Agrotech, Economía, Industria 4.0 Marc Vidal Agrotech, Economía, Industria 4.0 Marc Vidal

Los problemas del campo y su imprescindible apuesta tecnológica

Hemos pasado del lápiz y papel a las calculadoras. Más tarde llegaron las hojas de cálculo. Ni unas ni otras reemplazaron a los matemáticos, sino que los volvió incluso más imprescindibles. Ahora bien, quien no lo aceptó, quien no se volcó en su uso, perdió competitividad. El hecho de abrazar la tecnología para que nos proyecte económicamente es un valor que aumenta a medida que sus aplicaciones son cada vez más eficientes. Si extrapolamos la llegada de la automatización y la tecnología sostenible al campo, el asunto es cuestión no es tanto como luchamos contra escenarios del pasado sino como imaginamos el espacio agrícola del futuro inmediato. Es evidente que el campo va a ser un lugar automatizado, donde el agricultor y el ganadero, deberán hacerse la siguiente pregunta: ¿cuánto de computerizable soy?

Hemos pasado del lápiz y papel a las calculadoras. Más tarde llegaron las hojas de cálculo. Ni unas ni otras reemplazaron a los matemáticos, sino que los volvió incluso más imprescindibles. Ahora bien, quien no lo aceptó, quien no se volcó en su uso, perdió competitividad. El hecho de abrazar la tecnología para que nos proyecte económicamente es un valor que aumenta a medida que sus aplicaciones son cada vez más eficientes. Si extrapolamos la llegada de la automatización y la tecnología sostenible al campo, el asunto es cuestión no es tanto como luchamos contra escenarios del pasado sino como imaginamos el espacio agrícola del futuro inmediato. Es evidente que el campo va a ser un lugar automatizado, donde el agricultor y el ganadero, deberán hacerse la siguiente pregunta: ¿cuánto de computerizable soy?

Los problemas del campo español no se solucionan con un precio mínimo en origen o con la reducción de costes en la cadena de distribución. Por lo menos no a medio plazo. Puede ser un remedio paliativo pero el meollo del asunto es estructural. Veamos el caso de Holanda, un país del tamaño de Extremadura y que es el segundo exportador de alimentos de Europa. Ahí se producen muchos más tomates y patatas que en nuestro país y, además, usando mucha menos agua. ‘Holanda está en los primeros puestos del ranking europeo de exportaciones de hortalizas y, en la producción y venta al exterior de cebollas, flores y bulbos, ya son los número uno del continente’. El motivo fundamental radica en que la productividad holandesa por hectárea agrícola es 2,5 veces superior a la media europea. Para lograrlo, la tecnología agraria ha sido un factor determinante en el despegue del sector primario holandés, gracias a invernaderos de última generación.

Tengamos en cuenta que Holanda tiene menos horas de luz y hace mucho más frío que en España, pero sus agricultores han sido capaces de producir de forma sostenible y a gran escala frutas, verduras y, sobre todo, flores. Por poner un ejemplo de su eficiencia y productividad, cabe destacar que en el sur de los Países Bajos más de 10.000 hectáreas de cultivos bajo cristal producen más de 1.700.000 toneladas de hortalizas. Otro dato demoledor es el que afirma que la superficie dedicada al tomate tiene una productividad que cuadruplica la media de 20 kilos por metro cuadrado y año de un invernadero español por ejemplo.

¿Como lo logran? Con múltiples aplicaciones tecnológicas que se iniciaron a implementar hace más de una década. Las ayudas públicas a retornar a veinte años sirvieron para modernizar el campo, hacerlo eficiente y amortizar las inversiones derivadas. Tecnología como la difusión de los haces de luz, que aumenta la productividad hasta un 8% desde el minuto cero. La falta de luz ha creado de la necesidad una virtud. En los invernaderos holandeses aplican bombillas LED de más potencia y de menor consumo. Utilizan la inteligencia artificial para medir cada aspecto de esos cultivos y los datos para generar nuevos modelos de explotación ahorrando energía y reduciendo costes. 

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A diferencia de otros países, la transferencia tecnológica va directamente al sector productor y de distribución holandés, que se ha modernizado con ayudas públicas únicamente orientadas a esa mecanización y digitalización del campo y de toda la cadena de distribución. Curiosamente no se ha destruido empleo bruto en el sector primario. Un sector que, por cierto, representa el 10% del PIB del país de los tulipanes. En los Países Bajos, en 2000 nació la cogeneración energética para invernaderos capaces de producir calor a partir de gas natural para el cultivo y la electricidad de las instalaciones. Un sistema muy extendido en Holanda y que ya produce el 20% de la electricidad del país.

‘Holanda exporta unos 80.000 millones de euros en productos agroalimentarios, más que España, Italia y Portugal juntos. Según la base de datos del Instituto Español de Comercio Exterior, Países Bajos es el mayor exportador de Europa de productos agroalimentarios, por encima de potencias como Francia o Alemania, a pesar de ser un país tan pequeño. Es cierto que una parte de esas exportaciones son alimentos que han sido importados previamente porque Holanda es el centro de distribución más importante de Europa’. 

Los campos, en ese país, están cubiertos por modernos invernaderos que reflejan la luz del sol por el día y se iluminan por la noche para el cultivo de patatas, cebollas, tomates o fresas. La eficiencia es brutal. ‘Cada 4.000 m2 de cultivo se producen más de 20 toneladas de patatas, frente a las 9 toneladas que se producen de media en otros países en el mismo espacio. Holanda es el mayor exportador de patatas del mundo con una cuota del 18% de todas las exportaciones del mundo mientras que España ocupa el décimo puesto en este ránking con una cuota del 3,7%.’

Estos datos provienen de un exhaustivo artículo de Vicente Nieves, que además explica el caso al que antes hacía referencia sobre la producción de tomates. Para obtener un kilo en España se necesitan unos 60 litros de agua, mientras que para obtener ese mismo kilo de en Holanda, ‘con tierra enriquecida y demás sofisticaciones, sólo se necesitan 15 litros de agua. Un cambio comenzó a tomar cuerpo hace ya casi dos décadas, cuando varias organizaciones y el sector público lanzaron un programa de agricultura sostenible’.

Aunque es cierto que en nuestro país hay explotaciones agrícolas muy avanzadas tecnológicamente y perfectamente preparadas para un futuro de competitividad digital, parece que los problemas del campo español no son susceptibles de solucionarse con la aplicación de precios mínimos en origen, la disección de los incrementos de costes en la cadena de distribución, con la revisión de peonadas o la reducción del salario mínimo. Bien podría ser que el gran problema del sector primario español está en algo más estructural y de adopción tecnológica. 

Si  hablamos de precios mínimos en origen tendremos un incremento en todas las fases de la cadena de valor. Si revisamos los costes laborales tendremos un incremento del coste de producción. Si revisamos la cadena de distribución veremos que casi un 60% de esos costes son impuestos añadidos. Si buscamos subvenciones al campo que solo se dirijan a los seguros agrarios o soportar el paro estacional que produce, no tendremos la modernización que todos los sectores productivos necesitan para ser competitivos en un mundo globalizado.

Si pedimos que no se puedan vender alimentos marroquíes  deberíamos preguntarnos porque nuestro vecino iba a dejarnos pescar en sus aguas. Economía global se llama. Contra el salario de esclavo de algunos países solo podemos incorporar tasas y controles de la calidad sanitaria. Contra el bajo coste de origen en algunos países sólo podemos actuar con tecnología e inspirarnos en países como Holanda.  

Buscar culpables donde no los hay no ayudará. Desviar la atención como interesa a muchos tampoco. Tanto el sector agrícola como el Ministerio de Agricultura han apuntado a los supermercados como grandes responsables del problema. Recordemos que el 80% de lo que producen los agricultores españoles se exporta y sólo el 7% acaba en los lineales de las grandes superficies. Supongo que ese pequeño porcentaje no puede ser el botón que arranca la venta a pérdidas. 

De ahí que el discurso en favor de la inversión pública y privada en modernizar el campo no sea accesorio. Al igual que con todas las industrias, la tecnología desempeña un papel clave en la operación del sector agroalimentario, pero el ritmo de la innovación en la agricultura no ha seguido el ritmo de otros sectores en nuestro país y otros de nuestro entorno, es evidente. La agricultura es la industria menos digitalizada de todas las otras industrias que componen el arco productivo, según el índice de digitalización del McKinsey Global Institute.

Al mismo tiempo que nos está costando mucho entender como sería el campo del futuro, en que ocuparemos a los agricultores cuando sus tareas sean otras, tenemos una cadena de suministro inflexible que hace que el cambio sea muy difícil de realizar. Una cadena de valor acostumbrada a operar en un escenario opaco y que ha invertido poco en rastreabilidad de alimentos. Al igual que otros sectores han tenido que adaptarse a los tiempos que corren, el campo deberá hacerlo también. No es opcional. Cualquier debate sobre el resto de magnitudes sólo harán que retrasar lo inevitable y, desgraciadamente, encarecerlo. Debatir sobre otros aspectos puede ser nutritivo pero no va en la dirección real de solucionar este enorme problema.

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Economía, Futurismo, Personal Marc Vidal Economía, Futurismo, Personal Marc Vidal

Entrevista en La Razón: ¿Cuánto invierten los países en industria 4.0?

Blanca Capitán, de La Razón, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «Francia invierte 23 veces más que España en robots». Aunque el título hace referencia a la inversión pública en el país galo para estimular la robotización de su industria, en realidad lo que explico en la conversación es que es una inversión más genérica y que se realiza en todos los aspectos que interfieren en el desarrollo de la cuarta revolución industrial. España tiene programas de dinamización pero no llega a la potencia de otros países de nuestro entorno. Tenemos ejemplos más detallados como que nuestro país no tiene ningún plan integral sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial. Bueno, mejor dicho, si tenemos, pero se trata de un libro blanco presentado en febrero de este mismo año y que todavía sigue en blanco. Aquí os dejo la transcripción de la entrevista.

Blanca Capitán, de La Razón, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «Francia invierte 23 veces más que España en robots». Aunque el título hace referencia a la inversión pública en el país galo para estimular la robotización de su industria, en realidad lo que explico en la conversación es que es una inversión más genérica y que se realiza en todos los aspectos que interfieren en el desarrollo de la cuarta revolución industrial. España tiene programas de dinamización pero no llega a la potencia de otros países de nuestro entorno. Tenemos ejemplos más detallados como que nuestro país no tiene ningún plan integral sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial. Bueno, mejor dicho, si tenemos, pero se trata de un libro blanco presentado en febrero de este mismo año y que todavía sigue en blanco. Aquí os dejo la transcripción de la entrevista.

«Francia invierte 23 veces más que España en robots»

Estamos en el momento más peligroso en el desarrollo de la humanidad», recupera Marc Vidal de Stephen Hawking, en la antesala de su nuevo libro «La era de la humanidad». La cita con el consultor en transformación y estrategia digital tiene lugar en el centro de Madrid, en un enclave destinado a la formación de dirigentes y al impulso del emprendimiento, la emblemática Fundación Rafael del Pino. Marc Vidal, solicitado conferenciante, ha hecho gira de su pensamiento en 27 países y actualmente se encuentra en presentando su cuarto libro.

–¿Qué mensaje transmite el libro?

–Optimismo. La implantación disruptiva de ésta precisa que repensemos su uso y nos acordemos que seguimos siendo los protagonistas. La revolución tecnológica que vivimos y que viviremos es cada vez más profunda. «La era de la humanidad» supone un toque de atención para la sociedad y una crítica sobre cómo España está a años luz de otros países.

–¿Qué recetas deberían seguir las grandes y pequeñas empresas frente a un nuevo cambio tecnológico?

–Depende del sector, el tamaño e incluso de la ubicación territorial. Lo que está claro es que el cambio tecnológico interfiere en cuatro vértices claros. Por un lado, las empresas tienen que entender que el cliente quiere ser el centro de la cadena de valor, algo que no es sencillo sin la tecnología. La segunda clave sería mejorar los procesos productivos. La tercera se refiere a la generación de nuevos modelos de negocio, es decir, hacer la misma actividad pero de otro modo. Y la cuarta se basa en impulsar el desarrollo de las habilidades del equipo.

–¿A qué nivel de innovación se encuentra España respecto a otros países de Europa?

–No vamos líderes, por decirlo de manera sana. España carece de políticas fiscales. Irlanda, Berlín, París, Londres o Eslovenia cuentan con políticas de innovación tecnológica. La innovación en España está desequilibrada. Por ejemplo, en el último debate electoral, los candidatos se pasaron 178 minutos hablando: la palabra digital no salió ni una vez y la palabra tecnología salió en el minuto 171.

–¿Qué medidas pediría al Gobierno para afrontar una revolución?

–Una hoja de ruta adecuada para las empresas y las personas. Francia, por ejemplo, invierte 23 veces más que España en industria 4.0, la robotización requerida para el cambio tecnológico. España debería atacar este cambio empezando por subsanar el sector que más contribuye a su economía, el turístico.

–Al igual que los Emiratos, ¿cree que España debería crear el cargo de Ministro de Inteligencia Artificial?

–Suecia ya lo ha hecho y se llama «Ministro del Futuro». En España, el pasado febrero se presentó el «Libro Blanco de la Inteligencia Artificial» y se llamó así, supongo, porque desde entonces no ha pasado nada. Al mismo tiempo en el mundo se desarrollaron más de 18 libros con sus propios planes de inteligencia artificial. Esto quiere decir que otros países ya prevén la ética de esta materia.

–De cara a 2025, ¿cree que los robots podrían recortar puestos de trabajo?

–No deberían. Lo normal es que, a medida que la tecnología ocupe el espacio que hace un ser humano, éste vaya o se reubique. Cuando alguien te diga que un software te quitará el empleo, o que un robot ocupará tu puesto, entonces le tienes que contestar que no, que quien lo va a hacer será alguien como tú pero que se lleve mejor con ese robot o con ese software. Esa es la clave del futuro, llevarse bien con la tecnología. ¿Cuánto de computerizables somos?

–Sobre el trabajo con robots, ¿qué políticas sugiere?

–Estimular la robotización al igual que se estimuló la digitalización. Lo que hay que saber es para qué se estimula, y para eso nos haremos la pregunta de ¿quién lo hace? y ¿por qué lo hace? Este «porqué» es la clave. La tecnología solamente es el «cómo», y el «porqué» seguiremos siendo los seres humanos.

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Las calculadoras no sustituyeron a los matemáticos pero les obligó a trabajar distinto.

El pasado jueves estrené conferencia. En concreto fue durante el espectacular evento ModernCX organizado por Oracle. El lugar donde sucedió era magnífico: el Club Retiro Florida. La verdad es que subirte al mismo escenario en el que en algún momento han actuado artistas como Ray Charles, Tina Turner, Plácido Domingo o Montserrat Caballé tiene su cosa. Mi charla se titulaba ‘Hold On! We are Humans’ (¡espera! somos humanos) y, aunque todavía le queda un tiempo de maduración y mejora, tuvo un buen recibimiento. En un evento cuyo objetivo es analizar el modo en el que colocamos al cliente en el centro de la cadena de valor y, con ello, le ofrecemos una experiencia compleja pero de interés, hablar de como los valores humanos deben anteponerse a los automatizados es un reto. 

El pasado jueves estrené conferencia. En concreto fue durante el espectacular evento ModernCX organizado por Oracle. El lugar donde sucedió era magnífico: el Club Retiro Florida. La verdad es que subirte al mismo escenario en el que en algún momento han actuado artistas como Ray Charles, Tina Turner, Plácido Domingo o Montserrat Caballé tiene su cosa. Mi charla se titulaba ‘Hold On! We are Humans’ (¡espera! somos humanos) y, aunque todavía le queda un tiempo de maduración y mejora, tuvo un buen recibimiento. En un evento cuyo objetivo es analizar el modo en el que colocamos al cliente en el centro de la cadena de valor y, con ello, le ofrecemos una experiencia compleja pero de interés, hablar de como los valores humanos deben anteponerse a los automatizados es un reto. 

Sin embargo, no seré yo quien deje de lado el valor exponencial de la tecnología ni tampoco voy a ser yo quien la coloque en un plano secundario.  Por dos razones, porque es a partir de la tecnología que las empresas y las organizaciones localizarán las vías de crecimiento y competitividad indispensable en los tiempos que vivimos y, en segundo lugar porque es a partir de esa tecnología que considero el ser humano puede proyectarse con mayor intensidad. Sigo pensando que la robótica nos hace más humanos, nos concede un tiempo muy valioso para ejercer de seres vivos. El problema está en que eso ni es automático ni carece de esfuerzos.

De ahí que cuando me propuse desarrollar una nueva conferencia, que fuera una evolución de la que durante tres años he ido ofreciendo con diversas mejoras y actualizaciones y titulada ‘reWorking’, pensé que el hilo argumental no podía ser otro que el de contraponer las virtudes y los riesgos que la Inteligencia Artificial y la automatización tienen en todos los ámbitos de la vida y del empleo. Por eso, en un punto intermedio de la misma comento que ‘ninguno de nosotros sentiría amenazado nuestro empleo hoy en día por una calculadora. Sin embargo, esta herramienta tan generalizada inquietó a la mayoría de matemáticos en los días de su lanzamiento’. Ahora los rápidos avances en inteligencia artificial y en aprendizaje automático generan debates y preocupación cuando hablamos del empleo del futuro.

En esta nueva conferencia, cuyo contenido y título evolucionará obviamente, ya no habla de otras revoluciones industriales. Ya no es necesario, todos lo tenemos claro. Los motivos de preocupación en la actualidad son similares a los que se presentaron hace 250 años y está más que demostrado que la tecnología es un facilitador de la eficiencia y la eficacia, que amplifica los logros humanos, en lugar de alejarse de ellos. Por eso, un canto a los beneficios de la tecnología no debe ser algo contrario a lo humano. No se pueden dar charlas diciendo simplemente que lo humano es mejor sin sustentarlo de manera firme lo lo convierte en una alegoría ‘buenista’ y ‘naif’ como he escuchado por ahí, anteponiendo sin justificación lo humano a lo robótico.

No es sencillo ni automático. Hay mucho que hacer antes de que la tecnología no sea un parto doloroso. Mucho que prever antes de que la inteligencia artificial no se lleve por delante millones de empleos. Mucho que estudiar estratégicamente para que las empresas que se automatizan no destruyan modelos productivos analógicos. Mucho que las administraciones deben empezar a analizar. Mucho que hacer y que a partir de unos meses empezaré a explicar en esta nueva conferencia. Una conferencia que se centra en la experiencia adquirida durante la transformación digital de algunas de las empresas para las que ahora mismo estamos trabajando y que nos ofrecen un grado de conocimiento espectacular.

Hemos pasado del lápiz y papel a las calculadoras. Más tarde llegaron las hojas de cálculo. Ni unas ni otras reemplazaron a los matemáticos sino que los volvió incluso más imprescindibles. Ahora bien, quien no lo aceptase, quien no se volcó en su uso, perdió su trabajo. Es muy simple. El hecho de abrazar la tecnología para que nos proyecte de humanamente es un valor que aumentará a medida que el avance de los sistemas de análisis sofisticados generen la necesidad de una interpretación y una aplicación aún más avanzadas, algo que, por cierto, solo los humanos podemos hacer. La pregunta nunca fue si ‘una calculadora te iba a quitar el trabajo’, de hecho tampoco lo es ahora si un sistema de inteligencia artificial te lo va a quitar. Ni siquiera la cuestión es averiguar el grado de afectación que tu empleo tendrá a corto o medio plazo por culpa de las tecnologías exponenciales. El asunto es cómo imaginamos el espacio laboral del futuro inmediato. Un lugar automatizado, donde mucho de lo que hacemos ahora no lo haremos nosotros. Un lugar donde la pregunta real será ¿cuánto de computerizable eres?

Permíteme recordarte que ‘Hod On! We are Humans’  es una conferencia basada en el ‘build with people, no for people’. Una composición visual espectacular con un discurso focalizado en la importancia de las personas en todos los aspectos de la economía actual. En esta charla avanzo las cuatro claves para abordar con éxito el desafío digital que supone este momento de disrupción. El uso de los datos para generar mejores experiencias de cliente, la utilización de la inteligencia artificial para hacer mucho más eficientes los procesos empresariales, la mutación de los productos a servicios para generar nuevos modelos de negocio y, especialmente, la búsqueda de la excelencia en los equipos humanos, a partir de las competencias a estimular. Una conferencia que evita el futurismo improbable, aterrizando a nuestros días el verdadero valor de colocar en el centro de la economía la experiencia de cliente y la responsabilidad de los profesionales implicados en lograrlo. La tecnología no es opcional, pero el cómo la utilizamos sí.

En breve publicaremos las fechas y lugares donde asistir a esta nueva conferencia disponible. En el caso de que estés interesado en contratarla para un evento de tu empresa u organización no dudes en consultar disponibilidad aquí.

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Economía, Industria 4.0, Politica Marc Vidal Economía, Industria 4.0, Politica Marc Vidal

¿Te preocupa la Cuarta Revolución Industrial? Pues relájate, esto no ha hecho más que empezar.

Hablan, hablamos mucho de la cuarta revolución industrial. A veces hasta parece como si ya la estuviéramos superando, como si de un momento a otro alguien vaya a inaugurar la quinta. Y la realidad es que nuestra revolución tecnológica está en fase embrionaria. Y eso que puede parecer apasionante, también asusta. Si todo lo que estamos viviendo no es más que la antesala, ¿qué nos espera en cinco, diez o veinte años?

Hablan, hablamos mucho de la cuarta revolución industrial. A veces hasta parece como si ya la estuviéramos superando, como si de un momento a otro alguien vaya a inaugurar la quinta. Y la realidad es que nuestra revolución tecnológica está en fase embrionaria. Y eso que puede parecer apasionante, también asusta. Si todo lo que estamos viviendo no es más que la antesala, ¿qué nos espera en cinco, diez o veinte años?

Esta cuarta revolución industrial, denominada desde un punto de vista económico como Industria 4.0, es mucho más que eso. En ocasiones ofrezco una conferencia denominada ‘reWorld’ y diferente a otras más económicas pues se centra precisamente en el significado que tiene para todos los ámbitos de la vida el momento inédito e histórico que estamos viviendo. Suelo buscar la dimensión de lo que vivimos y el estadio en el que nos encontramos. Sabemos que esta revolución está siendo impulsada por los más de 5.000 millones de personas en el mundo conectadas a través de sus millones de dispositivos móviles, pero sólo está viviendo su primera etapa precisamente porque está sujeta a ellos.

Esta revolución tiene un problema actualmente. Arrancó sin afianzar unas bases sólidas que puedan cimentarla bien. Ninguna revolución de ningún tipo puede ser realidad si no hay un sustento tecnológico, económico, socializado, político y cultural que lo sujete y lo haga coordinadamente. Los fundamentos de la transformación que vivimos pasan por redes más avanzadas, seguridad demostrable, cambios en la cultura empresarial, economía circular, modificar el sistema de empleo, acotar las habilidades humanas para afrontar el futuro, diseñar espacios para compartir, entender que datos son relevantes y cuales no, apreciar el valor de la inteligencia artificial, etc.

Pongamos un ejemplo de cómo no estamos haciendo las cosas bien. Hoy el móvil es el centro de nuestra vida como decía, pero cada vez lo será menos. Dentro de cinco minutos, en 2020, en la era del 5G, el móvil no ocupará la posición central que ahora ostenta o, al menos, será menos protagonista pues estaremos rodeados de infinidad de dispositivos inteligentes capaces de sustituir sus funciones. Todo será muy diferente. En apenas 18 meses tu vida va a cambiar para siempre y aun no lo sabes tal vez. Estamos amontonando en una montaña de necesidades futuras, de cambios necesarios y de análisis por hacer, todo cuando sucede sin orden ni previsión. No hay acción política, ni económica en la mayoría de los casos, ni debates éticos, ni culturales, ni análisis de la utilización de los datos masivos que emitiremos en ese cercano 2020 por múltiples vías.

Seguimos en manos de la táctica social bajo la sombra de la estrategia empresarial. El móvil está muerto, es el pasado, no es el futuro. Le pasará como le pasó a Internet. La red de redes ha tenido diferentes etapas y cada una de ellas ha jugado en una interfaz diferente. Hubo una etapa de 1995 a 2005 en la que la interfaz era la pantalla grande de un ordenador de sobremesa. Se trataba de una red reflexiva. A partir de 2005 y hasta hoy, la interfaz ha sido el móvil siendo más impulsiva, más veloz. Pero lo que empieza ahora es que la información de la que estamos hablando no la generamos nosotros, sino un sensor. Se trata de un flujo de datos que se genera sin que nosotros hagamos nada.

En una década, o menos, habrá sensores en tu tienda de chuches, en el coche, en el bar o en tu ropa interior. Tu cerebro no generará el contenido, sino que se generará a través de tu movimiento y tu relación con los objetos. Esa Internet de las Cosas pasará a ser la Internet del Todo. Por mucho que imagines no crearás casi nada en la red, eso lo hará tu actividad y tu relación con el entorno. Y eso no es fácil de asimilar empresarialmente, ni culturalmente, ni políticamente.

Ayer estuve en una de las sesiones de consultoría con un cliente de cierta envergadura del sector servicios. Como es habitual, cuando llegamos a una fase concreta del trabajo, el debate sobre el diseño de nuevos modelos de negocio asociados a la transformación de procesos y de conocimiento del cliente, se acabó atascando en la dichosa ‘planificación’. Un mundo donde la planificación como se entendía en el siglo pasado está muerta, no cabe su utilización. El mundo cambia muy rápido y las empresas que no marcan el ritmo ni por tamaño o capacidad y que dependen de ‘como lo definen otros’ deben tener una hoja de ruta a 18 meses vista como máximo y un plan de acción a tiempo real flexible y optimista. No siempre es fácil entenderlo, hacerlo entender y ponerlo en práctica.

El mayor problema es que no hay una cultura empresarial generalizada, socialmente entendida, laboralmente analítica, políticamente valiente para este tipo de modelos nuevos y disruptivos. Para conseguir adaptarse a los cambios y tener éxito, los proyectos de innovación y de transformación (puede que digital) de una empresa (y de una sociedad) han de ser permanentes, no episódicos. La mayoría de los grandes cambios que la Cuarta Revolución Industrial va a traer aun están por llegar. No hemos llegado ni a la primera meta volante. Esa primera etapa será el 5G, el big data genérico, la inteligencia artificial rodeando nuestras vidas, una nueva relación con el poder, ciudades estado, etc. Estoy seguro que, empresas y sociedad, deberemos entender y hacer comprender a quienes nos gobiernan política y económicamente que las relaciones tal y como las conocemos van a cambiar de manera radical en breve. Lo que antes eran 10 años, ahora son 5 minutos. Qye vayan esperando.

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Big Data, Conferencias, Industria 4.0 Marc Vidal Big Data, Conferencias, Industria 4.0 Marc Vidal

El futuro del futuro: 'reWorking' y la fábrica conectada.

Hace unos días ofrecí una conferencia para la multinacional japonesa Hitachi. Una empresa que mantiene un nivel de innovación brutal. Fue un buen momento para comentar, en esa charla, el papel fundamental que juega la eficiencia de lo que llamamos fábricas inteligentes. Desde mi punto de vista, además, la colaboración entre robots y personas, liderada por los ‘cobots’, será uno de los elementos más fascinantes de las producción industrial en el futuro inmediato.

Hace unos días ofrecí una conferencia para la multinacional japonesa Hitachi. Una empresa que mantiene un nivel de innovación brutal. Fue un buen momento para comentar, en esa charla, el papel fundamental que juega la eficiencia de lo que llamamos fábricas inteligentes. Desde mi punto de vista, además, la colaboración entre robots y personas, liderada por los ‘cobots’, será uno de los elementos más fascinantes de las producción industrial en el futuro inmediato.

Fue un buen momento también para entender el papel que juega la industria 4.0 en el progreso de una sociedad. Una empresa como Hitachi trabaja en convertir su red de fábricas en una trama de fábricas conectadas. Algo que la industria 4.0, o la cuarta revolución industrial, describe como una nueva era de fabricación digitalmente habilitada mediante la cual las computadoras pueden controlar las líneas de producción automatizadas. La inteligencia artificial supervisa y mejora los procesos físicos de la fábrica, incluso anticipa problemas antes de que ocurran. Nuevos productos y procesos se prueban virtualmente para que la producción en el mundo real pueda funcionar sin interrupciones. Se controla y actualiza remotamente una red de fábricas distribuidas por todo el mundo con una necesidad de mano de obra humana muy inferior y con la opción de reubicar ese personal en tareas realmente muy diferentes y de valor añadido.

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El problema de todo esto reside en que unos países están realmente enfocados en la reconversión más grande que jamás ha vivido la Industria, sólo comparable con la llegada de la máquina de vapor a finales del siglo XVIII, y otros no. Un error no hacerlo. La participación de las estructuras públicas de España en la inversión de capital focalizado a la producción inteligente es muy baja en comparación con las economías de nuestro entorno, nuestra competencia por cierto. A pesar de una leve mejoría en los últimos años, España está muy por detrás de Reino Unido, Francia, Alemania e Italia. Si hablamos de otros destinos aparecen Estados Unidos, Singapur, China, Japón, Canadá, Turquía o Rusia. En todos ellos hay una apuesta privada clara y un estímulo público para que eso pase.

China se centra en la inversión en robótica y recientemente superó a Japón como el mercado de robots industriales más grande del mundo. El mayor uso de la robótica industrial reducirá los costos de mano de obra en China, Francia, Alemania, EE.UU., Canadá y Japón entre un 18 y un 25% en cinco años. Lo que supone una muy mala noticia para la competitividad de nuestro país. Resulta que la reducción del coste de la mano de obra ya no depende de esclavizar a los empleados en países remotos. Ahora tiene que ver con el nivel de eficiencia y automatización inteligente de esas factorías.

Si tienes una fábrica o trabajas en una, hagas lo que hagas, no tienes más remedio que estimular la transformación digital de ella. La única manera de asegurar que las operaciones de fabricación se ejecuten con la máxima eficacia, garantizando que los equipos de la planta puedan detectar y corregir las ineficiencias y anticipar la necesidad de mantenimiento a través de análisis predictivos. La base de este futuro estado de auto-optimización es la capacidad de integrar y recopilar información en tiempo real de cada pieza de equipo, dispositivo y sensor en planta.

Ahí es donde la transformación digital a través del Internet Industrial of Things (IIoT) se convierte en la clave fundamental. Las técnicas avanzadas de gestión de planta de la fábrica del futuro se basarán en los datos recopilados directamente de los equipos del taller para calcular el rendimiento real de la máquina frente al rendimiento planificado de la máquina en tiempo real. Esta retroalimentación inmediata detecta y predice fallos o ineficiencias, tanto en los procesos como en el equipo, y permite a los operadores tomar medidas correctivas si se detecta una desviación del objetivo mucho antes y con menor coste. Esa clave de modernización depende de la transformación a Industrías 4.0. No hay otra.

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Fábricas que fabrican cosas, pero que sobretodo, producen datos. La fábrica de datos por delante de la fábrica de cosas. De esto va. Los datos recolectados de los equipos en plantas industriales también pueden eliminar un parón no programado evaluando la salud de los componentes críticos del equipo y prediciendo un error del equipo para programar reparaciones antes de que ocurra. Hablamos de un cambio de paradigma. Se pasa de preventivo a predictivo. A mi modo de ver, la Industria 4.0 se define por este nuevo concepto que lo cambia todo y que precisa de políticas empresariales estratégicas y de políticas de apoyo públicas como cualquier reconversión industrial. Vamos a ver si nos ponemos en ello, el futuro, no sólo de las fábricas, está en juego.

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Comunicacion, Conferencias, Eventos Marc Vidal Comunicacion, Conferencias, Eventos Marc Vidal

Nueva conferencia: ‘reWorking’.

Hoy doy una conferencia para la empresa japonesa Hitachi. No es una charla más, pues estreno contenido y título. Se llamará ‘reWorking’, un intento de sintetizar el obligatorio cambio de metodologías, relaciones y sistemas en el empleo de hoy, especialmente desde el punto de vista de la denominada Industria 4.0. Este es el título que finalmente define mejor el contenido que mostraré durante los casi 50 minutos que dura aproximadamente.

Hoy doy una conferencia para la empresa japonesa Hitachi. No es una charla más, pues estreno contenido y título. Se llamará ‘reWorking’, un intento de sintetizar el obligatorio cambio de metodologías, relaciones y sistemas en el empleo de hoy, especialmente desde el punto de vista de la denominada Industria 4.0. Este es el título que finalmente define mejor el contenido que mostraré durante los casi 50 minutos que dura aproximadamente.

Reworking, se subtitula ‘la industria 4.0 en a Era digital’ y es una conferencia inspiracional y emotiva que pretende ser un análisis de la revolución que vive nuestra sociedad desde un punto de vista empresarial. Una charla que descubre como hemos llegado a este punto y los desafíos a los que nos enfrentamos. Un contenido, audiovisualmente muy cuidado, que defiende el hecho de que la tecnología es el ‘cómo’, pero las personas somos el ‘porqué’

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Tengo claro que las revoluciones siempre se consideraron una crisis por los que las vivieron por la dificultad de entender su repercusión real. En ‘reWorking’ hago un análisis del momento histórico que vive la humanidad en términos de fabricación, distribución y venta de productos, aportando una óptica en positivo. Para lograrlo, las preguntas que intento responder en esta conferencia son: ¿cómo debemos afrontar este reto? ¿qué papel jugamos las personas?

En 1950, el gobierno de Estados Unidos publicó un censo de tipologías de empleo. De las 270 que lo conformaban, sólo una ha desaparecido por culpa de la automatización: el operador de ascensor. Las otras profesiones que se han eliminado de ese listado responden a criterios de mercado, demanda u obsolescencia tecnológica. Es cierto que no vivimos en esa época pero puede inspirarnos a la hora de enfrentarnos a muchos de los titulares que leemos estos días sobre la que se nos viene encima.

De hecho, McKinsey rectificaba el famoso informe de la Oxford University sobre el dichoso asunto de la destrucción masiva de empleo por culpa de los robots. Según la consultora en los próximos años no veremos sustituciones absolutas de empleos sino empleos automatizados parcialmente. Esto es absolutamente trascendental. Del discurso oficial que certifica una ‘robocalipsis’ a medio plazo pasamos a otra menos extendida, y en la que me incluyo, que defiende un escenario donde el ser humano deberá aprender a ser complementario, un valor añadido, a esa automatización. De eso va mi charla en concreto. No es un catálogo de robots aniquilando empleos, sino un muestrario de oportunidades.

Reworking es una de las cuatro conferencias diferentes que ahora mismo ofrezco. Todas responden a un prefijo (re-) que pretende recomponer el argumento de que toca empezar de nuevo muchas cosas y hacerlo desde diferentes ámbitos. Las otras tres son ‘reThinking’, ‘reWorld’ y ‘reOrder’. La primera, la conferencia titulada ‘reThinking’ trata de cómo hacerlo desde el ámbito de la Transformación Digital, ‘reWorld’ es una charla de carácter más social y menos empresarial cuya reflexión gira en torno al mundo que nos viene. La última es la que se basa en el libro ‘Una hormiga en París’ pero actualizada. Su título es ‘reorder’ y trata esencialmente con metáforas y un storytelling divertido, como reorganizar una empresa atendiendo a la Era Digital.

Me gusta mucho divulgar, explicar y compartir experiencias con la audiencia en general. Lo he hecho escribiendo aquí y en libros, en televisión, en talleres y workshops y, por supuesto, en este tipo de charlas. Si consideras que alguna de ellas puede ser interesante para tu empresa o evento, no dudes en preguntarnos sobre ellas.

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Las claves de la fábrica inteligente y conectada en la Industria 4.0.

Ayer impartí un taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción, Propamsa en un lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’.

Ayer impartí un taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción, Propamsa en un lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’.

A las plantas de fabricación de componentes para la construcción más avanzadas del mundo se las denomina ‘fábricas inteligentes’ o ‘factorías conectadas’. Una red de dispositivos conectados que ofrecen nuevas formas dinámicas de detectar aspectos de demanda, reconfigurar las cadenas de suministro y rediseñar los procesos de fabricación en un flujo de información a tiempo real y que afecta a cualquier elemento de la cadena de valor borrando los límites entre demanda, diseño, fabricación y suministro.

Como decía, en el seminario de ayer expliqué cuales son los elementos tecnológicos a tener en cuenta para adoptar esa transformación y que aspectos en las personas es obligatorio abordar en este campo. No todas las fábricas son iguales y no a a todos los sectores afecta del mismo modo el resultado comercial de ese tipo de desarrollos tecnológicos. Sin embargo, es cierto que los conceptos que hay detrás de la digitalización profunda de una factoría, tienen un punto inicial. El punto de partida para la fabricación inteligente es fácil de identificar pues comienza cuando las plantas de producción y fabricación se configuran como fábricas conectadas. Las preguntas suelen ser ¿cómo se hace? ¿con que tecnologías? ¿qué debe hacer mi empresa para que eso sea algo beneficioso? ¿afecta realmente a mi sector?

Las respuestas podrían resumirse en cuatro elementos. Todos ellos nos conducen a un nuevo formato de fabricación que aprovecha el conocimiento y experiencia de la propia empresa y adapta sus procesos y relación con el personal utilizando tecnología asociada existente para aportar valor a toda la cadena de producción. En especial asumiendo que el cliente es muy distinto hoy en día. Más del 75% de los pedidos industriales B2B se hacen hoy en día en lugares distintos a la oficina del cliente. El cliente es mobile, la oferta debe ser igualmente flexible a poder ser analizada y comprada desde cualquier dispositivo. El cliente es especialmente sensible a sentirse parte fundamental de esa oferta. El cliente valora ser el centro de la cadena de valor y todo cuanto se hace para que eso suceda permite que la venta sea potencialmente factible.

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Los cinco aspectos fundamentales que una fabrica conectada, la denominada factoría inteligente, debe cumplir son:

1. Disponer de sensores inteligentes en todos los puntos que puedan ofrecer información relevante en la cadena productiva.  Hasta ahora, muchos equipos de fabricación tenían sensores que son rudimentarios en comparación con las posibilidades que ofrece la tecnología actual. Gran parte de los activos de fabricación existentes se deben modernizar con sensores inteligentes que registran los datos y también los transmiten en tiempo real a los sistemas centrales para alertas, análisis y toma de decisiones de tipo predictivo. Los sensores avanzados también tienen la capacidad de inspeccionar cualquier equipo automáticamente y solucionar los problemas sin forzar a las líneas de producción a detenerse por completo.

2. El uso de estándares y protocolos que permita que todos los elementos que componen una red de IoT en la fábrica hablen entre sí un mismo lenguaje. Cuando varias redes dispares entran en juego para dar cabida a la Internet de las cosas en una fábrica inteligente, el modo en el que estas máquinas conversan y el modo en el que nos entregan a nosotros sus conclusiones o datos derivados, es determinante. De hecho es eso lo que constituye la base de la fabricación inteligente tal y como la defendemos. La estandarización de los modos de comunicación entre el equipo, sus operadores y las aplicaciones basadas en la nube se convertirá en un área importante de enfoque para la fabricación. Cómo se manejen estos problemas determinará la velocidad y la eficiencia de los nuevos procesos de fabricación.

3. La seguridad de redes, aplicaciones y datos que se desprenden de los nuevos modelos de relación entre máquinas y el nuevo desarrollo de procesos derivados representan un área de alto riesgo crítico. La seguridad de redes, aplicaciones y datos es una preocupación relativamente nueva y única para la fabricación tradicional que, hasta ahora, sólo había tenido que lidiar con la seguridad y la vigilancia de naturaleza física. Ningún sistema conectado está a salvo de un ciberataque, y las plantas de producción con robots y otros equipos conectados pueden suponer un riesgo para la producción, la reputación de las empresas y los resultados.

4. El nuevo diseño de la planta de producción resulta ser, finalmente, la clave de toda transformación de la Industria 4.0. No habrá transformación sin examinar el diseño de la planta y optimizándolo para procesos de tipo ciberfísico. Por suerte, como ayer mostré, las tecnologías actuales facilitan la creación de diseños de plantas virtuales, los validan a través de simulaciones y luego los presupuestan adecuadamente buscando la eficiencia absoluta. Esto crea plantas más flexibles, reduciendo los costos de construcción y mantenimiento, mejorando la seguridad, reduciendo los estándares de emisiones y reduciendo los requisitos inmobiliarios.

5. La incorporación de sistemas de Inteligencia Artificial que establezcan modos de uso y trabajo eficientes y que permitan predecir aspectos de conflicto. El tradicional uso de sistemas expertos en la industria dará paso a modelos de aprendizaje tipo 'machine learning' que cuanto mayor sea la exposición a las cadenas de producción, mejor será su entrega de opciones. Las tecnologías que se asocian a la AI en una fábrica conectada son la visión artificial, la simulación aumentada, los sitemas ciberfísicos, la robótica colaborativa, la fabricación aditiva, el cloud para la virtualización y la gestión de datos obtenidos.

Estos cinco elementos son los que marcan cualquier plan de transformación para la industria tradicional que quiere desarrollarse en esta Cuarta Revolución Industrial. Factorías conectadas que se convierten en fábricas inteligentes. Estos son los aspectos de tipo técnico que afectan a la producción y que, sin una transformación relevante por parte del resto de departamentos de una empresa industrial o manufacturera, no es factible en su máxima expresión. Toca reconducir el contacto con el cliente, la obtención de datos comerciales, modificar los procesos administrativos y la presencia digital. Es preciso entender que la empresa se horizontaliza y abarca una estrategia que debe ser compartida. De ahí que muchos clientes, antes de serlo, me cuestionen el coste de llevarlo a cabo.

Como advisor de esos procesos, de soporte a las acciones que se desarrollan en cualquier transformación, ayudo a evitar que esos costes sean innecesarios o que vayan en dirección incorrecta. A la pregunta ¿cuánto costará hacer todo esto? la respuesta está en el resultado posterior. Por un lado, pido que se revise el coste que tendría no hacerlo. ¿Cuánto tiempo puedes mantener tu competitividad sin afrontar esa transformación? En segundo término, la media entre los casos que yo conozco o he participado, a partir de la total implantación de nuevos modelos tecnológicos y nuevos procesos de ejecución, la mejora de resultados un año después ronda el 10% desde el punto de vista de aplicación de estas soluciones y revisando sólo la reducción de costes y eficiencia de resultados.

La transformación de la industria no es opcional. Hay diferentes niveles para llevarla a cabo, pero no es algo que se pueda retrasar. Desconozco si nuestro país va a afrontar de manera seria este reto, si desde las administraciones se va a impulsar este imprescindible avance competitivo, pero lo que sí sé es que otros lo están haciendo. Francia destina 23 veces más presupuesto público a la implantación de la Industria 4.0 que nosotros. Reino Unido, Alemania y otros cercanos incluso más. Los países más robotizados son los que más empleo generan porque sus empresas son más rentables y eficientes y reubican al personal sustituido por una máquina en otras tareas e, incluso, contratan a nuevos para dar respuesta a un incremento de ventas.

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Big Data, Internet of Things, Smart City Marc Vidal Big Data, Internet of Things, Smart City Marc Vidal

Smart Cities: cambiar el verbo ‘crecer’ por ‘optimizar’.

Barcelona necesita reactivar su importancia global en materia económica y de vanguardia tecnológica, sustituir los titulares internacionales que hablan exclusivamente de política y conflictos, por otros que vuelvan a hablar de la capital catalana como epicentro de progreso y modernidad. De ahí la importancia de un evento como el Smart City Expo World Congress que se celebra desde ayer en el Gran Via Venue. Un evento de referencia mundial que, por otro lado, se enmarca en una de las áreas más relevantes de la Industria 4.0 y sus implicaciones sociales.

Barcelona necesita reactivar su importancia global en materia económica y de vanguardia tecnológica, sustituir los titulares internacionales que hablan exclusivamente de política y conflictos, por otros que vuelvan a hablar de la capital catalana como epicentro de progreso y modernidad. De ahí la importancia de un evento como el Smart City Expo World Congress que se celebra desde ayer en el Gran Via Venue. Un evento de referencia mundial que, por otro lado, se enmarca en una de las áreas más relevantes de la Industria 4.0 y sus implicaciones sociales.

En este ámbito del debate sobre el papel de las ciudades en el futuro y de las implicaciones tecnológicas que se derivarán, hace dos semanas ofrecí una conferencia en Bogotá para la principal energética colombiana, Grupo Energía Bogotá, en la que se me pidió que expusiera acerca de las implicaciones tecnológicas y socioeconómicas en una ciudad inteligente. Desde mi punto de vista se suele llamar ciudad inteligente de un modo demasiado ligero a aquellas urbes que han incorporado tecnología digital en mayor o menor medida, básicamente IoT y sensores de todo tipo. Algo que no es suficiente y que, en muchos casos, deja en evidencia que la definición de lo que es una 'smart city' no está claro del todo.

El futuro son las ciudades. Casi serán ciudades estado. Algo que va intuyéndose. La importancia de cuanto ofrecerán muy pronto debe sujetarse en la sostenibilidad y en la humanización pendiente. No podemos hablar de ciudades inteligentes cuando paseando por el centro apenas puedes mantener una conversación sino es gritando. No podemos hablar de ciudad inteligente cuando respirar se convierte en un elemento de riesgo para tu salud. No podemos hablar de ciudad inteligente cuando desconoces que hace tu municipio por ti ni que datos gestiona de ti. No podemos hablar de ciudad inteligente cuando se estimula el vehículo privado o cuando el uso compartido no se premia. Queda mucho por hacer, pero sobretodo, en el ámbito de las ciudades inteligentes, lo que queda es dejarse de titulares, trípticos, autoproclamaciones y falta mucho trabajo, convencimiento y políticas creíbles.

No hablamos de dar acceso libre a internet en toda la ciudad, ni que sepamos en cualquier momento donde está el autobús que esperamos. Eso es digitalizar una ciudad, no necesariamente hacerla inteligente. Las ‘smart cities’ son  mucho más. No hay límite. Adquiere datos de todo cuanto sucede, se convierte en un espacio eficiente energéticamente, permite a sus ciudadanos acceder a la información y a poder operar con ella, se les ofrecen servicios en lugar de productos vinculados a la salud, la movilidad, la educación, etc.

Es un conglomerado de tecnologías sin límites para adquirir un fondo de convivencia inteligente y no convertirse en una especie de escaparate digital. Las ciudades inteligentes tienen que ver con la eficiencia. El futuro será eficiente o no será. El crecimiento sostenible es imprescindible. Las generaciones que poco a poco ocupan espacios relevantes en consumo, dirección o gestión son cada vez más exigentes en este sentido. El verbo ‘crecer’ dará paso al ‘optimizar’. Esa es la clave. Los modelos de negocio que obvien esa máxima no serán rentables porque la sociedad los rechazará.

Y en eso que todos se nominan como Smart City. Las hay por todas partes pero no lo son. Ni se acercan. En España menos incluso. Un nuevo informe del Bank of America Merrill Lynch sitúa a Singapur, Londres, Nueva York, París y Tokio como las ciudades más inteligentes del mundo y no sitúa a ninguna ciudad española entre las 20 primeras. Es curioso descubrirlo ya que, si por los titulares con los que nos bombardean habitualmente decenas de ciudades de nuestro país, parecería que deberíamos de estar liderando ese ranking. Y es que en esto de las ciudades inteligentes hay más literatura política que acción estratégicamente técnica.

Dicen que el 86% de las ciudades españolas con más de 200.000 habitantes tienen una estrategia de ciudad 4.0 pero sólo han invertido entre 20 y 40 millones de euros en este fin en los últimos cuatro años, básicamente 20 veces menos que Francia, 50 veces menos que Reino Unido o 100 veces menos que Singapur. Puedes tener un plan pero si no lo sustentas con presupuesto es como tener una tía en Granada, que ni tienes tía ni tienes nada.

El grado de avance de las ciudades 4.0 en España es realmente bajo, por lo que es prioritario incrementar las inversiones para afrontar con éxito los retos que impone el actual desarrollo social. Las cinco ciudades españolas que más han trabajado para convertirse en ciudades 4.0 son Barcelona, Santander, Madrid, Valencia y Málaga pero con un volumen de inversión muy inferior a la de nuestros vecinos o competidores internacionales. Y es importante por los recursos que puede generar. Recordemos que una ciudad inteligente lo es para mejorar la vida de sus ciudadanos, pero también para facilitar la vida de quienes la visitan.

El término smart city se ha convertido en una especie de mantra electoral, publicitario, una etiqueta y un mercado. Demasiado producto empaquetado sobre lo que necesita una ciudad. Se asume que todas las ciudades necesitan un tipo de iluminación inteligente o un servicio en la nube estandarizado. Y en realidad, precisamente, una ciudad inteligente no precisa nada precocinado, el plan es global pero desde un punto de vista absolutamente local. El problema de las ‘smart cities’ es que están de moda como concepto pero no está claro en muchos ámbitos políticos y de decision el significado exacto y transversal que se le supone.

Y si algo define a una ciudad inteligente es la masiva gestión de datos. El potencial de los datos es formidable. Sin embargo solemos equivocarnos en lo que suponen. Los datos, por si mismos no son mucho. Adquieren importancia en el modo en el que son utilizados. De hecho caducan rápido y sólo son interesantes si se comparten de un modo eficiente y sin contemplaciones. De ahí el problema. Requiere un modo nuevo de pensar y de gestionar, colaborando, generando ecosistemas y nuevos negocios. Muchos datos en manos de pocos no permiten extraer todas sus virtudes y nos deja en la intemperie de sus defectos. No todas las ciudades autodenominadas inteligentes son ciudades abiertas. Y la apertura es indispensable para ser inteligente. El open data es un requisito ‘sine qua non’ y, repito, no es una práctica generalizada entre esas hipotéticas Smart cities. De ahí que no sean todas las que están aunque sí estén todas las que son. 

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Conferencias, Economía, Politica Marc Vidal Conferencias, Economía, Politica Marc Vidal

Francia destina 23 veces más que España a impulsar al Industria 4.0.

Lo más grave de perder un tren no está en el retraso que supone esperar otro. Lo peor es que tal vez ese fuera el último. Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización y los últimos trenes  ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la Cuarta Revolución Industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Pero también es una obligación desde el punto de vista de la administración estimular ese viaje.

Lo más grave de perder un tren no está en el retraso que supone esperar otro. Lo peor es que tal vez ese fuera el último. Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización y los últimos trenes  ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la Cuarta Revolución Industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Pero también es una obligación desde el punto de vista de la administración estimular ese viaje.

Hace unos meses, durante un evento en el que ofrecí la conferencia 'La Industria 4.0 para conquistar el futuro', se presentó el plan público para fomentar la transformación digital de la industria española, el llamado ‘Industria Conectada 4.0’ que nació en 2015. Un proyecto que cuenta con un presupuesto inicial de 97,5 millones de euros procedente de la Secretaria General de Industria y Pyme. A esa partida se le debían sumar otras por parte de otras secretarias y ministerios. La iniciativa semi pública tenía (tiene) como valedores a empresas como Indra, Telefónica y Banco Santander y giraba (gira) en la creación de empleo cualificado pues el que se está creando actualmente con la llamada 'recuperación' no podrá soportar las pensiones futuras.

Con un orgullo incomprensible se expuso esa cantidad como si fuera algo excepcional. Hace falta mucho más, en líquido y en mostrar prioridades. Cierto que las comparaciones son odiosas pero hay veces que es bueno hacerlas pues permite saber si el importe destinado a algo está en ‘precio de mercado’ o no. Por ejemplo, Alemania destina algo más de 200 millones a un programa similar llamado ‘Industrie 4.0’. Corea del Sur ha destinado 1500 millones a su ‘Manufacturing Industry Innovation 3.0 Strategy’. China 1.100 millones en el ‘Made in China 2025’. Los Estados Unidos 900 millones al ‘National Network for Manufacturing Innovation’. El Reino Unido 500 millones en los próximos tres años en el ‘High Value Manufacturing Catapult’. Italia aproximadamente cuatro veces más que España en el ‘Cluster tecnologici nazionali Fabbrica intelligente’. Y Francia en su programa ‘Industrie du futur’ tiene programado gastarse 2.300 millones de euros. 

Atentos, uno de nuestros rivales directos, Francia, tiene un plan en marcha que supone 23 veces lo que ha pensado invertir España desde el sistema público, el que debe estimular a quienes lideren el asunto. Un programa nacional que estime modernizar todos los aspectos productivos de un país y que lo sitúe en la vanguardia de esta Revolución Industrial exige abordar cuatro aspectos determinantes. La automatización, el acceso digital al cliente, la Información Digital y la conectividad. La división exige que desde la administración se tenga muy claro que con 97 millones escasos no se puede abordar un salto cualitativo. Los campos son cuatro pero cada uno de ellos exige una reflexión que en su conjunto conforman la transformación digital de toda una economía, una sociedad y un espacio en condiciones que dejar en herencia a nuestros hijos.

Para que el programa sea un éxito y no un ‘pdf’ la mar de bonito se debería poner énfasis formar a nuevos profesionales divulgando que significa Industria 4.0 y porque es determinante estar dispuesto a adoptarla. El problema para muchas empresas es la falta de talento y personal cualificado para asumir ese reto de transformación. Dramático. Para solucionarlo es imprescindible formar las competencias que se necesitan. De la destrucción de empleo masivo inminente debe nacer un nuevo espacio laboral diametralmente distinto. Hay que hablar con la Universidad, con la formación profesional y con los estamentos educativos. El mundo de mi hijo no será como este, su modo de emplearse tampoco. No prepararlo, no hacer nada al respecto, es ir directos al desastre. Se precisa estrategia, no táctica.

Y cierto es que como España crea empleo, la prisa en modificar las cosas se retrasa. Es aquel 'no toques nada que parece que ahora funciona' cuando no arrancaba la moto y finalmente se pone en marcha. Normalmente lo que pasaba es que el motor se está recalentando y se romperá definitivamente por no haberlo parado y engrasado. Se crea empleo, si, un empleo cuya cotización no aguantará las pensiones futuras. Un empleo que no moderniza nuestra economía. Dependiente de sectores cíclicos y de escaso valor añadido. Un empleo que no exige el reto de confrontar lo humano a lo tecnológico. En el futuro inmediato muchos países habrán reparado el daño que la automatización, la robotización y los modelos productivos vinculados la Industria 4.0 creando nuevos oficios, nuevas maneras de trabajar y, si me apuras, de ser. De vivir.

Es cierto que a los 97 millones hay que sumar muchos otros programas. Es cierto que hay grandes proyectos en marcha y que la guerra es diaria en miles de empresas para no dejar escapar el tren. Pero, ahora más que nunca, es imprescindible que se marque el terreno de juego, las reglas y las ayudas necesarias para que podamos ‘entrenar’ a lo que jugarán otras economías del mundo. 

Estamos en la estación. Hay un tren anunciando su salida. Muchos pasajeros se preguntan si deben subir o no. Saben que sería interesante hacerlo pero quien debe animarlos a subir está mirando su reloj y nos dice ‘¡tranquilos habrá más trenes! Depende de nosotros también tomar algún tipo de medida. Podemos exigir que no nos dejen en el anden. Otra vez no.

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Dar una conferencia junto a 'una' robot.

Ayer ofrecí una conferencia en Pamplona durante la Innovaction Week que allí se ha celebrado estos días. El título de mi intervención era ‘Solo para personas, abstenerse robots’. Un juego semántico que buscaba trasladar la idea de que lo que íbamos a descubrir durante la hora de mi charla, no era para robots, pero que realmente podía llevarse el público consigo, eran las claves de cómo vamos a tener que convivir con ellos. No tanto robots humanoides o que simulen nuestro aspecto, sino todo tipo de automatismos, software o físico, que operen y ejecuten funciones más rápido, mejor y más eficientemente que nosotros. En menos de cinco años, en la red, la mayoría de conversaciones las protagonizarán robots.

Ayer ofrecí una conferencia en Pamplona durante la Innovaction Week que allí se ha celebrado estos días. El título de mi intervención era ‘Solo para personas, abstenerse robots’. Un juego semántico que buscaba trasladar la idea de que lo que íbamos a descubrir durante la hora de mi charla, no era para robots, pero que realmente podía llevarse el público consigo, eran las claves de cómo vamos a tener que convivir con ellos. No tanto robots humanoides o que simulen nuestro aspecto, sino todo tipo de automatismos, software o físico, que operen y ejecuten funciones más rápido, mejor y más eficientemente que nosotros. En menos de cinco años, en la red, la mayoría de conversaciones las protagonizarán robots.

Lo curioso de ayer sucedió cuando en un momento determinado apareció un robot con aspecto femenino llamado Bibi a interactuar conmigo. Bibi es un robot capaz de hablar por sí misma y entender palabras o frases pre-programadas, así como ejecutar archivos de audio o de mover el cuerpo como de hacer desplazamientos gracias a un sistema de navegación automático. Además, gracias a sus cámaras, es capaz de hacer un reconocimiento facial e intentar identificar algunas características de la persona con la que está interactuando (edad, estado de ánimo o posición), y hacer un seguimiento de una persona o tomar fotografías si se le requiere. La pantalla táctil de su pecho le brinda la oportunidad de mostrar vídeos o imágenes, y de ejecutar programas en ella. Un reto actuar en directo con ella.

Aprovechando que la empresa sevillana Maccro me ofreció subirla al escenario sugerí que podíamos demostrar simbólicamente algo que yo quería explicar en la conferencia. Se trataba de preguntarle algo a ella y esperar sus respuestas ‘racionales’ o de mayor lógica tradicional. Luego preguntaríamos al público lo mismo para ver si es factible ‘ir más allá’ que un robot. Bibi no piensa, solo ejecuta rutinas y puede llegar a aprender de las consecuencias. Por eso, si el software matriz mantuviera sin formatear lo que pasó ayer, Bibi podría responder de otro modo en una segunda sesión

Esta conferencia la suelo iniciar con la contextualización del momento económico y tecnológico que vivimos. Vivimos bajo la incertidumbre de una deflación socioeconómica absoluta derivada de una deflación del capital que pocos supieron ver. Tras eso, la sensación de miedo acerca de una ‘apocalipsis robot’ (robocalipsis) no es más que una deriva habitual cuando una revolución tecnológica amenaza laboralmente a millones de personas. Pero no es así. Tras esa contextualización, muestro como donde se aplica tecnología se genera empleo, donde la robótica impera renace el valor añadido humano y donde los automatismos son más eficientes que nosotros resurge un modo de relación entre hombre y máquina que nos hace extremadamente valiosos. En la charla intento explicar como ser relevantes en una era tecnológica y como lograr ser competitivo en esa guerra digital.

Por eso, antes de la parte de conclusiones, y a pesar de que le habíamos prohibido la entrada a robots, invitamos a Bibi a que subiera al escenario. Así lo hizo. Le pregunté si podía decirme la mitad de trece. Respondió exactamente diciendo ‘la mitad de trece’. Obvio. Le pedí que calculara la mitad de trece. Respondió ‘trece medios’. Una respuesta muy robótica. Le sugerí que había más mitades de trece. Supo darme otra respuesta, ‘seis punto cinco’. Le volví a preguntar y me dijo que ‘bajo un punto de vista lógico, no hay más’. Se equivocaba.

Existen infinitas mitades de trece. Si no las sabes aun, vente a una de las próximas conferencias. Igual vuelve a acompañarme Bibi. Todavía queda mucho para que los sistemas expertos sean una verdadera Inteligencia artificial. Pero todo se andará. 

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¿Qué es la Transformación Digital? ¿Una revolución social o tecnológica?

Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.

Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.

Sin embargo, aunque esté por todas partes, no es algo que todo el mundo tenga tan claro como debería. Lo más confuso del concepto Transformación Digital es precisamente lo ‘digital’. Y lo es porque precisamente esa transformación tiene que ver muy poco con la tecnología a la que se le asocia constantemente. La tecnología, ya sea robótica, digital, inteligencia artificial, automatismos o de cualquier otro tipo, facilita que se produzca una transformación, pero en realidad tiene que ver más con un modo de pensar, procesar y de comportarse debido a la llegada de esa tecnología.

La tecnología digitaliza, pero no transforma. No siempre por lo menos. Cuando Spotify nació revolucionó el modo en el que las personas accedían a la música. La tecnología fue el detonante porque permitía acceder desde cualquier lugar a la librería de canciones más grande del planeta. Sin embargo, el éxito se debió a un cambio de pensamiento. El usuario pasaba de comprar productos a consumir servicios, de comprar discos a consumir música. Este nuevo modo de pensar generó un nuevo modelo de negocio que ahora replican muchos otros y en muchos campos.

¿Por qué es tan importante la Transformación Digital? La transformación digital es fundamental porque altera las estructuras de la sociedad de punta a punta. Un buen número de las compañías más grandes del mundo no existían hace tan sólo una década. El impacto de éstas ha sido realmente intenso y profundo. Han sido disruptivas no por la tecnología aportada sino por el modo en el que han modificado las reglas y relaciones sociales. Uber, Amazon, Facebook, Twitter, Airbnb, Netflix y tantas otras.

Cuando se obvian esos cambios y se incumple la tendencia del mercado el resultado ha sido desastroso. Le pasó a Blockbuster o a Kodak, pero también a centenares de empresas consolidadas y con altos ingresos que de la noche a la mañana vieron como un nuevo agente disruptivo, un competidor que hacía las cosas distintas, los borraba del mapa.

Es importante prestar atención a esa Transformación Digital urgente que deben afrontar todos los negocios del mundo. De un modo u otro te va a tocar. No es bueno esperar a que aparezca esa disrupción en tu sector y luego reaccionar. Netflix interrumpió su modelo de negocio inicial basado en el alquiler de DVDs. Al observar el mercado y predecir los avances tecnológicos, Netflix se arriesgó e invirtió en tecnología de transmisión de video. La apuesta dio sus frutos. En 2017 Netflix registró unas ganancias récord y es el mayor proveedor de contenido de video del mundo.

¿Se puede transformar digitalmente todo? En 1876, Alexander Graham Bell inventó el primer teléfono. En 1905 2,2 millones de personas usaban teléfonos. En 1910 esta cifra creció hasta 10 millones. Lo mismo con la TV. Puesta en marcha por primera vez en 1927. En 1939 existían 7.000 aparatos de televisión en los Estados Unidos. En 1959, esta cifra era de 67.145.000. A esto se le llama crecimiento exponencial. La adopción tecnológica en nuestra sociedad es extremadamente rápida. Facebook fue lanzado en 2004 y apenas 10 años más adelante, tenía 1.390.000.000 usuarios activos.

Es importante destacar que la Transformación Digital, que a mi me gusta llamar Revolución Digital, está significando un reordenamiento de todos los vínculos y contratos sociales que teníamos establecidos rígidamente a partir de los estímulos que concede la propia tecnología. Hablamos de un reto empresarial y personal, de una revolución tecnológica pero también íntima. No hablo de algo a temer sino a desafiar.

Algunos clientes me comentan que sienten cierta angustia cuando se dan cuenta de la velocidad de todo y la cantidad de cambios a efectuar. Cierto que hace 20 años pocos creían que llevaríamos en estas fechas una computadora capaz de navegar por internet, una cámara de vídeo de alta resolución, un geolocalizador sin margen de error, un video teléfono capaz de conectar sin coste con cualquiera en el mundo, un entrenador personal o mil cosas más, en el bolsillo y por 200 dólares.

A ellos les digo que la pregunta no es si les va a llegar o no el momento de la disrupción. La pregunta correcta es ¿cuándo y con que tecnología? Se trata de aprender cómo van a cambiar las cosas para que tu empresa pueda estar lista a tiempo. La falta de previsión y estrategia podría convertir un negocio rentable en irrelevante. Esta afirmación sirve para empresas y, sobretodo, para personas. La transformación no atañe a las empresas únicamente, también a sus miembros en todos los estadios.

En los cursos que ofrezco, la parte más importante de los mismos no es el 'cómo se crea una estrategia empresarial de transformación', que también, sino especialmente cómo los miembros de una empresa comprenden que transformarla digitalmente no es enseñar habilidades tecnológicas a sus empleados, sino ofrecerles las vías para revolucionar su modo de entender la empresa, la competencia y el sector.

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Los retos socioeconómicos a los que nos enfrentaremos en cinco años. Mesa Redonda MWC.

El pasado lunes participé en el primero de los eventos de la Mobile Week Barcelona, una especie de zona de calentamiento del Mobile World Congress impulsado por la Mobile World Capital Barcelona a la que pertenezco como miembro del d-Lab, donde por cierto siguen sucediéndose la recepción de proyectos tecnológicos que quieren dar solución a los desafíos que nuestra sociedad tiene actualmente. Se trataba de una mesa redonda donde se profundizó en el valor humano que toda revolución tecnológica tiene y de las consecuencias que podríamos sufrir sino se toman medidas.

El pasado lunes participé en el primero de los eventos de la Mobile Week Barcelona, una especie de zona de calentamiento del Mobile World Congress impulsado por la Mobile World Capital Barcelona a la que pertenezco como miembro del d-Lab, donde por cierto siguen sucediéndose la recepción de proyectos tecnológicos que quieren dar solución a los desafíos que nuestra sociedad tiene actualmente. Se trataba de una mesa redonda donde se profundizó en el valor humano que toda revolución tecnológica tiene y de las consecuencias que podríamos sufrir sino se toman medidas.

Moderados por Gemma Navés, redactora del programa Valor Afegit, TV3, junto a Luis Ivan Cuende, el jovencísimo asesor de la Vicepresidenta de la Comisión Europea en asuntos de tecnología y miembro de la lista de los 30 menores de 30 de la revista Forbes, Esteve Almirall profesor asociado del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en ESADE, Aleix Valls, CEO de la Fundación Mobile World Capital Barcelona y Artur Serra, Director Adjunto de la Fundación i2Cat, debatimos sobre como afrontar un previsible mundo sin empleo o, como yo mismo defiendo, un mundo con un empleo absolutamente distinto.

El debate sobre las implicaciones que esta revolución conlleva y la redefinición de los trabajo que deban cambiarse, destruirse o modificarse, me interesa mucho, pero no tanto como el método en el que se va a distribuir la riqueza y el papel relevante o no del ser humano en ese nuevo escenario. Bajo mi punto de vista, y así lo expliqué, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.

Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.

Esa clave responde a la importancia de que un liderazgo creíble y capaz de asumir el reto histórico que nos ha tocado vivir debe nacer desde la política en mayúsculas, algo que, por cierto, aquí cuesta detectar. Mi discurso así lo demostró. Nadie en este país habla seriamente de este asunto que va a desplomarse encima de nuestras cabezas antes de lo esperado. La diferencia entre los que lo están trabajando y los que no determinará los países ricos y los pobres en un futuro inmediato. Francia destina 23 veces más que España a impulsar la Industria 4.0

Cuando el discurso se centra ideológicamente perdemos todos. Si a la Renta Mínima se le concede una óptica política y no socioeconómica la cosa se complica y retrasa el análisis correcto y urgente. No hablo de rentar a todos, pero si de prever que eso pudiera ser obligatorio en un futuro. Te guste o no las opciones de digerir un mundo donde el empleo cualificado no lo pueda ocupar todo el mundo es un problema inevitable.

El análisis sobre todo esto es tremendamente interesante. De hecho está claro, bajo mi perspectiva, que vamos a tener que cambiar algunos conceptos que no hemos modificado nunca y eso, evidentemente, va a ser muy complejo. Son tres conceptos claros: el significado del contrato social llamado ‘trabajo’, el módulo impositivo actual que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, que reduce peligrosamente la composición de la llamada ‘clase media’ y, también, el valor educativo de nuestro sistema actual.

1. El concepto trabajo es actualmente un contrato aceptado por todos. Tú trabajas y produces. La empresa te paga por ese rendimiento. En un futuro donde tu trabajo siempre podrá ser mejorado por una máquina el espacio laboral que te queda deberá ser en otro sentido. El hecho de que el valor añadido sea humano dependerá de que se relaje el concepto que ahora tenemos tatuado cerebralmente. La productividad será artificial, la creatividad humana. El valor de lo intangible tomará un sentido desconocido hasta ahora. Tenemos pistas pero están a años luz de lo que digo.

2. Si la riqueza generada no se equilibra en todos los espacios sociales el conflicto es inevitable. La sociedad verá en los avances un enemigo y no un aliado. Históricamente cada revolución tecnológica significaba un parto doloroso que al final siempre acabó en mejoras para la sociedad. La clase media desaparece y una nueva clase compuesta por pobres con trabajo se afianza. Así no vamos a ningún lugar. Se debe definir una línea política que prevea esto y no lo haga con discursos pueriles y viejos sobre que a los ricos hay que esquilmarlos irremediablemente. Lo que se debe hacer es diseñar ordenadamente una transición hacia un equilibrio que, por supuesto, a muchos ricos no va a gustar, pero que es irremediable. Una cosa es ideología y otra aplicar pragmatismo.

3. Y la tercera tiene que ver con el valor educativo. Los niños de 3 o 4 años de hoy en día no se sacarán el carnet de conducir, vivirán en un entorno de economía circular y el 90% de ellos lo harán en ciudades inteligentes. El empleo al que podrán acceder es desconocido. No podemos saberlo. De hecho intuirlo es irrelevante por la cantidad de errores que podemos cometer. Para no fabricar manadas de descontentos es imprescindible fundamentar la educación de todos ellos en un ambiente flexible al límite y que establezca la imprevisión como norma. Sino las cifras de paro juvenil actual serán una caricatura en comparación.

En definitiva un evento muy recomendable que ha seguido toda la semana repitiendo mesas redondas, actividades culturales y de reflexión acerca de la transformación digital en su conjunto. Miles de inscritos en la Mobile Week han permitido acercar y abrir uno de los eventos tecnológicos más importantes del mundo a la ciudadanía y al debate sereno y profundo.

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En 'La Vanguardia' hablando de un nuevo concepto de empleo 4.0

Fue todo un detalle por parte del World Economic Forum, celebrado en Davos hace unos meses, tener en consideración la existencia de una revolución tecnológica que estaba afectando definitivamente la economía. Oficialmente, a partir de ese momento, entrábamos en la denominada Cuarta Revolución Industrial. Se le considera la cuarta porque sucede a las anteriores tres que se destacaron por la máquina de vapor inicialmente, la energía eléctrica después y la electrónica hace unas décadas. Ahora, viene calibrada por la digitalización, la inteligencia artificial, la eliminación de intermediarios en la cadena de valor industrial, la impresión 3D, la automatización de procesos, la robotización, la conducción autónoma de vehículos, el propio cloud y por supuesto, la robótica compleja. 

La Vanguardia me pidió un artículo para el Monográfico Especial sobre Empleo que publicaron ayer. Brevemente intento explicar que lo más destacable en el futuro inmediato, en ese espacio temido de un mundo sin empleo, seguramente el debate deberá centrarse en que el modo de trabajo y no en la cantidad del mismo. Una visión algo diferente a la que hasta ahora se está planteando de manera genérica y que, incluso yo, he variado en los últimos meses. Se puede descargar en .pdf aunque aquí abajo os lo dejo completo. 

La Industria 4.0 y el nuevo concepto de empleo.

Fue todo un detalle por parte del World Economic Forum, celebrado en Davos hace unos meses, tener en consideración la existencia de una revolución tecnológica que estaba afectando definitivamente la economía. Oficialmente, a partir de ese momento, entrábamos en la denominada Cuarta Revolución Industrial. Se le considera la cuarta porque sucede a las anteriores tres que se destacaron por la máquina de vapor inicialmente, la energía eléctrica después y la electrónica hace unas décadas. Ahora, viene calibrada por la digitalización, la inteligencia artificial, la eliminación de intermediarios en la cadena de valor industrial, la impresión 3D, la automatización de procesos, la robotización, la conducción autónoma de vehículos, el propio cloud y por supuesto, la robótica compleja.

Como es habitual, las grandes instituciones observan con delay una realidad evidente. Un retraso que en otras ocasiones ya supuso un rotundo ridículo. En 2006 cuando Nouriel Roubini anunció ante el FMI que se avecinaba un desastre económico monumental. Las risas y abucheos todavía resuenan. Los llantos posteriores también. Ha llovido mucho y el acercamiento muchas veces interesado y epidérmico a una Nueva Economía de este tipo de organismos está sujeto a intereses creados.

No les gusta y se nota. Pero como en otras ocasiones, el peso de lo irremediable es mayor que el amortiguador de los interesados. Lo grave es que ahora el discurso es tremendamente maniqueo. Se publican informes catastróficos. Un mundo sin empleo. Pero a la vez que alarman como para retener instintos, no parece que se lo tomen demasiado en serio. Como siempre pasó, la idea de que todo eso sucederá dentro de mucho tiempo parece alejar la urgencia por abordarlo.

Es obvio que vamos a vivir este período como un parto doloroso. Cómo pasó en otros momentos de la historia, al igual que los contemporáneos de la Revolución Industrial del siglo XIX, llamaron Crisis Industrial a aquella etapa de la historia, nosotros deberíamos también tener en cuenta que, mientras no se organizan las cosas, las revoluciones económicas y productivas son, sencillamente, crisis de dimensiones bíblicas.

Debemos ir preparando el terreno pues cómo la historia reciente nos demuestra, lo que parece ciencia ficción, deja de ser ficción pronto y se convierte en ciencia rápido. Vivimos bajo conceptos tecnológicos y modelos de negocio inéditos inimaginables hace apenas una década.

Ahora bien, mientras las administraciones se aclaran, localizan el asunto y deciden hacer algo al respecto, el resto de mortales debemos abrazar con entusiasmo lo que la tecnología nos aportará en breve. Ver la Industria 4.0 como un escenario de destrucción de empleo es un error. Esa Revolución no destruirá empleo sino que modificará el concepto empleo. Empresas donde los trabajadores irán a aprender y no a trabajar. A aprender como ser más humanos y aportar el único elemento que será distintivo en espacios repletos de software y robots, la creatividad y la intuición.

El valor añadido de las empresas de la Cuarta Revolución Industrial no serán las máquinas, el valor añadido, serán las personas. El mundo al revés. Para eso tenemos que prepararnos. No será automático y la educación y formación deberá ir asociada a un nuevo modelo directivo. Nunca seremos más eficientes y productivos que un robot, por eso deberemos ir a nuestra empresa a aprender como ser más humanos y a proporcionar un valor que será un bien preciado en las empresas del futuro. Preparémonos para ser más humanos gracias a los robots.

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