La red cumple 30 años y medio mundo sigue sin conexión.
Ayer se cumplió el 30 aniversario de aquel día en el que se establecía el concepto de la red y se mostraba como se podía poner en práctica técnicamente. El 12 de marzo de 1989 Berners-Lee propuso con un documento diseñado con un ordenador Next de Steve Jobs, crear un espacio abierto para que todo el mundo compartiera ideas y conocimientos y que, sin duda, se ha convertido en una de las herramientas de transformación social más importantes jamás creadas por cuantos elementos afecta y cambios sociales ha provocado y sigue provocando.
Ayer se cumplió el 30 aniversario de aquel día en el que se establecía el concepto de la red y se mostraba como se podía poner en práctica técnicamente. El 12 de marzo de 1989 Berners-Lee propuso con un documento diseñado con un ordenador Next de Steve Jobs, crear un espacio abierto para que todo el mundo compartiera ideas y conocimientos y que, sin duda, se ha convertido en una de las herramientas de transformación social más importantes jamás creadas por cuantos elementos afecta y cambios sociales ha provocado y sigue provocando.
No obstante es importante diferenciar otras efemérides complementarias. Realmente lo que llamamos Internet tiene unos 50 años, la red, como decía 30 y la web propiamente dicha unos cinco años menos pues la primera página fue publicada el 6 de agosto de 1991. Por aquel entonces los que tuvimos la suerte de estar por allí, por donde se hablaba de todo esto, no podíamos tener ni idea de lo que iba a suponer todo ello. Recuerdo una conversación durante la Expo de Sevilla de 1992 en la que un miembro de la organización nos preguntaba a unos jóvenes que estábamos en unos de las visitas que se organizaron, si habíamos oído hablar de algo parecido a Internet.
En aquel 1992, hace muy poco, se organizó el evento en el que todos los países del mundo mostraban sus avances, su innovación, su tecnología, y ningún pabellón del mundo tenía internet. Ninguno. Recordemos que lo que hubo en Sevilla fueron los quioscos de información multimedia de IBM llamados PINAS, unos puestos de información no asistida. A través de ‘potentes’ servidores conectados con enlaces de fibra óptica estos sistemas, diseñados por la propia IBM para la Expo, representaron una innovación tecnológica que se adelantó a lo que era inminente: la llegada de Internet. El sistema proporcionó acceso a noticias, música, vídeo, imagen, y otros tipos de información con una interface similar a las páginas web de Internet. La información no era accesible desde el exterior del recinto de la Expo.
Ahora bien, al igual que era imposible prever lo que iba a suponer todo ello, ahora tenemos dificultad para comprender los verdaderos efectos de la economía digital en las empresas y en muchos casos la opinión de éstas en cuanto a lo que significará en el futuro inmediato suele ser excesivamente simples. La economía hiperconectada es la derivada de todo aquello que empezó sin saber muy bien a donde iba.
Pues eso, 30 años después de la propuesta original de un científico del CERN para un sistema de gestión de la información, sólo la mitad del mundo está conectado. Seguramente está bien alegrarse de hasta donde ha llegado todo, pero no estaría de más analizar donde debería llegar para que su valor sea pleno y tenga sentido.
La web se ha convertido en una plaza pública, una biblioteca, un consultorio médico, una tienda, una escuela, un estudio de diseño, una oficina, un cine, un banco y mucho más. Por supuesto, con cada nueva característica, cada nuevo sitio web, la división entre los que están conectados y los que no aumentan, por lo que es indispensable hacer que la web esté disponible para todos.
Los gobiernos deben traducir las leyes y regulaciones para la era digital. Deben garantizar que los mercados sigan siendo competitivos, innovadores y abiertos. Tienen la responsabilidad de proteger los derechos y libertades de las personas que usan Internet. Necesitamos defensores de la web abierta dentro de la función pública y también en el ámbito político. Que conozcan y entiendan la profundidad de lo que puede significar el uso del blockchain y sus beneficios sociales.
Las empresas deben hacer más para garantizar que la búsqueda de beneficios no sea a costa de los derechos humanos, la democracia, los hechos científicos o la seguridad pública. Las plataformas y los productos deben diseñarse teniendo en cuenta la privacidad, la diversidad y la seguridad. La clave de la Internet inmediata serán los datos y como la inteligencia artificial los maneja.
Lo dijo recientemente su creador. La red, hoy en día, está en la mitad del mundo. Unas 3500 millones de personas tiene acceso a la red. Es urgente garantizar que la otra mitad siga sin conexión y que todos contribuyan a una web que impulse la igualdad y las oportunidades para todos. Estamos ante una de las amenazas al equilibrio más grande que jamás hemos vivido y tiene que ver con el movimiento de millones de personas por el mundo buscando uno modo de vida determinado, en la mayoría de los casos buscando sobrevivir. La red no da de comer, pero ayuda a que se genere el conocimiento para que eso pueda pasar antes.
La web es para todos y colectivamente tenemos el poder de cambiarla. Estamos en la última etapa de la Cuarta Revolución Industrial en medio mundo, pero queda otro anclado en alguna revolución anterior. Internet, lo digital, fue la clave de está transformación digital que vive nuestro entorno pero no lo ha sido para todos, no lo está siendo. Usemos la red, todos, desde la perspectiva de que fue un regalo, un regalo a la humanidad que podía cambiarlo todo y a bien. Exijamos el uso correcto y razonable a todo tipo de organizaciones e instituciones. El blockchain, la inteligencia artificial, el big data, la privacidad, el conocimiento, la desigualdad y el desafío del acceso universal serán las claves para que la red cumpla más años y los cumpla con salud.
¿Cómo te imaginas el mundo dentro de 20 años?
Hace treinta y dos años me escribí a mí mismo. Es algo que que he hecho dos veces en mi vida. La primera de esas cartas me la remití el 10 de mayo de 1987 y en su exterior ponía “no abrirse antes del 11 de mayo de 2017”. La verdad es que estuve tentado abrirla durante mucho tiempo, pero a medida que pasaban los años, tomó más sentido esperar y no hacerlo. Os recomiendo el ejercicio. Lento pero intenso. Así empieza la conferencia que he paseado por muchos países durante los últimos tiempos.
Hace treinta y dos años me escribí a mí mismo. Es algo que que he hecho dos veces en mi vida. La primera de esas cartas me la remití el 10 de mayo de 1987 y en su exterior ponía “no abrirse antes del 11 de mayo de 2017”. La verdad es que estuve tentado abrirla durante mucho tiempo, pero a medida que pasaban los años, tomó más sentido esperar y no hacerlo. Os recomiendo el ejercicio. Lento pero intenso. Así empieza la conferencia que he paseado por muchos países durante los últimos tiempos.
Lo que sucedió al abrirla fue algo extraordinario. Lo importante no era si acerté o no en las previsiones de lo que la vida me depararía, sino que aquel que decía firmar, un tal ‘Marc Vidal de 1987’, no tenía mucho que ver conmigo en las formas, pero era completamente idéntico en el fondo al ‘Marc Vidal de hoy en día’. Al más puro estilo de un guión de Isabel Coixet, ‘era yo, pero sin mí’.
Ese ‘yo’ era un joven lleno de energía y proyectos, con un lenguaje distinto, con errores en la escritura que ahora me horroriza ver en algunos jóvenes, con fábulas y sueños inverosímiles. Era un tipo que creía saber lo que la vida me depararía. No voy a transcribir lo que dijo mi ‘yo’ que aun no era mayor de edad a mi ‘yo’ en la parte final de sus cuarenta y tantos. Ahora bien, si es interesante analizar aspectos que tenían que ver con el mundo tecnológico que imaginaba y compararlo con el que ha acabado siendo.
En 1987 imaginé un mundo con coches voladores, viajes cotidianos a Marte y una especie de videollamadas que exigirían una infraestructura importante. No pude, ni por asomo, imaginar Internet ni tampoco el uso actual de los teléfonos móviles. Explico algo acerca de un modo de comunicar sin cables y desde cualquier lugar, pero una tecnología que yo desconocía por aquel entonces, la red digital, iba a crear un mundo del que todo deriva actualmente. No pude imaginar ninguna disrupción en ningún ámbito porque la falta de conocimiento sobre lo digital lo impedía. Esa es la idea central a tener en cuenta cuándo nos piden imaginar el futuro: no conocer el avance tecnológico que lo va a cambiar todo. Lo habitual es que imaginemos la evolución de la tecnología existente. Por eso era imposible imaginar Facebook, pero si las videollamadas.
Y cuando me disponía a escribir una nueva carta ‘al futuro’ me llaman de Canal Historia proponiéndome que participe en la experiencia ofrecida por la Caja de las Letras, del Instituto Cervantes y que consiste en que una serie de personas dejen un ‘legado’ secreto en el Instituto Cervantes y que será abierto públicamente dentro de 20 años. El legado debería responder a ‘¿Cómo ve el mundo dentro de 20 años?’. En mi caso esta vez no ha sido un escrito, sino un video. No tengo claro en que formato o dispositivo ser verá. Siento curiosidad por eso.
Entre los que hemos enviado este legado para que se guarde en una caja fuerte hasta marzo de 2039 están personalidades como Antonio Garrigues Walker, Manuel Campo Vidal, Maria Teresa Fernández de la Vega, Fernando Mestú o Juan Eslava. Entre los que ya han participado en este desafío intelectual están Antoni Tàpies que en 2022 sabremos que imaginó en 2007, Luis García Berlanga que en 2021 veremos que pensó en 2008, Juan Marsé que el 21 de abril de 2009 escribió algo que será abierto en 2029 o Nuria Espert entre otros que 17 de mayo de 2011 dejó algo que se conocerá el 11 de junio de 2035, día en que se cumplirán cien años de su nacimiento. Figuras como Gabriel García Márquez, Juan Goytisolo, Jorge Edwards, Eduardo Mendoza o John Elliott también han participado.
En mi video legado, lo primero que me pregunto es si dentro de veinte años estaré vivo. Es algo que no me pregunté cuando hice algo parecido hace tres décadas. Curioso. En este caso, no obstante, hablo de lo que me apasiona y de lo que vivo hoy, no sé si en el futuro. Hablo de cómo me imagino nuestra relación entre humanos y máquinas inteligentes, cómo se estructurará nuestra economía dependiente y envejecida, como resolveremos la eficiencia energética, como nos divertiremos o como será, por ejemplo, la televisión del futuro. En ese video imagino una nueva profesión que me atrevo a pronosticar que será ‘la profesión mayoritaria en el mundo’. No lo voy a desvelar, para saber saberlo habrá que esperar a que abran ese legado en marzo de 2039.
Photo: Felix Hernandez
Los ‘roboadvisors’ y la disrupción en la inversión financiera.
El mercado Fintech es tradicionalmente un territorio de pura innovación y de tecnología aplicada. Pequeñas empresas con estructuras mucho más ágiles que las del sector financiero tradicional y que capturan porcentajes importantes de negocio a bancos y gestoras de inversión. En Europa se calcula que esa cuota de mercado ha sufrido un mordisco que roza el 15% en los últimos cinco años a favor de estas startups. En ese escenario de tecnología disruptiva, automatizada, vinculada a la inteligencia artificial y a nuevos modelos de negocio aparecen unos algoritmos que garantizan modelos de análisis en el ámbito de inversión a niveles impensables hace muy poco.
El mercado Fintech es tradicionalmente un territorio de pura innovación y de tecnología aplicada. Pequeñas empresas con estructuras mucho más ágiles que las del sector financiero tradicional y que capturan porcentajes importantes de negocio a bancos y gestoras de inversión. En Europa se calcula que esa cuota de mercado ha sufrido un mordisco que roza el 15% en los últimos cinco años a favor de estas startups. En ese escenario de tecnología disruptiva, automatizada, vinculada a la inteligencia artificial y a nuevos modelos de negocio aparecen unos algoritmos que garantizan modelos de análisis en el ámbito de inversión a niveles impensables hace muy poco.
Esos mecanismos se llaman ‘roboadvisors’, gestores automatizados que nacieron en USA y que asesoran de forma online a sus clientes con el fin de obtener una cartera de inversión óptima basándose en diferentes niveles de riesgo, a varios horizontes temporales y a objetivos marcados por el propio inversor. En España hay webs especializadas como Hola inversión que se dedican a analizar estos modelos de inversión y a obtener información de forma estructurada de los mismos. En nuestro país el líder de este tipo de mecanismos es Indexa Capital, el cual gestiona más de 150 millones de euros actualmente. Otros modelos similares son Finizens, Inbestme o Finanbest entre otros.
Cómo decía antes, la banca ha empezado a vincular sus modelos de tradicionales con proyectos innovadores que provienen de lo que llamamos Fintech. Los bancos no quieren ser las nuevas discográficas y están trabajando duro para ofrecer una respuesta a un tipo de cliente que es digital, vive en digital, consume en digital y quiere respuestas digitales. De ahí que muchas entidades ya han sacado sus propios servicios en este sentido y que funcionan en la mayoría de los casos como réplicas de sus propios fondos manteniendo comisiones similares de momento.
Tengo claro que el dinero como concepto está pasando por una transición que podría ser tan revolucionaria como lo serán los taxis autónomos, la impresión aditiva o la inteligencia artificial en la educación. Las ‘finanzas autónomas’ podrían crecer exponencialmente en los próximos años y, eventualmente, la mayoría de nuestras decisiones financieras podrían automatizarse sin solicitar permisos. Al fin y al cabo, ¿quién sabe cuál es el mejor momento para refinanciar una hipoteca o dónde obtenerla? Derívalo a cualquier otra decisión financiera y te acercarás a la más que probable realidad futura.
Habrá un momento en el que las computadoras refinancien nuestras deudas cuando sea más ventajoso a la vez que invertirán nuestro efectivo en inversiones a largo plazo cuando tenga sentido. Al mismo tiempo balancearán nuestro ‘cashflow’ y lo manejarán de manera inteligente en base a nuestras necesidades. Los seguros u otros servicios se pondrán en piloto automático.
Hace unos meses Credit Karma presentó en el MoneyConf de Dublín un informe que aseguraba que en Estados Unidos se ‘perdieron’ 37.000 millones de dólares en 2017 en sobre costes en créditos financieros. Ese parece un buen caldo de cultivo para justificar el crecimiento brutal de los ‘roboadvisors’ en ese país. Se calcula que estos modelos de inversión automatizados administraron, sólo en 2017, 98.500 millones de dólares. El doble que en 2016. Los datos de 2018 serán aun mayores y el cálculo que se ofreció roza los 450.000 millones para el año que viene. Si todo evoluciona como han hecho otros sectores que han vivido su disrupción, la gente verá que, asumiendo diferentes factores de riesgo, existe un beneficio concreto en la gestión de una parte de sus finanzas de un modo automático y optimizado.
Hace un tiempo un cliente me preguntó que debía hacer para garantizar que su negocio iba a ser rentable en el futuro inmediato. Se dedicaba a vender productos físicos. Le dije que en un mundo donde su cliente tipo cuando quiere ir al cine, mira Netflix, cuando quiere leer un libro, se lo descarga en Amazon, cuando quiere comer algo, lo pide a Glovo, cuando quiere escuchar música, se conecta a Spotify, cuando quiere comprar cualquier cosa se va a un marketplace, ¿qué le hacía pensar que ese tipo iba a ir siempre a su tienda física? y además ¿qué grado de conocimiento tenía de ese cliente? ¿qué datos obtenía de él? ¿qué procesos había automatizado para ofrecerle una experiencia central? Esas preguntas sirven para todos los sectores, negocios y modelos de gestión. Para la inversión también. ¿Qué les hace pensar a los gestores de inversión que su cliente no va a utilizar ‘roboadvisors’ en el futuro inmediato?
Políticos miopes hablando de una hipotética ‘recuperación' económica.
Tenemos la sensación de que el impacto de la crisis en España empezó a descender gracias a algunas cifras macroeconómicas que así lo indican. Pero lo cierto es que no se ha superado ni mucho menos. En realidad lo que ha sucedido es que el gobierno que lideró Mariano Rajoy evitó una quiebra técnica, el conocido ‘default’, en el que se había situado a nuestro país anteriormente con unas métricas absolutamente de pánico. Desde el fondo del pozo sólo se puede subir y eso es lo que hemos hecho por ejemplo en el asunto del empleo. Cuando llegas al 24% de paro, digamos que lo único que puedes hacer es mejorarlo.
Tenemos la sensación de que el impacto de la crisis en España empezó a descender gracias a algunas cifras macroeconómicas que así lo indican. Pero lo cierto es que no se ha superado ni mucho menos. En realidad lo que ha sucedido es que el gobierno que lideró Mariano Rajoy evitó una quiebra técnica, el conocido ‘default’, en el que se había situado a nuestro país anteriormente con unas métricas absolutamente de pánico. Desde el fondo del pozo sólo se puede subir y eso es lo que hemos hecho por ejemplo en el asunto del empleo. Cuando llegas al 24% de paro, digamos que lo único que puedes hacer es mejorarlo.
Y vamos a pasarlo mal. De nuevo. La magnitud está por definir pero es evidente que haber dado por finiquitada la crisis ha sido un error que vamos a pagarlo caro. Para empezar el mayor error cometido fue llamarle recuperación a la salida de la crisis. ¿Quién quería ‘recuperar’ el modelo anterior? ¿Sinceramente alguien considera que la solución al desastre es replicar la estructura económica que lo fabricó? De ahí que esa sensación de mejora económica se sustenta en sueldos bajos, contratos temporales o de media jornada, paro de larga duración, la tasa de jóvenes incapaces de ocuparse por primera vez más alta de nuestro entorno, una reducción importante de cobertura social, la liquidación del fondo de reserva de las pensiones, una contratación de aurora boreal de empleados públicos para maquillar las cifras y, finalmente, en un contexto de deuda pública rozando el 98% del PIB y un déficit sin dejar de subir.
Una recuperación hipotética que mantienen enarbolando unos y otros según la franja de legislatura que les atañe. Los primeros aseguran que, tras salvarnos del cataclismo, crearon los cimientos de una recuperación a base de reformas, decisiones difíciles y cuentos varios. Los segundos dicen que en ocho meses han logrado plantear estrategias para afianzar la calidad definitiva de la grave situación económica que hemos vivido en los últimos diez años. Y la verdad es que es de vergüenza ajena mires donde mires. Ni nos sacaron de la crisis ni se han creado los mecanismos para aprovechar la teórica bonanza.
España sigue siendo un país, como hoy se puede comprobar en los datos de empleo, dependiente de ciclos, sectores de escaso valor añadido y con un modelo inspirado en una economía que sigue sin mirar al futuro con garantías. Venimos de un enero nefasto. Los 204.865 empleos menos en el peor enero desde 2013 muestran que la subida del salario mínimo hasta los 900 euros, podría estar destruyendo 125.000 empleos netos y de golpe.
Un país en el que es muy complicado crear una empresa, por lo menos mucho más que en otros países. Siempre pongo el ejemplo de lo que me costó montar una compañía tecnológica en Irlanda. En total, tras todos los trámites, fueron unos 11 minutos. A partir de ahí pude empezar a trabajar, contratar personal y facturar. Durante tres años, si no alcanzabas los 300.000 euros de facturación anual no pagabas un buen número de impuestos. Digamos que eso lo facilitaba todo bastante. El número de empresas tecnológicas, el bajo índice de empresas que no superan los primeros años de vida y el nivel de modernización y ocupación de la economía celta es envidiable. Comparar es feo.
Pero sigamos. En un país en el que los que tienen que liderar este asunto siguen en sus asuntos, lejos de la realidad económica, lejos del drama de millones de personas y muy lejos de la capacidad de estructurar una estructura de crecimiento económico tecnológico, no se puede decir que ‘hemos salido de la crisis’. Un momento económico que parece desestimar el tsunami que se acerca por dos vías:
La primera ola vinculada a la economía tradicional en nuestro entorno, nuestros clientes. En la zona euro se prevé un crecimiento en 2019 del 1,5%, pero los signos de debilidad de la actividad y de la confianza se acumulan. El motor de la economía europea, Alemania, da muestras de estar roto. Ha reducido su previsión de crecimiento para este año hasta el 1% frente al 1,8% inicialmente previsto. Ll que se llama crecimiento nulo. En Francia el retraso en proceder a reformas económicas y a reducir el déficit público, está conociendo un fuerte bache de su economía, cayendo del 2,3% al 1,5%. Lo que se llama parón. Gran Bretaña ha hundido sus previsiones de actividad, que han bajado del 2,8% de antes del referéndum del Brexit al 1,3%. Lo que se llama darte un hostión. Italia, que ya ha entrado en recesión con una deuda pública del 132% del PIB. Lo que se llama ‘mirarse en el espejo griego’.
La segunda ola es menos evidente y suele tener muchos menos adeptos en la política o por desconocimiento o por abulia. Se trata de la sustitución de los modelos productivos, del modelo de crecimiento, de la tecnología aplicada indispensablemente a toda la cadena de valor nominal de la economía española. Los datos son muy preocupantes. El saldo por turismo en España se contrajo un 0,3% en 2018, hasta los 40.455 millones de euros. Aunque el sector turístico y de viajes registró un superávit de 40.455 millones de euros el pasado año, ese dato supuso una contracción del 0,3% en un ejercicio en el que el turismo sufrió un frenazo al crecer por primera vez en una década menos que el PIB. Que tu principal motor económico crezca por debajo del PIB no debería de ser una mala señal. Si eso fuera la evidencia de que hay otros sectores que crecen adecuadamente para sustituirlo como punta de lanza estaría bien, pero no es el caso.
Resulta que la industria española está peor de lo esperado y entra en recesión. El sector manufacturero español ha entrado en recesión por primera vez desde noviembre de 2013 al registrar 49,9 puntos en el índice de referencia PMI de febrero. Este índice cayó desde el nivel de los 52,4 puntos registrado en enero poniendo fin a más de cinco años de crecimiento continuo del sector industrial. El nivel por debajo de 50 puntos detecta ausencia de cambios en la actividad manufacturera y ese es el gran problema. Aquí no hay estímulos a la modernización, a la inversión tecnológica. Lo peor es que el Indice de Producción Industrial cayó un 3% en 2018, lo que es realmente muy preocupante al ser el país de la zona euro donde más cayó. Mucho discurso sobre temas que poco afectan a nuestra vida real y que como no se tomen medidas, urgentes y poco debate realmente importante sobre como pensamos afrontar la modernización del modelo productivo, la sustitución del empleo por automatismos, el liderar las tecnologías asociadas a la inteligencia artificial y las propuestas para que los emprendedores puedan competir con su entorno.
Es tan triste ver cómo el debate político sigue anclado en lo territorial, las políticas de género, la exhumación de Franco u otras cosas que aunque son importantes no son esencialmente estratégicas. No por lo menos para que nuestros hijos puedan tener un futuro sin hipotecas, sin subsidios que los aten de por vida o con una dependencia inédita de las políticas públicas. Todo importa, pero sin una creación de riqueza a medio plazo notable, competitiva y moderna no se podrá repartir nada y, entonces, a eso que llamamos recuperación de la economía le vamos a llamar recuperación de la crisis.
Las calculadoras no sustituyeron a los matemáticos pero les obligó a trabajar distinto.
El pasado jueves estrené conferencia. En concreto fue durante el espectacular evento ModernCX organizado por Oracle. El lugar donde sucedió era magnífico: el Club Retiro Florida. La verdad es que subirte al mismo escenario en el que en algún momento han actuado artistas como Ray Charles, Tina Turner, Plácido Domingo o Montserrat Caballé tiene su cosa. Mi charla se titulaba ‘Hold On! We are Humans’ (¡espera! somos humanos) y, aunque todavía le queda un tiempo de maduración y mejora, tuvo un buen recibimiento. En un evento cuyo objetivo es analizar el modo en el que colocamos al cliente en el centro de la cadena de valor y, con ello, le ofrecemos una experiencia compleja pero de interés, hablar de como los valores humanos deben anteponerse a los automatizados es un reto.
El pasado jueves estrené conferencia. En concreto fue durante el espectacular evento ModernCX organizado por Oracle. El lugar donde sucedió era magnífico: el Club Retiro Florida. La verdad es que subirte al mismo escenario en el que en algún momento han actuado artistas como Ray Charles, Tina Turner, Plácido Domingo o Montserrat Caballé tiene su cosa. Mi charla se titulaba ‘Hold On! We are Humans’ (¡espera! somos humanos) y, aunque todavía le queda un tiempo de maduración y mejora, tuvo un buen recibimiento. En un evento cuyo objetivo es analizar el modo en el que colocamos al cliente en el centro de la cadena de valor y, con ello, le ofrecemos una experiencia compleja pero de interés, hablar de como los valores humanos deben anteponerse a los automatizados es un reto.
Sin embargo, no seré yo quien deje de lado el valor exponencial de la tecnología ni tampoco voy a ser yo quien la coloque en un plano secundario. Por dos razones, porque es a partir de la tecnología que las empresas y las organizaciones localizarán las vías de crecimiento y competitividad indispensable en los tiempos que vivimos y, en segundo lugar porque es a partir de esa tecnología que considero el ser humano puede proyectarse con mayor intensidad. Sigo pensando que la robótica nos hace más humanos, nos concede un tiempo muy valioso para ejercer de seres vivos. El problema está en que eso ni es automático ni carece de esfuerzos.
De ahí que cuando me propuse desarrollar una nueva conferencia, que fuera una evolución de la que durante tres años he ido ofreciendo con diversas mejoras y actualizaciones y titulada ‘reWorking’, pensé que el hilo argumental no podía ser otro que el de contraponer las virtudes y los riesgos que la Inteligencia Artificial y la automatización tienen en todos los ámbitos de la vida y del empleo. Por eso, en un punto intermedio de la misma comento que ‘ninguno de nosotros sentiría amenazado nuestro empleo hoy en día por una calculadora. Sin embargo, esta herramienta tan generalizada inquietó a la mayoría de matemáticos en los días de su lanzamiento’. Ahora los rápidos avances en inteligencia artificial y en aprendizaje automático generan debates y preocupación cuando hablamos del empleo del futuro.
En esta nueva conferencia, cuyo contenido y título evolucionará obviamente, ya no habla de otras revoluciones industriales. Ya no es necesario, todos lo tenemos claro. Los motivos de preocupación en la actualidad son similares a los que se presentaron hace 250 años y está más que demostrado que la tecnología es un facilitador de la eficiencia y la eficacia, que amplifica los logros humanos, en lugar de alejarse de ellos. Por eso, un canto a los beneficios de la tecnología no debe ser algo contrario a lo humano. No se pueden dar charlas diciendo simplemente que lo humano es mejor sin sustentarlo de manera firme lo lo convierte en una alegoría ‘buenista’ y ‘naif’ como he escuchado por ahí, anteponiendo sin justificación lo humano a lo robótico.
No es sencillo ni automático. Hay mucho que hacer antes de que la tecnología no sea un parto doloroso. Mucho que prever antes de que la inteligencia artificial no se lleve por delante millones de empleos. Mucho que estudiar estratégicamente para que las empresas que se automatizan no destruyan modelos productivos analógicos. Mucho que las administraciones deben empezar a analizar. Mucho que hacer y que a partir de unos meses empezaré a explicar en esta nueva conferencia. Una conferencia que se centra en la experiencia adquirida durante la transformación digital de algunas de las empresas para las que ahora mismo estamos trabajando y que nos ofrecen un grado de conocimiento espectacular.
Hemos pasado del lápiz y papel a las calculadoras. Más tarde llegaron las hojas de cálculo. Ni unas ni otras reemplazaron a los matemáticos sino que los volvió incluso más imprescindibles. Ahora bien, quien no lo aceptase, quien no se volcó en su uso, perdió su trabajo. Es muy simple. El hecho de abrazar la tecnología para que nos proyecte de humanamente es un valor que aumentará a medida que el avance de los sistemas de análisis sofisticados generen la necesidad de una interpretación y una aplicación aún más avanzadas, algo que, por cierto, solo los humanos podemos hacer. La pregunta nunca fue si ‘una calculadora te iba a quitar el trabajo’, de hecho tampoco lo es ahora si un sistema de inteligencia artificial te lo va a quitar. Ni siquiera la cuestión es averiguar el grado de afectación que tu empleo tendrá a corto o medio plazo por culpa de las tecnologías exponenciales. El asunto es cómo imaginamos el espacio laboral del futuro inmediato. Un lugar automatizado, donde mucho de lo que hacemos ahora no lo haremos nosotros. Un lugar donde la pregunta real será ¿cuánto de computerizable eres?
Permíteme recordarte que ‘Hod On! We are Humans’ es una conferencia basada en el ‘build with people, no for people’. Una composición visual espectacular con un discurso focalizado en la importancia de las personas en todos los aspectos de la economía actual. En esta charla avanzo las cuatro claves para abordar con éxito el desafío digital que supone este momento de disrupción. El uso de los datos para generar mejores experiencias de cliente, la utilización de la inteligencia artificial para hacer mucho más eficientes los procesos empresariales, la mutación de los productos a servicios para generar nuevos modelos de negocio y, especialmente, la búsqueda de la excelencia en los equipos humanos, a partir de las competencias a estimular. Una conferencia que evita el futurismo improbable, aterrizando a nuestros días el verdadero valor de colocar en el centro de la economía la experiencia de cliente y la responsabilidad de los profesionales implicados en lograrlo. La tecnología no es opcional, pero el cómo la utilizamos sí.
En breve publicaremos las fechas y lugares donde asistir a esta nueva conferencia disponible. En el caso de que estés interesado en contratarla para un evento de tu empresa u organización no dudes en consultar disponibilidad aquí.
El Mobile World Congress: entre la oportunidad 5G y el riesgo de la inmovilidad.
Una edición más. Una más en la que, de una manera u otra, tengo una estrecha relación con el Mobile World Congress. Otra vez con huelgas, dudas sobre el futuro y la protesta institucional de turno. Este año se suma la inexistencia del servicio de Uber o Cabify. La verdad es que cuesta mantener el título de ‘capital de la movilidad’ o de ‘smart city’ a una Barcelona incapaz de gestionar el conflicto y convertirlo en avance en lugar de retroceso. No se puede ser la capitalizad de la movilidad si cuesta moverse, ni denominarse ciudad inteligente cuando los datos no se convierten en información.
Una edición más. Una más en la que, de una manera u otra, tengo una estrecha relación con el Mobile World Congress. Otra vez con huelgas, dudas sobre el futuro y la protesta institucional de turno. Este año se suma la inexistencia del servicio de Uber o Cabify. La verdad es que cuesta mantener el título de ‘capital de la movilidad’ o de ‘smart city’ a una Barcelona incapaz de gestionar el conflicto y convertirlo en avance en lugar de retroceso. No se puede ser la capitalizad de la movilidad si cuesta moverse, ni denominarse ciudad inteligente cuando los datos no se convierten en información.
Otro de los datos que se suele explicar con la boca pequeña es que esto del Mobile en Barcelona no es tan único en el mundo. De hecho, el propio MWC se organiza en Shangai y en Los Angeles cada año. Ojo con eso. No somos la única sede mundial. Hablamos realmente de una competencia de tipo europea. Ciudades como Berlín, Amsterdam, París y muy especialmente Lisboa optan cada año a ser la ‘sede europea’ del asunto. Seguir hablando de la inviolabilidad del tema es engañarse a uno mismo. He oído tonterías como que con un clima como el de Barcelona no hay competencia. En fin.
Ahora bien, es evidente que nuestro mobile es la mayor oportunidad que tiene Barcelona, Cataluña y España para liderar el modelo de la tecnología asociada a la movilidad en el mundo. Es evidente que la oportunidad y escaparate que ofrece es brutal. Si deshacemos los inconvenientes descritos y las amenazas previstas, estamos ante un espacio en el que se representa el futuro de un modo espectacular. Comercial sí, pero muy real. Dejando de lado lo de los teléfonos plegables, que tiene pinta de que acabarán en la misma caja donde guardamos las Google Glass, este MWC2019 será el de la movilidad autónoma y conectada y de la tecnología 5G.
En esta edición espacios como el Mobility Lab ubicado en el circuito Parcmotor, será un banco de pruebas para el desarrollo del vehículo conectado y autónomo. Desde ahí se van a presentar soluciones de conectividad en el entorno urbano, para que entre vehículos y mobiliario urbano existan modelos de comunicación efectiva. Las propias Seat y Telefónica van a presentar estos dias sus vehículos eléctricos urbanos y conectados.
Y también vamos a ver por fin el valor de la iniciativa 5G Barcelona. Frente a las redes actuales 4G y LTE, las 5G supondrán un incremento de las velocidades de descarga de hasta el 500%, un ancho de banda que permitirá consumir contenido sin demoras y sin problemas de saturación. La previsión es que estas nuevas redes aporten la capacidad necesaria para que los asistentes virtuales sean accesibles de un modo muy distinto y que en todo momento y lugar podamos disfrutar de videos de ultra alta definición, realidad aumentada y realidad virtual para juegos y TV inmersiva.
Sin duda, lo más interesante de una tecnología sin ‘delay’ es el que tiene que ver con la salud. El Hospital Clínic de Barcelona ha inaugurado el primer quirófano equipado con conectividad 5G, que permite a un cirujano especialista guiar a tiempo real y sin estar físicamente presente, a otro cirujano que esté operando en cualquier lugar del mundo. El nulo retraso de las comunicaciones con 5G hacen posible que las imágenes de la intervención se transmitan sin retrasos ni interrupciones, algo que no logra la actual telemedicina.
Puede ser que estemos ante el capítulo final de una revolución tecnológica digital. Puede que esta sea la definitiva carga tecnológica que al Cuarta Revolución Industrial viene a aportar. Tal vez esta revolución no tenga que esperar a los desarrollos de ciencia ficción de la inteligencia artificial por ejemplo, sino simplemente generalizar la tecnología 5G. Una capacidad de conexión que permite ver ejemplos de sistemas de tráfico inteligente que indica a vehículos autónomos (o no) disminuir obligatoriamente la velocidad o cuándo acelerar, eliminando la necesidad de semáforos en el futuro. Eso es mucho más factible que un robot conversando contigo sobre tu estado de ánimo. Seamos realistas.
Sin embargo dos cosas finales. Por un lado es imprescindible tener claro que el despliegue de la tecnología 5G es algo que no va a suceder rápidamente. Las operadoras tienen que modificar su red y ver como la hacen rentable con los dispositivos existentes. Esa guerra va a costar un dineral y vamos a ver como lo afrontan. Nos va a recordar pero multiplicado por un millón, lo que pasó con la transición del 3G al 4G. Curiosamente, algo que aún no ha terminado de producirse. Tengamos paciencia.
Y en segundo lugar. Dejemos de jugar con el Mobile. Ni es algo seguro ni intocable. Que alguien diga que ‘no piensa moverse de Barcelona’ no tiene garantizado para nada que eso vaya a ser así. ¿Te presentarías en la inauguración de un evento anual diciendo esta es la última vez que vengo? Nadie tiene paciencia infinita ni la historia nos ofrece oportunidades como esta constantemente. No es sólo cuestión de los 500 millones que aporta a la ciudad de Barcelona. Es el valor asociado a un futuro tecnológico que aporta a todo el país. Dejemos de marear a la gallina o va a dejar de poner huevos de oro.
Pic: Mogyorósy
La Transformación Digital ayuda a vender más a cualquier pequeño negocio.
En España hay 260.000 bares, más que en todo Estados Unidos. Somos el país del mundo con mayor número de bares por habitante, 175, y el pasado año, por primera vez en una década, se han vuelto a abrir más locales de los que cerraron. Hemos vuelto al bar, donde lo que más consumimos es cerveza y café y donde trabajan 1,6 millones de personas. La importancia del sector es evidente. Su modernización no. Normalmente cuando hablamos de Transformación Digital nos imaginamos grandes compañías, complejos procesos, tecnología sofisticada y modelos de negocio innovadores. Sin embargo, vamos a ver como esa digitalización es un camino a recorrer por todos, incluidos tu bar de la esquina.
En España hay 260.000 bares, más que en todo Estados Unidos. Somos el país del mundo con mayor número de bares por habitante, concretamente 175 habitantes por bar, y el pasado año, por primera vez en una década, se han vuelto a abrir más locales de los que cerraron. Hemos vuelto al bar, donde lo que más consumimos es cerveza y café y donde trabajan 1,6 millones de personas. La importancia del sector es evidente. Su modernización no. Normalmente cuando hablamos de Transformación Digital nos imaginamos grandes compañías, complejos procesos, tecnología sofisticada y modelos de negocio innovadores. Sin embargo, vamos a ver como esa digitalización es un camino a recorrer por todos, incluidos tu bar de la esquina.
Sabemos que se genera una cantidad estratosférica de datos y de manera continua. La mayoría de estos datos se desperdician no obstante. Normalmente por no entender la importancia que tienen o, peor aún, por no saber como utilizarlos. Menos del 1% de todos esos datos se llega a utilizar realmente. De la misma manera que los cineastas pueden grabar horas de película por cada minuto que vemos en la pantalla, se recogen una gran cantidad de datos que nunca se analizan, y mucho menos se monetizan. Estos datos son un recurso sin explotar en la mayoría de los casos pues en realidad ofrece enormes oportunidades para cualquier tipo de negocio por pequeño o tradicional que éste sea. Ayer en el resumen semanal a las noticias económicas y tecnológicas que hago en el programa Arustitys de La Sexta lo comentamos rápidamente.
Haciendo referencia a un artículo publicado en El Mundo del domingo pasado, es interesante destacar que hay software y modelos de lectura de datos que pueden ser utilizados por cualquier tipo de negocio. En este caso, el protagonista sería un bar. El titular del artículo igual no era el más sencillo para entender de lo que habla, pero la descripción de lo que supone el uso del ‘data’, sí que lo es.
Resulta que en los bares españoles sólo se toma la comanda de manera digitalizada en uno de cada cuatro establecimientos. Pocos cuentan con tablets para anotar los pedidos y un software que registre todo lo que pasa a partir de ese momento. Lo grave es que el uso de este tipo de sistemas permitiría mejorar el negocio y aumentar las ventas de forma notable.
No estamos hablando de sofisticados modelos de gestión que precisen de una formación profunda, ni tan sólo de un gasto presupuestario alto. Poner al servicio de un bar todo este campo de análisis es relativamente sencillo y económico. De hecho, medir cada factura digitalmente ayuda a cruzar datos para saber qué se consume más, a qué horas y combinado con qué. Esta información es de extraordinario valor para el dueño o el encargado del local, pero también para los propios proveedores del bar.
Sólo con datos no hemos nada, con su transformación en información sí. Ahí es dónde entra la tecnología. Lo que llamamos transformación digital. A veces nos da la sensación que eso es algo reservado a grandes empresas con procesos complejos, plataformas web o modelos de negocio digitalizables. La verdad es que no. Transformarse digitalmente es algo que se hace en la medida y dimensión exacta para cada negocio.
Por seguir con el ejemplo del bar ’en la hostelería se han cambiado los horarios y este tipo de sistemas de inteligencia de negocios para un establecimiento tan concreto como un bar o una granja, permite fraccionar las ventas en horarios con consumos dispares. Es la misma franja de consumo, pero los clientes son distintos y piden cosas diferentes. Medir qué te piden más los clientes en esa franja, si son copas o cafés, permite al hostelero diseñar mejor su carta, adecuarla a las necesidades de su consumidor, porque lo conoce mejor’.
De los 260.000 bares que hay en España, un 25% utilizan tabletas o dispositivos móviles para realizar los pedidos. Algo que en gran medida no sólo depende de los propietarios sino de la voluntad de modernizar una economía que tenga un gobierno. Hay países en los que la normativa de apertura pide unos mínimos tecnológicos. En Portugal, por ejemplo, ‘la ley exige a la hostelería usar la tecnología digital para la gestión del negocio. La principal barrera para la digitalización no es económica, suele ser cultural’.
Pero permíteme que resalte algo. Digitalizarse ya no es suficiente. De hecho no es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente. Lo primero es factible de hacerse con inversión, incorporando tecnología y es relativamente fácil. Transformarse es otra cosa. Es el hecho de que a partir de esa tecnología aportada modifiquemos sustancialmente cosas. Mejoremos, hagamos eficiente nuestra empresa. Transformarse digitalmente debe surgir de una nueva cultura empresarial que comprenda la transparencia, la colaboración, las bondades del uso de esa tecnología, debe además ser capaz de colocar al cliente en el centro de la cadena de valor de nuestra oferta y no que el producto sea el motivo. Además los procesos deben aportarnos datos, modelos capaces de modificarse en base al estudio de esos datos masivos que emitimos y, finalmente, la transformación digital genera nuevos modelos de negocio. Si en nuestra estructura productiva hay algo digitalizable, al final será digital. Si tu empresa no da estos pasos, por pequeña que sea, y no lo hace relativamente rápido, puede estancarse e incluso desaparecer. Sí. Le ha pasado a grandes empresas que no entendieron o no vieron la que se avecinaba. Cuando nos quejamos de que grandes corporaciones están concentrando todo y estrechando el espacio a los pequeños comercios, deberíamos pensar si estamos haciendo todo lo que, tecnológicamente y culturalmente hablando, podemos hacer. Además, recuerda que lo humano tiene un valor diferencial y añadido, esa es la clave.
A más robots, más empleo, pero...
Tras un tuit que publiqué hace unos días acerca de la relación entre robots y paro y tras más de dos millares de replicas en la propia red, he decidido ampliar un poco los datos. Resulta que Corea del Sur tiene 631 robots por cada 10.000 trabajadores y su tasa de paro es del 3,2%. España tiene 160 robots por cada 10.000 trabajadores y un desempleo del 14,5%. Relacionar robots y paro es un error, debería hacerse con eficiencia, productividad y generación de empleo. Alemania es el país con más robots per capita de Europa y quien está más cerca del pleno empleo. Grecia es la región europea con menos robots industriales en marcha y el país con mayor tasa de paro.
Tras un tuit que publiqué hace unos días acerca de la relación entre robots y paro y tras más de dos millares de replicas en la propia red, he decidido ampliar un poco los datos. Resulta que Corea del Sur tiene 631 robots por cada 10.000 trabajadores y su tasa de paro es del 3,2%. España tiene 160 robots por cada 10.000 trabajadores y un desempleo del 14,5%. Relacionar robots y paro es un error, debería hacerse con eficiencia, productividad y generación de empleo. Alemania es el país con más robots per capita de Europa y quien está más cerca del pleno empleo. Grecia es la región europea con menos robots industriales en marcha y el país con mayor tasa de paro.
Durante los últimos años, el debate sobre robots y el empleo se ha centrado en gran medida en cómo la automatización puede impactar sobre la fuerza laboral. El discurso oficial habla de un futuro apocalíptico, la robocalipsis le llaman. Discusiones derivadas hacia si estos dispositivos deberán pagar o no impuestos, si serán la garantía de una renta mínima universal y otras pajas mentales.
Lo que sabemos es que la adopción de robots está ocurriendo más rápido de lo esperado. Por poner un ejemplo en Europa los pedidos referentes a automatismos dedicados al sector servicios que se deben entregar durante este año y el que viene, ascienden a casi un millón de dispositivos. Y tal vez no haya una métrica más reveladora que la cantidad de robots en un país por cada 10,000 trabajadores.

Con la amenaza de la automatización inminente, se entiende comúnmente que los trabajos industriales y de servicios serán algunos de los primeros en irse. Pero algunos analistas económicos creemos que la métrica puede no ser la mejor manera de medir la apertura de los países hacia un futuro lleno de robots tal y como señala la publicación Quartz.
Como señala un nuevo informe de la Fundación de Información, Tecnología e Innovación, hay un caso económico naturalmente más sólido para adoptar robots en economías con salarios más altos que en economías con salarios más bajos, lo que significa que la popularidad de los robots está sesgada para favorecer a los países que pueden pagar para pagar por ellos Esto tiene sentido, dado que los robots industriales pueden costar más de 80,000 euros cada uno.
El informe sugiere que, en cambio, deberíamos tener en cuenta los salarios promedio de los países para tener una idea real de cuán dispuestos están a abrazar a los robots industriales. Que de ese modo se podría asumir mejor la ecuación entre trabajadores y robots.
En este gráfico, los países se enumeran en orden descendente según el número de robots industriales en funcionamiento. No es sorprendente que los países ricos, como Corea del Sur, Alemania y los Estados Unidos, tengan algunas de las tasas de adopción más altas. Pero si ajustamos los salarios de cada país los datos cuentan una historia muy diferente.

En este otro gráfico, los investigadores ajustaron la tasa de adopción de robot esperada dada la riqueza relativa de los países. Verá que muchos países europeos y americanos tienen tasas de adopción inferiores a las esperadas.
La conclusión es que si tomamos en cuenta los salarios, los países asiáticos superan de manera importante a Europa y América. Si los robots, la automatización y la digitalización inteligente son el futuro de la fabricación, los países de América y Europa tienen que ponerse al día para mantenerse competitivos de manera urgente. Otro día hablaremos del riesgo de sólo legislar con miedo a la llegada de modelos de negocio y su repercusión en los avances socioeconómicos. También de como, dejar de lado la repercusión de la Inteligencia Artificial, va a causar un desastre monumental para algunos. España y la mayoría de países latinoamericanos están en zona de riesgo.
Las claves de la Transformación Digital de la banca. La iRevolución de los servicios financieros.
La semana pasada estuve en Costa Rica con motivo de la finalización de la primera fase del proyecto de Transformación Digital del Banco Popular de Costa Rica. Un proyecto apasionante que ahora inicia la siguiente etapa, la implementación de diversos modelos de innovación, incorporación de tecnología, gestión del cambio organizativo y, especialmente, el diseño de nuevos modelos de negocio que el sector financiero tiene que abordar irremediablemente.
La semana pasada estuve en Costa Rica con motivo de la finalización de la primera fase del proyecto de Transformación Digital del Banco Popular de Costa Rica. Un proyecto apasionante que ahora inicia la siguiente etapa, la implementación de diversos modelos de innovación, incorporación de tecnología, gestión del cambio organizativo y, especialmente, el diseño de nuevos modelos de negocio que el sector financiero tiene que abordar irremediablemente.
Las amenazas son más que sabidas para este sector. Los NeoBanks, los iBanks, las criptomonedas e, incluso, los No-Banks. Pero a mí me gusta más contemplar el otro lado, los retos. En el caso de una entidad financiera nacional, semi pública como es el Banco Popular de Costa Rica, éstos pasan por la reducción de costes y por acelerar la innovación. Es necesaria una banca centrada en el cliente que consiga una relación más estrecha con él y una experiencia digital personalizada. Una banca que ayude a las instituciones financieras y a las propias fintech a construir, operar y monetizar cualquier tipo de aplicación de manera ágil y rápida.
Entre los modelos que he coordinado en otras entidades y las que ya hemos iniciado en Costa Rica, es obligatorio un ecosistema API para lanzar nuevos servicios. APIs abiertas y conectadas a un ecosistema de colaboradores que ofrezcan servicios digitales de valor añadido a través de cualquier entorno colad por ejemplo. Mi obsesión es que cualquier banco considere factible liderar la propia revolución fintech. No voy a entrar en el detalle y el modo de lograrlo ni con que metodologías se puede lograr. Eso es algo que precisa de un buen número de documentos y de un par de jornadas de alto valor explicados en un Workshop específico como afrontarlo. Sin embargo, hay varios campos de trabajo que son determinantes y que a modo esquemático pasarían por:
Los grandes bloques de trabajo deben ser la Analítica, la Automatización, la Gestión de TI, la propia Inteligencia artificial, la innovación estratégica, la tecnología móvil y la seguridad integral. A partir de estos espacios de trabajo se despliegan cada uno de los elementos que derivan. Aunque pueden funcionar para muchos sectores, en el caso de las finanzas se determinan en estos que acabo de relacionar. Veamos cómo se despliegan según nuestro criterio.
Inicialmente el asunto trata de la analítica, de la cual se espera descubrir, interpretar y comunicar patrones significativos y la información de valor a partir de datos de todo tipo. Eso conduce a la gestión prioritaria de analytics por aplicación, analítica prescriptiva, análisis predictivo basado en machine learning, atención a los grandes volúmenes de datos, a la integración de esos datos, la comprensión de la Internet de las Cosas y la visualización de todos estos datos utilizando tecnología que la conviertan en información.
De la automatización se exige que realice operaciones con inteligencia, desde los procesos de negocio hasta la aplicación de bots o la automatización inteligente. Para ello se cuenta con el Blockchain con el objetivo de reducir riesgos y abrir nuevas fuentes de ingresos, cloud computing, almacenamiento en cloud, base de datos en cloud, gestión del propio cloud, infraestructuras como servicios, plataformas como servicios y especialmente generar un volumen aceptable en seguridad en el cloud.
De la Gestión de TI se necesita que se alineen los recursos tecnológicos de información de un banco en función de sus necesidades. Para ello hay que tener en cuenta la alta disponibilidad en el rendimiento operativo, el desarrollo de algún tipo de software de adaptación, la gestión de los propios activos de la tecnología y el cloud, los datos, las identidades, la red, el almacenamiento, los accesos, los negocios, los ciclos de vida de las aplicaciones de la entidad, el rendimiento de esas aplicaciones, el software distribuido llamado middleware y las recuperaciones tras alguna crisis que pudieran ser críticos.
De la Inteligencia artificial buscamos que interactúa con las tecnologías de la información como un socio adaptable a la actividad humana. Para ello asumimos en cualquier proyecto de transformación digital en el sector financiero que vamos a aplicar machine learning que automatice los modelos analíticos para que los sistemas puedan aprender y extraer conocimientos por su cuenta, el procesamiento del lenguaje natural, un sistema recomendador que prevea la valoración o preferencia de un servicio financiero utilizando una subclase de sistemas de filtrado de información, una visión computacional que adquiera, procese, analice y comprenda todo tipo de interacciones con los clientes/usuarios del propio banco.
De la Seguridad planteada se estructurará para que proteja los sistemas en todos los entornos gracias a la Gestión de identidades, la protección contra el fraude, la importantísima protección de las vulnerabilidades que introducen los dispositivo conectados de un usuario de la entidad, el security analytics que explore soluciones que permitan agregar información de seguridad en toda su infraestructura de la entidad, la seguridad cloud, la seguridad de datos, la seguridad de las aplicaciones, la seguridad móvil y la supervisión de red en el ámbito de rendimiento y detección de actividades sospechosas.
Y finalmente, el espacio que considero fundamental y que tiene que ver con el concepto ‘mobile first’. De la Tecnología móvil se necesita que habilite dispositivos móviles para el uso compartido gracias a la analítica móvil, al marketing móvil y, de nuevo, a la seguridad móvil.
En definitiva, y muy a grosso modo, estas son las claves con las que un modelo de negocio financiero tiene que lidiar en el momento que inicia un plan de transformación digital. Esta es la tabla con la que trabajamos nosotros. Debe haber otras, pero lo más complejo es como convertimos un modelo que ha soportado el paso del tiempo con cierto éxito pero que, ahora que ha decidido entender un nuevo entorno, suele quedarse más en la cosmética que en el fondo.
Tengo la suerte de que mis clientes han entendido que la banca debe darse prisa. Prisa en creerse esto realmente. Que no va de aparentar estar interesado o conocer bien como funciona. Consiste en aparcar dentro. En poco tiempo los proveedores de criptomonedas se habrán ganado la confianza y credibilidad de la que ahora todavía no gozan en términos generales. Por ese entonces, la ventaja competitiva de los bancos será irrelevante. Si ahora no se ponen, no habrá espacio para ellos, o lo que quedará será puramente residual. No serán necesarios tal y como ahora los entendemos. Siglos de evolución soplan en su contra, pero pueden convertirse en vientos favorables. Solo hay que ponerse.
| Picture: Hermione Hodgson |
¿Cuál será el empleo de nuestros hijos? ¿De qué trabajarán?
Cena de amigos. Todos por encima de la edad imprescindible para ser Milenials. El tema de conversación gira alrededor de lo que deberían estudiar nuestros hijos si quieren tener empleo en el futuro. Hijos de entre ocho y catorce años que sobreviven en una primaria con pocos cambios o en un bachillerato exhausto, pendientes de una universidad que ofrece un catálogo cada vez más alejado de las necesidades en el futuro y cuyos valores suelen estar a años luz de los que nos ocupaban a nosotros. Y la pregunta siempre es la misma ¿de qué trabajarán nuestros hijos?
Cena de amigos. Todos por encima de la edad imprescindible para ser Milenials. El tema de conversación gira alrededor de lo que deberían estudiar nuestros hijos si quieren tener empleo en el futuro. Hijos de entre ocho y catorce años que sobreviven en una primaria con pocos cambios o en un bachillerato exhausto, pendientes de una universidad que ofrece un catálogo cada vez más alejado de las necesidades en el futuro y cuyos valores suelen estar a años luz de los que nos ocupaban a nosotros. Y la pregunta siempre es la misma ¿de qué trabajarán nuestros hijos?
Y la pregunta no debería ser es tanto en ‘qué’ sino ‘cómo’. Muy probablemente nuestros hijos se ocuparán de los mismos oficios, las mismas tareas y los mismos objetivos profesionales que nosotros pero lo harán de un modo muy diferente. A excepción de los trabajos repetitivos y automatizables, el resto seguirán dependiendo de la intervención humana. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes?
En una conferencia reciente pregunté a los asistentes si sabían a qué se querían dedicar sus hijos. La mayoría respondieron que sí. Solemos pensar que los anhelos profesionales de nuestros pequeños podrán cumplirse porque miramos el futuro con la óptica de nuestro pasado reciente. Y la verdad es que, aun sabiendo lo que quieren ser, ninguno de esos padres podía saber cómo serán las profesiones de sus hijos en la década de 2030. La dificultad para entender y predecir el mundo laboral al que se enfrentarán nuestros hijos que ahora están en primaria es gigantesca. Sin embargo lo que debemos preguntarnos es si realmente estamos preparándolos para la etapa de innovación y cambios más determinante que ha vivido la especie humana.
Cuando yo estudiaba primaria, en los años setenta, no había nada. Nada de lo que ahora me rodea. Nada de lo que ahora convierte mi vida en mi vida. Cuando empecé a trabajar aterrizaban los primeros indicadores de que mi mundo sería un mundo digital pero, ni de lejos, se podía interpretar lo que iba a significar eso. Nadie podía imaginar lo que iba a pasar. Ahora entras en un coche, como entonces, y te conectas a un universo binario que permite distribuirte de múltiples modos. Me hubiera encantado que mi educación me hubiera preparado para un mundo líquido, cambiante, innovador y digital. No lo hicieron porque no era factible. Ni siquiera era probable. Nada hacía presagiar como serían los años noventa o el principio del siglo XXI. La ciencia ficción situaba a dos o tres siglos de distancia el mundo que ahora vivimos.
Mi hijo, iniciando la ESO, tiene claro qué quiere ser de mayor. Sin embargo, no lo será básicamente porque lo que ahora interpreta que puede ser su profesión seguramente será un desarrollo tecnológico automatizado quien lo ejecute. En su escuela lo forman bajo el precepto de que lo que le espera es previsible. No hemos aprendido nada. Que nuestros niños todavía asistan a clases de ‘informática’ es de aurora boreal. ¿Cómo será su mundo profesional? ¿Cómo se relacionarán personas, empresas y organizaciones en el año 2033 o 2038? No podemos saberlo pero deberíamos prepararlos para esa deriva para que extraigan beneficio. Una educación tecnológica y multidisciplinar que abrace el sentido de la disrupción, de la innovación y de lo imprevisible.
Cada año tengo esa sensación color sepia cuando llega el momento de comprar los libros de texto en papel. Sí, todavía se exigen. El motivo no sé si es educativo, cultural, económico, social o de insulto a la inteligencia colectiva. Un libro se puede descargar, actualizar cada año o a tiempo real, convirtiéndose en un concepto educativo sin principio ni final, más cerca de lo que va a ser el mundo en el que se van a tener que desarrollar nuestros hijos. Es sencillo crear contenidos digitales que se adapten al alumno y no alumnos que se adapten a un libro. Seguimos pensando con un prisma medieval en un mundo que está en plena erupción. No tenemos idea de cómo va a quedar la superficie tras esa lava en movimiento, pero lo seguro es que no se parecerá en nada al mundo que el sistema educativo actual dibuja en pizarras de exposición unidireccional.
Y es que esto nos lo debemos de tomar en serio. Quienes diseñan los programas, los que los transmiten y quienes los pagamos. O lo hacemos, o el pasado se nos llevará por delante sin haber visto ni tan siquiera el futuro. Es urgente que los que dicen gobernar y lo que aseguran quieren hacerlo, empiecen por definir una ley educativa capaz de resolver uno de los mayores problemas que puede tener la sociedad futura: la dura digestión de un futuro inminente, automatizado y sin el empleo que ahora ocupa al 50% de la gente.
¿Cómo vamos a preparar a nuestros hijos para un mundo sin el empleo tal y como lo conocemos? ¿Cómo los preparamos para que su modo de vida tenga que ver con la imprevisible textura que nos regala cualquier revolución tecnológica? Ellos son hijos de la tecnología más intensiva que jamás ha vivido la humanidad. No permitamos que desperdicien esa cualidad que les ha otorgado la historia. Permitamos que construyan el mejor mundo posible. Hagámoslo mostrándoles el valor que la tecnología nos concede para ser más humanos. Hagámoslo borrando nuestro modo de entender la educación y la preparación para el futuro.
Podemos intuir pero no saber. En seis meses todo lo que consideras que conoces lo puedes desconocer totalmente. La tecnología tiene como fin no sólo hacernos el trabajo más fácil sino, incluso, cambiar el propio concepto del trabajo tal y como ahora lo entendemos. Es obvio que los avances tecnológicos obligan a sustituir personas en muchos lugares por inteligencia artificial, robots y automatismos. Pero no deja de ser cierto que muchas empresas que abordan esa transformación con energía y estrategia decidida alcanzan pronto resultados muy positivos que les lleva a contratar más personas para nuevos espacios laborales que no existían hace unos meses.
Si no tienes más remedio que participar en una de esas tertulias de sobremesa en la que aparezca el tema de la educación de tus hijos, su futuro laboral o derivados, piensa que lo que es seguro es que nada es seguro. Considera que en el futuro lo que no sea susceptible de ser sustituido por un robot o por un software tendrá un valor incalculable. Estimula la formación de tus hijos en los valores humanos, en la creatividad, en la intuición, en la ética y en la socialización. A mi hijo yo le he recomendado que, a pesar de que le fascina la robótica, que lea poesía y que no deje de estudiar filosofía.
Así se lo recomiendo a él y así lo recomendé a esta mujer que se me acercó tras una conferencia. Os lo replico de nuevo porque representa muy bien lo que pienso y ejerzo profesionalmente. Ella me preguntó qué debía estudiar su hijo de 12 años. No tengo ni idea qué recomendar, pero lo interesante no es qué carrera estudiar sino el desarrollo de habilidades concretas que se puedan ejercer a partir de funciones insustituibles por un software, porque todo lo que no pueda ser automatizable tendrá un valor incalculable. Ella insistió.
¿Qué debería estudiar entonces? Y le dije algo que creo firmemente. ¡Que estudie filosofía! ‘¿Filosofía? Sí. Como la clave del futuro es la tecnología y sus avances empiezan a ser complejos de adecuar a nuestra vida, estoy seguro que la visión ética y moral que un filósofo podrá aportar, será demandada cada vez más en las empresas. Se quedó algo sorprendida y me hizo una última pregunta. ¿Qué libros le puedes recomendar? García Lorca o Dylan Thomas. ¿Poesía? Sí. toca reinventarse cada muy poco tiempo. Se acabó eso de ser lo mismo, en el mismo lugar y con las mismas coordenadas. Lo que nos quedará siempre es el valor añadido que supone ser humano. A medida que la tecnología vaya ‘deshumanizando’ mucho de lo que ahora contemplamos como tradicionalmente analógico, vamos a precisar ‘explicarles’ a las máquinas quiénes somos, qué esperamos, cómo consumimos y cómo sentimos. ¿qué mejor que la poesía para comprendernos como humanos?
Sobre taxis y coches de caballos. El miedo al futuro provoca parálisis.
En 1895 podías trabajar de 'red flager’. Tu cometido hubiera sido marcar la velocidad máxima a la que podía circular un vehículo a motor poniéndote delante del mismo. Algo que por cierto mató la innovación durante los años que la regulación de entonces lo obligaba. Por aquel entonces la gente se mostraba muy preocupada porque la retirada de los caballos de los carruajes, otorgando el control de la conducción a los conductores humanos, pudiera ser un desastre. De hecho los que más se posicionaron a favor de implementar una norma que obligase a impedir el libre uso de este tipo de nueva tracción mecánica fueron los chóferes de carros de caballos. Consideraban que su empleo desaparecería y al imponer una norma totalmente absurda como la del ‘red flager’ generaban una competencia de escaso valor. Obviamente, los carros con caballos iban más rápido que los que funcionaban a motor cuya velocidad máxima la marcaba el pobre que llevaba la banderita roja delante.
En 1895 podías trabajar de 'red flager’. Tu cometido hubiera sido marcar la velocidad máxima a la que podía circular un vehículo a motor poniéndote delante del mismo. Algo que por cierto mató la innovación durante los años que la regulación de entonces lo obligaba. Por aquel entonces la gente se mostraba muy preocupada porque la retirada de los caballos de los carruajes, otorgando el control de la conducción a los conductores humanos, pudiera ser un desastre. De hecho los que más se posicionaron a favor de implementar una norma que obligase a impedir el libre uso de este tipo de nueva tracción mecánica fueron los chóferes de carros de caballos. Consideraban que su empleo desaparecería y al imponer una norma totalmente absurda como la del ‘red flager’ generaban una competencia de escaso valor. Obviamente, los carros con caballos iban más rápido que los que funcionaban a motor cuya velocidad máxima la marcaba el pobre que llevaba la banderita roja delante.
La razón era muy parecida a la que hoy en día se utiliza para impedir una de las evoluciones más intensas y profundas que vamos a vivir como sociedad en menos de dos décadas y que afecta al modo en el que nos movemos. Hace algo más de un siglo, se consideraba que un caballo servía para controlar por instinto cualquier imprevisto en el recorrido. Se estimaba que los animales evitarían las colisiones que en manos de personas serían más difíciles de evitar. Ahora pensamos que dejar el coche en manos de un ordenador con sensores de todo tipo es una temeridad. Sin embargo, hay pruebas piloto, y no tan piloto, funcionando sin demasiados problemas. Coches autónomos recogiendo personas en base a las decisiones de eficiencia de un cerebro sintético ya funciona en el norte de Londres, en California, en Singapore y así hasta en 31 ciudades del mundo. Todavía limitado a distritos determinados no obstante. Es cuestión de regulación, superación de lobbys y reconocimiento de la innovación. Tal vez suena tan raro como cuando llegaron los primeros coches tal y como los conocemos a nuestro mundo a finales del siglo XIX.
En 1895, aquella innovación nunca vista, el motor de explosión, provocó la imposición de una normativa basada en el miedo a perder un modelo de transporte que llevaba siglos funcionando sin injerencias. Era una derivación de una ley vinculada a los trenes de vapor y se adaptó a este nuevo ‘invento’. El propio New York Times publicó que este tipo de aplicación legal solo servía para ‘eliminar la utilidad que tiene un avance tecnológico como un carro sin caballo’. ¿Os suena? Leyes dependientes de consideraciones antiguas que sólo sirven para eliminar lo bueno de la propia innovación. En aquel entonces esa norma paralizó el crecimiento de una industria nueva, la de los carros sin caballo. Demandas contra los que lo hacían sin ese abanderado delante acabaron por paralizar una industria que nadie era capaz de imaginar que llegaría a lo que ahora es.
London to Brighton Run. Celebration of the banning of the 1896 Red Flag law.
De repente, inesperadamente, el gobierno municipal de Londres, en 1903 subió la velocidad máxima para estos vehículos a motor a la increíble velocidad 20 millas por hora. Eso imposibilitaba llevar un tipo con una bandera delante. Desaparecía una ley absurda y el coche pasaba a ser un bien útil, preciado y eficiente. El resto de la historia ya la conocemos.
Las leyes que prohíben algo que está demostrado que los usuarios quieren y pueden entender siempre caen. La innovación como tal no existe si el mercado no la acepta, y en el caso de que ocupa a taxistas, chóferes de VTCs u otros la innovación ya ha sido aceptada. A veces cosas tan simples como asegurarte un precio cerrado (no aproximado) es una innovación radical y el sector del taxi no lo quiere ver e insiste que sus aplicaciones ofrecen un precio casi orientativo al 99%. Sin embargo lo harán antes de lo que esperamos. Tarde o temprano la realidad les explotará en la cara. Serán ellos los que exigirán la liberación del sector, la total y absoluta libertad para aceptar la libre competencia. Porque la competencia que viene no es Cabify, Uber, ni tan siquiera el carsharing, ni los patinetes eléctricos, ni el transporte terrestre de cualquier tipo. Su competencia, será un vehículo que te podrás descargar en tu móvil. Una aplicación que por un precio cerrado mensual te permitirá disponer de un coche sin conductor cuando lo necesites. Eso, que parece ciencia ficción ya pasa. Cuesta 50 libras al mes y te puedes mover sin nadie al volante por todo un distrito en el norte de Londres.
Llegará, no lo dudes. Dependerá de la valentía de los dirigentes de turno y de las exigencias de los usuarios (votantes). Pienso que, un país que define sus ciudades como ‘smart cities’ y que quiera ofrecer un futuro vinculado a los nuevos modelos de crecimiento que el futuro exigirá, se verá obligado a abrazar este tipo de procesos inevitables por otro lado. Échale un vistazo a lo que hace Waymo.
Vamos escasos de políticos valientes, con luces largas. Si los hubiera tendrán de frente una dura oposición como la que a finales del XIX fueron fabricantes de carros y políticos miedosos o desconocedores y gente preocupada por una conducción no asistida por un caballo. Ahora es lo mismo. Fabricantes perdidos, políticos desconocedores y gente preocupada por una conducción no asistida por un humano. La diferencia con aquel entonces es que hoy los fabricantes han entendido el desafío y la gente ha iniciado la transición rápida del ‘me gusta conducir’ al ‘me gusta compartir’. Dependemos de la política para evolucionar. Que vigilen no sea que a ellos también les llegue la disrupción. Igual nos vemos votando al partido robot en menos de lo que creen.
Te doy un ‘extra-point’ en dos datos que suman. El pasado año 35.000 propietarios de Tesla incorporaron en su vehículo el pack ‘fully self-driving’ que permite la conducción totalmente autónoma cuando esta sea posible. Se sabe que muchos de ellos tenían orientado el uso a medio plazo en términos comerciales. El segundo, el negocio que se prevé van a ocupar los coches autónomos alcanzará pronto los 6,1 billones de euros. Igual por eso empiezan a apostar todos los fabricantes y empresas tecnológicas que hasta ahora no vendían coches. El dinero manda.
¿Globalización 4.0 o Humanización 4.0? Personas por la globalización o globalización por las personas?
La pregunta es si estamos ante una era de ¿personas al servicio de la globalización o globalización al servicio de las personas? En base a eso ya tenemos nuevo ‘palabro’. Globalización 4.0. Se trata del concepto que estos días en Davos está dando nombre al paraguas bajo el que se derivan los debates entre expertos y dirigentes mundiales. Vamos a ver que significa y porque es importante que empecemos a incorporarlo a nuestro radar diario. Tengamos en cuenta que en el encuentro de este año, los del World Economic Forum, aseguran que aunque no estamos en la puerta de una nueva recesión sí podríamos estar sentados en la antesala de una crisis algo más leve que la anterior.
La pregunta es si estamos ante una era de ¿personas al servicio de la globalización o globalización al servicio de las personas? En base a eso ya tenemos nuevo ‘palabro’. Globalización 4.0. Se trata del concepto que estos días en Davos está dando nombre al paraguas bajo el que se derivan los debates entre expertos y dirigentes mundiales. Vamos a ver que significa y porque es importante que empecemos a incorporarlo a nuestro radar diario. Tengamos en cuenta que en el encuentro de este año, los del World Economic Forum, aseguran que aunque no estamos en la puerta de una nueva recesión sí podríamos estar sentados en la antesala de una crisis algo más leve que la anterior.
Mi opinión, en todo caso, es la misma de hace años. Mientras ellos decían que no era para tanto y se reían de Roubini, yo mismo escribía sobre el brutal escenario que se nos venía. Ahora, lo que tengo claro es sólo una cosa: no hemos salido de una que ya entra la siguiente. Cuando llueve en tierra mojada se inunda más fácilmente. Las crisis políticas, la volatilidad del mercado y las advertencias de ganancias establecen ese escenario sombrío en Davos. El año 2018 terminó con una severa crisis de volatilidad de los mercados que hizo que las acciones de todo el mundo cayeran en picado. Al final del año, mientras tanto, casi todas las principales clases de activos terminaron en rojo.
Según Klaus Schwab, fundador y chairman del World Economic Forum, los desafíos asociados con la Cuarta Revolución Industrial coinciden con el rápido surgimiento de restricciones ecológicas, el advenimiento de un orden internacional cada vez más multipolar y una creciente desigualdad. Estos sucesos integrados, están marcando el comienzo de una nueva era de globalización. Si esta nueva era va a mejorar la condición humana dependerá de si los gobiernos y las relaciones entre instituciones y sociedad se ejecutan adecuadamente.
Sin dejar de mencionar a Klaus Schwab, ‘vivimos un ritmo sin precedentes en lo que llamamos cambio tecnológico y esto significa que nuestros sistemas de salud, transporte, comunicación, producción, distribución y energía se transformarán completamente. Gestionar ese cambio requerirá no sólo de nuevos marcos para la cooperación nacional y multinacional, sino también de un nuevo modelo de educación, complementado con programas específicos para enseñar nuevas habilidades a los trabajadores. Recurriendo a avances en robótica e inteligencia artificial en el contexto del envejecimiento de las sociedades, tendremos que pasar de una narrativa de producción y consumo a una de compartir y cuidar a las personas’.
Ahora bien, aceptando que a esta etapa la podemos llamar Globalización 4.0, derivada de los efectos de la Transformación Digital de nuestro mundo, de la afectación de la Industria 4.0 en la economía y en la sociedad, la atención deberá centrarse, tarde o temprano en otro llamado ‘humanización 4.0’ puesto que mientras en el Foro Económico Mundial de Davos los líderes políticos y económicos del mundo se reúnen para ver cómo seguir manteniendo el actual modelo económico, el 65% de la población piensa que las instituciones y empresas no están afrontando la creciente desigualdad o que el 57% de las personas empleadas del planeta piensan que la organización en la que trabajan se ve perjudicada por los vigentes tratados internacionales de comercio.
Existe una gran brecha entre los debates mantenidos en Davos y las preocupaciones reales de las personas. En Davos se habla de Globalización 4.0, pero tal vez deberíamos ir hablando también de una Humanización 4.0 en la que, la robotización, la inteligencia artificial, el blockchain o la automatización de todo se conviertan en las herramientas que mejoraran nuestra vida en general. ¿Es la globalización 4.0 la maquinaria capaz de establecer un mundo con una verdadera Renta Mínima Universal que no sea miserable? ¿Es la Humanidad 4.0 una sociedad sin empleo pero capaz de superar el reto que eso supone? Al final esto va de estructurar la Industria 4.0, generando una Globalización 4.0 a fin de que podamos ser una Humanidad 4.0. No quiero ni pensar, porque me explota la cabeza, cuando empecemos a hablar de los 5.0.
Atresmedia lanza 'Levanta la Cabeza' para el necesario uso responsable de la tecnología.
La tecnología se ha instalado en nuestras vidas, pero todavía no somos conscientes de cuáles son sus amenazas u oportunidades. Nuestros hábitos han cambiado y no solo a nivel personal. Nos relacionamos de una forma diferente: las instituciones, las empresas, contactan con nosotros de una manera distinta y la tecnología se ha convertido en parte imprescindible de cualquier tarea o acción que desarrollamos. Para tratar ese tema, Atresmedia lanza el proyecto 'Levanta la Cabeza', un plan vinculado al movimiento social por un uso responsable de la tecnología. Tengo el honor y el privilegio de haber sido invitado a pertenecer al comité de expertos que le dará contenido.
La tecnología se ha instalado en nuestras vidas, pero todavía no somos conscientes de cuáles son sus amenazas u oportunidades. Nuestros hábitos han cambiado y no solo a nivel personal. Nos relacionamos de una forma diferente: las instituciones, las empresas, contactan con nosotros de una manera distinta y la tecnología se ha convertido en parte imprescindible de cualquier tarea o acción que desarrollamos. Para tratar ese tema, Atresmedia lanza el proyecto 'Levanta la Cabeza', un plan vinculado al movimiento social por un uso responsable de la tecnología. Tengo el honor y el privilegio de haber sido invitado a pertenecer al comité de expertos que le dará contenido.
Esta iniciativa es propia de Atresmedia y a través de ella se busca fomentar el debate sobre el entorno digital y tecnológico en el que vivimos y cómo debemos afrontar los cambios y retos que supone. Una propuesta diferente, seria y rigurosa, pero cercana, sin prejuicios ni condiciones previas, cuyo principal objetivo es promover el uso de la tecnología desde un punto racional, responsable, constructivo y positivo. Porque ha llegado el momento de reflexionar, tener un pensamiento crítico y ‘levantar la cabeza’ para afrontar esta nueva realidad con todos los interrogantes que la rodean.
¿Afecta todo esto a nuestras capacidades cognitivas? ¿Estamos ante el fin de la conversación? ¿Existen nuevas conductas personales derivadas del uso de la tecnología? ¿Nuevas enfermedades? ¿Los monopolios tecnológicos amenazan la democracia?. Así, en este contexto de constante cambio, y en algunos casos de incertidumbre ante las nuevas realidades, desde Atresmedia creen que es necesaria la puesta en marcha de una iniciativa social que ayude a las personas a obtener respuestas a estas y otras preguntas y promueva hábitos de uso responsable y consciente.
Desde Antena 3, laSexta y Onda Cero se recogió el lanzamiento de este movimiento, mientras que ‘laSexta columna’ analizará en mayor profundidad este viernes, 21 de diciembre, en el prime time de la cadena, el fenómeno que ha supuesto la inclusión y dependencia de las tecnologías en nuestras vidas con el programa de esta semana titulado ‘Yonquis de las pantallas: Levanta la cabeza’.
Como parte fundamental de la propuesta, en enero se pondrá en marcha la plataforma levantalacabeza.info, un punto de encuentro para resolver dudas, generar debate y recoger propuestas. Un foro de reflexión de carácter abierto y colaborativo con intención de convertirse en la plataforma de referencia y consulta sobre temas relacionados con la transformación digital para todos los actores sociales, desde instituciones a las familias, profesorado y entorno educativo y empresas, entre otros.
La iniciativa se apoyará, asimismo, en un comité de expertos compuesto por profesionales especializados en diferentes ámbitos, que aportarán su punto de vista y nuevos temas sobre los que debatir. Ese comité lo formamos Antonio Rodríguez de las Heras, filósofo y director del Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III de Madrid; Silvia Moroder, presidenta de la fundación ANAR; Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española de la UB; Carina Szpilka, directora general de ADigital; Alicia Richart, directora general de digitales; Mar Abad, periodista y cofundadora de Yorokobu; Jorge Barrero, director de Cotec; Elena Alfaro, Data and Open Innovation en BBVA; (yo mismo) Marc Vidal, consultor en transformación y estrategia digital; Ofelia Tejerina, abogada de la Asociación de Internautas; y Mario Tascón, asesor general de Levanta la cabeza, son algunos de los integrantes de este observatorio tecnológico, que irá aumentando según vayan surgiendo nuevos aspectos sobre los que trabajar.
Levanta la cabeza se articulará en siete grandes líneas de trabajo, que van desde los cambios en hábitos y conducta (nomofobia, phubbing, el fin de la conversación), a la brecha digital, la relación entre jóvenes y tecnología, las fake news, el control de los monopolios tecnológicos, la privacidad y la ciberseguridad. Estas categorías irán aumentando en función de los nuevos desafíos que se vayan planteando.
Privacidad, legislación y ética. Internet y las nuevas tecnologías abren nuevos debates legales, nuevas obligaciones y nuevos derechos, como el tratamiento de los datos, la propiedad intelectual y el derecho al olvido.
Jóvenes y tecnología. La precocidad en el uso de tecnologías y la disparidad en el conocimiento sobre las mismas entre generaciones trae nuevos problemas, como el ciberacoso o la adicción a videojuegos.
Cambios de hábitos y conducta. El uso de la tecnología ha provocado cambios en la conducta de los seres humanos, nuevos hábitos y nuevas patologías, como el ‘ningufoneo’ (phubbing), pérdida de la conversación, la nomofobia o adicción al móvil, el aumento del sedentarismo o el impacto en la familia.
Fake News. Los bulos y noticias con ánimo de distorsionar la opinión pública han proliferado y encontrado un caldo de cultivo impresionante en políticos y ciudadanos polarizados.
Brecha digital e inclusión. Reducir la brecha digital social y empresarial, así como procurar acercar a los más desfavorecidos a este nuevo mundo que, con sus peligros, se hace imprescindible.
Vigilar los monopolios tecnológicos. ¿Quién vigila a las grandes empresas tecnológicas? ¿Cómo se reclama su responsabilidad? ¿Cómo se establecen mecanismos de control y regulación?
Ciberseguridad. La seguridad nacional, pero también el comercio y las personas, se ven afectados por las infiltraciones, los cibercrímenes, los asaltos digitales.
Me hace especial ilusión participar en un proyecto como este y de la mano de mi nueva relación con esta gran corporación que es Atresmedia porque cero en el poder transformador de la televisión, en el compromiso del cambio, siempre con la complicidad y la ayuda de todos. Si a este medio que se reinventa a diario se le suma el uso responsable de la tecnología, podríamos ser optimistas en su hibridación.
Sector del taxi y Kodak: parecidos razonables al negar el futuro inevitable.
En 1881 se fundó Kodak. Su idea era muy innovadora. Se trataba de simplificar el proceso de impresión de las placas con las que se tomaban fotografías por aquel entonces. Siete años después lanzaba la primera cámara de fotografía de bolsillo con unos cartuchos que se podían reemplazar. Lo que más tarde se conocería como ‘carretes’. A principios de los 80, más del 90% de las películas utilizadas para el revelado de fotos eran de Kodak. Algo que no todo el mundo sabe es que en 1975 Kodak patentaba la primera cámara digital. Pero apenas dos décadas después cerraban. Muy pocos saben que apenas unos años después, en una de esas reuniones estratégicas cualquiera, alguien planteó que estaría bien tener en cuenta las opciones de negocio y futuro que sugería ese tipo de dispositivo.
En 1881 se fundó Kodak. Su idea era muy innovadora. Se trataba de simplificar el proceso de impresión de las placas con las que se tomaban fotografías por aquel entonces. Siete años después lanzaba la primera cámara de fotografía de bolsillo con unos cartuchos que se podían reemplazar. Lo que más tarde se conocería como ‘carretes’.
A principios de los 80, más del 90% de las películas utilizadas para el revelado de fotos eran de Kodak. Algo que no todo el mundo sabe es que en 1975 Kodak patentaba la primera cámara digital. Pero apenas dos décadas después cerraban. Muy pocos saben que apenas unos años después, en una de esas reuniones estratégicas cualquiera, alguien planteó que estaría bien tener en cuenta las opciones de negocio y futuro que sugería ese tipo de dispositivo.
Kodak subestimó la propuesta por tres motivos. El primero porque se consideró que si procedían a estructurar su modelo de negocio en lo digital, eso ponía en riesgo el core business de la empresa basada en el papel fotográfico y daba pistas a cualquier tipo de empresa a ser competencia a medio plazo. El segundo motivo porque la dirección de Kodak pensó que el stock de material disponible era tan grande que era mucho mejor prorrogar cualquier opción en ese sentido. Y el tercer motivo uno mucho menos objetivo. Basándose en la intuición de los expertos de la empresa, consideraron que sería muy improbable que en el futuro la gente prefiriera ver sus recuerdos y fotografías en pantallitas digitales antes que en el papel de revelado Kodak de siempre.
Se equivocaron. Los tres motivos por los que no avanzar en un modelo de negocio digital, fueron erróneos. Especialmente en aquello que tenía que ver en el modelo de negocio. No identificaron algo que se vino como un auténtico tsunami y que ha acabado por transformarlo todo. La fotografía digital llegó, nadie pudo evitarlo, y fue a partir de ahí que se hicieron más fotografías que nunca. La cantidad de fotos que hacemos es exponencial. Cada vez más y el negocio dejó de ser el soporte o el papel de revelado. Dejó de ser un negocio proporcionar el modo de ver las fotos. El negocio nacería años después cuando se entendió que ver fotos era un hecho secundario y el negocio aparecía en la captura de usuarios. La publicidad asociada a Instagram es el negocio, los datos obtenidos son el negocio, ya no lo es el soporte.
Kodak fue uno. Hubo más. Blockbuster dominó el alquiler de vídeos originales durante gran parte de los ochenta y noventa. Llegó a valer 8.400 millones de dólares. Netflix, cuando todavía era una empresa pequeña allá por el año 2001, les propuso asociarse para explorar algo nuevo llamado ‘streaming’. Blockbuster se negó y cerró definitivamente en 2013.
Nokia fue líder de la telefonía móvil durante casi dos décadas. Llegó a ser tan potente que entre 1998 y 2007 su aportación al crecimiento de Finlandia fue del 25%. En 2011 se hundió porque no identificó que su rival no era BlackBerry sino el incipiente iPhone de Apple. Los Millennial habían llegado y querían más datos, más Internet y menos voz.
De cómo una empresa innovadora y con una posición dominante, no identifica la disrupción en su sector o mercado hay muchas. La mayoría, además, suelen entrar en zonas de riesgo y colapsar. Hoy en día existen infinidad de empresas en esa tesitura incluso sin saberlo. En la mayoría de los casos afrontar la transformación digital obligatoria no está siendo fácil. Y no lo es porque, casi siempre, se identifica ese proceso como incorporar tecnología y poco más. La única manera que tiene una empresa de afrontar cualquier disrupción en su mercado es generando nuevos modelos de negocio a partir de esa incorporación tecnológica. Ésta última por si sola no garantiza nada.
Que la transformación digital es algo que pronto dejará de tener sentido definir es evidente. Vivimos el cambio constante de todo cuanto nos rodea. Las empresas y los clientes asumimos con naturalidad esa modificación sin pausa que, además, no para de acelerarse. La digitalización de procesos está dando lugar a la digitalización de las industrias y ésta, a su vez, a la transformación digital de todo por derivación.
Desde los objetos personales más pequeños hasta los más grandes, todo el mundo estará conectado digitalmente, y lo hará siempre muy pendiente de cada una de nuestras necesidades y gustos. El mundo digital tal y cómo lo conocemos hoy en día parecerá algo ridículamente rudimentario en apenas una década. Pensemos en como era la red hace una década. Te invitamos a buscar imágenes de los artilugios con los que te conectabas, sus formas, su velocidad, lo que podías hacer con ellos.
Sin embargo lo importante no será cuántos estaremos conectados sino qué tipo de objetos lo estarán. No será determinante ‘quién’, sino ‘qué’. Desde cepillos de dientes a neveras pasando por coches o puertas de acceso. Todo emitiendo y recibiendo como en una bacanal de datos dando tumbos de un lado a otro, ordenando la compleja convivencia entre humanos, el Internet de las Cosas y el ‘Internet del Todo’.
Si has llegado hasta este párrafo final es que tu interés por cuánto significa la disrupción tecnológica es importante. Y haces bien. No debes temer al futuro pero sí que debes prepárate para él. El futuro es un desafío tecnológico, socioeconómico y, por supuesto, personal. Allí se sitúa el mayor reto empresarial en décadas, pero como siempre ha pasado, la tecnología llegará irremediablemente.
Prepararse para su llegada es la mejor idea, analizar cuáles serán nuestras opciones en ese instante también. Si tienes que cambiar completamente hazlo. Si tus compradores han cambiado, tú debes cambiar también. En gran medida la Nueva Economía, la digitalización de todo, no nos cierra ninguna puerta, nos abre un mundo de opciones enorme.
En días de huelgas y protestas, los taxis esperan que imponiendo la regulación salvarán su modelo de negocio. Se equivocan como se equivocaron otros antes. La opción de abrazar un modelo de gestión, uso y negocio es la clave para enfrentarse a cualquier disrupción. La otra es tratar bien a tu cliente y usuario. Esto va de colocar a un nuevo cliente digital en el centro de la cadena de valor.
¿Está el taxista asumiendo ese cambio de manera de vivir? Las plataformas de movilidad como Cabify, Uber o de otra índole como Blablacar, Car2go, BlueMove, eCooltra, etc., no son la competencia, son sencillamente respuestas a un nuevo modo de vida que considera que lo importante no es sólo ir de un lugar a otro, lo trascendental es como se vive toda esa experiencia y como se adapta a la necesidad de cada momento.
La mayor responsabilidad de todo esto es de los legisladores. Como siempre a paso de tortuga en un mundo que va a ritmo de McLaren. El enemigo de los taxistas no es Uber. Si lo fuera así no podrían convivir en otros países. Lo que cambia entre esos países y el nuestro por ejemplo es la legislación desfasada que penaliza ser taxista. El rival del taxista es el futuro, los nuevos tiempos y el peso de lo inevitable. Por eso la protesta no debe ser contra lo que va a ser si o si, sino para estimular a que se disponga de un marco legal que posibilite la convivencia de una movilidad libre y un taxi moderno.
Los tres actores son conductores, pasajeros y legisladores. Los taxistas consideran que en los primeros no caben otras fórmulas que no sean las que ellos representan. Los pasajeros mayoritariamente quieren un buen servicio. Los legisladores siguen de cenas de partido. Las protestas del taxi, en ocasiones, me recuerdan las que se llevaron a cabo a principios del siglo XVI en Italia. El sector del vino de ese país logró que se prohibiera el café en todo el país durante casi un siglo. Consideraban que si se servía en cantinas como acompañante de conversaciones acabaría con el negocio vitivinícola. Obviamente eso no fue así, pero el miedo inicial era razonable. Desde hace más de un año en algunos países del mundo puedes utilizar taxis autónomos. En algunos casos ya no son pruebas piloto, ya son una realidad. Bosch, Daimler y Mercedes-Benz van a lanzar un servicio de 'robotaxis' en ciudades europeas y americanas o, lo que es lo mismo, un servicio automatizado de transporte de pasajeros aquí mismo. En breve taxistas y conductores de Uber se manifestaran juntos. Al tiempo.
Democracia, tecnología y ciudadanía: 'Le Grand Débat National' de Macron.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, puso en marcha hace unos días la iniciativa ‘Le grand Débat National’, una iniciativa que pretende dar voz, y estructura para encauzarla, a los ciudadanos galos. La implementación se extenderá hasta el 15 de marzo y, según él, pretende ‘transformar la práctica democrática’. Para ello ha vinculado un modelo tecnológico que permita abordarlo con la promesa de llevar adelante las medidas que se negocien finalmente.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, puso en marcha hace unos días la iniciativa ‘Le grand Débat National’, una iniciativa que pretende dar voz, y estructura para encauzarla, a los ciudadanos galos. La implementación se extenderá hasta el 15 de marzo y, según él, pretende ‘transformar la práctica democrática’. Para ello ha vinculado un modelo tecnológico que permita abordarlo con la promesa de llevar adelante las medidas que se negocien finalmente.
Para el desarrollo de esta serie de consultas públicas, el presidente envió una “Carta abierta” a los ciudadanos en la que propuso 35 preguntas, que fueron estructuradas en los ejes de transición ecológica, organización del Estado, fiscalidad, democracia y ciudadanía. Según Macron, la idea es que se registre la mayor participación posible en este debate. Entre las 35 cuestiones destacan 10 que entran en el verdadero asunto de la financiación de los servicios públicos y el modelo socioeconómico que pueda enfrentarse a los retos del futuro inmediato. Dudas que perfectamente podrían extrapolarse a cualquier país de la Unión.
Macron sabe que en las redes sociales está la batalla. El germen de todo conflicto social aparece ahí y se vuelve exponencial rápidamente. Los chalecos amarillos surgen de una organización asíncrona digital y obliga a dar respuesta en el mismo espacio. De ahí el valor trascendental de tres herramientas tecnológicas al alcance del presidente francés y que se derivan de este debate nacional: la recolección de datos de manera masiva, recuperar la iniciativa digital que ya tuvo Macron cuando se alzó con la victoria electoral en su día y, sobretodo, comprender el lenguaje, modo y uso que se hace hoy en día de la práctica política sin encabezamientos ni estructuras tradicionales. Es como jugar en campo contrario pero habiendo visualizado muchos partidos de tu rival en video.
Cuestiones directas que los franceses están debatiendo ya en entornos digitales y presenciales como ¿qué impuestos hay que bajar, a su juicio, según la prioridad? ¿hay que suprimir ciertos servicios públicos demasiado caros para su utilidad? ¿cree usted que hay nuevas necesidades de servicios públicos? ¿cómo financiarlos? ¿es necesario reforzar la descentralización y dar más poder de decisión a la acción más cercana a los ciudadanos? ¿A qué niveles y para qué servicios? ¿cómo financiar la transición ecológica: con impuestos, tasas y a quién debe afectar prioritariamente? ¿qué propuestas concretas haría usted para acelerar nuestra transición medioambiental? o ¿cómo podemos compartir estas decisiones a escala europea e internacional para que nuestros productores no se vean penalizados con respecto a sus competidores extranjeros?
Otro grupo de preguntas inciden en la fase quirúrgica en la que se encuentra la propia fórmula democrática. Para debatir al respecto hay tres aspectos concretos que también me parecen muy interesantes como ¿hay que reconocer el voto en blanco? ¿hay que hacer obligatorio el voto? o ¿hay que incrementar el recurso para los referéndums y quién debe ponerlo?
Dejando de lado el hecho de que hay quien considera que este podría ser el último recurso que le queda a Emmanuel Macron tras la crisis de los ‘chalecos amarillos’ y que podría ser una especie de burbuja de oxígeno para intentar salir de la profunda crisis social y política que atraviesa Francia, que no dudo, prefiero analizar el hecho de que estamos ante la obligatoria modificación de los modelos de uso que tiene nuestra democracia.
Dos de cada tres franceses son escépticos ante la utilidad de este gran debate nacional. Hay quien considera que este debate no es más que una precampaña electoral de las europeas y que lo que va a provocar es lo contrario de lo que busca: abrir la caja de Pandora. No obstante, es indudable que los ciudadanos tienen ahora dos meses por delante para expresar su planeamiento político y económico y hablar de sus propuestas sobre cómo afrontar el futuro. Algo que va más allá de organizaciones establecidas o comicios programados. Los debates, organizados en su mayoría en los ayuntamientos, han comenzado a partir de un modelo híbrido entre lo digital y lo analógico y los resultados serán canalizados y estudiados por el Gobierno en abril.
Independientemente del uso que hagan los franceses, de la utilidad del proceso y de los efectos políticos que tenga, algo es algo. No se trata de ‘trending topics’ o de ‘likes’ colectivos, ni siquiera de salir a la calle a gritar ‘estoy en contra de todo’. Independientemente de que nos parezca una estrategia electoral o de un salto arriesgado frente al follón que tienen allí, la verdad es que ofrecen una metodología y un contenido interesante para debatir. Veo muy positivo aprovechar lo que nos permite la vanguardia tecnológica, y una nueva cultura de uso de la misma socialmente, para algo más que ofrecer videos ocurrentes en las redes sociales.
El peligro de unos presupuestos que van en dirección contraria.
El gobierno de Pedro Sánchez no ha tomado conciencia de que se está gestando, de manera lenta pero uniforme, una nueva crisis económica. El mantra actual consiste en repetir que viene una desaceleración y que la crisis no será tan profunda como ‘la otra’. Por desgracia, va a ser igual o peor. Igual porque no hemos modificado muchas de las cosas que produjeron la anterior. Igual porque en gran medida no se ha hecho nada para modificar los modelos de crecimiento y se recurre a estimular lo mismo de nuevo. Igual porque se vuelve a desacreditar a quienes lo advierten retrasando la toma de decisiones que la amortigüen. Igual porque no habíamos salido de aquella crisis y ya hablábamos de recuperación. Peor porque no se trata sólo de una deflación del capital. Peor porque no es sólo un asunto financiero. Peor porque no se atiende a una inminente destrucción de empleo por culpa de la automatización que no será recuperable ni sustituible en cifras netas. Y peor porque nadie parece darse cuenta de esto último. Ni los que han llegado con (de nuevo) políticas expansivas, ni los que aspiran a regresar por el aparente desconocimiento del verdadero problema.
El gobierno de Pedro Sánchez no ha tomado conciencia de que se está gestando, de manera lenta pero uniforme, una nueva crisis económica. El mantra actual consiste en repetir que viene una desaceleración y que la crisis no será tan profunda como ‘la otra’. Por desgracia, va a ser igual o peor. Igual porque no hemos modificado muchas de las cosas que produjeron la anterior. Igual porque en gran medida no se ha hecho nada para modificar los modelos de crecimiento y se recurre a estimular lo mismo de nuevo. Igual porque se vuelve a desacreditar a quienes lo advierten retrasando la toma de decisiones que la amortigüen. Igual porque no habíamos salido de aquella crisis y ya hablábamos de recuperación. Peor porque no se trata sólo de una deflación del capital. Peor porque no es sólo un asunto financiero. Peor porque no se atiende a una inminente destrucción de empleo por culpa de la automatización que no será recuperable ni sustituible en cifras netas. Y peor porque nadie parece darse cuenta de esto último. Ni los que han llegado con (de nuevo) políticas expansivas, ni los que aspiran a regresar por el aparente desconocimiento del verdadero problema.
Y es que no aprendemos. El modo que mejor conozco para interpretar la proyección económica que se avecina es a partir del análisis de los presupuestos generales que un gobierno presenta y, por derivación, de su capacidad para aplicarlo. Así ha sido siempre y en la mayoría de las ocasiones, la tipología presupuestaria cómo la que ha presentado el gobierno de Sánchez, nos ha llevado a un desastre importante si ha sido con el ciclo económico a pie cambiado. El primer intento de poner en práctica políticas expansivas en democracia fue del gobierno socialista de Felipe Gonzalez. Partía de una tasa de paro, inaceptable para un país que quería plantearse su ingreso en Europa, del 16,6%. De la promesa para crear casi un millón de empleos se pasó a la cruda realidad y que supuso la terrible cifra de paro de un 22,8%. Más tarde lo volvió a intentar Zapatero. La situación no era mala, la economía iba como un tiro y se crecía como nunca. El empleo se creaba automáticamente gracias a un modelo económico que necesitaba revisión y preparación para más que posible desaceleración. Algunos lo avisamos poco después. A principios de 2007, mucho antes de que explotara todo, se nos llamaba ‘agoreros’ a los que gritábamos que se avecinaba una explosión brutal del modelo expansivo.
La miopía o desidia sobre el análisis de una realidad económica que no aventuraba nada bueno, le sobrevino la acumulación de déficit en cuanto se quiso amortiguar el desastre inicial. Se le llamó ‘pequeña desaceleración’ y nos comimos un déficit comercial y otro, de regalo, en el sector público. El crecimiento se paró y se reprodujo algo que tiene un consenso unánime: España no crea empleo por debajo de un crecimiento del 2,3%. De ahí, a los diez años que vinieron de crisis, recesión e, incluso, depresión, todo fue un castillo de naipes. El paro superó el 25% y el que afectaba a los jóvenes alcanzó cifras tercermundistas. Las medidas, una vez se vio inevitable el hostión, fueron puramente expansivas de nuevo, gasto y más gasto poco estratégico que supuso el alejamiento a un planteamiento necesario para modernizar el modelo productivo. El uso de dinero impreso artificialmente pasa factura.
Y la catástrofe llegó. Atendiendo a los que gobernaban, lo hizo sin avisar. Y ahora tenemos otro intento expansivo. El del gobierno legítimo de Pedro Sánchez. Su voluntad, a tenor de unos presupuestos de aurora boreal, es la de estimular la economía a partir del gasto y de la protección social. Para ello, el truco consiste en incrementar la recaudación a la vez que advierte que no sube los impuestos casi a nadie. El gobierno actual ha reinventado las matemáticas. Por experiencia sabemos que las crisis económicas que ha vivido España han sido estimuladas por la coyuntura internacional y dinamizadas por la acción política local. Tras épocas de bonanza vienen otras de estancamiento y es en éstas que es imprescindible establecer modelos de gasto estratégicos que sitúen el esfuerzo anterior en un espacio de competitividad y modernidad. Ni antes ni después. Sin embargo, visto lo visto y viendo lo que veremos, una nueva oleada de millones se irán depositando en agujeros no productivos para garantizar el aplauso fácil y rápido, pero que a la vez irán envejeciendo un modelo de crecimiento cíclico cada vez menos competitivo. Al final, el resultado será el de siempre: paro y una crisis a medio plazo. Hay manera de revertirlo pero hay que saber dónde, cómo y con quién.
¿Sabías que el 40% de los trabajadores ocupados en investigación y desarrollo en nuestro país tienen contratos temporales y precarios? Nadie niega que las coberturas de una sociedad moderna como la nuestra deba de cubrir obligatoriamente a todos sus ciudadanos. Para ello las políticas sociales deben ser prioritarias, pero no es menos cierto que acentuarlas a expensas de un castigo recurrente a la fuerza productiva, tecnológica o de vanguardia, es un suicidio a medio plazo. Subir el salario mínimo es algo de pura decencia social, pero esperar que eso genere empleo es muy naif. En un país como este, dónde el principal problema que tiene, y que va a tener, es el paro, proponer medidas que compliquen la generación del mismo es una irresponsabilidad brutal. Hace muchos años describíamos esto como una especie de ‘realismo socialista’.
Los presupuestos que se están discutiendo y que se aprobarán sí o sí, son un peligro formidable. Está claro que no hay ecuación de segundo grado capaz de resolver que se llegue a una recaudación récord de 227.000 millones de euros, a la vez que no le subes los impuestos a ‘todos’ como se dice. Tampoco es demasiado creíble que un país que ha iniciado una desaceleración, tal y cómo demuestran las sucesivas revisiones a la baja del crecimiento del PIB previsto, vaya a recaudar más que nunca y eso no genere consecuencias. No sale bien nunca. Subes impuestos a sectores productivos tecnológicos y a la vez esperas que las empresas tecnológicas elijan tu país para prosperar. Ni de coña. Eso sí, mientras tanto te montas un ‘tour’ exponiendo la nueva ley para startups que así nos entretenemos todos y te olvidas de aplicar inversión al I+D de manera ordenada. Con el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado ya presentado, se puede comprobar que el gasto del Gobierno en investigación, desarrollo e innovación sigue siendo algo secundario. Ante un récord de recaudación y gasto, el I+D español solo sube un 5%, lejos todavía de los 8.200 millones de euros que se destinaron en 2009.
En la carta que le escribí a Pedro Sánchez le pedía que trabaje en el cambio del modelo productivo de este país, para que sea capaz de enfrentarse al desafío del futuro inmediato. Una carta que no quiso ser dramática, sólo proyectar un futuro de vanguardia, el que merecemos, el que se supone debe darles una sociedad con menos empleo humano y más tiempo para ser humano. Un modelo básico que otros países han empezado a tener claro y que supone abrazar la tecnología industrial para afrontar la robotización de todo. Pero nada, seguimos en el lodazal. Y es tremendamente preocupante la falta de conciencia de que todo ha cambiado y lo ha hecho muy rápido. Que aquello que unos llamaron recuperación no recuperó nada, que el hipotético viento de cola no era más que una brisa y que ahora es viento de cara. Suave todavía, pero que ganará virulencia. Volverán a llamarnos agoreros, mesías de la recesión, gurús de la tecnología como solución, lo dirán, seguro. Pero el susto será mayúsculo de nuevo, porque muchos seguirán evitando los datos que advierten del desastre diciendo que sólo son coyunturales. Que al igual que hizo el estadista Zapatero, ante la ‘desaceleración’, aumentan el gasto. Ante la crisis, optimismo tributario. Ante el colapso siempre saldrán los que dijeron que era inevitable y que nadie lo pudo ver venir. Pues eso, lo dejamos aquí escrito.
En 2019 se hablará de estas tendencias tecnológicas. ¿Deducciones o predicciones?
A medida que avance este nuevo año vamos a llevarnos una sorpresa inesperada. Del mensaje repetitivo acerca de que los robots van a quitarnos el empleo, que van a ser el futuro de todo y de maravillarnos con titulares descontextualizados sobre robots capaces de hacer casi de todo, pasaremos a otro en el que será más cercano a la realidad inminente y que tiene que ver con el uso racional de este tipo de dispositivos. No olvidemos que, de momento, no son más que eso, máquinas al servicio de unas funciones concretas.
A medida que avance este nuevo año vamos a llevarnos una sorpresa inesperada. Del mensaje repetitivo acerca de que los robots van a quitarnos el empleo, que van a ser el futuro de todo y de maravillarnos con titulares descontextualizados sobre robots capaces de hacer casi de todo, pasaremos a otro en el que será más cercano a la realidad inminente y que tiene que ver con el uso racional de este tipo de dispositivos. No olvidemos que, de momento, no son más que eso, máquinas al servicio de unas funciones concretas.
El gran reto tecnológico de 2019 es eliminar la palabra ‘inteligente’ de todo aquello que realmente no lo es. De ahí que uno de los grandes objetivos será detectar el valor real de la robótica de consumo y la industrial, su estado concreto y su uso factible. Entre el resto de aspectos a tener en cuenta destacarán este año aquellos que tengan que ver con la ética, los datos, el blockchain, la tecnología 5G aunque no se despliegue, los mundos virtuales pero desde el punto de vista aumentado y la modificación de los procesos productivos que pasarán a ser ‘tiempos de prueba’ más que ‘tiempos de comercialización’. Esto último lo explicaré en un artículo futuro.
Ahora bien, será importante que pongamos en posición de alerta todos nuestros mecanismos cuando nos describan mundos futuros. Cada vez sabemos más de tecnología, de lo que significa la transformación digital y de lo que supone vivir una revolución industrial del este calibre. Por eso debemos tener cada vez más claro que muchos emisarios del futuro que disfrutan como niños imaginando mundos que nadie sabe si serán posibles puede que en realidad estén hablando a la vez de mundos que no existirán jamás. Me gusta más hablar de deducciones para el año 2019 en lugar de predicciones. Creo más en deducir que en predecir, en la astronomía que en la astrología.
Aun así, ¿qué nos depara esta año? ¿qué tendencias tecnológicas se confirmarán durante 2019? En su artículo ‘Predicciones tecnológicas para 2019’, Jordi Pérez hace un listado interesante y el informe anual sobre tendencias tecnológicas estratégicas que Gartner ha publicado también aunque en este caso sus análisis van más hacia 2022 que sólo en el año actual.
Se hablará de silencio tecnológico basado en la tendencia de las grandes empresas de limitar el tiempo que pasamos frente a una pantalla, dónde mirar el móvil constantemente en público será cada vez algo peor visto.
Se hablará de rostros artificiales y de cómo modificará de manera notable el modo en el que nos relacionamos con la verdad o no de aquello que vemos y por quién pueda estar protagonizado.
Se hablará de cosas autónomas. Ya se trate de autos, robots o agricultura, las cosas autónomas usan la IA para realizar tareas que tradicionalmente realizan los humanos. La sofisticación de la inteligencia varía, pero todas las cosas autónomas utilizan la IA para interactuar de forma más natural con sus entornos. Esto pinta un panorama amplio de aplicaciones potenciales, y prácticamente todas las aplicaciones, servicios y objetos de IoT incorporarán algún tipo de IA para automatizar o aumentar procesos o acciones humanas.
Se hablará de analítica aumentada. Dada la cantidad de datos, explorar todas las posibilidades se vuelve imposible. Esto significa que las empresas pueden pasar por alto las perspectivas clave de las hipótesis que los analistas de datos no pueden explorar. La analítica aumentada representará una tercera ola importante para la comprensión de esos datos. La analítica aumentada identifica los patrones ocultos mientras elimina el sesgo personal. El crecimiento de este tipo de necesidad laboral no parará de crecer en 2019 y 2020. Gartner predice que para 2020, más del 40% de las tareas de la ciencia de datos estarán automatizadas, lo que, curiosamente, aportará un nuevo valor a la gestión humana de los mismos.
Se hablará de salidas a Bolsa de grandes empresas tecnológicas que aun no pisan parquet se centrarán en Uber, Lyft, Slack, Airbnb y Pinterest.
Se hablará de desarrollo impulsado por Inteligencia Artificial. Las herramientas utilizadas para crear soluciones basadas en la inteligencia artificial se expandirán desde herramientas dirigidas a científicos de datos hasta herramientas dirigidas a la comunidad de desarrolladores profesionales. La analítica aumentada, las pruebas automatizadas, la generación automatizada de código y el desarrollo automatizado de soluciones acelerarán el proceso de desarrollo y permitirán a una gama más amplia de usuarios desarrollar aplicaciones. Cada vez tendremos soluciones tecnológicas más rápidas y generadas con mayor velocidad. Todo más rápido y sin fallos, sin ensayos, cada vez antes. El tiempo se convertirá en una moneda como nunca antes.
En 2019 hablaremos de Facebook cada vez con menos anuncios y más enfocado en la emisión de criptomonedas. Al parecer la red social más importante del planeta tiene dudas de su capacidad de crecimiento y, especialmente, de que el tiempo de uso de sus usuarios también crezca. De ahí que va a profundizar en campos en los que ahora está iniciando su camino. Desde seguir apretando en contenidos propios, en la compra de derechos de emisión y, especialmente, en el despliegue de proyectos paridos en el departamento ‘blockchain’ dirigido por el ex presidente de PayPal. ¿Será 2019 el año en el que Facebook lance una moneda descentralizada para 2.000 millones de usuarios? ¿Llegarán a establecer WhatsApp como un monedero de moneda electrónica?
Se hablará de gemelos digitales. Un gemelo digital es una representación digital que refleja un objeto, proceso o sistema de la vida real. Los gemelos digitales también se pueden vincular para crear gemelos de sistemas más grandes, como una planta de energía o una ciudad. La idea de un gemelo digital no es nueva. Se remonta a representaciones de diseño asistidas por computadora de cosas o perfiles en línea de clientes, pero los gemelos digitales de hoy son más robustos, más reales, interactúan mejor con escenarios del tipo ‘qué pasaría si’. Se avecina un tiempo en el que muchos procesos que hoy en día ocupan nuestra vida, tendrán un gemelo que habrá testado todo el conjunto. Los errores costosos en el mundo real irán desapareciendo.
Se hablará de Instagram. Parece que Instagram aspira a ser mucho mas que una red social de ególatras, influencers y amantes de los videos de 12 segundos. Podría ser que la aplicación que en su día compró Facebook quiere llegar a ser un centro de compras con una app independiente. De esto se habla hace tiempo pero no acaba de aparecer. Todo el mundo coincide que si la quiere lanzar no puede esperar mucho.
Se hablará de tecnologías inmersivas. Hasta el 2028, las plataformas de conversación, que cambian la forma en que los usuarios interactúan con el mundo, y tecnologías como la realidad aumentada (AR), la realidad mixta (MR) y la realidad virtual (VR), que cambian la forma en que los usuarios perciben el mundo, conducirán a una nueva Experiencia inmersiva como nunca antes. Lo vemos en avances en medios de comunicación, en entretenimiento y en relaciones sociales pero lo que viene es absolutamente brutal. Cada vez será más difícil gestionar lo virtual y diferenciarlo de lo real. Para el año 2022, el 70% de las empresas experimentarán con tecnologías inmersivas para uso de los consumidores y el 25% lo habrá desplegado en sus modelos de producción. El futuro de las plataformas de conversación, que van desde asistentes personales virtuales hasta chatbots, incorporará canales sensoriales expandidos que permitirán que la plataforma detecte emociones basadas en expresiones faciales, y se volverán más conversacionales en las interacciones.
Se hablará (y mucho) de Blockchain. Blockchain es un tipo de libro mayor distribuido, una lista en orden cronológico en expansión de registros transaccionales irrevocables y firmados criptográficamente que comparten todos los participantes en una red. Blockchain permite a las empresas rastrear una transacción y trabajar con partes no confiables sin la necesidad de una parte centralizada (un banco). Esto reduce en gran medida la fricción en los negocios y tiene aplicaciones que comenzaron en las finanzas, pero que se han expandido gobiernos, la salud, la fabricación, la cadena de suministro y otros. Blockchain podría potencialmente reducir los costos, reducir los tiempos de liquidación de las transacciones y mejorar el flujo de efectivo. Desde la propia industria bancaria, es decir, los actuales ‘enemigos’ del asunto, se descuenta ya que el blockchain generará 3.1 trillones de dólares en apenas una década.
Se hablará de espacios inteligentes. Será importante definir bien que es eso de un espacio inteligente. Se trata de un entorno físico o digital en el que los humanos y los sistemas habilitados por la tecnología interactúan en ecosistemas cada vez más abiertos, conectados, coordinados e inteligentes. El ejemplo más extenso de espacios inteligentes son las ciudades inteligentes, donde las áreas que combinan comunidades comerciales, residenciales e industriales se diseñan utilizando marcos inteligentes de ecosistemas urbanos, con todos los sectores vinculados a la colaboración social y comunitaria. Cuidado con esto. Muchos hablan de Smart cities y en realidad no dejan de ser sólo ciudades con wifi compartido.
Se hablará de ética digital y de privacidad. Las empresas que no presten atención a estos dos conceptos correrán el riesgo de una reacción negativa desde el consumidor. Las conversaciones sobre la privacidad deben basarse en la ética y la confianza. La idea que las empresas se irán preguntando pasará del ‘¿Cumplimos?’ al ‘¿Estamos haciendo lo correcto?’.
Y se va a hablar de computación cuántica. La computación cuántica es un tipo de computación no clásica que se basa en el estado cuántico de las partículas subatómicas que representan información como elementos denotados como bits cuánticos o "qubits". Tela. Si no lo has entendido tranquilidad. Vamos con un ejemplo que el propio Gartner aporta en el informe. Una forma de imaginar la diferencia entre las computadoras tradicionales y cuánticas es imaginar una biblioteca gigante de libros. Mientras que una computadora clásica leería todos los libros de una biblioteca de forma lineal, una computadora cuántica leería todos los libros simultáneamente. Las computadoras cuánticas son capaces de trabajar (teóricamente) en millones de cálculos a la vez. La computación cuántica en la forma de un servicio comercialmente disponible, asequible y confiable transformaría la mayoría de las industrias. Las aplicaciones del mundo real van desde la medicina personalizada hasta la optimización del reconocimiento de patrones. Esta tecnología aún se encuentra en un estado emergente y parece ser que esto no es para 2019, pero todo el mundo implicado asegura que estamos en la antesala de otra revolución enorme de tipo cuántico.
Google ya es un ‘banco’ europeo. ¿Y ahora qué?
Los bancos de medio mundo llevan tiempo analizando las amenazas que les supone la irrupción de nuevas tecnologías y el cambio de comportamiento de una generación entera. La generación del milenio será mayoritaria en las decisiones comerciales en menos de una década. Entre las potenciales agresiones que contemplan siempre aparecen los mismos actores: las compañías Fintech, las criptomonedas, los conocidos como ‘neobanks’ e, incluso, el ingreso en el negocio financiero por parte de las principales empresas digitales del mundo.
Los bancos de medio mundo llevan tiempo analizando las amenazas que les supone la irrupción de nuevas tecnologías y el cambio de comportamiento de una generación entera. La generación del milenio será mayoritaria en las decisiones comerciales en menos de una década. Entre las potenciales agresiones que contemplan siempre aparecen los mismos actores: las compañías Fintech, las criptomonedas, los conocidos como ‘neobanks’ e, incluso, el ingreso en el negocio financiero por parte de las principales empresas digitales del mundo.
Este hecho lo vivo en primera persona debido a que actualmente dirijo dos proyectos de consultoría que despliegan la transformación digital de dos entidades financieras. En uno de ellos, el Banco Popular de Costa Rica, una de las claves para establecer los elementos básicos de transformación es entender que la banca del futuro inmediato va a tener un nuevo competidor que conjugará todos los factores de riesgo que suponen el resto. Los bancos corporativos, llamados por algunos los iBanks, suponen la composición más compleja, desde el punto de vista competitivo, que la banca tradicional puede encontrarse. Hablamos de tecnología para soluciones Fintech, creación de monedas propias que eviten la necesidad de pasar por el recorrido tradicional, el comportamiento regulado de un neobank y, finalmente, el nuevo comportamiento de consumo, menos leal a las marcas tradicionales, por parte de una generación cada vez más importante y decisiva.
A todo esto, muchas entidades europeas siguen con sus estrategias de transformación basadas en los modelos de siempre, sin pensar de un modo distinto, sin aplicar metodologías que permitan pensar ‘fuera de la caja’ y que establezcan garantías ante la batalla final que se avecina. La banca tradicional es el sector discográfico de hace unos años. Mientras algunas deciden comprar startups con soluciones tecnológicas que les permitan entender ese nuevo comportamiento, otras deciden abandonar los espacios físicos en sucursales convirtiéndolas en una especie de café bar donde conversar con agentes comerciales. Ni unos ni otros están entendiendo lo grave del asunto. Las discográficas lo entendieron a hostias y, muchas, no lo superaron.
El cambio no puede ser cosmético, debe ser realmente profundo. La mutación del sistema financiero de momento sólo lleva a cerrar sucursales, presentar expedientes de regulación de empleo y la incorporación de aplicaciones muy ‘cool’ con una difícil conversión a negocio. Esa probablemente es la clave, el negocio. Tal vez, y en eso estamos, la modulación de los negocios financieros del futuro pasa por otros, por la transformación del producto a servicio como le ha pasado a muchos otros sectores.
El sector considera que tiene tiempo. En conversaciones que he mantenido con directivos bancarios en los últimos meses, ya sea por trabajo o por consultas, por conferencias o por cursos que he ofrecido, detecto una sensación por parte de éstos de que el colapso del modelo no es inminente. Al revés, parece ser que consideran que hay tiempo, que de momento hay que aplicar soluciones habituales a problemas habituales: despidos, cierre de oficinas, ajuste de comisiones, publicidad tradicional y compra de soluciones que puedan aportar nuevos modelos de llegada al cliente de siempre. Y ahí está el error. El sistema financiero dejará de ser lo que es en menos de una década.
La pista, todavía débil, la tenemos en una noticia que ha pasado ciertamente más desapercibida de lo que podía imaginarme inicialmente por lo que supone realmente. Resulta que el gigante tecnológico Google está listo para su ingreso al negocio financiero pues a finales de año obtuvo la autorización para comenzar a operar como una empresa Fintech en el mercado europeo. La firma se llama Google Payment Lithuania y accedió a una licencia por parte del Banco de Lituania (Lietuvos Banka) que le autoriza a funcionar como una entidad de dinero electrónico, no solo en Lituania, sino en todos los países que integran la Unión Europea. Google se suma a otras grandes compañías de Internet como Amazon, con licencia en Luxemburgo, o Facebook, que obtuvo en 2016 su licencia en Irlanda, para operar como entidad de dinero electrónico.
Aunque todos ellos no pueden actuar como un banco tradicional si podrán, una vez han conseguido estas licencias, emitir dinero electrónico y proporcionar servicios de pago para garantizar el buen funcionamiento de sus mercados en toda Europa, además de trabajar en otros servicios de pago para los consumidores dentro del Espacio Económico Europeo. Esa autorización permite a Google, y en concreto a su subsidiaria Google Payment Lithuania UAB, a ofrecer diversos servicios financieros de interés, entre los que se encuentran el emitir dinero electrónico, manejar monederos electrónicos, efectuar transacciones de pago, remesas internacionales, servicios de depósito y retiro de efectivo y, finalmente, transferencias de débito directo y crédito
Aun cuando esos servicios son interesantes, habrá otros que de momento Google no podrá ofrecer. Esto la diferencia de los bancos tradicionales o de los neobanks, que sí ha conseguido una licencia completa en este sentido. Así, en estos servicios de Google no se podrá ofrecer préstamos, ofrecer hipotecas o crear y operar con fondos de inversión.
Atentos pues a la gran ventaja de Google. A diferencia de la mayoría de Fintech y de que los bancos lo hacían con otros propósitos, Google maneja una inmensa cantidad de datos. Ahora, a todos ellos, añadirán esa información financiera y que podría plantear un problema enorme a la hora de regular la libre competencia por ejemplo. Google posee otra ventaja vinculada a lo que significa esta marca con respecto a las que suponen los bancos de siempre. Más del 90% de los menores de 24 años a los que se les preguntó dónde meterían su dinero, en un supuesto banco que abriese Google, Amazon o en BBVA o Santander, respondieron Google o Amazon. Los más jóvenes tienen otro concepto de banca y seguramente otro modelo de gestión de sus finanzas y, precisamente, ahí está el problema de la banca tradicional. Google podría ofrecer a cero comisiones pues el "core business" de Google ya que sus fuentes de ingresos se basarían en otros aspectos derivados como datos, navegación, publicidad, etc.
Google puede pelear en todas las batallas. Será el banco con más sucursales del mundo: tu cuenta de Gmail. Será el banco con mayor penetración del planeta: no precisa que te descargues una aplicación, te la colocará cuando considere oportuno. Podrá innovar continuamente a bajo riesgo pues no dependerá de ese negocio bancario curiosamente. Se me ocurren unos cuantos modelos que seguro van a ir apareciendo y que tiene pinta va a pillar con el pie cambiado al negocio bancario tradicional y a las propias Fintech en cinco o seis años. Google genera las necesidades de sus clientes, no va a parar de hacerlo. Tiene saldo disponible para comprar lo que quiera y modificar el ‘customer behaviour’ de toda una generación.
Pero atentos. Hay algo relevante que parece pasa desapercibido. Bajo mi punto de vista hay un aspecto muy destacado. El hecho de que podrán emitir dinero electrónico. Algo que hace referencia a la linea de flotación de la estructura social y económica que ahora nos gobierna. Hablamos lo que me han apuntado algunos seguidores en Twitter y que no dejan de ser debates interesantes: ¿Qué va a pasar cuando el invento de generar tu propia moneda se generalice? ¿Qué va a cambiar cuando todo lo que quieras lo puedas comprar con monedas emitidas por las empresas que te lo venden? ¿Cuándo eso sea algo más que una tarjeta de fidelización y pase a ser un sistema real de valores alternativos?
Hay quien afirma que las criptomonedas fueron el aviso, las moneda corporativa de los iBanks como la que emita Google pueden ser el final del modelo actual de las monedas, de hacienda o del control de los estados. Igual es mucho imaginar, pero quien iba a decirnos hace 10 años que entre las más de 2.000 criptomonedas creadas tras la aparición de Bitcoin como Litecoin, Ethereum, Tether o Ripple sumarían un valor conjunto de 700.000 millones de euros a finales de noviembre de 2017. Cierto que ahora se han evaporado el 82% del valor, pero eso ya es otra historia.
Necesitaremos más filósofos y poetas para explicar a las máquinas quiénes somos.
El pasado martes estuve en Asturias con motivo de Expo Robot, una jornada para analizar los retos de la revolución de las máquinas que incluyó una mi charla ‘Reworking’. La verdad es que el edificio que acogió este evento fue el increíble y polémico Palacio de Congresos de Buenavista. Un monumental espacio diseñado por Calatrava. Con motivo de mi visita, Chus Neira me hizo una entrevista para la Nueva España y que os copio aquí mismo y que también podéis descargar en ‘pdf’.
El pasado martes estuve en Asturias con motivo de Expo Robot, una jornada para analizar los retos de la revolución de las máquinas que incluyó una mi charla ‘Reworking’. La verdad es que el edificio que acogió este evento fue el increíble y polémico Palacio de Congresos de Buenavista. Un monumental espacio diseñado por Calatrava. Con motivo de mi visita, Chus Neira me hizo una entrevista para la Nueva España y que os copio aquí mismo y que también podéis descargar en ‘pdf’.
Marc Vidal: ‘Necesitaremos más filósofos y poetas para explicar a las máquinas quiénes somos’.
¿Estamos ya de lleno en la de los robots? ¿Está preparada y es consciente la sociedad de los cambios que traerá?
Siempre ha habido una distorsión notable entre lo que se suponía que era una revolución tecnológica y su percepción sociológica. A finales del siglo XVIII, cuando una máquina de vapor entraba sin avisar en una fábrica textil del sur de Londres, las familias desaloja- das de su trabajo llamaron a la ‘Primera Revolución Industrial’, la ‘Primera Crisis Industrial’. El ser humano vive sus revoluciones asociadas a una tecnología como una crisis, básicamente porque una de sus consecuencias inmediatas es un desajuste económico que llamamos ‘deflación del capital’. Es- to significa que durante un tiempo prudencial aquello que sustituye a un ‘pool’ de dispositivos o mecanismos tecnológicos, deriva en una producción, distribución y consumo donde el coste de la cadena de valor y su obsolescencia programada suelen ser muy menor. De ahí que parezca que el capital ‘desaparezca’y con él el empleo y sus activos.
¿No es así?
No. Se redistribuye poco a poco, y aunque cada vez más rápido, es mucho más lento que la capacidad de generar ese valor y capital, estructuras y empleo. De ahí que parezca que no estamos prepara- dos. Otra cosa es cómo lo gestionen aquellos que tienen la obligación de establecer amortiguadores, desplegar modelos que aprovechen los cambios de modelos de crecimiento y estimular a las empresas que pueden regenerar la economía tradicional a otra más digital y eficiente.
Regalamos nuestros datos, vivimos pegados al móvil y a la vez los pioneros de Silicon Valley reniegan. ¿Cuándo se normalizará todo esto?
Estamos aprendiendo todos. Algunos han sido muy listos y se han ido aprovechando. Nos vamos alfabetizando a fuerza de palos pero estamos lejos de que esto esté normalizado. Un ejemplo. Nos dicen que una Smart City es un espacio que mejora la vida de los ciudadanos. Para ello se nos demandan datos. Muchos de ellos ya no los podemos discriminar. En breve, de todos ellos surgirán políticas automáticas, procesos de mejora social y organizativa. En teoría dejar nuestros datos a esos algoritmos nos garantiza una vida mejor. Los ciudadanos nos hemos convertido en simples ‘sensores’ que, a la vez, actuamos como ‘productores’ de nuestros datos. El problema es que no hay nada que haga prever que ese intercambio vaya en dos direcciones. Vamos a entregar datos pe- ro no vamos a tener opciones de interactuar en ese proceso. No seré yo sospechoso de no ver en la tecnología un aliado para el género humano, pero el riesgo de ampliar el porcentaje de ciudadanos sin criterio en temas importantes y de dejarnos seducir por un mundo automático crece. Y el riesgo de ceder el mando a la tecnología sin haber analizado antes quiénes son los verdaderos actores de este asunto, las variables éticas y sociológicas que tiene una decisión algorítmica a tiempo real de todo lo que nos afecta, es enorme.
¿Qué hay de lo volátil de es- tas tecnologías y las empresas que l as producen? ¿Puede caer Google de un día a otro?
Es posible que en un momento determinado Google se encuentre en una situación de riesgo. De hecho Jeff Bezos anuncia que Amazon no vivirá más allá de las 4 décadas y estamos casi en la tercera. La idea de que las empresas tienen que adaptarse cada vez más rápido es cierta. A mí me gusta hablar de ‘empresas autoajustables’.
Explíquese.
Una cosa es digitalizarse y otra muy distinta transformarse digitalmente. Los beneficios de este tipo de relación entre automatización y lectura de datos, para la generación de modelos de negocio, supera a cualquier proyecto de digitalización que sólo se aplique tecnológicamente. Optimizar en sí mismo no es suficiente, ni automatizar tampoco. Se trata de combinar una red que se refuerce a sí misma en un bucle generando clientes, experiencias y datos. Ese circuito prodigioso debe ser capaz de funcionar de un modo autónomo. La empresa autoajustable se refuerza a sí misma y precisa de una intervención humana muy distinta. Ahí el reto. De eso tenemos que hablar, del papel humano en una empresa de este tipo. Eso requiere una for- ma diferente de pensar, no la mecánica tradicional en la que las circunstancias y los resultados se consideran predecibles y controlables. Los directivos de una empresa autoajustable deben aprender a aprender constantemente y aceptar la incertidumbre y la complejidad de los negocios como la base en la que se sujeta todo. Esa es la garantía de que las empresas puedan ‘surfear’ olas gigantescas.
¿A dónde nos conduce la automatización del trabajo?
No te preguntes ‘si un robot te va a quitar el empleo’, piensa que quien podría quitarte el empleo será alguien que se lleve mejor que tú con un robot. Obviamente se van a destruir millones de empleos, pero en el futuro inmediato iremos al trabajo a aprender cosas, a incorporar conocimientos que tendremos que trasladar después a unas máquinas. Como nosotros no podremos hacer nunca mejor que un robot muchísimas cosas, lo que tendremos es que aprender cómo hacer que ese robot aún sea mejor.
¿La incertidumbre laboral? ¿Qué futuro le espera a los nuevos trabajadores?
El otro día una mujer me preguntó qué debía estudiar su hijo de 12 años. No tengo ni idea qué recomendar, pero lo interesante no es qué carrera estudiar sino el desarrollo de habilidades concretas que se puedan ejercer a partir de funciones insustituibles por un software, porque todo lo que no pueda ser automatizable tendrá un valor incalculable. Ella insistió. ¿Qué debería estudiar entonces?Y le di- je algo que creo firmemente. ¡Que estudie filosofía! ‘¿Filosofía? Sí. Como la clave del futuro es la tecnología y sus avances empiezan a ser complejos de adecuar a nuestra vida, estoy seguro que la visión ética y moral que un filósofo podrá aportar, será demandada cada vez más en las empresas. Se quedó algo sorprendida y me hizo una última pregunta. ¿Qué libros le puedes recomendar? García Lorca o Dylan Thomas. ¿Poesía? Sí. toca reinventarse cada muy poco tiempo. Se acabó eso de ser lo mismo, en el mismo lugar y con las mismas coordenadas. Lo que nos que- dará siempre es el valor añadido que supone ser humano, y pensar que todo aquello que no sea sustituible o automatizado tendrá un valor incalculable.A medida que la tecnología vaya ‘deshumanizan- do’ mucho de lo que ahora con- templamos como tradicionalmente analógico, vamos a precisar ‘explicarles’ a las máquinas quiénes somos, qué esperamos, cómo con- sumimos y cómo sentimos. ¿qué mejor que la poesía para comprendernos como humanos?
Recomendación del mes: 'Jasmin', el software de gestión online inteligente.
Las pequeñas y medianas empresas representan el 99,9% de las compañías que hay en España. Más de 3 millones en total. De éstas, la mitad son microempresas. Todas las compañías, grandes, medianas o pequeñas, están obligadas hoy en día a abordar el reto de la transformación digital, pero es en éstas últimas donde ese desafío se convierte muchas veces en una aventura compleja y de coste superior al que pueden soportar. De ahí que sea trascendental determinar una hoja de ruta simple, eficiente y económica.
Las pequeñas y medianas empresas representan el 99,9% de las compañías que hay en España. Más de 3 millones en total. De éstas, la mitad son microempresas. Todas las compañías, grandes, medianas o pequeñas, están obligadas hoy en día a abordar el reto de la transformación digital, pero es en éstas últimas donde ese desafío se convierte muchas veces en una aventura compleja y de coste superior al que pueden soportar. De ahí que sea trascendental determinar una hoja de ruta simple, eficiente y económica.
Cada mes recomendaré una herramienta que yo mismo he utilizado en alguna ocasión o he podido ver cómo su funcionamiento está resultando un éxito para alguna empresa con la que trabaje. Especialmente cuando estas recomendaciones sean gratis. Por eso hoy quiero presentaros una de las más recomendables que también tiene una versión gratuita, una que precisamente aborda de manera muy potente esta dimensión de negocio. Estoy hablando de Jasmin, una muy poderosa herramienta que combina lo mejor del software de gestión pero aplicando Inteligencia Artificial qué va a hacer que disfrutes utilizándola. Por cierto, si estás empezando, tiene una versión gratuita totalmente operativa y con un buen número de funcionalidades.
Las pequeñas empresas, las microempresas y los autónomos también pueden transformarse digitalmente, pero lo tienen que hacer desde la óptica de la automatización como base. Necesitan todos los recursos disponibles en el mercado para alcanzar la próxima etapa de crecimiento y poder administrar la competencia de compañías mucho más grandes.
Bajo mi punto de vista, para aumentar la eficiencia y la eficacia del negocio es importante que no abandonen lo que realmente saben hacer, vender. Diseñar una estrategia para abordar sistemáticamente diferentes aspectos de esa transformación no precisa de una gran operativa sí tienes una pequeña empresa. Lo que se debe hacer es dar un primer paso, luego otro y así sucesivamente. Sin duda, uno de esos primeros pasos debe ser el de automatizar procesos pues, como sabemos, ‘transformar es automatizar’.
Esta es la clave obviamente para startups, emprendedores, freelances y micropymes. A pesar de tener negocios de aparente pequeña dimensión al principio, éstos deben hacer una gestión rigurosa del negocio. El más importante de estos automatismos es el de la gestión financiera, la facturación y el control económico a tiempo real e inteligente.
Si lo que se quiere es iniciar un proceso de transformación digital, es imprescindible controlar la evolución de todas las actividades del negocio, registrar los gastos, facturar y controlar las entradas y salidas de capital. Esto debe conseguir que se tenga una visión real del negocio y de su evolución.
Jasmin es un software de gestión online para autónomos y Pymes con una versión gratis y dotado de inteligencia artificial. Destaca por su capacidad de automatizar tareas, prever resultados y un potente módulo muy útil de ‘Business Intelligence’. En cualquier momento y en cualquier lugar, con esta herramienta es muy rápido y fácil facturar, gestionar compras e inventario, controlar cuentas corrientes y la tesorería a tiempo real, responder a las obligaciones fiscales, supervisar la evolución del negocio y tener todos los indicadores de gestión de cualquier negocio.
No obstante, en mi opinión, lo mejor de Jasmin es el uso que hace del Big Data y el Machine Learning, organizando e interpretando los datos que circulan en el sistema, alertando sobre el desempeño actual y previendo la evolución futura. Todo lo hace a partir de mensajes dinámicos en su panel de control, de comprensión simple y rápida para que un emprendedor, autónomo o pequeño empresario sin grandes conocimientos pueda comprender el estado de sus finanzas rápidamente. Permite, pues, tomar decisiones estratégicas a partir del motor de automatización que tiene.
Cualquier empresario debe saber a tiempo real y desde la nube cuánto ha facturado, cuánto ha cobrado y cuánto falta cobrar; necesita conocer si está facturando lo suficiente para alcanzar su previsión de negocio; debe tener claro si está cobrando al ritmo adecuado para poder responder a sus compromisos financieros y así disponer de caja suficiente en todo momento y, especialmente, tener muy claro cuál va a ser su capacidad de inversión para el crecimiento de su negocio.