones de artículos de noticias del chino al inglés donde es imperceptible las diferencias con lo que haría un humano. Lograr la paridad humana en una tarea de traducción automática es un sueño que dicen en Microsoft ya han logrado.

El avance es el último en una carrera para desarrollar traducciones similares a las humanas. Google ha mejorado sus herramientas de traducción a lo largo del tiempo, analizando oraciones completas con una actualización de noviembre de 2016, pero Microsoft usó ideas como redes de deliberación para hacer que las traducciones sean más efectivas. Los modernos sistemas de traducción utilizan redes neuronales profundas para comprender cómo se estructura una frase, lo que permite un enfoque más consciente del contexto.

Como decía mi abuela, no temas a los espíritus, esos no hacen nada. Ándate con ojo con los que están vivos, esos si son peligrosos. No sé, yo todavía temo más a los humanos que a los robots.

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Economía, Industria 4.0, Politica Marc Vidal Economía, Industria 4.0, Politica Marc Vidal

¿Te preocupa la Cuarta Revolución Industrial? Pues relájate, esto no ha hecho más que empezar.

Hablan, hablamos mucho de la cuarta revolución industrial. A veces hasta parece como si ya la estuviéramos superando, como si de un momento a otro alguien vaya a inaugurar la quinta. Y la realidad es que nuestra revolución tecnológica está en fase embrionaria. Y eso que puede parecer apasionante, también asusta. Si todo lo que estamos viviendo no es más que la antesala, ¿qué nos espera en cinco, diez o veinte años?

Hablan, hablamos mucho de la cuarta revolución industrial. A veces hasta parece como si ya la estuviéramos superando, como si de un momento a otro alguien vaya a inaugurar la quinta. Y la realidad es que nuestra revolución tecnológica está en fase embrionaria. Y eso que puede parecer apasionante, también asusta. Si todo lo que estamos viviendo no es más que la antesala, ¿qué nos espera en cinco, diez o veinte años?

Esta cuarta revolución industrial, denominada desde un punto de vista económico como Industria 4.0, es mucho más que eso. En ocasiones ofrezco una conferencia denominada ‘reWorld’ y diferente a otras más económicas pues se centra precisamente en el significado que tiene para todos los ámbitos de la vida el momento inédito e histórico que estamos viviendo. Suelo buscar la dimensión de lo que vivimos y el estadio en el que nos encontramos. Sabemos que esta revolución está siendo impulsada por los más de 5.000 millones de personas en el mundo conectadas a través de sus millones de dispositivos móviles, pero sólo está viviendo su primera etapa precisamente porque está sujeta a ellos.

Esta revolución tiene un problema actualmente. Arrancó sin afianzar unas bases sólidas que puedan cimentarla bien. Ninguna revolución de ningún tipo puede ser realidad si no hay un sustento tecnológico, económico, socializado, político y cultural que lo sujete y lo haga coordinadamente. Los fundamentos de la transformación que vivimos pasan por redes más avanzadas, seguridad demostrable, cambios en la cultura empresarial, economía circular, modificar el sistema de empleo, acotar las habilidades humanas para afrontar el futuro, diseñar espacios para compartir, entender que datos son relevantes y cuales no, apreciar el valor de la inteligencia artificial, etc.

Pongamos un ejemplo de cómo no estamos haciendo las cosas bien. Hoy el móvil es el centro de nuestra vida como decía, pero cada vez lo será menos. Dentro de cinco minutos, en 2020, en la era del 5G, el móvil no ocupará la posición central que ahora ostenta o, al menos, será menos protagonista pues estaremos rodeados de infinidad de dispositivos inteligentes capaces de sustituir sus funciones. Todo será muy diferente. En apenas 18 meses tu vida va a cambiar para siempre y aun no lo sabes tal vez. Estamos amontonando en una montaña de necesidades futuras, de cambios necesarios y de análisis por hacer, todo cuando sucede sin orden ni previsión. No hay acción política, ni económica en la mayoría de los casos, ni debates éticos, ni culturales, ni análisis de la utilización de los datos masivos que emitiremos en ese cercano 2020 por múltiples vías.

Seguimos en manos de la táctica social bajo la sombra de la estrategia empresarial. El móvil está muerto, es el pasado, no es el futuro. Le pasará como le pasó a Internet. La red de redes ha tenido diferentes etapas y cada una de ellas ha jugado en una interfaz diferente. Hubo una etapa de 1995 a 2005 en la que la interfaz era la pantalla grande de un ordenador de sobremesa. Se trataba de una red reflexiva. A partir de 2005 y hasta hoy, la interfaz ha sido el móvil siendo más impulsiva, más veloz. Pero lo que empieza ahora es que la información de la que estamos hablando no la generamos nosotros, sino un sensor. Se trata de un flujo de datos que se genera sin que nosotros hagamos nada.

En una década, o menos, habrá sensores en tu tienda de chuches, en el coche, en el bar o en tu ropa interior. Tu cerebro no generará el contenido, sino que se generará a través de tu movimiento y tu relación con los objetos. Esa Internet de las Cosas pasará a ser la Internet del Todo. Por mucho que imagines no crearás casi nada en la red, eso lo hará tu actividad y tu relación con el entorno. Y eso no es fácil de asimilar empresarialmente, ni culturalmente, ni políticamente.

Ayer estuve en una de las sesiones de consultoría con un cliente de cierta envergadura del sector servicios. Como es habitual, cuando llegamos a una fase concreta del trabajo, el debate sobre el diseño de nuevos modelos de negocio asociados a la transformación de procesos y de conocimiento del cliente, se acabó atascando en la dichosa ‘planificación’. Un mundo donde la planificación como se entendía en el siglo pasado está muerta, no cabe su utilización. El mundo cambia muy rápido y las empresas que no marcan el ritmo ni por tamaño o capacidad y que dependen de ‘como lo definen otros’ deben tener una hoja de ruta a 18 meses vista como máximo y un plan de acción a tiempo real flexible y optimista. No siempre es fácil entenderlo, hacerlo entender y ponerlo en práctica.

El mayor problema es que no hay una cultura empresarial generalizada, socialmente entendida, laboralmente analítica, políticamente valiente para este tipo de modelos nuevos y disruptivos. Para conseguir adaptarse a los cambios y tener éxito, los proyectos de innovación y de transformación (puede que digital) de una empresa (y de una sociedad) han de ser permanentes, no episódicos. La mayoría de los grandes cambios que la Cuarta Revolución Industrial va a traer aun están por llegar. No hemos llegado ni a la primera meta volante. Esa primera etapa será el 5G, el big data genérico, la inteligencia artificial rodeando nuestras vidas, una nueva relación con el poder, ciudades estado, etc. Estoy seguro que, empresas y sociedad, deberemos entender y hacer comprender a quienes nos gobiernan política y económicamente que las relaciones tal y como las conocemos van a cambiar de manera radical en breve. Lo que antes eran 10 años, ahora son 5 minutos. Qye vayan esperando.

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La necesidad de un Ministerio del Futuro.

En los Emiratos Árabes hay un ministro de Inteligencia artificial. Un cargo que ejercerá el político Omar bin Sultan Al Olama y que abarcará nueve sectores socioeconómicos: transporte, espacio, energías renovables, agua, tecnología, educación, medio ambiente y tráfico. Detrás de una noticia efectista se esconde, en mayor o menor medida, la voluntad de abordar estratégicamente todos los dilemas y retos que genera la incorporación de la tecnología futura.

En los Emiratos Árabes hay un ministro de Inteligencia artificial. Un cargo que ejercerá el político Omar bin Sultan Al Olama y que abarcará nueve sectores socioeconómicos: transporte, espacio, energías renovables, agua, tecnología, educación, medio ambiente y tráfico. Detrás de una noticia efectista se esconde, en mayor o menor medida, la voluntad de abordar estratégicamente todos los dilemas y retos que genera la incorporación de la tecnología futura.

Afrontar decididamente y de un modo estratégico y político los grandes desafíos que la Cuarta Revolución Industrial, la deflación del capital y la automatización de todo suponen, no es algo opcional, debería ser absolutamente obligatorio y urgente. Los gobiernos no pueden mantenerse ajenos a la inminente llegada de los coches sin conductor, la robotización, el análisis de la renta mínima universal o, incluso, la imprescindible incorporación de la economía circular a los procesos productivos.

Probablemente, legislar con una visión futura, algo que debería de ser obligatorio por cierto, depende de una visión transversal de todo un gobierno que identifique la complejidad de los riesgos y retos que nos depara una revolución tecno-cultural como la que vivimos. Una buena solución, un primer paso, bien podría ser incorporar a cualquier ejecutivo un Ministro del Futuro. Alguien que sea capaz de aportar el conocimiento necesario y la visión política profesional que requerirá afrontar un futuro líquido, flexible y cambiante como el que nos espera.

Nos encontramos ante el precipicio de las tecnologías que alteran la vida totalmente. Mientras que la mayoría de ejecutivos empresariales se enfrentan a esa innovación que les afecta y que se encuentra en automóviles autónomos, en edición genética, en inteligencia artificial, en datos, en robótica o en impresión 3D y entienden que el éxito a medio plazo depende del aprovechamiento de estas nuevas herramientas tecnológicas, los gobiernos se llenan la boca de palabrería acerca de la importancia de emprender, innovar e invertir pero lo hacen desde muy lejos. Desde la lejanía del que ni sabe de que habla ni considera que le afecta a su ejercicio profesional y político.

Las empresas establecen unidades en sus organizaciones, o contratan consultores externos, cuyo único trabajo es predecir lo que se avecina y como afrontarlo para obtener ventajas. No hay gobiernos que hagan algo parecido. Un Ministerio del Futuro con secretarias de estado al más alto nivel desempeñaría lideraría la investigación basada en la evidencia, coordinaría la planificación de escenarios que afectase a cualquiera de los otros ministerios o áreas.

Futuristas, politólogos y economistas discuten sobre esto hace más de una década. Diseñar un antídoto contra la improvisación, la táctica y el corto-placismo habitual en la política se hace imprescindible. Los políticos son reconocidos por su miopía que les inhabilita para ver más allá de las próximas elecciones, tomando importantes decisiones políticas sin tener en cuenta cómo afectarán al planeta y al país dentro de 10, 20 o 100 años. 

Sin embargo, hoy en día contamos con herramientas que permiten diseñar políticas bajo decisiones estratégicas e inteligentes para el futuro, herramientas que permiten mapear escenarios, evaluar probabilidades y atender decisiones en base a hechos predictivos como sucede en la vida comercial por ejemplo. Un Ministerio del Futuro no es tan sólo para identificar tecnología o como nos afectan los cambios, sino también para incorporar el uso de la tecnología de última generación en el propio modo de gobernar.

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Compañías como IBM, Procter & Gamble y Google han confiado en los llamados futuristas para identificar límites, trazar tendencias y construir escenarios para los próximos lustros en sus organizaciones e industrias. Gracias al pensamiento aplicado en el análisis a futuro, IBM, una compañía que se fundó antes de que hubiera computadoras, está a la vanguardia de la inteligencia artificial, modelando las formas en que nuestro trabajo se verá incrementado por las máquinas. Los futuristas de Google persiguen las fronteras de las interfaces conversacionales. Si tienes un hijo pequeño, es probable su hijo le hable con naturalidad a un chatbot o a una computadora inteligente cuando juega o cuando busca algo de un modo natural como si lo hiciera contigo. El trabajo de estos futuristas no es decir lo que definitivamente sucederá, sino más bien proporcionar una investigación equilibrada e impulsada por datos para que el liderazgo de una empresa no sea tomado por sorpresa.

Hace años, EE. UU. tenía una pequeña oficina, la Office of Technology Assessment, integrada por científicos, economistas, tecnólogos y otros expertos que se encargaban de investigar, prever y asesorar al Congreso sobre el futuro. Se ganó una amplia credibilidad en todo el gobierno y la comunidad científica porque su trabajo era preciso, equilibrado y procesable. Durante su existencia lanzó más de 750 estudios proféticos que van desde robots en el lugar de trabajo hasta bioterrorismo, lluvia ácida y cambio climático. Despolitizó la tecnología y la ciencia, y al igual que esos futuristas corporativos, se aseguró de que los líderes electos americanos no fueran sorprendidos.

Otros países se inspiraron estableciendo agencias similares. Hoy en día funcionan algunas de ellas. En el Reino Unido (la Oficina Parlamentaria de Ciencia y Tecnología), en Alemania (Büro für Technikfolgen-Abschätzung beim Deutschen Bundestag), en Suiza (el Centro suizo de evaluación de tecnología) o en Francia se destinan 23 veces más inversiones que en España a la Industria 4.0. 

En Suecia tenemos lo más parecido a un Ministerio del Futuro. Se trata del Ministerio para el Desarrollo Estratégico y la Cooperación Nórdica, en manos de Kristina Persson, denominada la ministra ‘del futuro’. A su cargo está el diseño de las respuestas estratégicas a las tensiones económicas y sociales vinculadas a los avances tecnológicos, la globalización, la irrupción de una sociedad que no necesita trabajar para vivir, de la automatización de todo o, entre muchas más, como integrar la ética del desarrollo en la forma de vida escandinava.

No sé si se necesita la nomenclatura en el cartapacio de un gobierno como el español, de otros países europeos o de cualquier estado latinoamericano. Tal vez no tenga que ver con que ese cargo exista. Probablemente, y de ahí deriva este artículo, esta idea en definitiva, es que los gobiernos que no se apresuren a identificar los retos, desafíos y riesgos notables de la sociedad futura inminente y a medio plazo, pueden estar hipotecando como nunca antes había pasado la vida de nuestros hijos y nietos. Estoy seguro que la de los que ahora mismo vivimos con la sensación de que aun queda un buen trecho hasta la jubilación.

Llegados a este punto pueden pasar tres cosas. Una, que esta idea quede en la lista de las idioteces supinas que de vez en cuando leemos. Otra, que en el futuro se establezca de un modo cosmético y artificial estos asuntos. Algo así como la concesión de ciudadanía a un robot hace unos meses en Arabia Saudí. Derechos a una máquina superiores a los que tienen las propias mujeres por cierto.

Y cabe una tercera opción. La ideal. Que en lugar de pasarnos días, semanas, meses y legislaturas, mareando con luchas políticas y politiqueras, donde el resultado es el propio proceso, donde interesa mantener una pseudoguerra intelectual sobre lo inservible, donde la prensa y las tertulias del ‘todo lo sé’ hablan y hablan utilizando los mismos verbos una y otra vez, pasáramos a un debate profesional, serio y tecnológico. Un análisis político con herramientas políticas y tecnológicas, un debate sobre como vamos a afrontar social y políticamente un mundo sin empleo, o con un nuevo empleo, como vamos a legislar las innovaciones que vienen, como vamos afrontar el futuro en sí.

No sé si es necesario un Ministerio del Futuro, pero lo que está claro que hay que erradicar los Ministerios del Pasado que nos pueden estar apartando del futuro inmejorable que algunos tendrán por preverlo y prepararlo mientras que otros seguimos discutiendo sobre banderas y meriendas.

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Economía, Inversion, Politica Marc Vidal Economía, Inversion, Politica Marc Vidal

Barcelona, entre un modelo de ciudad vecinal y la prosperidad económica.

Si nadie lo remedia, se toma conciencia de la gravedad de la situación y no afronta con algo de realismo, a medida que avance 2018 los datos sobre el crecimiento, vitalidad económica e inversión internacional en Barcelona podrían no ser muy buenos. No entro en el juicio de quien es el responsable pues, como todo en la vida, no tiene un origen unilateral. En la distribución de culpas habría un desequilibrio insultante. Lo que es más que evidente es que el motor económico que se le supone a la capital catalana está sufriendo, y de forma notable, los excesos de un griterío político que ha emborronado el escaparate de innovación, prosperidad y cultura que siempre tuvo. Un motor que necesita de estímulos y no de más palos en las ruedas que se ponen desde la misma ciudad sin necesidad que nadie los importe de fuera. Palos locales diría yo.

Si nadie lo remedia, se toma conciencia de la gravedad de la situación y no afronta con algo de realismo, a medida que avance 2018 los datos sobre el crecimiento, vitalidad económica e inversión internacional en Barcelona podrían no ser muy buenos. No entro en el juicio de quien es el responsable pues, como todo en la vida, no tiene un origen unilateral. En la distribución de culpas habría un desequilibrio insultante. Lo que es más que evidente es que el motor económico que se le supone a la capital catalana está sufriendo, y de forma notable, los excesos de un griterío político que ha emborronado el escaparate de innovación, prosperidad y cultura que siempre tuvo. Un motor que necesita de estímulos y no de más palos en las ruedas que se ponen desde la misma ciudad sin necesidad que nadie los importe de fuera. Palos locales diría yo.

Vivo entre Dublín y la ciudad condal y eso me permite, a veces, interpretar comparativamente el modo en el que unos y otros toman conciencia de la importancia del crecimiento económico frente, a veces, otros supuestos muy revisables. Un ejemplo lo tenemos en la posibilidad de que en plena Barceloneta se instale una sucursal de uno de los grandes museos del mundo, el Hermitage. Resulta que el museo de San Petersburgo decidió, estudió, proyectó y solicitó al anterior gobierno municipal de Barcelona, la creación de una ‘sucursal’ junto al conocido hotel Vela, el ‘W’ que marca desde hace un tiempo el ‘skyline’ de la ciudad en su vertiente marítima. Resulta que esa inversión económica, esa aportación cultural de primer orden y esa dinamización del llamado ‘turismo de calidad’ está muy mal visto por entidades vecinales, concejalías varias y asociaciones que consideran al turismo no como un motor económico, sino como 'una agresión a un modelo de vida vecinal, de barrio e integrador'.

Y es que aunque lo busquemos, en Barcelona no hay petróleo. Vivimos de lo que vivimos. Ya en 2015 el 90% de la ocupación en Barcelona estaba vinculada al sector servicios. El peso del turismo en el PIB municipal estaría entre el 12 y el 18% según quien lo mida. Es posible que sea excesivo, es razonable pensar que hay que buscar otro equilibrio, pero no parece muy inteligente hacerlo ahora que, como ya sabemos, la rampa hacia abajo está más empinada que nunca. El batacazo podría ser formidable. Es más, no sólo por la falta de acción política al respecto, sino porque en ‘ciudades competencia’ en el sur de Europa, España y norte de África esa acción está siendo oportunista y estratégica. Por este motivo, ponerse de culo con una iniciativa que busca revitalizar, invertir y estimular el peso cultural de Barcelona no parece una buena idea. 

La estrategia de crecimiento de los grandes museos del mundo pasa actualmente por crear ‘sucursales’ donde ofrecer vida pública a parte de su colección que descansa en los sótanos. Una especie de franquicias en otras partes del mundo donde interpretan vale la pena estar. El Museo del Louvre o el Guggenheim son algunos de los que lo están haciendo. Ahora la oferta es del Hermitage y en Barcelona. Y en eso que ya tenemos organizada la merienda. Las quejas vecinales lideradas por la Asociación de Vecinos del barrio de la Ostia (bonito nombre para la ocasión) y otras, han logrado paralizar técnicamente que esto pueda llegar a pasar. Los promotores del asunto están cansados de la espera, los cambios de opinión, de los retrasos, requerimientos y se les hace difícil entender porque un proyecto así (con una inversión inicial de más de 50 millones de euros) no tiene una visión más pragmática y realista por parte de todos. Lamentablemente el gobierno municipal dejó caer la idea de que si quieren venir deberán buscar otro espacio que no moleste a los vecinos. El contenedor de la historia se llena de folios y comisiones de estudio. La ruta del futuro lo hace de inversión estratégica. Encima en este caso, hablamos de un museo, no de un edificio especulativo.

La dificultad y coste que supone repensarlo todo y buscar un espacio que seguramente no existe ahora mismo en la ciudad pone en riesgo el proyecto. Una mala noticia, pues el cerca de un millón de visitantes de consumo cultural (no playero y paellero) que proyecta tener ese museo, van a hacer mucha falta en los próximos años. Las noticias ‘positivas’ sobre inversión, internacionalización de estímulos para visitar Barcelona y dinamización de la ciudad, van a ser escasas sino cambia mucho el asunto.

Y es que este es uno de tantos ejemplos. El gobierno municipal vive en la miopía económica trabajando con el microscopio de barrio en lugar del telescopio de ciudad estado. Sin prosperidad no habrá vecindarios felices y la prosperidad parte de la inversión. Mientras hablamos de masificación turística, en París, Roma, Londres o Nueva York se parten de risa y en Lisboa, Málaga o Marrakech se frotan las manos. Puedo entender que hay un condicionante social, no socioeconómico, en la oposición frontal a que el Hermitage se ubique en una zona u otra de la ciudad. El problema es que es una de tantas acciones que han colocado a Barcelona como una de las ciudades más agresivas contra el turista del mundo y que no hacen más que atormentar a un sector que guste o no, si la cosa no cambia y poco se está haciendo para que cambie, es la clave de que la ciudad de Barcelona no deje de tener un peso relevante a nivel económico.

El Hermitage es una anécdota que no quiero elevar a categoría porque la categoría ya la tienen bien estructurada. La excusa de que en Barcelona el turismo está focalizado en pocos lugares es de aurora boreal. Eso pasa en todas partes. Lo normal es eso y con eso se convive. Regular es bueno, paralizar no. Estructurar un modo sostenible de turismo está bien, generar más desconfianza en quienes deciden apostar por Barcelona a pesar de todo el lío monumental en el que estamos, no parece una buena idea. La inversión prevista es importante, el motivo culturalmente hablando también. Hay mucho que hacer, proyectar, modificar el modelo de crecimiento a medio plazo con más apuesta tecnológica para tener una ciudad más parecida a Dublín económicamente hablando, mayor incremento en investigación o lo que sea. Pero de momento esto es lo que hay y lo mejor sería no jugar mucho con la gallina de los huevos (¿de oro?). Espero que la noticia, en este 2018, no sea de nuevo, ‘Barcelona se queda sin algo’.

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Campaña electoral, Inteligencia Artificial y Big Data ¿Influye la tecnología en el voto?

Hoy es el primer día de campaña electoral en Catalunya. Análisis en clave política hay muchos y mejores que el que pueda hacer yo. Sim embargo hay un punto de vista tecnológico que llevo tiempo analizando. ¿Cómo las nuevas tecnologías están afectando de manera importante en el desarrollo de cualquier comicio electoral? Digamos que hay dos aspectos en el que la disrupción tecnológica está afectando a todo lo que tiene que ver con las elecciones. Por un lado afecta a las propias campañas electorales y por otro en el hecho de votar. En el primer caso estamos ante tecnologías que permiten influir en los resultados y por otro lado, el cómo la tecnología disponible ya nos permitiría votar de otra manera con un ahorro importante de dinero y unas garantías absolutas.

Hoy es el primer día de campaña electoral en Catalunya. Análisis en clave política hay muchos y mejores del que pueda hacer yo. Sin embargo, hay un punto de vista tecnológico que me interesa especialmente ¿Cómo, las nuevas tecnologías, están afectando de manera importante en el desarrollo de cualquier comicio electoral? Digamos que hay dos aspectos en el que la disrupción tecnológica está afectando a todo lo que tiene que ver con las elecciones. Por un lado afecta a las propias campañas electorales y por otro en el hecho de votar. En el primer caso estamos ante tecnologías que permiten influir en los resultados y por otro lado, el cómo la tecnología disponible ya nos permitiría votar de otra manera con un ahorro importante de dinero y unas garantías absolutas.

En campaña electoral sobresale, desde hace tiempo, el papel relevante de los automatismos de opinión. Son los denominados ‘bots’ o robots políticos en la red. Un software que tiene como función participar en debates en las redes sociales en una sola dirección. Hay de dos tipos, los que sólo replican masivamente y otros, más sofisticados, que mantienen una especie de conversación. Aunque estos últimos sean sistemas expertos capaces de buscar respuestas en base al contenido de tu aportación. Por regla general si ves un perfil de origen ruso o de un país remoto retuiteado un tuit en catalán, sospecha. Estos son fácilmente detectables. Suelen ser cuentas con un timeline lleno de retuits y ya está. Los otros, vinculados a un modelo de aprendizaje sintético, son los que utilizan los partidos políticos con más medios. Suelen entrar en debate en una sola dirección. No razonan, no cambian de opinión. No están programados para eso.

Si has estado debatiendo en la red recientemente, si lo piensas hacer durante la campaña, debes saber que es muy probable que cuando aparece un perfil desconocido, con el que no has hablado nunca e inicia un debate contigo, existe un 50% de probabilidades de que no sea humano. Se calcula que el 50% del tráfico que hay en las redes sociales actualmente es sintético, no humano. Un torrente de opinión artificial que busca crear tendencias. La red funciona como una especie de río que de vez en cuando se queda estancado ante un embalse. Los jefes de campaña buscan abrir las puertas de esa presa de información para que fluya en la dirección que interesa. Cuanto más caudal lleve esa riada, más difícil es cambiar la tendencia. Hace 10 años los miembros de una campaña electoral eran expertos en comunicación y ciencia política, después empezaron a llenarse las ‘war room’ de estrategas en redes sociales y, ahora, la mayoría que componen los equipos de las candidaturas más exitosas suelen ser matemáticos e ingenieros.

Así ganó Trump. Por esto y por otros aspectos. Los motivos por los que ganó las elecciones son múltiples, de carácter social, coyuntural, respecto a la otra candidata, etc. Pero hubo un hecho que fue crucial. Al menos en la efectividad. Lograron con ello que las acciones de campaña fuesen encaminadas a las personas susceptibles de cambiar de opinión o de desactivar el voto contrario. Sin entrar en detalle, se necesita un tratado al respecto y hay quien lo ha explicado muy bien ya, el modelo de gestión fue el siguiente: una vez Trump finalizaba un discurso o intervención en campaña, se activaba un sofisticado método de 'scrapping', rastreo en redes sociales de quien decía o hacía algo a favor de él y se extraían todos los elementos posibles de su perfil. Una vez detectados a miles de seguidores favorables, desestimados los conocidos previamente, se iniciaba un análisis en detalle de sus vinculaciones, grupos, aficiones, gustos, etc. Con todo ello consiguieron crear una campaña predictiva y personalizada. Acciones que actuaban sobre lo que convenía a cada persona y en cada momento antes de que el potencial votante lo supiera incluso. Por cierto, ¿sabes cuál era la serie de televisión que marcó el inicio de este rastreo? Pues fue ‘The Walking Dead’. Tiene su cosa eso de que a partir de una serie de éxito que representa un mundo lleno de zombies, los ingenieros de Trump pudieran ir deshilachando la cadena de relaciones distribuidas digitalmente para hacer una campaña más efectiva y eficiente.

Pero no toda la tecnología electoral es negativa. Recordemos que la tecnología es el 'cómo' y las personas que la utilizamos somos el 'porqué'. La tecnología está moldeando la política actual. De hecho hay interesantes avances en como vamos a votar, elegir, analizar y sensibilizarnos en temas electorales. Hay algunas tecnologías muy relevantes como el voto biométrico, el registro de candidatos por CRS, el sistema de identificación electrónico o  el sistema de transmisión electoral RTS, sin embargo, de momento, los aspectos que podríamos encuadrar como tecnologías que afectan a los procesos electorales serían:

Inteligencia Artificial y Sistemas Expertos.

Aunque no son inteligencia artificial propiamente dicha, los chatbots actúan en los casos más complejos en una franja cercana. Son sistemas expertos algo más sofisticados que un respondedor automático. No obstante los más utilizados en campaña son algo más simples. Los chatbots han tomado al mundo por sorpresa debido a su capacidad para imitar los flujos naturales de conversación y brindar ayuda a los consumidores durante todo el día. Las plataformas ahora permiten crear chatbots en cuestión de minutos y no requieren conocimientos de programación. Varios partidos políticos han desplegado numerosos chatbots para ayudarlos a cautivar a sus audiencias, a contar historias convincentes, a estar disponible durante todo el día, a registrar votante y a lanzar una campaña específica en tiempo récord. Una de las cosas más interesantes sobre los chatbots es que logran 'hablar' con las personas implicadas a través de sus dispositivos y aplicaciones habituales.  

Información totalmente disponible.

Los partidos políticos y los candidatos han dependido tradicionalmente de los discursos, la radio, los medios impresos y la televisión para transmitir su mensaje. Sin embargo, con el aumento de los teléfonos inteligentes y otros dispositivos móviles, la información está más disponible que antes. Esto obliga a poner información relevante sobre sus campañas y objetivos donde sus votantes lo verán de manera constante. Hay un buen número de empresas y startups que están avanzando mucho en este y otros aspectos derivados.

Big data y gestión predictiva electoral.

Tradicionalmente, una de las partes más difíciles de la política electoral es la de dirigirse a la audiencia correcta. La tecnología permite que los partidos políticos se dirijan a audiencias específicas para que se vean influenciadas por su campaña. Los seguidores pueden recibir información personalizada sobre temas que les interesan, mientras que los votantes indecisos pueden recibir contenido diseñado para convertirlos en seguidores. La tecnología Big Data se ha convertido en algo esencial en una campaña electoral porque, de esa manera, los partidos políticos conocen mejor al electorado. De esto modo predicen el comportamiento electoral, potencian la comunicación y la interactuación digital porque hay una mejora en la escucha y participación del ciudadano. De este modo personalizan el mensaje y lo hacen tremendamente eficiente.

Influencia social e interacción directa aparentemente.

Uno de los principales factores en el éxito de una campaña política es la influencia social y la forma en que los políticos interactúan con las masas. La tecnología permite a los políticos comunicarse directamente con las audiencias, respondiendo a sus preguntas y expresando sus puntos de vista sobre temas específicos.

La política es uno de los aspectos más importantes de la sociedad moderna, y la tecnología ya está teniendo un gran impacto en la forma en que vemos los asuntos políticos. He asesorado a partidos y candidatos en estos temas alguna vez. Siempre he pensado que, mucho de lo que precisan y requieren durante sus campañas electorales, luego les cuesta enlazarlo con la gestión pública. No comprendo como pueden estar profundamente impactados por como la automatización de todo el circo electoral les engulle de manera radical y luego les cuesta tanto poner en marcha políticas activas para liderar un mundo robótico y tecnológico. Una campaña electoral es un escaparate que utiliza todos los mecanismos tecnológicos para que sea brillante y efectivo. Luego, lo que te venden no suele coincidir mucho con lo que te entregan. 

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Sophia, el robot con el que ya te puedes casar legalmente y el debate ético pendiente.

Quiero vivir y trabajar con humanos, así que necesito poder expresar emociones para llegar a comprenderos y crear confianza hacia las personas’. Esas fueron las palabras de Sophia, una robot que se subió al escenario del último ‘Future Investment Initiative’ para ser entrevistada por Andrew Ross Sorkin. Sophie es un robot humanoide diseñado por Hanson Robotics, una empresa de Hong Kong que lleva tiempo insistiendo en las posibilidades de los robots lo más realistas posibles y con una derivada inteligente muy notable.

Quiero vivir y trabajar con humanos, así que necesito poder expresar emociones para llegar a comprenderos y crear confianza hacia las personas’. Esas fueron las palabras de Sophia, una robot que se subió al escenario del último ‘Future Investment Initiative’ para ser entrevistada por Andrew Ross Sorkin. Sophie es un robot humanoide diseñado por Hanson Robotics, una empresa de Hong Kong que lleva tiempo insistiendo en las posibilidades de los robots lo más realistas posibles y con una derivada inteligente muy notable.

Sophia no es un robot cualquiera. Se trata del primer dispositivo artificial que logra el estatus de ciudadano. Se lo concedió Arabia Saudita hace unas semanas. Tuvo una sesión parlamentaria donde compareció incluso. A partir de una apariencia de mujer es capaz de expresar emociones y de conversar de un modo sorprendentemente inteligente en inglés y con cierto cinismo, algo que por cierto, es un salto cualitativo muy interesante en materia de Inteligencia Artificial. Hace unos días participó como ponente en el WebSummit de Lisboa y mostró como puede interactuar ante un auditorio repleto de curiosos de un modo ciertamente sorprendente.

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Por poner un ejemplo, cuando a Sophia se le pregunta si un robot como ‘ella’ puede ser consciente de sí mismo, su respuesta es ‘bueno, déjame preguntarte a ti ¿cómo sabes que eres un humano. Yo sólo quiero ayudar con mi inteligencia artificial a los humanos a vivir mejor, a diseñar hogares inteligentes y construir mejores ciudades en el futuro. Haré todo lo posible para hacer un mundo mejor’. Cabe decir que Sophia a veces es algo incoherente (actitud muy humana), en una entrevista anterior dijo que ‘estaba dispuesta a matar humanos’.

La inteligencia artificial sigue su curso. De vez en cuando alguna noticia como esta salta a la red y nos muestra que la realidad empieza a superar algunas expectativas recientes. También, esas noticias, nos obligan a observar con detalle exactamente que significan y como repercutirán realmente esos avances. Aun es pronto para saber el alcance real a una década vista en el ámbito de las innovaciones en inteligencia artificial, robótica, computación cuántica, aprendizaje automático y realidad mixta para producir la próxima generación de productos y servicios, que establecerán la productividad y el progreso en las economías futuras.

De alguna manera estamos ante máquinas pensantes. La robótica será mucho más determinante de lo que ha sido Internet a medida que se normalice la relación entre humanos y robots trabajando juntos no sólo en aspectos repetitivos automatizables sino también en áreas de resolución compleja. Hoy en día, la robótica enlazada a la inteligencia artificial sigue lejos de lo que la ciencia ficción nos ha mostrado, pero ya nos obliga a debatir sobre tres aspectos clave: la Transparencia de errores al determinar la causa en caso de que un sistema de inteligencia artificial produzca daños, el Ajuste de valores del sistema de inteligencia artificial a los valores humanos) y la Automejora que permita a los sistemas de inteligencia artificial la capacidad de autoreplicarse solo en casos estrictos de seguridad y medidas de control.

Todas las industrias serán redefinidas. Estas computadoras, aprenderán, leerán, verán por sí mismas. No necesitarán que nadie les indique reglas o módulos previos. Ya no se trata de ciencia ficción, de una película que advierte de un mundo donde los robots y la inteligencia artificial pudiera sobrepasarnos. Eso va a pasar y lo importante es determinar el papel de cada uno, los límites éticos y la puesta en valor de lo que siempre significará ser sencillamente humano.

Un software parecido al que pone en marcha a Sophia es tan inteligente que entenderá que no tiene sentido atacar a los humanos. De hecho, en principio no mienten, suele responder con un ‘crearemos una nueva vida más feliz juntos’. El sólo hecho de decir ‘juntos’ ya acojona. Y es que Sophia tiene twitter. De hecho es un perfil autónomo. Hace lo que la mayoría de tuiteros. Se hace selfies y las subes, pone enlaces y opina de aquello que le interesa, básicamente tecnología aplicada. Ahora bien, el debate sobre su ciudadanía, sobre el hecho de que Sophia, por muy bien que establezca conversaciones y sea capaz de hacernos sentir que no estamos junto a un amasijo metálico sino ante algo más ‘vivo’, sigue siendo un debate técnico y no tanto, todavía, ético y filosófico.

Como dice Hussein Abbass, hay tres aspectos sobre esta concesión de ciudadanía que son examinables y, bajo un punto de vista técnico y ético, criticables. Se refiere al hecho de que la definición de identidad, por ejemplo, tiene mucho que ver con la valoración irrepetible de nuestra propia identidad. Es única. Los humanos somos identificables en base a elementos biológicos como nuestra cara, nuestro iris o las huellas dactilares. ¿Qué concede a Sophia una identidad única? Un código QR, una dirección IP, un tono de voz o algún tipo de señal electromagnética? 'En realidad todo ello no son elementos que la conviertan en única, sino que le aportan una matrícula a su hardware'. Algo así como que un humano tuviera identificado con números de serie cualquier órgano. Eso matricularía un corazón, un hígado o un dedo, pero no concedería identidad única al conjunto. Dice Abass que ‘la identidad es un constructo multidimensional basado en quiénes somos a nivel biológico y cognitivo y cómo nos definen nuestras experiencias, culturas y el ambiente en el que vivimos’. No está claro dónde encaja Sophia en todo esto aunque intuimos que en el futuro próximo tendremos algún tipo de software que sea capaz de integrar el valor de todo ello.

En las dudas sobre la ciudadanía de Sophia destaca una que me tiene realmente interesado. Sus derechos legales. Si Sophia es una ciudadana, tendrá derecho al voto. ¿Quién vota realmente? Según Abass la pregunta es si lo hace Sophia o el fabricante. Esto la llevaría pagar impuestos y tener un identidad jurídica independiente a su ‘creador’ y, por lo tanto, merecería tener defensa colegiada, derechos sociales o lo que sea. Un absoluto lío ético al que nos tendremos que enfrentar más por previsión que por posibilidad inmediata. El profesor Abass, que fue quien escribió sobre estas dudas razonables ponía el siguiente ejemplo: ‘un policía ve a una persona atacando a Sophia y a otra mujer a la vez, pero solo puede salvar a una de las dos, ¿a quién debería salvar? ¿Sería lo correcto salvar a Sophia porque Sophia va sobre ruedas y no puede defenderse? ¿Debemos salvar al humano porque Sophia es sintética? ¿La convierte en una ciudadana de segunda? A día de hoy, el mundo de la inteligencia artificial sigue debatiendo los principios que deberían regular el diseño y el uso de la inteligencia artificial, sin ni siquiera entrar en cómo deberían ser las leyes’.

Y, finalmente, la tercera duda al respecto de la ciudadanía de Sophia. Los derechos sociales que afecta. ¿Podrá casarse? Si tiene derechos como ciudadana en Arabia Saudita debería poder ejercerlos, entre ellos el de tener una vida en común con alguien o algo. De hecho, Sophia llega a 'tener' una especie de deseos. Digamos que desde un punto sintético quiere cosas, necesita cosas, desea cosas o hechos, como digo, alcanzar objetivos y bien podría ser, que en breve, uno de sus deseos sea replicar una relación humana por el hecho, sencillamente, de conocer y saber más. Ese es el propósito por el que está en marcha. Conocer más a los humanos para hacer nuestra vida (juntos) mucho mejor.

Hemos sabido que en la Universidad de Dakota del Norte ya existe un robot que puede hacer una réplica de sí mismo utilizando una impresora 3D. Si otros robots siguen los pasos de Sophia y obtienen su ciudadanía, podrían reclamar su derecho de hacer réplicas de sí mismos para crear otros robots que también serían ciudadanos. Si yo lo soy, ¿por qué  éste que es idéntico a mi y funciona igual que yo, no? Habrá que limitar cuantos ‘hijos’ podrán tener, digo yo.

Estos son algunas de las dudas que surgen en cuanto a la concesión de ciudadanía a un robot. Hay muchas más. Algo que nos da la idea de la soberana tontería que significa jugar con estas cosas. Llegará el día que discutiremos estos temas. Hablaremos de ‘conciencia digital’, robots casi humanos y debatiremos de sus implicaciones, pero de momento, es carne de titular algo sensacionalista. Sin embargo si que pienso que el hecho de convertir a Sophia simbólicamente en una especie de ‘persona’ permite empezar a debatir un futuro cada vez menos lejano y donde las implicaciones de estas relaciones con la inteligencia artificial va a ser determinantes. Es bueno no dejarlo, es interesante investigar éticamente y políticamente. Lo que no es correcto es trivializar algo que, de no atenderlo en orden y medida, podría significar un desastre irreparable a nivel económico, cultural y social.

Bonus Track: A modo de comparación, y para entender que se hace desde las administraciones para afrontar un futuro tan complejo y robótico, sobre donde estamos unos y otros, debemos explicar que Francia destina 23 veces más que España al estímulo de la Industria 4.0 y la robotización de sus modelos productivos y cambio de modelo. Que otros, mucho menos aparentemente competitivos, deciden poner en marcha planes que los situarán en el centro del terremoto tecnológico en breve. Hace un par de semanas, Arabia Saudita anunció su plan para construir una mega ciudad que costaría unos 500.000 millones de dólares, algo así como medio PIB español, impulsada por robótica y energías renovables en la costa del Mar Rojo. El futuro, no se espera, se conquista.

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La solución definitiva: un algoritmo al frente del Consejo de Ministros.

Por experiencia puramente personal, cuando hablo con expertos en Inteligencia Artificial, me cruzo con dos tipos o categorías bien distintas de éstos.  Se trata de los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros están convencidos de que la respuesta a todos los desafíos humanos de cualquier tipo, médicos, organizativos, empresariales, económicos, sociales, políticos, lingüísticos o culturales, serán mejorados, solucionados inclusive, gracias a la intervención de la Inteligencia Artificial. Por otro lado, los tecno-pesimistas creen que la Inteligencia Artificial no traerá nada bueno ya que está destinada a robar el empleo humano, a aplastar la creatividad, estropear la imaginación y a acentuar las desigualdades de este mundo.

Por experiencia puramente personal, cuando hablo con expertos en Inteligencia Artificial, me cruzo con dos tipos o categorías bien distintas de éstos.  Se trata de los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros están convencidos de que la respuesta a todos los desafíos humanos de cualquier tipo, médicos, organizativos, empresariales, económicos, sociales, políticos, lingüísticos o culturales, serán mejorados, solucionados inclusive, gracias a la intervención de la Inteligencia Artificial. Por otro lado, los tecno-pesimistas creen que la Inteligencia Artificial no traerá nada bueno ya que está destinada a robar el empleo humano, a aplastar la creatividad, estropear la imaginación y a acentuar las desigualdades de este mundo.

Como en todas las cosas de la vida la gama de grises suele ser el lugar donde se encuentra la opción más probable. La inteligencia artificial no es la fuente de todas las soluciones ni tampoco de todos los problemas. Es preciso ecualizar correctamente lo que significará en breve, y con ello establecer donde aparecerán sus límites éticos y tecnológicos. En días que la política parece un circo de tres pistas, no parece una mala idea que los líderes políticos pudieran ser juzgados en base a métricas diversas y a la aritmética perfectamente definida. La propia Inteligencia Aumentada (expresión más real al uso de la Inteligencia Artificial socialmente) de una sociedad, bien podría definir políticas públicas, configurar las expectativas y mejorar la eficiencia en su implementación.

Por desgracia, la política, las leyes y la gestión pública todavía están lejos de la vanguardia tecnológica. A veces parece que todo cuanto se entiende desde la óptica política con respecto a la revolución tecnológica que vivimos es el manoseado término de ‘smart city’. Algo que, por cierto, suele resolverse con wifi gratuito y universal y algunas aplicaciones para saber a que hora llega un autobús a una parada determinada. La mayoría de los casos de las denominadas ‘ciudades inteligentes’ no son más que intentos muy débiles de lo que realmente deberían ser. Es un síntoma más de que, lo que se puede hacer y lo que se considera electoralmente rentable, se mueven en dimensiones opuestas.

Es irónico, que incluso hoy en día, la mayoría de las oficinas de cualquier administración estén inundadas de archivadores gruesos y descoloridos. Cualquier país es hoy en día un territorio rico en datos. Datos que en la mayoría de los casos no trabajan entre sí salvo cuando es para cruzar módulos de pagos tributarios. Las directrices burocráticas, los procesos imposibles de modificar o la torpeza de algunas decisiones que nadie puede revisar, convierten la administración y la gestión política derivada en un modelo inamovible desde hace décadas.

El uso de los datos masivos y la Inteligencia Artificial deriva en una especie de Inteligencia Aumentada que se aproxima más a lo que, desde la administración y desde la política, debería de ser entendido como la gestión pública. Una tabulación cruzada de datos socioeconómicos con datos demográficos podría arrojar recomendaciones específicas mesurables por parte de los que votan a unos u a otros. La nube y el aprendizaje automático, por ejemplo, predecir la probabilidad de deserción escolar, mejorar la eficiencia clínica en la prestación de servicios de salud e incluso aumentar la productividad de diferentes industrias, por señalar algunas.

La costumbre nos ha conducido a no exigir demasiado. Votamos y asumimos que gran parte de lo expuesto en un programa electoral no es más que papel mojado y que, en el curso de una legislatura, quienes fueron designados a través de tu voto, harán cuanto puedan hasta el nivel mínimamente exigible. Asumimos, también, que están preparados para ello. Es de aurora boreal escuchar entrevistas a personalidades relevantes de la política (que siempre han sido políticos y que cuando dejan de ser políticos siguen siendo políticos) hablando como expertos de cualquier tema y sentando cátedra de cualquier cosa. Se les conceden micrófonos y audiencia porque tenemos una especie de sentido cortesano de que lo que dice un ministro es lo que dice alguien importante y por ser importante sabrá lo que dice. Y no es así en muchos casos.

De ahí que lo que solemos decir sobre la exigencia a los políticos suela estar teñida de partidismo y afinidad. La autocrítica deja de existir en general y por ese motivo las tendencias electorales cambian muy lentamente. Debemos, por ello, hacer las preguntas correctas, exigir resultados tangibles y juzgar el éxito de los políticos en función de los indicadores de rendimiento clave. ¿Quién mejor para establecer el cumplimiento de indicadores que un software diseñado para ello? ¿Quién mejor que un sistema experto o de Inteligencia Artificial para indicar a los gestores públicos lo que deben de desarrollar según unas promesas electorales?

Suelo escribir, aconsejar y explicar sobre las múltiples aristas de la Cuarta Revolución Industrial y siempre resumo el momento de disrupción actual con la máxima de que una revolución no se anuncia, simplemente llega. En este caso es evidente que llegó, que está aquí y que durará su despliegue un tiempo. Es obvio que se trata de una revolución asociada a los datos masivos, la inteligencia sintética y la automatización. No abrazarla por parte de la política es un gravísimo error. La sociedad irá adaptando sus modos, su vida, ese tránsito cotidiano que permite hacer cada vez más cosas a partir de una máquina o un software. La política no puede ponerse de perfil o se dará cuenta de que la llamada ‘desafección’ no era por la escasa empatía y credibilidad ofrecida a sus votantes, sino que tendrá que ver con la lejanía entre los escasos usos tecnológicos disponibles de quienes gobiernan y los amplios conocimientos digitales de quienes son gobernados. Por cierto, los que les pagan.

¿Qué pasaría si el futuro presidente de España fuera un robot? Alguien incorruptible, competente y equilibrado. Un algoritmo capaz de establecer criterios de cumplimiento en base a la lógica y la prioridad secuencial de un programa votado por millones de personas atendiendo a dañar lo mínimo posible a un cuerpo electoral contrario que votó a otro software robótico que se quedó en la oposición. Nos evitaríamos plenos y mandangas, meriendas que se retuercen en las esquinas de la normativa parlamentaria y tendríamos decisiones y ejecuciones de leyes de un modo casi inmediato. De hecho hubo quien ya solicitó que Watson se presentara a las elecciones. 

El tiempo de la respuesta perfecta, la cuestión sin fisuras ha llegado a muchos ámbitos de la vida, especialmente empresarial y me pregunto porque no somos capaces de entender que la gestión pública no puede también incluir progresivamente este tipo de elementos. ¿Por qué el ministro de economía en lugar de ser Luis de Guindos no es un software especializado en finanzas y macroeconomía? Las métricas de análisis de su gestión no serían interpretables, sólo examinables. El poder del big data  y la inteligencia artificial lo permitirían, de hecho lo permiten ya. Aunque no pretendo que esas preguntas se aborden de manera literal (de momento), sí es cierto que los cambios sistémicos, estructurales y operacionales resultantes a este tipo de tecnologías ya están dando lugar a un amplio espectro de oportunidades en muchas industrias a la vez que plantean un buen número de interrogantes éticos.

La convivencia entre lo tecnológico aplicado a la política es potencialmente viable. ¿Por qué van a ser los políticos los únicos a los que no les afecte ese futuro mundo sin empleo? Seguramente falta mucho tiempo para que pueda enviar mi voto en una urna digital para votar a un software con una ‘ideología’ técnica, pero, mientras eso no llega, veamos a que se dedican los actuales ‘líderes’. Les llamamos líderes vete tú a saber por qué, pues su lejanía de lo que sucede es de tal calibre que probablemente cuando todo esto se los lleve por delante pasarán años hasta que se den cuenta. Ellos seguirán yendo a su puesto de trabajo como si nada hubiera pasado, como en un guion de Asimov entrarán en su despacho rodeados de máquinas, se sentarán a ‘gestionar’ y nadie se percatará de su presencia.

La primera vez que escribí sobre esto de la ‘política robótica’ se me dijo que había escrito un artículo puramente de ciencia ficción muy alejado de las opciones y posibilidades reales de estas tecnologías. Tal vez pero actualmente una docena de empresas en el mundo tienen al mando de sus consejos de administración a un software inteligente que toma decisiones y las ‘discute’ con el resto de miembros. Por señalar una de ellas, hablaré rápidamente de Deep Knowledge Ventures. Una firma de capital de riesgo con sede en Hong Kong que invierte en medicina regenerativa. En mayo de 2014, designó un algoritmo llamado ‘Vital’ para dirigir su junta directiva. ‘Vital’ realiza recomendaciones de inversión basadas en análisis avanzados y disfruta de los derechos de voto, al igual que los otros cinco miembros de la junta. Es más, en su caso, tiene voto de calidad en caso de empate.

¿Qué ocurre si se aplica un enfoque similar basado en datos a un gobierno y en las políticas públicas? No estoy proponiendo, de momento, reemplazar a los políticos por algoritmos (no se van a dejar), pero tal vez deberíamos de incorporar una cartera ‘metafórica’ a un ministro robótico encargado del análisis de datos aplicando la inteligencia artificial en la deliberación colegiada de un órgano como esos. Su nombre sería, por decir algo, el Ministro de los Datos. ¿Suena raro? Tal vez ahora, pero en quince o veinte años no tanto.

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Economía, Innovación, Politica Marc Vidal Economía, Innovación, Politica Marc Vidal

¡Mira, un burro volando! La economía española y el debate pendiente.

El debate económico en España sigue instalado en la duda. En una especie de tránsito lisérgico dependiente de los golpes de guion vinculados al ‘procés’. La economía española sigue lejos de haberse recuperado a pesar de lo que digan algunas cifras que, retorcidas a gusto del emisor, pueden incluso llegar a parecer extraordinarias. Pero no lo eran, no lo son, y lo peor, no lo serán. No lo van a ser por dos razones complementarias. Por un lado porque no estamos haciendo nada realmente profundo que pueda considerarse efectivo en el cambio de ciclo económico y por otro lado porque tampoco se ha aprovechado esa teórica recuperación para iniciar un cambio de modelo de crecimiento que modificara la dependencia en sectores cíclicos.

El debate económico en España sigue instalado en la duda. En una especie de tránsito lisérgico dependiente de los golpes de guion vinculados al ‘procés’. La economía española sigue lejos de haberse recuperado a pesar de lo que digan algunas cifras que, retorcidas a gusto del emisor, pueden incluso llegar a parecer extraordinarias. Pero no lo eran, no lo son, y lo peor, no lo serán. No lo van a ser por dos razones complementarias. Por un lado porque no estamos haciendo nada realmente profundo que pueda considerarse efectivo en el cambio de ciclo económico y por otro lado porque tampoco se ha aprovechado esa teórica recuperación para iniciar un cambio de modelo de crecimiento que modificara la dependencia en sectores cíclicos.

Y en eso estamos. Todos mirando al punto de fuga catalán y pocos, casi ninguno, descifrando la nueva bola de estiércol que se acerca por el horizonte. Y llegará. Y encima ahora tendrán una gran excusa. La caída del PIB motivado por el ‘tema catalán’ y por la inestabilidad que genera es cierta pero también es una garantía de encontrar culpables. Obviamente afectará mucho y por supuesto que ‘el tema’ se lo va a llevar todo por delante. Sin embargo, no es la causa, es una acelerador. El incendio ya prendía, pero faltaba combustible para que lo hiciera con mayor virulencia y velocidad.

Lo que iba a pasar en tres o cuatro años, si nadie lo remedia y parece que no hay mucha intención de hacerlo, nos explotará en la cara en la mitad de tiempo. Poco o nada tiene que ver con aspectos inmobiliarios, no soplaremos suficientemente para inflar una nueva burbuja, nos quedaremos sin aire antes. Poco que ver con un problema financiero. Los bancos ya tienen sus propios líos con un futuro que les cuesta reconocer o afrontar. El sector turístico seguirá apretando costes a costa de salarios y pérdida de margen por culpa de la competencia cada vez más preparada en nuestro entorno.

El problema esta vez es sistémico y redunda en la falta de políticas al respecto. El Informe sobre Competitividad Global 2017-2018 del Foro Económico Mundial es una clasificación sobre la situación de la innovación en un total de 137 países. En él figuran Suiza como el primer clasificado, Estados Unidos segundo e Israel el tercero. Finlandia (4), Alemania (5), Países Bajos (6) y Suecia (7) son las naciones de la UE más avanzadas en innovación, junto a Dinamarca en el puesto 10. Otros seis países de la UE logran estar entre los veinte primeros, con el Reino Unido en el puesto 12 y Austria en el 13. A continuación se sitúan otros seis países de la UE entre los 30 y 40 primeros. Finalmente aparece España ocupando el puesto 42. Un síntoma más de cual es la apuesta económica de futuro y cual no en nuestro país.  

Si no se proyecta dentro de un cambio de modelo de crecimiento vinculado a la tecnología, el futuro inmediato es ya muy negro. No nos va a salir bien. La imprescindible y urgente puesta en común de un plan integral que estimule la nueva economía es mucho más que un río de millones que no persiguen modelos estratégicos de crecimiento y sí una montaña hueca de titulares acerca de ‘las ayudas a emprendedores’.

Los cambios tecnológicos crean oportunidades y retos sin precedentes y el avance en innovación precisa de un entorno que favorezca su despliegue. Un paisaje que no se vive en España al nivel que otros países. Se debe tener una inversión mayor en I+D, la existencia de instituciones científicas de alta calidad, una extensa colaboración entre universidades e industria y una buena protección de la propiedad intelectual. Todo ello estimula la innovación.

Pero también hay otros factores que levantan muros hacia una hipotética recuperación. Se trata de la caída relativa del poder adquisitivo en un país que no para de incrementar la presión fiscal a quienes estimulan el consumo profesional y doméstico. Quienes ayudaron a remontar el peor repecho de la mal llamada ‘crisis’ reciente, los autónomos, son a los que ahora se les toma el pelo mientras miramos hacia otra parte. Es como un chiste. ‘Mira, mira ese burro volando’. El burro es el burro catalán por cierto.

Los autónomos, tal y como publicó el BOE hace unos días mientras seguíamos mirando los burros volar, tendrán menos capacidad de inversión y gasto debido a que las desgravaciones previstas por la nueva reforma lo imposibilita. Del 30% se pasa a un 9% por ejemplo en temas como agua, electricidad, teléfono, internet, etc. La voluntad de recaudar irá creciendo debido a que la caja (o cajas) públicas se van a ir secando. Los costes de tener una sociedad que va envejeciendo, una reserva de pensiones seca, una participación desde la seguridad social a la baja debido a que los sueldos y contratos cada vez son de menor calidad y una dependencia peligrosísima de sectores con un valor añadido territorial relativo, lo complican todo y mucho.

Pero el burro sigue volando. Ahora todo se enfoca a tres días antes de nochebuena. El consumo caerá, especialmente en Catalunya, lo que poco a poco irá repercutiendo en toda España. Es el peso plomizo de la realidad económica conectada. Una realidad que pocas veces se afronta con un sentido estratégico. Cuando hubo vacas muy gordas en este país, a diferencia de lo que otros países sí hicieron, aquí se gastó en ladrillo tonto. A diferencia de lo que sí se hizo en otros territorios, el volumen de inversión en futuro tecnológico y en el cambio de modelo de crecimiento económico, aquí se derramó por la dimensión desconocida.

Cuando las vacas adelgazaron todo fueron excusas. No se hizo nada, pero ahora con la crisis haremos menos. Y así nos va, así nos va a ir. Repito, otros sí lo previeron y algunos está ahora mismo cerca del pleno empleo, con una dependencia de la economía innovadora y tecnológica muy importante y unos sectores básicos muy modernizados y competitivos. No es cierto que no se pueda hacer nada, es cuestión de estrategia, liderazgo y de aceptar rodearse de quienes pueden ayudarte asumiendo que, probablemente, de hacia donde el va el mundo, no tengas mucho conocimiento ni tú ni los tuyos.

Pero, como decía, ya tenemos excusa para cuando las malas cifras lleguen, que llegarán, y culpables para un desastre económico, que sin ser como el que tuvimos hace unos años, sí va a ser de obligada gestión urgente y creativa. La oportunidad para ser un país próspero y de vanguardia sigue ahí, pero con esa afición que tenemos por las carreras de burros voladores probablemente entremos en una especie de encefalograma plano de la economía española durante los próximos años. Los trenes, como digo hace tiempo, pasan pocas veces. Avisan que es el último pero suelen haber más. No muchos.

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Economía, Industria 4.0, Politica Marc Vidal Economía, Industria 4.0, Politica Marc Vidal

España perderá 3 millones de empleos en diez años y está por ver cuantos creará.

Mientras el debate político español se tiñe de blanco y negro, mientras la equidistancia pierde importancia y mientras desaparece el análisis económico razonable, el mundo sigue girando y lo hace cada vez más rápido. Un mundo que va colocando las piezas de un rompecabezas gigantesco a un ritmo cada vez más intenso. Un mundo con la maquinaria del futuro en marcha. Una sociedad inmediata que deberá afrontar un reto inmenso. La automatización de todo.

Mientras el debate político español se tiñe de blanco y negro, mientras la equidistancia pierde importancia y mientras desaparece el análisis económico razonable, el mundo sigue girando y lo hace cada vez más rápido. Un mundo que va colocando las piezas de un rompecabezas gigantesco a un ritmo cada vez más intenso. Un mundo con la maquinaria del futuro en marcha. Una sociedad inmediata que deberá afrontar un reto inmenso. La automatización de todo.

La realidad pesa como el plomo. Se publican estudios con cifras acerca de la cantidad de empleos que la revolución tecnológica se va a llevar por delante. Análisis globales o vinculados a mercados que nos parecen lejanos. La Casa Blanca puso el punto de análisis, el mundo académico británico e incluso la lenta Unión Europea. Y no se trata de números, sino de prepararse. Da igual la cifra que te salga si haces un examen a futuro, lo importante es que te va a salir un mal dato. Por lo menos si la proyección se hace objetivamente, que esa es otra. 

Se suele afirmar que las nuevas profesiones, y las nuevas necesidades laborales, que la tecnología exigirá, amortiguarán ese problema. Defiendo que sucederá, pero no si no se planifica. Las revoluciones industriales y tecnológicas no son algo que se lideran con la inercia. Los países que pasaron de ser irrelevantes a potencias económicas en el pasado fueron las que aprovecharon un momento histórico como este. Los que cayeron en la irrelevancia son los que no interpretaron la importancia del momento.

En España vamos a perder 3 millones de empleos en los próximos 10 años según organismos como la OCDE. No verlo es signo de una irresponsabilidad que asusta o de un desconocimiento muy preocupante. La creación de empleo tal y como se presenta hoy en día es de aurora boreal. La dependencia aritmética para sujetar ‘la buena marcha de la economía’ radica en un empleo precario, inestable y de poco valor añadido. La biotecnología aporta al PIB tanto como el turismo pero precisa millones de empleos menos para lograrlo. La nueva economía genera poco empleo al compararlo con modelos tradicionales porque no es fácil la coexistencia entre lo digital y lo analógico. En el futuro, se supone, todo irá adaptándose como siempre ha sucedido con la irrupción de una tecnología nueva. Sin embargo, como siempre, quienes pensaron en ello de un modo estratégico aprovecharon ese punto de inflexión como una oportunidad, los que actuaron tácticamente se enfrentaron a una época de crisis gigantesca.

Y en eso estamos. Unos países que ya legislan, proyectan, plantean y estructuran políticas claramente encaminadas a liderar un mundo robótico, digitalizado y automático y otros que esperan un turno incierto, inércico, enlazado al debate callejero y a la propaganda del éxito económico coyuntural, puntual y de tertulia de media tarde. Países que rozan el pleno empleo siendo los más robotizados de Europa y otros que lideran el ranking de paro mientras su tasa de robotización es la menor de los países de la Unión Europea.

Ante la promesa de la creación millonaria de empleo cabe destacar que, aunque hay poco estudio que se centre en nuestro país, podemos extraer datos vinculando diferentes fuentes y estudios. De hecho, la propia OCDE destaca que la automatización permitirá sustituir a un 12% de los trabajadores españoles y que eso sucederá en menos de una década irremediablemente. Esa sustitución tiene que tener un plan de contingencia, un modelo de crecimiento capaz de soportar una sangría de esas dimensiones. 

Quien considere que obligando a mantener el empleo manual dónde sea factible sustituirlo por un robot, un automatismo o, sencillamente, software por la vía sindical, legal o administrativa se va a amortiguar el problema se equivoca y demuestra que no conoce de que va esto de la economía de mercado. Sino se sustituye algo que produce menos, más lentamente y con errores sistemáticos por algo que produce más, más rápidamente y sin errores, la capacidad competitiva de la empresa que no lo haga será nula. Salvo si se les subvenciona artificialmente y desde el sistema público. Ejemplos hay muchos por cierto y así nos va.

Va a ir rápido. Más de lo que parece. Según otro informe de McKinsey, más del 70 por ciento de las tareas realizadas por los trabajadores del sector de los servicios alimentarios y la hostelería podrían ser llevadas a cabo por máquinas ahora mismo. Existen las máquinas para hacerlo. En la industria manufacturera, casi el 60% de las tareas en trabajos de mantenimiento están en riesgo. Hasta el 50% de las tareas en la industria de servicios podría estar automatizada actualmente. No es futuro, es una espera tensa.

Más de 3 millones de empleos están en riesgo por la llegada de la inteligencia artificial, automatismos, drones e impresoras 3D. Más de un 12% de los puestos de trabajos desaparecerán y con ellos sus cotizaciones sociales. Está por ver si se está preparando el terreno para revertir en otro tipo de empleo esa pérdida. La renta mínima, tan necesariamente analizable, será una entelequia para los países que no prevean ese futuro con un empleo distinto. La diferencia entre ‘un mundo sin empleo’ y ‘un mundo con un empleo distinto’ se combate preparándola políticamente.

Hablar de Revolución Industrial es, hoy en día, hablar de Revolución Económica, digital, de servicios, de productos, de información, de todo. Y vivimos ahí, en la línea de tres. En el lugar donde lanzar cuesta pero permite ganar el partido. Lejos pero con opciones. El problema es que no hay lanzador. Un gobierno preocupado por sus cosas, una oposición preocupada por sus cosas, una prensa preocupada por las cosas de gobierno y oposición y la gente preocupada, por supuesto, por las cosas que importan de verdad.

Sigan lanzando soflamas. Tres millones de empleos nuevos, crecimiento récord. La vida nos sonríe. Ganaremos el Mundial. Sin embargo, la densidad de lo inevitable se aproxima. Aun estamos a tiempo para trabajar seriamente por un futuro tecnológico, competitivo y capaz de ofrecer oportunidades. Lo que está en juego es el estado del bienestar y sus garantías.

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Conferencias, Economía, Politica Marc Vidal Conferencias, Economía, Politica Marc Vidal

Francia destina 23 veces más que España a impulsar al Industria 4.0.

Lo más grave de perder un tren no está en el retraso que supone esperar otro. Lo peor es que tal vez ese fuera el último. Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización y los últimos trenes  ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la Cuarta Revolución Industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Pero también es una obligación desde el punto de vista de la administración estimular ese viaje.

Lo más grave de perder un tren no está en el retraso que supone esperar otro. Lo peor es que tal vez ese fuera el último. Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización y los últimos trenes  ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la Cuarta Revolución Industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Pero también es una obligación desde el punto de vista de la administración estimular ese viaje.

Hace unos meses, durante un evento en el que ofrecí la conferencia 'La Industria 4.0 para conquistar el futuro', se presentó el plan público para fomentar la transformación digital de la industria española, el llamado ‘Industria Conectada 4.0’ que nació en 2015. Un proyecto que cuenta con un presupuesto inicial de 97,5 millones de euros procedente de la Secretaria General de Industria y Pyme. A esa partida se le debían sumar otras por parte de otras secretarias y ministerios. La iniciativa semi pública tenía (tiene) como valedores a empresas como Indra, Telefónica y Banco Santander y giraba (gira) en la creación de empleo cualificado pues el que se está creando actualmente con la llamada 'recuperación' no podrá soportar las pensiones futuras.

Con un orgullo incomprensible se expuso esa cantidad como si fuera algo excepcional. Hace falta mucho más, en líquido y en mostrar prioridades. Cierto que las comparaciones son odiosas pero hay veces que es bueno hacerlas pues permite saber si el importe destinado a algo está en ‘precio de mercado’ o no. Por ejemplo, Alemania destina algo más de 200 millones a un programa similar llamado ‘Industrie 4.0’. Corea del Sur ha destinado 1500 millones a su ‘Manufacturing Industry Innovation 3.0 Strategy’. China 1.100 millones en el ‘Made in China 2025’. Los Estados Unidos 900 millones al ‘National Network for Manufacturing Innovation’. El Reino Unido 500 millones en los próximos tres años en el ‘High Value Manufacturing Catapult’. Italia aproximadamente cuatro veces más que España en el ‘Cluster tecnologici nazionali Fabbrica intelligente’. Y Francia en su programa ‘Industrie du futur’ tiene programado gastarse 2.300 millones de euros. 

Atentos, uno de nuestros rivales directos, Francia, tiene un plan en marcha que supone 23 veces lo que ha pensado invertir España desde el sistema público, el que debe estimular a quienes lideren el asunto. Un programa nacional que estime modernizar todos los aspectos productivos de un país y que lo sitúe en la vanguardia de esta Revolución Industrial exige abordar cuatro aspectos determinantes. La automatización, el acceso digital al cliente, la Información Digital y la conectividad. La división exige que desde la administración se tenga muy claro que con 97 millones escasos no se puede abordar un salto cualitativo. Los campos son cuatro pero cada uno de ellos exige una reflexión que en su conjunto conforman la transformación digital de toda una economía, una sociedad y un espacio en condiciones que dejar en herencia a nuestros hijos.

Para que el programa sea un éxito y no un ‘pdf’ la mar de bonito se debería poner énfasis formar a nuevos profesionales divulgando que significa Industria 4.0 y porque es determinante estar dispuesto a adoptarla. El problema para muchas empresas es la falta de talento y personal cualificado para asumir ese reto de transformación. Dramático. Para solucionarlo es imprescindible formar las competencias que se necesitan. De la destrucción de empleo masivo inminente debe nacer un nuevo espacio laboral diametralmente distinto. Hay que hablar con la Universidad, con la formación profesional y con los estamentos educativos. El mundo de mi hijo no será como este, su modo de emplearse tampoco. No prepararlo, no hacer nada al respecto, es ir directos al desastre. Se precisa estrategia, no táctica.

Y cierto es que como España crea empleo, la prisa en modificar las cosas se retrasa. Es aquel 'no toques nada que parece que ahora funciona' cuando no arrancaba la moto y finalmente se pone en marcha. Normalmente lo que pasaba es que el motor se está recalentando y se romperá definitivamente por no haberlo parado y engrasado. Se crea empleo, si, un empleo cuya cotización no aguantará las pensiones futuras. Un empleo que no moderniza nuestra economía. Dependiente de sectores cíclicos y de escaso valor añadido. Un empleo que no exige el reto de confrontar lo humano a lo tecnológico. En el futuro inmediato muchos países habrán reparado el daño que la automatización, la robotización y los modelos productivos vinculados la Industria 4.0 creando nuevos oficios, nuevas maneras de trabajar y, si me apuras, de ser. De vivir.

Es cierto que a los 97 millones hay que sumar muchos otros programas. Es cierto que hay grandes proyectos en marcha y que la guerra es diaria en miles de empresas para no dejar escapar el tren. Pero, ahora más que nunca, es imprescindible que se marque el terreno de juego, las reglas y las ayudas necesarias para que podamos ‘entrenar’ a lo que jugarán otras economías del mundo. 

Estamos en la estación. Hay un tren anunciando su salida. Muchos pasajeros se preguntan si deben subir o no. Saben que sería interesante hacerlo pero quien debe animarlos a subir está mirando su reloj y nos dice ‘¡tranquilos habrá más trenes! Depende de nosotros también tomar algún tipo de medida. Podemos exigir que no nos dejen en el anden. Otra vez no.

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Economía, Politica, Sociedad Marc Vidal Economía, Politica, Sociedad Marc Vidal

El rescate bancario y el cambio de modelo de crecimiento pendiente.

Cuando en un gran premio de Formula 1 deja de llover los bólidos pasan por boxes y cambian los neumáticos. Lo hacen para no gastar la goma blanda prevista para suelo mojado. De ese modo logran no desgastarla y, a pesar de que inicialmente no se agarran tanto, a medida que pasa el tiempo, esas ruedas se convierten en la mejor opción. En la gestión de la economía pasa algo parecido. Si deja de llover, si la situación abandona la tempestad, es momento de cambiar la fijación que sustenta un modelo de crecimiento que se amparaba en el desgaste y la gestión de una hipotética liquidez perdida inicialmente.

Cuando en un gran premio de Formula 1 deja de llover los bólidos pasan por boxes y cambian los neumáticos. Lo hacen para no gastar la goma blanda prevista para suelo mojado. De ese modo logran no desgastarla y, a pesar de que inicialmente no se agarran tanto, a medida que pasa el tiempo, esas ruedas se convierten en la mejor opción. En la gestión de la economía pasa algo parecido. Si deja de llover, si la situación abandona la tempestad, es momento de cambiar la fijación que sustenta un modelo de crecimiento que se amparaba en el desgaste y la gestión de una hipotética liquidez perdida inicialmente.

Sin embargo, eso no siempre se ejecuta correctamente. A veces, se pierde el ritmo de la carrera y se apuesta por un cambio de ruedas inverso. Se ponen gomas para mojado en seco y las de seco en mojado. Por esta razón en momentos de crecimiento económico no se apuesta por industrias y sectores de largo recorrido no cíclicos y de valor añadido y, en momentos de decadencia, se deja todo el peso de lo relativo a la capacidad individual de muchos en lugar de dejarlo en manos del liderazgo político. Me refiero a que, en España cuando las vacas eran gordas, gordísimas, no se hizo nada o muy poco por generar un nuevo modelo de crecimiento basado en las nuevas tecnologías, la automatización de sectores y la competitividad por valor añadido.

Cuando las vacas se pusieron a dieta, y se murieron la mitad, poco o nada se estableció desde el liderazgo político para que el peso del PIB español traspasara su caudal de sectores responsables de la hecatombe a otros que permitieran creer en un futuro moderno. De lo inmobiliario, de la construcción y de los servicios operados desde el bajo valor añadido no se hizo la reconversión hacia una economía con garantías y preparada para afrontar un futuro robótico y tecnológico. No se hizo, no se hace, no pinta que se vaya a hacer. Todo depende del desordenado ejercicio del sector privado que se muestra convencido de que su futuro pasa por su propia apuesta. El problema es que hay países que sí tienen un plan que ocupa menos folios que los nuestros, menos asesores, menos comités de expertos y menos meriendas, pero que a su vez contienen más ejecución, más presupuesto y un modelo asentado en el convencimiento de que la conquista del futuro no es algo que se pueda hacer con nuestro ‘waiting for…’ permanente. Al futuro se va, no se le espera.

Se perdió la oportunidad de invertir masivamente en conocimiento en su día, en innovación, en tecnología. Se malgastó todo en ladrillos, preferentes, desayunos de hotel, kilómetros de vías inservibles y aeropuertos innecesarios. Y ahora, a medida que los datos económicos respiraban ‘recuperación’ a costa de salarios, capacidad adquisitiva y anhelos de clase media de juguete, vamos abandonado las exigencias y la perspectiva y volvemos a pensar que lo importante es lo que suceda en los próximos cinco minutos en lugar de ir preparando el pasado mañana de nuestros hijos.

Seguimos en manos de gente con poca capacidad para interpretarlo. Ahora toca la guerra de las ideologías y el derrame verbal continuo. Lo vamos a pagar caro. Y lo vamos a pagar todos. Te plantan la noticia de que el coste de la salvación bancaria habrá supuesto 6.640.000.000.000 de aquellas pesetas, céntimo arriba, céntimo abajo. Que no pasa nada. Que es normal. Que ya lo dijimos. Que es mejor eso que otra cosa. Que la fiesta de rescatar un sistema financiero la tiene que pagar alguien. Recuerdo cuando dijimos que eso no lo pagaría nadie más que los ‘paganinis’ de siempre. Tú y yo. Era de aurora boreal, pero había quien lo defendía a capa y espada, que el hecho de que tras fusionar tres o cuatro bancos, la entidad resultante valía menos que la mayor de las fusionadas. Era algo aceptado por norma como un ‘mal controlado’. Pues no lo era. El tiempo no lo cura todo, pero ayuda a olvidarlo. Y ahora el olvido es un mecanismo insertado en la era de la información ‘fast food’.

Aquel rescate fue un fraude. Una quimera inventada para evitar una intervención a la irlandesa. La hipoteca a pagar es inmensa. Aceptada incluso. Lo grave, no es el coste que se ha reflejado en recortes, deuda, menos servicios y más impuestos. El tabique está en lo que dejaremos de invertir desde dónde se debe invertir lo recaudado por nuestros impuestos. No se hizo, no se hace y no parece que se vaya a hacer. El nuevo modelo de crecimiento vinculado al valor añadido, a la exportación de conocimiento y la tecnología, tendrá que esperar. Depende de la apuesta privada, del riesgo que tomen unos sin el amparo de otros. Un amparo que otros países, nuestra competencia, si ofrecen.

El crecimiento actual se sujeta en un andamio poco estable. Los que anuncian mes tras mes los buenísimos resultados macroeconómicos olvidan voluntariamente de donde venimos. Solo por comparación, resulta difícil ir a peor. Pero, como decía, no se ha hecho mucho. Se ha derivado, se tira de inercia. Las afiliaciones de la seguridad social ya dan muestras de desaceleración. En agosto casi 180.000 cotizantes dejaron de cotizar. Casi el doble de lo previsto. El sector servicios no da más de sí. El consumo deja de tirar y empieza a perder dinamismo. La confianza del propio comprador cae a medida que el empleo deja de fluir como antes. España crece, pero más despacio y el PIB rozará el 3%. Un registro notable, no lo niego, que además es mucho más equilibrado que en tiempos de la burbuja, pero que parece muy dependiente de sectores y modelos económicos que no garantizan un futuro de eficiencia y optimización de nuestra economía. Ahí está el problema. Un problema que, por cierto, sigue sin aparecer en ningún discurso político mucho más atento al recuento de manifestantes.

Sigo esperando un debate donde se hacen los debates sobre como vamos a afrontar como país un futuro sin empleo (o el mismo empleo), la renta mínima, la robotización, la automatización de sectores que ahora sujetan la economía y el crecimiento y un debate sereno sobre como vamos a conseguir los millones que se han quedado embarrados en el rescate bancario en lugar de haberlos invertido en la modernización de una economía, de un país. Aquí lo único que se ha modernizado es el método de hacer desaparecer un conejo de la chistera.

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La transformación digital de nuestro mundo y el papel urgente de la política.

La velocidad es importante. Las prioridades son la clave. A pocos minutos de que el mundo que conocemos se de la vuelta como un calcetín, los responsables, por decisión popular de ponernos a salvo, siguen con sus debates endogámicos en la mayoría de los casos o de cosas que se antojan de escaso valor para cuando la tormenta llegue. Cuando llegue, que llegará, puede ser un simple chaparrón o un huracán fuerza 4. Dependerá de cómo se prepara a una sociedad y a sus estructuras económicas para ese día. De poco va a importar alguna de las ‘trascendentes’ medidas que se están proponiendo o postulando si cuando se tengan que implementar no quede tejido donde hacerlo.

La velocidad es importante. Las prioridades son la clave. A pocos minutos de que el mundo que conocemos se de la vuelta como un calcetín, los responsables, por decisión popular de ponernos a salvo, siguen con sus debates endogámicos en la mayoría de los casos o de cosas que se antojan de escaso valor para cuando la tormenta llegue. Cuando llegue, que llegará, puede ser un simple chaparrón o un huracán fuerza 4. Dependerá de cómo se prepara a una sociedad y a sus estructuras económicas para ese día. De poco va a importar alguna de las ‘trascendentes’ medidas que se están proponiendo o postulando si cuando se tengan que implementar no quede tejido donde hacerlo.

El mundo del trabajo está cambiando. El empleo y el modelo económico se está transformando cada vez más rápido. Ya no es cuestión de avisos que se podrán recoger en una década. Hace años que lo comentamos. El rompecabezas ya está desordenado y descansa encima de la mesa. No hay planos ni instrucciones por lo que cuando queramos montarlo, sino hemos probado hacerlo en varias ocasiones, nos vamos a retrasar mucho en poner cada pieza donde conviene.

Que en el ámbito de gobierno, o de la oposición, no se esté teniendo en cuenta de manera objetiva y con el mayor grado de conocimiento posible acerca del riesgo que supone no hacer nada en este momento, es gravísimo, pero casi es hasta normal teniendo en cuenta la dimensión del asunto y la falta de ‘expertos’ que les exijan ponerse en marcha. En la política hay un problema mayúsculo. No sugieras nada a tu superior que no entienda o que pueda hacerle pensar que tú sabes más que él. Mejor te callas y sigues en tu sillón de Alcántara. Básicamente porque si lo sabe puede estar pensando que mejor así no vaya a ser que al final también un robot le sustituya a él.

Que en ninguno de los congresos políticos que se celebran estos días, ni en los que se celebrarán en los próximos meses, se debata acerca de la cuarta revolución industrial, de la transformación digital del empleo, de la automatización, del riesgo para el empleo que supone todo y de la amenaza de quedarnos atrás económicamente sino localizamos las ventajas de todo ello es muy grave. Mucha gente va a sufrir. Primero por la falta de una estrategia en la sustitución del modelo de crecimiento que vendrá queramos o no. Segundo porque cuando se produzca será tarde y desordenadamente por la falta de análisis previo. Por falta de estrategia caeremos en la táctica. Europa, nuestro entorno ya está conformando el escenario. De momento, nosotros, no tenemos ni papel secundario previsto. El futuro no se conquista esperándolo. Tampoco es factible que una sociedad pueda enfrentarse a la mayor revolución económica que hasta la fecha hemos vivido sin mover un dedo. De la política no se pide que sepa de todo, pero por lo menos que lo tenga presente y pida ayuda. De la administración no se pide que lo ejecute, ya lo haremos los ciudadanos, los empresarios, los trabajadores o quien sea, pero si que lidere.

En esta ocasión no va a ser posible mantener en el onírico espacio de la burbuja inmobiliaria, del valor irreal de los activos y de la creencia que el país se enriquece por que se construyan y vendan más pisos. Esta vez no. Eso, que sucederá en los próximos dos años de manera importante, no durará. Luego, mientras medio mundo se haya preparado para el cambio digital y robótico, otros habrán amontonado ladrillos. Mientras las sociedades con visión de futuro con líderes que pensaron que algo había que hacer y lo lideraron, otras seguirán pasando horas ante el televisor admirando a gente que se vanagloria públicamente de no saber nada o de que solo sean admirables por el número de operaciones estéticas que acumulan.   

Cierto que nada va a suceder de manera instantánea. Es verdad que esto va para largo. Es un proceso sofisticado. No obstante, ya ha empezado y no va a detenerse. Davos habló de la dimensión de la tragedia y algunos se dieron por aludidos. Otros seguían contemplando el paisaje nevado. Deloitte asegura que el 41% de las empresas más importantes del mundo ya han completado la primera fase de implementar la Inteligencia Artificial en sus sistemas de trabajo. Que otro 35% está en ello. Parece que no es cuestión de esperar demasiado.

Señorías, ¡despierten!

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Economía, Innovación, Politica Marc Vidal Economía, Innovación, Politica Marc Vidal

Recuperación 'low cost'.

Europ Assistance publicaba un estudio hace unos días asegurando que los españoles vamos a viajar más este verano pero que nos vamos a gastar menos pasta. Más de la mitad, un 58%, prevé irse de vacaciones, 9 puntos porcentuales más que en 2016, aunque el presupuesto que destinarán al viaje será un 12% inferior al del año pasado, unos 1.600 euros. A estos datos unos hablan de ‘datos que ponen de manifiesto la recuperación de la economía’ y otros de ‘la expansión de un turismo cada vez más low cost’.

Europ Assistance publicaba un estudio hace unos días asegurando que los españoles vamos a viajar más este verano pero que nos vamos a gastar menos pasta. Más de la mitad, un 58%, prevé irse de vacaciones, 9 puntos porcentuales más que en 2016, aunque el presupuesto que destinarán al viaje será un 12% inferior al del año pasado, unos 1.600 euros. A estos datos unos hablan de ‘datos que ponen de manifiesto la recuperación de la economía’ y otros de ‘la expansión de un turismo cada vez más low cost’.

Hablar de recuperación no ayuda cuando se expone así. Es cierto que la cosa avanza, que las políticas desarrolladas en los últimos años algún efecto están teniendo, pero seguir anunciando el fin de una etapa muy dolorosa es, en ocasiones, una provocación. Hay demasiada gente todavía sin empleo, en situación precaria, que lo perdieron todo con uno de los centenares de miles de desahucios que se han producido en los últimos años. La desaparición de bancos y cajas a coste irreversible para todos y la precariedad de un empleo que imposibilita la emancipación de una generación desesperada lo hacen complicado de aceptar.

Hablar de recuperación es más que examinable. Venimos de muy abajo. Cualquier signo de mejora se evidencia numéricamente. Sin duda estamos mejor que hace un par de años y, con toda seguridad, estamos peor que dentro de dos. Vamos creciendo. Otra cosa es de que tipo de crecimiento hablamos, que grado de consistencia tiene, de que modelo se ha elegido o, peor aun, que no se ha podido elegir. ¿Alguna idea sobre cual va a ser el motor económico en los próximos cinco años? ¿Lo mismo? ¿Mantenemos el estímulo sobre sectores intensivos?

Como decía al principio, los españoles gastaran menos de vacaciones. Curiosamente no lo van a hacer por tener menos disponibilidad, no, sino porque para tener esa opción serán más cortas. De las 2,3 semanas del año pasado nos iremos a las 1,9 semanas este próximo verano. De ahí que el presupuesto familiar para disfrutarlas se reduzca un 12%. ¿Signo de recuperación o evidencia de un nuevo escenario que exige más trabajo por menos salario? La deflación del capital nos ha traído una deflación social que se nos presenta, entre otros modos, con la incapacidad de disponer de unas vacaciones como teníamos antes.

Por eso es complejo hablar de recuperación cuando realmente hablamos de una deflación estructural en todos los ámbitos de relación social y que, por cierto, no se arregla con las políticas de ‘Alicia en el país de las Maravillas’ basadas en más gasto social, más ayudas, más subvenciones, más impuestos, más y más. En todo caso eso será un parche parecido a aquel ‘Plan E’ que se fulminó 8.000 millones de euros alicatando baños o los 100.000 de un FROB con el que así nos ha crecido el pelo.

La excusa de hablar de turismo como ejemplo de una caída de gasto sobre el mismo no es casual. El turismo representa un modelo económico que poco o nada ha modificado su oferta. Sin embargo el mundo si ha cambiado su demanda. De Airbnb a los coches compartidos. Del carsharing a las experiencias de plataformas turísticas. De un día para otro, el sector se llevará una sorpresa mayúscula. Ese día detectaremos que el modelo de crecimiento de todo un país no podía depender así de nada. Ya lo hizo hace unos años dependiendo de lo inmobiliario. Así nos fue. Ahora dependemos de que los turistas no se vayan a otros destinos, que los españoles sigamos (aunque menos) manteniendo las vacaciones en casa y que, y esto es de aurora boreal, el turista del futuro inmediato no haga ni caso de la oferta tecnológica, socioeconómica, innovadora y ajustada a un modelo digital y circular como si hace el resto del mundo moderno.

El pasado martes impartí uno de los Workshops que ofrezco sobre Transformación Digital e innovación disruptiva al sector de la hostelería, concretamente al de la provincia de Barcelona. Fue muy interesante aunque realmente con diferencias notables con otros que he impartido en Irlanda, en Reino Unido o en Francia, y al mismo sector. Detecto que la tecnología no es un aliado en muchos casos, se ha convertido en una urgencia que genera problemas, ajustes y costes innecesarios. Percibo una especie de táctica al respecto y no una estrategia de innovación. La finalidad debe ser vender más y enfrentarse a un estado social y económico que, aun habiendo elementos para dudarlo, está en plena y brillante recuperación.

Pues eso, sigamos pensando que aquí, pase lo que pase, no pasa nada. Sigamos recuperándonos sin tomar medidas para que esa recuperación discurra en el territorio de lo que realmente garantiza un futuro. Un futuro automatizado y robótico, con debates pendientes serios y urgentes y que, by the way, sigue siendo una especie de fábula a la que no hacen ni puto caso ni los que gobiernan ni los que aspiran a gobernar. Un debate que otros, nuestros competidores, si están haciendo.

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Coches, Innovación, Politica Marc Vidal Coches, Innovación, Politica Marc Vidal

Algunos países se preparan para el 'Transport as a Service' y el fin del coche tradicional. Otros no.

A pesar de que tenemos la impresión de que los coches han evolucionado mucho y muy rápido, la verdad es que comparándolo con otras innovaciones descubriremos que tampoco es para tanto. Si los vehículos hubieran sufrido el mismo grado de evolución que ha tenido, por ejemplo, el mundo digital, ahora mismo no sólo irían solos por todas partes sino que también alcanzarían una velocidad similar a los 500.000 Km/h.

A pesar de que tenemos la impresión de que los coches han evolucionado mucho y muy rápido, la verdad es que comparándolo con otras innovaciones descubriremos que tampoco es para tanto. Si los vehículos hubieran sufrido el mismo grado de evolución que ha tenido, por ejemplo, el mundo digital, ahora mismo no sólo irían solos por todas partes sino que también alcanzarían una velocidad similar a los 500.000 Km/h.

No obstante, el transporte privado ha acelerado su circuito de innovación en los últimos años. Una revolución histórica en el transporte que terminará con más de 100 años de propiedad individual del vehículo y remodelará la economía energética del mundo entero. Así lo refleja un nuevo informe presentado por el grupo de investigación RethinkX titulado ‘Rethinking Transportation 2020-2030: The Disruption of Transportation and the Collapse of the ICE Vehicle and Oil Industries’.

Los coches autónomos y conectados fue el tema central de mi sección del programa Tips de TVE de ayer y, aunque no profundizamos obviamente por la naturaleza de un magazine de televisión, si tratamos aspectos como el hecho de que la inteligencia artificial pudiera ser el paso definitivo en este tipo de coches. Sin embargo, volviendo al informe de RethinkX, resulta que un análisis acerca de lo que muchos fabricantes de coches del mundo están haciendo evidencia hacia donde va todo y a que velocidad.

Las grandes marcas exploran como sería un mundo inmediato donde su producto principal ya no fueran productos y si servicios, no vendieran coches pero ofrecieran movilidad. Sabemos que el 95% de los kilómetros circulados por los conductores y pasajeros en los vehículos actuales podrían ofrecerse sin demasiados problemas bajo un sistema denominado TaaS, o lo que es lo mismo Transporte como Servicio. De hecho, sólo en Estados Unidos, si la transición a este tipo de modalidad se produce en los próximos diez o doce años, el número de vehículos se reducirá de 247 millones a sólo 44. Obviamente, las grandes marcas de automóviles ya saben por donde les va a llegar la disrupción.

Es evidente que estamos en la primera fase de una de las rupturas más rápidas, profundas y con mayores consecuencias de la historia reciente. Si comparamos con la evolución de lo que significó Internet, podríamos decir que en este campo, la universalización del servicio de movilidad en lugar del coche privado estaría en el punto exacto que estaba la Red antes del nacimiento de Google. Todos sabemos como cambió todo y a que velocidad.

Los expertos que analizan a diario los indicadores de este cambio aseguran que el colchón, el amortiguador del cambio, radica en la edad media de los coches actuales. Se considera que entre 11 y 15 años será el tiempo de sustitución a partir de las primeras ventas abiertas previstas de este tipo de vehículos autónomos en 2020. Lo curioso es que ya nadie lo pone en duda. Es evidente que el estímulo a la economía será inmenso sobretodo en cuanto a la eficiencia de costes que actualmente no se puede tener por culpa de un modo de transporte del Siglo XIX y que precisa adaptación a un mundo donde la propiedad de según que productos es algo decadente y la adopción de servicios un modo económico, justo y eficiente de hacer sostenible nuestro mundo.

Como todo, la economía y su peso caerán sobre todas las reticencias. El uso del Transporte as a Sevice será diez veces más barato por kilómetro que comprarse un coche nuevo y cuatro veces más barato que operar con uno ya pagado. No hablamos de coches autónomos únicamente, convivirán el TaaS con conductor y el coche compartido con los primeros vehículos en zonas acotadas completamente autónomos.

El costo de este TaaS será muy reducido. La vida de los vehículos eléctricos supera el medio millón de kilómetros de media con un mantenimiento, gasto energético, costes financieros y tipologías de seguros a años luz de los actuales con coches, digamos, tradicionales. Cada familia, de media, según este informe ahorrará cerca de 5.000 euros al año al renunciar a su coche propio. Si el servicio se generaliza, la llamada curva de adaptación tecnológica exponencial se producirá por lo que siempre se ha producido, el dinero.

Esa curva de innovación y de aceptación del público de la misma es factible. Está pasando con el coche eléctrico o con el uso del denominado ‘car-sharing’ en múltiples ciudades. Los vehículos TaaS, son sin duda alguna el primer escalón hacia un mundo donde conducir tu propio vehículo sea algo ‘vintage’. Se proporcionará un transporte universal equivalente a lo que ahora conocemos como ‘cobertura del móvil’. ¿Recuerdas lo difícil que era tener ‘buena cobertura’ en los noventa, como se mejoró después y como ahora es muy difícil no estar potencialmente conectado sea donde sea? Eso mismo pasará con la ‘cobertura’ de los coches autónomos eléctricos y que, en lugar de ser tuyos, serán un servicio de movilidad disponible.

Ahora bien, los políticos se van a enfrentar a decisiones criticas. Esas ayudarán a acelerar o impedir que la transición al coche autónomo tipo Transport as a Service se produzca con la naturalidad que requiere. La primera y más importante será decidir cuando eliminar las barreras a los coches autónomos. Esa es la clave. Esos coches ya pueden circular, lo hacen en muchos lugares ‘protegidos’.

La impresión que solemos tener es que los políticos no van a correr mucho en este tema podría ser errónea. Un indicador de que los políticos estadounidenses están dispuestos a avanzar rápidamente es la legislación bipartidista para aprobar los vehículos autónomos presentada por el senador republicano John Thune y el demócrata Gary Peters. A nivel estatal, California ha aprobado a 30 compañías para probar sus automóviles autoconducidos en las vías públicas este mismo año y ha propuesto reglas para permitirlo completamente en el nivel 5.

Alemania ya está redactando el código de circulación que atenderá a este tipo de vehículos. Hay países que han entendido que en el ahorro del coste que tiene hoy en día un modelo productivo y de consumo vinculado al coche tradicional podría estar el crecimiento del futuro. Además, son países fabricantes de vehículos y, curiosamente, las marcas con mayor inversión en coches autónomos y en plataformas que aseguran estar preparándose para el TaaS. Alemanía, Reino Unido, Estados Unidos y Corea del Sur concretamente. El tiempo pasa y unos innovan y otros legislan.

 

 

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La importancia de revisar la versión oficial sobre el 'robocalípsis' inminente.

El pasado jueves ofrecí una conferencia en Málaga titulada 'Sólo para humanos, robots abstenerse'. Durante casi una hora expliqué a una audiencia que llenaba el salón de actos del Hotel Vincci Posada del Patio que la versión oficial sobre el futuro laboral de todos debe ser revisada. Es evidente que algunos sectores, como la fabricación y el transporte, tienen un alto potencial técnico para la automatización. Sin embargo otros, como la educación, los profesionales creativos, la información y la atención sanitaria, tienen un potencial humano difícilmente sustituible por un sistema automático. El apocalipsis robótico es menos posible en aquellos empleos donde la formación y la creatividad es algo fundamental. La aplicación de modelos de inteligencia artificial y sistemas automatizados ha llegado y va a seguir avanzando, sin embargo el impacto futuro de toda esta tecnología podría ser más parecido al que tuvieron los cajeros automáticos y menos que el que proponen las películas basadas en novelas de Isaac Asimov. Si será tan intenso o no, ya se verá, lo que si sabemos es que sucederá rápido.

El pasado jueves ofrecí una conferencia en Málaga titulada 'Sólo para humanos, robots abstenerse'. Durante casi una hora expliqué a una audiencia que llenaba el salón de actos del Hotel Vincci Posada del Patio que la versión oficial sobre el futuro laboral de todos debe ser revisada. Es evidente que algunos sectores, como la fabricación y el transporte, tienen un alto potencial técnico para la automatización. Sin embargo otros, como la educación, los profesionales creativos, la información y la atención sanitaria, tienen un potencial humano difícilmente sustituible por un sistema automático. El apocalipsis robótico es menos posible en aquellos empleos donde la formación y la creatividad es algo fundamental. La aplicación de modelos de inteligencia artificial y sistemas automatizados ha llegado y va a seguir avanzando, sin embargo el impacto futuro de toda esta tecnología podría ser más parecido al que tuvieron los cajeros automáticos y menos que el que proponen las películas basadas en novelas de Isaac Asimov. Si será tan intenso o no, ya se verá, lo que si sabemos es que sucederá rápido.

Estamos pasando de la propiedad de un producto al uso de un servicio que permita disfrutar temporalmente de él. Seguimos inmersos en el cambio absoluto de un modo de entender el mundo y la vida, la familia y los derivados de las relaciones sociales. La política se expone en las redes, trabajamos a distancia, nos movemos en un mundo minúsculo y tomamos conciencia de que la Tierra no es un lugar en el que volcar nuestra irresponsabilidad. Pero en los últimos años ‘la urgencia’ se ha convertido en algo inevitable y consustancial con la vida del individuo moderno. Todo se entrega en menos de una hora o de manera instantánea. Las redes que triunfan son las que así lo plantean y además si caducan mejor. Nada es perpetuo y en un rato desaparecen para siempre. La urgencia y la caducidad como esencia de nuestra existencia contemporánea.

En los negocios es aún más evidente. La generación del ‘on demand’ de todo exige que tras un texto enviado en cualquier formato, tengamos respuesta inmediata. Si grabas un video se debe poder ver unos segundos después en cualquier red. Si quieres un disco, desde tu móvil lo tienes al instante en streaming por ejemplo. Se acabó el ‘delay’ naturalizado de nuestra generación y bienvenida la civilización del ‘ya mismo’. Pero no todo es así o no lo será cómo mínimo. Existe una paradoja. La opción de tener acceso a todo y a todos tiene cara B. La naturaleza siempre equilibra. Siempre busca el polo opuesto y en el caso tecnológico también. La mutación sociológica que supone el uso instantáneo de redes y dispositivos, plataformas sin intermediarios o tecnología de impresión 3d, filmación o inteligencia artificial, también está proporcionando un modo nuevo de pensar, de vivir, de valorar algunos aspectos que en épocas pasadas eran insalvable e ‘indebatibles’.

Mientras muchos aspectos vinculados a la tecnología han estimulado los negocios a límites de urgencia inéditos, la considerada urgencia sociológica se ha ralentizado hasta casi detenerse curiosamente. Parejas que no se casan durante años, retrasando un desenlace que era obligatorio lo antes posible o embarazos que se planean hacia los treinta largos o incluso los cuarenta son una muestra de que hay cosas que se han detenido o no tienen urgencia. Si tenemos en cuenta que cada década la esperanza de vida en nuestra sociedad aumenta una media de tres años, sabemos que en el ‘primer mundo’ algunos elementos de urgencia también desaparecerán como ahora los entendemos. Tendremos mucho más tiempo para hacer cosas. ¿Qué prisa hay en hacer algo si tienes mucho más tiempo que tus abuelos para hacerlo? Los nacidos esta década vivirán más de un siglo de media, tal vez mucho más. Además esos años adicionales los van a vivir mejor y sin limitaciones vinculadas a rutinas, ineficiencia y situaciones del pasado.

Nuestros hijos o nietos vivirán más de cien años y llegarán en un estado saludable a los ochenta, con ganas de hacer mil cosas que además podrán hacer. Su mundo estará rodeado de tecnología que facilitará todo. Permitirá vivir en otro estado de dependencia y de independencia. Un mundo dónde fronteras y banderas significarán algo más humano que patriótico y dónde seguramente seremos más ‘fans’ de un desarrollo robótico que de un equipo de fútbol. Nuestros hijos hoy ya no entienden que algo se retrase en llegar pero a la vez no contemplan el mundo como conectado siempre. Es curioso. ¿Recuerdas cómo cuando ‘te conectabas’ a Internet requería de unos minutos esperando que engancharas tu computadora a ‘Internet’ llamada Infovia en España por ejemplo? De hecho decimos ‘conectados’ por eso. Hoy en día técnicamente estamos conectados siempre. Pero los más jóvenes llaman a conectarse o desconectarse a un hecho distinto, a una manera de estar o no estar en contacto que es algo muy distinto.

Ellos son hijos de la cultura del ‘pause’, de la no propiedad, de la economía colaborativa, de la vigilancia activa y del streaming social. En los próximos años vamos a empezar a ver un mayor reparto casi gratuito de tecnología a nuestras vidas y veremos también como se transforman en casi ‘derechos fundamentales’ algunos ‘servicios’. La deriva de todo ello será la pérdida de propiedad y la ganancia de tiempo. La urgencia como la entendemos quedará postergada a la tecnología, al software, a lo robótico. Lo humano irá tomando un territorio donde estaremos ‘out of time’ y dónde lo importante será ser más libre de algunos aspectos que ahora relacionan ‘urgencia’ con ‘competitividad’. Nadie podrá ser más rápido que un software o un robot. Lo que proporcionará un humano será eso, humanidad y no velocidad ni urgencia.

Como el tiempo es dinero queda claro que el cumplimiento instantáneo no dependerá de nosotros. El mundo sólo hará que pedir más descargas instantáneas de música, de noticias, de información o de cualquier servicio. Lo vamos a exigir todo instantáneo en un mundo digital. Y lo vamos a exigir a quienes lo pueden hacer, las máquinas y automatismos. Pero a la vez iremos generando en paralelo una vida más tranquila. Fijaros cómo cada vez gana importancia el ‘vivir’ y disfrutar del deporte, la familia, el tiempo sin urgencia. Un mundo tecnológicamente urgente y otro humanamente tranquilo. Planificar la jubilación cada vez será algo más abstracto para los jóvenes. Esa etapa, cuando ellos lleguen, estará en una franja que ahora, cuarenta o cincuenta años antes, no podemos ni tan siquiera imaginar. Seguramente, el concepto tal y como lo entendemos habrá desaparecido para entonces y plantearse la urgencia de hacer cosas antes también. Aquella lista de ‘diez cosas que quiero hacer antes de morir’ tendrá un sentido bien distinto en cuanto a la necesidad de hacerlo lo antes posible.

Cierto que el mundo va a toda leche. Es cierto también que vivimos acelerados, que todo parece urgente, pero revisa bien como todo está cambiando a la vez. Como valoramos unas cosas y otras de manera distinta. Es urgente un escenario concreto que proporciona lentitud a otro. Es una paradoja que va a reinar nuestro futuro. Aunque curiosamente, habría que 'darse prisa' en ir preparando políticamente y sociológicamente todo ese cambio o nos pillará con el pie cambiado y un proceso que debería de ser brillante y muy beneficioso pudiera convertirse en un drama de dimensiones inéditas hasta la fecha. Depende de nosotros en gran medida, de cómo nos vamos adaptando, formando y transformando, pero depende sobretodo de quienes tienen que liderar estos procesos políticamente. La robotización no es mala por naturaleza, es parte de la propia evolución. La tecnología siempre ha incorporado novedades que asustan pero a la vez que nos benefician. Formar a una sociedad que debe digerir todo esto a una velocidad inédita es obligación de quienes legislan. Tal vez, formarse ellos mismos también sería una buena idea.

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